Capítulo 10: Ascenso
—Estás loco.
Esas dos palabras resumían más o menos el torbellino de pensamientos que tenía con referente a Harry quedándose conmigo.
—Mira, sé que puede sonar como una locura...
—Es una locura.
—Pero verte en la clínica tan sola y débil me hizo pensar y creer que esta es la mejor decisión que podría tomar contigo—concluyó ignorando mi comentario anterior.
—No lo creo.
—Te enumeraré las ventajas.
—No es necesario.
—Número uno—rodé los ojos después de verlo levantar su dedo índice. —Puedo preparar las tres comidas, o seis en tu caso—crucé mis brazos sobre mi pecho. —Y no te estoy diciendo gorda, pero las mujeres embarazadas comen mucho—mordí mi labio inferior intentando no reír. —Número dos, soy muy sigiloso, ni siquiera vas a sentir mi presencia.
—Tu altura es suficiente como para hacerte notar.
—Obviemos eso, no es como si pudiera cambiarlo—alzó un tercer dedo. —Número tres, puedo mover las cosas pesadas por ti.
—El cuarto del bebé está listo, no necesito mover nada.
—Tal vez pienses eso, pero no sabes cuando puedas perder tu celular debajo de algún mueble y tendré que moverlo por ti—fruncí el ceño.
—Habría que ser muy torpe como para tirar tu celular debajo del sofá.
—Ya sabes, esas cosas le pasan hasta al más inteligente—me reí sin poder evitarlo. —Número cuatro, no tendrías que preocuparte por el bien del bebé, estaría aquí por cualquier emergencia, puedes gritar o algo así, incluso podría aceptar que compres una campana.
—Harry—lo detuve colocando una mano al frente. —Realmente apreció lo que... intentas hacer, pero no creo que esto vaya a funcionar por varias razones.
—Si quieres enumeralas, es divertido.
—Para comenzar, no nos llevamos bien.
—Eso es mentira, hemos convivido lo suficiente sin matarnos.
—Apenas algunas horas al día.
—Pasamos una noche juntos—se encogió de hombros y yo pude sentir mi rostro arder.
—Apuesto a que te acuerdas poco o nada de eso.
—Créeme, recuerdo lo suficiente—me guiñó un ojo luciendo su pícara sonrisa ladeada.
Carraspeé mi garganta.
Malditas hormonas.
—No quiero tener problemas con tu familia, tengo suficiente con la mía como para tener que preocuparme porque otros piensen que soy alguna clase de caza fortunas—bufé. —No lo creo, amigo.
Dejó su postura relajada y sus facciones se tornaron más serias.
—¿Caza fortunas? Si toda mi familia sabe lo desgraciado que fui por no querer responder en primer lugar y como no aceptas ninguna ayuda de mi parte. Ni siquiera me has pasado tu información del banco para poder depositarte los ahorros de... la criatura.
—¿Entonces qué piensan de mi?
—¿Mi familia? —asentí. —Que eres la madre del pequeño Styles.
—¿El pequeño...? ¿Piensas darle tu apellido?
—¿Crees que no?
—Sí—respondí con mi ceño fruncido. —Es decir, me dijiste que no querías saber nada de él, solo pasarle una manutención.
Harry rascó su nuca desviando la mirada.
—Dije que no quería formar parte de su vida, pero no puedo negarle lo que por derecho es suyo.
—Mi hijo no necesita caridad, Harry.
—No es caridad, mujer—gimió frustrado. —Realmente quiero hacerlo.
—Eres muy complicado.
Deshice mi trenza para rehacerla. Me estaba estresando esta conversación.
—Así dice mi amigo Dylan, él me escucha y muchas veces me golpea por mis decisiones—frunció el ceño. —Ahora que lo pienso, ¿qué clase de amistad es esa?
Sacudí mis manos.
—Nos estamos desviando del tema principal.
—Oh cierto, íbamos Harry cuatro, Samantha cero.
—¿Cero? ¿Por qué?
—Porque no son válidas las desventajas que has dicho.
—Que te parece esta—toqué su pecho con mi dedo índice. —No quiero tener problemas con tu novia.
Me esperaba todo, absolutamente cualquier tipo de reacción, menos que comenzara a reírse como si le hubiera contado el mejor chiste del mundo. No es como si fuera muy buena en eso tampoco.
—¿Estás...?
Sostuvo su abdomen con ambas manos y no sé por qué motivo me enfureció.
Agarré la puerta para intentar cerrársela en la cara, pero él fue más rápido y me detuvo.
—Perdón, perdón, pero... ¡Diablos, Samantha! ¿Hablabas en serio?
—¡Claro que sí! —grité intentando golpearlo con la puerta. Lástima que no fuera más fuerte.
—De acuerdo, sé que no soy el mejor hombre del mundo, pero no me hubiera acostado contigo teniendo novia.
—No lo sé, se han visto casos, ¿sabes?
—Este no es uno de ellos—se encogió de hombros.
Quitó mis manos con sutileza del agarre mortal que tenía en la puerta y me apartó pudiendo abrirla por completo.
—Bien, entonces, ¿terminaste de enumerar tus desventajas inútiles? ¿Ya puedo entrar?
—No dije que podrías quedarte.
—Si quieres nos sentamos, presiento que esto tomará tiempo.
—¿En serio no piensas irte?
—No.
Froté mi rostro con las manos pensando rápidamente qué hacer.
No quería a Harry conmigo porque sabía cómo podría terminar esto. En resumidas cuentas habían dos posibilidades:
Odiándonos hasta la muerte.
Decepcionados para después odiarnos hasta la muerte.
¡Ambas terminaban mal!
—Mira Harry, acepté tu ayuda y te dije que lo llevaríamos con calma, que tu quieras... mudarte a mi apartamento no es llevarlo con calma.
—Pienso que deberíamos pensar en tu salud.
—Mi salud está bien.
—Estás frágil.
—No soy frágil.
—Dije que lo estabas, no que lo eras—frunció su ceño e inclinó un poco su cabeza como si así pudiera estudiarme mejor.
Moví mi pie con impaciencia ante su escrutinio.
"Piensa, piensa, piensa..."
—¿Esto tiene que ver con Harriet?
—¿Qué? —preguntó algo perdido, claramente no se esperaba esa pregunta.
—Sí, ya sabes que tu hermana puede ser un poco radical.
—No negaré que Harriet me ha pedido que intente hacer que esta relación o lo que sea que tengamos funcione, pero no me pidió que viniera hasta aquí a vivir contigo.
—Lo estás tomando como un hecho—achiqué los ojos en su dirección.
—Sé que terminaré ganando.
Mis hombros decayeron y dejé escapar un suspiro.
Por la sonrisa en el rostro del hombre frente a mi, sabía lo que pasaba por su mente... Estaba cediendo a esta locura.
—Vives solo por una razón, ¿no?
—Digamos que no he encontrado la compañía adecuada.
—¿Y yo si lo soy?
—Eres la madre de mi hijo, cumples con los requisitos suficientes, ¿no te parece?
Bien, ahí iba mi último argumento.
—Esto será temporal—advertí luego de darme por vencida. —Solo mientras que se me pasan estos estúpidos malestares.
Harry sonrió ampliamente y alzó un brazo al cielo logrando hacerme reír una vez más.
—Tienes suerte que tengo habilitado el cuarto de invitados.
—Está bien, podría dormir en el sofá.
—Eres muy grande para él.
—Cierto—el rizado levantó su bolso del suelo y lo colgó en su hombro. Le permití la entrada y cerré la puerta una vez estuvo dentro.
—Mi sala, cocina por allá y la puerta de al lado es del lavandero—señalaba con mi dedo mientras le explicaba. Giré hacia mi izquierda donde estaban el resto de los cuartos. —La segunda puerta a la derecha sería tu habitación, antes de esa está el cuarto del bebé, la puerta frente a la del bebé es el baño y la que está frente a la tuya es mi habitación.
Harry asentía de acuerdo a mis indicaciones.
—De acuerdo, ¿reglas? —lo pensé por unos segundos.
Hacía muchísimo tiempo que no vivía con alguien así que no se me ocurría nada.
—No seas desordenado y lava lo que ensucies, por favor.
—Me parece bien—asintió dejando el bolso sobre el sofá y caminó hacia la ventana panorámica observando los edificios que alumbraba la noche que comenzaba a caer.
Me quedé de pie y con una mano en mi vientre observando su espalda.
Si lo pensaba bien, no me vendría mal compañía, no solo por el hecho de que me pudiera pasar algo y tendría a quien acudir, sino que además, no me sentiría tan sola como últimamente.
—¿Harry?
—¿Sí? —me observó por encima de su hombro.
—¿Prometes irte tan pronto como me sienta mejor?
Esperó en silencio, lo que parecieron unos interminables segundos, hasta finalmente asintió.
—Lo prometo.
Asentí en su dirección y me dirigí a la cocina. Quería comer algo y le rezaría a todos los santos para no devolverlo.
Saqué los ingredientes para prepararme un sándwich y mientras cortaba unas rodajas de tomate vi a Harry apoyarse en la encimera a mi lado.
—¿Tienes hambre?
—Sí—respondí con sinceridad.
—Bien, te preparé un super sándwich.
—¿Super sándwich? —alcé una ceja divertido.
—Tiene queso, jamón, tomate, lechuga, dos tipos de salsa...
—Vaya que buen gusto—bromeé.
Sonreí mientras seguí con lo mío. Harry me observó unos instantes en silencio hasta que vocalizó una de sus preocupaciones.
—¿Has vomitado el día de hoy? —encogí un hombro jugando con los tomates. —¿Sam?
—Hoy fui al baby shower de una amiga, no me había sentido mal, pero llegué aquí y vomité.
—Quiero que vayamos por una segunda opinión, ¿estás bien con eso?
—Está bien—sonreí en su dirección y me concentré en terminar mi cena. —Listo—anuncié entregándole su plato mientras me dirigía a la nevera para servirnos jugo de naranja a ambos.
—Espero que sepas que pretendo compartir los gastos del apartamento.
—Es lo justo—asentí. Me di la vuelta y me dirigí a la nevera para poder guardar el jugo. —¿Es verdad que cocinas?
Harry me observó con una sonrisa.
—¿Difícil de creer por ser hombre?
—Difícil de creer por ser un hombre de negocios aparentemente ocupado; y ahora que tocamos el tema, ¿qué haces con tu vida?
—Que sea un hombre de negocios no me quita el tiempo para la cocina, tengo un buen sazón—me guiñó uno de sus ojos antes de darle un mordisco a su sándwich. Luego de tragar, habló. —Dirijo una cadena de hoteles en el Caribe.
Mis ojos se ampliaron, y lo imité, dándole un mordisco a mi sándwich.
"¡Santa mierda! Con razón su hermana no escatimó en gastos para su boda".
—¿Sorprendida?
—Pensaba que simplemente trabajas en un empresa importante con algún alto cargo, pero esto, vaya.
Caminé en dirección a la sala y luego de sentarme en mi sofá favorito, prendí el gran televisor de pantalla plana que poco usaba.
Por supuesto que Harry me siguió y se sentó a mi lado.
—¿Te molesta que tenga dinero?
—¿Por qué habría de molestarme?
—Porque tal vez creas que soy un narcisista, ególatra y egoísta.
—¿Y no lo eres?
—Gracias a la buena educación de mi madre, no Sam, no soy esa clase de persona.
—Entonces, está bien para mi—me encogí de hombros sin despegar mis ojos de la pantalla y terminando mi cena.
Cuando el programa terminó, recogí mi plato y vaso sucio de la mesa pequeña de vidrio donde la había dejado. Me iba a levantar cuando me fijé en la mirada de Harry sobre mi y en lo cerca que nos encontrábamos.
¿Cuánto tiempo llevaba mirándome?
—¿Por qué me detestas, Sam?
Su pregunta me sorprendió. No me imaginé que se sentía de esa manera. Sabía, y reconocía que en parte había sido una total perra con él. Pero es que nada había salido como yo lo había planeado.
Él, después de haberme dejado sola con mi bebé, súbitamente quería responder y estar pendiente.
El embarazo me tenía agotada, nada como yo pensaba y sería.
Y para colmo, se me estaba haciendo imposible trabajar, porque o me quedaba dormida o estaba muy cansada.
Pero, a pesar de todo, no. Yo no odiaba a Harry Styles. Y menos después de ver cómo intentaba manejar esta situación de él siendo papá sin haberlo querido desde un principio.
—No lo hago—susurré sincera en respuesta. —No te detesto.
—Entonces, ¿por qué parece que lo hicieras?
—Tal vez la ególatra, narcisista y egoísta sea otra.
Harry sonrió mientras negaba lentamente.
—Tu eres todo menos eso.
Su cercanía. Su jodido aroma, completamente masculino, me estaba afectando. No podía dejar de mirar el color de sus ojos. Él siempre había sido guapo, y esa virtud solo se había perfeccionado con el pasar de los años.
—Tienes pecas—susurró tomando un mechón de mi corto cabello sintiendo la textura entre sus dedos.
—Y tu lindos hoyuelos al sonreír—él sonrió aún más, logrando que se marcaran con mayor intensidad.
Ver a una persona era algo banal, rápido y sin verdaderas ganas de hacerlo, pero observar a alguien era totalmente distinto. Todo cambiaba a tus ojos, no solo porque conoces rasgos físicos que a lo mejor antes no habías notado, sino que la persona llega a tener un significado diferente, comienzas a estar más pendiente de su manera de actuar, reaccionar y ser. Detallas a la persona desenterrando la verdadera belleza detrás de ella.
Nuestra concentración en el otro se vio interrumpida por el sonido de mi celular. Rasqué mi nariz mientras me levantaba para poder sacarlo de mi cartera que se encontraba sobre la mesa de mi pequeña sala.
—Hola, Pablo.
—Sam, disculpa que te llame a esta hora.
—No, está bien—murmuré volteándome en dirección a la ventana para evitar la mirada inquisidora del rizado sobre mi. —¿Todo en orden?
—Oh, sí, no te llamo por nada malo, ¿cómo va tu embarazo?
—Ya sabes, entre altas y bajas, espero no hacerte mucha falta por allá.
—En realidad sí—escuché su risa. —Pero Nicolás esta haciendo un buen trabajo.
—Me alegra oír eso.
—Ha aprendido de la mejor después de todo.
Sentí mis mejillas calentarse por el cumplido.
—Gracias.
—Solo digo la verdad—carraspeó su garganta. —Pero te llamaba porque necesito que vengas a la oficina mañana a horas del medio día, ¿crees que podrías?
—Si me lo pides es porque es importante, ¿qué sucedió? —fruncí el ceño.
—Me descubriste, no es grave, pero sí importante, ¿cuento con tu presencia entonces?
—Claro que sí, ¿me podrías dar algún adelanto?
—Es sobre la sede que aperturaremos en Nueva York, la que fuiste a ver, ¿recuerdas?
—Así es, ¿problemas?—pregunté preocupada.
—Nada de eso, buenas noticias, te veo mañana para que charlemos al respecto.
—Muy bien, entonces. Hasta mañana.
—Dulces sueños, Sam.
Colgué la llamada y suspiré al ver las notificaciones en mi celular. Mi madre quería "verme". Estaba segura que era para reprocharme por haberle contado sobre mi embarazo al resto de la familia (si le podía llamar así) sin su consentimiento. Pues que se joda porque no iría.
Volví mi vista a la sala, pero me di cuenta que ni los platos, ni Harry se encontraban allí, seguramente los había llevado a la cocina, así que me dirigí hacia el lugar en cuestión, para encontrármelo terminando de limpiar el mesón.
—¿Todo bien? —preguntó acercándose a mí.
—Sí—alcé mi cabeza para mirarlo a los ojos. —Me necesitan por la oficina mañana.
—¿No estás de reposo?
—Sí, pero al parecer es algo importante.
Harry asintió con su ceño levemente fruncido, pero no dijo más nada.
—¿A que hora sueles levantarte para ir al trabajo? —pregunté con curiosidad mientras apagaba mi celular.
—A las 7, ¿por qué?
—Curiosidad.
Luego de verificar que todo estuviera realmente en orden. Caminé en dirección a la habitación de invitados, abrí la puerta correspondiente y prendí la luz.
—El cuarto no es la gran cosa, no suelo tener visitas, pero la cama es muy cómoda y hay suficiente espacio en el armario, si quieres ver televisión puedes usar el de la sala.
—Está bien para mi.
—En la parte de arriba del armario hay sábanas y cobijas limpias por si quieres cambiar las que están puestas.
—Gracias.
—De nada, supongo.
Di la vuelta para salir del cuarto e irme a dormir, pero Harry sujetó mi brazo dándome la vuelta con delicadeza y lentitud.
—Prometo no hacer las cosas incómodas para ti.
—Haremos que funcione—él asintió mientras soltaba mi brazo.
—Buenas noches.
—Hasta mañana.
Y una parte de mí, se sentía más tranquila al saberlo a unos pasos de distancia.
Amanecí dando gracias hasta a los dioses del Olimpo por haber pasado la noche sin tener que ir al baño a devolver la comida. Primera noche en semanas que podía dormir corrido y estaba que lloraba por eso.
Cuando salía de mi cuarto después de haberme dado una gratificante ducha, pude percibir un delicioso olor a tocino. Lamí mis labios mientras terminaba de secar mi cabello con una toalla.
—Huele bien.
—Hey, madrugadora—Harry me sonrió sin dejar de remover los huevos que cocinaba. Miré sus tatuajes con curiosidad. —¿Dormiste bien? —asentí.
—¿Qué tal tu?
—Como un bebé.
—Como un bebé para nada llorón querrás decir.
Harry rió mientras buscaba algo en la alacena. Se movía con tal comodidad en mi cocina...
—¿Crees que el bebé será del tipo llorón?
—Espero y no, se me haría muy difícil atenderlo y más si no tengo horas de sueño, no es fácil cuidar de un bebé sola.
Realmente, no hice el comentario para parecer pedante o algo parecido, pero al ver la mala cara que ponía el rizado, sabía que había hablado de más.
Sin embargo, no era algo que fuera mentira o que no supiéramos.
Hice mi camino al lavandero para dejar mi toalla dentro de la secadora y así darle un poco de espacio.
—Preparé tocino, huevos, pan tostado, corté algo de fruta y en la nevera hay juego de fresa—fue lo que dijo en cuanto me vio ingresar a la cocina nuevamente.
Alcé las cejas ante la mención (y vista) de tanta comida.
—¿Esto es parte de tu maravilloso sazón? —pregunté bajito tanteando el terreno. Para mi alivio, él sonrió y me miró.
—Es solo una pequeña parte—me guiñó mientras colocaba dos platos con toda la comida que había mencionada en el mesón de granito vinotinto de la cocina. —Suelo llegar pasadas las cinco, ¿qué te parece si preparo algo para que pruebes?
—Me parece bien.
Tomé asiento frente a él y ambos comenzamos a comer sin mucha conversación de por medio. Para no tener que mirarlo a los ojos, decidí echarle una ojeada a los tatuajes en sus brazos descubiertos por la camisa sin mangas blanca que llevaba.
—¿Te gustan los tatuajes? —preguntó después de habernos mantenido por un rato en silencio. Subí la mirada.
—Siempre me han llamado la atención, pero no me haría uno, considero que es masoquista causarme dolor solo por grabarme tinta en el cuerpo.
Harry arqueó una ceja.
—Es arte.
—Nunca te interesaste por el arte en la secundaria ahora que recuerdo, tu eras más de deportes.
—Grave error, de haberme atrevido justo ahora fuera algún licenciado en diseño o tal vez arquitecto—ladeé la cabeza.
—¿Por qué no te atreviste? —soltó un suspiro.
—No me atreví a muchas cosas en la secundaria—murmuró como respuesta y yo solo asentí comiendo un poco más de fruta.
—Yo soy licenciada en diseño gráfico.
—Así me dijo Harriet—sonrió ligeramente. —¿Y cómo es que no tienes un tatuaje si conoces el arte de primera mano?
—Chistoso—le saqué la lengua y para mi sorpresa hizo lo mismo. —¿Tienen significado?
—Algunos—respondió observando sus brazos. —Otros me gustaron y otros los elegí porque quería sentir la experiencia de nuevo.
—Lindo.
—Apuesto a que algún día te harás uno.
—Lo dudo.
Ambos sacamos nuestras lenguas una vez más.
Manejé hasta el local luego de haber rechazado la oferta de Harry sobre traerme. Mientras aun pudiera manejar, lo haría.
Me bajé del auto después de estacionar, y en cuanto entré, saludé a todo con el que me topara. Extrañaba mi trabajo.
—¡Samantha! —Nicolás me apretó entre sus brazos con un fuerte abrazo en cuanto se percató de mi presencia. —Tenía tiempo sin verte.
—Me alegra verte a ti también—le sonreí. —¿Todo bien con los clientes?
—Te extrañan y siempre preguntan por ti, pero saben que estás comprometida y todo pasa por tu revisión antes de yo mostrárselos a ellos o de tomar una decisión final.
—Sabía que podrías manejar todo a la perfección—acomodé su pelirrojo cabello viendo como aun mantenía la sonrisa en su rostro. —¿Ya está Pablo en la oficina?
—Sí—colocó una mano en la parte baja de mi espalda guiándome. —De hecho, también está Paolo, están esperándote.
—Genial, ¿no tienes una idea de lo que traman?
—Por desgracia no.
—Ya veo—murmuré.
Nicolás comenzó a hablarme sobre algunos planes que tenía Pablo para agregar a nuestros paquetes de fiestas de graduación cuando el susodicho abrió la puerta de su oficina logrando que nos detuviéramos.
—¡Sam! Esperábamos por ti, adelante, tú también Nicolás.
Ambos acotamos su indicación.
Besó mi mejilla cuando pasé frente a él.
—El embarazo te tiene radiante.
—Radiantemente destruida querrás decir.
Nicolás soltó una risita a mi lado.
—¡Samantha!
—Hola, Paolo, tenía tiempo sin hablar contigo—él se acercó para abrazarme y me dirigió a uno de los cómodos sofás de la oficina de su hermano.
—¡Semanas y semanas! Si no fuera porque Pablo me dijo que estabas embarazada yo ni enterado.
—Mi error—ambos reímos y yo tomé asiento.
Los chicos tomaron su respectivo puesto y yo esperé paciente con las manos sobre mi vientre.
—Bien, ya quiero conocer todo el misterio que hay detrás de este anuncio.
Pablo sonrió.
—Pues verás Sam, la apertura de la sede en Nueva York es casi un hecho, quería felicitarte una vez más por tu desenvolvimiento allá.
—Muchas gracias, chicos, pero el trabajo es en equipo, sin ustedes no tendría nada.
—Sí, pero tu eres nuestra... arma secreta.
—Es por eso que Pablo y yo tomamos una decisión muy inteligente y queremos conocer tu opinión y por supuesto, la de Nicolás ya que él formará una parte más importante del equipo ahora.
—¿A qué se refieren chicos?
Ambos hermanos se sonrieron y, luego de unos segundos, Pablo me miró.
—Queremos que tu manejes la sede en Nueva York.
—Que seas la directora allá—completó Paolo.
Rebobiné sus palabras y, literalmente, quedé con la boca abierta.
—¿Qué?
—Sam, tu desempeño es inigualable, la mayoría de nuestros clientes fijos los has traído tú, consideramos que lo mejor sería que seas la directora la nueva sede.
—Necesitamos a alguien capacitado y de nuestra confianza, ¿qué mejor que tú para el trabajo?
—Pero... pero Nico...
—Él tomaría tu lugar aquí, a menos que lo quieras llevar contigo claro—Pablo se encogió de hombros y Paolo se acercó a mí.
—Mi hermano y yo estuvimos platicando y lo mejor sería que te mudaras, la distancia entre ambas ciudades es considerable y no queremos que te esfuerces tanto.
—Pero ¿y mi embarazo? Mis médicos están acá.
—Esperaríamos que dieras a luz por supuesto, eso es lo de menos, podemos esperar lo que nos pidas si aceptas.
No sabía qué decir. Estaba... honrada por el hecho de que me habían tomado en cuenta para semejante puesto de trabajo, y aunque estaba muy, pero muy tentada a aceptar, realmente quería tomármelo con calma. Tal vez revisar los pro y los contra.
—Vaya chicos, nunca pensé en esto.
—Nicolás, estás muy callado, ¿tú qué opinas?—volteé a mirar a mi asistente en cuanto Pablo le hizo la pregunta.
El pelirrojo me miró también y sonrió.
—Cumpliré con las órdenes que Samantha me de, si quiere que me vaya con ella a Nueva York para que continúe siendo su asistente—se encogió de hombros. —Lo haré, pero sepan que agradezco la oportunidad que me ofrecen de ser parte de uno de los organizadores principales de esta agencia.
Ellos asintieron.
—¿Catalina sabe?
—Aun no, queríamos conversarlo contigo primero—asentí ante su respuesta. —Tómate unos días para pensarlo, cuando tengas la decisión vienes y si es posible conversamos con Catalina también.
—Lo haré, yo... Me pensaré todo lo que han dicho y luego les daré mi respuesta.
—Esperemos que no nos defraudes.
Había llegado a casa luego de haber ido a almorzar algo ligero con Nicolás, pero como había comenzado a sentir las nauseas nuevamente, decidí regresar a casa para recostarme y poder pensar un poco sin tanto estrés.
Paolo y Pablo habían sido los encargados de iniciar con este proyecto de la agencia de festejo. Aunque Catalina y yo estuvimos muy inmersas en el proceso, ellos fueron los verdaderos pilares de todo, que me ofrecieran una agencia para mi sola era... sencillamente fantástico e increíble.
Por otra parte, me gustaba mucho vivir en San Diego, mis doctores y amigos estaban aquí, y aunque no quisiera tenerlo en consideración Harriet también vivía acá, ella era la tía de mi bebé, ¿realmente los separaría de ese modo?
—Sam, ¿quieres probar lo que preparé?
Di un pequeño brinco en el momento que vi a Harry irrumpir en mi habitación con un plato de pasta. No hablábamos desde el medio día y ya era entrada la noche, él había llegado más tarde de lo prometido y realmente se me había olvidado que ahora vivía conmigo.
—¿Todo bien?
—Claro—le sonreí. Él acercó el plato a la cama y lo puso con cuidado sobre mis piernas.
—Es de cuatro quesos—me informó.—No tienes que comerla toda, solo hasta donde quieras y puedas—asentí.
Tomé el tenedor y luego de darle el primer bocado a la comida, sabía que intentaría comérmela toda.
—¿Y? ¿Qué te parece?
—De acuerdo, cocinas exquisito.
El rizado soltó una carcajada.
—Y aun no has visto nada.
A Harry se le estaba haciendo muy sencillo hacerme sonreír, y me pregunté (muy a mi pesar) qué tanto lo llegaría a extrañar si me mudaba a Nueva York.
—¿Todo bien en la junta de hoy? Te veo algo distraída.
—Sí, solo son los malestares, ya sabes.
Él asintió sin más.
—Si necesitas algo... cualquier cosa, estaré en mi habitación—se acercó a la puerta y me dio una última mirada antes de retirarse.
El bebé y mi nueva "familia" política cambiaba mis perspectivas, mis puntos de vista y planes.
¿Qué sería lo mejor? Porque realmente estaba entusiasmada por tener una agencia propia. Además, las ganancias serían mayores, podía ofrecerle una mejor calidad de vida a mi hijo, después de todo, ¿por eso luchaba últimamente, no?
—Estaremos bien, bolita—le susurré a mi vientre para luego seguir comiendo.
Esa noche fue el inicio de la semana de mis idas consecuentes al baño para vomitar.
La comida no duraba en mi organismo más de ocho horas y trataba de disimular frente a Harry. Un poco sencillo considerando el hecho de que él estaba retirado y yo tenía baño propio. Nos enfrascamos en una rutina donde desayunábamos juntos, luego él se iba, yo trabajaba un poco en la laptop, dormía, me bañaba y en la tarde/noche Harry llegaba, entraba a mi cuarto, me ofrecía un plato de comida de lo que fuera que hubiera hecho (siempre delicioso) y se devolvía a sus aposentos.
Sin embargo, el viernes de esa semana de terror para mi y mi organismo, se alarmó cuando tocó a mi puerta (había llegado más temprano de lo habitual) y como yo no le respondí, entró y me encontró sentaba en el piso de mi baño.
No podría... explicar la desesperación que había visto en sus ojos, pero en algún punto, llegó a conmoverme el hecho de que verdaderamente se preocupaba por el bebé.
—¿Cuál es el punto que este aquí si no puedo ayudarte cuando lo necesitas?—me reprochó luego de haberme ayudado a asearme y a llegar a la cama para descansar.
—Harry, cálmate—le pedí aún con los ojos cerrados mientras acariciaba mi vientre. —No es la primera vez que vomito tantas veces seguidas y no será la última.
—Pero antes no estaba aquí—reprochó entre dientes.
—Bueno, pero haces lo que puedes estando al otro lado del pasillo—suspiré. —Debería ducharme, pero me siento muy mal en estos momentos, ¿podrías traerme un poco de...? ¿Harry? —parpadeé desorientada. Hacía nada estaba aquí.
Me encogí de hombros mirando por la ventana de mi cuarto al cielo que combinaba los colores de rosado, morado y azul para pintar la tarde. Odiaba cuando pasaba esto, no poder dormir más luego de tener una noche llena de mucho vómito y malestares, tal vez fuera algo "normal", pero no sentía que pudiera culminar el resto de los cinco meses así, es decir, nunca pensé que el embarazo pudiera llegar a ser tan... extremadamente agotador.
La puerta de mi cuarto se abrió con fuerza en ese momento.
—¿Qué haces?
Pregunté viendo a Harry con una montaña de sábanas y almohadas, las mismas, pertenecientes a su cuarto.
Las tiró en el suelo a pie de mi cama y se agachó acomodando todo.
—Harry, ¿qué haces?—repetí enderezándome en la cama para observar sus acciones.
—¿Qué crees que hago?
—¿Una barricada para que al dormir y ruede caiga ahí? ¡Qué rayos se yo! ¡Por eso te pregunto!
Harry comenzó a reír por mi comentario, pero casi de inmediato se detuvo.
—¿Te has caído de la cama mientras duermes?
—¡No! —chillé tratando de reprimir una sonrisa. —Dime, ¿para qué es esto?
—Tendremos una pijamada.
—¿Una pijamada?
—Así es—asintió varias veces. —Una pijamada que durará las noches suficientes hasta que des a luz.
—¿Hasta que...? ¿Te has vuelto loco? No vas a dormir en mi habitación.
—Así dijiste respecto a no dormir en tu casa y heme aquí—achiqué los ojos en su dirección mientras lo veía ponerse de pie luego de haber organizado todo. —No me mires así—advirtió señalándome. —Vine aquí para poder ayudarte y eso implica vigilarte cuando te levantas a vomitar y estás a punto de desmayarte.
—Pero va a ser incómodo.
—Incómodo es sentirme inútil ante esta situación, eso es incómodo.
Hice una mueca y bajé la mirada viendo mis dedos jugar entre ellos.
No quería que estuviera tan cerca de mi, no quería tener que depender tanto de él y mucho menos encariñarme.
Sentí la cama hundirse frente a mi y noté su fuerte mano tomar las mías y darle un apretón. Fue entonces cuando decidí subir la mirada para enfrentarlo.
—Por favor, Sam. Permíteme ayudarte... ayudarlos.
Suspiré.
¿Qué más daba? No es como si él fuera a irse de todas maneras.
—Está bien.
Harry sonrió y para mi sorpresa besó mi frente.
—Ahora recuéstate, te traeré un té de manzanilla y cuando te duermas estaré pendiente por cualquier cosa, soy de sueño ligero.
Me guiñó como tan acostumbrada estaba a que lo hiciera y se levantó para arroparme luego de que me acostara.
Luego de tomarme el té caliente que Harry me trajo, me recosté una vez más y él se quedó sentado en su improvisada cama trabajando en su laptop. Estaba comenzando a agarrar el sueño cuando la estridente canción que indicaba que tenía una llamada entrante en mi celular retumbó por toda la habitación.
El rizado se volteó para mirarme con el ceño fruncido como preguntándome quién llamaba a esas horas.
Tomé el celular que se encontraba sobre la mesita de noche justo a mi lado, y no pude evitar alarmarme en cuanto vi el nombre de mi mejor amiga.
—¿Cata?
—¡Maldita sea los hombres que nos embarazan!
El grito de Catalina me asustó, por lo que me enderecé sentándome. Harry se levantó y se acercó a mi con cautela.
—Hey, ¿qué sucede?
—¡¿Qué sucede?! ¡Que voy a tener a esta niña ahora mismo y...! ¡Mierda! ¡Como duele! ¡¿Qué dices John?! ¡Ven aquí desgraciado! ¡¿Por qué mejor no das a luz tu?!
—Oh por Dios, Catalina, ¿en cuál clínica estás? —me paré muy rápido causando un leve mareo, pero Harry me sostuvo del codo y me miraba tratando de encontrar la explicación en mi rostro.
—Madre mía, hijo de puta, voy a decirle al incapacitado de mi marido que te mande la dirección, necesito... ¡Mierda Sam! ¡Te necesito aquí!
—Voy saliendo ahora mismo, hasta en pijama y todo.
—¡Si no sobrevivo dile a los directores de Vampire Diaries que odié el final!
—Todo va a salir bien, solo tienes que respirar.
—Respirar ayuda solo a las putas de las enfermeras porque a mi no.
Sus gemidos de dolor me emocionaban y asustaban al mismo tiempo, es decir, ¡estaba por nacer mi sobrina! Pero también quería que mi amiga saliera tan bien como entraría a ese quirófano.
—Mira estoy con Harry, voy saliendo para allá.
—¡¿Con Harry?!—chilló. Sí... como que se me había olvidado contarle esa parte. —¡Entonces trae ese papacito a ver si se me pasa un poco este dolor! ¡No me mires así John que tu no estás por explotar! ¡Insensible!
—Solo... dile a John que me pase la dirección—tiré el celular sobre la cama mientras corría a mi armario para buscar un jean y un suéter. Me cambié frente a Harry para ahorrar tiempo, no es como si no me hubiera visto con menos antes.
—¿Me podrías explicar qué sucede?
—Necesito que me lleves a la clínica, mi mejor amiga está por tener a su bebé y bueno...—mis hombros y velocidad decayeron al darme cuenta que no era su obligación acompañarme. —Bueno, es decir, si no te molesta claro, porque sino puedo irme yo sola y...
Me callé en cuanto lo vi acercarse a mi con su rostro serio.
—Estoy aquí para ayudarte, ¿recuerdas?—asentí con una mueca.
—¿Seguro que no te molesta?
—Seguro—sonrió suavemente terminando de subir el cierre de mi suéter.
Se dirigió a mi cama para agarrar mi celular y cuando estuvo frente a mi una vez más alargó su mano.
—Vamos a conocer a esa bebé—sonreí sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas.
Tomé su mano con firmeza para después asentir.
—Vayamos.
Espero estén excelentemente bien, he recibido muchos comentarios donde me dicen que les está gustando la historia y eso me hace sumamente feliz porque a mi me encanta♥
¿Saben que quisiera hacer? El libro contado por el punto de vista de Harry porque han pasado tantas cosas para que él cambie su manera de pensar que no podremos saberlas aquí. Tal vez haga una segunda parte, pero en el mismo libro, y quien desee leerlo, pues bienvenido sea(:
Eso ha sido todo, un beso, cuídense, los amo♥
Canción agregada al playlist de la historia: Whatever It Takes - Imagine Dragons
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