Capítulo 18: Realidad
La euforia y el bullicio era tal, que muy pocas personas se dieron cuenta de mi groso error.
—Sam, ¿estás bien? —James se acercó, mirándome con preocupación. —¿No te cortaste?
—No sé qué me pasó, lo siento.
Me agaché para recoger los cristales, pero en menos de un parpadeo, una mesera se encontraba a mi lado recogiendo el desastre que había ocasionado.
—Lo siento—le murmuré a la chica, la cual me sonrió suavemente.
—No se preocupe, más bien debería ir al baño para limpiarse—señaló con su dedo índice mi mano derecha, la cual estaba sangrando un poco. Me había cortado y ni cuenta me di.
—Sí, sí—me levanté con ayuda de James. —Se me resbaló—me excusé en cuanto lo encaré. Estaba nerviosa, incluso sentía a mi corazón latir completamente desbocado.
—No te preocupes, esas cosas pasan—agarró mi muñeca suavemente y examinó mi palma. —Es más la sangre que el corte, ¿te acompaño?
—No, no, está bien, iré rápido—él asintió.
—Esperaré aquí.
Caminé en dirección al baño, con los aplausos haciendo eco en mis oídos y, con la voz de la mujer que acompañaba a Harry, como recordatorio del por qué se me había caído la copa.
¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso Harry me había enviado la invitación para esto? ¿Quería que viera cómo era feliz sin mí?
—Necesito un cigarro—murmuré sintiendo a mi voz temblorosa.
Afirmé el agarre en mi cartera, caminé con más rapidez, y me encerré en el elegante baño que era para los invitados.
Lo primero que hice fue buscar un cigarrillo, y sinceramente, me valía poco el hecho de que no pudiera fumar adentro. Con manos temblorosas lo encendí empapando mis artículos de sangre. Aspiré una gran bocanada, sin importarme ese hecho y, luego de retenerlo tanto como pude, lo dejé salir. Repetí el proceso, hasta que el pequeño cilindro se consumió.
Aun así, mis nervios no disminuían.
—Malditos recuerdos.
Abrí el grifo, agradeciendo en silencio el agua fría, y que se escuchaba poco del bullicio de afuera. Enjuagué mis palmas, y dejé mi mano derecha debajo del chorro un tiempo más prolongado, para que parara de sangrar.
Trataba de estabilizar mi respiración, pero no podía. Mi mente no paraba de repetir, una y otra vez, las palabras del host.
"¡...los futuros esposos! ¡Michelle Tremblay y Harry Styles!"
—Vamos, ¿a ti qué te importa?
"¡Michelle Tremblay y Harry Styles!"
Y comencé a llorar.
Fue ahí cuando me di cuenta que estaba teniendo un ataque de pánico... Otra vez.
Me senté en el lustroso suelo del baño, y sujeté mi cabeza con ambas manos, mientras me concentraba en el tratar de respirar bien.
Desde que había perdido a Samuel, sufría de ataques de pánico cuando algo me alteraba en demasía. Los recuerdos... eran los primeros detonantes. Cuando me lanzaba en ese pozo tormentoso, y buscaba todo lo relacionado a mi bebé, sufría un ataque de pánico. Aunque no duraban más que unos minutos, la sensación era algo espantosa. Sobretodo el respirar, casi se me hacía imposible.
En un punto, escuché, con dificultad, cómo tocaban a la puerta, pero simplemente no podía levantarme y abrir.
—¡Necesito usar el baño! ¡¿Qué sucede ahí adentro?!
Cubrí mis orejas con ambas manos intentando regularizar mis respiraciones, y por ende, palpitaciones.
No sé cuanto estuvo insistiendo hasta que se marchó, pero para entonces, ya comenzaba a respirar con mayor tranquilidad. El pecho me dolía, y mis manos habían quedado tan solo un poco temblorosas. Tomé una última profunda bocanada de aire antes de comenzar a levantarme.
Nunca antes había tenido un ataque de pánico tan prolongado.
Justo en el momento en que logré mantenerme de pie, la puerta se abrió.
—Oiga, no puede encerrarse cuando... ¿Samantha? —hice una mueca sosteniéndome del lujoso lavamanos, al escuchar a la persona que me había llamado por mi nombre.
—Hola, Hazel.
—Pero ¿qué te pasó? Estás extremadamente pálida, tú—señaló al chico que había abierto la puerta, seguramente otro de los tantos trabajadores de aquella exótica gala. —Tráeme algo de azúcar, un refresco o lo que sea, apresúrate.
El chico asintió y se retiró. Hazel entró por completo para acercarse a mí, me tomó del brazo y me ayudó a sentarme en uno de los sofás que había en el baño. Ella estaba muy linda, un poco más madura, con un hermoso vestido escarlata ceñido al cuerpo.
—Dios, tanto tiempo sin verte—me abrazó, con algo de euforia, por los hombros. Luego, se apartó y peinó mi cabello hacia atrás. Tenía calor. —Ya nos pondremos al tanto, ¿qué sucedió?
—Mhm... No me siento muy bien, tal vez algo me cayó mal.
Ella se me quedó mirando durante un tiempo en silencio.
—Tal vez debería decirle a mi hermano que estás aquí para que...
—No—sujeté su mano con fuerza mientras negaba enérgica.
—¿No?—frunció el ceño.—Déjame ver si entendí. Vienes a su fiesta de compromiso, ¿y no piensas verlo? Creí que estabas aquí para hablar con él, impedirlo o algo así.
—¿Fiesta de...? La invitación decía que querían tratar negocios conmigo, no mencionaba nada de algún compromiso.
—Bueno, vale. Es una fiesta para celebrar la expansión del negocio, pero también por su compromiso.
—No lo sabía—murmuré bajando la mirada hacia mis manos.
Así que el condenado se casaba. Bueno, deseaba que fuera muy feliz con su futura esposa.
—No me malinterpretes—dijo de repente, logrando captar mi atención. —No es mala chica, ¿sabes? La conocemos desde pequeños.
—¿Michelle? —asintió.
—Pero te prefería a ti para mi hermano, contigo sonreía más al menos—le di un apretón a sus manos y sonreí un poco.
¿Qué podía decir al respecto? No había mucho que lo valiera, en realidad.
—¿Cómo está tu madre? Mi amiga, Catalina, me dijo que Harriet está embarazada—sus ojos brillaron.
—Ambas están perfectamente. Mi mamá logró abrir un hospital para atender a niños con cáncer de bajos recursos con la ayuda de Harry, y Harriet está de casi siete meses ya, es una niña.
Mi corazón se iluminó al saber en lo que Harry había colaborado.
—Que bueno, ¿y tú? ¿Qué tal las clases?
—Tengo muy buenas notas, tengo a mis hermanos que son los mejores tutores, aquí entre nos—se rió como si recordara algo divertido.—Harriet parece estúpida, pero es todo lo contrario, se graduó con el mejor promedio.
Ambas reímos, y por primera vez en toda la noche, me sentí tranquila y feliz... Como en hogar.
—Estoy muy contenta y orgullosa de ustedes—lo estaba, sinceramente lo estaba. —Son una familia espectacular, espero que solo continúen los éxitos.
—Gracias, Sam—su sonrisa titubeó un poco. —¿Qué hay de ti?
"¿Qué sobre mi? Buena pregunta".
—Nueva York es... lindo, muy lindo. Incluso conocí al presidente.
—¿En serio? Vaya, eso es genial—asentí sintiéndome triste una vez más.
Vaya persona más bipolar que era.
—Disculpen, señorita Styles, aquí tiene lo que me pidió.
—Ah no, pero si esperamos más la chica se nos muere—Hazel se levantó un tanto disgustada, agarró el refresco que el chico le extendía, mientras seguía regañándolo. Yo simplemente reí, y la imité colocándome también de pie.—¿Qué haces? Deberías reposar.
—Ya estoy bien, mejor me voy.
—¿Irte?—le devolvió el refresco al chico. Todos en esa familia se parecían, en serio. —No puedes simplemente irte.
—Realmente va a ser lo mejor, ya estoy bien, de verdad.
—¡No!—exclamó en cuanto me dirigí a la salida. Alcé una ceja en su dirección.—Tómate el refresco y espérame aquí.
—Hazel...
—Será rápido—se giró hacia el mesero, el cual no sabía qué hacer.—Vigila que no se vaya.
Y no entiendo cómo caminó fuera del baño tan rápido con esos tacones.
—Sabes que no podrás retenerme aquí contra mi voluntad, ¿cierto?
Él alzó sus manos.
—Solo me contrataron para servir mesas.
—Bien.
Recogí mi cartera del sofá y salí del cuarto de baño.
Mientras hacía mi camino de nuevo a la fiesta, pensaba en la posibilidad de irme por la puerta que se encontraba en la cocina, pero eso sería caer muy bajo, incluso para mi. De todas maneras, ¿de qué tendría que estar escondiéndome?
En cuanto estuve en el salón principal, la música estaba reinando una vez más y los... futuros esposos parecían no estar por los alrededores.
"Mejor así".
—Sam, te tardaste, ¿todo bien?
Había olvidado a James por completo.
—Hey, sí, solo que tengo que irme.
—Oh—me enterneció lo decepcionado que lució.—¿Tan pronto?
—Me surgió un contratiempo, lo siento, pero me encantó verte de nuevo.
Comencé a caminar hacia la salida, pero él parecía no querer dejarme ir así como así.
—Espera—alcanzó mi paso, colocándose a mi lado.—¿Aceptarías que te invitara a salir?
—¿Por qué querrías algo así?
—Bueno, ¿la verdad? Quiero volverte a ver, yo...—me tomó con delicadeza del antebrazo, deteniendo mi súbita escapada.—Te extraño, Sam.
—No me digas.
—Como amigos—aclaró rápidamente al ver mi negativa.—Lo prometo, solo quiero que me aceptes una cena o algo, ponernos al día y eso.
Suspiré, ya cansada.
—Bien, anota mi número—en cuanto le dicté los dígitos, me sonrió. En cuanto obtuvo lo que quería, se despidió besando mi mejilla, y avisándome que iría en busca de su padre para terminar de pasar la velada. Asentí con una sonrisa, y me di la vuelta dispuesta a marcharme.
Un mesero pasó a mi lado con una bandeja llena de copas de champagne. Agarré una, y le di un largo trago. Procuraría no dejarla caer esta vez.
—¿A dónde crees que vas ingrata?—cerré mis ojos con fuerza al sentir cómo sujetaban mi brazo una vez más.
"No puede ser, ¿en serio? ¿Acaso no me dejarán ir jamás?"
—Harriet—mi intento de sonrisa debió haber dado pena ajena.
—¡Harriet mis tetas!
—Harriet...
—Cállate, Hazel—me miró con lágrimas en los ojos.
Para ser honesta, me hizo sentir mal hacer sentir mal a una embarazada.
—Oh, vamos, no llores.
—¿Llorar? ¿Quién va a llorar?—golpeó mi brazo con fuerza.
—Auch, oye, ¿qué te sucede?
—Golpearte, eso es lo que haré, ¿no quieres verme llorar? Bien, ¡entonces me verás golpearte!
Fruncí mi ceño, pero antes de poder decir otra cosa, observé a mi alrededor. Estábamos llamando mucho la atención.
¿Por qué siempre hacía escándalos en bodas o parecidos?
—Estamos siendo la atracción principal—hablé en dirección a Hazel.—¿Podrías controlarla? Debo irme.
—No hables como si no estuviera aquí, ¿qué sucede contigo?—Harriet, con su enorme panza, se colocó frente a mí empujándome un poco.—Hablarás conmigo.
Gruñí con fastidio. Era tan irritante cuando quería.
—Pero no aquí.
—Sí, aquí sí—se cruzó de brazos.—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?—rodé los ojos imitando su posición.
—¿Por qué no volviste? Yo considero que te tratamos muy bien, ¿o acaso fuimos una familia tan horrenda como para que decidieras no volver a hablarnos?
Mi gesto se suavizó. Descrucé mis brazos sin saber qué decir.
—No fue eso.
—¿Entonces?—hizo un adorable puchero mientras intentaba no largarse a llorar.—¿Tienes una idea de lo perra egoísta que fuiste?
—Harriet...
—¿Tienes una idea de lo que mi hermano sufrió? No, por supuesto que no, porque solo pensaste en ti.
—No tengo por qué soportar esto.
"Huye, ya. ¡YA!"
—Sí, vete, escapa, es lo mejor que sabes hacer, ¿no? Huir.
Detuve mi caminata y me devolví. Me acerqué lo suficiente para no tener que hablar tan alto.
—¿Ahora me odias?
—Odio lo que le hiciste a Harry.
—Fantástico que todos piensen en él, pero ¿qué hay de mí?
—Tienes suficiente ego como para que alguien más se preocupe por ti.
Y eso... eso me dolió.
—Bueno, basta—Hazel intervino colocándose entre las dos.—¿Qué ocurre contigo, hermana?
—No podía guardármelo por más tiempo—había tanto rencor en sus ojos... en su voz.—Me alegra que consiguiera un buen y mejor reemplazo.
—¡Harriet!—apreté mis puños, sintiendo mis ojos arder.
—En ese caso...—carraspeé para que mi voz no se escuchara tan rota.—Felicidades.
—Samantha, por favor—Hazel tomó mi muñeca, disculpándose con la mirada. —¿Crees que podrías reunirte conmigo? Me gustaría hablar contigo.
—¿Disculpa?
El nivel de indignación de la mayor de las Styles era enorme.
—No estoy hablando contigo, bruja.
—¿Yo soy la bruja? ¿Segura?
—¿Acaso estás escuchándote? No tienes ningún derecho a tratarla así, además, lo que pasó entre ellos no es tu maldito problema.
—Es mi maldito problema cuando alguno de ustedes está involucrado.
—Pues no me parece que...
—Harriet, Hazel, ¿qué sucede?
Mi piel se erizó, mi garganta se secó, y mi corazón comenzó a latir como loco desbocado. Incluso la copa, estuvo a punto de resbalarse de entre mis dedos.
No estaba lista para verlo, la última vez había sido tan doloroso... ¿Cómo reaccionaría si lo veía ahora?
—Harry...—ambas murmuraron.
Harriet palideció, mientras que Hazel sonrió ampliamente.
—Mira quien nos acompaña esta noche, Harry—la pequeña me apuntó. Cerré mis ojos con fuerza por unos segundos antes de volver a abrirlos, y ver las dos expresiones (completamente diferentes), de las hermanas.
Podía verlo por el rabillo de mi ojo, su cuerpo se había tensado; ya me había reconocido.
—¿Qué hace ella aquí?
Inhalé profundo, y me llené de coraje para dar la vuelta.
Lucía incluso mejor que antes. Más varonil, maduro... Sus ojos verdes, ahora gélidos ya que miraban en mi dirección, me causaron escalofríos. Me sentía pequeña ante su postura hostil, realmente parecía estar detestando mi presencia en ese lugar.
—Hola—apenas si logré escucharme.
Harry hizo una mueca, desvió su atención de mi para posarla en sus hermanas.
—¿Qué hace ella aquí?—repitió sin obtener respuesta. Volvió a enfocar su mirada en mi.—¿Qué demonios haces aquí? Esta es una fiesta privada, no estás invitada.
Sus palabras me golpearon, ¿qué digo? Me demolieron. Nunca me había hablado de esa manera. Como si... como si de verdad me detestara.
—¡Harry! No seas grosero—la pequeña de los Styles se colocó a mi lado.—No puedes tratar así a los invitados, ¿cómo entró sino?
—Quiero que te vayas—gruñó, ignorando las palabras de su hermana menor.—No quiero verte más.
—¡Harry Styles!
Aparte de Hazel, nadie parecía querer que estuviera ahí, y fue en ese momento cuando me pregunté... ¿Quién demonios me había enviado esa invitación? Porque, claramente, los Styles no habían sido.
—¡Papá!
Y como si no hubiera sido posible agregar más drama al momento, una pequeña niña con el cabello cobrizo y rizado, enfundada en un vestidito precioso con corona incluida, se acercó a Harry. Se agarró a su pierna con fuerza, y sentí náuseas cuando la volví a escuchar pronunciar aquella palabra...
—¡Papá!—exclamó alto.—¡Arriba!
Eso es todo lo que pude soportar.
Ni siquiera tuve que decir nada, todos se mantuvieron en silencio, a lo que yo me di la vuelta y caminé con rapidez hacia la salida.
No sabía dónde estaba exactamente.
Parecía estar encerrada en un cuarto, pero sin ventanas, ni puertas, ¿cómo podía respirar siquiera?
—¿Hola?
El eco transportó mi saludo por todos los recovecos de esa habitación, lúgubre y vacía. Me acerqué a una de las paredes, y la toqué. Mis dedos, de inmediato, se ensuciaron de lo que parecía ser sangre.
Retrocedí hasta estar en el centro, tratando de limpiar la sangre con el vestido blanco que usaba, pero esta no se quitaba, solo estaba logrando ensuciar mi ropa.
De repente, un llanto hizo eco en la habitación, pero no podía ver nada. El cuarto se hacía cada vez más oscuro... y es que la sangre cubría, cada vez más, las paredes blancas.
—¡¿Dónde estás?!
Quería ayudar a quien fuera que estuviera en peligro. Pero algo me decía que no podría.
El llanto se hizo más alto, y más agudo, algo así como el llanto de... de un bebé.
—¡Bebé! ¡¿En dónde estás?!
Sentí cómo mi voz desgarraba mi garganta, y cómo las lágrimas mojaban mis mejillas.
El llanto aumentaba el volumen a cada grito nuevo, y simplemente, no podía dar con él. Me sentía desesperada.
—¡Iré a salvarte, pero necesito saber en dónde estás! ¡¿Dónde estás?!
La sangre ya corría por el suelo, estaba a punto de tocarme, pero me importaba poco. No podía parar de gritar porque me dijera en dónde se encontraba.
Hasta que el llanto cesó.
En ese instante, sentí una presencia a mis espaldas, pero no quise voltearme. Estaba cerca, muy cerca.
—Fue tu culpa—susurraron a mi oído.
Esas tres simples palabras fueron suficientes para hacerme perder la razón. Me rompí a llorar, en el suelo lleno de sangre, fango... también había fango.
—Fue tu culpa—se repetía una y otra vez.—Únicamente tu culpa.
Las cantidad de palabras aumentaban, al igual que mi llanto.
—Basta—pedí bajito, a nadie en particular, o tal vez sí, no lo sabía.—¡Basta!
Y entonces, perdí la consciencia.
—Estás muy callada.
Parpadeé al escuchar a Catalina. Ni siquiera la había escuchado entrar a la cocina.
—No dormí muy bien.
—Y estás fumando de nuevo—no sonó a regaño, más bien como una observación.
—Mala maña que adquirí en Nueva York, supongo—apagué mi cigarro en el cenicero, mientras bajaba las piernas de la silla.
—¿Me dirás qué sucedió ayer? Dijiste que hoy lo harías, estabas pálida cuando llegaste.
—Vi a Harry...—ella abrió su boca incrédula. —A todos los Styles de hecho, a los tres hermanos, y... Bueno...
—¿Sabías que estarían ahí?
—Muy graciosa—bufé, sintiendo la necesidad de un nuevo cigarrillo.—Era su fiesta de compromiso.
—¿Qué?
—Ah, y tiene una hija—la apunté con el encendedor.—Muy linda, por cierto.
—¡¿Qué?!—chilló, casi yéndose para atrás.
Me levanté de la silla y salí hacia su patio. Saqué un nuevo cigarro de mi paquete y lo encendí, para luego dirigirlo a mi boca. Inhalé una gran bocanada.
—¡No puedes dejarme así!—giré al escucharla gritar otra vez.—¡¿Casarse?! ¡¿Hija?!
La verdad parecía que fuera a tener un ataque en cualquier momento. Me parecía una escena divertida.
—Sí, bueno, eso es lo que hace la gente—reí sin humor.—Ya sabes, se casan y tienen hijos, aunque ellos lo hicieron al revés—me encogí de hombros volviendo a tomar una calada.
—Pero...—movía sus brazos, seguramente no sabía cómo expresarse.—¡Si tu eres el amor de su vida!
—El amor de su vida mide casi lo mismo que él, y tiene el cabello negro más espectacular que he visto jamás.
—Pero...
—Y... tiene una hija con el amor de su vida también.
—¿Cómo estás tan segura que es su hija?
—Lo llamó papá.
Parecía pez por el cómo boqueaba.
—No tiene por qué, necesariamente, ser su hija.
—No me digas—rodé los ojos.—Ya, claro, que idiota. Seguramente Harry la está enseñando a hablar y esa fue la última palabra que le explicó.
—¡Ajá! ¡¿Ves?! ¡Es una posi...!
—¡Ya basta, Catalina!—exclamé enojada. —¡Deja de jugar conmigo! ¡Se acabó!—lancé el cigarrillo al suelo, lo pisé e hice mi camino de vuelta a la casa.—¡Y se suspende esa estúpida fiesta de bienvenida! ¡Me regreso a Nueva York!
Pasé todo el día encerrada en el cuarto que habían acondicionado para mi. Fumando como si la vida se me fuera en ello.
Y es que fumar, se había vuelto un hábito muy desestresante para mi. Era como si, gracias a ese ejercicio, aspirara mis problemas, para luego exhalarlos y desvanecerlos en el humo que observaba subir.
Por supuesto que eso no era más que una ridícula fantasía.
Observé la laptop, que se encontraba sobre mi cama, con la página de los boletos de avión abierta, mofándose de mí.
No sabía si quedarme o irme, no sabía nada.
Suspiré sentándome en el alféizar, y mientras observaba a través de la ventana a la gente pasear por el vecindario, reviví la pesadilla que tuve la noche anterior. Sin poder evitarlo, mi cuerpo reaccionó por mi. Comencé a llorar en silencio, como hacía cada cierto tiempo en mi apartamento, cuando tenía mucho tiempo libre, mi mente se volvía un caos y terminaba por llorar.
Con los meses, ahora años, había aprendido a evadir las pesadillas. Por eso trabajaba tanto, si estaba lo suficientemente cansada, caía como muerta hasta que mi alarma me despertaba al día siguiente; pero si no era así... Si dormía las horas necesarias o me costaba conciliar el sueño, era víctima de pesadillas como esas. Siempre habían llantos de bebés, siempre me encontraba acorralada y las voces me atacaban, lo que sí variaba era lo tétrico, como la sangre, en este caso.
Sabía, y muchos me dijeron, que tenía que haber acudido a un psicólogo, pero yo no quería aceptar la ayuda de uno.
¿Para qué? ¿Para que me dijera lo que ya sabía? ¿Lo que todos pedían?
—Es hora que lo superes y continues con tu vida, Samantha.
La pérdida de un bebé no se supera, la vida misma, arrebatada en cuestión de segundos, no es superada.
Toqué el colgante que se encontraba escondido por mi ropa. Era un frasco, muy pequeño y delgado, contenía solo un poquito de las cenizas de Samuel. Lo llevaba a todos lados, si no lo tenía puesto en el cuello, lo llevaba guardado en mi cartera, en el bolsillo, en alguna parte.
Aunque, ahora que me encontraba en esta ciudad, y observaba como todos habían avanzado, yo también debía hacerlo, también lo merecía, ¿no?
Apagué el cigarro con ayuda del alféizar, y me levanté para agarrar mi chaqueta, y mi cartera. Al menos había tenido ánimos para ducharme horas antes. Observé mi celular, pero preferí dejarlo en su lugar, no quería que nadie me molestara. Salí del cuarto, y aunque procuré no hacer mucho ruido, Catalina salió de su habitación en cuanto me escuchó cerrar la puerta de la mía. Cargaba a una sonriente Diana, la cual me saludó con alegría en cuanto me vio. Hice un esfuerzo en saludarla con un humor medianamente decente.
—¿Vas a salir?
—Sí—me limité a responder bajando las escaleras de su casa.
Ella me siguió.
—¿Puedo saber a dónde?
—No, es personal.
—Mhm...—cambió a la bebé de lado, mientras yo me colocaba la chaqueta, y buscaba las llaves de la casa con la mirada.—Siento lo de antes, no debí comportarme así.
—No importa, nada lo hace ya—me volteé para mirarla, ignorando sus ojos tristes.—¿Dónde están las llaves?
—¿Me prometes que te cuidarás? Ordenaremos pizza para esta noche.
—Ajá—sacudí la mano en su dirección.—¿Llaves?—ella suspiró sabiendo que no ganaría nada en ese momento. Introdujo su mano en el bolsillo, y me las extendió.
—Cuídate, Sam, y no llegues tarde, por favor.
Cerré la puerta ignorándola.
Como no tenía mi auto conmigo, y no quise pedirle a Cata el de ella, me tocó movilizarme con transporte público y caminar. Había terminado una caja de cigarrillos en menos de 24 horas, un nuevo récord para mi.
Luego de varias horas, di con la playa donde había esparcido las cenizas de mi hijo. Me quité la chaqueta, y me senté sobre ella, justo en la orilla del mar, e inspiré el aroma de este. Me sorprendió el hecho de no estar llorando, tal parece que había tenido suficiente con la pesadilla, y todo el día de hoy.
Arranqué el collar, y lo observé reposar en la palma de mi mano. Basta de vivir atada al pasado, si Harry había podido seguir adelante, ¿por qué yo no? Eso me hizo recordar, por un breve instante, su gélida mirada. Un escalofríos recorrió mi espalda, cerré los ojos con pesadez tratando de evocar la sonrisa amable de hacía dos años, la que siempre me dedicaba por más perra que fuera con él.
Ahora, un poco más sonriente, abrí el pequeño frasquito y me acerqué más a la orilla. Mojé mi pantalón, pero no me importaba realmente. Dejé que el contenido cayera en el agua, y pude observar como las pequeñas olas se llevaban el contenido.
Reposé mi rostro sobre mis rodillas enfocándome en el sonido del mar, en el olor, en todo lo bueno que podía estar sacando de ese momento. Samuel estaría siempre en mi corazón, y tatuado en mi alma.
La noche cayó sin ser anunciada, y yo no quería moverme de mi lugar. Estaba tan adormecida y cómoda, como no lo había estado hacía mucho. No había visitado ese lugar, ni una vez desde el funeral, tal parecía que me hacía más bien que mal, vendría más seguido, de eso estaba segura. Jugué con las pequeñas piedritas a mi alrededor, y me recosté observando las pocas estrellas que habían en el cielo.
El mundo era un lugar tan contradictorio...
Mi vida... ¿Qué estaba haciendo con mi vida? La estaba desperdiciando, me había perdido en el camino. Limpié las lagrimas que se me escapaban.
"Por favor"
¿Por favor? ¿Qué es lo quiero? ¿Qué es lo que necesito? ¿Qué, Samantha?
Entonces lo vi, lo primero que apareció por mi mente...
Yo lo quería a él de nuevo en mi vida, quería a Harry.
Lloré un poco más ante esa resolución.
¿Estaba mal querer hacer las cosas bien a la segunda? No quería seguir viviendo así. Es como si hubiera visto mi vida en 3D, y para ser honesta, apestaba. Era tan vacía, tan... poca cosa. Oh, que egoísta, ¿no es así? Como mi vida era tan gris, que lo quería a él para que la llenara de colores... otra vez.
La realidad era, que lo necesitaba en mi vida, porque él me había traído vida. Antes de todas las peleas, incluso antes de habernos reencontrado.
Recordé una vez, cuando estábamos en el último año, compartíamos arte en ese entonces y nos tocó hacer un trabajo juntos. Había discutido con mi madre antes de salir de casa (cuestión usual en esos tiempos), y Harry me había invitado a su ultra secreta y super cool casa del árbol (que no estaba en un árbol, pero aun así la llamaba como tal). La actividad era pintar un rasgo que nos gustara mucho de nuestro compañero, y luego debíamos compartirlo en clases y explicar el por qué habíamos elegido esa parte. Así que, luego de bromear un rato, y comer un poco de pizza que él había ordenado, nos pusimos a trabajar.
Yo, como típica cliché, pinté sus ojos. No podían culparme, su color era sencillamente espectacular. Como se me daba el arte, quedé orgullosa con mi trabajo, tanto que cuando se lo mostré a Harry, él pareció genuinamente impresionado con mi lienzo, pero cuando fue su turno de mostrármelo, me dijo que lo haría el día de la presentación. Yo acepté emocionada, pero él no asistió y yo me quedé sin ver su trabajo.
Molesta, decidí ir de sorpresa a confrontarlo, lo había llamado por teléfono y me había dicho que se enfermó, y que por eso no pudo asistir. Aunque la profesora no me había quitado nota (aunque a él sí), estaba molesta porque él no quería mostrarme su trabajo y yo lo había hecho con el mío (tonterías de adolescentes), la cuestión es que cuando llegué a su casa, fui directo a su casa del árbol que no se encuentra en un árbol, porque aprendí que prefería estar ahí durante toda la tarde. Lo que vi, al asomarme por la ventana, me dejó boquiabierta.
Era mi silueta, yo completa. Solo que estaba hecha de muchos colores, y los únicos rasgos que estaban perfectamente hechos, era mi rostro.
—¿Qué significa?
Le había preguntado en aquel entonces, tomándolo por sorpresa. El gran Styles, capitán del equipo de fútbol, se sonrojó (aunque trató de esconderlo), y sin dejar de mirar el lienzo, me respondió.
—Tienes buenos rasgos, me gustan todos.
No volvimos a hablar del tema. A ambos nos daba vergüenza, a él por expresar todo aquello, y a mí, por sentirme deseosa de escuchar más como aquello.
Me pregunté entonces, qué habría sucedido con aquel lienzo.
Un hombre como él no lo encontraría jamás, en ningún otro lado, y aunque lo negara, sabía que mi presencia en su estúpida fiesta de compromiso, lo había afectado en niveles que seguramente, al sol de hoy, se estaba negando.
¿Eso quería decir entonces que estaba decidida? ¿Me arrojaría al vacío por primera vez en muchos años? Porque ahora era mi turno de rogar por un poco de su atención.
En ese momento, escuché el chirrido de unos neumáticos estacionarse cerca de donde me encontraba. Reconocí el vehículo en cuestión, sabía lo que me esperaba.
Catalina bajó hecha un furia del auto.
—¡Te voy a matar!
Me levanté como pude, percibiendo el frío que no había llegado a sentir antes, y me lancé en sus brazos.
—Perdóname, lo siento tanto.
—¡Claro! ¡Como ves que voy a matarte por haber desaparecido por tantas horas ruegas por tu vida, ¿no?!
—Me disculpo por ser tan mala amiga—la miré a los ojos.—Te prometo mejorar, prometo hacerlo.
—Tonta—me abrazó con fuerza.—Ya hablaremos con más calma, tenía el corazón en la garganta por tu culpa, menos mal se me ocurrió buscarte aquí.
Me apresuró a subirme al auto. Agarré la chaqueta, y luego de darle una última ojeada al lugar, y de arrojar mi collar por completo al mar, la seguí.
—¡Tía, Sham!
—¡Tu también viniste, Diana!—me incliné para besar su cabecita, provocando que ella riera.—Te amo tanto, pequeña ahijada.
—¿Me puedes decir que tanto hacías aquí, a solas y a estas horas de la noche? ¡Me tenías preocupada!—chilló colocando una sábana (que no sé de dónde había salido), sobre mis hombros.
—Lo amo, Cata, lo amo.
Ella parpadeó repetidas veces.
—Oh Dios, está delirando, John, cariño, ¿puedes subirle un poquito más a la calefacción? Esta niña está temblando.
—Pero pronto se casará. Ay Cata, y tiene una hija—mi labio comenzó a temblar, no precisamente por el frío. —¿Acaso ya es muy tarde? ¿Debo darlo por perdido?
—Ah, no. No permitiré que vuelvas a ese estúpido hueco de lamentaciones—me tomó por lo hombros, y me sacudió un poco.—Lo único que damos por perdido son los pañales sucios de Diana, ¿de acuerdo?
—¡Sí! ¡Popo!
No pude evitar soltar una carcajada desde lo más profundo de mi pecho, Catalina me siguió, parecía maravillada con mi risa.
—Te extrañaba tanto, cabezota—ella me abrazó, y yo devolví el gesto, con todo el amor que reuní en ese momento.—Lucharás por ese hombre, y yo te ayudaré, incluso John, ¿cierto, mi amor?
—Claro que sí, cariño.
Volvimos a reír con ganas.
Y aunque la realidad estaba ahí, latente y tirante, sabía que no todo estaba perdido.
¿Sí les gusta como va la historia? No quiero escribir algo tan cliché, no suele ser lo mío. Espero, de verdad espero, que les esté gustando lo que leen, no que las aburra o algo así. Si me dijeran que les parece lo que han leído hasta ahora, las amaría aun más.
lot of love, x.
VIVA HILY PERRAS
Canción agregada al playlist de la historia: Burning - Sam Smith
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro