MARK
Historia Original de MilMoonAn
Si tenía esperanza tal vez en algún recóndito lugar de la luna se encontraría una bondad para ayudarlos. Quizás un milagro y sea suficiente para comprar su felicidad. Mew tenía que ser positivo. Porque no veía diferencia entre morir o estar sin Gulf. Así de dependiente e irracional es que se había vuelto.
Mek se encontraba sentado en aquel gran sillón de su sala. Con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Porque aquel Delta todavía no hallaba la manera en que su Gulf hubiese terminado con un Alfa de aquella calaña. Mark estaba a su lado, con su mirada llena de bondad y sus labios ligeramente abiertos, esperando la oportunidad de hablar. El omega tenía brillo en su mirada cada que veía a Mew.
—Explícate –Gulf lucía serio, casi desanimado —lo que dijiste antes, explícalo.
Mew tensó su cuerpo. Él sabía que había matado a una infinidad de Gammas y Deltas en su posición como futuro Alfa. No sería sorpresa haberle quitado su familia a Gulf solo que quizá le temía a la brecha de lejanía que se abriría entre ellos. Debía estar a lado de su Gamma por el bien de este y de su hijo.
—Yo se lo dije –Mark salió a defender la poca tranquilidad —La madre de Mew tenía la fecha en la que su hijo mostró su valía en la manada. Era el mismo día que tú llegaste a la manada de Mek. Solo cruce los hechos y lo supuse. Además...
—Es decir que no están seguros de eso –Gulf sonrió una vez más y se levantó, parecía que una ligera carga había dejado sus hombros — solo...
—El idiota ha matado centenares de nuestra jerarquía –El Delta se negaba a dejar la conversación en ese punto —ha matado a mi madre, él...
—Es el padre del cachorro que estoy esperando –interrumpió el gamma —me alegra que hayas venido a visitarnos, Mek.
Gulf se fue, pero Mew sintió aquella relación ya al borde del colapso tan solo separándose más y más. Cada situación se volvía contra ellos. El pasado que ambos arrastraban consigo llevaban consecuencias que los estaban alejando. Más en Mew, con un antes del que se arrepentía cada vez que besaba a su pareja. Pronto, la fortaleza del Alfa desaparecería.
Mek se levantó, indignado. Sus manos estaban cerradas en puños y quiso acercarse más a Mew para repartir golpes en él. Solo que la mano de Mark lo detuvo y con una sutil sonrisa le señaló la taza de té que estaba en la mesa. La misma que Nadech les dejó antes de salir a patrullar. Con ese gesto Mek tan solo aligeró, muy poco, su semblante de furia y volvió a sentarse.
Ellos dos definitivamente no habían nacido para estar juntos.
Mark se levantó y su cabello cubrió sus ojos, quizá la tristeza que habitaba en ellos. Con un gesto le indicó a Mew que lo siguiera y posteriormente salió de aquella sala y subió por las escaleras hasta lo que antes fue su habitación. El pequeño balcón donde criaba las pocas flores que su madre le mandaba ya se habían marchitado, pero el aroma dulce seguía presente.
Cuando Mew entró tan solo cerró la puerta y soltó un suspiro largo. Él debía ser tan fuerte para proteger a su manada y a su pareja, que pocas veces se le permitía descansar del cúmulo de emociones dentro de él. Recordó entonces que solo con Mark podía acostarse y tan solo recibir caricias en su cabello, hasta finalmente dormir.
—¿En qué clase de problemas te has metido? –susurró Mark, consolador mientras abrazaba a su amigo —¿Cómo has estado?
—Lo amo tanto –Mew suspiró aquello y apoyó su mentón en el hombro del omega, tal como en el pasado —tanto que me da miedo lastimarlo.
El omega arregló los mechones de cabello en el rostro del alfa y lo sujetó de las mejillas. Elevó la mirada hasta chocar con la de Mew. Tal como una madre lo hace con su hijo. Mark tomaría el lugar de Yaya. Lo haría porque el Mew que él conocía lo necesitaba.
—Sé un hombre –exclamó, sonriendo un poco, para disfrazar la tristeza de ese momento. El dolor de que la persona que más amaba ahora le pertenezca a alguien más —Tan solo ámalo tanto como puedas y asegúrate cada día de que él se sienta amado. Nunca dudes de que yo voy a estar ahí para ti.
Mew quiso quedarse en silencio. Sentía que Mark debía soltarlo todo en ese momento, y supo que estaba en lo correcto cuando sintió lágrimas empapando su camisa.
—Es solo que quisiera haber... –las palabras se le cortaron, tan solo un poco antes de continuar. Tomar aire y seguir —me he preparado toda mi vida para estar contigo que verte con otra persona es un tanto —chasqueó la lengua y escondió su rostro un poco más en el pecho de Mew —doloroso, ya sabes.
—Mark...
—Está bien –Mark guardó las otras lágrimas que le quedaban para otro momento —Mek es mi pareja destinada ¿sabes? –ocultó el dolor en esas palabras —de alguna manera el destino de los dos se ha entrelazado de esta manera. Los dos hombres de mi vida están enamorados de la misma persona y esa persona no soy yo.
De alguna manera esperaron un momento más en esa posición, con los brazos de Mew sujetando con fuerza a Mark. Porque sabía que si lo soltaba él iba a caer en el suelo. Y aunque no lo parezca, el leve orgullo de Mark le reprocharía ello millones de veces. Quiso seguir así porque de alguna manera se estaba despidiendo de su pasado. Mark estaba diciéndole adiós a la persona que más había amado en toda su vida. Y ni siquiera un lazo quitaría ello.
E
nvidiaba a Gulf.
—Espero ser padrino de ese niño –Después de unos minutos Mark se separó, una vez más la sonrisa noble en sus labios, la bondad en su mirada, siempre. —No vas a librarte de mí. Nunca.
—Eso espero –Mew respondió a aquella sonrisa y besó su frente —voy a apoyarte en todo lo que necesites.
—Soy mejor que tú en ese aspecto, siempre he arreglado las cosas que rompías o curaba las heridas que te hacías en tus tontas peleas –Mark se separó —soy mucho mejor que cualquiera cuidando tu espalda.
—¿A qué te refieres?
—Sabía que de alguna manera terminarías con un problema como este, te conozco muy bien –sonrió —por eso me adelanté para buscar la solución a cualquier error que tuvieses o tendrás.
—Mark –Mew sabía del gusto del omega por ponerle suspenso a todo. Su tono parecía reproche.
—De todos modos un cachorro debe crecer con sus dos padres –siguió el omega.
—¡Mark! –esta vez parecía eufórico.
—Por eso busqué en varios libros ¿Sabías que los Deltas tienen varios libros de Gammas? –suspiró —no encontré nada en ellos, pero busqué a alguien que posiblemente tendría una solución y la encontré.
—¿En serio? –Había tanto alivio en la voz del alfa —es... en serio.
—No va a agradarte, pero iré a buscarlo y voy a traerlo para ti –Mark señaló la puerta —ahora fuera de mi cuarto que quiero cambiarme.
Mew lo abrazó una vez más, elevándolo unos centímetros. La sonrisa en su rostro era inmensa. Se observaron unos segundos con una gran sonrisa, solo entonces Mew salió.
Un problema menos. Faltaban unos cientos más.
Muy aparte de una visita. Mek y Mark estaban en ese lugar porque hace unos días Mew había recurrido a ellos. Porque la manada y todos los cambiaformas estaban en peligro contra la amenaza de los humanos. El alfa aceptó que necesitaban de la fuerza de los Delta para lograr ganar. Y para ello hizo a un lado su orgullo y fue a solicitar apoyo. Una buena decisión al ver la felicidad de Mek por ver a su antiguo amigo.
Mek, después de pensárselo bastante, accedió, y se llevó a Mark con él porque podría usarlo como rehén si es que era una trampa. Para Mek, Mark era tan solo una pieza mal puesta en su vida.
Nadech observaba el escenario con una sonrisa. Ver a su hijo esforzarse cada vez más con el solo objetivo de vencer a Mek era un tanto gracioso. El Delta poseía una fuerza y práctica en combate, extraordinarios. Mew casi estaba a su nivel, igual sabía que su hijo solo se esforzaba porque el Gamma estaba observándolos desde la ventana. Solo que era realmente claro que en velocidad Mek era invencible. No importaba el esfuerzo de toda su manada junta, no podían ganarle en ese aspecto. Mek era un gran corredor.
Los jóvenes de diferentes manadas estaban reunidos en un mismo lugar para entrenar. Debían armar planes y constatar que todo salga bien. Cada uno era indispensable y Nadech se encargaba de cerciorarse de que todo se haga con paz y debida calma.
Mark había partido esa mañana. Con la promesa de volver con una solución para el gran problema que acongojaba a Mew. Nadie dudó de él. Nadie nunca lo haría.
—Vamos a practicar la protección de miembros no combatientes de la manada –Nadech señaló a varios ancianos, mujeres, niños y personas en gestación. Su deber era llevarlos a un lugar seguro. Ya tenían el sitio en mente y debían dirigirlos a él.
Gulf estaba entre las personas, con la cabeza en alto y sus manos protegiendo su vientre. Mew regañó a su Alfa por querer solo salvar a su pareja y no a toda la manada como era su trabajo. Solo pudo sonreír cuando Gulf tomó parte de la iniciativa y sostuvo las manos de los dos niños más revoltosos del lugar. Uno de ellos tenía una figura de madera entre sus deditos.
El lugar acordado para la protección de los no combatientes era una cueva a varios kilómetros de la manada. Ahí estarían resguardados por cerca de treinta, entre Alfas y Deltas. Lo practicaban en ese momento porque sabían lo sucio que jugaban los humanos y que probablemente tendrían un ataque sorpresa. En caso de que aquello ocurra, las personas sabrían a donde dirigirse para protección y podrían salvarse bastantes vidas.
El camino no era sencillo, pero la solidaridad se dio a lucir con los Deltas cargando a los huraños ancianos. Pronto Gulf estaba sujetando a los dos niños en sus brazos. Con una fuerza que todos se sorprendieron que tenía.
Cuando llegaron, fue Gulf quien ayudó a mantener la calma. El Gamma estaba dispuesto a ser reconocido por todos como una digna pareja del alfa.
—Este lugar es el más seguro –Nadech señaló la salida —afuera estarán treinta hombres que van a protegerlos con su propia vida. El silencio por parte suya en el momento de la batalla es esencial. Debemos mantener este lugar tan secreto como sea posible.
No hubo quejas. El lugar era espacioso para todos. Para la comodidad de todos, las omegas y Gulf llevarían alimentos y cobijas con el fin de mantener el lugar en completa calma.
Cuando volvieron a sus respectivos hogares el aroma a comida recién preparada logró sorprender a todos. Nadech frunció el ceño y caminó con lentitud hasta la cocina.
—Pensaba que tardarías más –Nadech asintió a su hijo, a la pareja de este y a Mek para que se acercaran —unos dos días como mucho.
—No es tan lejos –Mark tenía platos de comida listos en la mesa —hubiese tardado menos, pero la persona a la que buscaba quiso hacerse del rogar unos dos o tres minutos más de lo pensado.
—¿Te dijo que hicieras algo que no querías? —preguntó Nadech. A pesar de todo lo ocurrido seguía viendo a Mark como su familia —porque si es así voy ahí con dos o tres hombres y me encargo de él.
—No fue difícil convencerlo –afirmó Mark señalando las sillas para así empezar a cenar —él quería visitar estas tierras desde hace bastante.
Mek gruñó al ver lo cerca que Gulf y Mew se habían sentado. Su mirada parecía expulsar fuego y sus manos sujetaban los cubiertos con la suficiente fuerza como para romperlos. Todavía no aceptaba esa relación. No intentaría separarlos porque eso significaría dañar a Gulf, pero no los aprobaba.
Se quedaron a charlar unos minutos más después de terminar de comer. Con la televisión encendida y unas cuantas risas de por medio. Mek se alejó de la escena por voluntad propia. Mark al darse cuenta de ello, lo siguió hasta afuera de aquella casa.
—Volviste solo –dijo Mek cuando escuchó los pasos del omega tras él pensaba que traerías la solución de Gulf contigo.
—Vendrá mañana, debe arreglar unas cosas en su hogar antes de venir –Mark suspiró con cansancio antes de sentarse en el suelo de madera —con ellos, una de las cosas que lastiman a Gulf se habrá solucionado, solo faltaría acabar con otra más y él sería plenamente feliz.
—No necesito tus sermones –El Delta bufó —puede funcionar con el débil de Mew, pero conmigo solo es basura, como todo tú.
—Tampoco eres agradable para mí. Ser tan egoísta como tú es simplemente absurdo –Mark imitó la acción de. Mek y volteó a otro lado —se supone que cuando amas a alguien y ves que está mejor en los brazos de alguien más entonces lo dejas ir.
Mek gruñó y de inmediato sujetó a Mark del cuello y empezó a presionar. Sin embargo, a pesar del dolor que el omega sentía no quitó la mirada retadora de la de Mek, enfrentándolo.
—¿No te das cuenta que él ya te ha superado? –preguntó Mark, bajo, porque el aire no llegaba completo a sus pulmones —te aferras a él como un inmaduro niño.
—
¿Qué quieres que haga entonces? —lo azotó contra la pared y le dio la espalda, odiando la expresión convencida del contrario —que me conforme contigo. La luna nos habrá puesto como destinados, pero eso significa nada para mí. Apenas nos soportamos y es más que claro que te odio.
—Tampoco me agradas –Mark lo dijo aunque aquello le supo un poco agrio —el odio es muy poco para hablar de lo que me provocas. No tengo planes de ser pareja tuya, pero quiero que dejes tranquilos a Mew y Gulf. Ambos merecen un poco de felicidad.
—A Gulf y a mí nos une un lazo más fuerte que ese simple destino de la luna –explicó —hemos estado juntos desde hace más tiempo del que tú crees.
—No importa lo que digas, lo que yo escucho es a un niño con una rabieta insoportable.
—No importa –Mek volteó y quiso entrar a aquella casa una vez más, pero se detuvo y quiso soltar algo más —así no pueda recuperar a Gulf, no voy a ser pareja tuya.
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