Después de ser descubierta la tragedia, la información no tardó en llegar a oídos del jefe de la organización y mucho menos se demoró en manifestar la opinión al respecto.

— ¿Cómo ha podido ocurrir? — gritó colérico.

—No lo sé, señor. —contestó aterrorizada su secretaria desde el otro lado de la habitación.— La policía no nos facilita más información.

- ¡Pues consigue que lo hagan! - golpeó con el puño la mesa de madera maciza, haciendo que la atemorizada joven diera un respingo.

— Es que, señor, ellos tampoco saben más al respecto.— dijo con un hilillo de voz, presa del miedo.

— ¿Qué ellos tampoco saben más al respecto?- balbuceó, incrédulo por las palabras que habían llegado a sus oídos - ¡¿ Qué no saben más al respecto?! ¿¿¿Qué mierda de escusa es esa??? 

De repente, sin esperárselo, sintió que la temperatura de su cuerpo se elevaba, el sudor le corría por la nuca y la necesidad de aire hizo que se desabrochara la corbata. Estaba sintiendo un ataque de pánico, ¿cómo es posible que de la noche a la mañana su imperio, el imperio que tanto le había costado mantener, se tambaleara de aquella forma? Pronto, la policía se preguntaría qué relación tendrían como para llegar a suicidarse colectivamente y llegarían hasta la organización O.F.A.R, su organización.

Estaban acabados, a punto de caer en la ruina, condenados a la perpetua.

— Llama a mi hermano — dijo derrotado— que venga cagando leches.

— S-Sí, señor— y en apenas un pestañeo, la mujer se esfumó de aquella habitación, atemorizada.