Gonzalo Hernández supo que la moda se convertiría en su pasión desde la primera vez que vio la cobertura de una alfombra roja en una ceremonia de premios y quedó deslumbrado por los vestidos espectaculares.

Seguir su sueño no fue fácil. Durante sus estudios secundarios sus compañeros le habían dicho que una carrera así era para mujeres. Sus profesores le decían que con su talento para el dibujo podría estudiar artes. Se había dejado convencer por otras personas y casi abandona su sueño. Pero gracias al apoyo de su familia, sobre todo su hermana mayor, hizo oídos sordos y siguió el camino que siempre supo era el suyo.

Muchos años después cuando expresó su preferencia por el diseño de lencería volvió a recibir el desprecio de la gente. ¿Cómo un hombre iba a crear ropa interior femenina? ¿Acaso era un degenerado?

En ese momento pensó que debería elegir otra cosa, después de todo no tendría mucha clientela. Pero nuevamente su hermana le hizo ver lo equivocado que estaba.

—Lo tuyo pasa a ser reincidente. Si te hace feliz y no le hacés daño a nadie, ¿qué tiene de malo?

Aún así la duda persistió, pero el deseo también estaba ahí y al final fue más grande.

Así fue como Gonzalo ignoró todos los comentarios maliciosos y llevando la contraria decidió hacer una colección de ropa interior para su examen final.

El tema de inspiración fue la naturaleza, mayormente la flora. Sus creaciones buscaban cubrir toda la gama de colores, formas y texturas que podía verse en un parque, una playa o incluso un glaciar. Su pieza favorita era un conjunto cuya tela había diseñado él mismo.

El color de base era bermejo, había tomado la inspiración de las arenas del desierto de Namib. Pequeños dibujos de hojas de carpe adornaban el lienzo sin llegar a cubrirlo por completo, con el objetivo de dejar ver el color de fondo.

Gonzalo había elegido esa planta por sus hojas con forma puntiaguda y la gran cantidad de nervaduras. Era un diseño muy característico y a la vez muy tradicional.

El toque final, y la parte preferida de su creador, era la añadidura de un fino galón metálico en color dorado del cual colgaban pequeños pendientes, emulando la flor del carpe.

Gonzalo Hernández se dijo a sí mismo que quizás mucha gente lo tacharía de raro y le diría que estaba fuera de lugar. Pero también sabía muy bien que los verdaderos genios de la historia, en todos los ámbitos, siempre fueron incomprendidos en sus inicios.

Fin.

Escribí esta cosita para el curso de escritura que hice con Lila Negra. Ella es fanficker y docente universitaria y ofrece cursos para fickers, así que si les interesa pueden buscarla en Facebook o Instagram. Recomiendo mucho sus clases.

Gracias por leer 💞