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[1] Banana 🍌

Lamentablemente el despertador sonó temprano a la hora de siempre mientras dormía abrazado a SeoHi. Estaba muriendo de calor y eso fue lo único que me salvó de revolear el estúpido teléfono y partirlo contra la pared para que se callara. Al menos había dormido realmente bien después del sexo en el sillón y la pizza en la cama, al revés de lo que había pensado. Me levanté sintiéndome pegoteado, no era lo mío dormir en una cama individual pegado a otra persona y donde destaparme significaba destaparla a ella también, pero no podía quejarme, no era nada que no arreglara una ducha fresca.

Cuando volví del baño, ella también se había despertado y estaba sentada en la cama con uno de los chupetines que le había regalado en la boca.

— Buen día, amor.

— Buen día —respondí rápidamente mientras guardaba mi ropa usada en la mochila.

— ¿Ya te vas o tenés tiempo de desayunar?

— Tengo que irme volando, no tuve en cuenta que estoy más lejos desde acá. Perdón...

— Tenemos que vernos más seguido. Fue muy... Intenso... —terminó volviendo a poner el chupetín en su boca.

— El fin de semana, así no tengo que salir corriendo.

— Te tomo la palabra.

Me puse la mochila al hombro y me acerqué a despedirme. Tenía esa estúpida cosa en la boca, así que desvié mi beso a su mejilla y salí del cuarto.

Llegué a mi trabajo con los minutos contados. Mi jefa estaba acomodando cajas de productos nuevos en la bodega, me saludó a lo lejos sin siquiera mirarme. Yo me metí en el vestidor a ponerme la camisa del uniforme y luego abrí las persianas como de costumbre. El sol del amanecer me quemaba los ojos así que volví a mi lugar detrás del mostrador rápidamente. Me crujía el estómago pero pensar en tomar otro café de esos me daba ganas de vomitar. Estaba meditando sobre comerme un chocolate o algo así cuando mi jefa se me acercó y me ofreció el paquete abierto de bizcochos de manteca que seguramente había sido su desayuno.

— Quedátelos, ya me voy.

— Gracias, me moría de hambre.

— Ah, ya que estás... Confirmarme qué turno vas a hacer el domingo.

¿Domingo? No, no había quedado en hacer turnos extra ¿desde cuándo? —. N-no sabía nada sobre eso.

— ¿No te dijo KeonHee? Bueno, pónganse de acuerdo, uno a la mañana y otro a la tarde. Después me avisan —y sin más, salió del local dejándome con las quejas en la punta de la lengua ¿Cómo le iba a decir a SeoHi que también trabajaría el fin de semana? Podía pedir el turno nocturno, pero casi no dormiría antes de mi turno habitual del lunes. Me metí un puñado de bizcochos en la boca y me desquité mordiéndolos como si hacerles daño calmara un poco mi mal humor.

Me estaba preguntando cuándo comenzarían a llegar los clientes, era peor estar sentado sin hacer nada que usar mi tiempo por lo menos en hacer mi trabajo. Sin embargo, no tuve mucho tiempo para pensar en eso, porque mientras buscaba el texto que tenía que leer para la clase de psicología del día siguiente, empezó a entrar gente y tuve que posponerlo.

Vendí cigarrillos, algunas bebidas, muchísimas golosinas y demás. Al menos me había oxigenado un poco el cerebro conversando y usando la sonrisa que era parte del uniforme tanto como la camisa. Abrí el chat grupal con MinHye y HaRin y busqué el PDF sobre el tal Freud, aplasté mis nalgas en la butaca una vez más y empecé a leer.

"El poder del ello expresa el genuino propósito vital del individuo. Consiste en satisfacer sus necesidades congénitas. Un propósito de mantenerse con vida y protegerse de peligros mediante la angustia no se puede atribuir al ello. Esa es la tarea del yo, quien también tiene que hallar la manera más favorable y menos peligrosa de satisfacción con miramiento por el mundo exterior. Aunque el superyó pueda imponer necesidades nuevas, su principal operación sigue siendo limitar las satisfacciones".

No me quedaba claro qué era el ello, el yo y el superyó, pero si algo sabía, era que lo más satisfactorio que podía hacer en ese momento por mí mismo era no leer más. Bloqueé el celular y busqué un chocolate de los que me gustaban, cualquier cosa que me ayudara a concentrarme un poco más en lo que leía. No tenía caso perder el tiempo si no entendía nada. Entonces, con la boca llena y mi cerebro contento, seguí leyendo.

"Todo cuanto sabemos acerca de esto se refiere al yo, en el cual se almacena inicialmente todo el monto disponible de libido. Llamamos narcisismo primario absoluto a ese estado. Dura hasta que el yo empieza a investir con libido las representaciones de objetos, a trasponer libido narcisista en libido de objeto[...] Sólo en el estado de un enamoramiento total se trasfiere sobre el objeto el monto principal de la libido, el objeto se pone en cierta medida en el lugar del yo. Un carácter de importancia vital es la movilidad de la libido, la presteza con que ella traspasa de un objeto a otro objeto. En oposición a esto se sitúa la fijación de la libido en determinados objetos, que a menudo dura la vida entera". Iba a transcribir algunas cosas a mi cuaderno, pero entonces la puerta se abrió y lo dejé a un costado.

— Buen día —dije aún saboreando lo que quedaba de chocolate en mi boca, dirigiéndome a quién fuera que entrara. El chico raro de los chupetines otra vez. Intenté mentalizarme para controlar mis comentarios, sólo tenía que atenderlo como cualquier cliente.

— Buen día —contestó. Eligió una tableta de chicles y se metió uno a la boca sin esperar a pagarlo. Luego siguió entre las góndolas hasta las heladeras.

Volví mi vista al cuaderno. Ya me había olvidado lo que quería escribir así que tuve que reformularlo."Entonces el narcicismo primario es cuando toda la libído se concentra en el yo, y cuando esta se transfiere a un objeto, se produce una fijación". Por lo menos era un tema mucho más entretenido que los de historia, pensé, aunque me daba escalofríos pensar en que todo eso llevaría a hablar de sexualidad Infantil, no podía imaginar algo así, pero justamente eso lo hacía más interesante.

— Eh... —. La voz del chico seguida de un pequeño carraspeo intentaba llamar mi atención. Volví a dejar el cuaderno y mi celular por encima. Él estaba parado frente al mostrador, mascando el chicle de una forma muy molesta y con una bebida sin azúcar en la mano.

— ¿Algo más? —dije sin muchas ganas.

— Unos caramelos como los que me vendió ayer, ¿puede ser? —. Podía escuchar todo el exceso de saliva en su boca por culpa del estúpido chicle. Se me hacía imposible evitar que me pusiera los nervios de punta ¿No podía esperar a salir del local antes de masticar su mierda?

— ¿De qué sabor?

— Mezclados como ayer.

Asentí y agarré un buen puñado, luego los dejé sobre el mostrador para contarlos.

— Hm, ¿qué estudiás? —preguntó él de pronto fijándose en las cosas a mi costado.

— ¿La carrera o la materia?

— ¿Ambas?

— Educación infantil, y la materia es psicología —dije sencillamente.

— Ah, que interesante —, veía en el brillo de sus ojos que quería seguir la conversación, pero no le di oportunidad.

— Son $230 —le informé. No quería conversar con él, quería que pagara y se fuera. Me ponía sumamente incómodo verlo masticar esa cosa, con los labios brillantes como si de tanto comer caramelos ya estuvieran cubiertos de azúcar. Sacó su teléfono, así que imaginé que imaginé que me pagaría con el QR. Lo escaneó sin decir más nada y en seguida me figuró el pago en pantalla.

— Ya está.

— Yeo... ¿HwanWoong? —leí un poco extrañado en la información de la app. Es que hasta su nombre era raro.

— Así es —asumió con una sonrisa extraña que marcaba aún más las bolsitas bajo sus ojos. Le devolví la sonrisa por un mínimo segundo antes de volver mi atención al cuaderno, pero el chico no se movió.

— ¿Necesitás algo más?

— Un sorbete, estaba esperando eso.

— Ah... sí, perdón —me disculpé y le extendí el contenedor para que lo agarrara él mismo. Escuché el papel rasgarse y luego el sonido del gas liberándose de la botella al ser destapada. Yo ya había hecho mi parte, así que me concentré nuevamente en la lectura.

"El primer órgano que aparece como zona erógena y propone al alma una exigencia libidinosa es, a partir del nacimiento, la boca. Al comienzo, toda actividad anímica se acomoda de manera de procurar satisfacción a la necesidad de esta zona", fue lo que leí exactamente. Una especie de descarga eléctrica me recorrió la espalda y levanté mi vista como si las palabras me resultaran difíciles de tolerar. La imagen del chico alcanzando el sorbete con su lengua y posteriormente rodeándolo con sus labios quedó capturada en mi retina y la sensación de asco se formó en mi estómago. Él me miró extrañado, me hizo una pequeña reverencia y salió rápidamente como quien nota que no es bien recibido. Al menos esta vez había logrado controlar mis comentarios, pero seguía sintiéndome horriblemente incómodo a pesar de que ya se había ido. Abandoné la lectura y salí un rato a la vereda. Estaba inquieto, con ganas de salir a correr o agarrar mi bicicleta y pedalear hasta cualquier lado. Un grupo de chicas que entraron a comprar me obligaron a volver dentro. Al menos me había despejado un poco, pero me di cuenta que estaba mirando el estante cigarrillos con demasiadas ganas, cosa que normalmente ocurría cuando estaba así, abrumado. Desvié mi vista al mostrador de chocolates y elegí otro, era preferible eso aunque después me terminara doliendo la panza.

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Cuando terminó mi turno, la urgencia por salir al Instituto en mi bici era voraz. No me detuve a hablar con KeonHee, ya tendría tiempo al día siguiente, por el momento sólo quería sentir el aire golpearme la cara mientras manejaba. Lo disfruté la mayor parte del tramo, hasta que una molestia en mi gemelo derecho me empezó a preocupar, en especial cuando me costó aumentar la velocidad para llegar a avanzar antes de que el semáforo cambiara de color y por un pelín no me llevó puesto un camión. Quedé en la esquina del edificio estirando mi pierna para que el calambre que se iba extendiendo se fuera de una vez por todas. HaRin bajó del coche de su padre y se acercó a mi saludando con su mano y sonriendo.

— ¡Hey!¡Hak!¿Cómo va?

— Tengo esta pierna acalambrada —le expliqué mientras apoyaba mi pie en el marco de la bici para masajear la zona.

— Uy, estuvo intenso ayer, ¿eh? —dijo golpeando mi hombro. Yo me quedé pensando si podría tener algo que ver, pero en realidad ella había hecho prácticamente todo.

— No creo que sea eso. Necesito potasio ¿Y tu cita con MinHye?

— ¿Cuál cita? Salimos a tomar como compañeros.

— Pero... ¿Nada?¿No hay onda?

— Es nuestra amiga, bobo ¿Qué comemos?

El tramo que quedaba hasta la entrada lo hicimos caminando tranquilos mientras decidíamos que comer de las opciones de la cafetería. La clase de didáctica era una de mis menos favoritas, en especial por la poca onda que le ponía la profesora que tenía más ganas de jubilarse que de dar clase. Terminé dormido en el hombro de HaRin la mayor parte de las horas, pero la buena noticia fue que llegué descansado a la casa de HaMi.

La frutera con bananas sobre la mesada de la cocina fue especialmente llamativa después de sufrir nuevamente todo el camino en bici con ese puto calambre que no paraba de tironear mi músculo.

— Señora Jung, ¿le molesta si le robo una banana?

— No, no, llevate las que quieras. La mayoría de las veces se ponen feas y las termino tirando —dijo ella amablemente. No perdí el tiempo y elegí una para empezar a comerla inmediatamente—. HaMi no tomó su leche, podrías hacerle un puré de banana, ¿no? Me voy ya, ya. Nos vemos GeonHak, querido.

Yo asentí ante sus palabras y la niña apareció corriendo por el pasillo hasta abrazarse a mi pierna. Yo me las ingenié para abrir otra banana, pisarla y calentar su leche, todo con una sola mano, ya que ella sólo quería estar a upa. Cuando pensé en movernos al cuarto de juegos, lo encontré totalmente vacío, es decir, sin juguetes, y el sillón futón que solía estar contra la pared, ahora era una cama matrimonial en el centro de la habitación.

— Mami dijo que tenía que dejarle mi cuarto de juegos al primo Joe.

— ¿Primo Joe?¿De dónde viene?

— ¡De su casa! —dijo sencillamente, yo nunca había escuchado de un familiar extranjero, pero con ese nombre debía ser. Más tarde, cuando miré mi teléfono, descubrí varios mensajes sin leer de la Señora Jung donde se disculpaba por no decirme antes que su sobrino llegaría el viernes a vivir con ellos. Al parecer no era extranjero ni nada parecido, y su nombre no era Joe, sino YoungJo. Sabía que eso podía ser de gran impacto para HaMi, de pronto perder su cuarto de juegos y no ser la única dueña de la atención de sus padres en casa, así que decidí usar el resto de la tarde con ella para ayudarla a hacerse la idea de que compartiría su casita con alguien más. Ella le hizo varios dibujos de regalo de bienvenida y los pegamos en la guarda de ositos que decoraba la mitad de la pared blanca para que los viera cuando llegara al día siguiente.

Antes de irme le prometí que iríamos al parque a pasear al día siguiente y rogaba porque hiciera buen clima. Estaba seguro de que el problema con mis músculos era la cantidad de horas que pasaba parado sin moverme, sentado en clase o agachado en la alfombra del cuarto de HaMi. Si podía usar mi tarde con ella para caminar, sería un gran beneficio además de las bananas gratis.

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— Según Freud, como seguramente leyeron, la sexualidad no comienza en la adolescencia, sino que en cada etapa del crecimiento existe aunque con diferentes características. Desde el nacimiento, hasta el primer año de vida aproximadamente, el niño se encuentra atravesando la etapa oral de su desarrollo psicosexual.

— Pss, ¿leíste? —preguntó HaRin susurrando sobre mi hombro.

— Sí, pero no terminé —admití. Después de sentirme tan incómodo con el texto simplemente lo había dejado, esperando retomarlo después de la clase.

— Esta etapa se caracteriza por tener la boca como zona erógena y el acto de succión y masticación es lo que genera la satisfacción. La relación de este acto con la alimentación y la dependencia de la madre es lo que provoca que el niño encuentre gratificación en todo lo que se asocie a la boca, la lengua... Es también su forma de relacionarse con el mundo, por eso los niños en esa edad se llevan todo a la boca. Los conflictos que se den en esta etapa del desarrollo pueden tener como consecuencia patologías o conductas asociadas a ella, incluso en la adultez.

— Jaja, Hak, sos vos —dijo HaRin codeándome como idiota.

— ¿Yo qué? Pelotudo.

— Personas verbalmente agresivas —siguió el profesor. Yo quería borrarme del asiento y esperaba que el insulto no hubiera salido muy fuerte—, con problemas de autoestima; excesivamente dependientes de otros. Incluso actividades directamente asociadas con la boca, adicción a ciertos alimentos o bebidas, a mascar chicle, fumadores.

— Ves, sos vos —insistió.

— Callate, ridículo. No tengo ninguna adicción, fumo muy rara vez, sólo cuando quiero.

— Kim, Ju, silencio.

Me quedé callado, pero apenas salimos de clase corrí a ese pendejo por todo el patio ¿Qué mierda le pasaba?

— ¡AYUDA ME QUIERE PEGAR! Ves, GeonHak, sos agresivo verbal y físicamente. Date cuenta —, y no necesitaba leer a Freud para saber que estaba siendo agresivo, pero él había empezado. Lo tenía contra la pared de los baños con la ropa arrugada en mi puño, meditando si realmente golpearlo o no. Pero lo solté, sólo porque era mi amigo, o se suponía eso. Él se acomodó la ropa sin parar de reirse como imbecil.

— Basta idiota. La próxima te bajo algunos dientes de verdad.

— Es que en serio, mientras lo leía pensaba en vos. Sos adicto al chocolate amargo y encima lo comés para no fumar. Te la pasás de malhumor e insultando por todo. Le voy a preguntar a tu novia si tamb-

— Cerrá el culo, pelotudo.

— Hey chicos, ¿siguen peleando? —dijo MinHye acercándose a nosotros. La pobre había quedado lejos después de que saliéramos corriendo los dos.

— Es que GeonHak no admite que es el mejor ejemplo de la clase de hoy.

— No te preocupes Hak, no es nada malo tener una fijación, es mejor ser consciente de eso.

— Minnie ¿vos también? Él es estúpido, pero vos no seas como él —dije ya harto del asunto. Me senté en uno de los bancos del patio, con una pierna a cada lado y abrí mi mochila. Todavía tenía media banana que no había podido terminar durante la mañana en el kiosco, así que pensé en terminarla. HaRin ya estaba empezando con sus caras, así que le clavé la mirada antes de que abriera su boca para hacer otra comparación ridícula.

— Hak, perdón, pero no podés pedir que no haga chistes mientras tenés una banana en la boca.

— ¿Querés un ejemplo mejor para la clase? En el kiosco viene siempre un rarito que compra chupetines y caramelos, todos los días. Hoy vino comiendo un caramelo. Me hablaba y se veía como movía el puto caramelo en la boca, y encima compró más ¿No le bastaba con el que estaba comiendo? Es un asco.

— Hmm... ¿Por qué te molesta tanto? No te obliga a comerlos —dijo MinHye ¿Ahora ella también lo iba a defender como SeoHi?¿Es que yo era único que se daba cuenta de lo enfermo que era eso?

— Pero está loco. No podés comer esa mierda todos los días.

— Lo dice el que toma café toda la mañana aunque no le gusta. Ves, deberías desayunar banana, es más saludable —agregó HaRin. En eso tenía razón.

— No se compara. Encima se llama HwanWoong... ¿¿¿HwanWoong??? Nunca escuché un nombre más ridículo.

— Para ser que te molesta, tenés mucha información —dijo ella. Al parecer no había chances de que dejaran de joder.

— Viene todos los días, es un milagro que apenas me haya enterado su nombre. En fin, me tengo que ir o no voy a llegar.

Abandoné a los dos bobos y me fui en la bici a la casa de HaMi. Afortunadamente el día estaba lindo para pasear, aunque no quedaban muchas horas de sol, así que tendríamos que apurarnos para poder disfrutar al menos un rato. Ella misma recordó mi promesa al verme llegar, estaba esperando ir al parque. Me dió la mano sin siquiera saludarme primero. Tenía su vasito de leche en la otra mano y su mochilita puesta. Saludé a su madre que ya se iba y salimos.

Caminar con ella significaba ir lo más lento que me daban las piernas, así que terminé por subirla a mis hombros y seguí el recorrido correteando por la vereda. Lo primero que vimos al llegar fue el payaso que vendía algodón de azúcar. HaMi comenzó a tironear de mi pelo pidiéndome uno y yo la bajé de mis hombros antes de quedarme pelado.

— Es pura azúcar, no es bueno para tu pancita.

— Pero mi mamá le pone azúcar a mi leche, entonces no es malo.

— De hecho, el azúcar es el alimento del cerebro. Sobre todo a su edad, es bueno comer azúcar —, ¿de dónde había salido eso? Levanté mi vista y el rarito de los chupetines estaba delante nuestro, con una de esas nubes asquerosas en la mano. Le arrancó un pedazo con los dedos y le dió el resto a HaMi que sonrió feliz y comenzó a darle mordisquitos. El chico se metió esa cosa en la boca, pero no había forma de que lo hiciera normal, no, primero abrió exageradamente sus labios, sacó levemente la lengua, lo apoyó sobre ella y mientras empezaba a disolverse cerró su boca. Como si fuera poco, terminó lamiendo rápidamente sus dedos para sacar el resto de azúcar de ellos.

— Gracias por arruinar lo que me quedaba de autoridad —me quejé.

— Lo siento, pero no se le niega un dulce a un niño ¿Es tu hija? —preguntó mirándola con cariño. Por algún motivo me sonrojé, me sentí incómodo ante la idea de verme como un padre.

— N-no, soy su niñero ¿Cuánto salió? —pregunté para devolverle el dinero.
— No importa, no gastes tu dinero en "basura" —terminó con un horrible guiño. Era por mucho la última persona que quería ver ese día. Bastante era verlo todas las mañanas en el kiosco. Agarré a HaMi y me di la vuelta para llevarla a los juegos, donde fuera lejos de ese tipo.

— Gunnie, ¿por qué dejás a tu amigo solo? A mí me gusta.

— No es mi amigo, sólo es un cliente.

— Pero es bueno conmigo. Yo quiero jugar con él.

— Es un desconocido, no podemos jugar con desconocidos, HaMi.

— ¿No es tu cliente?¿Cómo es desconocido si es tu cliente?

Suspiré y volví mi vista hacia atrás. El rarito se había sentado en un banco con la capucha puesta y las manos en los bolsillos. Casi siempre hacía eso al salir del local. No sé si fue empatía o mis pocas ganas de aguantar un berrinche, pero levanté a HaMi sobre mi brazo y nos acerqué al tipo otra vez.

— ¿HwanWoong? —. Él me miró ladeando su cabeza— HaMi quiere jugar con vos.

— Oh, hola HaMi ¿Te aburriste de tu niñero?

— Sí, él es bueno, pero un poco malo —dijo ella empujando mi pecho para que la bajara al suelo. Yo lo hice y automáticamente corrió a subirse a las piernas del chico.

— Ya veo, no le gustan los dulces, por eso no es feliz.

Era insoportable. Cada pavada que decía me daba más ganas de alejarme de los dos y fumarme un cigarrillo. Sin embargo no tenía y no iba a comprar, si dejara a la nena con olor a tabaco, su madre podría asesinarme, bueno, no eso, pero sí despedirme y sería incluso peor. Tenía todo el parque para despejarme. Así que pensé en algo más productivo.

— Ya que se llevan bien, ¿puedo ir a dar unas vueltas? —pregunté. Era un poco irresponsable de mi parte dejarla a cuidado del rarito, pero no estarían lejos de mi vista y podía controlarlos perfectamente mientras corría alrededor de la plaza.

— No hay problema por mí ¿Después me das la parte que me corresponde por hacer tu trabajo? —dijo el muy insolente. Mis cejas se juntaron sobre mi nariz. Él había decidido meterse en donde no le correspondía cuando le dió a HaMi lo que yo le había negado, era su culpa que ella quisiera estar con él—. Es broma. Andá.

Me mantuve cerca mientras trotaba por los caminos del parque. Los veía conversar o jugar con sus manos. Luego HaMi comenzó a mostrarle los juguetes que tenía en su mochilita. En algún momento, se levantaron del asiento y se metieron en el sector de los juegos. Yo ya estaba transpirando, así que di por terminado mi recorrido y me acerqué a ellos. HaMi corrió del tobogán hacia mí y yo la levanté del suelo. Inmediatamente apoyó su cabecita en mi hombro y empezó a tocar mi oreja. Estaba a punto de dormirse.

— Gracias por cuidarla —le dije a HwanWoong mientras tomaba la mochilita de su mano.

— Es muy linda. Nos vemos... ¿Hyung? —dijo dubitativo, claro, no sabía mi nombre, pero tampoco tenía confianza para llamarme así y yo no iba a dársela.

— GeonHak. Nos vemos.

— GeonHak... —repitió él, quizás intentando familiarizarse con el nombre. Podía imaginar que me llamaría por mi nombre cada vez que entrara en el kiosco, y no me agradaba la idea. Sin darle más importancia, empecé el camino de regreso a lo de los Jung.

HaMi estaba completamente dormida cuando abrí la puerta, podía sentir su peso sin ninguna resistencia haciéndolo evidente. Y agradecí inmensamente que así fuera, porque la imagen que vi en la sala no era apta para niños.

— ¡¿Qué carajo?!

Continuará...

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Aquí Bett 🌜

Espero no haberlos aburrido con tantos tecnicismos, pero la idea de este fic es sumergirnos un poco en las teorías de Freud. Ya me lo van a agradecer si les toca estudiarlo en algún momento de su vida 😏 o simplemente para aprender más sobre ustedes mismos.

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Nos leemos la próxima con nuevos personajes : 🍑

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