[4] Mochi 🍡
— GeonHak, prefiero que me preguntes algo totalmente desubicado, antes de que me dejes con la intriga.
— Ugh, perdón es que... Me sorprende que quieran vivir juntos. Yo no podría ni pensarlo.
— ¿Querés vivir con tus papis por siempre?
— Mamá y hermano, no tengo papá.
— Ah, bueno... ¿Y no querés dejarlos?¿O no estás tan cómodo con tu novia? —. No supe qué responder, quizás un poco de ambas... Pero él siguió—. Me crié en un orfanato, estoy acostumbrado a convivir con todo tipo de personas. YoungJo es un poco especial con sus manías, pero sé que puedo con eso. Por una vez en mi vida me ilusiona pensar en vivir con alguien que yo elija.
— Es una perspectiva muy interesante, SeoHo. Un poco te puedo entender. Con mi hermano y mi mamá estoy cómodo, pero ahora apareció DoSung, un... No sé ni cómo llamarlo. Viene por temporadas, se instala y después se va. Me incomoda muchísimo, sobre todo porque no entiendo cómo mi mamá le sigue dando lugar.
— ¿Es su pareja?
— Podría decirse...
— Uh, ¿tenés dónde ir?
— Sí, voy a hablar con un amigo. Al menos quiero dormir bien hoy.
.
.
— Gracias por recibirme tan improvisadamente.
— No pasa nada, mi mamá había cocinado de más.
— Ya veo, quedé que exploto.
— ¿Te pongo un colchón en el piso o dormís conmigo? —dijo HaRin terminando de quitarse la ropa, es decir, toda la ropa. Me miró con las manos en la cintura sin sentirse para nada intimidado de que yo estuviera viéndolo.
— Eh... Si te ponés calzones por lo menos, duermo con vos —, y tiré de mi camiseta para quitármela.
— Somos dos hombres, bobo. Ahora me pongo. Qué raro que no te hayas ido con SeoHi ¿Seguís enojado por lo que te dijo ayer?
— Un poco. Si ella no me entiende, ¿entonces quién? Todos quieren decirme lo que tengo que hacer y cómo tengo que tomármelo...
— Yo te entiendo. Te sentís invadido. El tipo aparece y desaparece cuando quiere, vos y tu hermano no tienen por qué sentirse cómodos con la situación.
— Exacto. Gracias. Encima la pregunta de siempre: "¿Alguna vez los maltrató?". No, ahí sí que lo rajo a patadas, pero no tengo por qué esperar a que eso pase.
— El destrato es otra forma de maltrato. Que desaparezca por meses no es exactamente un trato ejemplar —dijo HaRin. A veces lo quería matar, pero otras veces me recordaba por qué éramos amigos, y esa era una de esas.
— Te besaría el cerebro en este momento.
— Che, ¿cómo me ves? —preguntó después de ponerse calzones—. Siento que estoy re flojito.
— Qué sé yo, te veo normal, pero uno mismo sabe cómo se siente mejor —opiné viendo sus músculos marcados como siempre.
— Pero a ver, tocame.
— No seas puto, no te voy a manosear. Si te querés tonificar, hacelo —, ¿qué le pasaba?
— Tengo que buscar gimnasio otra vez. Pero los horarios me complican.
— No te hagas, que tenés toda la mañana libre —dije finalmente metiéndome en la cama.
— No pero a la mañana no rindo.
— Entonces no te quejes de que estás flojito.
Se metió conmigo en la cama doble, afortunadamente con un gran espacio entre los dos, y apagó la luz.
— Bueno, sí, tenés razón. Voy a empezar el gym a la mañana.
— Te felicito —. Me acomodé de costado tapado con la sábana, estaba cansado y quería dormir de una vez, pero seguía pensando en mil cosas— ¿Sabés que me enteré en estos días? El novio del primo de HaMi estudia con mi... Con HwanWoong.
— Oh, ¿en serio?¿Qué estudian?
— Gastronomía. Parece que los dos tuvieron algo... Bueno, no sé si algo, pero... Le hizo algún que otro favor.
— ¿Te pusiste celoso?
— ¿Qué? No ¿Por qué salís con eso?
— Porque ibas a decir "mi cliente" y después te corregiste como si ya no lo sintieras tuyo —explicó como si tuviera sentido— Ay pobrecito, le arrebataron a su rarito, ahora sólo es ¡HWANWOONG! —finalizó dramáticamente.
— Usé su nombre porque es más fácil y punto. Qué ganas que tienen de joder vos y MinHye. El que está interesado en mí es él, no yo.
— ¿Ahora lo admitís?
— No tengo nada que negar, es cosa suya. SeoHo me dijo que el apodo era "sexy amargado". Anduvo diciendo eso de mí. Imaginate.
— ¿Quién habla del kiosquero con sus compañeros? Ah, ya sé, igual que los que hablan del mismo cliente todos los días. Ya asumí tu obsesión, nosotros te apoyamos.
— HaRin, dale, pará un poco.
— Vos sabés que soy así, pero igual te lo digo en serio, estás re frustrado amigo, date cuenta.
— ¿A qué te referís con "frustrado"?
— A todo, tu vida. Estás molesto con tu novia, con el novio de tu vieja. Con nosotros últimamente estás más agresivo que de costumbre... A mí me divierte como te ponés, pero también me preocupa. Hoy cuando volviste al salón... ¿Fumaste?
— Le presté fuego a uno y me convidó, pero ni siquiera fue uno entero.
— Ojo con eso, después te cuesta más controlarte.
— Mañana voy a hablar con SeoHi.
— ¿Le vas a contar que fumaste?
— ¡No, idiota! Le voy a pedir que sea un poco más comprensiva. Vamos a dormir.
— Buenas noches.
.
.
— La puta madre.
— Que bueno que no tengo, así no me toca el insulto.
— Ah... perdón. Es que esta mierda me tiene harto —. Me levanté del suelo luego de otro intento de acomodar el puto cajón que no dejaba de descarrilarse. HwanWoong me miraba con un codo apoyado en su otro brazo y mordisqueándose la uña del pulgar.
— ¿También decís groserías con HaMi?
— No. Los niños no sacan ese lado de mí. Los cajones rotos sí. Como verás no está tu amigo Seoh para atenderte, si no te importa, voy a tener que ser yo.
— Voy a tener que volver el domingo... —dijo en tono coqueto. Quería quejarme, pero yo había empezado, así que me tragué mis comentarios—. Me gusta cómo lo dijiste... Seoh.
— A veces le digo así a mi novia, la costumbre.
— Hm, tenés —, pensé que diría "novia", pero terminó—... ¿helados?
— ¿Con el frío que hace? No, solamente palitos de Mochi rellenos de helado.
— Está bien.
Me acerqué a la heladera que estaba bastante lejos del alcance de los clientes ya que no era lo más vendible en esa época del año. Él pasó por el costado del mostrador y se acercó a elegir. Me sentí extraño teniéndolo de mi lado, como si estuviera invadiendo mi espacio. Sabía lo estúpido que era, así que intenté ignorar la sensación y hacer mi trabajo. Abrí la puerta deslizante esperando a que él eligiera. Cuando lo hizo, no tardó en abrir el paquete y acercarlo a su boca entreabierta. Primero se detuvo a tirarle aliento caliente para alivianar el frío del primer bocado ¿Por qué parecía hacer todo en cámara lenta?
— ¿No podés pagar antes de comer? —dije un poco malhumorado. Cerré la heladera de un golpe y volví a mi lugar en la caja registradora.
— Uy, perdón ¿Tanto te va a molestar?
— Es lo que corresponde —intenté defenderme—. Son $40.
— Ok, tomá —, y me extendió los billetes— ¿Estás bien?
— ¿Eh? —, no entendía a qué venía la pregunta, pero él tenía la mirada fija en mi mano y entonces miré también. Me temblaba el pulso—. Me hiciste abrir una puta heladera con el frío que hace, y encima te burlás —me quejé, aunque por dentro no podía evitar preocuparme, ni siquiera tenía frío. Quise ocultar mi mano rápidamente, pero él dejó el paquete sobre el mostrador y la tomó entre las suyas— ¿Q-qué...?
— ¿Mejor? —dijo después de frotarlas entre sí. Asentí sin muchas ganas y guardé mis manos en el bolsillo de mi buzo.
— Espero que no te enfermes comiendo eso con este clima.
— Yo espero que encuentres una forma de curar tu mal humor crónico.
— ¿Por qué no cerrás un poco la boca?
— Porque sería aburrido —finalizó metiendo una de las bolas en su boca y tiró del palito para dejarla suspendida entre sus labios. Con un asqueroso movimiento de su lengua terminó de meterla dentro y se dio la vuelta para salir del local, por fin.
Dejé caer mi culo sobre la butaca y suspiré intentando sacar afuera la frustración que me provocaba ese rarito molesto. No sabía si era el café que tomaba todas las mañanas; lo que había fumado esos últimos días; el estrés que tenía últimamente o, lo que más me asustaba, la necesidad de fumar aún más, pero mis manos seguían temblorosas y me incomodaba pensar en las manos de nenito de HwanWoong tocándome... Es decir, tocando mi mano.
Ni siquiera había leído lo que se suponía que tenía que leer para la clase de Cultura y no tenía idea de qué se trataba. Me preguntaba si la profesora nos entregaría los exámenes que habíamos hecho la semana pasada, aunque no estaba seguro de querer saber mi nota.
— ¿Kim? —. Levanté la vista y me acerqué al escritorio de la profesora. La mañana en el kiosco había terminado conmigo muy cansado física y mentalmente, así que esperaba una buena nota, o al menos una decente para levantar el ánimo.
— Sí —dije agarrando la hoja. Mientras volvía a mi asiento, miré por encima el número— ¡La puta madre, no puede ser! —. Los ojos se me desorbitaron y estaba a punto de abrazar al cabeza hueca de HaRin por ayudarme a último momento a repasar. Tenía un fuckin' 9... Luego vi que al lado de "Kim" decía "BeomHan" y se me pasó la emoción. Miré en dirección al verdadero dueño de ese 9 y me acerqué a dárselo.
— Acá, Kim GeonHak, este sí es —dijo la profesora que incluso se reía por mi confusión. Maldita. Agarré la hoja, pero esta vez sin animarme a verla. Me excusé con ella y salí del aula.
Encendí un cigarrillo sin pensarlo dos veces. Sí, SeoHi podía estar por ahí y pasar cerca mientras yo fumaba en el patio del Instituto, pero no me importó; aún si eso pasaba, sería una discusión en la que aprovecharía para decirle que seguía molesto. Luego de un par de inhalaciones, me animé a ver la hoja. Un 7, definitivamente zafable. Suspiré aliviado, pero de todas formas me quedé a terminar de fumar. SeoHi no apareció y pude volver tranquilo a mi clase, ya tendríamos nuestra conversación a la noche, aunque cada minuto que pasaba me daba menos ganas.
HaRin me miró feo cuando volví a mi lugar a su lado, pero le devolví la mirada y sólo me dio unas palmaditas en la espalda. Le mostré mi exámen y, tanto él como MinHye, me felicitaron en voz baja. Ellos tenían un 10 y un 9, pero en general todos habíamos aprobado y eso era lo bueno. Se suponía que sintiéndome más relajado podría prestar mejor atención a la clase; que me concentraría como debía, pero en vez de eso mi mente estaba en cualquier lado. No sabía realmente en dónde, ni siquiera eran pensamientos concretos, sólo estaba vagando en algún punto de la nada misma hasta que...
— HwanWoong —levanté mi vista de inmediato y miré a la profesora confundido. No había ningún HwanWoong en la clase ¿Por qué de pronto lo nombraba?—, era hijo del dios HwanIn. A él le gustaba observar a los seres humanos y su mayor deseo, a pesar de ser un dios, era bajar a la tierra y ayudar a los habitantes con la esperanza de darles un buen gobierno.
Sentí los dedos de HaRin clavarse en mi brazo y cuando lo miré estaba sonriendo como idiota— ¿Qué?
— Ya tenés tu religión —dijo el muy incoherente.
— Callate que vos lo besaste.
— Kim GeonHak, veo que conoce al dios HwanWoong mejor que yo ¿Nos quiere contar? —dijo irónicamente la profesora, yo le di un buen codazo a HaRin y me disculpé con ella.
El problema fue que durante toda la clase lo siguió mencionando incansablemente y la imagen del rarito metiéndose esa bola rosada en la boca me venía cada vez a la cabeza. Me estaba agotando mentalmente intentar quitarlo de mi retina y mis dos amigos no dejaban de insinuar toda clase de estupideces. Para cuando salimos del aula mis ganas de fumarme un atado entero era desesperante, pero no podía llegar a la casa de la señora Jung oliendo a tabaco.
— Que te parece Hak, tu rarito al final es un dios, y vos sos irrespetuoso. Un día de estos te va a convertir en un tigre como al tipo que no cumplió con el plazo en la cueva.
— No, un tigre no, GeonHak sería más bien un pollito —agregó MinHye.
— ¡Tenés razón! Lo veo, lo veo...
— Chau, idiotas.
— Es broma, no te enojes —se defendió él.
— Te recuerdo que el tal HwanWoong se casó con la osa convertida en humana ¿Quién tiene cara de osito y besó al rarito?
— Perdón HaRin, pero él tiene un punto. Encima tenés nombre de mujer, sí sos.
HaRin se rió junto a nosotros dos, y aunque me costara admitirlo, esos tontos segundos de risa fueron lo que necesitaba para poder irme un poco más tranquilo a mi trabajo.
.
.
Llegué a cuidar a HaMi a tiempo. La señora Jung todavía no había llegado y SeoHo estaba en la cocina sentado sobre la mesada comiendo una banana.
— ¿Te estás instalando acá o qué?
— Vine un rato con YoungJo. Se está bañando ¿Querés? —dijo bajando la fruta cerca de sus piernas y acercándola hacia mí.
— Sí —, respondí, pero elegí una de las que estaban a su lado colgadas en el gancho. Él soltó una risita y siguió con la suya.
— Hey, vam- —. YoungJo apareció desde el pasillo secándose el pelo con una toalla y se detuvo al vernos a los dos—. Ah, bueno, inviten.
Se acercó y le hizo un gesto de disgusto a SeoHo por estar sentado ahí, sin embargo, él no le hizo ningún caso y lo atrapó con sus piernas aún desde la mesada. YoungJo le robó la banana de la mano y lo siguiente ya no lo vi porque decidí que era momento de irme a otra habitación.
— Ey, esperá —gritó SeoHo con toda la cara untada en puré de banana, cosa que vi cuando me di vuelta rogando que no fuera ninguna proposición extraña—. Traje mochis que hicimos en clase, para que coman con HaMi.
— ¿Mochis de helado? —pregunté sorprendido.
— ¡No! De pasta de maní y Nutella. HwanWoong llegó comiendo mochis y hasta el profesor se tentó, así que terminamos haciendo eso.
— Ah, sí. Yo se los vendí —. Increíble, lo último que quería era comer un estúpido mochi y menos aún escuchar comentarios sobre ese chico de nuevo.
— ¿HwanWoong es el que me contaste que...? —preguntó YoungJo ¿Entonces le había contado lo mismo que a mí a su novio? Esa gente estaba definitivamente loca.
— ¡Sí, ese! De hecho, te quería contar algo hoy cuando llegamos y no me diste tiempo ni a hablar ¡Voy a trabajar como mozo en el restaurante de su papá!
— ¿En serio? Te vas a ver muy elegante, que bonito.
— El viernes empiezo, ¿vas a venir?
— ¿Yo solo?¿Me siento a cenar como un tonto abandonado para que me atiendas?
— Como si no te gustara... pero si no, invitá a alguien
— No tengo ni una semana en esta ciudad, no conozco a nadie.
— Invitá a GeonHak —dijo desviando la vista hacia mí, que no sabía si irme de una vez o qué y ahora lamentablemente era parte de la conversación.
— Ah, me interesa —, y entonces los dos me miraron como si me fueran a devorar ahí mismo.
— Ok, pero voy a con mi novia —, me pareció prudente advertirles—. Siempre quiere salir a cenar...
— Genial, por mí está bien —dijo YoungJo. SeoHo sonrió y se abrazó a su cuello, el otro intentó esquivarlo pero su cara terminó llena de banana pisada igualmente. Sacudí mi cabeza como si eso borrara las imágenes ridículas en mi cabeza y me fui al sillón a esperar a HaMi que no tardaría en volver del jardín. Los dos pasaron unos minutos después por delante mío y SeoHo me dejó sobre la mesa el Tupper con mochis antes de irse.
Por fin, paz. Aunque HaMi llegó enseguida y ni bien vio los mochis se desesperó por comerlos. Apenas pude convencerla de esperar a que le hiciera la leche y luego tuve que insistir en que dejara de comer porque le dolería la pancita. Ella comía con tanta alegría que no pude contenerme y probé uno de los de maní. Nunca había probado una mezcla así, pero tenía que admitir que estaba rico, y mucho mejor que los clásicos de helado.
Después del golpe de azúcar que le dió, se terminó quedando dormida en la alfombra de su cuarto. La acosté en su cama y me quedé al costado sentado sin nada que hacer. En realidad tenía mucho en que pensar, pero seguía intentando eludirlo. En sólo unas semanas sentía que todo lo conocido, regular y estable en mi vida estaba mutando en formas que me costaba asimilar, pero no podía culpar a nadie más que a mí mismo por eso. Era el yo el que estaba incómodo dentro de lo de siempre ¿Qué mierda me había hecho sentir las cosas tan distintas de pronto?¿Tan difícil era sentirme normal?
Miré a la niña durmiendo tranquilamente en su almohadita. Hacía algunos ruiditos chistosos y a veces movía sus manitos. La vida podía ser tan simple para ella, incluso con tantos cambios en su hogar. Bueno, no era tan traumático dejar su cuarto de juegos si el novio de su primo le hacía galletitas y mochis. Yo en cambio, tenía que soportar sentirme invadido por el mismo imbécil de siempre. Pero no, no era eso, sólo estaba usándolo de excusa. Mi malestar venía de antes de volver a encontrarlo en mi casa. Respiré profundo y traté de encontrar algo más. Quizás era algo que todavía no estaba a la vista, pensé, algo como un cambio mayor a punto de venir, como en el mito de HwanWoong donde los dos animales tuvieron que soportar una situación complicada para trascender y convertirse en algo mejor. Al menos sonaba bien en mi cabeza, hasta que el pensamiento me llevó otra vez a chico molesto del kiosco, y cuando quise darme cuenta estaba masticando compulsivamente la piel del costado de la uña de mi pulgar.
Me fui rápidamente a la cocina a ordenar los juguetes que habíamos dejado tirados con HaMi. Quería distraerme para controlar mi ansiedad ya que no podía irme a fumar ni tenía chocolates encima. El Tupper con mochis seguía ahí, así que lo llevé a la cocina y de paso me serví un poco de agua. Guardé la botella, cerré la heladera. Volví a abrirla, miré las bolitas de colores. La cerré otra vez. Tomé un trago de agua, y finalmente, como un idiota, volví a buscar una de ellas. Era rosada y suavecita. La miré entre mis dedos y la acerqué a mi boca. Sabía que sería extremadamente dulce porque era de Nutella, y eso no me agradaba. Sin embargo, quería tener esa sensación en mi boca de forma irracional. Separé mis labios y dejé que el aliento caliente la tocara antes que yo, aunque no estaba tan fría. La apoyé entre ellos y la sostuve dejando que la textura se hiciera sentir. Era como piel, suave pero un poco grumosa; como besar alguien en el cuello. La toqué desde adentro con mi lengua y la arrastré dentro de a poco como había hecho el rarito esa mañana. Se sintió bien rozando con mi paladar. La aplasté y el sabor dulce empezó a invadirme. Era demasiado para mí, incómodo, exagerado, pero dejé que pasara, lo soporté hasta que se deshizo como una crema uniforme sobre mi lengua. La señora Jung entró y me sobresalté como si me encontrara robando dinero de su caja fuerte. No estaba haciendo nada inmoral, pero me sentí completamente expuesto, como si comer ese dulce tuviera otra significación en mi mente. Sólo era un puto y asqueroso mochi de mierda ¿Qué carajo me pasaba?
— ¿HaMi?
— D-durmiendo.
— Ay, mi chiquita. Gracias GeonHak, podés irte entonces. Hasta mañana, querido.
— Hasta mañana.
— ¿Pasa algo?
— N-no. SeoHo dejó mochis.
— Uy, que rico. Al final cuando mi sobrino encuentre dónde mudarse me parece que me voy con ellos —dijo bromeando mientras los buscaba en la heladera. Yo sonreí vagamente y luego me despedí para irme.
.
.
— No, no es que esté enojado.
— Pero te molestó. Yo sabía. Era más fácil que me lo dijeras y no que estuvieras desde el lunes sin responderme.
— Te respondí.
— Monosílabos, GeonHak. Eso no es un diálogo.
— Sí.
— No.
— ¿Ves?
— ¿Qué?
— Es.
— ¡Basta!
— Te estoy cargando.
— Bobo. Yo estoy preocupada, no te hagas el tonto.
— Tomá —dije extendiéndole la bolsita con un regalito, como siempre—. Hay uno mío y algo que te manda KeonHee.
— ¿Tu hermano?
— No, no volví a casa ayer. El del kiosco.
— Aw, he's so cute~ me cae bien —y abrió el paquetito donde había una cajita de bombones de chocolate blanco y un... Chupetín.
— En fin. No estoy enojado, pero me siento un poco... Ahogado últimamente. Y no me ayuda que todos me digan lo mismo. Siempre fuimos mi hermano mi mamá y yo ¿No es lógico que me sienta incómodo con ese tipo en mi casa? Ya sé cómo va a ser, va a quedarse una temporada y después ¡Pum! Desaparece.
— Ya sé, amor. Te lo dije justamente para que no vuelvas a amargarte por lo mismo de siempre. Al menos ya conocés la secuencia.
— ¿Amargarme? Parece que el apodo es contagioso.
— ¿Eh? What are u talking about? —. Se sentó en su cama y me miró confundida.
— Nada, que todos me dicen amargado últimamente.
— Ah... lo dije por decir.
— Mejor hablemos de algo más agradable —dije para cambiar finalmente de tema y me senté junto a ella—. Primero, me saqué un 7 en Cultura.
— ¡Yaay! Me alegro, congrats.
— Segundo, el viernes vamos a cenar con el primo de HaMi.
— Oh, ¿en serio? Ahhh que genial. Ya que no vamos solos... ¿Puedo invitar a Emily? Ella tampoco conoce mucha gente de acá y le va a gustar salir un poco con amigos.
— Sí obvio. Cuantos más seamos mejor.
— ¿Por qué?¿Te da miedo comer sólo con un chico gay? —dijo divertida con la idea a juzgar por su sonrisa traviesa— No te va a morder.
— No estaría tan seguro...
— Tenés que tenerme más miedo a mí, entonces. Yo sí muerdo, y otras cosas más —agregó deslizando su mano por mi muslo sobre la tela de mi jean. En el mismo momento acercó su boca a la mía, pero cuando intenté besarla me esquivó y se arrodilló en el suelo entre mis piernas. Por supuesto su idea me parecía mejor. Me acerqué más al borde para que alcanzara sin problema la abertura de mi pantalón y rápidamente sentí su boca pasar sobre la tela de mi ropa interior. El aliento tibio era suficiente estimulación para comenzar a ponerme en clima, pero cuando la presión de su mano se sumó, la sensación era aún mejor. Sonreí desde mi cómodo lugar disfrutando de la vista y jugando con mi lengua dentro de mi propia boca, cosa de la que realmente fui consciente unos segundos más tarde.
No se suponía que hiciera nada, sólo disfrutar de sus atenciones, pero mi cabeza estaba extrañamente lejos a pesar del rato que ella llevaba arrastrando su lengua por mi miembro semierecto. Apoyé mis manos detrás de mi cuerpo y cerré los ojos tratando de olvidarme de todo para sólo sentir. El hormigueo en mi abdomen creció y por fin sentí su boca rodearme y dejarse llenar de a poco. Empezaba a perderme en la sensación y, por fin, lograba apagar mi mente de todo lo demás. Pero volví rápidamente como si me bajaran de un gomerazo cuando sentí sus dientes raspando contra mi piel.
— ¡Mierda! —solté sin poder contenerlo. Nunca me había pasado algo así, sin embargo ya estaba en la lista de las cosas más horribles que podía sentir. Ella tenía los ojos abiertos enormes y se tapaba la boca con una mano. Lo último que quería era hacerla sentir mal cuando probablemente ya se estuviera culpando sola, pero no podía disimular el malestar.
— P-perdón —dijo primero mirando hacia un costado mientas sus mejillas se sonrojaban. Luego se abrazó a una de mis piernas y escondió su cara en mi rodilla.
— Supongo que son cosas que pasan, no importa —dije intentando consolarla, pero todavía sentía la sensación casi como si quemará, aunque no me había lastimado, según comprobé antes de acomodar mis bóxers.
— Es difícil cuando no está del todo duro —soltó ella sonando bastante como un reproche, como si necesitara que me lo informara.
— Vine a hablarte de que estoy estresado, sabés que eso afecta. Gracias por recordármelo —agregué sin quedarme atrás.
— Ya veo... Pensé que te podría ayudar —. Sonaba demasiado desanimada y la imagen de los dos en ese momento era tan patética.
— Necesito descansar mejor.
— ¿Estuviste fumando? —preguntó levantándose del suelo. Yo tragué seco y probablemente mi cara lo hubiera dicho todo—. No quiero revisarte la mochila, decime la verdad.
— Un poco. Pero de verdad, poco.
— Después te preguntás por qué no dormís bien, no comés bien y no se te p... —se detuvo apretando sus labios.
— Tendría que ser un adicto para que el problema sea ese, no exageres. No es significativo —me defendí—. Son síntomas de estrés.
— Y no se cura fumando.
Rodeé mis ojos. Sabía muy bien que fumar no era ninguna cura, pero al menos mi cabeza se sentía más liviana cuando lo hacía.
— Tampoco discutiendo.
— Hakie, perdón. Es que no sé cómo ayudarte y no creo que eso te haga bien —, sus ojos de pronto estaban llorosos y me hacía sentir un nudo horrible en el pecho. Se sentó sobre mi pierna y abrazó mis hombros con uno de sus brazos, yo la sostuve por la cintura.
— Lo mejor que puedo hacer ahora es dormir —dije acariciando parte de su espalda—. Prometo ser mejor novio el fin de semana y no aburrirte con mis problemas.
— No digas eso, sos el mejor y encima el más lindo. Las cosas se van a arreglar en tu casa, tranquilo. Te amo —, y dejó un besito en mi mejilla.
— Yo más —respondí, y luego intenté llenar mis pulmones de aire hasta su máxima capacidad. Respiré profundo unas cuantas veces mientras ella me acariciaba el pelo. El nudo en mi pecho pasó a mi estómago y, otra vez esa "epifanía" en mi mente diciéndome que el idiota novio de mi mamá no era lo que me tenía así, al menos no sólo eso.
Finalmente ella se bajó de mi pierna para ponerse su pijama y yo me saqué el jean y la remera. Sin dudas lo único que quería después de sentirme tan incómodo era dormir y despertarme habiendo borrado el momento de mi cabeza. Obviamente eso no pasaría, pero al menos esperaba empezar el día siguiente sintiéndome un poco menos meado por un camión de elefantes enfermos.
.
.
Caminaba por ese extenso camino subiendo el monte. Mis pies estaban calzados con unas extrañas sandalias demasiado abiertas que no protegían mis pies del polvo ni de piedras que se metían entre la suela y mi piel. La camisa del kiosco comenzaba a pegarse a mi torso por el sudor. El sol me daba de lleno y lo único que quería era un poco de sombra o una forma más rápida de llegar a donde iba ¿A dónde iba?
Delante de mí, alguien llevaba un carro con su caballo, con una manta atada con sogas para proteger la carga. Algo cayó de dentro el bulto y rodó por el camino hacia mis pies. Me detuve y lo levanté, era una naranja.
— ¡SEÑOR!¡ESPERE SE LE CAYÓ ALGO! —grité con toda la fuerza de mis pulmones, el ruido del galope era fuerte y las ruedas de madera del carro también dificultaban la audición, pero el hombre se detuvo unos metros más adelante y yo corrí para acercarme con la naranja en mano. Bajó del caballo dejándome casi sin aire. No era un hombre, era SeoHi con un vestido tradicional sumamente hermoso. Tenía partes de transparencia demasiado bien ubicadas, volados, estampados, cinturones... Se quitó el sombrero de enrejado y dejó su pelo largo y negro caer por sus hombros.
— Muchas gracias caballero ¿Cómo puedo agradecerle?
— S-sólo es una naranja —expresé mientras rascaba detrás de mi oreja e intentaba no mirarla tan irrespetuosamente ¿Estaba mal si sentía que sus palabras eran una insinuación?
— No es sólo eso, es parte de mi ofrenda a nuestro dios. Pero, por su amabilidad, debería ofrecerle algo, veo que va con las manos vacías al templo.
— Ugh... No sabía que debía llevar algo —admití. Ella destapó el carro y una variedad increíble de frutas aparecieron bajo la manta. Yo acomodé la naranja fugitiva con las demás.
— Me extraña que no sepa que nuestro dios es exigente y pide buenos regalos, pero tome lo quiera, le comparto —dijo con una agradable y animosa voz que sonaba en mi oído mientras yo pensaba qué elegir, aunque no parecía la voz de SeoHi realmente.
— No es necesario, en realidad le agradecería si me dejara ir con usted, eso ya es suficiente —dije volteando a verla nuevamente, pero quedé impactado cuando la imagen frente a mí cambió radicalmente. Ahora no era ella, sino SeoHo, con el cabello atado sobre su cabeza, y no era negro sino blanco, aunque el vestido era el mismo.
— Por supuesto. No voy a dejarlo en medio del camino bajo el sol, pero insisto en ofrecerle algo, aunque sea para comer en el viaje ¿Una banana tal vez? Está firme y grande, ¿no le gusta? —. La descripción era excesiva, en especial por la forma en que la eligió y la manoseó mientras hablaba, acompañado por la modulación de las palabras en ese tono seductor.
Negué con mi cabeza y él chasqueó su lengua. Acomodó las cosas y ató nuevamente la tela antes de subir al caballo. Entonces, me extendió la mano y me ayudó a subir delante de él. Me temblaba todo el cuerpo sólo por sentirlo tan pegado a mí ¿No podía volver a su versión femenina? Era realmente incómodo sentir cada uno de sus músculos pegados a mi espalda, sus muslos internos contra los externos de mis piernas y ni hablar del bulto contra mi culo. De todas formas era mejor que caminar bajo el sol quién sabe cuánto tiempo más.
Mientras avanzábamos, la imponente figura del templo comenzó a dibujarse entre la niebla. Unas columnas que parecían terminar entre las nubes del cielo, adornadas con anillos de oro y enredaderas. Las paredes blancas llenas de ventanas de papel de arroz con diseños hermosos en el enrejado de madera. Los estandartes que colgaban de los techos gigantes eran obras de arte textil, emulando paisajes de nubes y olas en tonos azules. Todo tipo de colgantes de piedras preciosas en colores fríos contrastaban con los adornos de oro pulido. Era verdaderamente digno de un dios, y yo no tenía idea de dónde me estaba metiendo.
Ingresamos entre las columnas infinitas y unos portones que estaban abiertos para que nosotros y otros viajeros entrásemos. SeoHo sostenía las riendas de su caballo entre mis piernas, abrazando mi cintura. Para esa altura del viaje, me había acostumbrado al exceso de contacto, acrecentado por el trote del caballo que nos obligaba a pegarnos más y frotarnos levemente en esa vibración constante.
— Increíble, ¿no? Ya estuve tres veces, y las tres veces tuve la suerte de que me eligiera.
— ¿Y eso qué significa?
— ¡Que puedo ofrecer mi ofrenda personalmente y recibir su dádiva! Es un dios, necesita alabanzas y halagos, pero da buenos regalos también.
— ¿Qué te dio?
— Eso no se dice —finalizó lamiendo detrás de mi oreja y haciéndome sentir un escalofrío desde ese lugar hasta la punta de los dedos de mi pie. Permanecí en silencio ante el miedo a recibir más respuestas como esa. Dentro, el templo estaba aún más lleno de lujos en sus patios internos. Fuentes de agua dorada, flores de todos los colores. Algunos incluso las arrancaban para comerlas como si fueran golosinas, lo cual me hacía preguntarme si realmente lo eran, y la confirmación la tuve cuando el lago artificial de chocolate fundido apareció frente a mis ojos.
— ¿Eso es...?
— Sí, es chocolate. Podemos comer, y nunca se acaba —dijo mientras bajaba la velocidad y buscaba un lugar cómodo que no estuviera lleno de aspirantes a la audiencia con el dios. Bajó primero, sin avergonzarse por sostenerse de mi cuerpo y luego me tomó como pudo para bajarme.
— Gracias —dije sin mucha efusividad.
— De nada ¿Qué clase de material es este? —preguntó tocando mi camisa que ya casi era transparente como el frente de su vestido por el sudor que lo pegaba a mi piel.
— Es el uniforme de mi trabajo.
— Hmm, no, no vas a gustarle así —dijo arrancándola de un tirón—. Increíble, así estás mejor.
Ignorando su exceso de confianza, me acerqué a la orilla del lago. Me dolía un poco el cuerpo, en especial el culo y las piernas. Solté algunas maldiciones mientras intentaba arrodillarme para tomar un poco con mis manos.
— Ah, no estás acostumbrado a montar, ¿cierto? No es para cualquiera, al principio duele.
Volví mi vista sin poder creer lo que escuchaba ¿No podía decir nada normal? Lo peor es que sí tenía razón—. Es verdad, nunca había subido a un caballo —respondí intentando ser muy claro con el contexto de mis palabras. Alcancé la corriente y dejé que mis dedos se mancharan de chocolate. A mi lado, él hizo lo mismo y no tardó en comenzar a comerlo sin importar que manchara su cara o su ropa.
Comimos por horas. Era delicioso, amargo, tostado, suave en el paladar. Se hacía adictivo más que ningún otro chocolate que hubiera probado, al punto de hacerte desear sumergirte hasta tragarlo todo, pero él me advirtió que no habría forma de salir si cedía a la tentación, y entre bromas ridículas de su parte, terminó atando nuestras manos entre sí para que pudiéramos controlarnos mutuamente. Unos minutos más tarde, un estruendo como de trompeta sonó en todo el patio y él me avisó que comenzaría el ritual, lo cual sólo hizo que mi piel se erizara de miedo.
Unas criaturas doradas surgieron de las fuentes de agua y tomaron los presentes de casi todos los visitantes llevándolos dentro del salón principal que, hasta entonces, había permanecido cerrado. A cada uno de los que habían entregado su ofrenda, les era entregada una retribución de oro en forma de anillos, cinturones, brazaletes... SeoHo se levantó del suelo inmediatamente obligándome a hacer lo mismo por la unión entre su mano derecha y mi mano izquierda. Una de las criaturas se nos acercó y tomó el carro como si no pesara ni un gramo para llevarlo dentro. Otras dos idénticas aparecieron a nuestros lados y comenzaron a tejer una especie de cordón alrededor de nuestras cinturas, con los que tiraron de nosotros para llevarnos también.
— Te dije, siempre me elije —dijo él con una sonrisa enorme de satisfacción, sucia por todo el chocolate que había en su cara.
La decoración dentro del salón era aún más imponente, pero con cada baldosa que caminábamos menos inocentes parecían ser las figuras en esas esculturas, pinturas y tejidos. Fuimos arrojados de rodillas frente a un inmenso trono de bloques de oro que, aún dada su magnitud, no era tan llamativo como el paisaje pintado en el fondo, de montañas oscuras, sombras rojizas, una luna que parecía sangrar; nubes, aves y vegetación a contraluz. La fila de visitantes tenía el ancho de todo el salón y la espera comenzaba a hacerse demasiado pesada, al menos para mí, SeoHo no dejaba de sonreír.
El rugido de un tigre me hizo sobresaltar y SeoHo agachó la cabeza inmediatamente hasta que su frente tocó el suelo. Yo, en cambio, busqué el origen del sonido. El animal entraba olisqueando las cabezas de los visitantes. Antes de que llegara a mí, me acomodé en reverencia, no quería ser devorado por esa cosa. El sonido de un instrumento de cuerdas llenó la habitación y entonces unos pasos se escucharon subiendo la tarima hacia el trono. No pude evitar volver a subir mi vista. Ahí estaba el dios, con un oso a su derecha y el tigre a su izquierda. Su ropa no era imponente como hubiera imaginado, de hecho era un hanbok moderno en tonos lila y cubría su cara con un abanico, recostado en el trono que era excesivamente grande para él.
Sí, como era de esperar, HwanWoong era ese dios.
.
.
Continuará~~ 🍫
.
.
Se nos viene TRICKSTER GENTE!!!
¿CÓMO ESTAMOS TO MOON?
♣️♥️♠️♦️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro