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Capítulo 22: Acepto Parte II

n/a: Algo que me da mucha risa cuando leo los comentarios, es ustedes reclamándome por smut. Son unas cochinonas por querer detalles JAJAJAJA. Ya, bueno, la verdad es que no lo escribo porque sé que me leen de toooodas las edades, ¿se imaginan a una niña de 12 leyendo contenido maduro? Y sé que ustedes estarán pensando, "Pero Pao, ellas son las primeras que andan buscando ese tipo de historias". Y pueeeede ser que tengan razón, pero no quiero contribuir con la causa, jajajajaja. De todas maneras, estoy pensando en incluir esas escenas en la versión contada por el ricitos. Y bueno, eso, fin del comunicado, disfruten del drama♥

Mantuve mi vista fija en la invitación de la boda. 

La boda de mis pesadillas, podía ser un buen título para alguna película.

Según la fecha, la "gran unión" se realizaría en una semana. Y ante esa resolución, mis esperanzas, simplemente, acababan de terminar por evaporarse. 

Masajeé mi frente sintiéndome derrotada. Oh bueno, es que no me salía nada bien, era una emoción con la cual ya me estaba acostumbrando a convivir.

Con ambas manos la sostuve por la mitad, y estuve a punto de romperla, tan a punto que creo que incluso le había hecho un pequeño rasgón. La solté después de suspirar, considerando mis opciones y el cómo podría ayudarme esa tarjeta en un no muy lejano futuro.

Salí de la oficina hacia la calle principal deseando fumar, fumar y seguir fumando. Por lo que llevé conmigo mi cajetilla de cigarros, el encendedor y mi celular.

En cuanto encendí el primero, sentí el típico ardor alentar a mi ira interna. ¿Acaso se estaban burlando de mí? Porque estaban siendo tan malditamente crueles. Ella, ellas, ellos, quien quiera que la hubiera mandado, sabía, todos sabían, que yo lo amaba, que había querido intentar recuperarlo y el cómo había fracasado en el intento, ¿qué buscaban con esto? ¿Terminar de convencerme que no habría nada entre nosotros? ¿Acaso eso no lo sabía ya?

Después de pasar varios minutos refunfuñando y echando humo como chimenea (literal y figuradamente hablando) marqué el número de la menor de los Styles, esperando con impaciencia que respondiera. 

—Bonita sorpresa, ¿no podía ser más hiriente acaso? —bufé dándole unos golpecitos a mi cigarro para botar la colilla.

Ya era mi quinto.

—¿Samantha? ¿Qué sucede?

—Te diré qué sucede, estoy entrando a mi oficina y lo primero con lo que me topo es con la maldita invitación a la boda de tu hermano.

—¡¿Qué?!

—Y por si te lo preguntabas, sí estoy herida, pero más que eso molesta, ¿qué diablos, Hazel?  

—¡Harriet es una perra! Te juro, por lo que más quieras, que no tenía ni idea de que te mandaría una invitación, ¡¿es acaso estúpida?!

—¿Pretendías decírmelo?

—¡Claro que sí! —chilló indignada. —Solo estaba viendo la mejor manera de hacerlo, ya sabes, de cuándo y cómo.

—Pues ella se te adelantó.

—Oh Sam, ya no sé qué hacer, mi hermano está empeñado en este matrimonio por más que traté de persuadirlo de no hacerlo.

—Entonces deberías respetar eso, Hazel—fruncí el ceño. Estaba sumamente irritada, pero no de algo en específico, simplemente de todo, de todos. —Nosotros ya hablamos, y entendí que quiere lo mejor para su hija, es admirable.

—Ni siquiera es su verdadera hija.

—Hazel, ahora mismo te estás comportando de una forma muy inmadura—la regañé, para luego escucharla suspirar. —¿Dirías que no es tu verdadera sobrina?

—No.

—Entonces piensa antes de hablar.

—Lo siento—murmuró después de estar un momento en silencio. —Estoy estresada, lo siento.

—Termina esa guerra absurda que tienes en contra de su matrimonio y mejor apóyalo. Sabes que Harry es la persona que más las ama, no me imagino lo difícil que debe ser para él que no lo estés apoyando en estos momentos.

—Si lo dices así, me haces sentir muy mal, y muy egoísta.

—Sé que quieres lo mejor para él—hablé esta vez con un tono más suave. —Pero es momento de darte cuenta que esto es lo mejor para él, lo que él quiere. Incluso sabemos que la quiere, me arriesgaría a decir que tal vez la ama, ¿no es suficiente eso?

—Creí que no querías que se casara.

—No es eso, es que yo...

—¿No fue por eso que me llamaste? Porque estás molesta, porque no quieres que lo haga.  ¿Ya te diste por vencida?

Fruncí el ceño levemente cerrando mis ojos.

¿Qué más podía hacer siquiera?

—¿Sabes?—murmuré después de liberar un poco de humo.—Las oportunidades son como los trenes, una vez que pasan, no hay manera que den vuelta y regresen.

La escuché suspirar.

—Nuestro plan no fue eficiente, ¿verdad?

—Tal vez, si hubiéramos estado en otro contexto, habría funcionado. 

—¿Estarás bien?

—Por supuesto que sí, y hey, aún podemos estar en contacto, ¿qué te parece que vayamos a comer unos helados un día después de que haya pasado todo lo de la boda? Debes ayudar a tu familia con los últimos preparativos, y supongo que estarás muy ocupada.

—Sí... —se escuchaba desanimada. —Suena bien, supongo.

—De acuerdo, te llamaré para saber cómo estás. 

—Una vez más, lamento lo de Harriet, no quería que te enteraras así. 

—Qué se le hace, más bien siento haberte gritado, es solo que me tomó por sorpresa.

—Totalmente entendible, tranquila.

—En ese caso, adiós, Haz.

—Cuídate, Sam, y ya sabes, puedes llamarme cuando quieras.

Luego de sus palabras, colgué la llamada.

Tomé una profunda inspiración sintiéndome en el borde del colapso emocional, debía llamar a ese psicólogo cuanto antes.

Para aceptar ayuda, primero debes aceptar que tienes un problema y que deseas superarlo. Tres días después de haberme enterado del matrimonio de Harry, había asistido a mi primera sesión con un psicólogo, y aunque no hablé mucho, sentía mi espalda un poco más resguardada, me sentía lista para esta nueva batalla.

En cuanto a su boda... Simplemente no sabía qué hacer, le había escrito tantos mensajes que no me atreví nunca a enviar, estuve a punto de marcar su número tantas veces, pero siempre me arrepentía porque no sabía qué decir exactamente. 

—Hey, Harry, felicidades por tu boda, ¿quieres que te regale una arrocera? 

O tal vez podría ir con algo más patético como...

—Hola, Harry ¿qué tal el clima? ¿Tan nublado como mi corazón porque vas a casarte? 

No, definitivamente no. Solo podía pensar en algo, y eso era en recuperar mi salud y mi fuerza emocional, porque realmente me sentía mal en todos los aspectos.

Sin embargo, siempre había espacio para las locuras que no podía dejar de cometer, ¿cierto?

—¿Cómo que regresas a San Diego?

—Solo quiero verlo por última vez.

—Hablas como si se fuera para la antártida o como si tu te fueras a morir—Catalina soltó un gruñido nada bonito. —Son tan odiosos ustedes dos, y lo peor es que las circunstancias los han arrastrado hasta este punto, ya no sé qué demonios aconsejarte, ¿por qué no mejor nos tomamos todos unos tequilas y llegamos a un acuerdo que nos haga felices?

Solté una carcajada jugando con los colores frente a mi.

Digamos que estaba intentando reconciliarme con la pintura.

—Si tuviera la certeza de que eso fuera a funcionar, lo habría hecho hace mucho tiempo.

—A todas estas, ¿qué piensas decirle?

—No lo sé, voy a improvisar.

—Siempre quieres improvisar—bufó.

—Es que si lo planeo me acobardo, de lo único que estoy segura y quiero hacer, es devolverle el brazalete que me dieron hace dos años.

—Mhm... No creo que sea buena idea.

—¿Por qué no?

—Te lo regalaron porque en ese momento era perfecto para ti, ahm... No creo que Harry lo vaya a aceptar.

—Por eso es que lo guardaré en una cajita y lo dejaré escondido en alguna parte que esté segura y lo pueda encontrar.

—Tú y tus locuras, ¿quieres que te vaya a buscar al aeropuerto?

—Agradezco la oferta, pero no, iré el mismo día de la boda, lo veré para decirle lo que sea que me salga en el momento, y con la misma me regreso para Nueva York.

—Mala, no vas a visitarme.

—Estuve mucho tiempo en tu casa, más del previsto, no te quejes.

—Ya, bueno, aun así para mí no es suficiente—rodó los ojos con una sonrisa. —Mejor cuéntame—cambié el celular de oreja, trazando figuras sin sentido en la hoja. —¿Qué tal el psicólogo?

Luego de hablar por casi media hora con mi mejor amiga, decidí perderme entre algunos trazos. No estaba haciendo un dibujo con sentido, simplemente garabateaba, me desestrasaba, era como si descargara todo lo que tenía acumulado a través de los colores.

Cuando me quedé sin espacios en blanco, suspiré, y solté el color. Dirigí entonces mi mirada hacia el cofrecito de cristal que resguardaba el brazalete que me habían regalado los Styles.

Ese accesorio, y el último eco de Samuel eran lo que más cuidaba. Algunas personas decían que no debíamos apegarnos a cosas materiales, pero era imposible, no por el hecho de que fuera material significaba que no cargara con un hilo conductivo de memorias y sentimientos.

Abrí el cofre y tomé la pulsera. Observé cada uno de sus hermosos y delicados detalles, y solté un suspiro.

—Es hora de que regreses a donde perteneces.

 El viernes estaría saliendo para San Diego, y en la noche debería estar de regreso en Nueva York. Me sentía nerviosa, e inquieta. Fue por eso que decidí aceptar la invitación de James para que fuéramos a comer, que era donde me encontraba ahora, un tanto interesada por lo que me contaba y había logrado en Irlanda, y otro tanto incómoda por sospechar hacia dónde se dirigía la conversación.

—Quiero que lo intentemos—había soltado de repente, logrando que casi me ahogara con el pedazo de CheeseCake que estaba comiendo. —Podemos empezar teniendo citas, recuperar el tiempo perdido, pero realmente pienso que eres la mujer para mí.

—Créeme, en este momento no soy ni la mujer para mí misma.

—Puede que parezca un poco insistente.

—¿Te parece? —y a pesar de que manché mi tono con el más puro de los sarcasmos, él pareció no darse cuenta.

—Pero volver a verte causó estragos en mí, siempre fuiste una mujer emprendedora, dulce y hermosa, Sam, tanto por dentro como por fuera, recuerdo nuestros momentos juntos y sé lo feliz que fui—suspiré entendiendo su punto. —Solo comencemos con vernos más.

—Escucha, James, en estos últimos años he pasado por muchas cosas, no te imaginas cuantas, y estoy intentando volver a colocar todo en su sitio.

—Entiendo eso, créeme que lo hago.

—No estoy para presiones, y no quiero una relación por los momentos.

—Ya te dije, quiero que simplemente comencemos de a poco, podemos ser amigos, quiero volver a obtener tu confianza y con ella, la libertad para que me consideres como alguien importante en tu vida.

—¿Todo esto por haberme visto en aquel evento?

—Va más allá—bajó la mirada a su plato, y habló sin mirarme. —Ya tenía pensado buscarte cuando llegué a Estados Unidos, encontrarnos ahí, solo fue una mera casualidad. 

Lo evalué intrigada, recordando por qué habíamos durado tanto. Él era sensato, precavido, atento, y amable. Nunca dudó de que pudiera lograr las cosas, me apoyaba... Pero ya no sentía ese... algo que teníamos cuando éramos novios. Imposible por los momentos, suponía. 

—Dejemos que las cosas fluyan, ¿qué te parece? Me gustaría tener un amigo cerca en estos momentos, no tengo muchos aquí en Nueva York.

Y su sonrisa, me hizo sonreír.

Movía mi pierna con impaciencia mientras observaba la vía que recorríamos. El señor taxista no paraba de hablar sobre sus hijas, y me sentí mal de no prestarle atención, pero todo quedó eclipsado en cuanto vi la pequeña capilla donde se realizaría la boda.

—Oh, un matrimonio, que hermoso, ¿eres la madrina?

Me quería reír tan fuerte después de ese comentario.

—No, no realmente.

—Mis mejores deseos para la pareja, feliz tarde señorita—le sonreí, y agradecí después de pagarle, bajándome del taxi sintiendo un nuevo nudo formarse en mi estómago.

—Dios, que nervios.

Me dirigí a la pequeña casa, pegada a la capilla, ya que sabía que ahí era donde se arreglaban los futuros esposos. Un largo pasillo con baldosas blancas se encontraba frente a mí, con varias puertas a ambos lados del camino. Las personas iban y venían, y traté de pasar desapercibida. Me asomé en algunos cuartos que mantenían la puerta semi abierta, y para mi mala suerte, me topé con el cuarto de la novia.

Su hermoso cabello negro, en forma de ondas, resaltaba en contraste con su piel extremadamente blanca. El vestido era de un color crema, y hacía un juego precioso con lo poco que podía apreciar de su maquillaje.

—Estoy tan nerviosa—la escuché comentar a otro grupo de mujeres que la acompañaban. Suponía que sus madrinas, tal vez la mujer mayor era su madre.—¿Qué si se me olvidan los votos?

—Seguro Harry te salva, no te preocupes por eso, cariño.

—Ese prometido tuyo es una dulzura encarnada, claro que nada saldrá mal.

Me aparté sin querer escuchar más. Suficiente dosis de masoquismo por esa puerta. 

Pasé otras habitaciones que no tenían nada que llamara mi atención, hasta que dí con la suya. Le daba la espalda a la puerta, se encontraba frente al espejo y parecía estar hablando para sí mismo en voz baja. Me acerqué en silencio, recostándome del marco de la puerta; fue justo en ese momento cuando me di cuenta de que su chaqueta colgaba de un perchero.

Metí la mano dentro del bolsillo trasero de mi pantalón, y saqué la pequeña caja que contenía mi regalo para él... El brazalete. Deslicé la cajita con cuidado dentro del bolsillo de su chaqueta, y suspiré una vez estuvo listo.

Sonreí al verlo tirar la corbata al suelo y maldecir por lo bajo. Sacudió su cabello con una de sus manos, y cuando levantó la mirada, me encontró observándolo a través del espejo. Me separé del marco de la puerta y caminé hacia él.

—Siempre creí que no usabas corbatas porque no te gustaban, ahora me doy cuenta que es porque no sabes hacer el nudo.

—Sam...

—Harry... —intenté bromear. Sus ojos parecían mantener retenidas tantas cosas, pero sus labios permanecían cerrados. —Muy considerado de tu hermana haberme mandado una invitación, al menos pude saber en dónde estarías, claro que Hazel me hubiera ayudado de todos modos—me encogí de hombros, sonriendo un poco. 

—¿Harriet te mandó una invitación?

—Oh, sí. Me cayó de sorpresa.

—Es una imprudente, lo siento—me causó ternura que se sintiera avergonzado por ello. Tan solo sonreí, y negué un poco con mi cabeza.

—Te ayudaré.

Lo tomé del hombro y lo hice girar para poder tenerlo de frente. Me agaché para recoger la corbata y antes de colocarla, acomodé su camisa. Armé el nudo con facilidad, aun recordaba cómo hacerlo.

—No tenía idea que supieras armarlo tan bien.

—Mi papá me enseñó—ladeé la cabeza acomodando el cuello de la camisa. —Bueno, en realidad siempre me dio curiosidad y le pedí que me enseñara—esta vez, lo miré a los ojos.

Nos mantuvimos en silencio un rato, en el que solo nos limitamos a vernos.

—¿Qué haces aquí, Sam?

—Venía a desearte la mayor de las felicidades, por supuesto.

—¿Por qué?

—Porque lo mereces, eres muy buen hombre—acaricié su mejilla, lentamente, con mi dedo pulgar. 

—Siempre mencionas lo bueno que soy.

—No tendría por qué decir lo contrario, es la verdad.

Harry suspiró, levantando su mano derecha para acariciar el perfil de mi rostro.

Era curioso que, a pesar de haber pasado por tanto juntos, nos conociéramos tan poco.

—Ay, Sam—murmuró con lentitud. —¿Alguna vez te preguntaste qué hubiera sido de nosotros si tuviéramos a nuestro bebé? —me congelé, bajando mi mano con lentitud, pero él la detuvo a medio camino con su mano libre y la colocó sobre su mejilla nuevamente. —¿Nos hubiéramos casado o nos habríamos arrepentido?

—No tiene sentido hablar sobre esto.

—Nada tiene sentido—cerró los ojos, recostando su frente sobre la mía. —Muy seguido me cuestiono las decisiones que tomo.

—¿No estás feliz con ellas?

—Me siento orgulloso de ellas, ¿no debería ser suficiente para hacerme feliz?

—Bueno, una vez escuché en una canción que puedes sentirte mal haciendo las cosas bien.

—Eso no resuelve mi dilema.

—Lo siento—reímos un poco. —Tu no estarás seguro—comencé esta vez con seriedad. —Pero esta es una buena decisión, si la tomaste en primer lugar fue por algo, y sé, por experiencia propia, que solo tomas las mejores y más nobles.

Hizo una mueca, bajando la mirada por un instante.

—Siento que las cosas no hayan resultado como querías.

Ciertamente, parecía tan afligido por ese hecho, porque yo no fuera feliz.

—Bah, no le prestes atención a eso, estaré bien, ahora creo en ello.

Sintiendo como mi fortaleza aflojaba, me alcé un poco en puntillas para dejar un beso en su mejilla. Soltamos nuestro agarre, y me aparté un poco.

—Quería darte las gracias, por estar para mí, siempre.

—No las des, amé compartir esos momentos contigo, Sam. Por favor, no lo olvides—asentí, cruzando mis brazos, retrocediendo en dirección a la puerta. —Solo espero que encuentres lo que siempre has estado buscando.

"Lo encontré contigo", quise haber dicho, en su lugar solo dije la única palabra que parecía ser la adecuada para mi en todo momento...

—Adiós, Harry.

Masoquista.

Era la palabra perfecta para describirme en estos momentos. 

Nunca pensé que esconderme en una boda sería tan sencillo. Solo tuve que decir que era la organizadora del evento, que debía terminar de colocar unas flores por petición urgente de la novia, para que me dejaran subir al balcón donde se suponía y cantaba el coro.

Una vez allá arriba, sentada y fuera de la vista de los presentes, me sorprendí al ver a pocas personas. Habían, tal vez, unas 15 o 20 personas en total. Me pregunté el motivo, y no sabía si sentirme mejor o peor por lo íntimo de la celebración.

Vi a las Styles hablando en grupo, y a Harry esperando cerca del altar mientras conversaba con su amigo Dylan, parecían estar discutiendo o algo parecido, ya que podía percatarme de su tenso lenguaje corporal, y de los ceños fruncidos.

No podía ver a su pequeña hija, pero suponía que sería quien arrojara los pétalos de flores, o la que llevaría los anillos.

Me sentía divagar, mientras esperaba que empezara la boda. Y luego me sentía distante y ajena, cuando la ceremonia dio inicio. Me sentí un tanto orgullosa de que a Michelle no se le hubieran olvidado sus votos personalizados, y divertida de que Harry estuviera tan nervioso. 

Llegados al punto decisivo, ya no sabría decir cómo me sentía.

Michelle Tremblay, ¿aceptas recibir a Harry Styles, como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?

¿Tal vez triste porque lo había arruinado?

—Sí, acepto. 

¿O feliz de que las aguas tomaran su cauce? 

Harry Styles, ¿aceptas recibir a Michelle Tremblay, como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe? 

En ese instante, mi mente se llenó con momentos ficticios. Imaginándome a su lado, feliz de que estuviéramos esperando un bebé, encontrándonos unidos porque queríamos y no porque debíamos. Casados, porque sentíamos que nuestro amor debía ser plasmado en todo lo que pudiéramos plasmarlo. Anhelando más días juntos, más experiencias, más risas, más complicidades, más peleas tontas, más cumplidos, más caricias, más aventuras, más amor, más que solo dos personas que creían estar haciendo lo que pensaban y los haría felices.

—Acepto. 

Y aunque me sentía devastada en ese momento, destruida por esa respuesta tan solemne... Sabía que ese era mi momento para concluir con ese capítulo en mi vida. Debía sanar, porque solo había cubierto mi herida con un parche. Debía crecer como persona, superarme en el ámbito emocional, recomponerme y reconciliarme con la vida...

Porque en ese momento como odiaba a la muy hija de perra.


Es muy sad, pero Samantha ha madurado. En mi punto de vista, llegó a ese punto de quiebre que la hará tener que reconstruirse.

Sé que no tengo perdón de Dios por haber tardado tanto, pero ustedes conocen a mi verdugo :( A veces ni siquiera tengo chance de leer las novelas que me gustan sino hasta el sábado. 

Volviendo a lo nuestro: ¿Quiénes creían que el Harrito no se casaba? I mean, helloooooooooo. Trato de esquivar lo cliché, ¿recuerdan? Además, esto lo tenía planeado hace mucho. Ahora, la pregunta del millón de dólares es...

¿Qué puta va a suceder ahora? Ufff, ¿será que Samantha se casa con su ex? ¿O Harry muere de cáncer? ¿O ella es atropellada? Quien sabe...

Que cruel soy, sembrando semillas de especulaciones en ustedes.

JAJAJAJAJA

Ay ya, bueno, espero se lo hayan gozado. Aquí les dejo unas imágenes suuuuuper sencillas que hice hace mil años, y sí, en la galería Hily publicaré otras nuevas.

¡Las amo! ¡Gracias por tanto y bienvenidas a las nuevas pasajeras en este tren del drama!

Canción agregada al playlist de la historia: Ruin - Shawn Mendes

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