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6 "La condena"

Daniel se preguntó si se volvería costumbre eso de despertarse y no saber dónde estaba.

La cama en la que se encontraba ahora era más baja. Un poco bastante. 

Parece que no era una cama.

Se incorporó levemente y observó: estaba debajo de la mesa del comedor de la cabaña, recostado sobre tres colchas que hacían más mullida la superficie, aunque eso al parecer no había sido suficiente, pues sentía dolor en el cuello y en las caderas.

Sintió su pie aún vendado, y se alegró al percatarse de que ya no dolía ni picaba como hace unas horas.

«Horas... ¿Días?... ¿Cuánto ha pasado?», se preguntó.

Miró a su derecha, y se encontró a un metro de distancia con la estufa, cuyo calor tenía hinchada una de las patas de madera de la mesa. 

Se quedó observando el baile de llamas en su interior.

Nos da su calor... Joseph, se admiró el perro desde el interior.

«Es hospitalario», quiso Daniel suavizar el sentimiento de su animal.

¿Dónde está? Lo quiero ver...

«No... ¡Capu!».

Fue muy tarde. El perro comenzó a desear la presencia del hombre, a gemir y a ladrar en su cabeza, causando jaqueca a Daniel.

Daniel pensaba que ser un metamorfo era raro de por sí. Y ser un metamorfo-perro, un caso serio. Para él era como tener un gemelo parásito que solo desarrolló una conciencia que de alguna manera que no entendía: comprendía; interpretando sus palabras en el lenguaje común para saber lo que pensaba, necesitaba y quería. Y claro, de otra forma que tampoco entendía, podía ceder su cuerpo, cambiar de piel y transformarse en el animal, y viceversa. 

Cuando Daniel estaba en forma animal, siendo manejado por el perro y levemente o completamente por él mismo, las cosas iban más que bien.

El problema surgía cuando Daniel, el humano, terminaba en las manos del perro. Eso... eso no podía resultar nada bien. Pero eso es otra historia.

—Despertaste.

—¡Ay! —se asustó Daniel al oír la voz de Joseph salir de la nada, sacándolo de sus pensamientos.

Miró a sus pies. Ahí estaba Joseph, agachado con una pierna flexionada, viéndolo debajo de la mesa, como a un niño que se había estado escondiendo por mucho tiempo y que por fin había encontrado. Tenía puesto un pantalón de pijama gris, una bata azúl marino que se mantenía cerrada por él estar cruzado de brazos y unas pantuflas rosadas. Su cabello estaba revuelto y tenía ojeras hinchadas que evidenciaban muchas horas de sueño.

—Hola —dijo Daniel y le sonrió.

—¿Cómo estás? ¿Cómo dormiste?

Daniel inmediatamente notó cierta seriedad alarmante en su voz.

—Uhm... Creo que bien —respondió—. No sé si esto se vuelva costumbre, pero, ¿qué pasó?, siento como si hubiera pasado una semana entera.

El tono tan despreocupado de Daniel irritó un poco a Joseph. No le creyó que no recordara nada.

—¿Y por qué estoy debajo de la mesa? —preguntó Daniel divertido. Seguido llegó a saltar por la impresión.

Joseph había quitado el cobertor que lo cubría de cintura para abajo de un solo jalón y tomado su pie.

El chico sintió el impulso de zafarse, pero se recompuso e intentó fingir desinterés.

Joseph comenzó a desamarrar el nudo que cerraba la venda.

—¿De verdad no te acuerdas de nada?

A Daniel le entraron los nervios de lleno, no le gustaba ese tono incrédulo.

Se esforzó por hacer memoria, mientras observaba a Joseph desnudar su pie con delicadeza.

—A ver... Anoche... Bueno, creo, que anoche... después de volver me dormí en el sofá... Luego recuerdo despertarme muchas veces en la noche y tener algunas pesadillas. —Al terminar, miró su pie.

Joseph guardó silencio y se retiró hacía atrás.

Daniel tardó mucho en convencerse de que lo que veía era real.

Ahí estaba la marca, en el empeine de su pie izquierdo: una mancha en forma de flor de seis pétalos color violeta con un único punto rojo en su interior.

Daniel fue incapaz de reaccionar. Sentía el impulso de gesticular extrañado o aterrado, pero su semblante se mantenía quieto, inmutado.

«¿Él me marc...? No. No, no, no. Imposible. ¿Por qué lo haría?», llegó a pensar, refiriéndose a Joseph.

—¿Qué pas...? —le falló la voz.

—Esperaba que tú me explicaras.

—Pero yo... yo no...

Y no pudo. Ya no pudo.

Joseph se resignó y le explicó la situación. La situación que Daniel ya sabía. Lo que ya había supuesto y entendido: la noche de la persecución el lobo blanco lo había marcado.

—No me había dado cuenta. —Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Conocías a los lobos, ¿verdad?

Daniel miró a Joseph fijamente. Se sintió peor al notar que la única persona que tenía en ese momento desconfiaba de él. Pero no pudo resentirse con el hombre, la situación ameritaba dudas y una explicación, que por lógica tenía que ser esa, algún parentezco con sus cazadores, ya que no tenía sentido que lo hayan marcado sin conocerlo. 

—No, de verdad... Se lo juro.

Joseph suspiró endureciendo su expresión.

—Te creo.

—Bueno... Gracias.

—Mmh.

—¿Cuánto ha pasado?

—Dos días. Es jueves.

Daniel bajó la cabeza y asintió aguantando las lágrimas. Ya no sabía qué le aterraba más en ese momento, si el hecho de que el lobo blanco había arruinado su vida o que cada vez se atrasaba más en concretar su misión principal de encontrar a su tío.

—Te metí debajo de la mesa porque era el único lugar donde no te caías ni golpeabas. En las noches te remecías muy fuerte.

El joven levantó la cabeza y lo miró.

—... Gracias.

Joseph tragó saliva.

—¿Eres consciente de lo que tienes que hacer ahora?

La respiración de Daniel se cortó y la expresión afligida en su rostro se ensombreció aún más. Una mirada inmensamente triste que Joseph ya no pudo soportar seguir viendo.

—Supongo que debes tener mucha hambre y... que te debes querer lavar. Yo preparé algo para que comas, mientras, puedes ocupar el baño.

Joseph se paró y Daniel se memorizó agradecerle más tarde, pues no le salió la voz para hacerlo en ese momento.

En la ducha, recordó lo que Joseph le había preguntado.

"¿Eres consciente de lo que tienes que hacer ahora?"...

Deseó no saberlo. No aceptar el hecho de que tendría que pasar el resto de su vida con alguien que lo había condenado a su lado sin razón.

Alguien que ni siquiera conocía y que lo había querido asesinar. 


𓃥 𓃦


Holaa, ¿cómo están? Espero que les haya gustado el capítulo. Quería agradecer a quienes están siguiendo la historia, muchísimas gracias por los votitos y comentarios 🥺

Nos vemos la próxima semana, cuídensee ♡

—Dolly

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