Epílogo.
Una vez leí que nunca estás "tarde" o "temprano" en la vida.
No te encuentras en una carrera por ser el primero en lograr cualquier cosa que pienses y es momento de cumplir. Todos y cada uno de nosotros tenemos nuestro tiempo. Hay personas que se gradúan y ya tienen trabajo, otras que les cuesta conseguirlo. Algunos se enamoran, otros no. Unos crean metas y terminan con unas diferentes, otras finalizan con esmero aquello que se propusieron.
Entonces, cuando vemos a nuestro alrededor, a veces creemos que no es suficiente, que no nos hemos esforzado tanto o que no podremos avanzar más de donde nos encontramos en ese momento.
Lo sorprendente de la vida es que siempre parece saber hacia dónde dirigirte, siempre terminas en el lugar indicado, a donde se supone y perteneces... Justo en el momento que era necesario llegar hasta ahí.
Tercer mes de embarazo.
—¿Mi luz? —golpeé la puerta con los nudillos, bastante preocupada. —¿Estás bien?
Escuché las arcadas e intenté ingresar al baño de nuestra habitación, pero ésta tenía seguro.
—Harry...
—No quiero que me veas así—apenas si lo escuché. —No quiero provocarte arcadas.
Hice una mueca entendiendo su punto, pero para ser sincera, y a pesar de estar comenzando con este embarazo, no me estaba sintiendo tan mal.
—Pero quiero estar contigo.
—Ya voy a salir.
Suspiré y me senté en la cama apretando mis puños a ambos lados.
Después que me había desmayado, Harry me llevó a la clínica para hacerme un análisis de sangre y, horas después, confirmamos lo que ya sabíamos.
Estaba embarazada.
Un par de días después habíamos concertado una cita con una ginecóloga, tendría mi primer eco y sinceramente, no sabía qué esperar. Estaba algo... reacia a siquiera mirar mi abdomen. No sabía exactamente de cuanto estaba, pero no me atrevía a darme ilusiones. Si mis cálculos no me fallaban, estaba de tres meses, y aunque sí me había dado cuenta que estaba un tanto pasada de peso, pensé que simplemente sería eso... que había engordado.
Me levanté en cuanto escuché la puerta del baño abrirse, caminé hasta un pálido Harry quien me sonrió débilmente y me arropó con sus brazos pasándolos por mis hombros.
—Te veo muy pálido.
—Creo que tengo algo estomacal, desde hace unos días siento náuseas por las mañanas, hasta hoy fue que vomité.
—No me habías dicho—comenté preocupada separándome un poco para verlo a los ojos. —Deberíamos ir a ver a un médico.
—Tranquila, no es para tanto, ya se me pasará—besó mi frente y suspiró. Escondí mi rostro en su pecho nuevamente, escuchando los latidos de su corazón. —Debes dejar descansar a tu mente.
—Tengo miedo.
—Lo sé, para ser sincero, yo también—deshizo el abrazo para inmediatamente tomar mi rostro entre sus manos, cerró sus ojos acariciando su nariz con la mía dándome leves caricias. —Te amo, inmensamente, lo sabes, ¿cierto?
—También te amo, demasiado.
Dejó un piquito en mis labios y abrió los ojos sonriendo.
—Asumiremos esto con la misma fuerza que me demuestras tener todos los días.
Tomé sus muñecas con mis manos apretando con fuerza.
—No podría soportar otra pérdida... —susurré, permitiéndome dejar escapar una lágrima.
—No tendrás que pasar por eso, ya lo verás, todo saldrá bien.
Me besó una vez más antes de abrazarme con fuerza.
Dejamos a Madeline junto a Thunder (ya que la niña no quería dejarlo solo), en casa de la madre de Harry, el cual no había soltado mi mano en todo lo que llevábamos de camino.
—Tengo ganas de comer algo sabroso.
—¿Ujum? —besé su hombro. —¿Algo como qué?
—Unas papas de Mc Donald's, tal vez nuggets y helado de chocolate—alcé mis cejas mientras reía.
—¿Tanto?
—Ya te dije, me provoca, tengo como ansiedad.
—Bueno, suena rico, que sean dos rondas. ¿Te parece después de la consulta?
—¿No podemos pasar ahora?
—Mhm... —ladeé mi cabeza mirándolo con atención. Generalmente, no era tan ansioso. —Creo que es mejor cuando salgamos, no me gustaría que me cayera mal la comida en plena consulta.
—Sí, tienes razón.
—Por cierto, ¿te das cuenta que estás muy tranquilo por esta cita? En el pasado no querías ni ver los ecos—reí intentando sentirme menos nerviosa, necesitaba distraerme.
—Oh sí, que idiota fui—negó con su cabeza. —Espero puedas perdonarme por eso, sé que te lastimé.
—No es nada, lo importante es que ahora estamos juntos.
—Y siempre lo estaremos, mi luz—llevó mi mano a sus labios y besó el dorso de esta, antes de sonreírme y provocarme mariposas en el estómago.
Continuamos con el viaje hablando del buen trabajo que estaba haciendo el nuevo director general de la empresa de Harry, hasta que llegamos a la clínica y yo sentí cómo comenzaba a sufrir de vértigos. No me gustaban los hospitales, cuando me enfermaba, no accedía a ir con un médico a menos que no pudiera pararme de la cama, una terrible fobia que había quedado conmigo y... ¿qué podía decir? Algunas heridas son para siempre.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Harry luego de ayudarme a bajar de la camioneta. Entrelazó nuestras manos mirándome con atención.
Tragué saliva completamente nerviosa, pero terminé por asentir.
—Terminemos con esto.
Besó el dorso de mi mano y asintió, caminamos en dirección a la clínica y una vez adentro, subimos al respectivo piso y nos sentamos a esperar en las incómodas sillas. Rellenamos el formulario que me entregaron y luego me quedé cabeceando (ya que tenía algo de sueño), recostada del hombro de mi novio mientras éste se concentraba en responder algunos mails desde su celular.
—¿Di Pietro Samantha?
Parpadeé varias veces ante el llamado, y prácticamente fui arrastrada por Harry al él colocarse de pie antes de que yo pudiera reaccionar.
—Soy yo—murmuré ante la regordeta mujer. La secretaria sonrió e hizo un ademán hacia la puerta de la doctora.
—Adelante.
Apreté con más fuerza la mano de Harry y lo sentí acercarse a mí.
—Estaremos bien—murmuró a la altura de mi oído. Asentí y tomé una gran bocanada de aire antes de comenzar a caminar.
Una vez en el consultorio, la doctora se comportó de manera afable y comenzó a hacerme preguntas de rutina. Le mostré el análisis que me había hecho y rectificó la información, además de darme algunos consejos ya que tenía uno que otro valor bajo y debíamos subirlos cuanto antes.
—¿Es tu primer embarazo?
Me tensé ante la pregunta mientras me sentaba en la camilla. Harry me sonrió levemente.
—El segundo, en realidad, aunque no llegue a... tener el primero. Murió al nacer.
—De acuerdo, ya me contarás más al respecto, ¿está bien? —comentó con suavidad a lo que yo asentí. —Recuéstate, vamos a ver esa vida creciendo en ti.
Tomé varias respiraciones antes de hacer lo que me pidió, con Harry a mi lado, de pie y sosteniendo fuertemente mi mano.
—El gel estará algo frío—tuve un escalofríos en el momento en que ella lo echó sobre mi abdomen provocando que ella riera un poco. —Muy bien, veamos a ese bebé—pronunció viendo la pantalla mientras comenzaba a pasar el aparato sobre la zona correspondiente.
Mi corazón latía como loco desbocado, y lo hacía cada vez más rápido ante cada minuto que la doctora pasaba sin decirnos absolutamente nada.
—¿Y bien? —preguntó Harry al ver que ella no parecía querer decir algo, internamente agradecí su intervención. —¿Está todo en orden?
—Sí, sí, siento la demora, es solo que quería estar segura.
—¿Segura? —pregunté comenzando a alarmarme. —¿Segura de qué?
—Presten atención—se acercó a la computadora un poco más para poder prender un equipo, y justo comenzamos a escuchar un golpeteo. —¿Lo escuchan?
—Oh Dios—se me escapó un sollozo y llevé una mano a mis labios. Volteé para mirar a mi novio el cual me regaló una amplia sonrisa, lo notaba nervioso, pero aun así estaba muy... feliz.
—¿Se percatan que no es un solo ritmo constante?
—Sí—Harry volvió la atención hacia la doctora e hizo una mueca. —No pareciera que latiera con normalidad.
—Eso es porque estamos escuchando dos corazones.
—¡¿Mi bebé tiene dos corazones?! —juraría que Harry se pudo haber desmayado en ese momento. Yo simplemente estaba en shock, ¿qué?
—No, no, por amor a todo lo bueno—la mujer se rió, y para ser sincera, ya comenzaba a irritarme. —Son dos corazones lo que escuchamos, porque son dos bebés los que están esperando.
Cuando escuché un estruendo a mi lado y la mano de Harry soltarme, me giré para el lado donde él estaba y lo encontré sentado en el suelo con la boca abierta y los ojos exageradamente amplios.
Giró su cabeza para mirarme, pero yo estaba muda. Completamente petrificada ante las palabras de la doctora. Volvió su atención a la mujer frente a nosotros, la cual parecía divertida por el casi desmayo del ojiverde y por mi obvia mudez.
—¿E-eso quiere decir que... que tendremos...? —balbuceó para después quedar sin palabras y girar el rostro para mirarme una vez más.
—Gemelos—expresó la doctora alegre. —Felicidades futuros padres.
Quinto mes de embarazo.
No quería conocer los sexos del bebé. Y todo debido a mi miedo irracional de comprar siquiera un pañal. Estaba aterrada de cómo podía concluir este embarazo, y más aun al enterarme que ahora eran dos vidas las que dependían de mí.
La doctora había estado un poco preocupada por mi estado anímico, es por eso que me había recomendado volver con mi terapeuta para que me ayudara durante los meses restantes al nacimiento de ese par de bebés. Yo acepté casi de inmediato porque sentía como me comenzaba a hundir. Mientras tanto, Harry me acompañaba a su modo, a veces le hablaba sobre lo que había discutido en la sesión y me abrazaba durante todo el tiempo, escuchando pacientemente y dándome su punto de vista o diciendo lo orgulloso que estaba de mí, otras veces, no quería más que acurrucarme con él a mi lado velando mis sueños.
Mi vientre creció de una manera impresionante, como si al enterarme del embarazo ya no se sintieran hostigados y decidieran notarse. Sinceramente, eso me tenía feliz. La primera vez tuve una barriga pequeña y vivir esta experiencia un tanto... diferente, me tenía complacida y alegre.
Nuestros familiares no paraban de llamarnos, visitarnos o enviarnos algunos regalos (a los cuales no les había prestado mucha atención), eso sin hablar de Madeline, la cual lucía extremadamente emocionada e impaciente porque sus "gemelitos" (como los había apodado), nacieran.
Por otro lado, me sentía bien al no tener síntomas, pero mal por Harry luego de habernos enterado, poco tiempo después de saber que eran gemelos lo que esperábamos, de lo que estaba padeciendo y que la duración del síndrome no se podía saber con exactitud.
—Oh, señor Styles, usted no está enfermo—había comentado el médico al que el ojiverde había asistido, luego de haber vomitado tres veces durante la misma semana.
—¿Ah no?
—No, usted sólo está sufriendo del síndrome de la covada.
Ambos fruncimos el entrecejo sin entender.
—¿Y qué significa eso? —me atreví a preguntar asustada de la respuesta.
El doctor parecía divertido mientras nos señalaba con el bolígrafo.
—Están compartiendo los síntomas del embarazo.
Vomitó luego de eso, no quise reírme de aquello, pero sí me pareció gracioso. Al parecer, los hombres que mantenían un fuerte vínculo con la madre padecían ciertos síntomas, ¿psicológico? Quien sabe, pero ya entendía porqué parecía tan ansioso cada vez que le provocaba algo de comer.
Por otra parte, aunque aún no habíamos acondicionado la habitación que sería para los bebés (ya que yo no había querido), sí conocíamos cuál sería y estaba segura que, secretamente, Harry se había encargado de comprar algunas cosas de colores neutros para los recién nacidos.
Comenzamos a asistir a un programa de padres primerizos de gemelos y/o mellizos, y la verdad era que estaba siendo de mucha utilidad. Harry debía ser de gran ayuda para mí ya que no era uno, sino dos bebés de los que hablábamos, y como cláramente no podía encargarme sola de ambos (y como tampoco queríamos contratar a alguien para que nos ayudara), él estaba poniendo todo su empeño en aprender cómo ayudarme y a cómo distribuir nuestro tiempo para saber cómo cuidar de dos bebés que exigirían cuidados al mismo tiempo.
Una noche la cual no podía conciliar el sueño, sentí al ojiverde removerse a mi lado hasta recostar su barbilla sobre mi hombro, después de haberlo besado.
—¿Qué sucede?
Sonreí ligeramente moviendo mi cabeza hacia atrás para mirarlo.
—¿Cómo sabías que no dormía?
—Estás inquieta—respondió encogiéndose de hombros. —Además, estás muy alejada de mi, te gusta acurrucarte, siempre lo hemos hecho—besó mi mejilla y yo asentí sintiéndome feliz de lo bien que me conocía. —¿Entonces?
—Estaba pensando en lo que tu hermana dijo sobre el baby shower.
—No tienes que aceptar si no quieres, Samantha.
—Lo sé, pero no quiero decepcionarla por mis miedos sin sentido—musité triste.
¿Saben qué me daba impotencia? Estar asustada cuando no quería sentirme de esa manera, no ante todo el apoyo y el amor que tenía de mi lado, ¿pero cómo decirle al miedo que no quieres que te persiga?
—No son miedos sin sentido—él murmuró y yo me volteé ocultando mi rostro en su cálido pecho. Harry colocó una mano en mi vientre abultado regalándome leves caricias. —Si no quieres que haya un baby shower, no lo habrá, lo primordial eres tú y los bebés. Además, como sé que todo saldrá bien, podemos hacer un post baby shower donde realmente bañemos a los niños. Podemos comprar una piscina.
Reí limpiando mis lágrimas ante su declaración sin sentido.
—Esa celebración no existe.
—Pues nosotros la inventamos e implementaremos y como el mundo es un consumista de mierda, tanto que hasta hacen fiestas por conocer el sexo del bebé, nos haremos millonarios y nunca más tendremos que trabajar.
Solté una carcajada y pasé uno de mis brazos por su cuerpo para abrazarlo. Como pudo, me arropó entre sus fuertes brazos sin dejar sus caricias.
—Te amo mucho.
—Y yo te amo mucho más.
Fue en ese momento cuando sentimos las primeras patadas de nuestros bebés.
Octavo mes de embarazo.
River flows in you, sonaba melodiosamente del piano que era tocado por Madeline.
Que la pequeña se mostrara interesada por el instrumento en el que a veces pasaba horas tocando, me hinchaba de orgullo, y más aún porque había sido yo quien le había estado enseñando todo lo que sabía hasta el momento. Con 9 años, tocaba de manera extraordinaria el piano y tanto Harry como yo estábamos muy orgullosos de ella.
Me iba a levantar para aplaudir en cuanto tocó la última tecla, cuando sentí cómo humedecía mi vestido. Bajé la mirada y miré con horror lo que estaba ocurriendo...
Oh mierda, había roto fuente.
—¡Harry! —grité, y él de inmediato borró su sonrisa y dejó de aplaudir para acercarse a mí, al igual que Mad.
—¡¿Qué?! ¡¿Ya es hora?! ¡¿No falta otro mes?! —podía notar lo nervioso que estaba, puesto que comenzó a dar vueltas sobre un mismo lugar; pues bien, ya éramos dos.
—La doctora dijo que era normal que el parto se adelantara, son gemelos después de todo—apreté mis labios al sentir las familiares punzadas de dolor.
—¡Tenemos que irnos ya mismo! —vociferó vuelto loco al ver mi cara de dolor y volteó para mirar a su hija. —Madeline, busca las pañaleras que están escondidas en tú sabes donde y el bolso de tu mamá que está detrás de nuestra puerta, corre.
La pequeña de rizos asintió y corrió a buscar lo que su padre había pedido mientras que él corría por su celular y las llaves del carro. Achiqué los ojos en su dirección sin prestarle atención a los dolores que comenzaba a sentir.
—¿Las pañaleras que están escondidas en tú sabes donde?—repetí tratando de no reírme.
—Bueno, cariño, hombre precavido vale por dos—farfulló sacudiendo su cabello dispuesto a cargarme hasta la camioneta. —Además, no podíamos dejarlos desnuditos, ¿o sí?
—Tienes razón, soy una insconcien... ¡ay! —exclamé apretando los dedos de los pies y encorvándome un poco entre los brazos de Harry.
No recordaba que fuera tan de doloroso.
—Tranquila, estaremos bien—me dejó en el auto y corrió de vuelta a la casa.
Comencé a contar el tiempo entre cada contracción hasta que mis dos amores estuvieron de vuelta en el auto.
—Siento la tardanza, Madeline no quería dejar a Thunder.
—Estará bien, mi amor—le dije a la pequeña volteando para verla. Ella hizo un puchero, pero asintió. Se acercó hasta estar entre ambos puestos de adelante y señaló mi vientre.
—¿Ya nacerán? —sonrió ampliamente contagiándome, de repente, con su alegría.
—Así es, ¿qué quieres que sean? ¿Niños o niñas?
—Uno y uno, quiero ser la hermana mayor de ambos.
Me eché a reír al igual que Harry quien no dudó en tomar mi mano y darle un apretón... Sabía lo que significaba, estábamos juntos en esto, sin importar qué.
El hecho de que no quisieran hacerme una cesárea me estaba matando, por todos los cielos. Estaba absolutamente histérica, no quería dar a luz de manera natural, no podía.
—Por favor, Harry, por favor, sabes lo que puede pasar, tengo miedo.
La mirada del ojiverde me imploraba que me calmara, ¿pero cómo hacerlo en estos momentos?
—Mi luz, por favor, escúchame, los bebés no están en una posición adecuada como para realizarte una cesárea, ¿entiendes? La doctora dijo que es mejor que nazcan de esta forma, incluso es un porcentaje alto más seguro—solté un sollozo escuchando cómo las enfermeras se terminaban de preparar y me pedían relajarme. —Lo haremos juntos y todo saldrá bien, excelentemente bien, confía en mí.
—Muy bien, Samantha—dijo mi ginecobstetra llamando mi atención. —Es la hora, cuando te diga, quiero que comiences a pujar con todas tus fuerzas, será un parto agotador, pero tu recuperación será más rápido de esta manera que con una cesárea, ¿de acuerdo?
—Prométame que mis bebés estarán bien, no importo yo, solo los pequeños, ¿me oye?
—Samantha... —Harry gruñó a mi lado, pero lo ignoré.
—Júreme que estarán bien, fíjese en mi cordón, por amor a Dios, fíjese bien en mi cordón umbilical.
—Estamos listos y sé a qué me estoy enfrentando—asintió con decisión. —Los tres estarán bien.
Ante sus palabras, me sentí más segura y cuando me dio la señal, agarrada de la mano de mi Harry, comencé a pujar.
El llanto, la mayoría de las veces, es sinónimo de tristeza y desasosiego, yo especialmente lo había vivido de primera mano, pero hay ocasiones en las que se puede representar como la mayor muestra de felicidad.
Claro ejemplo fue el llanto de mis dos pequeñas niñas al nacer.
Con 2 kilos 800 y 2 kilos 753, se convirtieron en parte de la más grande de mi felicidad. Mi vida, ahora, estaba completa.
—Son dos niñas hermosas y sanas—nos dijo la enfermera al entregarme una pequeña y al dejar a otra en los brazos de su papá. —Felicidades.
No podía dejar de llorar, era como si hubieran abierto una llave dentro de mí y no pudiera detenerme. ¿La verdad? En esos momentos, no me importaba. En esas lágrimas estaba botando toda la desesperación, el miedo y la ansiedad que me habían acompañado durante esos 5 meses.
Besé la frente de mi bebé y volteé para mirar a Harry quien también había dejado escapar un par de lágrimas. Me miró cuando sintió mis ojos en él y me regaló una espléndida sonrisa.
—Me has hecho el hombre más feliz del mundo—se inclinó y besó mis labios y la frente de la bebé que tenía entre mis brazos. —Las amo con toda la fuerza de mi corazón.
Solté un sollozo y me sentí llena de júbilo.
Había vencido al miedo.
Escuchar las risas de mis tres hijas me llenaba de un gozo inexplicable.
Eva y Evelyn perseguían a su hermana mayor, cayendo de vez en cuando sobre la arena, pero levantándose de inmediato para continuar con el juego. Diana, Thomas (los hijos de Cata), y Edward (el pequeño gordito de Harriet) también se unieron a la carrera, mientras que Thunder ladraba dando vueltas y brincos alrededor de todos ellos.
Organizar una salida familiar una vez al mes era una imperiosa orden de las hermanas Styles, y como Cata y yo (junto a nuestros maridos) nos prestábamos para las locas ideas de Harriet y Hazel, lográbamos reunirnos sin falta en alguna playa para pasar el día o en un hermoso parque para realizar una tarde de picnic y juegos.
Nuestros hijos eran tan inseparables como sus padres, y sin duda alguna, amábamos que fuera de esa manera.
—¿Les decimos?
Harry me sacó de mis cavilaciones con su pregunta, escondiendo su rostro en mi cuello para dejar algunos besos en él. Sonreí viendo como mis cuñadas iban detrás de los niños para vigilarlos de cerca, por lo que me relajé y me acerqué más a su cuerpo en busca de mimos. Sujeté los cabellos cerca de su nuca cuando sentí su mano pasear por uno de mis muslos, y lo obligué a salir de su escondite.
—Mhm... ¿No habíamos acordado mantenerlo en secreto hasta el cumpleaños de las gemelas?
—Sí, pero sinceramente ya no aguanto—beso mis labios repetidas veces haciéndome reír. —Quiero que sepan que nos casamos.
—Tu madre nos matará cuando se entere que nos casamos sin planearlo, solo nosotros dos, las niñas, Hazel y Cata como testigos. ¿Y qué decir de Harriet? —negué con la cabeza riendo al imaginarme el escándalo que armaría. —Nos matará.
—Por lo menos alcanzamos a disfrutar de la primera etapa en la vida de casados.
Solté una carcajada divertida por sus ocurrencias.
Pocas veces teníamos arrebatos locos e inesperados, podía ser desde irnos los 5 una semana entera a alguna playa o de viaje a Disney, hasta casarnos porque nos provocó.
Así éramos nosotros, inesperadamente imprevisibles.
—¿Sabes algo, Sam?
—Dime.
Tomó mi barbilla entre sus dedos mirándome con atención.
—La próxima vez que tengas algún capricho, no me lo consultes.
Achiqué los ojos sin poder dejar de sonreír.
—¿A qué te refieres?
—A que el hecho de que quedaras embarazada de mí, ha sido el capricho, más agrio y dulce que he tenido la dicha de experimentar jamás—sonrió de lado. —Ahora que lo pienso, tú siempre has sido un capricho para mí, tan agrio como dulce—relamió sus labios y yo reí sin poder evitarlo.
—¿Así que soy tu capricho agridulce?
—¡Papá! ¡Mamá!
Las niñas se acercaron corriendo hacia nosotros y prácticamente se lanzaron sobre ambos haciéndonos reír. Eva y Evelyn hablaban sobre el delfín que habían visto a lo lejos mientras Madeline les acomodaba el cabello mojado y las corregía cuando pronunciaban mal alguna palabra. A sus cinco años, eran tan parlanchinas como lo había sido su hermana mayor, incluso cuando tuvo la misma edad.
—No—dijo Harry de repente, haciendo que lo mirara con una gran sonrisa. Él tenía en su rostro plasmada una suave, haciendo contraste con la mía, pero aún así, ambas demostraban cuan feliz nos sentíamos en ese momento. —Dejémoslo como el más dulce de los caprichos.
Sinceramente, gracias por acompañarme en este camino. Aunque a muchas las exasperó algunas acciones, reacciones y decisiones de Samantha, les agradezco todo el apoyo que tuvieron para conmigo, mi novela y mis personajes en sí. Realmente es difícil para una persona que vive su vida SOLA, que además es desconfiada, aceptar ayuda y sentimientos por otros. Incluso su círculo social era reducido y sólo se interesaba por un grupo selecto de personas. Aprender a amar no es sencillo cuando durante mucho tiempo has estado rodeado de indiferencia y soledad. Sin embargo, esos obstáculos pueden ser superados si te lo propones y no te cierras a las oportunidades.
El libro de Harry está en "veremos", en muchas oportunidades aseguré que sí lo escribiría, pero también quiero trabajar en otras historias, tengo taaaantas ideas pendientes, que la verdad ya ni sé qué hacer, jeje. Aun así, no está del todo descartada la idea del libro de Harry. Por otra parte, les dejé un apartado con fotos de la familia Sarry y otro con el playlist de la historia para quienes disfrutan de la buena música *guiño, guiño*.
Gracias por la paciencia que tuvieron a lo largo de la historia, ya que cada actualización se hacía eterna jajajaja, gracias por sus aportes y muchísimas gracias por sus hermosos y espectaculares comentarios. Ustedes son los que me mantienen con las ganas de quedarme en esta plataforma escribiendo cual cosa se me ocurre.
Los amo mucho y gracias por formar parte de mi vida♥
All the love,
Paola Correia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro