𝟎𝟑| La melodía del quebranto
ISADORA TOMÓ UNA DECISIÓN firme en su interior. Había hablado con Harry esa noche, pero decidió guardar ese encuentro en lo más profundo de su ser. Nadie debía enterarse de esa conversación.
Se hizo un juramento a sí misma, prometiéndose llevar ese secreto a la tumba. Era consciente de que revelarlo podría desencadenar una serie de consecuencias no deseadas y complicar aún más las cosas. Así que, con determinación, guardó ese momento especial en lo más recóndito de su corazón.
Los dos hermanos desayunaban en el gran comedor. Draco conversaba animadamente con Blaise, mientras Isadora se sumía en sus pensamientos, su mirada perdida en un punto fijo, casi disociando de la realidad que la rodeaba.
—¡Ya llegaron! —gritó un niño pequeño desde la mesa de Hufflepuff, interrumpiendo el murmullo del comedor.
Varias lechuzas, como sombras veloces, depositaron sus cartas sobre las mesas de los estudiantes. Una de ellas cayó justo entre Draco e Isadora.
—¿Es de papá? —preguntó Draco, alzando una ceja con curiosidad.
—Sabes que papá no puede escribirnos; de hecho, nunca lo ha hecho —respondió ella con un tono sombrío.
Isadora tomó la carta entre sus manos y, con un leve temblor, la abrió, sintiendo que el aire a su alrededor se volvía más denso.
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Queridos hijos:
Espero que estén bien,sobretodo Draco,espero que estés tomando tomando con total importancia tu misión. Sabes que esto es en serio y no lo puedes arruinar.
Confío en que lo vas a realizar bien,te suplico que lo hagas.
Hija,espero que tus notas estén yendo igual de bien que los años anteriores,es todo lo que esperamos de ti,es tu único deber.
Ánimos hijos,pronto ya podremos ser la familia más poderosa.
PD:Ah,se me olvidaba,estamos en quiebra.
Saludos,los amo
Mamá.
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Se miraron entre sí, sus rostros reflejando una mezcla de incredulidad y horror. Isadora no podía creer lo que estaba sucediendo. Parecía que cada vez que pensaba que las cosas no podían empeorar, la vida les lanzaba otra curva.
—No, no, no, ¡no! —murmuró Draco, su rostro se había vuelto pálido como la tiza. Sus palabras, aunque apenas audibles, resonaban en la habitación, cada "no" era un eco de su desesperación.
Isadora, a pesar de su propio miedo y confusión, extendió su mano y acarició el hombro de su hermano, tratando de ofrecerle algún tipo de consuelo. Pero, ¿cómo podía tranquilizarlo cuando ella misma estaba lejos de estar tranquila?
¿Cómo podría estar tranquila con todo lo que estaba sucediendo? Su familia estaba desmoronándose. Su padre estaba en Azkaban, y ahora esto... La noticia era como un golpe en el estómago, dejándola sin aliento. Cada nueva adversidad parecía ser peor que la anterior, y ella no podía evitar preguntarse cuándo terminaría esta pesadilla.
—No puede ser mamá, seguro es una broma. Sé que es una broma —dijo Draco
—¿Cómo puede ser una broma? Nadie más que Pansy y Blaise saben que eres...
—Bueno,en eso tienes razón. ¡Pero esto no puede estar pasando, Isadora!¡No podemos estar en quiebra!
—Por Merlin, cállate. Lo único que nos falta es que se enteren de que estamos en quiebra.
Ella le tapó la boca con la mano mientras trataba de respirar correctamente
—Ya estoy harto, no aguanto más.
—Lo sé —murmuró ella mientras lo acariciaba en el hombro
—¿Te apurarás? No tengo todo el día —masculló Draco, caminando rápidamente hacia la sala de menesteres.
—¿Y qué es lo que tienes que hacer exactamente? —preguntó Isadora, apretando el paso para seguirle el ritmo.
—No te preocupes por eso. No es asunto tuyo —respondió él, con un tono que no dejaba lugar a dudas.
Tras varios intentos fallidos, finalmente Draco e Isadora lograron abrir la puerta a la sala de menesteres, la cual se materializó ante ellos como si hubiera estado esperando su llegada.
Isadora miró a su alrededor contemplando los maravillosos objetos que había en aquella sala. Divisó un hermoso piano blanco que parecía realmente majestuoso con algunos toques de dorado.
Se deslizó hacia el piano, como si un imán invisible la estuviera atrayendo. Cada paso que daba era cauteloso, pero decidido, como si estuviera siendo hipnotizada por la música que aún no había comenzado a tocar. Finalmente, se sentó en la pequeña banca frente al piano, su cuerpo se acomodó perfectamente en el espacio, como si siempre hubiera pertenecido allí.
Decidió ignorar a su hermano, que permanecía a su lado, y se zambulló en su propio mundo. Sus dedos comenzaron a deslizarse sobre las teclas del piano, evocando una melodía que había escuchado en un sueño, una que aún no dominaba del todo. En su mente, se visualizaba a sí misma levantándose de un majestuoso piano cubierto de flores silvestres, emanando destellos dorados, mientras el instrumento parecía tocar por sí solo, guiado por un espíritu mágico.
Las notas comenzaron a llenar la habitación, resonando como ecos de recuerdos olvidados. Cada acorde traía consigo fragmentos de su pasado: risas, susurros y promesas perdidas, que danzaban en el aire como mariposas. Sus dedos fluían con una gracia innata, como si la música fluyera a través de ella, uniendo su alma con el instrumento de maneras que desafiaban la lógica.
A medida que la melodía se intensificaba, el piano parecía cobrar vida, vibrando en perfecta armonía con su ser. El tiempo se detuvo, y su hermano quedó eclipsado por la magia del momento. En ese refugio sonoro, todo lo que existía era ella, el piano, y el poder de la música que la transportaba a un mundo donde el dolor y la alegría coexistían en un delicado equilibrio.
Las notas comenzaron a llenar la habitación, cada una de ellas resonaba con un recuerdo, un eco de su pasado. Sus dedos fluían sobre las teclas con una gracia y facilidad que sólo podían venir de años de práctica y una conexión profunda con la música.
La melodía que comenzó a inundar la sala de menesteres. Las notas de la famosa composición se esparcieron por el aire, llenando cada rincón de la habitación con su dulce y melancólica resonancia.
—Isadora, intento hacer algo sumamente importante —exclamó el rubio con irritacion.
—Sí, lo siento —respondió ella con voz suave, bajando la cabeza y soltando sus dedos del piano. Era evidente que la música que había estado tocando había sido interrumpida por la seriedad del momento. Estaba dispuesta a dejar de lado su pasión momentáneamente para prestar toda su atención a Draco y a lo que consideraba importante.
El silencio llenó la habitación mientras Draco reunía sus pensamientos, y comenzaba a explicar su plan.
En la aburrida clase de pociones, Isadora se encontraba sumida en un estado de tranquilidad mientras preparaba su poción. Observaba a su alrededor y notaba cómo sus compañeros estaban llenos de estrés y preocupación, mientras que ella se sentía aliviada de que su poción estuviera saliendo bien.
De repente, sintió una extraña sensación de que alguien la estaba observando. Levantó la vista y se encontró con unos hermosos ojos esmeralda que la miraban furtivamente. Era Potter. Sin embargo, en un instante, él apartó la mirada rápidamente, como si no quisiera ser descubierto.
Isadora quedó intrigada por esa breve interacción. Había algo en la manera en que Harry la miraba y luego desviaba la mirada tan rápidamente que le generaba una sensación extraña en el estómago. No podía evitar preguntarse qué había detrás de esa mirada y por qué le había generado esa reacción.
Potter también experimentó una extraña sensación en el momento en que cruzó miradas con Isadora. Se preguntó por qué había hablado con una Malfoy, una de las personas que, según las circunstancias, deberían ser sus enemigos. La animosidad entre los Malfoy y él era evidente, y ambos bandos se despreciaban mutuamente. No había ninguna posibilidad lógica de que él hubiera entablado una conversación con ella, pero lo había hecho.
La confusión se apoderó de Harry mientras reflexionaba sobre el encuentro. ¿Qué había llevado a hablar con Isadora, a pesar de todas las razones para evitarla? Tal vez había algo más allá de las diferencias familiares y las rivalidades históricas. Tal vez había algo en ella que despertaba su curiosidad o que desafiaba sus prejuicios arraigados.
Aunque Harry odiaba a los Malfoy y sabía que ellos también lo odiaban a él, no podía negar que algo había cambiado en ese breve momento de conexión. Había una chispa de intriga y desconcierto que lo impulsaba a querer saber más sobre Isadora y a cuestionar las creencias que había mantenido durante tanto tiempo.
Fue un día realmente agotador tanto para Isadora como para Harry. Él acababa de descubrir una parte oscura del pasado del señor oscuro, y Isadora observaba impotente cómo su familia y su vida se desmoronaban lentamente.
Recordando el consejo de Astoria, Isadora pensó que no había mejor manera de terminar el día que estar sola y sumergirse en sus pensamientos, o en un libro. Y eso fue exactamente lo que hizo. Se dirigió a la torre de astronomía, un lugar que poco a poco se estaba convirtiendo en su refugio seguro.
En la tranquilidad de la torre, Isadora encontró un respiro de todo el caos y la confusión que la rodeaba. Allí, bajo el cielo estrellado, se permitió perderse en sus pensamientos y emociones, dejando que el silencio y la serenidad la envolvieran.
Sin previo aviso, comenzaron a caer gotas sobre la cabeza de Isadora, y poco a poco esas gotas se fueron multiplicando, convirtiéndose en una lluvia que retumbaba en sus oídos. A pesar de eso, ella se mantuvo sentada allí, sumida en sus pensamientos y en las palabras que se fragmentaban delante de sus ojos.
De repente, Isadora escuchó pasos cerca de ella y, con curiosidad, se volteó para ver quién se acercaba. Y ahí estaba él, frente a ella. Sus ojos se encontraron en un instante, y en ese momento, el tiempo pareció detenerse. La lluvia seguía cayendo a su alrededor, pero todo lo demás desapareció mientras se miraban el uno al otro.
—¿Qué estás haciendo aquí con toda esta lluvia? — le preguntó él, exclamando debido al estruendo de la lluvia.
—Eso podría preguntarte yo a ti —replicó ella con una sonrisa, sin perder la oportunidad de desafiarlo—. No creo que estés aquí solo para admirar el aguacero.
—Odio la lluvia.
—¿Odias la lluvia? ¿Cómo es posible que alguien pueda odiar la lluvia? —exclamó ella, levantando la voz para ser escuchada sobre el ruido constante. Las gotas caían implacables sobre su cabello y ropa, empapándola por completo mientras permanecía erguida en medio del torrente.
Harry, en medio del aguacero, había considerado ofrecerle una mano amiga, pero había hecho un voto silencioso de no volver a involucrarse con ella. Sin embargo, esa promesa se rompió sin remedio. Decidió, con una mezcla de aburrimiento y desafío, involucrarse en la tormenta junto a Isadora.
El impacto de su acción resonó en el aire, mezclándose con el sonido de las gotas que seguían cayendo sin cesar. Ahora ambos estaban empapados, compartiendo el mismo espacio bajo la lluvia.
—Es solo un poco de lluvia, Potter. ¿Asustado? —se burló Isadora, adoptando el tono desafiante característico de los Malfoy.
La rubia se apoyo con ambos brazos en el barandal, dejando que las gotas de agua cayeran sobre ella sin cesar, mirando hacia las estrellas invisibles. Sus ojos grises no mostraban preocupacion alguna, algo que sorprendia al azabache. Observaba con una mezcla de admiración y envidia cómo ella se dejaba llevar por la lluvia, sin preocuparse por nada más.
En medio de la lluvia, ella comenzó a estornudar, interrumpiendo brevemente su diversión bajo el agua. Harry no pudo contener la risa ante ese pequeño momento cómico. Sin embargo, en lugar de dejarla allí, extendió su mano una vez más hacia ella, ofreciéndole su ayuda.
Ella, entre risas y aún lidiando con los estornudos, tomó su mano sin dudarlo. Juntos, se dirigieron hacia la parte techada de la torre de astronomía, buscando refugio de la lluvia que seguía cayendo sin piedad.
El sonido de la lluvia disminuyó gradualmente a medida que se alejaban del aguacero, dejando atrás el chapoteo y el ruido ensordecedor. Ahora, bajo el techo protector, se encontraban en un lugar seco y tranquilo.
—Deberías aprender a disfrutar más, ¿sabes?
Harry sonrió disimuladamente, tratando de no expresar su verdadero sentimiento de incapacidad para disfrutar plenamente.
—Sí, supongo que tienes razón — respondió Harry—Pero no creo que me gustaría estar bajo una lluvia que probablemente me traiga un fuerte resfriado.
—Oh, vamos, es divertido — insistió ella —pero estas en lo cierto, no creo que un niñito como tu se atreva siquiera a una simple lluvia.
—No lo creo, Malfoy — dijo Harry, intentando mantenerse serio. Sin embargo, finalmente no pudo resistirse y sin darse cuenta, se encontró mirándola con una sonrisa tonta, imposible de evitar.
Resultaba extraño. Isadora se había jurado a sí misma no volver a dirigirse a Potter. Siempre había seguido las reglas, y estaba claro que una de esas reglas en su familia era no relacionarse con Harry. Sin embargo, acababa de romper ese juramento. Justo como él.
Y probablemente lo haria una y otra vez.
—Entonces...viniste aquí porque...—ella interrogo.
—Se ve tranquilo. Creo que nunca aprecié este lugar lo suficiente, ahora lo haré —Isadora asintió ante esa respuesta.
—Podría pensar en compartir esta torre contigo, como algo secreto entre nosotros, pero eso no significa que sea tu amiga o que me caigas bien.
—Lo respeto, eso tampoco significa que me caigas bien.
Isadora asintió con la cabeza y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa que se desvaneció en el momento que recordó la realidad que los rodeaba. Se supone que ella debía estar absolutamente triste por lo de su familia, lo estaba. Pero a veces con sus escapes de la realidad olvidaba lo que realmente le pasaba.
—Supongo que nos veremos mañana, ¿no es así, Potter?
—Así es, Malfoy —respondió él, aún sin poder borrar la tonta sonrisa en su rostro.
Quizás el plan podría funcionar. Tal vez Isadora podría convertirse en su atajo perfecto para descubrir la verdad sobre Draco.
Malfoy se quedo un rato alli, despues de que Potter haya cruzado el umbral. Hasta que se dio cuenta de un particular libro de pociones que habia quedado alli cerca del barandal. Examino su contenido para ver de quien se trataria, leyendo en la primera pagina: "Este libro es propiedad del principe mestizo"...
NOTA DE LA AUTORA:
Lo de la lluvia es MUY cliché pero me dió paja cambiarlo así que se queda así okei
Por otro lado, mientras editaba pensaba en quitar muchos párrafos que describen absolutamente TODO, pero estoy muy cansada así que los dejo ahí.
Si les está gustando la historia, no olviden interactuar con ella ya sea a través de un comentario o voto💘
Draco cuando Isadora empezó a tocar el piano:
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