Prólogo.
De pequeña me gustaba jugar con bebes de muñecas.
Mis favoritas eran aquellas con olores y larga cabellera a las cuales podía peinar de diferentes maneras. Me divertía tratarlas como mi madre me trataba a mí. Las alimentaba con un tetero de mentira, les cambiaba la ropa cuando se "ensuciaban", las paseaba en su cochecito e incluso les cantaba canciones de cuna.
Esa afición por jugar con bebes de muñeca me duró hasta los ocho años. A partir de esa edad hasta los doce me interesé por mis amigas; y el aparente asco que le tenían las niñas a los niños (y viceversa) en ese entonces me parecía muy "de moda".
Mi infancia transcurrió tranquila y feliz. Hasta que llegue a la etapa de la adolescencia y comencé a experimentar los cambios hormonales. Cuando cumplí los dieciséis años tuve mi primer novio...
Y fue un total asco.
¿Quién dijo que un chico hormonado podía ser un novio paciente y atento? A él le pareció más interesante acostarse con la mitad de mi promoción a mis espaldas.
Luego de esa experiencia, decidí enfocarme en mis estudios y logré graduarme de la secundaria como la tercera estudiante en tener el mejor promedio.
Entrar a la universidad fue otro reto el cual lo recibí muy a gusto. Cambiar de ambiente, de amistades, profesores e incluso de ciudad (ya que me mude a un apartamento que quedara cerca de la universidad) fue algo totalmente nuevo, pero grato.
Nunca había sido una chica que se la pasara de fiesta en fiesta, pero gracias a la insistencia por parte de una de mis amigas en ese entonces, asistí a una la cual sería la más concurrida del año, y fue cuando conocí a mi segundo novio. Pero nunca había conocido a alguien que le faltara tanta chispa en su vida. Era tan aburrido pasar el tiempo con él, que todas sus cualidades se iban al caño por ese defecto. Decidí darle fin a aquello de la forma más sutil posible y terminamos como amigos... luego me enteré que era gay.
A mitad de carrera conocí a uno de mis grandes amores. Atlético, guapo, buen estudiante y generoso, ¡todo lo que una chica podría querer! Pero lamentable, era un niño de mami y papi. Más de una vez, en las que soportaba sus rabietas y desplantes, me pregunté si él me veía como su novia o su madre. Me terminó tiempo después ya que sus padres habían arreglado un matrimonio muy ventajoso con una rubia árabe.
Terminé mi carrera entre altos y bajos, cualquiera que dijera que estudiar era sencillo estaba equivocado.
Los chicos que vinieron después de "niño llorón" (como lo apodaba en mi mente), solo eran para no sentirme sola, nada importante para mí. Y esto se debió a que después de haber culminado el sexto semestre mi padre enfermó de gravedad... le habían diagnosticado cáncer de estómago. Un día después de mi graduación, él falleció. Y fue así como quedé prácticamente sola, puesto que, si antes la relación con mamá era mala, después de la muerte de papá, se tornó muchísimo peor. Asumía que ese sentimiento de agobio y posteriormente de soledad me llevaba a aceptar los cumplidos e invitaciones de la mayoría de mis pretendientes en la universidad y fuera de ella.
Semanas después de mi graduación, comencé a trabajar como secretaria del presidente de una empresa de textiles. Si... adquirir un buen trabajo estando recién egresada no era sencillo. Aun así, las cosas no eran tan malas, y a los ocho meses de estar trabajando en esa empresa, uno de mis compañeros de trabajo se me declaró asegurando estar completamente enamorado de mí y que aceptara su invitación para salir. Una cosa conllevó a la otra y caí rendida a sus pies, sinceramente pensaba que ese sería el indicado, que por fin podría pensar en tener una familia propia y cumpliría uno de mis sueños desde que jugaba con mis muñecas...
Pero no fue así.
Un año después de estar saliendo, él se fue del país porque había recibido una oferta de trabajo al otro lado del mundo. Yo no pretendía irme como si nada y dejar mis raíces y él no se quedaría "estancado" (tal y como había dicho) a mi lado.
Lo comprendí, lloré su partida y seguí adelante.
Sin embargo, ese vacío continuaba clavado en mi pecho ahogando mi respiración.
Yo quería alguien a quien pudiera darle mi amor y que a su vez, ese alguien me lo devolviera con la misma intensidad con que yo lo otorgaba. Quería compañía y tener con quien compartir mí día a día, recuerdos, metas, alegrías y malos momentos. Yo quería el combo completo que ofrecía la vida... quería una familia. Asumía que la falta de una durante tantos años me hacía desear aquello con tanto fervor. Pero, ¿cómo tenerlo si ningún hombre parecía querer mantenerse a mi lado?
Un año después de haber entrado en esa empresa como secretaria, logre, junto con otros amigos, independizarme. Abrimos nuestra propia empresa y las cosas parecían ir para mejor. Conseguí un apartamento más amplio y en una de las zonas más seguras, logre comprar un bonito auto e incluso pude guardar en el banco algunos ahorros. A pesar de sentirme realizada en muchos aspectos de mi vida. Había algo que me faltaba.
Catalina, mi mejor amiga y socia, aseguraba que sólo era un capricho mío. Pero ella lo decía porque tenía una amplia familia y nunca le faltó el amor de ninguno, es decir, ¡sus abuelos tenían bisnietos! Y ella pronto sería mamá, al lado de un hombre que estaba tan enamorado de ella, que su amor enceguecía a cualquiera que los mirara.
Tal vez era un capricho, pero yo quería ese amor incondicional que siempre sentí que me hizo falta desde la partida de mi padre.
Y ese fue el motivo principal por el que acepte ese reencuentro de "promoción"... Pero, ¿quién se hubiese imaginado que mis planes iban a salir al revés?
Por aquí les dejo esto a ver si les gusta, pronto primer capítulo♥
Nuestros maravillosos protagonistas: Lily Collins y mi Harry Styles♥
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