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9 "El escape de Daniel"

Hace veinte minutos que Daniel y Joseph se habían ido de la casona de la señora Marta, abordado el auto y vuelto de regreso al camino de tierra. Los altos pinos a cada lado del sendero se cernían majestuosos sobre ellos, y las ventanas eran salpicadas por las gotas de la llovizna que estaba cayendo. Joseph estaba incómodo con tanto silencio. Y no entendía por qué Daniel no se había quedado. Por qué seguía siguiéndolo. Por qué aún no le decía a qué lugar llevarlo.

Y por qué no le había preguntado a él por su tío en primera instancia.

A un kilómetro de su cabaña, tensó las manos contra el volante. Se decía que ya no quería tener que ver con Daniel. Solo quería volver a su casa, sola. En su terreno, solo. Ya solo quería tener el recuerdo de Daniel.

«Daniel fue un forastero que salvé una noche y alojé unos días. Sí. Me acuerdo de él. Era muy joven, cuando se enteró que moriría en menos de un año, se fue y siguió su camino», diría a las personas y se diría a sí mismo cuando lo recordara.

Lo recordara afligido, herido, desnudo y embarrado en sus brazos.

Lo recordara torpe y sonriente cuando supo su nombre, y él el suyo.

Lo recordara sentado en su galería, entumido como un pollito, envuelto en ese poncho rojo.

Lo recordara en su sofá, asustado, aferrado a su mano pidiéndole por favor que lo ayudase.

—¿Podrías detenerte por favor? —pidió Daniel de repente.

Joseph se orilló al lado derecho del camino. Y tras unos segundos de absoluto silencio, se le ocurrió una manera no brusca de hacerle entender que ya no quería hospedarlo y ayudarlo más.

—Quizá te podrías... quedar a alojar en una de las casetas del puerto, el Bahamondes. Tengo un dato ahí.

Daniel no aceptó su oferta. Simplemente se quedó callado. Y aunque no lo estuviera mirando, por estar mirando al frente, Joseph supo que estaba llorando.

—No te preocupes. Muchas gracias... por to' —dijo con la voz cortada después de unos segundos.

Se quitó el cinturón. Se puso su mochila a la espalda y agarró la chaqueta de Muriel que le había dado la señora Marta. Salió del auto y rápidamente desapareció metiéndose en la espesura del bosque a su derecha.

Joseph oyó el pitido sonando por los altavoces del auto que indicaban que una puerta estaba mal cerrada.

Lo recordaría por eso también. Yéndose destrozado con sus pocas cosas, y que él... no había hecho nada para evitarlo.

Recordaría también, que la última vez que le dirigió la palabra lo tuteó por primera y última vez.

Y que todo había terminado. Y todo era monótono y tan aburrido otra vez. Y lo recordaría todos los días por muchos meses. Sí. Lo sabía. Y ahí le llegaría el arrepentimiento de no haber hecho algo más por él, por no haber aprovechado la oportunidad de empezar una gran historia.

Lo recordaría también por... cuando casi inconsciente, describió su olor como el de "un limón encima de una estufa boca abajo chamuscado". Y recordaría que sonreía en el recuerdo, y había sonreído en el presente.

Suspiró.

Con mucha calma, apagó el motor, aseguró las puertas, sacó las llaves del auto, salió de este y se adentró caminando en el bosque, siguiendo el rastro de Daniel.

𓃥 𓃦

1/2

—Dolly

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