Capítulo 21: Acepto Parte I
n/a: Terminé de escribirlo y actualicé, voy de salida asi que please have mercy on me, como canta el Shawn.
—¡Samantha! ¡Espera! —me detuve justo antes de salir del hotel, y me volteé con el entrecejo fruncido.
Hazel corría en mi dirección, y en cuanto estuvo frente a mí, se abalanzó sobre mí para abrazarme. Quedé pasmada en mi lugar.
—¿Te encuentras bien? Harry nos contó, y lo vimos por televisión, ¿no te pasó nada? —me miró a los ojos, y solo podía ver en los suyos la más pura preocupación.
—Estoy bien, yo... —mis ojos se llenaron de lágrimas. —Tu hermano me cuidó.
—¿Entonces por qué lloras? —se preocupó más. —¡¿Te duele algo?! —chilló alarmada.
—No, no, es que—limpié mis lágrimas, sintiéndome un poco avergonzada. —Es que, es muy lindo que te preocupes por mí.
—¿Cómo crees que no podría? Oh, Sam, ven aquí, necesitas un abrazo.
Acepté su gesto con alegría, y la abracé con fuerza de vuelta.
—¡Samantha! Señorita, ¿pretendías irte sin que viera por tu estado?
Me sorprendió que la madre de Harry se acercara a hablarme, más aún que mostrara tanta preocupación por mí, como su hija.
—Hola, Hannah.
—Mira nada más, estás toda pálida, ¿por qué no almuerzas con nosotros en la playa, querida? Te hará bien un poco de sol, y relajarte con el sonido del mar.
—Oh no—murmuré luego de echarle una ojeada a una furiosa Harriet, era imposible no sentir su mirada sobre mí. —En un par de horas sale un avión que me llevará de regreso a San Diego, y...
—¡Tonterías! Puedes cambiar la fecha del vuelo.
—Hannah, de verdad aprecio tu gesto, pero no creo que sea cómodo.
—Sam, sé que las cosas entre mi hijo y tú no resultaron como querían, pero también sé que quieres arreglar las cosas.
—Lo intenté, pero Harry parece muy feliz con su nueva vida ahora, no pienso arruinarle eso.
La madre del rizado hizo una mueca, para después suspirar.
—¿Te contó?
—¿Qué cosa?
—El por qué se casa.
—Mhm, porque la ama, ¿tal vez?
—¿Eso fue lo que te dijo?
—Algo así—murmuré recordando lo cruel que había sido conmigo cuando hablamos al respecto. Ella tan solo se mantuvo observándome.
—Dime algo, Samantha, ¿amas a mi hijo? —mis mejillas se sonrojaron mientras asentía lentamente.
—Mucho, para ser sincera.
—De acuerdo. Ya veremos si eres capaz entonces.
—¿Capaz? —fruncí el ceño sin entender. —¿Capaz de qué?
—Del amor que va a necesitar, y se merece, por supuesto.
—¿A qué se refiere? —ella solo suspiró.
—Si eres lo que él necesita, ya te enterarás.
—Mamá—me encogí un poco cuando escuché a Harry, y retrocedí un par de pasos, sujetándome a mis codos. —Madeline tiene hambre, ya hablé con la policía y con los medios antes que llegaran, podemos irnos.
—Genial—Hannah acomodó su cartera, para después mirarme. —Samantha irá con nosotros.
Harry se tensó mientras que la niña, que mantenía su cabecita oculta en el cuello de su padre, me miraba con atención.
—Ella seguramente tiene cosas que hacer, mamá.
—De hecho, le comentaba a tu madre que debo estar en el aeropuerto, dentro de poco sale mi vuelo para San Diego.
—¿Te vas tan pronto? —ignorando a mi desbocado corazón por pensar que no quería que me fuera, tan solo asentí. —En ese caso, ¿por qué no te quedas a almorzar y después te vas?
Como si estuvieran tan asombrado de lo que acababa de decir como yo, frunció un poco el ceño.
—No los quiero incomodar.
—No lo harás—comentó rápidamente Hazel con una gran sonrisa.
—¿Quién es ella, papi?
Mi corazón se estrujó cuando escuché hablar a la pequeña. Así que me armé de valor para sonreírle, y tenderle mi mano.
—Soy una amiga de tu papá, me llamo Samantha, mucho gusto—examinó mi mano por un momento, para después ofrecerme la suya un tanto tímida. Sacó su cabeza del escondite en el que se encontraba, y me sonrió.
—Yo soy Madeline.
—Un placer, Madeline, me gusta tu cabello.
—Y a mí el tuyo.
—Bueno, ¿acaso no recuerdan que una embarazada no puede estar mucho tiempo de pie? Este niño se me puede salir.
Solté la mano de la pequeña en cuanto Harriet me miró con odio.
—Cálmate, Harriet, sólo convencíamos a Samantha para que viniera a almorzar con nosotros.
—¿Disculpa?
—Aceptada por entrometida—soltó su madre, y tanto ella como Hazel, y Madeline (que comenzó a reír al verlas a ellas hacerlo) soltaron una carcajada. —Muy bien, todos al auto, Sam cariño, pide que devuelvan tus maletas, te irás más tarde o mañana.
—¿Mañana? Oh no, no creo, ya registré mi salida del hotel.
—Eso se puede arreglar con una llamada, la haré vía al restaurante no te preocupes—paseó la mirada por el lugar, hasta que observó a un botones, y lo llamó con la mano. Éste se acercó rápidamente, al parecer reconociendo a la persona que lo llamaba. —Devuelva las maletas de la señorita a su habitación. Es la presidencial—señaló al taxi el cual me esperaba
Pobre hombre, seguro me odiaría luego que le dijeran que no me iría.
—Tengo entendido que no hay disponibles, señora.
—Claro que sí—chasqueó la lengua. —Seguro tendrán que asear la suya—suspiró. —Bien, ni modo, llévalas a la habitación de mi hijo, la presidencial a mano izquierda, ya la conoces—él asintió. Dejándonos a Harry y a mi timbrados en el lugar.
—Mamá... No creo que...
—No crees nada, tú no crees, tú decides y te impones, Harry—la madre suspiró una vez más dándose la vuelta para salir del hotel. —Tienen 28 y actúan como de 15, Hazel debería darles algunas clases.
Su hija rió contenta siguiéndole el paso, Harriet, completamente molesta por mi presencia, las siguió sin más, y luego de que Harry cambiara a su hija de brazo, me observó unos instantes para terminar suspirando.
—¿Te sientes bien con esto?
—Aun pienso que lo mejor es que me vaya.
—Comamos, luego decidimos, también te veo un poco pálida, y no es seguro que viajes así y menos estando tú sola.
¿Cómo resistirme a pasar más tiempo a su lado?
—De acuerdo, llamaré a la aerolínea para pagar por el cambio—él asintió, y me señaló la hermosa camioneta blanca de su madre, donde ya nos esperaban adentro. Pasé delante de él, luego de observar cómo su hija comenzaba a jugar con su cabello.
El viaje fue escandaloso, gracias a que Hazel cantaba las canciones que a Madeline le gustaba. Harry iba adelante hablando con su madre de sabrá Dios qué cosas, y para mi buena suerte, Harriet se encontraba en otro vehículo con su esposo.
—¿Te sabes alguna canción, Sam? —volteé a mi derecha para mirar a Madeline y a su tía sonrientes.
—¿Con alguna canción te refieres a...? —la insté a que continuara, pero la pequeña fue la que contestó en su lugar.
—¡De niños!
—Alguna de niños, ¿eh? —reí ante lo rápido que asentía. —Mhm... El viejo Mc Donald tenía una granja, ía, ía, o.
Era gracioso que ella intentara seguir la pista de la canción con apenas balbuceos, y los movimientos que hacía con las manos, ella los repetía. Así nos mantuvimos hasta que cambié la canción por una de los colores que me sabía.
—Muy bien, cantantes, ya llegamos.
—¡Te sientas conmigo! —asentí con una sonrisa ante su inocente petición.
—Se dice a mi lado, Mad —la corrigió Harry suavemente.
—Está bien, papi.
Hasta ese momento, no me había percatado que nos estuvo observando por el espejo retrovisor, pero cuando se dio cuenta que lo observaba, desvió la mirada. Y podría estar equivocada, pero juraría que había visto sus ojos cristalizados.
—Vamos todos, me han dicho que en este lugar se come exquisito, además tenemos el mar a pocos metros.
—¡Yo quiero jugar en la arena!
—Si te comes todo, prometo que jugarás todo lo que quieras.
—Bueno.
Me bajé del auto, seguida de Hazel, y fuimos detrás de Hannah mientras que el rizado se quedaba para desabrochar a su pequeña hija del asiento para niños.
Sin embargo, una vez entré en el restaurante, los ruidos que percibía en el lugar comenzaron a incomodarme. Tomé varias respiraciones profundas, intentando controlarme. Sin duda alguna, no era un buen momento para que me diera un ataque de pánico, aunque este lo sentía diferente. Tal vez, el ataque en el casino la noche anterior no había pasado tan desapercibido para mí.
Cuando todos estuvimos sentados, las hermanas comenzaron a platicar con su madre, y Harry con su hija que parecía estar intrigada con todo lo que tenía el restaurante, pero yo seguía sintiendo la misma asfixia que cuando entré, los sonidos, por más mínimos que fueran, me estaban alterando los nervios. Fue en ese momento, donde una bandeja metálica cayó contra el suelo, provocando que yo saltara de mi puesto, literalmente, y me quedara de pie.
—¿Sam?—preguntó Hazel mirándome con cautela.—¿Te sientes bien?
—Voy a tomar algo de aire, ya vuelvo.
No sé si lograron escucharme ya que, para mí, hablé muy bajo, pero no podía hablar siquiera un poco más fuerte.
Para mi buena fortuna, el restaurante no era pura publicidad, ya que la playa estaba en la parte trasera del loca, como todo el lugar era abierto (como uno de esos campestres, al aire libre), cualquiera podía salir en el momento que quisiera.
Me senté sobre la arena, cerca de la orilla, pero sin llegar a tocar el agua. Enterré mis manos en la tierra suave, y comencé a apretarla entre mis puños para después, soltarla. Definitivamente, logré calmarme con el sonido de las olas al reventar, la arena, y el olor a mar.
Cuando escuché pasos, unos minutos después, me abracé a mis rodillas reposando la barbilla sobre el tope de una de estas.
—No te quiero adentro del mar, ¿entendido, Madeline?
—Solo voy a hacer un castillito, papi.
—De acuerdo, estaré aquí con Sam vigilándote.
Vi a la niña pasar frente a mi, pero esta no se alejó mucho en realidad, por supuesto que Harry no la dejaría muy cerca del mar, menos sola.
—¿Cuántos años tiene?—pregunté luego de habernos mantenido unos minutos en silencio.
—Dos años.
—Habla bastante para su edad.
—Conoces a mi familia, no pueden parar de hablar por nada del mundo—rodó los ojos, y ambos reímos sabiendo que era verdad. —A Michelle también le gusta hablar con ella, incluso durante el embarazo.
Ni me inmuté ante el comentario.
Fue en ese momento en el que me pregunté;
¿Mientras yo sufría la pérdida de nuestro bebé, acaso él...?
—No es lo que estás pensando—giré la vista para dar con su perfil, Harry suspiró sin dejar de mirar a su hija. —Michelle y yo nos conocemos de toda la vida, también nuestras familias, quedó embarazada de su prometido, pero... Éste murió de un ataque al corazón cuando ella tenía seis meses de embarazo—hizo una mueca, recostándose sobre sus codos en la arena. —Acudió a mi desesperada, completamente destruída, por supuesto que acepté ayudarla.
—¿Es decir que la niña...?
—No es mi hija biológicamente, pero aparte de eso, Madeline es totalmente mía, yo la crié, lo seguiré haciendo y la amo, al igual que su madre, Michelle es una excelente persona.
—Al igual que tú.
—Supongo—murmuró jugando con la arena.
Me apetecía tanto, tanto un cigarro, pero sabía que con la niña cerca, lo menos que podía hacer era fumar.
—Debes dejar eso.
—¿Disculpa?
—Fumar, debes dejarlo—me miró brevemente.—Se te nota la ansiedad a kilómetros de distancia.
—Yo... Bueno, cuando necesito calmarme fumo, que es la mayoría de las veces—me reí de mi chiste sin sentido.—Pero supongo que tienes razón, debo dejarlo, solo... Primero debo encontrar otra manera de desestresarme.
—Ya te lo dije, eras buena dibujando y pintando.
—Tal vez lo retome.
Otros minutos pasaron, en el que ambos nos mantuvimos callados, hasta que vimos cómo Madeline se caía por haber tropezado con su propio "castillo".
—¿Qué pasó ahí adentro?
—Creo que iba a tener un ataque de pánico—miré hacia atrás por un segundo.—Los ruidos, simplemente me alteraron.
—Pesadillas, ataques de pánico, ahora ansiedad cuando estás en lugares escandalosos, Samantha, eso no es normal—se sentó bien, sacudiendo sus manos, para luego agarrar mi barbilla y girarla en su dirección. Sus ojos verdes estaban brillantes, y me pareció ver las pequeñas motas marrones que tan bien recordaba.—Necesitas ir con un especialista, estás tan tensa todo el tiempo, lo noto, es como si fueras a romperte en cualquier momento de tanto que tiran de la cuerda.
—Estoy bien.
—Deja de decir eso—bramó con el ceño fruncido.—No estás bien, acéptalo por una vez en tu vida, y pide ayuda, no está mal recibir ayuda, Sam—bajó su mano hasta colocarla en mi nuca, y para mi sorpresa, acercó mi rostro al suyo para que así pudiera descansar su frente sobre la mía.—Siempre quisiste hacer todo tú sola, sé lo fuerte e independiente que eres, y te admiro por eso, pero si no buscas ayuda ahora, vas a desaparecer.
—Tengo miedo—su mirada era tan cristalina, que no me quedó más que hablar con la verdad.—Tengo miedo de como tú dices, desaparecer, tengo miedo de quedarme sola, siempre he tenido miedo, por eso la idea de querer tener a ese bebé, porque estaba aterrada de que mi soledad me absorbiera. Sé que fui egoísta, y cruel, pero tenía miedo.
—Sam, yo...—cerró los ojos con pesar, meneando su cabeza.
—Lo sé, no te pido nada, no te exijo nada, sé que vas a casarte, pero tal vez, podamos ser amigos —apreté su muñeca entre mis dedos cuando sentí que dejaría su agarre.—Por favor, te necesito en mi vida, de alguna u otra manera.
—El problema es que no eres la única que lo hace—se alejó un poco de mi, volteando a ver a su hija, la cual seguía concentrada jugando con la arena. —Si debo ser honesto, estoy cansado de ser el salvavidas de todos.
—Entiendo—comenté luego de unos instantes. —Y tienes razón, no es...—alejé su mano de mi nuca, y lo solté. Él volteó para mirarme.—No es justo para ti.
—Busca ayuda, reencuentrate, y prometo estar cada vez que necesites hablar, aunque estemos lejos, puedes llamarme—metió la mano dentro del bolsillo de su pantalón, entregándome un pedacito de papel arrugado, y doblado varias veces.—Ahí está mi número de celular, no dudes en marcarme cuando sientas que no puedes soportar más, cuando te sientas ahogada.
—Gracias, Harry—murmuré guardando el papel en mi jean.
Iba a levantarme, ya me sentía mejor, e incluso se me había abierto el apetito, pero el hombre a mi lado colocó su gran mano sobre la mía, impidiendo que me fuera.
—Una última cosa—un leve escalofrío me recorrió la espalda al verlo observarme de aquella manera tan intensa, y decidida. —Debes saber que nada de lo que pasó con Samuel fue, es o será tu culpa.
—Harry, no quiero...
—No, escúchame, por favor—apartó los mechones de cabello, que volaban por mi rostro gracias a la cálida brisa.—Las cosas pasan por algo, si no era nuestro momento de ser padres, era por algún motivo.
—Pero si mi cordón no hubiera sido tan corto...
—No lo sabemos, Sam, si hubiera sido más largo, o un cordón normal, no sabemos qué hubiese pasado, ni lo sabremos nunca, pero no por eso fue tu culpa—mi labio inferior comenzó a temblar, sus ojos tristes, me entristecía a mí.—Ven aquí—con su brazo tatuado, me atrajo hacia el costado de su cuerpo, yo acepté gustosa dejando ir las primeras lágrimas.—Samuel está mejor allá arriba, es un ángel ahora, Sam.
—Me he sentido tan culpable todo este tiempo, como si yo te lo hubiera arrebatado, perdóname por no haberlo hecho mejor—lloré, acurrucada en su pecho, con mi rostro escondido en su cuello, lloré como hacía muchos meses no lloraba.
—Perdóname tú a mi por haberte dejado sola, sé lo difícil que era permitirte dejar entrar a alguien, has estado sola tanto tiempo...—suspiró.—No tuve que haberte dejado batallar sola.
—No seas idiota, Styles, no hay nada que perdonarte—sentí su pecho vibrar por su risa. Sonreí un poco.
—Entonces yo tampoco debo perdonarte nada.
—Pero...
—Ah no, señorita, o nos perdonamos mutuamente o no nos perdonamos mutuamente, tú eliges.
Ambos reímos con ganas, una risa que me nacía de lo profundo de mi pecho, una sincera. Hacía tanto tiempo que no me sentía así de bien, así de ligera.
—Nos perdonamos mutuamente entonces, porque en verdad, necesito tu perdón para vivir tranquila.
—Bien, en ese caso, te perdono por haberte ido, y haberme dejado a mi merced, porque eso es lo único de lo que eres culpable—sonreí, aun manteniéndome oculta en su cuello.
—¡Papi, mi castillito!—ambos reímos cuando una ola grande rompió, y se llevó el "castillo" (porque más bien parecía una montaña), de Madeline con ella.
—Ya lo intentaremos luego—me separé de él, en cuanto vi a la niña dirigirse hacia nosotros, con un puchero pronunciado, y los brazos cruzados.
—Estaba bonito.
—Era bonito, Madeline.
—Eso.
Harry se levantó tomándola entre sus brazos.
—Después de comer lo intentaremos una vez más con la abuela, ¿está bien? Prometo ayudarte—le dio un beso en la mejilla, a lo que ella sonrió, provocando en mí la misma reacción.
Recordé sus palabras, esa niña era tan suya como de Michelle, no importaba que no compartieran sangre.
—Vamos a comer—me miró sonriente, y se acercó a mi. Extendió su mano en mi dirección, y yo la tomé. Me ayudó a levantarme, y ambos nos dirigimos a almorzar.
La comida estuvo deliciosa, Harry estuvo batallando con Madeline gran parte de la comida, así que cuando me reí lo suficiente por verlo sufrir, decidí ayudarlo dándole yo la comida a la niña para que él pudiera comer. Lo que hacía era jugar con ella a "yo veo", y cada vez que ganaba ella debía comer una cucharada, como sus "yo veo" se repetían casi todo el tiempo (porque siempre veía el azul del mar, la camisa de su padre, la mía o alguna de sus tías) me resultó sencillo que comiera todo. Luego de eso, apenas si jugamos una hora en la arena, ya que la marea subía con rapidez según nos había informado uno de los trabajadores del restaurante.
Cuando estuvimos de vuelta en el hotel, pedí rápidamente a un botones que llevara mis maletas al lobby, me iría bien entrada la noche para San Diego, y aunque sentía que las cosas entre Harry y yo se encontraban mucho mejor, él aún se casaría, y yo no podía permanecer como si nada a su lado sabiéndolo.
—Pero cariño, puedes pasar la noche aquí sin problemas—comentó afligida la madre del rizado por mi partida. Le sonreí con cariño.
—Gracias, pero de verdad debo irme.
—Vamos, te llevaré al aeropuerto—comentó Harry sacando las llaves de lo que, suponía yo, era su carro.
—Oh, no es necesario—le sonreí.—Puedo tomar un taxi—él rodó los ojos, y le silbó al mismo botones que había bajado mis maletas.
—Dígame, señor.
—Coloca las maletas de la señorita en mi carro, por favor—le entregó las llaves, a lo que el joven muchacho asintió.
—Por supuesto, señor.
—Vaya que eres necio.
—Porque tu no lo eres—se burló, a lo que yo le saqué la lengua, él me imitó, haciéndome recordar cuando hacíamos lo mismo durante la época que habíamos vivido juntos.—Mamá, ¿puedes cuidar a la niña mientras vuelvo? Harriet y Hazel están con ella, pero...
—Tranquilo, yo la vigilo, a esa pulguita le falta poco para quedarse dormida—él asintió, inclinándose para abrazar a su madre, yo me alejé un poco al ver que compartían algunas palabras, sin embargo, no pude escuchar nada. Cuando se separaron, Hannah se acercó a mí con los brazos abiertos, acepté su abrazo con gusto. —Cuídate mi niña, estoy segura que más pronto que tarde volveremos a vernos.
—Gracias por todo, Hannah.
—No hay de qué—le dio unas palmaditas a mis manos, y luego de besar mi mejilla y la de su hijo, se fue en dirección al ascensor.
—Vamos—habló Harry indicándome la salida del hotel. Asentí, echándole una última ojeada al lugar antes de seguirlo. —¿Sí te gustó el hotel?
—Es hermoso, sí.
—Harriet y mamá estuvieron involucradas en el proyecto, aportaron ideas para la decoración.
—Que buen gusto—y lo decía en serio, todos ellos, a pesar de ser humildes en lo que a mi opinión respectaba, derrochaban elegancia y buen gusto. —¿Supiste los detalles de lo que pasó en el casino?—le pregunté una vez estuvimos dentro de su carro.
—No sé si sea bueno para ti hablar sobre esto.
—Oh, por favor, no me quiero quedar con la curiosidad, dejé mi laptop en la parte de atrás—suspiró.
—El hombre no está relacionado con nosotros, en realidad, el tipo es un esquizofrénico, perdió en un juego de azar, y simplemente sacó el arma para comenzar a disparar—mis ojos se ampliaron sin poder creer lo que escuchaba.
—No sabía que permitían armas aquí.
—No están permitidas, no sé cómo entró con ella.
—¿Hubo muertos?
—Ninguno, gracias a Dios—recostó su brazo izquierdo de la ventana, manejando únicamente con la derecha.—Hubiese sido peor, pero el tipo disparaba hacia el techo, aunque sí hubo varios heridos, sobretodo en el momento que intentaban salir de ahí.
—Dios—masajeé mi frente.—No puedo creer que cosas como estas pasen.
—Pero pasan, por eso quiero que tengas cuidado en tus eventos, Samantha.
—Lo tengo.
—Son eventos grandes, Sam, alguien puede aprovecharse de eso para cometer una locura como ésta, por favor, cuídate.
—Estaré bien, Harry—me miró un momento con una ceja alzada.—¿Qué? Es en serio, siempre hay mucha seguridad y...
—Aquí también había mucha seguridad, y mira lo que pasó.
—Entiendo tu punto, prometo estar más pendiente.
—Sam...
—Y elegir bien mis eventos.
—¿Y...?
—No sé qué más quieres que te diga.
—Que procurarás no ir a ellos.
—Te volviste loco.
—Por lo menos, promete que no irás a los más grandes—bufé.
—Los más grandes son en los que más me solicitan, y por ende voy, la publicidad es buena para mi negocio. Salí de aquí con dos clientes, por cierto.
—Samantha, solo... Cuídate, ¿de acuerdo?
—Lo prometo, y tú me prometerás que te cuidarás, y a Madeline, y a tu familia.
—Lo prometo—sonrió, llevando su mano izquierda a su boca para ponerse a jugar con su labio.
—¿Qué?—pregunté percatándome que no dejaba de sonreír.
—Nada—sacudió su cabeza, bajando su brazo.—¿Te agradó Madeline?
—¿Cómo no? Es una niña muy inteligente, y hermosa.
—Como su padre.
—Por supuesto—él rió divertido por mi contestación.
El resto del viaje continuamos hablando sobre banalidades, hasta que llegamos al aeropuerto. Me acerqué para abrazarlo por el cuello, él enrolló sus brazos en mi cintura.
—No es que me esté quejando, pero ¿qué haces?
—Me despido, gracias por traerme.
Realmente, quería quedarme pegada a él como lapa.
—Pienso acompañarte hasta que salga tu vuelo, Samantha.
—Oh—me separé de él lentamente, pero Harry no aflojó el agarre que tenía en mi cintura.—No te preocupes, me quedaré esperando a que llamen mi vuelo, y...—me calló besando mis labios.
Cómo le gustaba jugar conmigo.
—Cállate, y vamos—suspiré rindiéndome.
Bajamos con todas mis maletas, y me acerqué a la taquilla por el boleto. Luego de arreglar todo el papeleo, y el peso de las maletas, nos sentamos en una banca a esperar que llamaran a mi vuelo, lo cual sería dentro de un par de horas. Saldría casi a las 11, y llegaría en la mañana del día siguiente a San Diego.
—¿Y si Madeline se despierta y pregunta por ti?
—Hannah sabe manejarla, no te preocupes.
—Bueno—suspiré recostando mi cabeza sobre su hombro.
—¿Sam?—musité una afirmación.—Siento haberme comportado como un completo idiota cuando estuvimos juntos, no tenía por qué haberte dicho todas esas cosas, fui un cerdo.
—Está bien.
—No, no está bien—recostó su cabeza sobre la mía, y yo solo sentía chispas en todo mi cuerpo.—Me gustó pasar la noche contigo, solo que... No tenía planeado que pasara.
—¿Es correcto que piense que aun sientes cosas por mi, pero aun así te casarás con ella porque la quieres, y porque quieres darle un lindo futuro a Madeline?
—Sí—murmuró, paseando su nariz por mi cabello.
—¿Te volveré a ver?
—Es muy probable—dejó un beso en mi cabeza.—¿Me llamarás?
—Es muy probable.
Ambos reímos por eso.
Luego, simplemente nos mantuvimos en silencio, entregándonos una que otra caricia, apenas si hablando de cosas sin importancia, tratando de compartir lo poco que nos quedaba de tiempo juntos.
—Vuelo 342 con destino a San Diego.
—Ese es el mío—observé nuestras manos entrelazadas, un tanto nostálgica.
Ya lo extrañaba, y aún no me iba.
—Vamos—aun sin soltarme, me ayudó con una de mis maletas, mientras yo llevaba la otra, y nos dirigimos hacia la puerta de embarque.
Una vez allí, y luego de escuchar el llamado de mi vuelo una vez más, nos mantuvimos frente a frente, sujetando nuestras manos.
—Debo irme.
—Sí—bajó la mirada a nuestras manos.
Comenzó a subir las suyas a lo largo de mis brazos, y las posó sobre mi nuca. Con su dedo pulgar, elevó mi barbilla para que lo mirara a los ojos.
—Siento haberte tratado mal.
—Me lo merecía, tus palabras fueron crudas, pero eran verdaderas.
—Estaba molesto, y resentido contigo.
—¿Aún no lo estás?
—Sí, pero no contigo precisamente—suspiró.—Las cosas pasan por algo, ¿no?
—¿Es tu nuevo mantra de vida?—murmuré burlona, haciéndolo reír.
—Algo así—susurró.
—Última llamada para el vuelo 342 con destino a San Diego.
—Debo irme.
—¿Puedo pedirte una última cosa?
No le respondí, solo me coloqué de puntillas para alcanzarlo, y poder besarlo. Un beso lento, pero tan apasionado, que sentía mis labios derretirse ante los toques de los suyos. Le dio una pequeña mordida a mi labio inferior antes de dejarme ir.
—Tu aun me quieres, Harry Styles.
—Nunca he dejado de hacerlo, pequeña idiota.
Ambos nos sonreímos, hasta que finalmente, nos separamos. Debía tomar ese vuelo, y volver a mi vida, igual que él a la suya.
Y nunca me supo una despedida tan amarga, ni cuando nos habíamos separado dos años atrás.
—¡¿Samantha?!—giré al escucharlo gritar mi nombre, antes de desaparecer por completo.—¡Es un hasta luego!
Simplemente le sonreí.
Cuando llegué a San Diego, Cata me esperaba sonriente e impaciente. Incluso llevaba un cartel que decía: "La amiga más hermosa, por aquí". Corrí hacia a ella (tanto como mis maletas me dejaron, por supuesto), y la abracé con fuerza.
—Mírate nada más, tienes un lindo color.
—Apenas si visité la playa.
—¡Aun así!—ambas reímos. Ella agarró una de mis maletas, y caminamos fuera del aeropuerto. —¿Y bien?
—Se casará, Cata—giró rápidamente para verme en cuanto me escuchó.—Y sí es su hija, es decir, no es biológica, pero tienes que ver como la trata, es... es su hija, Cata—ella suspiró.
—Ay, amiga, de verdad pensé que funcionaría—me encogí de hombros.
—Pero fue bueno ir a verlo, ¿sabes? Nos dijimos todo lo que quisimos, él más que yo, y quedamos en buenos términos, al menos no vi más de ese rencor, que me mostraba en un principio, en su mirada.
—Pero aun así se casa.
—Pero aun así se casa—asentí procesando sus palabras.
Sip, era más triste cuando caía en la realidad.
—Por cierto—y me golpeó el brazo.
—Auch—fruncí el ceño.—¿Qué te sucede?
—¡Estuviste en el hotel donde ocurrió un tiroteo, y me entero hoy por la televisión!—volvió a golpearme.
—¡Auch! ¡Cata!
—Cata mis pijamas de abuela, ¡¿sabes lo histérica que me puse?!—pasó la mano por sus ojos, relajé los hombros, había estado preocupada.—Mala amiga, en vez de hermosa, tuve que haber puesto mala en el cartel.
—Lo siento, pero no me pasó nada, ni a Harry ni a mi, por cosas de Dios salimos del casino antes de que comenzara el tiroteo.
—¡¿Estuviste ahí siquiera?!—chilló, intentando golpearme de nuevo, rápidamente la esquivé moviéndome hacia un costado, casi llevándome por delante a una abuelita en el camino.
—Sí, bueno, no es como si hubiera sabido que iba a estar dentro de un tiroteo.
—Eres una inconsciente, Samantha, pudiste haberme avisado, gracias.
—Quería evitar precisamente esto, tranquila, estoy bien.
Cata enrolló su brazo con el mío, recostando su cabeza de mi hombro.
—Claro que estás bien, sino yo te mataba—reí, agradeciendo de tenerla como amiga.
Vía su casa, ella no paraba de interrogarme con respecto a todo lo que había hecho en las Bahamas, y aunque obvié unos que otros detalles (como el que me acosté con él), según Cata teníamos esperanzas.
No estaba segura de a qué se refería con la palabra "esperanza", pero agradecía el gesto.
—Ve entrando a la casa, llevaré tus maletas.
—Pero yo puedo...
—¡Que vayas, mujer!
—Bueno, ya.
Acepté su petición, y en cuanto entré a su casa, todo se encontraba en la penumbra. Fruncí el ceño, ¿quién había bajado las cortinas, y apagado las luces? Fue cuando encendí el interruptor.
—¡Bienvenida!
—¡Tía, Sham, tía, Sham, hola!
Imposible no querer llorar. Mis amigas de la banda fueron las primeras en abrazarme, seguidas de Jasper y Brandon, y Diana que se sujetó a mis piernas.
—¡Chicos! Dios, cómo los echo de menos.
—¡Tú eres la desaparecida!—exclamó Jane sonriente. —Ni siquiera te pudiste enterar de esto...—tomó la mano de Patricia, y casi me golpea con ella en la cara. Suficiente como para darme cuenta del hermoso anillo de compromiso que cargaba.
—Oh por...—tapé mi boca.—Espera, ¿quién...?—volteé para ver a Jasper, ya que Patricia estaba tan roja que en cualquier momento explotaría, y éste asintió orgulloso.
—Yo puse ese anillo en su hermoso dedo.
—Y yo sigo soltero—reímos ante el comentario de Brandon.
Tomé a Diana entre mis brazos, ya que ella estaba impaciente por mi atención, hasta que vi a mi pelirrojo favorito.
—Si me permiten, también quiero abrazar a la desaparecida.
—Nicolás—musité con la voz temblorosa, embargada por las emociones.
Jane tomó a Diana entre sus brazos, y yo me acerqué para abrazarlo. Dios, cómo lo había extrañado.
—Oh, mi querida Sam, te he echado tanto de menos.
—Y yo a ti.
—¡Que comience la fiesta!—exclamó Cata, colocando música.
Compartir con mis mejores amigos, me hizo tanto bien. Reírme con sus anécdotas, poder abrazarlos, sentirme querida. Ahh, siempre tuve una familia en San Diego.
Ya en la tarde, salí junto con Nicolás al hermoso patio de mi amiga. Nos sentamos sobre el césped compartiendo una botella de vinotinto.
—Pablo y su hermano lamentan no poder venir, tenían una conferencia.
—Chicos ocupados, ¿eh?—bromeé golpeando su hombro con el mío, él rió.
—Y dime, ¿cómo van las cosas en Nueva York?
—Van muy bien, y sé que a ti te va excelente—él sonrió ampliamente, amaba su trabajo, al igual que yo.
—Sabes que aprendí de la mejor—me guiñó haciéndome reír.—Pero, hablando ahora en serio, ¿qué con el grandote que te gustaba?
Reí un poco por el apodo que le había dado al rizado, sirviéndome otro poco de vino en mi copa.
—¿Harry?—asintió.—Se va a casar, y tiene una niña muy linda. Recién lo vi, quedamos en... buenos términos, supongo.
—No suenas muy feliz.
—Nunca sueno muy feliz, ¿o sí?—bufé para después reírme.
No debí haber tomado tanto alcohol.
—Cuando estaban juntos, eras feliz, aunque eras una cabezota, parecía que funcionaba, ustedes funcionaban juntos.
—Sí, y yo lo arruiné, ya todo el mundo lo sabe, no debes recordármelo.
—Bah, habrás tenido tus faltas, pero él no fue ningún santo, recuerdo que llorabas en la oficina porque él no quería ver los ecos—hice un puchero.
—¿Me escuchabas?
—Claro que sí—acarició mi cabello.—Mira, cada vez que hay problemas en una relación, es por falta de ambos, siempre lo he pensado.
—Sí, bueno—recosté mi cabeza de su hombro, abrazándome a su brazo. —Te extraño, a ti, y a Cata, y a los chicos, a mamá no la extraño, pero al menos peleaba con ella, y podía verla más que ahora—Nico suspiró.
—¿Por qué no regresas?
—Oh, no, tengo un emporio allá, mi nueva vida está allá, no puedo dejar todo así como así.
—Una vez dejaste todo así como así y no te fue mal—hice una mueca al escucharlo, levanté mi cabeza.—Lo siento, no lo quise decir con esa intención.
—No, está bien. Tal vez deba... No sé, ¿probar nuevos horizontes?
—¿Por qué no volver a los viejos?—lo miré con atención.—Aquí nos tienes a nosotros, tú familia.
Me le quedé mirando un rato, pensativa.
"¿Volver a los viejos horizontes? ¿Volver a San Diego?"
—En definitiva te extrañé—murmuré, para luego dejar un beso su mejilla, y cambiar de tema.
Me quedé en San Diego el resto de los días que faltaban para el cumpleaños de Diana. Aunque mi amiga, y la niña me hacían los días más amenos (incluso los chicos me habían ido a visitar), a veces, sobretodo en las noches, tenía ataques de ansiedad, y muy raras veces de pánico. No me había atrevido a llamar a Harry, aún. Primero, porque me daba pena llamarlo, y segundo, porque deseaba mejorar un poco mi propio ser.
Casi dos meses después, ya estaba nuevamente en Nueva York... Sola, pero decidida.
—La extrañamos, esto fue un completo caos los días que no estuvo por aquí.
—Gracias por encargarte de todo, Cristal.
—Elena también me ayudó bastante.
—Sé que tengo trabajadoras muy eficientes, gracias a ambas—cuando pasé por el escritorio de mi secretaria le sonreí.—Te ganaste un aumento, las dos.
Para mi sorpresa, ambas soltaron un gritito agudo. Alcé mis cejas ante aquella reacción, ellas palidecieron de inmediato, cuestión que me causó risa en demasía, así que sin retenerlo más, solté una sonora carcajada que aligeró el ambiente, y fue acompañada con las risas frescas de mis trabajadoras.
Una vez en la oficina, casi me caigo de la impresión.
Un hermoso, y enorme ramo de rosas rojas.
—Vaya, señorita, otro agradecimiento por su buen trabajo.
Aunque era cierto que solía recibir arreglos de ese tipo por trabajo, mi corazón palpitante y desbocado quería pensar en otra cosa... en otro alguien, mejor dicho.
—¿Puedes venir dentro de 20 minutos para que me ayudes a ponerme al día?
—Por supuesto que sí, iré por café.
En cuanto cerró la puerta, me acerqué rápidamente al ramo, y aunque me costó conseguir la tarjeta, ya que por alguna razón estaba oculta entre tantas rosas, logré encontrarla. La pegué en mi pecho sin leer nada, y procedí a sentarme en mi silla. Me acerqué a la mesa, y fue en ese momento que tuve la valentía para apartarla, y leerla.
Ufff, cuanto dolía la desilusión.
"Me enteré que hoy llegabas, así que ¡sorpresa! Sé que estuviste de vacaciones, y que no querías ser molestada, pero ya que estás de vuelta, ¿qué opinas de ir a tomarnos un café, y charlar?
Te extraño, Sam.
James O'Connor."
Suspiré jugueteando con la tarjeta de mi ex.
—Supongo que distraerme me hará bien.
Dejé la tarjeta a un lado, luego de admirar la belleza del ramo una vez más, y busqué mi cartera para rebuscar el número del terapeuta que me había recomendado la madre de Harry. (Había llamado a Hazel días atrás para que me permitiera hablar con su madre respecto a mis problemas, ella muy gentilmente, me recomendó un doctor que residía aquí en Nueva York).
Pretendía llamar en ese momento, cuando un sobre color marfil, que se encontraba al lado de la computadora, captó mi atención. Dejé el celular, y la tarjeta a un lado tomando el sobre. Mi corazón se alteró, parecía... La invitación a una boda.
Michelle Tremblay y Harry Edward Styles
Junto a nuestras familias, requerimos contar con el honor de su presencia, en la celebración de nuestro matrimonio...
Solté la tarjeta sin terminar de leerla.
Cómo dolía.
—¿Y ahora qué?—susurré sintiéndome perdida, una vez más.
Este capítulo tuvo mi corazón por completo, ellos necesitaban ese perdón, hablar y entenderse.
El próximo capítulo está tan bueno porque lo tengo todo maquinado en mi cabeza, y no tengo ni idea de cuando lo actualizaré. En parte, por eso este fue laaargo.
Les cuento por qué. El lunes (es decir, mañana) comienzo clases, octavo semestre señores (mi carrera es de 10 semestres), o sea que está más difícil porque estoy más cerca de graduarme. Esta semana me quedo en casa de un amigo porque como yo estudio en un estado diferente al que vivo, el pasaje lo aumentaron demasiadooo y me quedaré en su casa para gastar menos (e incluso creo que me voy a residenciar con mi hermano en ese estado, y cerca de la universidad, para ir caminando, y no gastar nada en pasaje) por ende no tendré donde escribir durante la semana.
Pero tengo planeado ir anotando, escribiendo ideas en papeles, cuadernos, lo que sea (cosa que nunca hago), cuestión de que llegue a mi casa a escribir lo más que pueda.
Ustedes saben lo mucho que las amo y que amo esta historia, yo la siento tan reaaaaal, lo juro. Así que bueno, espero me esperen para más.
¡Las amo muchito, cuidense!
Canción agregada al playlist de la historia: Flicker - Niall Horan.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro