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PRÓLOGO

Aún recuerdo aquel día, ése que está en la lista de los peores días de cualquier persona. No me considero afortunada ni mucho menos especial, así que no voy a comenzar con dramatismos acerca de eso. Pienso que la vida es cambiante, pero jamás llegué a imaginar a qué punto iba a cambiar la mía.

Abrí los ojos y la intensa luz blanca me cegó, creí que había muerto. Supongo son los delirios que te ocasionan tantos sedantes y analgésicos, pero cuando terminé por recobrar la poca conciencia que me quedaba y el dolor en el cuerpo comenzó a aparecer, supe que aún estaba viva.

-¿Señorita Miller? - escuché a lo lejos, traté de enfocar un enorme bulto negro, como un costal de papas pero oscuro, abrí aun más los ojos.

-¿Quien...? - comencé a balbucear, mi boca me dolía y sentí una punzada en la cabeza, moví mi mano hacia ella y ésta también me dolió, entonces comencé a recordar algo que creí era un mal sueño.

-Soy el detective Johnson, estoy aquí para hacerle unas preguntas. ¿Recuerda su accidente? - su voz era grave y cautelosa, sabía que por como me veía esto no se trataba de un accidente.

-¿Accidente? ¿Cómo llegué aquí? - dije finalmente midiendo hasta dónde podía moverme y logrando enfocar a un hombre de algunos cuarenta y cinco años que me miraba con gran escrutinio.

-Su vecina, la señora Chong llamó al 911, dijo que escuchó ruidos en su departamento y al entrar la encontramos a usted en el suelo; su novio, Matt Barlow, dijo que se había resbalado de una silla en la cocina, ¿lo recuerda? - mientras escuchaba su relato mi cuerpo comenzó a tensarse, en mi cabeza los hechos de unas horas atrás se agolparon en mi mente y entonces lo vi todo claro.

No me accidenté en ningún momento, acababa de llegar al departamento que compartía con mi novio. Trabajaba como mesera en un bar desde hacía algún tiempo y era bien entrada la madrugada. Recuerdo que al abrir la puerta lo vi sentado en el sofá con una cerveza en la mano y viendo la televisión, la escena clásica. Él era una buena persona, excepto cuando tomaba alcohol, o cuando otro hombre me dirigía la palabra, o cuando la cena no le gustaba, o cuando...bueno, pero en realidad tenía cualidades en alguna parte de él. Me acerqué y le di un beso corto en los labios y me fui a la cocina.

Como todos los días, los platos estaban sucios; Matt decía que yo debía lavarlos porque en mi trabajo me pagaban por eso. Ignoraba sus comentarios porque lavarlos no me molestaba, pero sí me molestaba su actitud. Intenté dejarlo muchas veces, al principio me imploraba perdón y que volviera; al final simplemente me amenazaba y decía que nunca habría nadie mejor que él. Comencé a lavarlos y entonces escuché vibrar a mi celular en la mesa, me sequé las manos pero cuando me giré Matt ya lo tenía en sus manos dispuesto a contestar.

-¿Diga? - dijo él con voz ronca por el alcohol - ¿Quién rayos eres? - gritó al teléfono, después colgó y me miró con furia en sus ojos. Supe en ese momento que todo terminaría mal, al menos para mí.

-¿Quién...quien era, Matt? - pregunté, sabía que me arrepentiría de haber abierto la boca.

-Esperaba que tú me lo dijeras, ¿sales con otro, Rosie? - me dijo acercándose a mí aún con la botella en la mano, me cerró con sus enormes brazos entre la encimera y él. Esto estaba mal.

-¿Qué? Claro que no, Matt, ¿por qué...? - no pude terminar de hablar, su mano golpeó con fuerza mi mejilla derecha y me golpeé la frente con la alacena, intenté llevarme la mano a la cara pero él la detuvo.

-Ya te lo dije, después de mí no habrá nadie más en tu vida, por eso no puedes dejarme, Hayley Rose - odiaba cuando usaba mis dos nombres juntos, sabía que en ese momento tenía todo perdido.

-¡Matt, para! ¡Por favor! - fue lo único que alcanzaba a decir, pero él lo ignoró. Siguió practicando lo aprendido en sus clases de boxeo conmigo, todo se apagó cuando sentí estrellarse en mi cabeza la botella que él tenía en la mano.

Alcancé a escuchar voces que me hablaban mientras veía luces azules y rojas, pero mi conciencia volvió hasta el momento en que el detective Johnson me despertó en el hospital. Matt les había mentido y sabía que habría arreglado todo para que pareciera un accidente, tardaría días convenciendo a los oficiales.

-¿Señorita Miller, se encuentra bien? - me sacó de mis atormentados pensamientos la voz del detective, lágrimas desbordaban de mis ojos y noté que mis manos temblaban. Lo admito, no era la primera vez que él me golpeaba pero jamás me había mandado al hospital. Si volvía con él, me mataría.

-Sí, es sólo que no recuerdo qué pasó - mentí, esperaba que pronto se fuera de ahí, así que fingí estar somnolienta.

-Entiendo, la dejaré descansar. Su novio está dando su declaración en el departamento y por la tarde podrá visitarla, cualquier cosa que necesite le dejaré mi tarjeta - dijo el hombre poniendo sus datos en la mesa que tenía al lado. Asentí y él se fue.

En cuanto cerró la puerta, me senté en la cama. Me dolía todo el cuerpo, pero aun más me dolía el alma de que esto hubiera pasado. Amaba los buenos momentos con Matt, pero estaba consciente de que eso jamás volvería. Me levanté y me escoció el brazo, lo tenía arañado y uno de mis dedos estaba entablillado. Busqué en el baño mi ropa y sólo encontré un pantalón deportivo negro, una blusa azul y la chamarra a juego con el pantalón. Seguramente Matt había fingido estar preocupado y trajo ropa, maldito. Me cambié soportando todo el dolor de estarme moviendo, me miré en el espejo y mi mente colapsó, comencé a llorar muerta de miedo. Encima de la ceja derecha tenía un corte que con suerte no dejaría cicatriz, del lado derecho, mi mejilla estaba amoratada y tenía el labio inferior partido. En el cuello tenía unas marcas rojas...¿dedos? Oh, Dios, había intentado estrangularme; por eso el oficial no me creía.

Me puse zapatos deportivos color negro y me apresuré a la puerta, Matt había traído mi bolso y afortunadamente llevaba algo de dinero. Corrí a la central de autobuses, eran casi las siete de la mañana y quería alcanzar cualquiera que estuviera más próximo a salir. No importaba a donde. Llegué y vi en las pantallas que a las 07:15 am salía uno rumbo a Los Ángeles, me apresuré a comprarlo y a subirme al autobús.

Al sentarme, mi corazón latía a mil por hora, se me salían las lágrimas por el dolor en el cuerpo pero sobre todo por el miedo de que él me encontrara. Me juré jamás pronunciar su nombre de nuevo. Cuando el autobús finalmente arrancó, sentí un inmenso alivio. Jamás sabría a dónde fui, me había librado de él.

Varias horas más tarde, llegué a la centrar de la hermosa capital de California. Como no llevaba equipaje, me puse a caminar sin rumbo y dispuesta a encontrar algún trabajo, lo que fuera.

Eso sucedió hace tres meses; mi heridas sanaron, las físicas al menos. Encontré trabajo en una estancia para niños, pero como la vida en esa ciudad es muy costosa tuve que buscarme un segundo trabajo. En un pequeño pero concurrido bar estaban buscando una vocalista para su banda, y aunque yo entré buscando trabajo como mesera, me insistieron en que hiciera una prueba. Mi padre me enseñó a tocar la guitarra y a cantar, y al parecer no habían encontrado a nadie en tres días y les urgía llenar el puesto. Entonces me aceptaron y cada noche, excepto los lunes y martes, cantaba unas cinco o seis canciones que la gente elegía.

Esa era la dinámica, yo preparaba una canción y después había que complacer a la gente con lo que pidiera, ganaba en cuatro horas lo que ganaba en seis en la estancia. Mi vida parecía más tranquila, hasta que conocí a alguien que pondría a prueba todos mis sentidos y toda mi creencia en el destino.

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Hola a todas!
Les comparto una historia que tiene ya tiempo rondando en mi cabeza. Ea un poco complicada pero ojalá les guste. Espero sus comentarios, me ayudaría mucho a saber lo que opinan.

Multimedia: Hayley Rose Miller y Matt Barlow.
Warrior de Demi Lovato.

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