14 "El que siempre se escapa"
Después de la accidentada sobremesa del desayuno, Joseph salió afuera y Daniel se quedó lavando la losa. El hombre le dijo que no era necesario cuando el chico se lo propuso, pero este le explicó que quería aportar en lo que pudiera respecto a las labores de la casa. Joseph no se hacía de rogar, así que no insistió.
Al terminar de enjuagar, se retiró a la pieza donde se estaba quedando y ordenó la cama y sus cosas. En el acto de dar vuelta su mochila, para que cayera su ropa y doblarla, se dió cuenta que el jockey de la colección de Joseph que había querido llevarse el primer día que despertó, seguía allí.
Le bajó la culpa, e hizo una mueca, avergonzado.
Dobló su ropa, y se dijo que no sería mala idea acomodarla en el escritorio a un lado de la cama, por fin. También vio un chocman aplastado que recordó haber guardado como provisión para el viaje... y la carta de su tío dentro del sobre abierto, el cual se había arrugado.
En ese momento volvió a recordar el sueño, como lo había estado haciendo constantemente durante el día. Las palabras de su tío, tan claras y desesperadas, respecto a que se cuidara de Joseph, habían estado rondando en su cabeza de a ratos. Al principio las percibió con angustia y miedo, todo el sueño en general, ya que nunca había soñado algo parecido ni tan...
Nítido.
Pero aquella incertidumbre que denotaba la posibilidad de la certeza de la advertencia se había disipado, gracias a Capu.
Y es que sencillamente, el animal sabía que Joseph no era malo. No tenía pruebas para demostrarlo, pero tampoco las necesitaba. Lo sabía y en el fondo Daniel también lo podía... simplemente sentir.
Terminó de ordenar, se puso zapatillas, cambió su poncho rojo por un polerón gris grande para abrigarse -dónde en el bolsillo tipo canguro echó el jockey, el dulce y la carta- y salió afuera. Lentamente, caminó rodeando la casa por detrás, sintiendo los hachazos de Joseph en la parte delantera.
Cuando iba por la puerta de la cocina, se encontró con un pollito del corral, uno negro y muy pequeño, picoteando ramitas caídas de cipres. Se agachó a su altura, y este, al notar su presencia, se acercó al joven y empezó a piar muy fuerte.
Daniel sonrió y lo tomó con cuidado.
Continuó caminando, observando que Joseph tenía plantada una huerta de verduras y árboles frutales. También, logró reconocer que tenía mucha vegetación endémica, rodeando la hectárea. Era un tanto escalofriante, no lo podía negar, el hecho de que la ubicación de la casa fuera así, tan a la intemperie. Tenía la sensación de que en cualquier momento un puma o una criatura extraña saldría de entre los árboles.
Pero, supo que no debía asustarse. Porque a la vez, podía sentir como aquel territorio estaba completamente marcado por la presencia del lobo negro.
No sabía explicarlo con exactitud. Era una de esas tantas cosas que podía sentir solo por tener su mitad animal. Pero era como... si el viento que hacía resonar la vegetación, arrastrase un aullido y un gruñido lobuno que rodeaba todo el perímetro.
Y un no cruces, de Joseph. Lo podía oír, como una oscilación.
Quizá esas no fueran las palabras textuales que Joseph había impregnado en el terreno cuando lo marcó, pero podía interpretar el mensaje.
Daniel bajó la vista y suspiró. Estaba impresionado. Estar en la naturaleza siempre le había denotado avivar sus instintos y capacidades más profundas. Había estado tanto tiempo pendiente de meramente subsistir en forma humana, que había olvidado lo gratificante que era conectar con la magia de su condición metamorfa.
Llegó al lado izquierdo de la casa, donde estaba el corral, y notó que este tenía la puerta abierta. Justo en el espacio donde estaba, las gallinas, el gallo y los demás pollitos andaban sueltos, paseando por un pasto verde muy hermoso y húmedo salpicado de trigo. Se percató que Joseph estaba detrás suyo, cortando leña.
Se quedó mirando el bosque otro poco, y volteó, aún con el pollito negro en mano.
Un pedazo transversal de tronco de al menos un metro de diámetro yacía frente al hombre, quien a pesar del frío, sólo vestía una camiseta blanca. El hombre levantó el hacha y con solo un golpe, hizo una grieta en la madera, hasta la mitad. Luego se agachó, posicionó sus manos en medio de la grieta y terminó de separar el tronco con su propia fuerza.
Daniel se llegó a sobresaltar.
¡Te dije!, ¡tiene súper fuerza!
«No, Capu... Simplemente es fuerte. Ay, más nos vale no hacerlo enojar algún día.»
Joseph subió la vista y lo miró de arriba hacia abajo.
-Ese siempre se escapa.
Por un momento, Daniel se sintió aludido, y se enervó.
Pero luego comprendió que se refería al pollito, el cual justo en ese momento había saltado de sus manos hacia el pasto para picotear trigo junto a sus hermanitos.
-¿Sí? Jeje -reaccionó Daniel.
Joseph levantó el hacha para cortar la madera otra vez, y él se quedó parado mirándolo, pensando cómo iniciar una conversación.
-¿La leña se acaba rápido? -Fue lo que se le ocurrió.
-Desde esta fecha sí. Pero ahora estoy cortando para extender la reserva del invierno, así se alcanzará a secar. Siempre estoy cortando fresca para la salamandra de la cocina y la estufa, en todo caso.
-Oh, entiendo.
Otro hachazo, dos pollitos que estaban cerca de Joseph corrieron espantados.
(...)
Daniel ya llevaba una buena cantidad de leños cortados, por lo que decidió que ya era momento de descansar. Hace un rato, se había ofrecido para reemplazar a Joseph, a quien ya se le veía bastante cansado en ese momento. El hombre aceptó y prestó a Daniel sus guantes y su hacha.
Ya la luz del sol atrapada entre las espesas nubes se volvía escasa. Y ya el verde de los árboles se volvía cada vez más oscuro. Daniel subió los leños a la carreta, como le había indicado Joseph que hiciera al terminar, y se fue a lavar las manos a un lavatorio al lado izquierdo de la casa. Al terminar, subió la vista.
Y silbó arqueando las cejas.
Siguiendo el circuito de las cañerías, Daniel notó que en ese lado, dónde seguía la galería, había una tinaja, tapada con un nailon lleno de polvo, aserrín y hojas secas, siendo notable el hecho de que hace mucho no se usaba. Desde ese lugar, se tenía una vista directa a la montaña, majestuosa e inmensa a lo lejos.
Entonces, Daniel recordó que había una promesa que reclamar de parte de Joseph. Apretó la carta en el bolsillo de su poleron y tragó saliva.
Fue a esa especie de bodega donde estaba Joseph, de dónde provenía luz y ruido.
Al entrar, lo hizo con cautela, con cuidado de no interrumpirlo en algo. Se imaginaba que probablemente fuera su oficina, estaba seguro que Joseph era una especie de inversionista ermitaño. O quizá un escritor. O un abogado retirado obsesionado con un caso del pasado que lo mantenía pegado a un escritorio revisando archivos incansablemente hasta saber la verdad.
Aquella última suposición, fue de Capu.
Daniel se sorprendió. Realmente esperaba de todo, menos que Joseph fuera un artesano.
𓃥 𓃦
Holaaa, ¿cómo están? Yo bienn, pero triste porque mis vacaciones ya van a acabar ;c
Disculpa si el cap. quedó muy cortito, es que no me está gustando mucho alargarlos.
Muchas gracias por el apoyo que le siguen dado a este historia. Un besito y espero vernos el siguientee viernes ♡
-Dolly
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro