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Capítulo 11: Revelación

Luego de que el rizado fuera a su cuarto para colocarse unos jeans desgastados y una franela negra sencilla. Salimos del apartamento para montarnos en la amplia camioneta de Harry e ir al hospital juntos. Él arrancó tan pronto como yo tuve el cinturón de seguridad puesto, y mientras que conducía yo no podía dejar de morder mis uñas y pedirle a Dios que mi amiga saliera bien del parto junto a su bebé.  

—Espero todo esté yendo bien—murmuré incómoda. No paraba de moverme en el asiento. 

—Seguro que sí, quédate tranquila que te puede hacer daño.

—Dios, si así de nerviosa estoy por mi amiga no me quiero ni imaginar cuando me toque a mi. 

Harry no dijo nada al respecto y continuamos el viaje en silencio. 

Cuando llegamos a la clínica, pregunté por la habitación de mi mejor amiga y en cuanto obtuve la información caminé rápidamente con una mano sujetando mi vientre y Harry por detrás siguiéndome. 

—¡Samantha!

—Cata, cariño respira. 

—¡Deja de siempre ordenarme lo mismo, John!

Reprimí una carcajada. Mi amiga lucía... horrible. Estaba despeinada, sudada, y con cara de estar sufriendo por un golpe en alguno de sus senos. Incluso John estaba desaliñado. 

—¿Cómo te sientes? —fue lo primero que pregunté parándome a su lado, pero por su mirada supe que no fue una buena pregunta.

—Me siento cansada, adolorida y muy mala esposa, John cariño, siento tratarte mal.

El aludido le sonrió con dulzura. 

—Está bien, amor. 

—Es solo que esta... ¡Ay! ¡Contracción, contracción!

Pude escuchar como Harry se reía a mis espaldas al ver a los futuros padres tomar varias respiraciones al mismo tiempo. Incluso colocaban la boca en trompita cuando exhalaban.

—¿Pasa muy seguido? —le pregunté a Cata luego de golpear ligeramente a Harry que no paraba de reírse. 

—Cada minuto aumentan. 

—¿Cuánto falta de dilatación?

—Seis centímetros—contestó con un puchero. Me acerqué a ella para abrazarla. —Gracias por venir. 

—No me lo perdería por nada—respondí en un murmuro. 

—Tu debes ser el padre de la criatura—dijo Cata mirando a Harry después de separarnos. 

Pude sentir mi rostro arder.

—Mhm, sí... Muchas felicidades. 

—Gracias, pero oye, eres más guapo en persona.

—Catalina—la regañé sintiéndome algo avergonzada. 

Escuché a Harry reír ligeramente. 

—Gracias, supongo.

Mi amiga le extendió la mano, el rizado rápidamente se acercó para estrecharla.

—Soy Catalina alias la mejor amiga del mundo—rodé los ojos con una sonrisa. —Es un gusto conocerte, él es mi esposo John. 

—Que bueno que lo recordaras—gruñó el aludido estrechando la mano con Harry de mala gana.

Lo entendía, cualquiera podía sentirse intimidado por alguien con el porte de Harry. Todo él inspiraba elegancia, masculinidad y una belleza única. 

—Un gusto conocerlos, Harry Styles—contestó el rizado impecablemente educado con una sonrisa en su rostro. 

—¿Y tus padres? —le pregunté a mi amiga tratando de sacar al rizado de ser el centro de atención. 

—Deben estar por llegar, sabes que viven un poco lejos—asentí.

Pasamos los próximos minutos hablando de trivialidades tratando a distraer a Catalina de sus dolores. Pero justo cuando nos encontrábamos riendo por un mal chiste que Harry había contado las contracciones se hicieron imposibles de soportar. La doctora entró a la habitación y luego de unos rápidos chequeos comenzó a darle instrucciones a su equipo... Había llegado el momento.  

Tanto el rizado como yo, junto con algunos de los familiares de Cata, nos encontrábamos en la sala de espera aguardando por noticias. 

Harry apartó la mano de mi boca.

—Deja de morderte las uñas.   

—Lo siento, estoy nerviosa.

—¿No quieres comer algo?

—En realidad no—respondí con una mueca en mi rostro. —Tengo el estómago revuelto—escondí mi rostro entre las piernas. 

Bonito momento para enfermarme, pensé con ganas de llorar.

A los pocos minutos, pude sentir como acariciaban mi espalda en forma de círculos. Levanté ligeramente la cabeza para ver a Harry con un completo semblante de preocupación en su rostro.

—Si estás muy incomoda o te sientes muy mal podemos ir al apartamento para que descanses un poco—iba a refutar, pero él me interrumpió. —Prometo volver a traerte.

Realmente estaba cansada y no me estaba sintiendo bien, pero también quería estar ahí para mi amiga.

—Quiero estar ahí cuando la bebé nazca—dije en un murmuro. El rizado sonrió apartando los mechones de cabello que tapaban mi cara.

—Pero si no estás bien, ¿cómo vas a recibirla con la alegría que se merece? —suspiré. —Además, estoy seguro que Catalina podrá entender la situación.  

—Odio que tengas la razón—él sonrió en respuesta.

Me levanté del asiento y me acerqué a la madre de Cata que parecía estar muy tranquila. Le expliqué la situación y le pedí que le hiciera saber a su hija que volvería más tarde. La mujer asintió comprensiva y me pidió que me cuidara de camino a casa.

Lo primero que hice al cruzar la puerta del apartamento fue desabotonarme el jean. Muchas se enojan porque ganan peso, pero yo estaba eufórica que mi barriga se estuviera notando más.

—Te picaré un poco de fruta para que comas algo.

—¿Le puedes echar miel? —Harry arrugó la nariz para después sonreír.

—¿Antojo?

—Algo así—respondí un poco cohibida. Él rió.

—Frutas con miel en camino. 

—Gracias, Harry.  

Caminé hasta mi habitación y me coloqué mi cómoda pijama. Un pantalón de algodón junto a una camisa con caritas de vacas. Me encantaba mi conjunto.

—Pero si es la madre más tierna que he visto jamás—comentó Harry entrando a la habitación con un bol minutos después. Sus palabras solo causaron mi sonrojo y me fijé en que también se había cambiado.

—No seas exagerado—se acercó a mi con una sonrisa ladeada y luego de entregarme el bol que contenía mi fruta se sentó a mi lado.

—Lo digo en serio, por ahí leí que si la madre se siente bonita durante el embarazo el bebé nacerá precioso—solté una sonora carcajada. 

—Eres un mentiroso.

—Lo juro, mamá vaquita—sonreí negando con mi cabeza para después dirigir mi atención a la fruta y comenzar a comer de a poco. 

Harry se levantó y, luego de besar mi frente, se puso a trabajar con la laptop en su cama improvisada a los pies de la mía.

¿Quién es este hombre realmente?, pensé observándolo. 

El Harry Styles que conocía, el de la secundaria, era totalmente opuesto a lo que veía frente a mi. Siempre fue considerado un chico frío y distante, y aunque no se metía con los demás, tampoco era conocido por ser muy amable. Era Harry el ególatra Styles, el capitán del equipo de fútbol, el que daba las mejores fiestas los fines de semana, el mismo chico irresponsable que faltaba a clases y al que no veías con una relación seria que durara más de algún par de días.

Sin embargo, habían pasado ocho años ya. 

Para empezar, la universidad y la vida como adulto transformaba a la mayoría de las personas en alguien más responsable y más decidido a lo que quieren en la vida. Se notaba el cambio en él, por donde lo miraras...

Guiándome por lo poco que sabía se mantenía en contacto con su familia, era responsable con su trabajo, además sabía cocinar. Era respetuoso, atento y veía las cosas desde un punto de vista maduro y lleno de base.  

Lo peor de todo, es que sentía que estaba comenzando a caer rendida por este hombre mejor conocido como mi antiguo compañero de clases. Y en definitiva, eso no era nada bueno, porque en cuanto el bebé naciera, él se iría para continuar con su vida y yo... yo quedaría totalmente rota por su partida.

—¿No te gustó, Sam? —parpadeé varias veces al escuchar su voz que me traía de regreso a la realidad. 

—Me distraje es todo—le señalé el bol con una sonrisa.—Está sabroso, gracias—él asintió un poco dudoso, pero al poco tiempo retomó lo que hacía en su laptop.

Solté un suspiro metiendo otro trozo de fruta a mi boca.

Toda esta... disyuntiva me había presentando una gran resolución. Lo mejor era aceptar mudarme a Nueva York y comenzar una nueva vida con mi bebé como compañía. 

No quería volverme dependiente de Harry Styles. 

La bebé de mi amiga nació a las 4 de la mañana, pero como Harry me quería dejar descansar llegamos a la clínica a eso de las 9. Le agradecí el gesto ya que realmente necesitaba dormir y reponer energías. 

—Iré por un café, ¿quieres algo? —negué mientras me entregaba el enorme peluche blanco que minutos antes habíamos comprado para mi amiga. Él prácticamente había pataleado porque yo lo había pagado antes de que pudiera darse cuenta. 

—Nos vemos en la habitación.

—De acuerdo.

Lo vi alejarse y yo hice mi camino hacia el cuarto donde estaba Cata. 

Cuando estuve frente a la puerta, sonreí al ver la cantidad de globos y afiches que decoraban la misma, la familia de mi amiga era muy unida y tenía entendido que hasta su prima que vivía en Argentina había venido a conocer a la nueva integrante de la familia. 

Golpeé la puerta dos veces y cuando tuve su permiso abrí con cuidado entrando en silencio a la habitación.

—Hola, Sam—le devolví el saludo a John el cual me pidió vigilar a su esposa mientras iba a la cafetería para comer algo.  

—Es preciosa—susurré con una enorme sonrisa en el rostro en cuanto me acerqué a la cama. Mi amiga amamantaba a su hija mirándola con una devoción única.

—Lo es, ¿verdad? Se llama Diana—pude fijarme en sus ojos acuosos. —Oh Dios, Sam, no tienes idea de cómo me siento ahora, la amo tanto y ni siquiera tiene un día de estar respirando.

Me reí sin poder evitarlo. 

—Te entiendo, yo amo a bolita y ni siquiera ha nacido—Catalina se rió tan bajo como pudo. —Un regalo, de mi parte y el de Harry—señalé el peluche dejándolo sobre el mueble donde había otra cantidad considerable de regalos.

—¡Está hermoso, Sam!—exclamó en un susurro. Sonreí.—Muchas gracias.

—No es nada, me alegro que te gustara—me acerqué para abrazarla con cuidado. —Siento haberme ido ayer.

—No te preocupes, mi mamá me comentó, ¿te sientes mejor? —asentí. Ni siquiera tenía nauseas y no había vomitado el desayuno. —Eso es lo importante.

Continuamos hablando por otro rato acerca de la bebé, hasta que el tema de Nueva York apareció en mi mente. Necesitaba contarle a la persona que más confianza le tenía, necesitaba, con urgencia, un consejo de mi mejor amiga.

—Amiga...—paseé la mirada por el cuarto divagando un poco. —Quería hablar algo contigo.

—Oye, eso suena serio, ¿qué sucede?

Esperé a que terminara de darle de comer a su adorable hija, y cuando la recostó con cuidado en la pequeña cuna que ofrecía la clínica se enderezó en la cama y me miró fijamente.

—Ellos me dijeron que te lo comentarían luego, pero prefiero hacerlo yo y así me aconsejes—ella alzó una ceja en mi dirección.—Pablo y Paolo me ofrecieron la sucursal en Nueva York.

—¿Qué? ¡Amiga, eso es increíble! ¡Felicidades!

—Gracias—le regalé una rápida sonrisa. —Todo lo que plantearon suena genial, pero... me recomendaron que me mudara.

—Oh, aquí veo el problema, no sabes si aceptar porque no estás segura de irte, ¿cierto?—meneé mi cabeza un poco intranquila.

—Ese no es el problema realmente. 

—¿Entonces?—indagó con el ceño fruncido. 

—Tu más que nadie sabe que no tengo realmente una razón para quedarme en esta ciudad.

—Oye, me siento ofendida—colocó una mano en su pecho y yo reí.

—Te visitaría, nuestra amistad continuaría lo sabes, pero ni familia tengo.

—Sam...

—Sabes que es verdad, no trates de amoldar la situación—señalé con tranquilidad. —Pero esto del bebé...—me detuve sin saber exactamente cómo continuar.   

—Esto es por Harry, ¿no es así?

Masajeé mi frente nerviosa.

—Es que, el tema reside en que no sé cómo decirle que me iré a vivir a Nueva York. 

—¿Cómo que te irás? —sentí mi piel erizarse al escuchar el tono ronco de Harry.

Me di la vuelta viéndolo de pie en el marco de la puerta. No traía ningún café, por lo que asumí que ya lo había bebido y estaba de regreso para conocer a la bebita. 

—Yo no... Aun no he aceptado la propuesta, tan solo...

—¿Me lo ibas a decir si quiera? —preguntó molesto, lo que ocasionó que yo también me molestara.

—¿Qué importa si te lo decía o no? De todas maneras no estarás cuando el bebé nazca.

—Samantha—escuché el tono de regaño que utilizó mi amiga y giré para verla. —Por favor.

Sé lo que me quería transmitir con la mirada. Me pedía que no lo tratara de esa manera, me pedía que le diera una oportunidad y hablara con él. Pero se me hacía tan difícil... cuando pasas tantos años sola sin tener que consultarle nada a nadie... se hacía difícil involucrar a terceros en tus decisiones. 

—¿Estarás bien mientras John llega?—ella asintió.

—Ve tranquila, después hablamos. 

—Vamos—murmuré caminando en dirección a la salida. Tomé la muñeca de Harry con mis dedos y lo guié hacia la cafetería de la clínica.

Vi a John comiendo en una esquina del lugar, pero no quise agobiarlo así que no me acerqué. 

Harry y yo salimos y nos sentamos en una de las mesas que había en la terraza. Él se sentó frente a mi con sus brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Lo siento—dije después de un rato de estar en silencio. —No quería decir eso.

—Estoy bastante seguro que sí querías hacerlo—desvié la mirada negándome a aceptar aquello. —Creo que no haz comprendido qué es lo quiero o cómo quiero involucrarme—lo miré esta vez en guardia.

—Harry...

—Quiero que tanto tú como ese bebé estén bien, que si en algún punto necesitan algo puedas confiar en mí, acercarte y decírmelo, por eso no soporto cuando tomas esa actitud, como si... como si...

—¿Como si qué?

—Como si el bebé fuera solo tuyo—me crucé de brazos observando la mesa en la que estaba apoyada sintiendo que esa chaqueta no era suficiente para cubrirme del frío. —Puedo entender la parte de tú siendo sobre protectora con él o ella y no es por inmiscuirme en tus asuntos, pero sé que no tienes una familia que te respalde.

—No vayas por ahí—advertí con la mirada.

—Solo siento que crees que yo soy como ellos y estás muy equivocada—apreté mis labios molesta. —¿No ves que estoy tratando de hacer lo mejor que puedo?

—Si de todas maneras piensas abandonar a tu hijo no veo el por qué de involucrarte de más en mi vida o consultarte mis decisiones—escupí las palabras viendo como cada una provocaba que Harry se tensara aun más. Mantenía la mandíbula fuertemente apretada tan solo observándome. —Déjame en paz.

Me levanté rápido, pero con cuidado y salí de la clínica sin siquiera pasar por donde mi amiga a despedirme. Tomé un taxi para llegar a casa agradeciendo el hecho de tener algunos billetes en los bolsillos de mi holgado pantalón.

Durante el trayecto le escribí a Cata disculpándome y prometiéndole que iría a visitarla pronto a su casa. 

—Estúpido Harry—murmuré molesta una vez llegué a mi apartamento. 

Caminé en dirección al cuarto de mi bolita y me encerré ahí sabiendo que en cualquier momento el rizado llegaría. Sabía que no entraría aquí ya que durante el transcurso de los días me pude fijar como era la habitación que más evitaba.

—¿Así o más idiota? —bufé.

Apartándolo de mis pensamientos, me acerqué a la amplia mesa que tenía el cuarto y me senté en la silla giratoria. Abrí algunas gavetas y conseguí hojas en blanco, lápices, colores y algunos marcos de fotografía que aun no utilizaba. Se podía decir que en cualquier parte de mi apartamento podías encontrar hojas y lápices regados por ahí, a veces me gustaba pintar para desestresarme, justo como en ese momento.

Pasé las próximas dos horas dibujando diferentes paisajes, pero con toques de mi imaginación. Como árboles rosados, grama azul y ríos vinotintos. Me encantaba jugar con los colores y la realidad en mis dibujos. Poco tiempo después de haber terminado mi segundo dibujo escuché como cerraban la puerta principal, por supuesto que debía ser Harry ya que nadie más tenía llaves de mi apartamento. No tuve que haberle dado una copia... 

Mi enojo con él había menguado, pero me negaba a hablarle por lo que restaba del día de todos modos.

Agregué algunos detalles a uno de los dibujos que más me había gustado y cuando estuvo listo, tomé uno de los portaretratos y coloqué el dibujo ahí el cual calzaba a la perfección. Acaricié el vidrio observando el dibujo sonriendo satisfecha. Me había quedado muy bien.

Me paré de la silla y acomodé una pequeña escalera de cuatro escalones subiéndome en ella para poder clavar mi cuadro en la pared. Martillé con cuidado, tratando de no moverme mucho, ya que los escalones eran delgados y no tenía mucho espacio.

Finalmente, logré colgar el cuadro con el hermoso dibujo que había hecho para mi bebé. Estaba decidida a hacer más y colgarlos por todo el cuarto. 

Justo cuando iba bajando de la pequeña escalera, no me fijé bien donde pisaba y me fui hacia atrás. Mi primer impulso fue agarrarme del mismo cuadro para no caerme, pero este se vino abajo junto conmigo provocando que el vidrio se rompiera en pedazos a mi lado.

—¡¿Samantha?! —escuché el grito alarmado de Harry, pero solo pude soltar un quejido de dolor. Me dolía todo el cuerpo.

Como pude traté de levantarme del suelo y cuando recién lograba sentarme, el rizado abrió la puerta y entró como un rayo.

—Por Dios, ¿qué fue lo que pasó? ¿Te cortaste? —negué frenéticamente con mi cabeza y fue en ese momento cuando comencé a llorar. —Ya pasó, está bien—me arropó entre sus brazos y me levantó del suelo con un poco de dificultad. Se sentó en el sofá individual donde yo le había cantado la última vez que los dos estuvimos aquí y comenzó a mecernos lentamente mientras acariciaba mi cabello.

—Me asusté mucho—balbuceé entre sollozos. —Mi bebé...—acuné mi vientre con las dos manos y escondí mi rostro en el cuello de Harry. 

—Estás bien, Sam, están bien, los dos están bien, tranquila—me acercó un poco más a su anatomía mientras continuaba con sus caricias.

Yo intentaba calmarme, pero realmente esa caída me había asustado mucho. Si algo le hubiera pasado a mi bebé por mi culpa...

Un sollozo más fuerte escapó de mi garganta y Harry no hacía más que mecerme y acariciarme para intentar calmarme. No fue hasta que comenzó a cantar una canción que no conocía que comencé a respirar con normalidad, estaba atenta a su voz en mi oído y en como de bien se escuchaba al cantar.


And I hate to say I love you

(Odio decir que te amo)

When it's so hard for me

(Cuando es tan difícil para mí)

And I hate to say I want you

(Y odio decir que te quiero)

When you make it so clear

(Cuando haces tan claro que)

You don't want me

(Tú no me quieres)

I'd never ask you cause deep down

(Nunca te lo he preguntado, porque en el fondo)

I'm certain I know what you'd say

(Estoy seguro de lo que me dirías)

You'd say I'm sorry, believe me, I love you, but not in that way

(Me dirías: "Lo siento, créeme, te amo, pero no de esa manera")


La canción era muy triste, pero había logrado distraerme lo suficiente como para que dejara de llorar. 

—Es sobre un amor no correspondido, ¿cierto? —pregunté en un susurro mantenido mi rostro en aquel escondite tan cómodo en el que se había convertido su cuello. 

—Así es—lo sentí suspirar y poco tiempo después, al ver que no le diría más, retomó la canción hasta terminarla. 


When you're not there

(Cuando no estás allí)

I find myself singing the blues

(Me encuentro a mí mismo cantando un blues)

Can't bear

(No lo puedo soportar) 

Can't face the truth

(No puedo enfrentar la verdad)

You will never know that feeling

(Nunca conocerás este sentimiento)

You will never see through these eyes

(Nunca verás a través de estos ojos)

I'd never ask you cause deep down

(Nunca te lo he preguntado, porque en el fondo)

I'm certain I know what you'd say

(Estoy seguro de lo que me dirías)

You'd say I'm sorry, believe me, I love you, but not in that way

(Me dirías: "Lo siento, créeme, te amo, pero no de esa manera")


Nos mantuvimos un rato más en silencio luego de que finalizara la canción, donde él se encargó únicamente de arrullarme. Yo estaba muy cómoda y agradecida de que hubiera estado ahí, así que se lo hice saber. 

—No tienes idea del susto que me lleve cuando te vi en el suelo—fue lo que me dijo. —Déjame revisarte. 

Me ayudó a levantarme y luego de pasearse a mi alrededor en busca de heridas, levantó la parte trasera de mi camisa con delicadeza tocando algunos puntos en mi espalda y ocasionalmente le respondía con gemidos cargados de dolor. 

—Te saldrán moretones—bajó mi camisa para después besar mi hombro. —Asumo que estás cansada, así que mañana iremos al médico, ¿de acuerdo? 

—¿Te preocupa el bebé? —pregunté angustiada. Harry se agachó para recoger los pedazos grandes de vidrio. 

—Me preocupan ambos, Samantha. Quiero que los chequeen, ¿está bien? —asentí un poco asustada. 

No veía sangre saliendo de mi cuerpo, si no la veía no había problema, ¿verdad?

—Hey—Harry me llamó con un dulce tono de voz luego de que botara los pedazos de vidrio en la papelera. —Todo está bien, solo es por precaución. 

—Si... claro, está bien. 

Él me sonrió y recogió el dibujo que aún reposaba en el suelo para entregármelo.

—Está hermoso. 

—Gracias—respondí cohibida aceptándolo. Me acerqué a la mesa donde había pasado horas dibujando. Lo coloqué dentro de la gaveta junto con los demás que tenía ahí. Suspiré con tristeza. Había quedado tan lindo colgado.

—Prometo que lo colgaré, al igual que cualquier otra cosa que quieras, no temas pedirme ayuda, Samantha. 

—Es difícil—me sinceré sin voltear a verlo.

—Sé que lo es—se colocó a mi lado y le dio una leve caricia a mi brazo.—Puedo ver bien que te cuesta confiar en los demás, te acostumbraste a hacerlo todo por tu cuenta, en verdad entiendo eso—lo miré a los ojos y pude ver en ellos un ruego silencioso. —Pero mientras estoy aquí, permíteme ayudar en lo que pueda.

—Está bien, haré el intento, ¿de acuerdo? —me sonrió permitiéndome ver el hoyuelo que tanto me gustaba.

—Por cierto, la última vez que estuve aquí no te lo dije, pero me encanta como quedó la habitación del bebé, es la envidia de cualquier madre—bromeó con su típica sonrisa ladeada. No pude evitar reír.

—Jane, de verdad estoy bien—reí ante su preocupación. 

—Escucha, los chicos y yo te iremos a visitar el sábado, no hay presentaciones ese día, ¿estarás en tu casa?

—Sí estaré, es una buena idea ya que me gustaría verlos, los extraño.

—Y nosotros a ti, pero ya debo dejarte, estamos a punto de comenzar la tocada.

—Deseale suerte al grupo de mi parte, adiós.

—Adiós, Sam y cuida a ese bebé.

—No lo dudes—colgué la llamada con una sonrisa mientras regresaba a sentarme en mi puesto al lado del ojiverde.  

Nos encontrábamos esperando en el pasillo de la clínica donde la mamá de los Styles trabajaba ya que me vería con la ginecobstetra de su familia. Él quería una segunda opinión y para que se quedara tranquilo se la daría.

—Harriet por favor, deja al pobre niño en paz. 

—¡Pero Harry!

—Harriet...

La chica soltó las mejillas del niño y éste salió corriendo donde se encontraba su abuela hablando con otra mujer de edad similar. 

Ahogué una carcajada viendo la cara de decepción en el rostro de la hermana del rizado.

—Solo estábamos jugando a ser peces, eres un amargado. 

—Lo que digas—expresó Harry aburrido pasando la página de la revista que ojeaba.  

—Dime, Sam—dijo Harriet sin poder mantenerse callada sentándose a mi otro lado. —¿Ya patea?

—A veces puedo sentirlo, sí.

—¡¿En serio?!—asentí mientras reía al ver la emoción que reflejaba su rostro. —¿Puedo?—preguntó con la mano frente a mi pequeña barriga abultada. Asentí una vez más.

—Aunque no se ha movido en lo que va de día. 

—Eres una flojita, ¿eh, bolita?—le murmuró ella a mi vientre. Yo reí captando una suave sonrisa en el rostro del rizado.

—¿Quieres tener hijos propios, Harriet?

—¡Por supuesto que sí!—comentó alegre moviendo la mano. —Pero Patrick y yo aun lo estamos conversando, él dice que ser padres es una responsabilidad muy grande, que querría dedicarle todo su tiempo al bebé y que ahora no podría por el trabajo—se encogió de hombros.—Tiene razón así que... esperaremos.

—Suena como un buen plan.  

—Samantha Di Pietro—observé a la secretaria que me había llamado y me levanté luego de que Harriet quitara su mano.—Tu turno—asentí caminando en su dirección.

—¿En verdad no vas a entrar, Harry?—escuché como preguntaba Harriet mientras yo ya iba entrando al consultorio.

La respuesta del ojiverde no tuvo que haberme afectado... pero aun así lo hizo.

—Las espero aquí, Harriet.


Luego de las preguntas de rutina, contarle el accidente del día anterior y comentar lo de mis vómitos continuos (esta doctora también opinaba que era algo normal), me dirigí a la camilla para que me pudieran hacer el eco y conocer el sexo del bebé. Ya lo había decidido, estaba cansada de comprar ropita amarilla, marrón o blanco. 

—Muy bien, madre primeriza, esa es la cabecita de tu bebé—indicó en la pantalla.

—Ya entiendo por qué le pusiste bolita—murmuró Harriet a mi lado sin apartar la vista de la pantalla. Yo reí sintiéndome un poco nerviosa.

—No hay nada malo, ¿verdad?—pregunté aterrada provocando que mi voz temblara.—Digo, por la caída de ayer—ella negó dejándome más tranquila. 

—Tu bebé está en perfecto estado, el tamaño está bien al igual que su corazón, vamos a escucharlo...—prendió las cornetas y como si hubiera sido la primera vez, solté un par de lágrimas al escuchar el golpeteo del corazón de mi bolita.

—Oh por Dios—Harriet se llevó las manos a su boca completamente extasiada. Volteó a mirarme y pude ver sus ojos empañados. —¡Es mi sobrino, Sam!—exclamó en un susurro, yo le sonreí.

—¿Listas para conocer el sexo?

—Por favor.

Busqué la mano de Harriet y le di un apretón, ella me sonrió devolviéndome el gesto. No me había percatado, hasta ese momento, lo mucho que me había hecho falta alguna compañía durante las anteriores sesiones con la ginecóloga. 

—Es un varón, muchas felicidades—la doctora nos sonrió y yo reí al escuchar el grito eufórico de Harriet.

Un varón... y era todo mío. 

Al salir de la clínica y asegurarle a Harry que todo marchaba bien, me subí a mi auto dejando a los hermanos discutiendo camino a la camioneta del mayor. Él había querido traerme, pero yo no lo permití ya que quería ir a un lugar antes de regresar a casa. Harry no insistió más sabiendo que no cambiaría de opinión y luego de buscar a su hermana llegaron a la clínica.

Podía intuir sobre qué discutían, pero Harriet debía entender que no podía obligar a su hermano hacer algo que no quisiera, aunque eso implicara formar parte de la vida de su hijo.

Suspiré sujetando el volante con fuerza. Estar frente a la casa de mi madre siempre me ponía igual. Inquieta, molesta e incómoda. Sin embargo, iba a intentar mantener una relación con ella, no podía apartarme para siempre, yo era su hija... y el bebé dentro de mi vientre era su nieto después de todo, le gustara o no.

Toqué la puerta y esperé con una mano en mi vientre mientras que en la otra sostenía con fuerza la fotografía del eco.

—¡Pero si es la hija prodigio en persona! ¿Ya se te pasó tu berrinche? 

Resoplé sin asombrarme por su reacción, y por un momento me pregunté, ¿acaso tan mal hija fui como para que me tratara de aquella forma?

—Hola, mamá.

—¿Y tu marido?

—No tengo marido, te dije que sería madre soltera.

—Sí, tu tía Viviana está como loca, ¿por qué diablos tuviste que humillarnos con ese mensaje al grupo de whatsapp? Como si fuera poco te saliste de él sin dar explicaciones.

—Nadie necesita explicaciones de lo que hago o dejo de hacer, soy adulta y tengo mi vida hecha ya, no gracias a ti precisamente—escupí harta de su actitud de doña perfecta.

—¿A qué has venido?

—Dándome cuenta que no me dejarás pasar te traje esto—extendí el eco en su dirección y ella lo miró con una ceja alzada sin tomarlo. 

—¿Qué es?

—Tu nieto, mamá, porque aunque te duela que tu hija vaya a cargar con un bebé sola, es tu nieto.

—Tu padre debe estar retorciéndose en su tumba.

—Ni se te ocurra meterlo en esto.

—¿Acaso no te enseñé valores?—medio gritó sin tomar la fotografía. —Debes estar representada por un marido, armar un hogar como es debido, ¿qué pasa contigo?

—No necesito a un maldito hombre ni para ser feliz ni para que me mantenga, desde los dieciocho trabajo y me ha resultado muy bien.

—Samantha, vete de mi casa—dijo cansada sin escuchar nada de lo que le había dicho.—No quiero a un hijo bastardo aquí, lo siento por ti—la abofeteé. 

No pude evitarlo, había sido... algo automático y completamente fuera de mi control. Portia solo me miraba azorada por lo que le había hecho.

No quise echarme a llorar frente a ella, así que luego de tomar una profunda bocanada de aire me enfrenté a su aún anonadada mirada. 

—Ni pienses que voy soportar todos los insultos y malos tratos como lo hacía en mi adolescencia—me acerqué un poco más a ella para poder susurrarle con todo el odio que sentía ese momento. —Ya no soy esa niña que huía hasta esconderse detrás de su padre en busca de consuelo, no tienes más poder sobre mi y espero que cuando te des cuenta del daño que me has causado todos estos años no sea demasiado tarde, Portia.

Me di la vuelta sintiendo una patada dentro de mi. Acaricié mi vientre haciéndole saber que todo estaba bien... Todo estaría bien.

De regreso a casa me había comprado un helado junto con papas fritas para untarlas y comerlas. Había soltada un par de lágrimas así que decidí comer para dejar de pensar en ello. Agradecía que no tuviera nauseas cuando llegue al apartamento.

—¿Todo bien?—preguntó Harry cuando me vio entrar. 

Estaba vestido con unas bermudas y una sencilla camisa blanca dejándome ver sus interesantes tatuajes, además que mantenía una conversación con alguien por teléfono.

—Sí... nada grave, solo que necesito que compremos papas fritas y helado—el rizado frunció el ceño, pero asintió para después retomar su charla.

Me dirigí al cuarto del bebé y lo primero que pude ver fueron varios de mis dibujos colgados en las paredes.

—Tu papi tiene buen gusto—le dije a mi barriga dándole una caricia. 

Saqué el álbum en donde anotaba los meses y escribía alguna nota dirigida a mi hombrecito para después sentarme en la misma silla giratoria en la que había estado sentada ayer.

Gasté mi tiempo decorando la página como siempre hacía, con lápices de colores y algunos recortes. Luego, pegué la foto del eco en el medio y tomé un lapicero dorado para escribir en el espacio en blanco que había dejado.

"Querida bolita y hombrecito de mi vida, ya tienes cinco meses de estar calentito y creciendo sano en mi interior. Estoy ansiosa que conozcas el mundo que estoy preparando para ti, te amo tanto..."

—Samantha, la cena está lista.

—Ya voy—murmuré mientras lo escuchaba adentrarse un poco más en la habitación.

—¿Qué haces?

—Escribo en el álbum del bebé, ¿quieres ver?

Me giré para mirarlo, pero él solo se mantuvo quieto observando algún punto en la pared.

—No...—meneó levemente la cabeza. —Te espero para comer—lo vi darse la vuelta para irse con clara intención de no ver ni la esquina de la foto. 

¿Qué es lo que te aterra, Harry?

—¿A qué le tienes miedo?

Cuando me pude dar cuenta, la pregunta simplemente se había escapado de mis labios. 

El rizado se mantuvo quieto en la entrada del cuarto del bebé y cuando estaba apunto de decirle que olvidara aquello pude escucharlo murmurar una respuesta.  

—Tengo miedo de herirlo como lo hicieron conmigo.

Y sin más, se retiró dejándome sola con mis dudas.

¡Espero estén disfrutando la historia! Todavía es que nos falta camino por recorrer.

Los adoro muchito♥

Canción agregada al playlist de la historia: Not In That Way — Sam Smith

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