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Capítulo 24: Reencuentro

n/a: No está corregido, perdonenme esa, equis o, equis o.

Loca.

La palabra que mi madre había usado cuando me escuchó remover las cosas en mi cuarto para ir a San Diego por Harry a las 5 de la mañana.

¿Y qué podía decir? Tenía razón, pero yo nunca había sido muy cuerda y mucho menos tomando decisiones.

—Hija, finalizaste con éxito tu terapia, retomaste tu rumbo, el trabajo y tu vida personal van bien, ¿no crees que esto es un retroceso? 

—¿Retroceso? El doctor nunca dijo que volver a ver a Harry sería un retroceso—respondí terminando de guardar algunas camisas. No sabía qué ocurriría, mucho menos cuanto tiempo me quedaría, así que estaba siendo precavida. —Además, aquí entre nosotras, creo que el doctor nos shippeaba.

Ella suspiró, la vi ocultar una sonrisa.

—Pero cariño, él ya tiene una familia que vela por su bienestar, ¿no crees que es a ellos a quienes necesita? 

Me quedé quieta un momento, sopesando lo que había dicho, pero aun cuando eso fuera cierto, por algo había pedido mi ayuda, ¿no?

—Solo quiero comprobar que esté bien. 

—Hija, no se ven hace poco más de un año, ¿y pretendes llegar como si nada? Y la familia, ¿qué pensarán? O su esposa.

—Somos buenos amigos, mamá—comenté como si nada. —Lo que tuvimos ya pasó, somos buenos amigos—repetí. —Y los amigos están ahí para el otro.

—Sí, bueno, decir tanto la palabra "amigos" no lo hace una realidad, ¿lo sabías verdad?

—Mamá...

—Sé que aún sientes cosas por él, si no fuera así, no rechazarías a cada hombre que intenta algo contigo—rodó los ojos. 

—No hay hombres que "intenten algo conmigo". 

—Pero claro, si tú los espantas, ¿qué va a estar habiendo?

—Mamá, suficiente—me rehusaba a aceptar todo lo que decía. —Iré a San Diego, hablaré con Harry y luego volaré de regreso, procura tener preparada una deliciosa torta de chocolate.

Cerré mi maleta y caminé en dirección a la salida con decisión.

—¡Te llamo al llegar!

Y antes de cerrar la puerta, pude escucharla reír.

Mientras me encontraba esperando porque llamaran a mi vuelo, mi celular sonó con el ringtone específico de Harry... Me parecía lindo tenerlo un tono específico.

—Siento haberte llamado tan temprano, yo... Lo siento—fue lo primero que dijo en cuanto contesté, ni siquiera me dio tiempo de saludar. —Estaba muy nervioso y...

—Hey, está bien, tranquilo—lo escuché suspirar. —Sabes que estoy en el aeropuerto esperando por el próximo avión que me lleve a San Diego, ¿no?

—Oh Dios mío, ¿no bromeabas? —fruncí el ceño.

—Mhm... Nop, te escuchabas muy mal.

—Pero...

—Además... —lo interrumpí sin querer. —Ya quería verte—la línea se mantuvo unos instantes en silencio, hasta que escuché unos leves sollozos. —¿Harry? —pregunté preocupada. —¿Qué es lo que tanto te aqueja? Me estás rompiendo el corazón. 

—¿Llegarás al aeropuerto de siempre? —comentó en cambio. —Puedo ir a buscarte.

—No, no hace falta, ¿dónde estás?

—Pasé la noche en mi apartamento.

Sabía que tiempo después que se hubiera casado, había comprado un nuevo apartamento donde vivía con su esposa e hija. Aunque también sabía que de vez en cuando, más que todo cuando estaba irritado o muy estresado, pasaba la noche en su antiguo apartamento.

—Iré para allá, no te preocupes, ya pronto estaré ahí.

Así que en cuanto el turbulento vuelo aterrizó, me apresuré a tomar un taxi hasta su hogar. 

Cuando estuve frente a su puerta, apunto de tocar, detuve mi mano ligeramente temblorosa.

Creo que realmente no había pensado en la situación de la mejor manera, es decir, ¿qué si había peleado con su esposa? ¿Qué iba a aconsejarle? ¿Que conversara con ella? ¿Que intentara arreglar las cosas por el bien de Madeline? Era su amiga, pero...

Mi corazón comenzó a latir con rapidez.

¿Pero?

Pero por supuesto que sí... ¿Para qué intenté negarlo de todas maneras?

 Mientras seguía con mi diatriba mental, la puerta se abrió, revelando a un Harry con un pantalón negro deportivo y una camisa blanca un tanto transparente. Sus ojitos apagados fue lo que más captó mi atención.

—¿Sam?

—Estaba apunto de tocar la puerta.

Su ceño se frunció levemente mientras me observaba de arriba a abajo. Me di cuenta que estaba más delgado en comparación a la última vez que lo había visto, además su cabello estaba rayando en lo extremadamente largo, esta era una versión... descuidada de Harry.

—De verdad estás aquí.

—Por supuesto que sí.

Entonces, hizo una mueca al intentar retener las lágrimas que se asomaban por sus ojos.

—Oh, Harry.

Sin poder contenerme más (y odiando la distancia entre nosotros), me lancé a sus brazos, lo abracé con fuerza siendo correspondida con la misma efusividad, para luego sentirlo temblar levemente por los sollozos.

—Está bien, todo estará bien—acaricié su largo cabello, deshaciendo algunos rulos en el proceso mientras le susurraba palabras de aliento al oído. También pasaba mi mano por su espalda, de arriba hacia abajo, tratando de calmarlo.

Cuando estuvo más tranquilo, me invitó a pasar. Intentó ayudarme con la maleta, pero dulcemente decliné su oferta.

 Dejé el equipaje en la sala, para darme cuenta que en la mesita del centro, había una foto de nosotros el día del baby shower de bolita junto a una foto de Madeline en la playa.

—¿Me dirás qué ocurre? —suspiró, tomando asiento en uno de los sillones. Palmeó una de sus piernas.

—Ven aquí, por favor.

Caminé hasta que estuve frente a él. Me tomó por la cintura, ayudándome a sentar en una de sus piernas, para luego abrazarme a su cuerpo y recostar su cabeza en mi pecho, escondiendo el rostro en mi cuello.

Acaricié su cabello, sintiendo las caricias que me hacía con su nariz.

—Te extrañé—murmuró bajito, acercándome más a él.

Recosté mi sien sobre su cabeza, el olor a shampoo de hombre inundó mi olfato.

—Y yo te extrañé a ti.

—¿Mucho?

—Muchísimo.

Nos mantuvimos un par de minutos de esa manera, hasta que el rizado suspiró y levantó la mirada. Me enderecé un poco y me fijé en sus lindos ojos, algo opacos e hinchados por el llanto previo.

—Michelle tiene Leucemia.

Mi corazón se detuvo por un instante, podía sentir el dolor que transmitían sus ojos.

—Harry, lo siento mucho.

—Le hicieron un transplante de médula ósea, pero... pero no fue suficiente—tomé su rostro entre mis manos, reposando mi frente sobre la suya. Cerré los ojos con fuerza. —Y lo que más me mata, es que no puedo dejar de pensar en la posibilidad de que Madeline lo haya heredado, soy la peor persona del mundo, ¿cómo puedo pensar en eso mientras Michelle está esperando su... su maldita muerte?

—No, por favor, no te tortures así.

—Me siento tan impotente, ella es tan buena madre, no merece esta basura de vida. Primero, Madeline pierde a su padre y ahora... Y yo no puedo hacer nada para salvar a su madre, ¿en qué persona me convierte eso?

Abrí los ojos con decisión y elevé un poco su rostro para obligarlo a mirarme.

—Hiciste lo posible y hasta lo imposible por intentar salvarle la vida, ¿no es así?

—Pero no fue...

—¿Lo hiciste o no?

—Sí—susurró bajando la mirada. Me coloqué a su altura.

—Entonces, no hay nada más que decir, eres el hombre más guerrero que conozco.

Una lágrima rodó por su mejilla, así que la limpié con mis dedos, al igual que las que le siguieron a esa.

—Una parte de mí piensa que no debí llamarte—susurró sin dejar de derramar lágrimas. —Pero la otra... Estoy tan aliviado de que estés aquí, tal vez tú me puedas dar un poco de esa tranquilidad que he perdido en días, ni siquiera he convivido con mi hija—gimoteó escondido su rostro en mi cuello una vez más.

—Tranquilo, mi rayo de luz—besé su cabeza. —Si quieres que me vaya lo haré, pero como es mayor tu deseo porque me quede, ayudaré en lo que me permitas, puedes encontrar en mí el soporte que en estos momentos no tienes—acaricié su cabello sintiéndolo llorar, esta vez, sin retenerse. —¿Recuerdas cuando me dijiste que estabas cansado de ser el salvavidas de todos? Ahora estoy yo para rescatarte de que te ahogues.

Estaba en la cocina preparando una sopa para que Harry comiera cuando se despertara de la siesta que, prácticamente, le había obligado a tomar. 

Aun estaba algo impactada por la noticia de Michelle teniendo cáncer. Y, aunque no conociera a la chica, nadie merecía una enfermedad terminal, mucho menos una mujer como ella, la cual, y por lo que muchos me habían contado sobre ella, era una madre ejemplar y un grandioso ser humano.

Suspiré yendo a buscar mi celular, para después regresar a la cocina mientras escuchaba el tono indicándome que debía esperar.

—¿Samantha? Tanto tiempo.

—Hola, Hazel.

—¿Cómo estás?

—No muy bien—respondí apoyándome de la encimera. —Estoy en San Diego, en el apartamento de Harry. Recibí una llamada muy alterada de su parte en la madrugada, vine en cuanto pude.

—Oh—apenas murmuró. —¿Ya lo sabes?

—Así es—suspiré. —Lo siento mucho, sé cuánto la quieren y lo buena mujer que es.

Ahora fue su turno de suspirar con pesadez.

—Gracias, Sam. No ha sido fácil para Harry, ha estado bajo mucho estrés entre la enfermedad, la niña y la empresa, aunque hemos intentando ayudarlo, ya sabes cómo es, cree que puede ayudar a todos por su cuenta.

—Me dijo que... le aterra pensar que Madeline pueda tener la enfermedad, ¿es genético? No sabía.

—No se sabe, es decir, es una posibilidad ¿sabes? La leucemia infantil me refiero, pero no es que esté escrito, estamos siendo lo más positivos que podemos al respecto. Sin embargo, a Harry le pegó mucho conocer que pudiera ser siquiera una probabilidad.

Masajeé mi frente.

—Lo vi muy agotado, casi que lo obligue a que durmiera un poco.

—Gracias, de verdad. Sé lo mucho que quieres a mi hermano, no podría pedir por otra persona para que esté a su lado.

—Siempre, Hazel. Ahora, quisiera que me dijeras qué es lo que se sabe hasta los momentos.

A Michelle le quedaban días de vida. Días en los que Harry no había dejado de viajar por todo el país intentando encontrar una cura que... todos sabíamos, no existía. Días en los que había dejado a Madeline con su abuela o hermanas ya que su madre estaba muy enferma y débil. Días... en los que no había dormido o comido bien. Días en los que se marchitaba poco a poco.

Me detuve en el umbral para entrar a su cuarto, observándolo dormir boca abajo, con el ceño un tanto fruncido y con los puños cerrados.

Era tan raro para mí verlo en esta faceta tan... débil. Él siempre fue el fuerte de los dos, es más, de todas las personas que había conocido en mis 27 años de vida, Harry siempre será el ser humano con mayor temple y entereza que he conocido (aparte de mi difunto padre).

Cuando lo observé removerse con inquietud, me acerqué y me senté cerca de él. Aparté su cabello del rostro, acercándome para besar su mejilla con suavidad.

—Despierta, rayo de luz, es hora de que comas algo.

Pestañeó un par de veces, para luego dar con mi mirada.

—No sé por qué por un momento pensé que había soñado con que estabas aquí—sonreí suavemente ante su confesión y besé su mejilla una vez más.

—No me iré a ninguna parte, ahora vamos, es bueno que comas algo.

—Debo pasar por Madeline a casa de mi mamá.

—Está bien, lo haremos, pero después de que comas toda la super olla que preparé—hizo un ademán de sonrisa para después asentir. —Dejaré que te alistes, te espero en la cocina.


—Huele bien.

—No seré una chef como tú, pero sabes que preparo buena comida.

Me alegra de haberle sacado la primera sonrisa del día. 

Coloqué dos platos de sopa, y nos sentamos uno frente al otro para comenzar a comer.

—¿Cómo va la empresa? —preguntó luego de un par de cucharadas.

—Muy bien, gracias por preguntar—le sonreí acariciando la mano que tenía reposando sobre la mesa. Él pareció agradecer mi gesto con la mirada. —Estoy entrenando a la que será la próxima CEO.

 Frunció el ceño, claramente sin comprender.

—¿Vas a abrir otra sucursal?

—Mhm... No realmente—me encogí de hombros. —Me mudaré a San Diego nuevamente.

La cuchara cayó con más fuerza de la necesaria contra el plato. Subí la mirada para observarlo.

—¿En serio?

—Así es—ladeé la cabeza evaluando su extraña reacción. —Todas las personas que me importan están aquí, además, si me mudo ahorraré mucho dinero en todos los vuelos que Catalina me obliga a realizar—intenté bromear, pero él parecía muy serio. —¿Qué sucede?

—Nada, nada, es solo que... —bufó con una sonrisa. —Me alegra saber que te tendré de vuelta—arqueé una ceja en su dirección, Harry pareció notar apenas lo que había dicho y se sonrojó.—Quiero decir... Me alegra, bueno, que vuelvas a la ciudad y eso, sí.

 Comencé a reír sin poder evitarlo y para mi tranquilidad, él me siguió.

—Oh, menos mal es eso—comenté, claramente siendo sarcástica. —Pensé que te alegrabas de tenerme de regreso para molestarte con mis dramas.

Harry negó lentamente con su cabeza.

—Nunca fuiste una molestia, no empezarías ahora—se encogió de hombros y yo no pude evitar la enorme sonrisa que se esparció en mi rostro.

Un par de horas más tarde, manejaba en dirección a la hermosa casa de la madre de Harry para buscar a la pequeña Mad. Habíamos tenido una pequeña diferencia de opiniones acerca de yo conduciendo mientras él podía descansar en el asiento del copiloto, y como los dos éramos extremadamente tercos, terminé por hacerle creer que él manejaría, para después adelantarme, tomar las llaves y prender la camioneta.

—Siempre te sales con la tuya—había gruñido mientras se montaba en el vehículo. Aun así, y como lo predije, se quedó dormido casi al instante.

Realmente llevaba días sin dormir bien o sin dormir en absoluto.

Una vez estacioné y apagué la camioneta, acaricié su cabello logrando que se despertara en el momento.

—¿No y que no estabas cansado?

—No me hagas amarrarte al asiento trasero con Madeline—procuré no reírme, alzando las manos en son de paz.

Nos bajamos y nos dirigimos a la puerta principal, donde Harry tocó el timbre para ser recibidos por una sorprendida Hannah.

—Samantha.

—Hola, Han—la mujer besó la mejilla de su hijo (quien entró de inmediato), para luego abrazarme.

—Tiempo sin verte, niña.

—Así es, aunque lamento que nos tengamos que volver a ver en estas condiciones—ella pareció comprender mis palabras asintiendo lentamente.

—Es muy triste lo que sucede, es verdad, pero me alegra que estés aquí para apoyarlo.

—Es donde quiero estar—le sonreí. Ella me devolvió el gesto y me invitó a pasar.

—Le vi mejor cara, ¿lograste que durmiera algo?—asentí.

—Que comiera y que no manejara, aunque lo último me costó un poco más.

—Me alegra escuchar eso, estaba muy preocupada, no sé cuándo fue la última vez que comió algo que no fuera café o un paquete de cualquier comida chatarra. Ni hablar de sus pocas horas de sueño.

—Así me comentó Hazel, ayudaré en lo que pueda.

—Gracias, cariño.

Seguimos los gritos alegres de una niña, que provenían de uno de los salones de la amplia casa.

Cuando llegamos ahí, Harry cargaba a su hija, pretendiendo que volaban por la habitación.

—Le pedí a este cabezota que se permitiera un respiro y que compartiera más con su hija y con el poco tiempo que le quedaba a... su madre—comentó en un murmuro, bajando la mirada. —Tal vez por eso te avisó, no quiere darse por vencido, pero... hay veces que debemos aceptar que la única salida es la derrota, tal vez eso nos ayude a ganar algo.

—¿Qué podría ganar de una situación así?

—Buenos recuerdas, querida. Es lo único que te llevas a donde quiera que nuestras almas vayan.

Luego de decirme esas palabras, se internó en el cuarto. Yo la seguí.

—Mira, Madeline, la abuela se unió a la tripulación y mi amiga Samantha también.

—¡Abuela! ¡Mi papá y yo te hacemos parte de la tribulason!

—Tripulación—la corrigió Harry entre risas mientras la acunaba en su brazo para hacerle cosquillas.

—¡Papá! ¡Basta! 

Nunca me cansaría de verlo interactuar con su hija. Y pensar que él creía que sería mal padre.

—Saluda a mi amiga o te haré más cosquillas.

La niña rió escandalosamente ante la amenaza de su padre y sin dejar de verlo, levantó su manito y la sacudió en mi dirección.

Sonreí viendo cómo seguían jugando, hasta que mi mirada captó el instrumento con el que había estado practicando desde hacía meses, como parte de mis terapias.

—¿Sirve? —le pregunté a Hannah caminando en dirección al hermoso piano.

—Sí, Hazel lo compró el año pasado para unas clases que nunca empezó—rodó los ojos. —Esa hija mía—negó con una sonrisa.—Lo guardé aquí con la esperanza de que a Madeline le guste algún día.

—¿Sabes tocarlo? —preguntó Harry sentándose junto a mí en el banco. Acomodó a Madeline sobre su pierna, la cual nos miraba interactuar atenta.

—Aprendí un poco, es... bueno, ha sido parte de mis terapias.

Mis dedos comenzaron a tocar una melodía en la que había estado trabajando las últimas semanas.

No tenía autor, tampoco podría decir que era una "composición" ya que, simplemente, un día me había sentado y comencé a tocar un par de teclas, hasta crear una melodía que me gustó y me aprendí la secuencia.

Era lenta al principio, luego aceleraba un poco y terminaba siendo lenta nuevamente. No era triste, pero tampoco alegre. Era esa clase de melodías amenas que simplemente te gustan escuchar.

Cerré los ojos, dejándome llevar por la melodía, incluso agregué algunas notas que la hicieron sonar mejor. Sintiéndome tan relajada como siempre lograba cada vez que tocaba.

Cuando terminé, los tres Styles que se encontraban presentes en el cuarto me aplaudían. Abrí los ojos mientras sentía mis mejillas arder.

Hasta los momentos, la única persona que me había escuchado tocar el piano era mi madre.

—Eso estuvo fantástico—me alegó Harry.—¿Cierto, Mad?

—¡Hermoso!—le sonreí a la pequeña acariciando uno de sus hermosos rulos cobrizos.

—Gracias, Madeline. 

—¿Sabes estrellita? La tía Hazel dijo que me la iba a tocar, pero nunca lo hizo.

—Sí, la conozco. 

Las canciones infantiles fueron mis inicios con el piano, ¿qué podía decir? Era divertido y sencillo aprenderlas.

Madeline cantaba la canción junto a su padre (al cual prácticamente había chantajeado con ayuda de un puchero para que la acompañara), y sin duda alguna, estaba siendo una de las tardes más divertidas que había tenido en mucho tiempo.

—¿Y cuando comenzó la clase de música que no me enteré?

Me tensé al escuchar la voz de la mayor de las hermanas Styles.

—¡Tía, Harry!

—Tres años y esta criatura aún no sabe decir mi nombre.

—Hola, hija.

—Mamá, Harry, ¿y quién es nuestra invitada?—me enderecé en la silla y me levanté del banco a la par que el rizado lo hacía.—Samantha Di Pietro, vaya, ¿por qué será que no me sorprende verte por aquí?

—Harriet—pronunciaron madre e hijo.

—Si no he dicho nada malo—bufó para después rodar los ojos. 

—Mhm... Hola, Harriet.

Achicó los ojos, evaluándome por unos instantes.

—Tú y yo hablaremos—dijo finalmente señalándome. 

—No permitiré que te la lleves para que la trates mal.

—¿Ahora la defiendes, Harry? ¿En serio?

—Chicos, ya basta—los regañó Hannah cargando a Madeline, quien parecía estar confundida.—Harry, es hora de ir a casa hijo, ¿no te parece? La enfermera de Michelle debe estar por irse.

—Pero mamá...

—Tranquilo, Samantha se puede quedar sin ningún problema, ¿cierto, cariño?

—O puedo ir a tu apartamento—señalé tratando de tranquilizarlo.—Allá dejé mi maleta de todos modos y ya conozco la dirección.

—¿Te estás quedando allá? ¿Desde cuándo?

—Apenas si llegó hoy Harriet—gruñó el ojiverde tomando a su hija entre sus brazos.—Déjala en paz.

—Deja de ladrar tanto—se burló.

—Harriet, ya basta—ella levantó las manos en signo de paz.

Yo me sentía sumamente incómoda.

—Mamá, ¿puedes vigilar a tu hija?

—Te estoy escuchando.

—Claro que sí, cariño. No te preocupes.

—Muy graciosos.

Entonces, Harry se dirigió hacia donde me encontraba y me sonrió con calidez.

—No dejes que te moleste.

—Está bien, tranquilo—le devolví la sonrisa.

Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y me entregó unas llaves.

—Son del apartamento, úsalo como gustes. Yo, mhm... Pasaré la noche en el otro, ¿nos vemos mañana?

—Claro que sí—acaricié su brazo para tranquilizarlo.—Ve tranquilo—él asintió.

—Mamá te llevará, nos vemos mañana—sacudió a su hija haciéndola reír.—Despídete de Sam, Madeline.

—Adiós, Sam—sacudió su mano en mi dirección, yo le sonreí imitando su despedida.  

—Adiós, cariño. 

Harry se retiró, pero antes, dejó un breve beso sobre mi mejilla.

—Bien, vamos—comentó Harriet señalando la parte trasera de la casa con su cabeza.

—Harriet Styles, más te vale que te comportes.

—Ya, relájate, vengo en son de paz.

—Bien, ahora, ¿donde dejaste a mi nieto?

—Está con su padre en la cocina.

Hannah asintió lista para irse, sin embargo, antes se volteó para mirarme.

—Si te molesta mucho te doy permiso para que la patees por el trasero.

No pude ocultar mi risa.

—¡Mamá!—la aludida hizo un gesto desdeñoso con la mano para terminar por retirarse. Harriet suspiró. —Sígueme. 

Caminamos juntas hacia el jardín trasero. Amplio y hermoso. Me señaló una de las sillas y luego de que acatara su orden, se sentó en el mueble de al lado. 

—Me conoces—comenzó diciendo mientras se cruzaba de brazos.—Sabes que no te pediré disculpas por mi comportamiento en el pasado o incluso el de ahora.

—No esperaba que lo hicieras.

—Pero quiero una tregua—su directo comentario me tomó por sorpresa.—Sé que estás aquí no porque debes, sino porque quieres estar y eso es suficiente para mí. Además, ha pasado más de un año en el que no te he visto cagarla, es momento de hacer las paces. 

—Más allá de eso, sabes que aprecio a tu hermano, no podría darle la espalda en ningún momento, mucho menos en uno como este.

—¿Apreciarlo? Tus ojos están que se caen cada vez que lo ves, claramente quieres meterte en sus pantalones.

—Harriet—dije algo escandalizada, (y avergonzada). Ella chasqueó la lengua.

—No te las vengas con actitud de virgen conmigo, de todas maneras y si te sirve de consuelo, él te corresponde—bajé la mirada a mi regazo, jugando con una pequeña hoja que conseguí en la silla.

—No creo esa parte, Harry está muy enamorado de Michelle.

—Es su esposa después de todo, ¿no?

—Supongo.

Nos mantuvimos en silencio hasta que sentí como le daba unas palmaditas a mi hombro.

—Tiempo al tiempo, Samantha.

Sin esperarmelo, Harriet se comportó más decente de lo que esperaba. Me contó sobre su bebé de un año, cómo era la vida de casada y lo mal que se sentía por la situación en la que se encontraban con Michelle. 

—Harry sufrió mucho cuando te fuiste y encontró refugio en la mujer que está muriendo—había dicho en un punto de la conversación.—No sé por qué las cosas suceden de esta manera, pero sé lo mucho que mi hermano ha luchado por su matrimonio.

—No estoy aquí para interponerme.

—No lo digo por eso—frunció levemente el ceño.—Es momento que tú seas su nuevo refugio.

Ese comentario me dejó pensando el resto de la tarde y parte de la noche que estuve en el apartamento del rizado.  

¿Convertirme en su refugio se limitaba a qué exactamente?

Al día siguiente, salí temprano a correr. Y como hacía con cada visita a San Diego, terminé en la playa donde había esparcido los restos de Samuel. 

El lugar estaba casi desierto, apenas unos corredores como yo o parejas que merodeaban, suponía que era debido a la hora. Abracé mis piernas y recosté mi barbilla sobre las rodillas, sintiéndome en calma gracias al sonido de las olas, la suave brisa y el olor a salado. Aunque seguía doliendo la muerte de bebé (creo que nunca podría superarlo), estar en la playa me tranquilizaba, me hacía sentirlo cerca de mí.

—Sabía que te encontraría aquí.

Levanté la cabeza al escuchar la ronca voz de Harry. 

—¿Todo bien?—asintió. 

Se quitó los zapatos sentándose a mi lado.

—¿Pudiste dormir bien?

—Sí, tu cama es muy cómoda—comenté en broma haciéndolo reír.

—Me alegra saberlo—bajó la mirada, observando a su mano jugar con la arena. Volví a recostar la barbilla sobre mis rodillas, manteniéndonos en silencio por unos instantes.—¿Harriet te molestó mucho ayer?

—No—murmuré observando la espuma del mar.—En realidad, hicimos las paces.

—Ya era hora—me encogí de hombros.

—Tenía sus razones.

Volvimos a hundirnos en el silencio, eran como pequeños acuerdos de sosiego que teníamos entre ambos. 

—¿Sam?

—Dime.

Como no continuó hablando, me obligué a encararlo.

—Me dijiste que estabas entrenando a una CEO para regresar, y no quiero que pienses que soy un narcisista o algo por el estilo—rió nerviosamente.—Pero... ¿pensabas volver por mí?

Como no pude con el peso de su mirada, la desvié al frente. Solté un largo suspiro y me enderecé en mi lugar, apoyándome en mis manos.

—¿Sinceramente? No lo sé—las gaviotas revoloteaban por el lugar, logrando captar mi mirada. —Es muy estúpido pensar que imaginé que podría tener algo contigo aun estando casado, ¿eh?—me reí como tonta por mi mal comentario.—Tal vez... Solo quería que fuéramos amigos.

—Somos amigos.

—Somos cyber-amigos, cuestión que, y si te soy sincera, me parece un tanto patético tomando en cuenta nuestra edad—lo escuché reír y yo me uní a él.

Volteé para mirarlo. Siempre me había gustado el color de sus ojos bajo la luz del sol.

—Estoy casado, ser cyber-amigos es lo máximo que puedo ofrecerte. 

—También lo sé, y no me esperaba menos de ti.

Volví a desviar la mirada, sintiendo mis ojos vidriosos y un nudo en la garganta.

Y cuando pensé que terminaría ahí, lo sentí colocar su mano sobre la mía en la arena y darle un apretón. 

¡Mis girasoleeeees!♥ 

¿Saben qué me pasó? Le entró la mamá de los virus a mi pendrive y tuve que formatearlo porque me dañó TODO (: Casi lloré, pero después estaba como... ¿qué puedo hacer? Absolutamente nada, empezar de cero, así que bueno. Pasé mi depresión e hice cositas nuevas para la novela ya que estoy aprendiendo truquitos de photoshop en youtube. 

Oh, y sí, perdí casi todas las fotos Hily. Jijijijijijijij

(río para no llorar)

Ya estamos finalizando con la historia, ahora sí lloremos todaaaaaaaas.

Me voy, pero antes les dejo mi foto de perfil porque yisus, sale muy bello.

Canción agregada al playlist de la historia: Shawn Mendes - Fallin' All In You♥

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