Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🍭🍭

Fue un martes de junio cuando Yoongi le regaló por primera vez un caramelo a Jimin, uno rojo semi transparente con una pasita colocada justo en medio y que arruinaba todo su sabor dulce, pero que, curiosamente, parecía ser el favorito del pequeño omega.

Aquel día, Jimin había estado llorando desconsolado en una esquina del salón, asustado y exudando ansiedad mientras el resto del grupo escuchaba atentamente como el señor Kim, un alfa de rostro bonito y risa chistosa, les explicaba la manera correcta de como pegar coloridas bolitas de papel sobre las flores que previamente habían dibujado.

Yoongi, quien había tenido la suerte de compartir pupitre esa mañana con él, se preocupó tanto de que el pequeño de mejillas abultadas siguiera llorando que por un momento pensó que le saldrían raíces y se quedaría plantado ahí mismo porque, justo la tarde anterior, su madre le había dicho que los niños que no dejaban de llorar se volvían árboles, por lo que, armándose de valor, se acercó para preguntar lo que ocurría.

— ¿Tu tomago duele? —dijo con su voz firme y sus puñitos apretados, esperando transmitir la seguridad que se suponía que un alfa debía de ofrecer, pero en lugar de ser todo un héroe, sólo logró que Jimin se asustara todavía más y que escondiera su cabeza debajo de sus bracitos.

—Quiero a mi mamá—replicó Jimin entre sollozos mientras negaba con un tono tan quebradizo que al pequeño Yoongi de casi seis años se le rompió su corazoncito, ¿por qué el señor Kim no se daba cuenta de que el omega más bonito de la clase estaba llorando? ¡Era una situación de emergencia!

—Tu mami no está aquí—dijo usando aún su voz grave, y el pequeño omega jaló su suéter naranja por encima de su cabecita para esconderse mejor, tal vez haciendo inconscientemente un pequeño nido.

Yoongi gruñó frustrado y sus pequeños colmillitos salieron a la luz.

—Ya sé—replicó Jimin con un puchero y la voz amortiguada; el alfita se encontró con el deseo de apretarle las mejillas.

—Ven, muéstrame la pancita—le ordenó con decisión, pensando que era la mejor forma de revisar que la pancita tan gordita de su compañero estuviera bien, sin embargo, olvidando que esa área era la más sensible para los omegas, lo único que logró fue que el niño sollozara más fuerte—. No, no, po favo, le voy a decir al señor Kim.

El omega, levantando su cabecita  haciendo que su cabello castaño se sacudiera por todas partes, lo miró con horror y con los ojos rojitos. Yoongi notó que incluso sus mejillas estaban coloradas.

— ¿Po qué? —preguntó con la voz herida y se movió hacia él para jalarlo del uniforme— ¿Po qué me vas a acusar?

—Yo no...

Había tanta desesperación en la mirada del pequeño.

— ¿Po qué...? —y de buenas a primeras, Jimin se había puesto a llorar tan fuerte que entonces sí que todos lo escucharon, y haciendo que el señor Kim se levantara para cargarlo a consolarlo lejos de él y de todos los demás que, curiosos, se arremolinaron en el lugar de los hechos.

—Yoonie es un alfa malo—le susurró Jungkook, un beta temeroso con el que a veces jugaba y que había tirado el viernes pasado por error (y con quien ya no volvería jamás a hablar).

—Malo tú—se defendió ofendido y trató de ir detrás de Jimin y del señor Kim, pero Seung-wan, una alfa insufrible, se lo impidió diciéndole que a los omegas debía de tratarlos con respeto—, pero no hice nada.

—Lo hiciste llorar—le dijo la chica y todos en su salón estuvieron de acuerdo—. Si te acercas a él, te pego.

Yoongi supo en ese momento que jamás volvería a prestarle crayolas a nadie-salvo a Jimin, claro. Para cuando el omega regresó (y por suerte el señor Kim no lo cambió de lugar), Yoongi ya estaba preparado con un discurso que cuidadosamente preparó para él.

—Tu tomago no duele—le dijo ante la mirada confundida del niño quien ya no lloraba— y quieres a tu mamá—Jimin asintió temeroso— ¿Pero po qué?

El omega lo miró con sus ojos de cachorrito perdido y se acercó para susurrarle al oído, juntando ambas manitas para encerrar el sonido y que nadie más pudiera escucharlos.

—Poque... poque no podía—dijo tímido y señaló el dibujo que había hecho—. No podía hacer las bolitas.

Yoongi parpadeó un par de veces y observó que las bolitas de papel que Jimin había estado intentando de hacer no se parecían en nada a las que él había hecho. De hecho, ni siquiera parecían bolitas, eran más bien como pedacitos de papel mal cortados.

— ¿Ya pueles? —le preguntó preocupado, pensando que de haber sido él quien no pudiera hacerlas, también estaría llorando desesperado. El llanto de Jimin estaba muy bien justificado.

—No—dijo, ganándose un ligero sonrojo sobre sus mejillas—. Pero el señor Kim dice que no es malo.

Yoongi asintió porque el señor Kim era un alfa sabio-o eso le había dicho su padre.

—Yo puedo enseñarte si queles—le ofreció, pero el niño negó después de sorberse la nariz.

—No, graciash.

Yoongi enmudeció ante la negativa. Su mundo de pronto se había vuelto pequeño y oscuro.

— ¿Po qué?

Poque no—el omega se veía muy seguro de sí mismo.

— ¿Po qué? —y aunque intentó no hacerlo-era un alfa después de todo-sus ojitos se llenaron de lágrimas; odiaba sentirse rechazado.

Poque me querías acusar.

—No, no, es verdad.

—No pota. No quiero.

— ¿Y si te doy un dulce?

Yoongi sacó de su pequeño bolsillo el dulce que su mamá le había regalado esa mañana por no haber llorado de nuevo al despertarse temprano y se lo mostró a Jimin, quien adquirió un intenso brillo en sus ojitos y una sonrisa radiante.

—Sí pota—dijo y Yoongi le extendió el caramelo.

Desde esa mañana, el hábito de regalarle dulces se volvió una rutina. Cada martes, justo al salir al receso, Yoongi buscaría a Jimin entre los columpios del patio y le extendería un dulce-y tenía que ser el de pasita en el centro porque sino Jimin lo rechazaba-y el omega a cambio le regalaría una sonrisa enorme o, si tenía suerte, un beso en la mejilla que lo hacía inflar su pequeño pechito y sentirse el rey del preescolar.

Sin embargo, al finalizar el ciclo, Yoongi tuvo que dejar esa costumbre cuando descubrió que el omega no asistiría a la misma escuela que él y, eventualmente, se olvidó del chico. Tres largos años pasaron sin que ninguno tuviera noticias del otro hasta que una tarde, para ser precisos en la primera clase de natación del señor Namjoon, volvieron a encontrarse.

Jimin lucía más alto, por supuesto, y ya no tenía la pequeña pancita redonda de antes, pero mantenía aún esas mejillas que se sonrojaban constantemente cuando alguien lo halagaba y su curioso olor a galletas. Lo nuevo en él era, tal vez, que ya no se quedaba callado en una esquina sino que ahora era un niño animado que hacía amigos en todas partes.

Yoongi había intentado hablarle, preguntarle si todavía se acordaba de él, pero había tantas personas detrás del omega, quizá por su exquisito aroma, que había se había resignado a sólo observarlo a la distancia. O eso creyó hasta que Jimin se acercó unas semanas después de iniciado el curso, cuando todos ya se habían retirado a sus casas y mientras ellos esperaban a que sus respectivos padres fueran a recogerlos.

— ¿Sabes de qué tengo antojo? —le dijo sentándose a su lado en la recepción, mirando de reojo como el señor Namjoon coqueteaba con alguien al teléfono. Yoongi lo miró con el ceño levantado, viéndose tranquilo, aunque oliendo ansioso—. De un dulce.

El alfa boqueó un par de veces y desvió la mirada. Sus orejas se habían puesto tan rojas que Jimin pensó que sólo les faltaba exhalar vapor para verse como todo un personaje animado.

—Yo, uh... No tengo de esos que tenían pasitas—respondió finalmente Yoongi, pero sacó de su pantalón un par de chiclosos* que no dudó en ofrecerle—. ¿Quieres?

—Por supuesto, Yoongi.

A partir de ese día, ambos volvieron a hacerse amigos. Yoongi llegaría más temprano a la clase de natación con tal de poder hablar con Jimin, quien seguía siendo igual o más popular que siempre, y Jimin se quedaría más tiempo de lo usual al finalizar la jornada sólo para poder disfrutar de los dulces que Yoongi siempre llevaba.

Parecía que el alfa era una dulcería andante. En ocasiones le llevaba chicles con rellenos de varios sabores, en otras llevaba paletas de caramelo macizo, a veces se atrevía a llevar dulce de leche, u otros días simplemente llevaba grageas de colores. El niño siempre tenía variedad y Jimin amaba sentirse así de consentido por ese alfa tímido que poco a poco se abría ante él.

Conforme los años fueron pasando, ya todos a su alrededor sabían que Yoongi era el causante de las caries de Jimin y que Jimin era el culpable de que Yoongi se gastara toda su mesada en las dulcerías de la ciudad. Pero a nadie parecía realmente importarle, no cuando ambos lucían tan felices estando juntos.

No obstante, no todos los dulces tuvieron un sabor agradable. A veces, encontraban caramelos que les sabían amargo y nauseabundos, como el de regaliz negro que habían comprado en la vieja tienda de la señora Lee y que los había hecho vomitar o como cuando tuvieron su primera pelea en donde habían terminado gritándose palabras feas e hirientes.

—Pe-pero no me quieras cambiar las cosas, Jimin—le reclamó Yoongi mientras manejaba el auto de su padre, ambos de regreso de la fiesta que había organizado Jackson por su cumpleaños dieciséis, y en la que habían bebido considerablemente—. ¡Yo vi cuando tu lengua se hundió hasta el fondo de la jodida garganta de Taehyung!

—No, no, no—replicó el omega jalándose el cabello por la frustración de que Yoongi le alzara la voz como nunca lo hacía—. No puedes decirme nada cuando tú tenías la mano debajo de la playera de Hoseok.

— ¡Estabas besando a Taehyung!

— ¿¡Y ese es tu maldito problema por qué!?

—Porque... —Yoongi giró el volante y suspiró enojado— Porque él no te va a dar dulces jamás.

— ¿Qué?

— ¡Eso, que él jamás sabrá cuáles son tus dulces favoritos!

— ¡Basta con que se los diga!

— ¡Como si eso bastara!

— ¡Yoongi!

La discusión había terminado en un accidente menor de auto que le dejó a Yoongi un brazo roto y a Jimin un esguince en la mano derecha que los inmovilizó por un par de meses. Sus padres, por obvias razones, los habían castigado prohibiéndoles verse, pero al cabo de un tiempo lograron reencontrarse y pedirse perdón por la discusión de esa noche y por no haber actuado correctamente.

—Pudimos haber muerto, Yoongi—le dijo Jimin, olfateando su cuello y aferrado a su torso, ambos escondidos en la casa del primero, aprovechando que sus padres no estaban.

—Pudimos haber matado a alguien, Jimin.

—No actuemos así de nuevo, por favor—el omega cerró los ojos y respiró el aroma a chocolate del chico, sintiendo las finas caricias que le regalaba en el cabello.

—Quería ponerte celoso—admitió Yoongi tras un rato en silencio, enrollando sus piernas con las del castaño—. Esa noche. Por eso estaba con Hoseok.

Jimin asintió y se abrazó más fuerte al alfa.

—Estaba jodidamente celoso—confesó dejando un sorpresivo beso en la clavícula de Yoongi—. Pero no me había dado cuenta. Taehyung es tan guapo, tan amable...

El alfa cerró los ojos y suspiró cuando otro beso le fue dado, esta vez, en su cuello.

—Lo siento, no quise arruinar tu cita...

Jimin asintió y subió con otro beso hasta el mentón de Yoongi.

—Pero tenías razón, él no sabe el tipo de dulces que prefiero... Tú sí.

— ¿Y eso qué significa?

El omega aprisionó las mejillas contrarias con sus palmas y le besó por debajo de los labios, sonriendo satisfecho cuando las manos del alfa lo agarraron por la cintura.

—Por favor, sé mi novio—lpropuso, besando finalmente la boca que tanto había deseado probar y viendo con orgullo que el chico debajo de él se deshacía con un ligero temblor.

—Sí—fue lo único que escuchó antes de ser devorado por su alfa. Un beso dulce, pero explosivo, como una bomba de mascar estallando o como ese dulce de maní que se deshacía en la boca y que le dejaba una sensación suave y azucarada que Yoongi comenzó a dejarle a partir de ese momento.

Sus besos siempre fueron así, como la mezcla de diversos caramelos o como el descubrimiento de uno nuevo. A veces fueron agridulces, cuando discutían llevados por las diferencias en sus temperamentos; a veces fueron amargos, cuando sus temas de conversación se volvieron más serios y más profundos. Otras tantas fueron empalagosos, como cuando se fueron a vivir juntos a otra ciudad y en su nueva casa. A veces, también, fueron besos picantes, entre sábanas y sudor y mucho amor, tanto amor.

Yoongi y Jimin eran adictos a los dulces, se conocían todos los habidos y por haber, siempre ansiosos por probar más, así que para nadie fue una sorpresa cuando dejaron sus respectivos trabajos para abrir su propia dulcería: Un pequeño espacio ubicado en medio de la ciudad y decorado con luces y plantas colgantes que hacían que se viera acogedor a pesar del tamaño.

Tampoco fue para nadie una sorpresa cuando una tarde de junio, un martes, si ninguno se equivocaba, que Jimin se encontró con que el dulce que su alfa le había regalado esa mañana estaba más duro de lo normal.

—Yoongi, creo que este dulce tiene algo raro...—le dijo mientras lo sacaba de su boca y lo examinaba girándolo frente a sus ojos—. Tiene algo adentro.

— ¿No será la pasita de siempre, Jiminnie? —Yoongi, dejando de lado lo que había estado haciendo, lo abrazó por la espalda y redondeó con la punta de su nariz la marca que Jimin llevaba sobre su cuello desde ya varios años atrás.

—No, está muy raro... Es como si... —el omega se atrevió a morder el pequeño dulce por las orillas y suspiró—Esto parece un... Un...

— ¿Una pasita?

— ¡Un anillo!

— ¿Ah sí?

— ¡Me estás proponiendo matrimonio!

Jimin se giró y miró a su novio, el niño que lo había querido acusar en el preescolar cuando no había podido hacer bolitas de papel, el niño que se había sonrojado hasta las orejas en una clase de natación, el jovencito con quien había estado a punto de morir, el que había intentado defenderlo de otro alfa, pero que había terminado más golpeado, el loco que se había peleado con su padre cuando le dijo que se querían mudar juntos, ese que le hacía el amor y el desayuno cada mañana y el que lo había marcado en más de un sentido.

El hombre que Jimin amaba y con el que quería pasar toda su vida. El hombre más dulce del mundo.

—Sé que ya llevas mi marca—le dijo Yoongi envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y regalándole otro de sus besos sabor miel—. Pero pensé que un anillo se te vería muy bien en tu dedo.

—Ya uso muchos anillos, Yoongi—Jimin le besó el ceño fruncido y asintió—. Pero con gusto puedo llevar otro.

— ¿Eso es un sí?

—Es un no...

Yoongi boqueó sorprendido y alejó su rostro del beso que Jimin pretendía darle.

— ¿Por qué... ?

—Porque no.

— ¿Y si te doy un dulce?

—Que sean dos...

Y Yoongi lo regaló un beso, de esos mimosos, de los que hacían que su cuerpo se electrizara y su mente explotara y dulce, siempre tan dulce. 


Ay, este OS iba a ser publicado ayer, pero una cosa llevó a la otra, así que aquí está, tarde, pero seguro. Un pequeño regalo de cumpleaños para la pequeña Arely, a quien adoro musho. <3 Espero te haya gustado ;_; ♥


Estos son los chingados dulces que le regaló Yoongi a Jimin, ayyy me chocaban xD porque siempre aparecían misteriosamente en todas partes y las pasas no me gustan. 

En fin, dulces y ronroneos para todos :3 


*Los chiclosos son de  alguna sustancia de consistencia pegajosa, generalmente de dulce de leche/manjar. 

*Por favor, si van a manejar, no beban. Cuiden sus vidas y las de los demás. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro