𝟎𝟔| Jealous, Potter?
Narrador omnisciente: Harry Potter
Cuando uno es joven, el mundo a menudo asume que no sabes nada. Sin embargo, ¿qué sucede cuando tu conocimiento va más allá de lo que te permiten ver? Imagina un instante en el que las oportunidades brillan como estrellas fugaces, listas para desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos, o, en contraste, para perdurar toda la vida. En ese delicado equilibrio, cada decisión que tomas, cada palabra que eliges, se convierte en un paso crítico antes de que el tiempo se agote. Y al final, siempre quedará una sombra de quien eras, un eco de tus elecciones pasadas, que te recordará lo que pudiste ser.
Isadora Malfoy no era simplemente un capricho de verano, algo que se desvanecía con el perdón. No era un mero producto de las intenciones ajenas ni un pasatiempo pasajero. No, Isadora era una fuerza en sí misma, una reveladora de verdades ocultas. Su presencia había despertado en Harry Potter una conciencia que antes permanecía dormida, haciéndole ver la maldad que anidaba en los corazones, rebosante de orgullo y prejuicio. Ella no podía ser reducida a una simple anécdota; su impacto en Harry era innegable.
Harry "solo" era un adolescente de 16 años, supuestamente no tenía idea de nada, pero sabía que la quería a ella. Ahora bien, había dos chicas a las que la anterior cita se podría referir:
La primera era la encarnación misma de la valentía. Su risa iluminaba los espacios oscuros, y su energía contagiosa desafiaba a todos a ser mejores. No tenía miedo de enfrentar la verdad, y su sinceridad a menudo desnudaba las emociones de quienes la rodeaban. Era la amiga que podía desgarrarte con un simple comentario, pero que siempre lo hacía desde un lugar de amor genuino. Su despreocupación por la opinión ajena la convertía en un imán para quienes buscaban autenticidad.
Por otro lado, estaba la segunda chica, quien representaba la elegancia y la reserva. Su carácter refinado y su paciencia parecían casi ancestrales, mientras que en su interior ardía un deseo ferviente de amor. Ella anhelaba ser amada con la misma intensidad con que respiraba, deseando experimentar la pasión que la vida podía ofrecer. Era la señorita que vivía "por la esperanza de todo".
Entonces," la opción correcta solo se podría descifrar al final del relato" declaro Cupido.
El profesor Slughorn miró a Hermione con una mezcla de curiosidad y entusiasmo, su voz resonando en el aula.
—Háblanos de ti, Granger. ¿Qué hacen exactamente tus padres en el mundo muggle? —preguntó, atrayendo de inmediato la atención de todos.
Hermione, siempre dispuesta a compartir, sonrió y respondió con claridad:
—Mis padres son dentistas. —Vio que algunas miradas se llenaban de confusión—. Cuidan los dientes de la gente —aclaró con paciencia, como si estuviera explicando un hechizo sencillo.
—¡Fascinante! ¿Y eso se considera una profesión peligrosa? —continuó Slughorn, claramente encantado por cada detalle.
Hermione hizo una pausa, intentando pensar en algo divertido.
—No, aunque una vez un niño mordió a papá. Requirió diez puntadas —dijo, y las risas estallaron en el salón.
De repente, la puerta se abrió de golpe, atrayendo todas las miradas. Isadora Malfoy entró como si estuviera desfilando en una pasarela, luciendo un elegante vestido verde oscuro y tacones blancos que hacían que incluso las estatuas del aula se sonrojaran. Su cabello, recogido en una media coleta y adornado con un broche dorado, brillaba como un faro en la oscuridad.
Harry no pudo evitar sentirse hipnotizado. La elegancia de Isadora la hacía brillar como una joya en un cofre del tesoro. Sin pensarlo, se levantó instintivamente, dispuesto a hacerle un gesto caballeroso.
—Disculpen la demora —dijo Isadora con una sonrisa encantadora, mientras se acercaba a la mesa.
Harry sintió que su corazón latía tan rápido que temía que fuera a salir disparado por la ventana. La incomodidad de los demás era palpable, y Hermione, al notar su distracción, lo empujó suavemente hacia su asiento.
—¿Qué haces? —susurró Hermione, incredulidad en su tono.
—Sinceramente, no tengo ni idea —respondió Harry, todavía atrapado en la magia de Isadora.
Isadora se sentó junto a Blaise Zabini, y Harry deseó ser él, aunque fuera solo por un instante. Mientras las conversaciones se reanudaban, Slughorn se volvió hacia Isadora, sonriendo con interés.
—Bienvenida, señorita Malfoy. Cuéntanos... ¿cómo están tus padres?
—Oh, mi familia está muy bien. Pasaremos la Navidad juntos —respondió ella, aunque Harry notó que su sonrisa parecía un poco forzada, como si estuviera tratando de recordar una línea de una obra de teatro.
Hermione, siempre atenta, se inclinó hacia Harry y susurró:
—Ella miente, su padre todavía no ha salido de Azkaban.
Harry asintió, sabiendo que la familia Malfoy era un laberinto de secretos. Sin embargo, sus pensamientos se veían obstaculizados por un problema más apremiante: Isadora. Cada vez que intentaba concentrarse en su teoría, su mente se distraía por la forma en que ella movía la cabeza o cómo su risa resonaba en sus oídos.
Odiaba que una Malfoy le causara tal revuelo. ¡Era una locura! Pero había algo en su presencia que lo hipnotizaba, y eso lo frustraba profundamente.
Decidió ignorar el comentario de Hermione y centrarse en Isadora. Slughorn, sin darse cuenta de la tensión, continuó.
—¿Sí? Eso espero. Tengo entendido que gran parte de la herencia Black no fue destinada a ustedes —dijo el profesor, disfrutando su postre como si fuera el último de su vida.
Isadora apartó la mirada, visiblemente incómoda.
—Sí, pero fue dirigida a una persona que no tiene que ver con mi familia, señor.
—¿En serio? Eso es una pena. —Slughorn se llevó la mano a la barbilla, pensativo.
Mientras el profesor hablaba, Harry se debatía en su mente. Deseaba enviarle una nota a Isadora, invitándola a encontrarse a medianoche en la torre de astronomía. Finalmente, decidió actuar. Tomó un papel de la mesa y, con la pluma de Hermione, escribió por debajo de la mesa:
"Encuéntrame a medianoche en el lugar de siempre.
Att: ya sabes quién."
Ahora venía la parte complicada: enviar la nota sin ser descubierto. Fingiendo atarse los cordones, se agachó y deslizó la nota hacia los pies de Isadora. Pero, en un giro del destino, golpeó su cabeza contra la mesa al intentar levantarse, provocando risitas contenidas entre sus compañeros.
A pesar del dolor, trató de mostrar indiferencia y se sentó de nuevo. Isadora bajó la mirada, vio el papel y, al levantar la vista, le lanzó una mirada que confirmaba su aceptación.
Jaque mate.
La cena concluyó media hora después, y Harry recordó que debía hablar con Slughorn. Se acercó al profesor, decidido a utilizar una excusa brillante.
—Disculpe, señor, pero ¿qué hora es? —preguntó, haciendo todo lo posible por parecer casual.
—Creo que es medianoche. ¿Ya quieres irte, acaso?
—Lo siento, señor, pero mañana tengo un examen muy importante y debo irme ya —mintió Harry, deseando que el tiempo se deslizará rápidamente hacia su encuentro.
Sabía que tenía la misión que Dumbledore le había asignado sobre Slughorn, pero en ese momento le importaba un comino. Había sobrevivido a una cena llena de emociones y, si tenía que lidiar con la humillación por Isadora, estaba decidido a triunfar esa noche. Sacar información de Slughorn y, tal vez, hacer algo más que simplemente hablar. ¿Quién sabe? Tal vez los astros estaban alineándose para ellos.
Harry llegó rápidamente a la torre de astronomía. Cuando la vio allí parada en el balcón, una sonrisa iluminó su rostro inmediatamente. La luz de la luna resplandecía en el rubio cabello de la rubia, destacando su lujoso vestido.
Ella rápidamente se dió la vuelta, con un gesto molesto en su rostro: —¡¿En qué mierda estabas pensando?! No fuiste nada discreto. ¿Sabes los rumores que se van a inventar sobre nosotros? Joder...¡eres un idiota! —exclamó la señorita.
La sonrisa desapareció del rostro de Potter al instante.
—Cuida tu vocabulario, Malfoy. No te gustaría que las organizadoras del baile de debutantes te escucharan hablar así, ¿verdad?
Isadora frunció el ceño, suspirando y mirándolo con confusión.
—¿Cómo lo sabes?
Harry se encogió de hombros con una expresión sarcástica. El aire estaba cargado de fría tensión, y no era por el invierno. Ella se veía tan bella con ese vestido y lujos que adornaban su aura y la hacían aún más preciosa.
Potter se tardó un tiempo en responder, y se apoyó en el barandal de la torre, mirando a las estrellas.
—¿Se puede saber quién será tu acompañante?
—No, no se puede saber —ella respondió con tono sarcástico mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
—¿Ah, sí? ¿Por qué no? ¿Acaso es Zabini? —suspiró, temeroso de que eso sea verdad —No me sorprendería que lo sea. Ustedes dos andan todo el rato juntos.
—Tú y Granger son inseparables y nadie supone que sean algo —Isadora respondió inmediatamente.
—Buen punto. Pero entonces...¿por qué no querrías responder mi pregunta? —él alzó una ceja, aún sin querer mirarla a los ojos, sabiendo que si lo hacía, se pondría aún más... ¿celoso?
Sí, lo estaba.
Estaba celoso de no poder siquiera darse el lujo de celar. De que no fueran "nada" y a la vez todo. De querer hacerla suya mil veces pero tener que conformarse con su imaginación, y callar por siempre su deseo.
—¿Celoso, Potter? —Isadora dijo con una sonrisa maliciosa. No lo veía a los ojos, pero sabía exactamente lo que estaba pasando por la mente del azabache. Se apoyó a su lado contra el barandal, y comenzó a hablar con un tono coqueto: —Sé que soy tu favorita.
Joder, si él ya la deseaba, ahora la necesitaba aún más. Su fijación aumentó aún más y deseó tomarla justo allí, debajo de la luz de la luna.
—¿Celoso, yo? Por favor... —él resopló con aire frío.
Isadora se encogió de hombros y se mordió el labio inferior, notando el cambio de expresión en él, disfrutando de esa atracción.
—Pero no lo negaste.
—Yo no tengo que negar nada. ¿Bien?
—Estás haciendo esto tan aburrido...cuando sé lo que necesitas —Isadora dijo con un tono coqueto, sabiendo bien a lo que se disponía a hacer.
—¿Ah, sí? —Harry sonrió sarcásticamente, mirándola de arriba hacia abajo. Ese vestido resaltaba tanto la figura de la rubia que no pudo evitar morderse el labio inferior —¿Y qué es eso que necesito?
Los dos se devoraban con la mirada, un fuego incontenible ardiendo entre ellos, deseando romper las barreras de la distancia. La tensión en el aire era casi tangible, envolviéndolos en su propio universo donde solo existían ellos dos.
Él no pudo soportar más ese tirón incesante y, con un movimiento decidido, la atrajo hacia él, sus labios chocando con una chispa de electricidad adictiva y prohibida.
Isadora respondió al instante, su mano deslizándose con urgencia hacia la nuca del azabache, mientras sus bocas se unían en un beso cargado de desesperación y deseo ferviente.
La noche era oscura y silenciosa en la Torre de Astronomía, salvo por el sonido de la respiración entrecortada de Harry y Isadora. Sus labios se encontraron con una mezcla de furia y deseo, un beso que hablaba de odio tanto como de una pasión incontrolable. Harry llevó una mano hacia las piernas de Isadora, levantando un poco su vestido para llegar a ese punto mientras continuaba con el beso.
Isadora soltó un leve jadeo contra los labios de Harry, su cuerpo respondiendo a su toque a pesar de los sentimientos contradictorios que la embargaban. Sus manos se aferraron a la camisa del azabache, tirando de él con fuerza, como si quisiera mantenerlo cerca y a la vez apartarlo.
—Potter... esto está mal — susurró Isadora, aunque sus palabras carecían de convicción.
—No me importa —replicó Harry con voz ronca, sus dedos acariciando la piel expuesta de la rubia—. Paso mi tiempo tratando de no sentirlo, pero, ¿qué harías si te tocara ahora? Si nunca fuéramos descubiertos...
Harry deslizó sus dedos con más audacia, sintiendo la calidez de su piel bajo sus yemas. Isadora cerró los ojos, dejándose llevar por la mezcla de placer y rebeldía que sentía. Cada caricia suya encendía un fuego dentro de ella, un fuego que solo él parecía poder avivar.
—Harry —susurró nuevamente, esta vez con un tono suplicante.
—Shhh —murmuró Harry contra su oído, su voz un susurro cargado de deseo, moviendo su mano libre hacia la boca de ella, amortiguando los gemidos —No querrías que nos escuchen, ¿verdad, cariño? Tienes que mantener la boca cerrada.
Con un movimiento decidido, Harry deslizó un dedo dentro de ella, arrancando un gemido de los labios de Isadora. Ella se arqueó contra él, sus manos ahora recorriendo su espalda, buscando un ancla en medio del torbellino de sensaciones. Harry añadió un segundo dedo, moviéndolos con una destreza que hizo que Isadora se aferrara a sus hombros con más fuerza, su cuerpo respondiendo con una intensidad que la dejó sin aliento.
—Te odio —susurró Isadora, aunque su tono era de pura rendición.
—Lo sé —respondió Harry, su boca atrapando nuevamente la de ella en un beso feroz mientras sus dedos seguían explorando, llevándola al borde del éxtasis.
Los gemidos de Isadora resonaban en la torre, mezclándose con el susurro del viento nocturno. Harry podía sentir la tensión acumulándose en su cuerpo, una respuesta visceral a cada caricia que él le proporcionaba. Sin dejar de besarla, añadió un tercer dedo, profundizando su exploración. Isadora se mordió el labio, tratando de contener el sonido que escapaba de su garganta.
—Harry... no puedo...— murmuró, sus palabras casi ininteligibles entre suspiros.
—Sí, puedes —le aseguró él, su voz firme y llena de una certeza que la hizo temblar.
El cuerpo de Isadora comenzó a temblar, cada músculo tensándose mientras se acercaba a su clímax. Harry podía sentir su cuerpo respondiendo, su calor, su humedad, y la manera en que sus paredes internas se contraían alrededor de sus dedos. Con un último movimiento, la llevó al borde, provocando una oleada de placer que la recorrió de pies a cabeza.
Isadora gritó el nombre de Harry, su cuerpo arqueándose con una intensidad abrumadora. Harry no dejó de moverse, prolongando su éxtasis, sus labios viajando por su cuello y hombros, mordisqueando suavemente su piel. Finalmente, cuando Isadora se relajó, completamente exhausta, Harry retiró sus dedos lentamente, dejándola recostarse contra la fría pared de la torre.
—Potter —susurró Isadora, usando su apellido como un recordatorio de la realidad que los rodeaba —. Esto no cambia nada entre nosotros.
Potter, todavía recuperándose, abrió los ojos y lo miró fijamente. En sus ojos brillaba una mezcla de desafío y vulnerabilidad: —No, Isadora. No cambia nada. Pero tampoco lo olvidaré —Harry la miró un momento más, luego se inclinó y le dio un último beso, uno suave, casi tierno.
—Nos veremos mañana en clase — dijo, antes de alejarse, dejándola sola en la oscuridad de la Torre de Astronomía.
Isadora se quedó allí, intentando calmar su respiración y asimilar lo que acababa de suceder. Sabía que mañana todo volvería a ser como siempre, pero esta noche, esta única noche, había sido suya.
NOTA DE LA AUTORA:
VAMOOOOOO DEBUTARON
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