Capítulo 2: Plan C
En cuanto llegue a casa decidí llamar a Catalina, mi mejor amiga desde la universidad y una de las socias de nuestra empresa de eventos, para avisarle que iría a visitarla. Mis planes iniciales habían sido quedarme tirada en mi cama, con el pijama puesto, comiendo helado de chocolate y ver mi maratón de The Vampire Diaries (como usualmente hacía los domingos), sin embargo, la idea de querer tener un bebé rondaba en mi mente como si de un trompo se tratara, y no podía evitar morder mis uñas al pensar en eso una y otra y otra vez.
Necesitaba una segunda opinión, ¿y quién mejor que mi amiga Cata para aquello?
Decidí prepararme algo sencillo para almorzar mientras chequeaba en mi laptop algunas de las ideas que habían venido a mí antes de dirigirme a casa de la pelinegra. Primero, pensé en la opción de la inseminación artificial, por lo que decidí buscar cómo era el procedimiento y relatos de mujeres quienes habían participado en el mismo, entre páginas y blogs me enteré que existía una clínica en la ciudad próxima a la que vivía. Ilusionada y decidida a dejarla como primera opción, trabajé e investigué solo un poco en mi segundo plan, el cual consistía en la adopción. Si había tantos niños desamparados que deseaban tener una familia, y yo deseaba tanto tener a un hijo, ¿por qué no intentarlo? La información que me aparecía en internet era muy generalizada, sin embargo. Por lo que apunté mentalmente el tener que visitar una casa de adopción y obtener resultados más específicos.
Cuando terminé de comer y revisar las opciones en mi laptop, cerré esta última y dejé mi plato dentro del fregadero prometiéndome lavarlo en cuanto regresara. Abrí el congelador y saqué mi fiel pote de helado para poder comerlo en casa de mi amiga, y luego de cerrar bien mi apartamento, decidí bajar al estacionamiento para introducirme en el auto y dirigirme hacia la casa de la persona que hacía de mi psicóloga personal y gratuita.
Catalina se alegró al verme recibiéndome con una radiante sonrisa. Como estaba de reposo por su embarazo, tenía tiempo que no la veía por estar tan llenos de trabajo en la empresa. Sinceramente, la extrañaba. Yo era como la tormenta y Cata la llovizna. En cualquier ámbito, no solo de personalidades. Ambas equilibrábamos nuestro equipo de trabajo e incluso, me ayudaba a calmarme cuando las cosas no iban como yo las quería. Deseaba que terminara su embarazo cuanto antes para que me ayudara, mientras tanto, se quejaba de que la trataba como una minusválida, pero sabiendo lo delicado de su embarazo, era mi deber como amiga dejarla hacer absolutamente nada.
—¿Y tu marido?
—Salió con sus amigos a un bar de por aquí cerca—sacudió su mano restándole importancia mientras me arrastraba hasta la cocina. —Qué bueno que viniste..., oh helado—lo arrancó de mis manos y se apresuró a sacar dos pequeñas tazas de vidrio para poder servir el frío postre. —Que bueno, tenía antojo.
Solté una risita por su comentario y luego de tener nuestras tazas en mano nos dirigimos al sofá.
—Hoy cerramos un negocio con los italianos—comenté cuando me preguntó cómo iban las cosas en la empresa.
—¡¿Por los salones de estilo victoriano?!—asentí entusiasmada.
—El próximo domingo me reuniré con algunas quinceañeras y futuras señoras casadas.
—Que buena noticia, amiga—aplaudió antes de dirigirse una gran cucharada de helado a su boca. Hice una mueca, ¿no se le congelaría el cerebro o le dolerían los dientes? —Hablando de celebraciones, tenemos que preparar mi Baby Shower.
—Por supuesto, ¿qué tienes pensado?
Las horas transcurrieron entre posibles aperitivos, colores de adornos y salones de fiesta para su tan apreciado evento. Y mientras más hablábamos de los regalos que podrían darle las personas a su bebé, más me interesaba yo por la idea del mío.
—Quiero ser mamá.
Solté las palabras de repente y rápidamente sin poder guardar mi inquietud por más tiempo.
Cata amplió sus ojos sorprendida.
—¿Cómo dices?
—Como lo escuchas—asentí mordiendo mi labio inferior. —Quiero ser mamá—repetí.
—Está... bien—titubeó bajando la taza de té, que había prepara hace poco para ambas, dejándola sobre la mesa del centro. —¿De dónde salió esto tan... de repente?
Sabía lo que quería decir. ¿Cómo yo, una mujer que aparentemente amaba su soledad y no tenía ningún prospecto deseaba tener un hijo de la noche a la mañana?
Me limité a encogerme de hombros.
—Sabes que ser madre es una responsabilidad enorme, ¿no, Samantha?
—Lo sé.
—Y que no es una decisión que se pueda tomar a la ligera.
—Lo sé—respondí una vez más.
—Es un ser humano al igual que tu, que merece mucho amor, respeto y...
—Lo sé—la interrumpí un poco irritada. —No soy una adolescente, sé las responsabilidades que acarrean el traer a un bebé al mundo, y estoy dispuesta a afrontarlo.
—Muy bien—asintió lentamente como si estuviera sopesando mis palabras. —¿Quién es?
—¿Quién es qué?
—El hombre del cual te has enamorada y del cual no me habías hablado.
Fruncí el ceño, pero este se deshizo en cuanto la comprensión llegó a mí.
Ella creía que estaba en una relación con algún sujeto y que queríamos sentar cabeza con un bebé... o por lo menos que yo quería hacerlo.
—No es como si...—carraspeé mi garganta escuchando lo débil que se sentía mi voz. —No es como si necesitara a un hombre a mi lado, dije que quería ser mamá... yo—recalqué la última sílaba levantando mis cejas.
Cata parpadeó varias veces al escuchar mis palabras.
—Esto... wao—movía su cabeza demostrando lo sorprendida que estaba. —Tú... ¿quieres ser mamá soltera?
—¿Tiene algo de malo acaso? —pregunté frunciendo el ceño. —Hay muchas madres solteras que viven felices con sus hijos—argumenté. —No veo por qué yo no pueda ser una de ellas.
—No me malinterpretes—pidió con voz dulce sintiendo la molestia que plasmaba a través de mis palabras. —Es solo que no me imaginé que querrías ser madre tan pronto y mucho menos soltera, pensé que querrías casarte, compartir con tu pareja antes de tener un bebé, pero no quiero decir que serías una mala madre.
Me relajé ante sus palabras. Ella estaba confundida y era algo normal, desde mi último novio, no había salido con alguien más de tres veces, y que de repente llegara a plantearle mi idea era desconcertante.
—No quiero esperar por alguien para cumplir con esta parte de la vida—acaricié la barriga de mi amiga y sonreí al imaginarme a un mini clon de Cata. —Siento que es momento, estoy preparada para ser madre y no necesito depender de alguien para lograrlo.
Asumía que la convicción en mi voz había sido suficiente para Catalina, quien terminó suspirando y agarrando nuevamente su té para poder darle un sorbo.
—¿Has pensado en los métodos para lograrlo?
Sonreí complacida porque mi amiga finalmente me comprendiera (o que por lo menos respetara mi decisión). Asentí apartando mi mano.
—Tengo algunas ideas.
—¿Adopción?
—Es mi plan B—asentí. —Mi plan A es realizarme una inseminación artificial y como plan de respaldo está la adopción.
—¿Cuánto tiempo llevas pensando en esto, Sam?
—Aproximadamente...—miré mi reloj de muñeca. —Unas cinco horas.
Catalina abrió su boca sin esperarse mis palabras.
—Samantha, ¿qué sucede contigo? —me reprendió. —¿Acaso esto es un nuevo capricho tuyo? ¿Crees que esto será como aquella vez que tuviste a Malta?
Hice una mueca al recordar al cachorro que tuve en algún momento.
Una navidad, me había reunido con Nicolás y los chicos de la banda en la casa de Jasper para celebrar las fiestas. Patricia había llevado a su cachorro (un hermoso dálmata), ya que no quería dejarlo solo en su casa y yo simplemente quedé enamorada del animal. Después de aquello estuve con la idea en la cabeza de que un cachorro me haría la vida más amena y llenaría de compañía mi solitario espacio. Le había comentado a Catalina, pero ella no estaba muy segura alegando que yo era una mujer que se la pasaba trabajando y fuera de casa, además de que nunca había sido fanática de los animales. Ella insistía en que solo era un capricho porque me había gustado el Dálmata de mi joven amiga, días después (y para demostrarle lo contrario) la invité a mi departamento para presentarle al más reciente integrante de mi solitaria familia... No duró más de cuatro meses a mi lado. No le tenía paciencia al pequeño animal y además, me dolía dejarlo solo por tantas horas, rendida, decidí regalárselo a una de mis vecinas que tenía una hija la cual había quedado encantada con él y me había asegurado que vivía en una casa lo suficientemente amplia como para que viviera como se debía.
—Claro que no es un capricho—gruñí molesta. —No comparemos a un animal con un ser humano.
—Tienes razón, no podemos comparar—asintió. —Un bebé trae muchísimas más responsabilidades que un perro.
—¿Puedes dejar de comportarte de esta manera tan reacia? Sé lo que quiero.
—Me preocupas, Sam.
—Entiendo, pero...
—No quiero que hagas una locura de la cual termines por arrepentirte, es todo.
—No lo veo como una locura—contraataqué. —Lo veo como un maravilloso regalo.
—¿Qué opina tu mamá? ¿Ya sabe sobre esto? —bufé ante su pregunta.
—Mi madre no sabe lo que pasa en la mitad de mi vida.
Odié la mirada que me dirigió mi amiga, y la odié aun más por saber que tenía todas las razones para mirarme con esa... pena y tristeza. Catalina sabía por el dolor que había atravesado después de la muerte de mi padre y de la ausencia de mi familia, pero ella me había ayudado a salir adelante, llegando a la conclusión de que Cata era más parte de mi familia que cualquiera con los que compartía sangre.
—No pretendo decirle nada—me encogí de hombros. —De todas formas, aun debo investigar si podré llevar a cabo alguno de mis planes.
Cata suspiró.
—Tendrás mi apoyo en esto, y si quedas embarazada cuidaré de ti y de mi futuro sobrino—antes de que pudiera abalanzarme sobre ella para poder abrazarla, me señaló con su dedo índice. —Pero más te vale que me mantengas informada de absolutamente todo Samantha Di Pietro.
Esta vez sí, me fui sobre ella (teniendo cuidado con su gran barriga) y le prometí lo que sea que me hiciera prometerle. Más allá de una opinión, sinceramente había ido por la aceptación de mi mejor amiga.
Dos horas después, decidí marcharme y regresar a mi apartamento. Por la hora que era y al ser domingo no había mucho que pudiera hacer o investigar ese día, así que prefería tomar una ducha y descansar para comenzar el lunes con energías renovadas.
Al día siguiente estuve en la empresa temprano, Nicolás ya había llegado y le pedí que cumpliéramos lo más rápido que pudiéramos con las citas que teníamos planeadas para ese día. A él pareció extrañarle mis ganas de apresurar todo (ya que generalmente, me gustaba tomarme mi tiempo para evaluar y tomar decisiones) sin embargo, no hizo preguntas al respecto, lo cual, internamente, agradecí.
Mis planes para ser madre soltera no serían de dominio público.
—¿Qué falta? —le pregunté en cuanto finalizamos la cita con respecto al banquete de una fiesta de graduación.
—Teníamos cita con los Marionne, pero llamaron para cambiar la fecha—comentó mientras caminaba a mi lado hacia la salida del lugar. —Necesitan nuestras presencia en una junta que se realizará en...—miró la hora en su celular. —Dos horas sobre los posibles cambios con respecto a los ingresos de estos últimos meses.
Asentí acomodando mi cartera sobre mi hombro.
—Nada importante, ¿podrías asistir y luego darme un resumen?
Nicolás se vio claramente sorprendido por mi petición.
¿Yo faltando a algo relacionado del trabajo? Nunca.
—S-sí, claro—tartamudeó. —¿Todo bien, Sam? —se aventuró a preguntar.
—Sí—le sonreí entusiasmada por la expectativa de lo que haría. —Pero necesito que me cubras—le guiñé un ojo y él se limitó a sonreír mientras asentía.
—Como tú ordenes.
Seis horas después, mucho tráfico y con un humor de porquería llegue a mi casa tirando mis tacones a algún rincón. Me tiré sobre mi fiel sofá dejando la cartera sobre la mesa del centro.
Mis planes para ser madre estaban yendo de mal en peor.
Había ido a una clínica de inseminación artificial y temí lo que me había imaginado... Los precios eran exageradamente altos. Aunque ganaba bien, no podía costearme algo tan costoso. Aun cuando tuviera una cierta cantidad de ahorros guardados en el banco, pretendía utilizarlos para comprar todas aquellas cosas que necesitaría mi futuro bebé: ropa, biberones, juguetes, medicinas, pañales... y así continuaba la lista. Además de todo esto, me dejaron más claro que el agua que no me podían dar seguridad de que llegara a funcionar, alegando que todo aquello era parte de un proceso biológico al cual no presté atención, tenía un cincuenta por ciento de probabilidades de quedar embarazada y un cincuenta por ciento de no lograrlo; ante esta resolución terminé por declinar. Así fue como mi plan A se esfumó tan rápido como el humo del cigarrillo al ser expulsado por la boca.
El tema de la adopción tampoco fue tan bueno, el primer tropiezo fue el hecho de ser madre soltera. Mentiría si dijera que no me había molestado hasta la mierda con la señora cristiana que aseguraba lo fundamental de la estabilidad familiar para un bebé. Sumado a esto, me explicaron que el proceso podría tardar de seis meses (como mínimo) a años (no me dieron un máximo de tiempo), proceso el cual debía ser completamente financiado por mi bolsillo, y al mostrarme todo el papeleo y los requisitos que pedían... vi más económico la inseminación. Así que descarté mi plan B sintiéndome desgraciada por no tener un plan C.
Desanimada y de camino a mi casa decidí llamar a Catalina para contarle. Mi amiga intentó darme ánimos asegurando que si había pasado por todo aquello era porque aun no era el momento adecuado y que en un futuro seguro conseguiría a alguien que me hiciera feliz y eventualmente, tendríamos hijos.
Bufé al recordar sus palabras. No quería esperar por alguien y terminar teniendo hijos a los cuarenta ¡Así no podría disfrutar de ellos! Además, asumía la realidad... mi realidad..., no era una persona con un carácter muy flexible, conseguir a alguien que me soportara, conocernos, formalizar, probablemente casarnos y finalmente decidir que era momento de formar una familia llevaría mucho, mucho tiempo... tiempo el cual no estaba dispuesta a desperdiciar en un hombre.
Conclusión del día: Ser madre era más difícil de lo que lo indicaban los índices de las tasas de embarazo en el país.
Derrotada por ese día, decidí ver televisión y comer tantas gomitas como fuera necesario para que me diera un dolor de estómago seguro.
A media noche, después de terminar de ver una película más deprimente que el Titanic, escribí al grupo en whatsapp que tenía con Patricia y Jane para que nos reuniéramos la siguiente noche en mi apartamento.
Necesitaba distraerme urgentemente.
El martes tuve que trabajar duro, al parecer, querían cambiar planes esenciales que ofrecía nuestra empresa y yo no podía permitir aquello, así que junto a Nicolás, y luego de finalizar una cita con una quinceañera, me dirigí a hablar con otro de los socios de la empresa.
En total éramos cuatro: Catalina, Pablo y Paolo (los cuales eran hermanos) y yo.
—¿Cómo es eso de que quieres que dejemos de ser una empresa de eventos, Pablo?
—Mujer, ¿cuándo aprenderás a tocar? —gruñó levantándose de su silla y cerrando la puerta que yo había dejado abierta.
—¿Vas a responder?
—Primero, cálmate, nadie te obligó a no asistir a la reunión de ayer, segundo, no dije que dejaríamos de ser una empresa de eventos.
—Quieres que eliminemos nuestros planes para festejos, ¿acaso no es dejar de ser una empresa de organización de eventos? —pregunté una vez más, molesta e irritada.
¿Quién se creía para tomar decisiones de esa magnitud? Todos debíamos opinar y estar de acuerdo.
—Las empresas de logística para conciertos están siendo más necesitadas, Samantha, hablé con algunos inversionistas y están interesados.
Fruncí el entrecejo.
—Estás cambiando la esencia de nuestra empresa, Pablo—rugí. —No estoy de acuerdo con esto y te apuesto que Cata tampoco.
—Tarde, ya hablé con ella y me dijo que iba a evaluar nuestras opciones.
—Bien, igual no se dará, los cuatro debemos estar de acuerdo, ¿recuerdas? —alcé mi barbilla retándolo con la mirada. —Y yo no pienso permitir que perdamos nuestro trabajo fijo por lanzarnos a la nada—miré a Nicolás quien se mantenía apartado tan solo observando. —Nicolás, ¿hay o no competencia en el ámbito de logística?
—He hecho algunas investigaciones, y ella está en lo cierto señor, el campo no está muy libre—habló con su voz profesional.
—¿Lo ves? —volteé para mirarlo una vez más. Me molestaba su postura relajada en su estúpida silla de cuero. —No va a funcionar, Pablo.
—Así dijimos cuando comenzamos con esta empresa y mira como estamos—levantó ambos brazos haciendo referencia a lo bien que nos iba.
—Por eso mismo, ya nos hemos ganado un nombre—suavicé mi postura al igual que mi voz. —¿Por qué sacrificar todo lo que tenemos por intentar obtener más dinero? ¿La codicia lo vale?
Pablo amplió sus ojos como si no se esperara aquella resolución.
Antes de venir a hablar con él, le había pedido a Nicolás que averiguara al respecto, y aunque podríamos ganar mucho más dinero de lo que nos daba la empresa en esos momentos, la pérdida sería monumental si no funcionaba. Por lo que había llegado a la conclusión de que mi socio se había dejado llevar por los posibles ceros de más que podría tener en su cuenta bancaria.
Él suspiró.
—Solo estaba viendo opciones para mejorar, sabes que no haría nada si todos no estuviéramos de acuerdo.
Complacida por su respuesta, asentí dirigiéndome a la salida.
—Más te vale.
El resto de la tarde Nicolás y yo nos la pasamos arreglando algunos detalles con respecto a unos pedidos de flores que no habían llegado del color indicado a la boda de una alemana.
—¿Nos vemos mañana? —preguntó mi asistente a lo que yo asentí.
—Y gracias, Nicolás—él ladeó la cabeza confundido. —Por ayudarme con lo de Pablo.
—Oh, no te preocupes—sonrió. —Es mi trabajo—se encogió de hombros y yo asentí despidiéndome de él con un beso en su mejilla para después marcharme.
Cuando llegue a mi edificio, Patricia y Jane me sorprendieron al encontrarse en la planta baja esperando por mí.
—Pero, ¿qué hacen? Les dije a las siete, hoy tuve mucho trabajo.
—¿Y qué hora crees que es?
Abrí mis ojos ampliamente sintiéndome aun más apenada. Chequeé la hora rápidamente en mi reloj de muñeca percatándome que eran pasadas las ocho.
—Dios, qué vergüenza, lo siento mucho.
—No te preocupes—dijo Jane. —De todas maneras, no llevamos mucho tiempo aquí, ¿cierto, Paty? —la menor asintió y yo no pude evitar reír.
—Mentirosas.
No me equivoqué al pedirles a mis amigas que vinieran a hacerme compañía. Habían despejado mi frustrada mente de mis estúpidos problemas maternales con sus ocurrencias, experiencias y rupturas ridículas. No podía parar de reír mientras Jane comentaba como su antiguo novio solía oler sus prendas y lo escalofriante que era verlo hacer aquello.
—A lo mejor le gustaba como olías—comentó Patricia intentando darle una explicación lógica y normal.
—¡¿Gustarle?! ¡Tenía un fetiche raro con mi ropa!
Otra carcajada salió de mi garganta mientras buscaba en la bolsa de dulces qué comer. Estaba consciente del desastre en mi amplia habitación, pero ya mañana sería otro día.
—Cambiando de tema—dijo Jane con una sonrisa pícara mientras me arrebataba los chocolates que tenían toda mi atención.
—¡Oye!
—¿Qué tal te va con el buenote de tu asistente?
—¿Cómo me va a ir? Pues bien, cumple su trabajo como es debido y... ¡dame mis chocolates!
—No—rió ella alejándolos aun más de mi alcance. Bufé molesta viendo como Patricia también reía. —¿Aun no te lo has llevado a la cama?
Sentí mi cara arder ante aquella pregunta y la estúpida de mi amiga no hizo más que reír como retrasada.
—Por supuesto que no—chillé indignada.
Aunque Nicolás era uno de los pelirrojos más atractivos que había visto en mi vida... llevaba tanto tiempo trabajando para mí, que no podía verlo con unos diferentes ojos a... amigos o compañeros de trabajo.
—Oh vamos, no seas aburrida—replicó ella rodando los ojos. —Apuesto a que tienes tiempo sin una buena revolcadita debido a tanto trabajo, él podría ser tu solución.
—Jane...—advertí.
—Eso sí, usa protección y no vayas a quedar embarazada, por favor, bastante tenemos con la prima de Patricia chillando a cada rato por sus antojos—señaló a la aludida.
Ambas chicas eran muy unidas, tenía entendido que eran amigas desde que Jane le ayudó a conseguir un trabajo en una cafetería cuando estaba en la secundaria. De eso hace unos tres años.
—Jane, mi prima no chilla por antojos.
—Sí, lo hace, la otra vez...
Dejé de prestarles atención cuando retrocedí sus palabras como un cassette.
¿Una revolcadita? ¡Eso es! Una mujer, muchas veces, llega a quedar embarazada por una...
—¡Revolcadita!
Mis dos amigas se callaron y me miraron extrañadas.
—Eres una calentona, solo estaba bromeando—comentó Jane para que después de segundos seguidos de silencio empezáramos a reír como locas.
Ellas se reían creyendo que era un chiste, pero yo mientras tanto estaba considerando la idea seriamente... y por lo visto, tendría un Plan C después de todo.
—Pero si de verdad quieres hacerlo, te aconsejo que lo hagas con alguien que conoces, pero no tanto.
—¡Jane! ¿Qué clases de consejos le das a Sam? —regañó Paty negando con la cabeza agarrando un puñado de gomitas.
—Oh vamos—ella bufó. —Si los hombres pueden hacerlo... ¿por qué nosotras no? También tenemos necesidades.
Solté una risita por su uso de palabras y ejemplos a lo que ella me sonrió.
—Deberías aprovechar el evento que nos comentaste la otra noche y del cual tenías una guerra interna de no saber si asistir o no—Jane movió las cejas sugestivamente y tanto ella como Patricia comenzaron a reír una vez más.
Yo intenté seguirlas en sus risas de psicóticas, pero la verdad era... que no era tan mala idea.
—Sí...—reí débilmente. —Acostarme con alguno de mis ex compañeros, que estupidez.
—Y de las buenas—confirmó Jane entre risas.
—¡Es momento de las películas! —exclamó la menor luego de que calmaran sus risas tomando el control y revisando las películas que había en Netflix.
—Nada de romance.
Ahí comenzaron a discutir nuevamente, pero mi mente estaba en otro lado, realmente lejos de ellas dos.
Generalmente, los embarazos no deseados, ¿por qué se daban?
Por una noche de calentura. Susurró mi mente en respuesta dejándome pensativa.
Cuando nuestros dulces se acabaron y la tercera película terminó, decidimos que era momento de dormir. Mi cama era lo suficientemente grande para que entraran dos personas cómodamente, por lo que se la cedí a mis dos amigas mientras que yo dormía en un colchón inflable, bastante cómodo, que coloqué al pie de la cama.
—¿Segura de darnos tu cama? —preguntó Patricia bostezando.
—Sí, tranquila—me recosté en mi colchón con una sonrisa. —Es más cómodo de lo que aparenta ser.
La cuestión era que para llevar a cabo mi plan de fugarme de mi propia habitación, debía estar lo más alejada de ellas.
Luego de esperar unas dos horas para asegurarme de que ambas estuvieran realmente dormidas, tomé mi laptop y salí de la habitación en silencio. Caminé hasta la cocina dejando la laptop sobre el amplio mesón de granito para poder prenderla. Esperando que cargara, fui a la nevera y saqué la jarra de jugo sirviéndome un poco en un vaso. En cuanto se abrió la página de inicio, me dirigí rápidamente a abrir mi correo electrónico para poder buscar la invitación del estúpido reencuentro.
Como, según las indicaciones en la invitación, era necesario confirmar después de dar una pequeña "colaboración" para contribuir con los gastos de la fiesta, decidí entonces, realizar el pago y responder de manera afirmativa. Solté un suspiro sintiendo a mi corazón palpitar con velocidad al darse cuenta de que había dado el primer paso.
Si todo salía como lo había planeado mientras esperaba que mis amigas quedaran profundamente dormidas, dentro de poco comenzaría a hacerse realidad mi último anhelo. Más pronto que tarde seríamos él (o ella) y yo contra el mundo...
Y la idea no podía hacerme más feliz.
Les quería aclarar que los requisitos para adopción dependen del país, asumamos que para este caso se necesita estar casado.
¡Muy buenas noches!
Espero hayan pasado un magnífico año nuevo junto a sus seres queridos, así que para celebrar, aquí les traje el segundo capítulo de este nuevo proyecto del cual espero y estén disfrutando. A partir del próximo se viene lo buenooo.
Los quiero un montón y espero que me hagan saber qué opinan de lo que llevamos de historia. ¡Un besote!
Canción agregada al playlist de la historia: Dear No One - Tori Kelly
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