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「Cʜᴀᴘᴛᴇʀ 2」

Kim Taehyung.

Con el tiempo, Yoongi y yo nos hicimos muy buenos amigos, tanto que me permitió entrar a su habitación de vez en cuando, claramente, nunca cuando estaba en stream.

Eso no me parecía un problema, sabía que había límites para todo, especialmente en el espacio personal, y que no podía estar en todo lo que él hacia solo porque éramos amigos.

Pero sí, tenía problemas, y esos, radicaban en las tardes de viernes, específicamente entre cuatro y seis de la tarde, cuando él se sentaba en su sillón preferido y encendía su cigarrillo.

Yoongi me miraba fijamente desde su sillón y al notar mi nerviosismo, me hablaba de cosas varias o de tonterías sin sentido. Y, aun cuando tuviera su extractor en mano, yo no podía permanecer cerca.

Solo porque, cuando lo hacía, se veía tan malditamente bien, que no podía pensar en que realmente estaba deteriorando su salud. Y me hacía creer que se aprovechaba de eso, para hacerme enmudecer

Y es que, si desde antes me traía mal, ahora estaba peor.

No podía pensar más que en él y no ayudaba el hecho de poder verlo todos los días, vistiendo solo esas camisas negras dos tallas más grandes y esos shorts que dejaban a la vista sus lindas piernas, que solo podía apreciar cuando estaba en casa, porque cuando iba a clases, él vestía esos jeans ajustados y esas camisetas de colores neutros con accesorios coloridos (los cuales no sabía que usaba).

Y yo tenía una imagen mental distinta de él. Creía que era serio y que escuchaba música clásica o cosas así, creía que tendría una esposa o... no sé, un hijo.

Pero, Yoongi, era como yo, un universitario promedio con pinta de rebelde y con gustos musicales un poco extraños. Claro, sumando el hecho de que era una caja sin fondo de groserías distintas, un pésimo bromista y un sarcástico de primera.

Nunca había profundizado en su personalidad real cuando estaba en stream, alegaba que, si lo hacía, la comunidad lo funaría rápidamente por cualquier mínimo comentario. Me decía que, si sus seguidores se daban cuenta de su cara real, dejarían de seguirlo o denunciarían su contenido debido al código implícito de etiqueta coreano. Y yo le entendía, porque la sociedad era demasiado impredecible.

Pero, de la misma forma, no le importaban las miradas cuando decía lo que pensaba en público y, por alguna razón, en casa, siempre vestía de negro. Era una completa ironía.

Había ropa de andar por casa, pijamas, ropa de invierno y ropa de verano; toda de varios tonos de gris y negro. Era tan malditamente genérico, que me encantaba.

Y sí, yo amaba la forma que todo le quedaba como anillo al dedo y también la forma en que hablaba sobre lo que le gustaba o bueno, de cualquier cosa en general.

Yoongi realmente me gustaba. Pero, para él, no pasaría de ser uno de sus seguidores en stream, y eso me hacía perder un poco las esperanzas.

Esperanzas que se reanimaban de momentos, ya que, con el tiempo, descubrí que Yoongi se sonrojaba con facilidad, y, también, que los halagos eran cosas que no podía manejar.

—Amo tu sonrisa —dije sin pensar, pero queriendo ver una reacción de cualquier manera.

Estábamos en la sala, viendo una de sus películas de comedia-romántica preferidas y no pude evitar perderme entre mis pensamientos al verle tan concentrado en el televisor.

Adoraba su sonrisa, era cierto, en ningún momento mentía.

Pero él lo había tomado de una forma extraña, ya que primero lanzó una carcajada limpia y luego se sonrojó hasta las orejas, sin dejar de ver la televisión, como si yo no estuviera presente.

—Ni siquiera es linda, vamos —replicó sin quitar la mirada de la película.

—A mí me gusta.

—Que te guste es una cosa, que sea linda otra.

—Para mí es linda, por eso me gusta —aclaré.

—Joder, ya déjame, me arde la cara de lo rojo que estoy —dijo riéndose, y yo reprimí el impulso de decirle que se veía más lindo por cómo había reaccionado.

Pero, aun así, no lo entendía, días como esos, se portaba tímido y odiaba todo tipo de halagos. Ya fuera por su físico o sus habilidades, él se reía completamente sonrojado y me parecía tierno, pero otros días, insinuaba cosas extrañas y olvidaba por completo que existía el espacio personal.

Esos otros días, se acercaba tanto mientras hablábamos, que yo creía que en cualquier momento me besaría. Yo retenía los impulsos de acercarme a menos de diez centímetros de sus labios, estaba dispuesto a hacerlo, sí, pero solo si él me lo permitía, y él se alejaba antes de que reuniera el valor suficiente para hacerlo.

Y esos otros días, cuando hablábamos de cualquier cosa en las que él llevaba las de perder, solo colocaba uno de sus dedos en mi pecho o su mano completa, en su defecto, y debido al inminente ataque cardíaco que sufría al tenerle demasiado cerca, mi cerebro no hacía más que darle la razón en todo, esperando a que, de una u otra forma, él se acercara aún más, pero eso nunca sucedía.

Estuvimos casi un año así.

En Navidad, pasamos de largo el muérdago, más porque la madre de Yoongi había ido a visitarnos; en Año Nuevo, cada quién lo había pasado con sus familias; el día de San Valentín, cada quién se mantuvo encerrado en su habitación.

Pero los días siguientes, actuaba como si mi corazón no fuera a explotar cada que él hacía cualquier cosa para hacernos reír. Ya que siempre temía que él supiera la reacción que tenía en mí, y simplemente la ignorara a su conveniencia; porque, Yoongi, nunca daba las señales que yo necesitaba, y eso hizo que me resignara, ya que entendí que no solo porque yo fuera gay, significaba que él y todos a mi alrededor lo serían.

Y estuve varios meses así, esperando sin esperar, viviendo sin vivir; mentalizando el hecho de que no serviría de nada el confesarme, y menos cuando sabía que no iba a ser correspondido.

Pero, entonces, él lo hizo por mí.

Ese día, habíamos limpiado el departamento y, a falta de qué hacer, terminamos sobre la alfombra simplemente viendo el techo mientras VOILÀ sonaba de fondo y bebíamos una cerveza para matar el tiempo. Ni siquiera noté la canción que terminaba cuando Yoongi se giró hacia mí, viéndome fijamente a los ojos.

Yo me puse nervioso casi de inmediato; él, se veía más decidido cada segundo que pasaba.

—Me gustas —murmuró.

En ese momento, me quedé congelado sin saber que decir.

Estuve mudo y sorprendido durante varios segundos. En ese momento fue que Yoongi carraspeó y se levantó, dispuesto a huir de la incómoda situación. Solo entonces temí haber dado una señal errónea, así que me levanté rápidamente, abrazándolo tan fuerte, como si temiera que se fuera por completo.

Y sí, estaba aterrado. Aterrado de que las cosas no funcionaran y que todo ese posible y lindo futuro nos cayera encima. Así que no hice más que abrazarlo.

Atiné a disculparme por mi reacción, y a evitar que se marchara.

—Me gustas, más de lo que te imaginas —dije. Yoongi me miró como si no hubiese escuchado, yo sabía que lo había hecho, pero, aun así, repetí la frase, añadiendo un: "y desde hace mucho" al final.

Los dos estábamos sonrientes; los dos, igual de ilusionados.

No nos quisimos separar en todo lo que restó del día, pero cada uno tenía responsabilidades distintas, así que nos separamos al llegar la noche, yendo cada quién a su habitación.

Estuvimos nerviosos los días siguientes, sin saber qué decir o cómo hablar, entonces terminábamos riéndonos del otro.

Uno de esos días estuvimos hablando hasta tarde, de todo y a la vez de nada, estábamos tan a gusto que estuvimos a punto de pasar por alto la cena, cosa que Yoongi no permitió.

Mientras cocinábamos le pregunté cómo había llegado a vivir al edificio. Y me confesó que lo había hecho por la falta de tiempo. Dijo que, en las primeras clases, llegaba tarde por la lejanía y que, aunque llegara en coche, el tráfico se volvía siempre pesado, más por la prisa que por otra cosa. Que sus días eran un lío, pero sus noches no tanto, ya que encontraba distracción en la plataforma de stream. También, que cuando escuchó del edificio con pisos en renta, cerca de la universidad, no perdió la oportunidad de hablarlo con sus padres, ellos estuvieron de acuerdo, ya que gastarían lo mismo en gasolina que en rentar un piso.

Lo que él no sabía era que sería un departamento compartido, pero que de todas formas aceptó y que el tipo con el que había vivido aquí se había graduado medio año después de eso, así que había quedado con el piso a su completa disposición. Desde ese día, hasta que yo había llegado.

Había continuado con los streams, ya que tenía más tiempo libre y que sin saberlo, eso había comenzado a generarle cada vez más dinero. Ahora él pagaba la renta y enviaba dinero a sus padres de vez en cuando.

Yo, a su lado, me sentí un inútil, ya que dependía del dinero de mis padres para todo.

«¿Está mal que todavía dependa de ellos?», pensé. «Podría conseguir un trabajo de medio tiempo en vacaciones, así podría continuar con él cuando comiencen las clases de nuevo, así no me sentiría tan culpable.»

Y Yoongi, al verme distraído, me robó un pequeño beso. Fue tan efímero que me hizo reaccionar de inmediato. Y sí, ese simple gesto me tuvo sonriendo por horas.

Pactamos citas nocturnas, ya que el choque de horarios impedía que fuesen más temprano. Íbamos a cenar, o a pasear, salíamos al parque o solo nos quedábamos en casa a ver películas. Pronto creamos una especie de in-rutina que rompía por completo los horarios anteriores.

Pasamos casi tres meses así, días en que los besos, las miradas, los roces eran más íntimos. Lo llamamos noviazgo inevitable, ya que sabíamos desde antes que éramos compatibles sin llegar a ser almas gemelas, y así nos encantaba estar juntos.

La mayoría del tiempo, lo pasábamos en compañía del otro, luego, cada quién hacia lo suyo por su parte.

Yoongi iba a clases por la mañana, estudiaba por la tarde. Yo, estudiaba por la mañana e iba a clases por la tarde. El resto de tiempo, salíamos a algún lugar o estudiábamos juntos, aunque eso terminara con los dos acostados en el sofá viendo una película, hablando, o besándonos hasta que diera la hora de la cena. Pero, cuando las ocho llegaban, cada quien estaba en su habitación, como si de un ritual diario se tratara, él iniciaba stream, y yo lo veía desde la comodidad de mi cama, como siempre.

En ocasiones, cuando él estaba en directo, le enviaba mensajes de audio solo para verle tomar el celular y tratar de escucharlos discretamente sin que sus seguidores llegaran a escucharlo.

Luego, recibía un regaño o un golpe, pero valía completamente la pena, más cuando sonreía de la nada o evitaba hacerlo y fallaba en intento.

Con el pasar de los meses, las sesiones de besos se volvían más intensas, las insinuaciones más seguidas y la tensión, palpable.

Aun cuando tratábamos de disfrazarla lo mejor posible, estaba ahí gritando por ser liberada.

Los dos sabíamos que intentábamos esconder algo visible; que tratábamos de tapar el sol con un dedo, claramente, sin éxito alguno. 

「◖⊚◗」

Dedicado a: Caro_Smth_Felix

©NazarethCerratho

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