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𝟏│RED CRAYON


❝ Mi amor tan profundo; cuanto más te doy, más tengo, porque ambos son infinitos. ❞

— William Shakespeare

▲ ▼ ▲ ▼ ▲ ▼

—ESTÁ MUERTA, SEÑOR BORNIHAY —explicó el señor Feeny mientras Dina permanecía tumbada en su mesa con los ojos cerrados—. Agarre el puñal y suicídese.

—Venga, señor Feeny. Eso de que está muerta no será cierto. ¿La apuñalo unas cuantas veces para estar seguro? —le preguntó Bornihay, pero en cuanto lo dijo, Dina se levantó de golpe fulminándole con la mirada.

—¡Eh! Oye, como me toques con ese cuchillo, más te vale matarme a la primera.

Bornihay hizo una mueca y chilló:

—Señor Feeny.

—Está bien, está bien —dijo el señor Feeny mientras volvía a recostar a Dina por los hombros.

—Cory —susurró Shawn mientras el señor Feeny estaba ocupado con la recreación de Romeo y Julieta—. Dime cómo van.

Elena, que estaba sentada entre los dos chicos dibujando en su cuaderno, puso los ojos en blanco cuando Cory se acercó la palma de la mano al auricular que había estado escuchando en secreto.

—En el tercer tiempo, dos outs; Dykstra en segunda, Kruk en primera. tres y dos para Daulton...

Cory fue interrumpido por el señor Feeny apartándole la mano de la oreja y quitándole el auricular.

—¿Qué es esto, señor Matthews? —preguntó el señor Feeny con el auricular en alto y Cory decidió hacerse el tonto.

—¿Eh? ¿Có-Cómo dice, señor Feeny? Es mi audífono.

El señor Feeny, que estaba demasiado familiarizado con las payasadas del chico Matthews, puso los ojos en blanco antes de presionarse el auricular en la oreja

—Smoltz lanza, ya va Daulton. Oh, un buen lanzamiento. La ha mandado lejos al fondo por el centro. Otis Nixon retrocede hasta la pista de aviso, se sube por el muro, y...

El señor Feeny apagó rápidamente la radio, haciendo que Cory gimiera y Shawn echara la cabeza hacia atrás, frustrado. Elena soltó una risita por su desgracia.

Nunca había entendido el béisbol. Sin embargo, como sus dos mejores amigos eran chicos, se veía obligada a ver todos los partidos por mucho que se quejara. Aunque en varias ocasiones Shawn estuvo a punto de dejarla salirse con la suya, él jamás podía decirle que no, pero Cory siempre estaba ahí para hacerlo por él.

SIETE AÑOS

—Shawn, ¿me dejas la cera roja, por favor? —preguntó Elena mientras miraba al niño que estaba coloreando un gran corazón rojo con dedicación.

Aunque en cuanto ella se lo pidió, él levantó inmediatamente la cabeza del papel y le tendió el lápiz de cera.

—¡Me refería a cuando terminaras, tonto!

Shawn le sonrió mientras le empujaba la cera.

—Puedo terminarlo más tarde.

—¡Cuando yo te pedí la cera roja me dijiste que me perdiera! —Una chica sentada junto a ellos, Amanda, los fulminó con la mirada.

Estaba celosa, estaba coladita por Shawn pero por mucho que hiciera él no le daba ni la hora, pero bastaba con que Elena lo mirara para que Shawn se volviera loco.

—¿Cómo te llamas?

—Amanda.

Shawn asintió con la cabeza.

—¡Tenía razón! Tú no eres Elena, ¡así que piérdete!

—¡No entiendo qué tiene de especial Elena!

Shawn fulminó con la mirada a la chica.

—¡Elena va a ser mi esposa y no sería un buen marido si no le diera todo lo que quisiera!

Una vez que Amanda se levantó y abandonó su mesa, Shawn volvió inmediatamente a colorear su dibujo.

Había dibujado un gran corazón rojo con dos personitas de palo dentro y sonrió orgulloso mientras se lo tendía a Elena.

—Gracias, Shawnie.

—Cuando quieras, Lena.

—Señor Matthews, Romeo y Julieta es el gran legado de Shakespeare sobre el amor entre un hombre y una mujer —empezó a explicar, pero su sermón se vio interrumpido por los gritos de auxilio de Bornihay. Dina lo tenía inmovilizado sobre la mesa de escritorio e intentaba apuñalarlo.

—¡Señorita Kincaid, gracias! —dijo el señor Feeny mientras corría hacia los dos y detenía a Dina, haciéndola retroceder—. Gracias por esa interpretación tan apasionada.

Elena soltó una carcajada al ver la cara de miedo de Bornihay, pero supuso que se lo merecía por haber sido grosero con Dina.

—Señor Matthews, no puede oír los partidos de béisbol en mitad de mi clase —le dirigió una mirada severa a Cory, quien, a su vez, se levantó de la mesa.

—Señor Feeny, ¿a quién puede importarle que un tío se suicidase por una nena cualquiera?

Elena Martínez miró mal a su mejor amigo y se burló.

—Ah, porque tú eres la encarnación humana de la inteligencia.

—Esa tragedia no trata de una nena, señor Matthews —continuó su profesor mientras caminaba hacia Cory—. Ni tampoco de un chico que se suicida por ella. De lo que trata es de la fuerza incontenible del amor, y de lo inevitable que resulta su influencia en nuestras vidas.

Shawn Hunter se levantó, atrayendo la atención de todos hacia él cuando se aclaró la garganta:

—Señor Feeny, siento un amor incontenible por el béisbol, así que ¿no debería ser razón suficiente para que se me permita oír el partido en clase?

Elena se giró para mirarle.

—Shawn, eres un idiota.

Shawn ignoró su insulto y en su lugar le sonrió feliz.

—Al menos soy tu idiota, señora Hunter.

Elena puso los ojos en blanco antes de volver a mirar al frente, hacía tiempo que había renunciado a corregirle. Era una pérdida de tiempo que sólo parecía motivarle más.

Cory puso los ojos en blanco ante sus mejores amigos antes de dirigirse al señor Feeny.

—¿Usted sabe que sólo tengo once años?

—¿Usted sabe que está castigado el viernes por la tarde?

—No, la verdad es que eso no lo sabía.

—Hasta mañana, Cory —se despidieron Shawn y Elena del joven Matthews.

Esto se ha convertido en una rutina para los tres, iban juntos a la tienda de cómics al salir del colegio y se iban cada uno por su lado después de que les echaran por no comprar nada. Aunque Shawn siempre insistía en acompañar a Elena a casa antes de irse él, algo así como "no ser un buen marido si dejaba a su mujer desprotegida".

Shawn pasó su brazo alrededor de Elena mientras caminaban juntos.

—¿Y cómo está mi chica hoy?

—¡No soy tu chica, Hunter!

La sonrisa de Shawn no decayó, estaba acostumbrado a esta respuesta y no importaba cuántas veces rechazara su afecto la chica hispana, él se reponía como si nada.

Aún. Aún no eres mi chica.

Elena puso los ojos en blanco. Sabía que nunca ganaría a Shawn Hunter cuando se trataba de su eterna creencia de que algún día se enamorarían y se casarían.

Shawn se rió entre dientes, atrayendo a la chica contra su pecho y hundiendo la cara en su pelo.

—¿Qué tiene tanta gracia?

—Nada, es que eres muy mona cuando haces pucheros.

Ella se puso roja.

—Como sea, Hunter.

—Esto se acaba de mover —Elena pinchó su "comida" con un tenedor.

—Esto tiene labios —Cory hizo una mueca, y Elena bajó la mirada a su plato antes de apartarse de Cory y su bandeja del almuerzo.

Shawn se rió al ver claramente el disgusto en su cara antes de acercar la silla de ella a la suya.

—No te preocupes, Lena, yo te protegeré.

Elena se burló.

—Por favor, cuando ayer me acompañabas a casa y vimos ese gato callejero me pusiste delante de ti como un escudo humano.

Shawn se sonrojó avergonzado e intentó redimirse.

—No te estaba usando como escudo humano. Sólo quería asegurarme de que pasaras primero, así si el gato decidía atacar, estarías a salvo.

Elena se rió antes de que los tres se volvieran hacia Bornihay para ver qué extraña bazofia le había echado la señora del almuerzo en la bandeja, pero lo encontraron sacando un trozo de tarta de chocolate de una bolsa de papel marrón.

—Enchufado. Es duro ser hijo único, ¿eh?

—Sí. Peor todavía es ser huérfano, que es lo que soy yo desde ayer por la noche —Cory se encogió de hombros, haciendo que sus amigos lo miraran confundidos.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Elena todavía pinchando su comida, esperando a que saltara sobre ella y la atacara.

—Dejé a mi familia, y mi familia me ha dejado a mí. Ha sido mutuo. Ellos se quedan la casa.

—Duro. ¿Estás bien? ¿Quieres que hablemos de ello? —Elena le palmeó el hombro como si estuviera superando una ruptura.

—Cuenta con nosotros, Cory —le prometió Shawn.

—Gracias, sois mi nueva familia —anunció Cory, sonriéndoles—. Oye, ¿nos vamos al partido el viernes?

El partido fue el motivo de su "ruptura" con su familia. Eric prometió llevarlo al partido, pero lo abandonó en el último momento, dándole la entrada de Cory a una chica con la que iba a salir.

—Creía que no quedaban entradas —dijo Bornihay.

—Y no quedan, podemos ir antes. Luego siempre hay gente que no va —explicó Cory.

—¿No te han castigado el viernes? —le recordó Elena.

—No te preocupes por el castigo. Yo sé manejar a Feeny. Feeny me adora —Cory sonrió con confianza.

—¿Disfrutas mintiéndote a ti mismo? —Elena levantó una ceja.

—Feeny te odia —aclaró Shawn inmediatamente, haciendo reír a Elena.

—Pero del odio al amor... A lo mejor le convenzo —Cory se levantó y se acercó al señor Feeny, sonriendo inocentemente.

—Señor Feeny, ¿puedo sentarme?

—Prefiero que no lo haga.

—¡Me odia!

Elena estaba sacando libros de su taquilla cuando oyó que alguien se aclaraba la garganta. Al darse la vuelta, vio a Stuart Minkus sonriéndole.

—Oh, hola Stuart —le saludó con una sonrisa.

La saludó alegremente antes de sacar de su espalda un ramo de rosas y entregárselo.

—Stuart, son hermosas, gracias.

—¡Oye, Minkus! ¿Qué crees que estás haciendo con mi chica? —Shawn Hunter corrió hacia los dos.

Stuart y Shawn se consideraban enemigos desde el primer curso y todo por Elena Martínez. Los dos no siempre habían sido tan agresivos el uno con el otro. Sin embargo, no podía decirse lo mismo de los celos de Shawn, que terminaron por iniciar su enemistad.

SIETE AÑOS

El 14 de febrero, cuando los tres estaban en primero haciendo tarjetas para San Valentín, Stuart decidió regalarle a Elena una rosa roja como proclamación de su amor eterno por ella.

—Si tuviera una rosa por cada vez que pienso en ti, viviría en un eterno jardín de rosas —Stuart, que tenía mucha labia desde una edad temprana, hizo que Elena se sonrojara al tomar tímidamente la rosa de su mano.

Shawn se aproximó a los dos, fulminando al niño con la mirada mientras rompía la tarjeta que Stuart había hecho para ella. Shawn Hunter era un niño posesivo de seis años y no iba a dejar que nadie se lleve a su chica.

—¡Déjala en paz, es mía!

—¡No, no lo es!

Y ese fue el comienzo de una larga discusión.

Una de las muchas que tendrían los dos.


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