cardigan
𝓬𝓪𝓻𝓭𝓲𝓰𝓪𝓷
𝐶𝐴𝑅𝐷𝐼𝐺𝐴𝑁
𝓬𝓪𝓻𝓭𝓲𝓰𝓪𝓷
Julio
Mientras TaeHyung se mira en el espejo, hay algo en su persona que no le convence. Quizá es su playera, puede que sea demasiado vieja, un estilo malo para ir a trabajar. Aunque su trabajo no tiene una ciencia complicada, como la de su novio, es cierto que a muchos clientes en la floreria podría perecerles poco profesional una camiseta vintage. Al ver la hora en su celular, le sorprende que sea tan tarde y que su novio no se haya levantado aún.
Cuando TaeHyung asoma la cabeza por la puerta de la habitación, distingue a JungKook con un ojo abierto. La imagen le causa una sonrisa, que comparte de inmediato, a pesar de que JungKook cierra su ojo y se voltea sobre su cama.
—¿No tienes trabajo?
—¿Qué hora es?
—Faltan quince minutos para que den las siete. —TaeHyung anuncia. No ve movimiento alguno, así que a pasos ligeros se sienta al borde de la cama, y acomoda el cabello largo, color morado, de su novio detrás de su oreja—. ¿Tengo que llamarles?
—No.
JungKook no es de muchas palabras. Pero eso está perfectamente bien. Él no tiene que decirte una letanía para demostrar su interés en ti. Es más sutil que eso, son acciones invisibles, y pensamientos que solo serás capaces de oír si los susurra para sí mismo, cuando él cree que no estás en la misma habitación.
TaeHyung sonríe amablemente como siempre lo hace, y se pone de pie. Camina unos cuantos pasos y estira sus manos, en un intento de modelar su conjunto de ropa, pretendiendo obtener una opinión.
—¿Tengo que opinar? —La pregunta sincera del pelinegro hace a TaeHyung reír.
—¿No crees que es muy informal?
—Es una florería.
—Sí, pero, aún así.
—Te ves exactamente como alguien que vende flores.
—¿No me veo demasiado informal? O sea, es que es azul, y mis pantalones... ¿Tú qué opinas?
—Creo que está bien, TaeHyung.
—¿Estás seguro? Porque quizá me veo infantil.
—¿Tú? ¿Infantil? —El rostro de JungKook se forma en una expresión graciosa—. Pf, claro que no.
La risita de Tae hace que JungKook ponga los ojos en blanco, bromeando en conjunto. Poco después, TaeHyung acercándose a la cama, toma asiento a su lado, y suspira.
—Me siento nervioso. ¿Qué tal si no le agrado a la gente? A veces siento que me odian.
—¿Por qué?
—No sé. Es quizá mi personalidad, es como si no encajara con como se supone que tengo que actuar a esta edad. —TaeHyung habla relajado, suena más como a una pequeña queja que como un sentimiento verdadero. Ese tono es el que provoca una sonrisa compasiva en JungKook, la cual es identificada por el mayor—. ¿Por qué me sonríes así?
—Te irá bien.
—Siempre me dices esas cosas, pero es porque tú le caes bien a todos los adultos.
—Ya somos adultos. —El susurro de JungKook, cercano a su oreja, hace a TaeHyung tener miedo de la frase—. Pero yo sé que te irá bien.
—Sabelotodo.
—Yo lo sé. Tú le agradas a todos, TaeHyung.
—Eso fue en la preparatoria. Ya no más.
—¿Y ese pesimismo? —Al ponerse de pie, JungKook rebusca en el armario algo que ponerse—. Creí que tú eras la esperanza aquí.
—No hoy.
JungKook nota aquel bajo ánimo en su novio. Realmente no es usual. Quisiera decirle algo que lo pusiera realmente feliz, algo que lo hiciera a ver hacia el frente y volverse el ser perseverante que siempre ha sido. Es solo que, como ya se dijo, es difícil hacer que JungKook hable más allá de lo realmente necesario. A veces, como en este momento, su cerebro se confunde y no sabe si hablar con la verdad o decirla parcialmente.
De pronto, JungKook recuerda algo. Al mismo instante, se siente como un tonto por no haberlo recordado antes.
—Ven, Tae.
El chico se acerca, colocándose enfrente de JungKook, quien le extiende —así, sin más—, una cajita pequeña.
—¿Qué? ¡¿Un regalo?! ¡Pero no es mi cumpleaños!
—No tiene que serlo.
—¡¿Lo puedo abrir?!
—Sí, pero- ¡espera! —JungKook se lo arrebata de las manos—. Espera. Siempre me ganas en abrirlo antes de que te diga las cosas.
Muy a diferencia de la seriedad de su novio, Tae prefiere dejar salir una sonora carcajada que enorgullece al pelinegro. Pasan unos minutos, donde TaeHyung guarda una paciencia digna de reconocimiento. Ha aprendido a esperar a JungKook, a veces hay cosas que de verdad quiere decir pero le resulta tan complicado al grado de requerir tiempo para acomodarlo en su cabeza; de lo contrario, sale un revoltijo inconcluso de palabras. Así, pasado tal tiempo, JungKook empieza a decir:
—Te compré un anillo. —No crean que no está preparado, JungKook sabe exactamente lo que pasará por la mente de TaeHyung—. Pero no es lo que crees. Es un anillo porque usas esa clase de cosas.
—Qué bueno que lo aclaras.
—Entonces... Digamos que a ti...
—¿Es algo muy difícil de decir?
—Estoy pensando la forma en la que lo voy a decir para no sentirme avergonzado el resto del día.
—Creí que ya habías superado esta etapa, JungKook.
—Ajá, aguarda un segundo.
—Bien.
Pasan unos segundos. JungKook asiente a la nada, y continúa, de largo.
—Compré unos anillos que hacen juego. Odio los accesorios y esas cosas, pero pensé que tal vez a ti te gustarían porque ya no nos veremos un rato por la tarde. —Cuando ha terminado, JungKook extiende la caja a la mano de TaeHyung—. Todo tuyo.
Claro que pasa apenas un milisegundo para que TaeHyung lo tome en sus manos, y no se tarde nada en abrir el regalo. De pronto está un poco feliz, hasta le parece una idea fenomenal el ir a trabajar. Cuando abre la caja, solo se encuentra con uno de los anillos que, según JungKook, deben hacer juego. El suyo es un sol por la mitad.
—¿Y el tuyo?
El chico no puede creer que esa ha sido la primer pregunta. JungKook levanta ligeramente su camisa del cuello, sacando un hilo sencillo de donde cuelga el otro anillo.
—¿Eso es lo primero que dirás?
TaeHyung estira la mano, rozando con la clavícula de JungKook los dedos, hasta sostener el anillo de luna menguante.
—¡Es una luna!
—No.
—¡Los dos encajan!
Eso significa "gracias", en TaeHyung-es.
—No. —Repite cínico el pelinegro.
—De pronto me siento bien para ir a trabajar. —TaeHyung se coloca el anillo. Un segundo después, su cabeza reacciona—. ¿No tienes trabajo tu también?
—Pedí permiso para llegar tarde.
—¿Por qué?
—Te acompañaré a tu trabajo.
Y dicho y hecho, el camino al trabajo de TaeHyung transcurre con normalidad. En cuanto llegan, TaeHyung se presenta y no sucede nada anormal. JungKook apenas y le echa una mirada a su novio, hasta despedirse con la mano. No obstante, se detiene unos metros adelante, y cuando distingue la expresión feliz de TaeHyung, al atender a una señora que llega con cierta actitud inusual, JungKook comprende que todo estará bien.
Claro que va a estarlo. Por eso TaeHyung encajará siempre donde quiera. No hay otra palabra que pueda definirlo, no otra como: perseverancia.
Agosto
La espalda de TaeHyung logra captar la atención de JungKook al estar sentado en el sofá, no obstante, no le presta demasiada atención pasados unos segundos. Hay un olor que le hace sentir de buen humor, y probablemente es el jarrón repleto de flores que hay en el centro de la mesa.
Apagando la televisión, que realmente no le gusta ver, camina hasta la cocina donde TaeHyung está terminando de colocar unas galletas en un gran bote que compró por mero gusto. Cuando JungKook encuentra a su novio con la mandíbula recargada en su mano, se pregunta lo que pasa por su mente para tener un rostro medio pensativo y triste.
—¿Qué pasa?
—¿Sabes qué le vendría bien a la mesa?
—No. ¿Qué?
La mirada que TaeHyung pone en su rostro, no es para nada grata pasa su novio.
—Platos violetas. —Extiende su dedo índice—. Solo piénsalo, ¡estarían geniales aquí!
—¿Para qué quieres platos si solo estamos tú y yo?
—No seas aguafiestas. Además, estaría super. Ahora tenemos esa mesa de cuatro, así que necesitamos cuatro platos. ¿Qué tal si viene tu papá o los míos? Tendríamos que darles de comer en nuestros platos de plástico.
—A mí me gustan.
—¡Son de color menta!
—¿Y?
El mayor abre los ojos en grande al recordar algo. Deja caer las manos sobre la barra y suelta un jadeo. —¡Salgamos a comer! Es mi primer paga, debemos comer algo rico.
Sin aceptar un no, TaeHyung manda a JungKook a cambiarse. No hay mucho qué cambiar realmente. No pasan dos minutos y JungKook ya está de pie en la puerta, colocándose su abrigo negro y terminando de amarrar sus botas, mientras TaeHyung se enreda en el cuello la bufanda, y termina por tomar su cartera y guardarla en su bolsillo trasero.
Como ya es costumbre, ambos caminan a la par, siempre esperando al otro. La calma de la ciudad los hace sentirse un poco más cómodos, y hablan de cosas variadas como que a JungKook pareciera que jamás le van a pagar por ser el nuevo del lugar. Aunque a JungKook le agrada más escuchar a TaeHyung, en tardes como esas, a su novio no hay forma de negarle la necesidad de escuchar algo de su boca. Suele ceder y contarle algunas cosas, como que se le olvidó su desayuno la otra vez, que casi cree haber perdido el anillo o que JiSoo le habló para que todos fueran a comer juntos.
No obstante, toda conversación se ve interrumpida cuando TaeHyung se detiene en una vitrina, con los ojos a bien abiertos al igual que su boca.
—¡Oye!
En el momento que JungKook mira al mismo lugar, suelta:
—Ah, Dios mío.
Detrás del cristal reposa un juego de cuatro platos de cerámica y cuatro vasos de cristal. Los vasos solo tienen una línea delgada que parece ser algún plástico adherido; por otro lado, los platos de cerámica son... bueno, para que se comprenda, son como TaeHyung pintado en un lugar. Tienen colores a su alrededor, por toda su orilla, pero en el centro reposa un círculo color violeta, el mismo violeta que TaeHyung adora.
—¡No puede ser! ¡Hay que comprarlos!
—¿Ya viste cuanto cuestan?
—¡Es una señal del destino! Hay que comprarlos.
—TaeHyung, pensemos un segundo sobre esta compra. ¿Realmente los necesitamos?
—¡Pero si están preciosos! ¿No? Qué importa si los necesitamos, ¿no es suficiente con quererlos?
JungKook, apunto de decir otra cosa, lleva los ojos hasta TaeHyung, quien también le observa con mucha ilusión. JungKook no puede evitar comparar esa mirada con una que vio hace mucho tiempo atrás. Eso lo hace retroceder en sus memorias, y reevaluar sus acciones pasadas. Hay muchas cosas que podría cambiar si la oportunidad se le diera. Eso es imposible. Así que su presente le permite vivir nuevas experiencias, pero entonces, ¿esa ilusión en el rostro de TaeHyung es como una nueva oportunidad?
El mayor suspira, rendido. TaeHyung espera una respuesta, después de todo son un equipo, y las cosas se hablan y se resuelven en equipo.
—Maldito destino —dice JungKook, tomando de TaeHyung de la mano para entrar a la tienda.
[...]
El restaurante barato en el que se encuentran logrará equilibrar el gasto que han hecho en el juego de cuatro platos y cuatro vasos. TaeHyung sonríe feliz, moviéndose de lado a lado, mientras JungKook escoge qué trozo de carne se ve mejor para su gusto.
—¿Quieres beber?
JungKook alza la vista, hasta encontrar a TaeHyung viéndolo con emoción.
—Está bien.
—No, pero —TaeHyung se acerca lo suficiente sobre la mesa, Kook hace lo mismo—, ¿tú en serio quieres? ¿Está bien si lo hacemos?
—Mientras sea por diversión, sí.
—¡Genial! —TaeHyung hace chicos sus ojos, habla a la mesera y le pide algo para tomar, que sea barato—. Es porque estamos felices.
—¿Y por qué estamos tan felices?
—Obviamente porque estamos juntos. —La botella llega después de ese comentario. Al agradecer, Tae lleva los ojos a JungKook, alza las cejas repetidas veces.
—Sírveme.
JungKook estira su copa, hasta que TaeHyung le sirve en ella. Detenidamente la bebe, pensando en que no debería de tomar más de tres porque es muy malo manejando el alcohol, a diferencia de su novio que podría tomar unas seis y estaría lo suficientemente bien como para ver por ambos.
—¡Qué raro! No sueles pedir que te sirvan.
—Dijiste que bebemos porque estamos felices.
—¡Salud! —TaeHyung se sirve, y le sirve de nuevo a JungKook y bebe—. Porque todo salió bien.
—Salud.
Bueno, ¿se recuerda que JungKook no debería beber más de tres? O al menos debía permanecer en cuatro. Pues... Sí, no lo logró. A Kook no le agrada mucho el alcohol por la misma razón que no le gusta la televisión: las odia, pero cuando inicia con ello, es bastante adictivo y agradable. TaeHyung después de la primer pequeña botella, prefirió detenerse. No obstante, JungKook, su serio e impredecible JungKook, continuó pidiendo otra y fue ahí donde se dio cuenta que alguien estaba un poco borracho.
Lo suficientemente bien como para caminar, JungKook se recarga sobre los hombros de Tae, y sin decir una palabra, ambos caminan en dirección a su hogar. A TaeHyung le resulta muy divertida la situación, solo había visto una vez borracho a JungKook y fue cuando decidió que si no probaba la cerveza, entonces no tendría sentido decir que odiaba el alcohol. Claro, eso no se salio realmente de control, todo fue a causa de su inexperiencia. En ese momento, muy al contrario, JungKook de verdad está borracho porque así lo decidió y porque el exceso de su límite lo llevó a estar así.
El borracho JungKook camina en silencio, es callado, tímido y tranquilo, como cuando se encontraba en la preparatoria y decía casi nada, y su mirada era baja y su perfil daba miedo.
—¿Tienes sueño? —Le pregunta TaeHyung.
—No.
La voz le sale ligeramente clara, lo cual es sorprendente. Desde ese punto de vista, incluso borracho se nota su seriedad.
—¿Por qué bebiste tanto?
—Felices por estar juntos.
—¿Ah?
—Dijiste que bebimos por eso.
—¡Ah! —TaeHyung ama molestar a JungKook. Le apena aprovechar ese estado para preguntar cosas como esa—. Entonces, ¿estás feliz por estar conmigo?
JungKook asiente sin decir otra cosa. No es nuevo que el chico diga cosas como esa, la diferencia es el tipo de palabras que utiliza. En la vida cotidiana, Kook suele ser muy sutil; en ese momento, es explícito. Sí o no.
—¿Me quieres, JungKook?
—Molestoso.
Ni así es posible conseguir algo como eso. TaeHyung se ríe.
—¿Eso es un no?
JungKook se detiene, tan es así que TaeHyung se tropieza ligeramente al intentar seguir avanzando. Los ojos del menor se pegan al rostro de Tae, quien al notarlo, lo hace de igual forma con el contrario. El mayor ladea la cabeza y sus cejas se arquean.
—¿Qué me miras, Juancoco?
—Tal vez si te miro así, sabrás la respuesta a la pregunta.
—¿Cuál de las que te hice?
—No sé. —JungKook no deja de verlo—. ¿Te quiero o no lo hago?
Esa vez, TaeHyung si se toma en serio el analizar la expresión de JungKook. Bajo la luz de una lámpara callejera, en un lugar concurrido, TaeHyung se toma un minuto para dirigir toda su atención a los ojos de JungKook. Hay algo en ellos que no puede describir, tan es así, que termina por comprender lo que es. Solo hay una cosa en este mundo que no tiene descripción, y si la tiene, podría ser cercana, pero jamás exacta: amar.
—Eres aburrido cuando estás borracho.
El pelinegro toma eso como un comentario extraño, y no hace más que arrugar la nariz. TaeHyung siente un agarre fuerte en el borde de su suéter, JungKook se sostiene de este sin querer soltarlo.
El castaño regresa la vista hacia el frente, con pena. JungKook también, porque ya se ha cansado. Un bostezo escapa de los labios del borracho, lo que hace a TaeHyung continuar con su camino.
—Oye, JungKook.
—¿Qué?
—Te voy a dar un beso en la mejilla.
Asintiendo, JungKook bosteza nuevamente y dice:
—Está bien.
Septiembre
Cuando JungKook piensa que su día ha empezado más en silencio de lo normal, y se dirige cómodamente en dirección a la cocina, desde la habitación hay una música horrible que lo alerta.
Solo que, de pronto, ya no es tan horrible.
—¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños mi JungKook! ¡Feliz cumpleaños a ti!
La canción, cantada a todo pulmón desde la habitación hasta la mesa, hace que JungKook se sienta ligeramente incómodo, aunque también bastante feliz. Sopla las contadas velas, las veintidós velas que Tae ha colocado y que han manchado de cera todo el pastel, y cuando por fin termina de hacerlo, su novio está con los brazos estirados en espera de abrazarlo. Ni siquiera le pregunta, solo lo hace.
—¡Felicidades! ¡Felicidades, es tu cumpleaños, felicidades! Bueno, no es tu favorito, pero te juro, te juro que te va a gustar. ¡Dale una probadita!
A Tae le toma cero segundos tomar una cuchara y llevarle a la boca el pastel a JungKook. El chico solamente atina a mirar el pastel de chocolate (que no le gusta), y después a TaeHyung. Por último, abre la boca y sabores el dulce sabor.
—Demasiado dulce para mi gusto.
—¡Porque el tuyo viene en la tarde! Este es solo para molestarte a esta hora de la mañana. Ya sabes, es mi deber.
—Gracias, Tae.
El castaño se sienta en la mesa, coloca los platos nuevos en su lugar y sirve menos de lo que mide un dedo de anchura para JungKook. El pelinegro acepta el trozo, solo porque aunque es dulce, tiene un sabor aceptable. TaeHyung, al contrario, se sirve una gran porción que no tarda mucho en empezar a devorar.
—¿Te lo esperabas? ¡Mi sorpresa!
—Tuve una ligera sospecha cuando vi tu espalda salir de la habitación.
—Pero no sospechaste los demás días.
—Ayer que chocamos en el baño porque ocultabas las velas, también.
—Finge que no lo sabías y me harás feliz.
—Qué sorpresa. —Exclama JungKook en un tono fingido que hace a TaeHyung sonreír—. ¿Tu planeando algo para mí? ¡Dios, no puede ser!
Mientras JungKook termina su pastel, el reloj hace sentir nervioso a Tae. De pronto, este nerviosismo se refleja en sus acciones, al grado que mueve la pierna de lado a lado, y también se reacomoda repetidas veces en la silla. TaeHyung suspira, una y otra vez. JungKook quisiera no tener que preguntarle y dejar que él hable hasta que lo desee; no obstante, parece otra clase de situación. Quizá Tae necesita que alguien le pregunte acerca de lo que pasa para que tenga la fuerza de cobrarlo.
No preocupado, pero sí atento, JungKook come su último trocito y se inclina hacia delante.
—¿Qué sucede?
TaeHyung no tarda un segundo en soltar lo que su pecho alberga.
—Bueno, mis padres van a venir hoy por la tarde.
—Ah —JungKook se tranquiliza—. Está bien, ¿no? Ya los conozco.
—Sí. Es solo que... ya sabes. Desde que me mudé aquí ellos han estado un poco extraños. No es como que estemos peleados, pero hay algo raro.
—Intenta comprenderlos. Eres su hijo.
—Lo intento, pero es que a veces... No sé. Me dijeron que... ¿Quieres que te lo cuente?
Esa pregunta hace dudar a JungKook. Esas cuestiones no son comunes en TaeHyung a menos que sean estrictamente necesarias.
—Seguro.
—Ellos dicen que somos aún muy jóvenes. —TaeHyung suena triste al decir eso. Es como si acabaran con una ilusión desde el fondo, como si realmente no valiera de absolutamente nada la historia—. Creen que cambiaremos de opinión en algún momento, y que podría salir mal. Me dijeron que no sé nada de la vida, y que vivir contigo era arriesgado.
La mirada de JungKook se torna un poco más cálida que de costumbre. No es algo normal en él así que TaeHyung lo toma como una oportunidad para verlo directamente. Pasan unos segundos, la expresión de JungKook de desvía hacia otro lado, piensa lo que va a decir, y en espera de esa respuesta, TaeHyung cree que el haber contado eso, ha liberado un peso muy grande de sus hombros.
El callado JungKook ciertamente busca una forma de expresas sus sentimientos. No crean que no se esfuerza. Ha practicado los últimos seis años, y lo ha hecho tan bien que continuamente mejora. Ya no es tan difícil transmitir lo que siente, ha madurado bastante como para comprender que no hay nada malo en decirlo, aunque esto finalmente termine yéndose en el aire.
—Bueno, TaeHyung. Es que tus padres siempre van a estar preocupados por ti.
—Pero, ¿por qué son tan así? Tengo veinticinco, no es como si aun fuese un niño.
—Ellos de seguro saben eso. Sigue siendo complicado.
—¿Por qué? ¿Por qué siendo mayores se supone que pueden decirme esas cosas? No me animan, ni me desean el bien, solamente me llenan la cabeza con cosas que se supone ya había pensado, ¡cosas que ya había conversado contigo! Pero entonces, es como si tuvieran tanto... tanto... Ah, tanto...
—Rencor. —Al decir eso, TaeHyung guarda silencio. JungKook no habló ni atemorizado, ni con otro sentimiento más que el de la realidad—. Es la verdad.
—Ellos no te tienen rencor.
—Quizá no de esa forma.
—No, JungKook. Te aprecian. En especial mi madre.
—Sí, pero... Esto va más allá de ser novios de escuela, TaeHyung.
—¿Qué?
—Es diferente. —Un tono que varía entre lo serio y lo frío genera en JungKook un ambiente de sinceridad. Se lo ve calmado—. Ellos ya saben lo que te hice.
—No me hiciste nada, solo-
—Decir eso, TaeHyung, es como invalidar todas las decisiones que tomé.
—Éramos más chicos.
—Pero ya pensaba.
TaeHyung prefiere no seguir hablando de eso. Cree que no vale la pena recordar esas cosas, cosas que los ayudaron a evolucionar. Mas, no se halla molesto, solo un poquito incómodo con la situación. Prefiere ni hacer sentir mal al cumpleañero en su día, que JungKook no recuerde esa época donde se separaron, que no tenga arrepentimientos ni nada como eso.
Así que, en un intento de hacerlo sentir mejor, TaeHyung levanta los platos de la mesa.
—Bueno pero lo que vino después fue lo bueno.
—Ja-ja. —Burla falsamente el pelinegro.
—Sí, claro. Cuando te obligaba a jugar a las escondidas, y cuando comenzaste a salir conmigo cada fin de semana, cuando dejaste tu práctica para irme a ver después del examen de admisión, y cuando tu papá me dijo que yo era más su hijo que tú.
—Lamento haberte hecho esperar por la buena vida. —Cínico, JungKook apenas y sonríe.
—¿Sabes? Me da igual. —TaeHyung termina de recoger todo, apilándolo para poder llevarlo a la cocina—. Al final de cuentas, entendí que yo soy el favorito.
Octubre
La pareja se halla enfrente del espejo del baño, sus hombros rozando levemente y TaeHyung con una sonrisa amplia que burla la apariencia del otro. JungKook se reclina, colocando la palma de sus manos en la barra del lavamanos. Pasa un segundo hasta que sus ojos se dirigen al suelo.
—Definitivamente odio los disfraces.
—¡Nos vamos a tomar como mil fotos! Aunque ahora que lo pienso, quizá yo debí disfrazarme de cangrejo, ¿no?
JungKook alza ligeramente la cabeza para toparse con su novio, vestido con una barba roja que se ve falsa y un sombrero extraño que asemeja a la paja.
—Creo que es menos vergonzoso así.
—¡Por favor! Nos vemos genial. Somos como la pareja más cool de todo el vecindario.
—Está horrible.
—¿Quieres quitártelo?
—TaeHyung, desde el momento en el que me pusiste la peluca y no dije "no", ya no hubo marcha atrás.
La risa sonora de TaeHyung, solo hace a JungKook sentirse un poquito menos miserable. Acomodándose bien frente al espejo, el pelinegro se irgue en su lugar y se observa con cuidado. Cree tener todo en orden, y es así al repasar mentalmente todo lo que un pirata debería llevar puesto. Seguido, como es costumbre, examina que TaeHyung esté en orden con su disfraz, pero, al notar algo extraño, se voltea a verlo directamente.
—¡Ah! Falta la venda en tu oreja.
—¡Cierto! Ah, gracias por recordármelo. Aguarda aquí, iré a ponérmela.
[...]
JungKook y TaeHyung están sentados en una banca a mitad de un parque. No hay una razón específica, ya es tarde y aunque tienen los suficientes dulces para el gusto de TaeHyung, aún no han partido a casa. Mientras TaeHyung mueve sus pies de lado a lado, los ojos de JungKook se centran en la lejanía del paisaje. Hay unos pocos niños debido al día, y el momento les recuerda años atrás. Ellos dos están conectados de alguna forma, y se dan cuenta pues, en el mismo momento que JungKook suspira, TaeHyung de ríe.
Los ojos curiosos de Kook son los primeros en incriminar la risa curiosa que, últimamente, se vuelve más periódica en su novio.
—¿Por qué te ríes?
—Aquella vez —TaeHyung habla, como si JungKook supiera de lo que habla—, quería que nos disfrazáramos del pollo KFC.
—Es curioso que tú recuerdes eso mientras yo-
—Ni lo digas. —No soporta las carcajadas—. La mejor parte es que tú ibas a ser el pollo frito.
—¿Ah?
—Pues es que pensé que si de pronto te querías quitar el disfraz, tendría más sentido si yo fuera el viejito del pollo que el pollo.
—Pero es pollo KFC; no el hombre KFC.
—¿O sea que yo hubiera sido el pollo?
—Pues ni loco iba a serlo yo.
—Hagámoslo el próximo año.
—Solo porque te la debo. —JungKook accede, algo serio.
En un momento de silencio, TaeHyung recarga la cabeza sobre el hombro de JungKook. Los dos reflexionan. Al menos es así hasta que TaeHyung vuelve a hablar.
—¿Entonces tú vas a ser el pollo frito?
—No. —JungKook se muestra firme—. ¿Por qué yo debo ser el pollo?
—Pues es que mi personalidad va más con el señor.
—¿Quién dice eso?
—Tú serás el pollo.
El veredicto no es aceptado.
—No.
—Sí —alega TaeHyung.
—No.
—Que sí.
—Que no. —Kook no se rinde.
—¡Sí!
—¡No!
—¡Pero yo no quiero ser el pollo frito!
—¡¿Por qué tenemos esta conversación ahora?!
Siendo eso suficiente para que TaeHyung estalle en risas, JungKook por fin deja salir un poco de frustración al sonreír en silencio. La conversación, que duró unos vagos minutos, deja a ambos algo cortos de palabras. No han entendido bien quién va a ser quien, pero tienen un año entero para pensarlo.
El ruido lejano de la gente los hace sentirse pertenecientes a un mundo que parece, de vez en cuando, no ser tan suyo. Entonces, y solo en ese mismo momento donde realiza la situación, TaeHyung tiene una gran idea. Al ponerse de pie, sostiene los hombros de JungKook que aún está sentado en la banca. El pelinegro lo mira extrañado, aunque permanece quiero debido al impulso de las manos de TaeHyung.
—Cierra los ojos.
JungKook lo hace de inmediato, pero a la vez toma las muñecas de TaeHyung desde su posición. El gesto raro hace a TaeHyung dibujar una mueca extraña, no tarda mucho hasta que Kook se explica a sí mismo.
—Ya sé qué vas a hacer.
—Ah, ¿sí? —cuestiona divertido el mayor—. ¿Cómo sabes?
—Siempre lo haces.
—¿Y?
—Pero, ¿por qué es aquí enfrente de tanta gente?
TaeHyung mira alrededor una vez más. Hay gente pero no la suficiente como para no hacer lo que quiere hacer.
—Creo que no sabes qué voy a hacer, JungKook.
—Sí, lo sé.
—Bueno, entonces no te niegues. —TaeHyung bromea con él. Es agradable verlo ligeramente nervioso, molestarlo es su pasión—. A menos que ya me odies. ¿Quieres o no?
—Qué preguntas más molestas.
TaeHyung mira aquella faz, y se entretiene contando las cosas que memoriza cada día en ella. Ya ve otras facciones, otra cara, otro sentimiento. El color bonito de aquel cabello, que ya está corto de nuevo, hace a TaeHyung ladear la cabeza, y cuando nota que JungKook cierra los ojos con mucha presión, es imposible no sonreír ligeramente.
—Yo creo que sí quieres el beso —musita TaeHyung.
—Ajá. —La voz burlesca de JungKook, más que ayudarlo, lo dejan un poco al descubierto—. ¿Qué en la Tierra te hace creer eso?
Pensando en lo ingenuo que es su novio, Tae se inclina un poco, aún detenido por las manos de JungKook que se aferran a sus muñecas con tal de empujarlo algo lejos. Estando a poco espacio de su oreja, TaeHyung le habla a JungKook en voz baja con el propósito de no avergonzarlo más, y le dice:
—Tus ojos siguen cerrados.
Cuando JungKook abre los orbes , y TaeHyung se encuentra en la posición inicial con la ceja alzada, lo único que puede hacer el menor es rodar sus ojos. Cautivado por aquella persona, TaeHyung se da una vuelta por milésima vez a la expresión que dibuja su novio. Quisiera saber si es feliz, seria, triste, si está emocionado o malhumorado, pero nada de eso le resultaría suficiente de todas maneras. Nada es suficiente cuando se trata de JungKook y sus emociones.
De pronto, JungKook y su semblante se transforman cosa que asusta a TaeHyung, e intenta retirarse de él para preguntarle si está bien. No obstante, en el primer intento, JungKook la retiene.
—Creo que nunca te he agradecido, Tae.
—¿Por qué últimamente estás tan hablador? Es como si me hubieran cambiado a mi novio frío y mudo. De todas maneras, ¿que me vas a agradecer?
—Pues, aunque no debiste hacerlo esperaste hasta el final.
Tae pone en blanco sus ojos, burlándose de sí mismo. —Qué tonto soy, ¿no?
—Sí.
—Con tantas aberturas, logré que tú mismo te parcharas. Debo ser mágico.
—Ja-ja-ja.
Solo transcurren unos segundos, hasta que JungKook quita las manos de las muñecas de TaeHyung y las coloca sobre su propio regazo. Entonces, se queda quieto.
—Cierra los ojos, JungKook.
—No.
—¿Ah?
La mirada de TaeHyung infiere que algo sucede. Casi de inmediato, JungKook vuelve a decir algo: —Estarán abiertos esta vez.
Noviembre
Incluso para JungKook, hay cosas que son difíciles de soportar. Un ejemplo de ello son las citas, ¡las odia! Pero es solo cuando TaeHyung dice literalmente que son citas, otras citas no, solo las que son exclusivamente llamadas "citas". ¿Lo peor? Pareciera que su novio tiene un maldito calendario de ellas. Si no están en el cine, están en un parque o están viendo patos en el lago.
No es como si tuvieran tanto tiempo libre. Ajá. Y JungKook podría seguirse quejando mil años pero, ¿de qué importa eso? Si de todas maneras se encuentra caminando con TaeHyung mientras el otro come helado.
—Ni siquiera en febrero salimos tanto.
—Es porque ahora le gente no compra, ni anda todo el día afuera, esperan a diciembre. Ya, JungKook, es fantástico pasar tiempo conmigo.
—Comienzo a cuestionarlo.
—¡Oye! ¿Y el JungKook de hace dos meses?
—Expiró.
—Ya me estaba cayendo tan, pero tan bien. Dime donde instalan el chip para que vaya.
—¿Ah, sí? Pues esa edición está descontinuada.
—Buuu. Creo que me buscaré otro JungKook.
—Suerte.
—¿Te buscarás otro TaeHyung?
—Seguro.
—¡Hey! —TaeHyung suelta una puño a su novio, quien lo mira con duda—. Debes decir que no.
—¿Ah?
—Sí, debes decir que no. Aprende, amigo. De otra manera, esta discusión va a ir para largo.
—Es como esta situación que vi por ahí.
—¿Cuál? ¿La de ser una lombriz? —TaeHyung lo recuerda de pronto. Se acerca a JungKook, recargándose en su hombro y le sonríe—. ¿Me querrías si fuera una lombriz?
—No... Bueno, tendría que pensarlo mejor.
—Y si me muriera y luego te hicieras novio de alguien más, pero después revivo, ¿volverías conmigo?
—Esa es la situación que vi.
—No te distraigas y responde.
—¿Ah? —JungKook no cree lo que oye.
—Anda, anda. ¿Volverías conmigo?
—No lo sé.
A JungKook no le parece muy interesante la pregunta, desde ninguna perspectiva. De hecho se le hace hilarante al grado que preferiría no haberla escuchado.
—Aburrido.
—Lo que sea que responda es cuestionable.
—No hay respuesta correcta, ¿no? Depende de qué lado estés. Si regresas conmigo, entonces nunca la amaste de verdad y eres irresponsable, pero si te casas con ella tu amor por mí nunca fue el más grande.
—¿Por qué hablamos de esto? ¿No se llama a la mala suerte?
—No creo que mueras y revivas pasa contarlo.
JungKook asiente. El ambiente a su alrededor de hecho no está tan mal, es agradable pasar un rato a pie, aunque lo que sí no le gusta es estar cargando la maldita canasta más pesada que a TaeHyung se le pudo ocurrir. Los picnics son una estupidez, pero véanlo ahí. ¿Quién lo mandó? Nadie, absolutamente nadie. Él mismo accedió, y se puso su ropa y sus zapatos y empezó a caminar.
—¿Ya comemos? —TaeHyung se aproxima al pasto, sin esperar una respuesta y tiende la manta que llevaba en su brazo—. Sentémonos.
Haciéndole caso a su novio, el pelinegro toma lugar al lado de TaeHyung. Lo observa un segundo sacando todo lo de la canasta, las frutas, las bebidas y los postres que preparó, la caja de chocolates amargos, el sandwich de maní y el otro de mermelada. El castaño extiende el trozo de pan a JungKook y éste lo toma entre sus manos; le da una mordida grande sin pretender saborearlo tanto, preferiría un sándwich normal, pero a TaeHyung se le da mejor eso de hacerlos de cacahuate, así que está bien.
Es en ese momento, cuando la brisa del lugar pega en la cara de JungKook, es que se siente realmente cómodo. Es como si perteneciera a algún lugar, un lugar que antes podría haber aseverado que no existía. Le resulta tan complicado de entender el sentimiento de pertenecer, que hasta se queda racionalizándolo. Son muchas las cosas que le llegan en la cabeza. Le gustaría entender por qué siempre sucede eso cuando pasa un buen momento con TaeHyung. Tal vez es por todo lo que sucedió entre ambos, su historia y su arduo camino. Todas las dudas que rodearon su relación, que a veces relucen en la noche y lo hacen mantenerse despierto viendo la puerta. A veces se pregunta si él saldrá alguna vez por ella y jamás lo volverá a ver; y teme por unos dos minutos.
Sentado sobre la manta, JungKook de pronto se siente aterrado, y pestañea varias veces con la intención de olvidar la imagen de TaeHyung yéndose, saliendo por la puerta; le gustaría olvidar la producción de su cabeza de una espalda delgada alejándose; de su cabello castaño revoloteando con el aire de afuera al cerrar; del ruido de su maleta rodando por el suelo y sus pisadas alejándose.
Y cuando todas esas dudas en su cabeza se vuelven un mar sin fondo, la voz de TaeHyung resuena en su cabeza:
—Creo que voy a comprar otro sartén para la casa.
Lo tonto del comentario hace que JungKook lo vea directamente a la cara. La expresión tranquila de su novio lo inquieta.
—¿Qué? —Suelta confundido.
—Es que el sartén que tenemos está muy feo. —Aunque dice eso, nota en la expresión de JungKook confusión—. Pues no voy a pasar tooooda mi vida haciéndome mi huevito en ese sartén feo.
Al no recibir respuesta de JungKook, TaeHyung se toma más tiempo aún para dirigirle la vista. Intenta adivinar, ¿sí quiere otro sartén o va a decir que se queden el que tienen? En una mirada inquisidora, el otro ni se mueve, ni un pelo. Hay algo en sus ojos que hace a TaeHyung titubear de sus acciones; todo se torna raro y estático, al grado que TaeHyung desvía la mirada hacia el frente. Un segundo después, vuelve a ver a JungKook.
—¿No quieres otro sartén? —pregunta confundido.
Transcurre un segundo donde JungKook no reacciona. Pero, cuando lo hace, suelta un sonido de incredulidad y termina riéndose al aire. TaeHyung se extraña ante la acción, y lo ve recostarse sobre el pasto.
—Sí. —Termina diciendo el pelinegro—. Compremos otro sartén.
El mayor se aproxima un poco más, de rodillas, a JungKook, hasta verlo por lo alto. Al taparle la luz del sol, Kook mira directamente a su novio, quien dibuja en su expresión la mayor cara de "no saber" que se pueda tener. Eso le causa gracia, así que sonríe sincero. Todo eso provoca a TaeHyung, quien se mantiene anonadado por la actitud de JungKook.
—¿Te pasa algo, JungKook?
Como respuesta a la pregunta, JungKook niega lentamente. —Nada.
—¿Por qué actúas extraño?
—Solo estaba pensando.
—Ehe, te conozco muy bien. Sé que tienes algo raro por ahí en tu cabeza y estás sobrepensando las cosas.
—Sí, un poco.
—Estás pensando en que me quieres, ¿no?
—Cerca. —JungKook cierra sus ojos—. Pero a la vez, muy lejos.
Un poco cauteloso, TaeHyung se aleja un poco de JungKook y se acomoda sobre la manga. Deja de lado la canasta, y su cabeza cae justo al lado de la de JungKook. Intenta cerrar sus ojos como su novio, pero el sonido de las hojas le resulta molesto, también el ruido de la gente y todo a su alrededor. No comprende la tranquilidad que emana Kook al estar recostado, ¿cómo puede respirar sin pesar ni su cara de odio típica?
—¿Cómo puedes estar tan calmado?
—Porque me acabo de dar cuenta de algo.
—¿De qué?
—Si te lo digo, ya no tendrá sentido.
—Eso es trampa, Jungcoco. ¿Por qué ya no tendrá sentido? Si no es un secreto.
—Shhh. Tengo sueño, voy a dormir un rato.
Incrédulo ante la respuesta, TaeHyung se sienta de nuevo. Cruza las piernas. Ve a Kook, directamente. A pesar de que está acostumbrado a hacerlo, le sorprende cómo cada vez que repite la acción, halla en el nuevas cosas en que entretenerse.
—¿Me quieres, JungKook?
Algo adormilado, JungKook ladea la boca. Deja escapar una risa sin sonido, más como un jadeo.
—Qué tonta pregunta.
—¿Porque ya sé la respuesta?
Pasan unos diez segundos de un silencio que solo es interrumpido por el ruido del ambiente.
—¿Me trajiste otro sándwich de maní?
—Sí. —Alcanza la canasta, y saca su otro sándwich. Lo deja sobre su estómago—. Pero creí que no te gustaban mucho.
—No lo hacen.
—¿Entonces?
—No lo sé, TaeHyung. ¿Te quiero o no lo hago?
Sin poder sostener la mirada de JungKook, TaeHyung desvía sus ojos hasta el lago. En él, pasean unos patitos bebé junto con su madre. Las palabras de JungKook lo dejaron sin habla, preferiría estar acostumbrado a esas cosas, pero apenas JungKook empieza a dejar salir ese ser oculto de su cuerpo. Sonriendo, más por lo que dijo JungKook, que por los patos del laguito, TaeHyung apunta a los animalitos, logrando obtener la atención del menor, quien se sienta sobre la manta.
—¡Patitos! ¿Tú crees que les de frío?
—No creo, están con su mamá.
—Hay un poco de sol, ¿no?
—Sí. —JungKook ve hacia arriba. Nota el movimiento ligero de las hojas teñidas, y las demás cayendo—. Odio noviembre de citas.
Diciembre
Cuando TaeHyung acarrea una bolsa de flores, JungKook se la quita de las manos mientras rebusca por lo alto su andén. Al hallarlo, ambos se aproximan a él, donde todos empiezan a subir.
—¿Está bien que no vaya?
—No te preocupes, TaeHyung. —JungKook acomoda todo lo que debe llevar y repasa mentalmente su equipaje—. Mi papá lo entenderá. Aún estás en trabajo.
—De verdad quisiera ir.
—Es solo esta vez. —Ambos oyen por los altavoces que es tiempo de abordar. De inmediato, Kook alza sus maletas, seguro de llevar las flores—. Ya me tengo que ir.
—Está bien, ve, ve. Te espero aquí de regreso.
—Te veré en tu cumpleaños.
Cuando el menor comienza a avanzar, TaeHyung se queda viéndole subirse al último tren del día. No le quita los ojos de encima, quisiera estar seguro de que se iría sano y salvo con todas su cosas. Sin embargo, sólo son unos metros hasta que JungKook se da vuelta sobre su propio eje, y saca algo de su maletín negro. El envoltorio arrugado celestoso hace a JungKook regresar a trote ligero.
—Lo estaba olvidando. Ten, es un regalo.
—¿Por qué? Mi cumpleaños todavía va a ser.
—Ábrelo cuando te sientas solo.
—¿Por qué? ¿TIENE FOTOS SUCIAS?
JungKook rueda los ojos a la vez que baja la cabeza con vergüenza. La sonora risa de TaeHyung lo hace negar lentamente, y retomar sus cosas del suelo.
—Nos veremos en tu cumpleaños.
—Gracias por el regalo.
—Adiós, Tae.
[...]
El día había llegado. TaeHyung se encuentra sentado en la sala de la casa de sus papás. No hay nadie en la casa, sus padres habían ido a comprar algunas cosas para una pequeña reunión y aprovechado para no ver a JungKook por un rato, porque aún le tienen alguna clase de coraje por "haberse llevado a su hijo", aunque no van a negar que le tienen, también, una clase de cariño incomprensible.
En teoría, JungKook ya debía estar ahí afuera desde hace un rato. Pero TaeHyung intenta no ser tan impaciente como suele serlo, quiere pensar que se le ha hecho tarde. Es solo que de pronto, hay un sinfín de dudas en su cabeza. No quiere admitirlo pero de vez en cuando es demasiado parecido a JungKook. Sobrepiensa las cosas, y a veces le gana el miedo adolescente de que el amor se puede debilitar porque son totalmente distintos uno del otro; teme que JungKook huya, y si todo es aún más serio, que se aleje otra vez.
De pronto, un recuerdo borroso lo hace sumirse en el centro de la mesita de la sala. El color celeste le hace preguntarse, con ansias, si JungKook va a llegar, si pudo subirse a tiempo al tren, si todo estará bien. Es uno de esos ataques que son de la nada, poco comunes, de pronto ves mil escenas donde pierdes a alguien y la paranoia te invade. ¿Y si le pasó algo al tren? ¿Y si JungKook no quiere llegar? ¿Y si el taxi en el que viajaba chocó? ¿Y si ya no lo quiere?
¿Y si JungKook nunca regresa?
Entonces, TaeHyung se pone de pie, y se dirige a la mesa donde había dejado todo lo que tenía preparado para su fiesta. De ella, toma la envoltura celeste, que tiene un moño azul oscuro. Sin dudar ni pensar, la rasga. Deja caer una hoja doblada en cuatro, que al abrirla, tiene escrita unas cuántas vagas palabras.
Solo que no son tan vagas, ni unas cuántas.
Cuando saca un abrigo, color celeste. Es un abrigo cualquiera, un abrigo que todos pidieron haber comprado. No es nada.
Pero, para él, lo es todo.
El sonido de la puerta hace que TaeHyung se apresure a abrir. Y cuando lo hace, y se encuentra con JungKook y su rostro algo molesto, lo primero que hace es abrazarlo.
—El pastel, el pastel, el pastel. Si se cae tú tendrás que volver a comprarlo. —Ya que TaeHyung no lo suelta, ni dice nada, JungKook prefiere continuar con su travesía—. Estuve una hora formado por este pastel, era el único que había de chocolate con fresa. No puedo creer que la gente literalmente lo compre en masa.
Al no salir una palabra de TaeHyung, no dejarlo mover, ni siquiera acomodarse, JungKook se ve en la necesidad de, a como lo logra, dejar una de sus manos libres y pasar la mano por detrás de la espalda de TaeHyung.
—¿Qué tienes?
—Ya volviste.
—Sí. —JungKook parece no entenderlo—. Volví.
—Volviste hasta mí.
JungKook bajó el pastel al suelo, sin poderse zafar de TaeHyung. Ahora sí, el sentimiento que lo invade es confuso, ya que TaeHyung lo transmite como si no fuese algo realmente satisfactorio. Termina por pasar las dos manos detrás de la espalda del castaño, el otro toma eso como una oportunidad para abrazarlo aún más fuerte.
—¿Abriste mi regalo?
—Sí. —Sobre el cuello de JungKook, es difícil oír claramente su voz—. JungKook, yo sé que me quieres.
No, de hecho sabe que lo ama.
Sabe qué es lo que piensa. Lo que siente, y cuándo lo siente. Sabe lo qué hará y cómo lo hará. Sabe lo que sus ojos quieren decir, lo que sus acciones plantean, sabe sus miedos y todas sus dudas, sabe sus sentimientos, y sabe lo mucho que se esfuerza por ser el mejor que puede ofrecer.
Y lo conoce.
Y sabe muchas más cosas de él.
Lo sabe todo.
Incluso si los demás piensan que no.
Porque siempre fue así. Solo ellos dos. Y los dos saben que, sin importar qué, volverían al otro una y otra vez.
—Oye. —Viéndose cara a cara, ya obligados, el pelinegro toma a su novio de los hombros.
—¿Qué?
—Feliz cumpleaños.
—Gracias.
—TaeHyung.
El chico sonríe. —¿Qué?
—Cierra los ojos.
Eres mi persona favorita.
JungKook.
Explicación
Aquí una vaga explicación. Esta historia está, efectivamente, basada en cardigan de Taylor Swift. Aunque muchos ven esta canción como una canción de una relación de amor con errores-aciertos, para mí esta canción es simplemente una canción que abraza al sentimiento de tener pareja. Es, bajo mi perspectiva, la frase estrella "cuando me sentí como un cardigan viejo, bajo la cama de alguien, me vestiste y dijiste que yo era tu favorito". Para mi percepción, esa frase engloba todo el sentimiento de amar, es lo que se siente.
Y pues ya amigos. Antes de que se empiecen a sacar de onda, si es pre Habits 👍🏻
Recuerden lo que he dicho de ese OS. No se tomen todo tan literal. Este es mi regalo de navidad para ustedes. Los tqm.
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