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Capítulo 3: Emborracharse

Luego de que Patricia y Jane se fueran después de haber desayunado las tres juntas, prendí mi laptop y busqué la invitación del reencuentro para leerla una vez más provocando que comenzara a divagar en mis pensamientos.

¿De verdad sería capaz de ir allá y escoger a alguno de mis ex compañeros para tener sexo desenfrenado con tal de quedar embarazada?

—Me asusta que la respuesta a esa pregunta es un sí solemne—susurré a la nada.

De repente, sonó mi celular y me di cuenta que era una llamada entrante de mi asistente.

—Sé que voy tarde—fue lo primero que dije sin dejarlo hablar. —En medio hora estoy allá—ambos sabíamos que era una mentira, pero él, sabiamente, se limitó a aceptar y a hacerme un breve resumen de lo que me esperaba en el día.

Después de terminar con la llamada, miré nuevamente la invitación de la fiesta ojeando la lista de invitados. No podía dejarme guiar mucho por las fotos ya que habían muchas que eran viejas, claramente para avergonzarnos. Luego de perder diez minutos divagando, cerré la laptop y me apresuré a mi habitación para poder arreglarme y empezar la rutina de otro día.

La semana pasó entre ajetreos y arreglos de última hora, mis nervios por la fiesta de mi grupo del colegio y varias novias y cumpleañeras felices e histéricas por sus respectivas celebraciones.

Cuando menos me lo esperé, ya era sábado por la noche y sabía que si no paraba de morder mis uñas me quedaría sin dedos. Caminaba nerviosa de un lado a otro en mi habitación. Hacía más de veinte minutos que había lanzado toda mi ropa sobre la cama y aun no sabía que ponerme, es decir, ¿que debía usar para ir a pescar al dueño de unos espermatozoides?

Hice una mueca y detuve mi caminata.

Mal elección de palabras.

Sacudí mi cabeza y rescaté de la montaña de ropa todos los vestidos cortos de noche que tenía. La invitación decía explícitamente que debíamos ir vestidos elegantes, pero nada que rayara en lo exagerado. Pero realmente, no sabía cómo vestirme, primero, porque tenía clara mi misión, en realidad, no estaba muy segura de cumplir con mi misión y segundo, porque presentía que sin importar lo que hiciera mi plan no iba a funcionar. Nunca había sido una chica considerada sexy, bonita sí, pero no "sexy", ¿cómo haría para intentar seducir a un hombre? Por otro lado, ¿de cuándo acá era tan atrevida como para hacer semejante cosa?

Solté un gruñido sentándome en la cama con pesadez.

Vamos, no puede ser tan difícil, es como en la universidad, risas tontas, pestañeo, cabello... aunque nunca fui una chica que se acostara con cualquiera.

Le estaba dando muchas vueltas al asunto, si seguía con esa actitud de indecisa, cobarde y acomplejada no llegaría a ningún lado. Me puse de pie de un salto y tomé un vestido color vinotinto que me llegaba cuatro dedos arriba de las rodillas. Debido a la tela estaba segura que se ceñiría a mi cuerpo y haría resaltar las pocas curvas que tenía. Decidida y sin detenerme a pensar ni un poco más en mi loco plan, me dirigí al baño para ducharme y comenzar a alistarme de una vez por todas.

Una vez fuera del baño, me coloqué un conjunto de ropa interior negro (muy sencillo para ser franca), apliqué crema con olor a vainilla en mi cuerpo y me probé el vestido. Me dirigí al espejo de cuerpo completo y sonreí al ver mi reflejo. Había sido una buena elección.

Gasté otras 3 horas entre maquillarme y peinarme y cuando estuve segura de que había agarrado todo lo necesario y lo había guardado en mi cartera. Tomé el ascensor para descender, montarme en mi auto y dirigirme a la aventura más loca con la cual me había enfrentado jamás.

Debía admitir que el hotel era espectacular. La entrada era tan elegante y era tal el lujo que derrochaba el lobby, que podría apostar a que celebridades se habían hospedado aquí. Seguí las indicaciones de un botones con respecto a donde se estaría celebrando el evento y luego de que en la entrada de la sala mostrara mi invitación y me colocaran un brazalete blanco entre al lugar.

Había tantas cosas en el salón, que me sentía agobiada ya que no sabía a dónde mirar primero.

Sobre el pequeño escenario, al fondo de la sala, había un dj quien mantenía a todos bailando con sus mezclas. Los centros de las mesas tenían el número de nuestra promoción tallado en cristal a la vez que alumbraban con luces de colores. El morado, azul y blanco eran los colores que predominaban. Habían pequeñas columnas blancas las cuales sostenían ramos de flores, telas traslucidas decoraban el techo del lugar mientras que cientas de luces navideñas blancas caían del techo adornando lugares estratégicos. Por otro lado, las luces que provenían del escenario a veces chocaba con las personas y en una de esas ocasiones me pude dar cuenta de que nuestras pulseras blancas brillaban de color verde cuando la luz las tocaba... ya entendía, era parecido a una fiesta de neón. Continué con mi recorrido visual y pude percatarme de una amplia mesa con distintos tipos de aperitivos, además estaba la pista de baile que estaba relativamente llena debido a mis compañeros que hacían uso de ella. Y por último, el héroe de la noche, quien me ayudaría a llevar a cabo mi plan...

La barra de licores.

Comprendí que si quería aplacar mis nervios y jugarme el todo por el todo con este plan, debía emborracharme, así que ni lenta ni perezosa, me dirigí en esa dirección y después de pedir un mojito, me giré en la silla de la barra intentando reconocer a los invitados.

Era increíble como estos ocho años habían afectado a muchos de mis compañeros (hablando en la parte física), algunos habían cambiando muchísimo su aspecto ya fuera para bien o para mal, y había otro tanto que, en mi opinión, se mantenían iguales.

—Aquí tienes, hermosa.

Me volteé al escuchar la voz del bartender el cual me dedicó una sonrisa muy prometedora. Debía admitir que era muy guapo, con su posible metro ochenta, mirada café y cabello cobrizo acaparaba mucha de la atención femenina, y seguramente era de los que buscaban una noche y eso era todo.

¿Y si...?

Me golpeé mentalmente repitiéndome que estaba loca, pero tampoco tanto. Mi plan era escoger a alguien de confianza, alguno que había estudiado conmigo por años y que conocía. No a un bartender que de seguro también era gigoló.

—Gracias—respondí finalmente y luego de agarrar mi bebida, me levanté del asiento con acolchado color blanco y comencé a recorrer el lugar mientras probaba mi bebida.

No había avanzado mucho cuando sentí como me halaban del brazo. Me topé cara a cara con una de las que solía ser mi mejor amiga. La distancia entre nuestras universidades y el tiempo sin hablarnos por teléfono se había encargado de separarnos.

—¡Eres tú!—exclamó ella, aparentemente sorprendida de verme.

—¡Soy yo!—respondí alzando mi mojito.

Verónica rió por mi respuesta y se acercó para darme un corto abrazo el cual devolví.

—No sabía si vendrías, ¡tanto tiempo!—asentí dándole otro trago a mi mojito.

¿Acaso mis compañeras no tenían otra frase para decir?

—Sí, bueno, ya sabes lo que dicen, donde hay comida gratis...

Dejé la frase al aire y a ella pareció divertirle ya que comenzó a reír.

—¿Sabes quién fue la encargada de todo esto? —pregunté con curiosidad moviendo mi dedo índice en círculos.

—No estoy segura, pero me dijeron que fueron el grupo de las porristas.

Hice una mueca.

¿Las porristas? ¿Aquellas egoístas perras de la secundaria? Sí, claro...

—¿Estás segura? Es decir, no creo que a ellas les importara hacer una reunión de este estilo.

Ella se encogió de hombros en respuesta.

—¿Habías mantenido el contacto con otros de la promoción?

Negué lentamente.

—Hace unos días me encontré con Ana, ella fue la que me comentó sobre la reunión, me dijo que estaría aquí, pero no la veo.

Recorrí el lugar una vez más con la mirada, pero no la encontré.

—Laura me dijo que al final no vendría porque tuvo un inconveniente con el lugar de su boda y tuvo que viajar fuera de la ciudad.

—¿Laura?—repetí su nombre incrédula. —¿De cuándo acá te hablas con esa zorra?

Verónica hizo una mueca.

Laura había sido una de las perras que se había acostado con mi novio aún sabiendo que tenía novia, a mí en específico. Lo que más me molestaba de ella, era que nunca había sido una buena persona, siempre se había creído más que los demás y solo era una niña consentida.

—Me la encontré al llegar, conversamos un rato y es todo, Samantha; cero dramas.

—Sí, claro—susurré llevando el vaso a mis labios.

Verónica no escuchó.

—Y dime, ¿en qué estás trabajando?

Esa pregunta aligeró mi humor.

—Tengo mi propia empresa en organización de eventos, gracias a Dios y a un par de amigos de los cuales soy socia pude tenerlo.

—¡Eso es tan genial! Espera a que se lo cuente a Rick.

—¿Rick?—pregunté sorprendida. —¿Estás de novia con el vendedor de marihuana? ¿Ese Rick?

—¡Samantha!—exclamó Vero mirando a nuestro alrededor. —Eso siempre fue un rumor y lo sabes, y no soy su novia, soy su esposa.

Fruncí el ceño.

¿Qué? ¿Es que acaso todas atravesaban por un período de querer sentirse dueña y señora en conjunto?

—¿Esposa? ¿Y cuándo ocurrió?

—Hace un año—suspiró como solo puede suspirar una persona enamorada mirando un punto a mis espaldas.

Giré mi cabeza y vi a su "esposo" hablar con otros compañeros.

—Necesito otro trago—murmuré sintiendo nauseas por tanto amor. Me tomé el resto del mojito de un trago y me dirigí a la barra siendo seguida por Verónica.

—Dame un Cubalibre.

—Yo también quiero—pidió mi amiga sonriente.

—Que sean dos, guapo.

El bartender me guiñó un ojo y comenzó a preparar las bebidas.

—¿Cuando iremos por los shots?

—Tranquila, Vero—reí porque justo pensaba en eso. —Entremos en calor y luego pedimos nuestro tequila.

Luego de conversar sobre lo "maravillosas" que eran nuestras vidas y continuar bebiendo más mojitos y Cuba libres, nos dirigimos a la pista y bailamos como hacía mucho y no bailaba. Me encontré con otros de mis amigos y luego de saludarnos y ponernos brevemente al día, hicimos un grupo grande para turnarnos y así poder bailar en el centro del círculo.

La noche se me estaba haciendo verdaderamente placentera entre las bebidas y los malos pasos de baile de mis compañeros. Sin embargo, aun no daba con alguno de los chicos que pudiera usar para mi plan, no veía a ninguno apto para parecerse a mi bebé.

—Oh dios—gimoteó, de repente, Vero a mi lado. —Mira quien acaba de llegar.

Giré mi cara hacia la entrada y mi boca se secó en cuanto lo vi entrar.

Harry Styles... Y estaba más bueno que nunca.

Vestía completamente de negro. El jean se ajustaba a sus fuertes piernas mientras que la camisa, que le quedaba holgada, la mantenía abierta hasta la mitad de su pecho dejando ver unos tatuajes que no recordaba tuviera en la secundaria, además mantenía las mangas de la misma arremangadas hasta los codos. Ese cabello corto tan sedoso, sus ojos brillantes, sus grandes manos y su porte con el cual no hacía más que emanar seguridad y virilidad.

Mordí mi labio inferior.

—¿No crees que está más hermoso que antes?

Asentí ante las palabras de mi antigua amiga sin dejar de mirarlo y justo en el instante en que nuestros ojos hicieron contacto por unos segundos, sentí a mi corazón palpitar fuertemente, a mi mente recrear imágenes y a mis hormonas alborotarse. Fue en ese momento cuando lo decidí.

Lo quería a él como el donador inconsciente de esperma.

Solté una risita por el estúpido nombre que le había puesto para después voltear y poder ver a Verónica.

—Oye, ¿crees que se quiera acostar conmigo?

Las cejas de Verónica se dispararon hacia arriba claramente sorprendida por mi pregunta.

El alcohol ya comenzaba a afectarme.

—Harry se acostaba con todas, ¿que ya no lo recuerdas?

—Sí, pero yo no soy todas, nunca hablé con él.

—Pues, en ese caso, deberías acercarte y preguntarle.

Solté una carcajada.

¿Preguntarle? Ni loca. Y además, necesitaba un par de tragos más para terminar de llenarme de valentía.

—Ya regreso—le grité a Verónica para que pudiera escucharme y ella asintió.

Salí del círculo y me dirigí a la barra.

—¿Ahora qué te sirvo, preciosa?

—Vodka con jugo de naranja, dos por favor.

El chico asintió y luego de darme las bebidas, tomé una inspiración profunda viendo a mi objetivo reír con uno de sus antiguos compañeros del equipo de fútbol.

—No seas una cobarde ahora—susurré para darme fuerza.

Comencé a caminar en su dirección y mi corazón palpitaba a mil por hora.

¿Qué si me rechazaba? ¿O si no me respondía? ¿Qué tal que no le gustara ni un poco? ¿Y si le caía mal? ¿Y si me ignoraba? O peor aun... ¿qué haría si él no quisiera acostarse conmigo?

—¡Samantha Di Pietro!

La exclamación de Ryan, el amigo de Harry, me hizo darme cuenta que ya estaba frente a ambos.

—Hola Ryan—le sonreí al único del equipo que me agradaba y me había percatado de que no era un idiota.

—¿Cómo has estado?

Iba a responder, pero la voz ronca de su acompañante me interrumpió.

—¿Que pregunta es esa, Ryan? ¿Acaso no ves lo hermosa que está?

Aunque el punto de mi visita era coquetear como una tonta, achiqué los ojos en su dirección y le dirigí mi mejor cara de escepticismo.

—¿Te acuerdas de mí?

Él sonrió, pero era una de esas sonrisas lobunas que te dejaban sin aliento.

—¿Que si me acuerdo dices? —dejó su postura relajada y se irguió demostrando su alta estatura. Recorrió mi figura con sus ojos y luego se acercó a mí caminando lentamente a mí alrededor. ¿Qué era esto? ¡¿El aeropuerto?! —Samantha Di Pietro, buena estudiante, conocida por sus fiestas en la playa cada verano, fuiste presidenta del periódico escolar el último año y fuiste una de las encargadas del comité de graduación.

No pude disimular mi sorpresa, sabía mucho más de lo que yo me hubiese imaginado. Toda una vida pensando en que él ni siquiera conocía mi nombre y me encontraba con semejante respuesta.

—Oh, y no podemos olvidar que eras una de mis más grandes admiradoras—bajó la voz y sentí como se posicionaba a mis espaldas. —Sé que ibas a cada uno de mis juegos, Sam—susurró en mi oído causando un leve escalofrío.

Me volteé para mirarlo y, en el proceso, me pude percatar que Ryan se había ido.

—Me doy cuenta que sigues igual de ególatra, Styles.

—Gracias, me alegra escuchar que aún reconoces mis virtudes.

Suspiré apretando uno de los vasos con fuerza.

Solo necesitas sus genes, Sam, solo eso...

Tomé una disimulada inspiración profunda y con la mejor sonrisa que pude plantar en mi rostro le ofrecí el trago.

—¿Quieres?

Alzó una ceja ante mi invitación sin recibir mi bebida.

—¿De cuándo acá tu ofreciéndome algo? Creí que no te agradaba.

—Yo creía que no me conocías, al parecer, no siempre pensamos lo correcto.

Harry sonrió por mi respuesta y aceptó la bebida que le estaba ofreciendo. Ambos le dimos un trago sin apartar nuestras miradas el uno del otro y en ese momento fue que reiteré mi decisión de escogerlo a él.

—¿Bailamos?

Amplió su sonrisa al escucharme y tomó mi cadera con la mayor naturalidad del mundo acercándonos a la pista.

El alcohol siempre hacía estragos en mi carácter. Todo era energía burbujeante en mi interior y cero inhibiciones.

Harry era más divertido de lo que nunca imaginé durante mi tiempo de encaprichamiento por él. Agradecía al alcohol por soltarme la lengua y la personalidad.

Por lo que el resto de la noche transcurrió entre más bebidas, risas, bailes, coqueteos con Harry oh... y en una pelea que me metí con la zorra de Laura porque me llamó perra por no soltar a Harry, y al ser una de las planificadoras de la fiesta, no dudó en correrme del salón.

—Rubia tenía que ser—balbuceé tambaleándome.

Harry me sostuvo por la cintura, pero no fue de mucha utilidad ya que ambos nos inclinamos hacia un lado.

—¡Harry! ¡Pesas!—chillé por la incomodidad de su peso, pero él solo comenzó a reír.

—Hueles muy bien, Samantha—arrastró las palabras de tal forma que me pude dar cuenta de lo borracho que estaba.

No puedo dejar que se duerma... ¡Y yo no puedo dejarme caer en la inconsciencia!

—Vamos a... a casa—Harry se detuvo al escuchar mis palabras y con la mano libre comenzó a registrar su chaqueta. —¿Harry?

Él me ignoró y siguió con su hazaña. Finalmente, sacó una tarjeta blanca y me la tendió.

—Mi llave—balbuceó volviendo a dejar parte de su peso sobre mí.

En cualquier momento nos íbamos a caer, ya que yo tampoco diferenciaba muy bien la derecha de la izquierda.

Traté de leer los números de la tarjeta, entre mi mirada borrosa y mi mareo creí ver el 228. Entre empujones y risas nos guié hacia el ascensor, cuando entramos, lo apoyé de la baranda que tenía una de las paredes metálicas y yo apreté los botones correspondientes.

Luego, mi mente comenzó a trabajar.

¿Por qué Harry se hospedaba en el hotel? ¿Acaso tenía novia y se estaba quedando con ella? O ¿Sería que no vivía en la misma ciudad? ¿Estaba de vacaciones?

Volteé hacia atrás para mirarlo y preguntarle, pero me percaté de que estaba agachado en un rincón del ascensor tapando su rostro con una de sus manos llena de anillos.

—¿Harry? —me agaché a su lado y masajeé su espalda lentamente con mi mano. —¿Te sientes muy mal?

Soltó un gruñido y apartó la mano que tapaba su hermoso rostro. Giró su cabeza para mirarme y no sé cómo o por qué, pero simplemente me atreví a besarlo.

Fue un beso tímido y corto, pensé que me había rechazado ya que no me correspondió, pero cuando pretendía alejarme y ponerme de pie, Harry tomó mi nuca y me impulsó hacia su rostro hasta chocar sus labios con los míos. Esta vez fue un beso más prolongado y sentí un hormigueo recorrerme.

En cuanto las puertas se abrieron nos separamos al instante. Harry me dedicó una sonrisa perezosa a la cual yo correspondí.

—Vamos.

Hice de todo el uso de mi fuerza y poco equilibrio para ayudarlo a enderezarse y a salir del pequeño cubículo. Harry dejó su brazo sobre mis hombros y recostó su cabeza sobre el tope de la mía.

—Harry, también estoy borracha—lloriqueé. —Bríndame algo de ayuda por aquí.

Mis palabras se las llevó el viento, ya que si a penas se separó de mi lado, fue mucho.

Caminamos por el largo pasillo hasta que di con el número de su puerta. Introduje la llave y tomé sus caderas con ambas manos guiándolo hasta la cama para sentarlo ahí. Me devolví a cerrar la puerta y me quité los tacones para después volver hasta donde estaba.

—Eres ridículamente hermosa—asintió varias veces logrando que su cabello se moviera de manera graciosa. —Y hueles tan bien, que te me haces apetecible.

Sus palabras parecieron encender algo en mí, ya que sin pensarlo dos veces, me lancé a besarlo una vez más. Eso pareció despertarlo de su estado de ensoñación ya que me respondió el beso tomando mis caderas con manos firmes.

Sus labios eran suaves y el sabor a alcohol que sentía en ellos los hacía más adictivos.

—Esto no está bien—logró articular entre besos. —Te vas a...—sin saber cómo, abrí su camisa de un tirón, haciéndolo jadear. —Samantha, mañana te vas a arrepentir.

Volví a besarlo posando mis manos sobre sus amplios hombros.

Definitivamente, Harry estaba para comérselo.

Bajé el cierre de mi vestido con decisión y pude ver el nerviosismo en el gran hombre frente a mí.

—No quiero que mañana me digas que soy un hijo de puta por no querer algo más contigo.

Que hablara, estaba aclarando mi mente. Si seguía insistiendo en detenerme, no me iba a atrever y terminaría humillada y sin bebé.

Sin el bebé que tanto quería...

—Cállate ya, Harry.

Me quedé en ropa interior sentándome en su regazo para después empujarlo y lograr que cayera de espaldas sobre la cama.

—Solo una noche, no quiero nada más, sólo una noche.

Me acerqué a su rostro hasta que nuestras narices se rozaron. Pude ver con mayor atención sus ojos claros y su cabello alborotado, ambos tentándome.

—¿Solo esta noche? —preguntó en un murmuro acariciando mi clavícula con sus dedos.

—Solo esta noche—repetí logrando que comenzara a besarme una vez más.

Y ese solo fue el inicio de una noche que prometía darme a mi bebé.

Buenas noches, pastelitosssss

Espero que les haya gustado el capítulo♥ Nuestra protagonista es un poco loca, lo sé. Jajajaja, pero hay que entenderla un poco a la pobre. "Medidas desesperadas, requieren medidas desesperas"... Estoy segura que usará esa frase más adelante. Jajajaja, un besote, las adoro♥

Canción agregada al playlist de la historia: God is a Woman - Ariana Grande

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