Capricho
Volteaba de un lado a otro antes de hacer cualquier cosa. Una acción, por más mínima que fuese, desencadenaría una serie de eventos terribles que él a toda costa anhelaba evitar.
Si tenía que cruzar la calle, se aseguraba de hacerlo rápido, tras haber volteado a ambos lados de la calle; sin darse el lujo de detenerse sino hasta llegar al otro lado de la acera y quedar a salvo, libre de cualquier accidente.
Si comía fuera de casa, aún en restaurantes finos durante salidas con sus amistades, procuraba masticar adecuadamente sus alimentos para evitar problemas.
Cosas tan simples, quizás estúpidas, con tal de que no ocurriese tragedia alguna.
Estúpidas para cualquier otra persona, pero para él... definitivamente no.
Y es que la muerte se había encaprichado con Geno.
Se preguntaba día y noche por qué justamente tenía que ocurrirle todo a él desde aquel día; cuando despertó luego de estar en horrible coma de más de dos años... Tiempo perdido, malgastado... vagos recuerdos de su largo "sueño" le atormentaban cada noche, cómo aquel ser vestido con una única túnica oscura le perseguía desde entonces, sin falta cada noche. Podía incluso jurar que le esperaba entre las sombras; al apagarse todas las luces, inclusive al simplemente parpadear. Una verdadera tortura.
Agobiado y preocupado, caminaba con extrema precaución tras ver de lo que era capaz ese ser de sombras. Había probado cuánta influencia poseía en el plano terrenal por un capricho. Por él, su maldito capricho.
Y ahora, indeciso sobre las decisiones que pudiera tomar, pensaba todo dos veces antes de hacer algún movimiento. La muerte le acechaba por todos lados, queriendo reclamar algo de él, algo que el pobre de Geno no soportaba más.
Revisó el periódico apenas esa mañana, notando con horror lo que decía en aquella nota. Un horrible accidente justamente por donde él estuvo la noche anterior tras un intento de asalto a mano armada. Mierda.
Estaba cerca, podía sentirlo con aquel escalofrío que recorrió por completo su frágil columna.
Su cuerpo ya estaba demasiado demacrado como para seguir con esa tortuosa existencia.
¿Qué hacer? ¿Esperar que le alcanzara? Bien podría darle fin a todo de una vez pero... Volvió su vista a las escenas grabadas en el frágil papel. Esos cadáveres, esa sangre; ni siquiera con la censura de las escenas era incapaz de no saber cómo era todo. De prisa se dirigió al cuarto de lavado revisando cómo había quedado su ropa; su camisa blanca estaba impecable finalmente, ni un sólo rastro de que hubiera estado teñida de un rojo intenso producto de lo ocurrido la noche anterior.
Pero aún con eso, no era capaz de pensar claramente.
¿Y si le descubrían? No, no podían atraparlo. No era su culpa... Mucho menos podía darse el lujo de ser puesto tras las rejas teniendo dos hermanos menores a quienes cuidar, mucho ya había sido el abandonarlos todos esos meses que estuvo en el hospital.
Con pasos sigilosos volvió a la cocina, donde su esposo recién acababa de entrar antes, para sonreírle despistando cualquier rastro de intranquilidad en su ser.
— Buenos días, Blard —soltó viendo con infinito amor a su pareja, dejando que éste le mimara a base de besos, leves caricias en su espalda que no llegaban a nada erótico.
Disfrutó ya más tranquilo de esos dulces tratos como hacía desde aquel momento en que ambos decidieron formar su vida juntos, desde esos primeros días de pareja... Error y Fresh llegaron después, el primero con su mala cara de siempre y el segundo sonriente con un afelpado furby.
Geno esbozó su mejor sonrisa, preparando el desayuno para todos y consiguiendo disipar sus malos pensamientos para disfrutar de ese agradable momento familiar. Solamente ellos seis...
Miró sus manos, bañadas en ese horrible color; su ropa empapada y con ese aroma característico de la sangre. Lloraba desconsolado; con horror viendo a su pareja entre sus brazos.
No, no podía estar ocurriendo.
Los vecinos habían llamado a la policía y, siendo él el único en casa a esa hora junto a su antes marido, fue culpado automáticamente. ¿Qué esperaba? Si en ningún momento soltó el cuchillo...
Esperó paciente en su celda, más no permitieron que sus hermanos fueran a visitarlo ni una sola vez... no después de encontrar los cuerpos inertes de todos sus compañeros de celda regados alrededor suyo. Era un psicópata; debían darle fin a ese monstruo.
Y así fue; sin dudarlo decidieron condenarlo tras su juicio a la pena de muerte. La silla eléctrica sería quien tuviese el honor de acabar con tan miserable ser. Geno lloraba, implorando que le dejaran ir. Algo grave ocurriría pero entre sus balbuceos no le tomaron importancia; ni derecho a ver a un sacerdote para absolverlo de sus pecados.
— ¡Déjenme ir! ¡Cometen un grave error! —sus gritos sonaban casi como amenazas para oídos de los testigos y carceleros, a lo que estos últimos no dudaron en atarlo para darle su merecido castigo a ese asesino que luchaba por soltarse sin éxito alguno, sintiendo el agua de la esponja recorrer su rostro libremente —¡Por favor, lo imploro!
Y fue en ese instante en que, detrás de esas personas, le vio. El causante de todo; a lo que desbordó en un llanto aún peor que antes, con gruesas lágrimas escurriendo por sus cuencas y una risa nerviosa. Era todo. Estaba ahí.
— Por favor... —musitó por última vez, resignándose a ese cruel destino y tras cerrar su ahora única cuenca; terminó soltando un grito desgarrador.
La palanca fue bajada.
No ocurrió nada... ¿O sí? Para cuando el esqueleto se atreviera a mirar nuevamente, notó con asco y cierto horror los cadáveres que yacían ya en el suelo.. Suspiró a estas alturas ya afónico; incapaz de dar palabra alguna.
La muerte se encaprichó con él; y no le dejaría morir aún.
Sólo tenía en mente escapar, sintiendo las correas aflojarse permitiendo que pudiera zafarse de aquel artefacto y buscara forma de salir. Tendría que comenzar de cero otra vez. Llevarse a sus hermanos, salir de la ciudad y si tenía suerte, del país. Alejarse lo más posible de su esposo que ahora estaba en el hospital tras sus ruegos para que le perdonase...
Si se quedaba con su amado, la muerte reclamaría su alma y eso era lo que menos quería. Blard debía ser feliz.
Los niños, ni siquiera enterados de lo ocurrido, corrieron a él en cuanto le vieron llegar a casa; donde aquella mujer cabra les cuidaba desde su partida. No era la primera ni última vez que necesitaría de su ayuda.
Empacó todo y apenas agradecerle a la mujer, salió de inmediato con sus pequeños hermanos.
Ella, ahora sola, miró de reojo al otro.
— ¿Cuánto tiempo más?
— El que sea necesario.
La vida no dijo nada más, no valía la pena intentar razonar con él. Ambos siguieron a aquella familia; una de ellos intentando protegerlos de la influencia del otro y éste a su vez, cuidando de su nuevo capricho. Y si debía seguir matando para ello, lo haría sin titubearlo como durante todo ese tiempo estuvo haciendo.
Geno era suyo.
Si alguien intentaba lastimarlo, con un simple toque morían; condenarlos a lo que fuera a lastimar al esqueleto de ropaje blanco era algo difícil. Esa noche, cuando dispararon, tuvo que ingeniárselas para que la bala que se dirigía al cráneo de Geno se esfumara y, en cambio, fueran las cabezas de los agresores las que estallaran con sangre y restos de hueso y sesos. ¿Los presos? Pff, tarea sencilla. Esa noche hubo un "apagón" que él mismo causó, aprovechando a arrebatarles con su oz las almas a todos esos idiotas que amenazaban con atacar a su pequeño Geno, de paso cortando profundamente sus pechos como una vez intentó con su nuevo interés.
Si Geno sobrevivió aquella vez, era porque... bueno; se trataba de alguien especial. Un coma fue la forma de contactarlo y desde entonces, aún si Geno gritaba que se alejara de él, nunca lo hizo.
Cuando intentó suicidarse finalmente ya teniendo seguro que su esposo cuidaría a sus hermanos hizo que quien recibiera el corte fuese Blard. No murió, únicamente porque Geno le suplicó entre lágrimas que no fuera así. De ser por él... esos niños y el tipo ése ya habrían muerto; pero por ser lo que su Geno más amaba, dejaba que Life los protegiera.
No importaba.
Al final Geno viviría mucho más y podría seguir viéndolo siempre; tan precioso incluso cuando le miraba aterrado. Adorable capricho suyo, cuánto se entretenía viéndolo con vida.
[Escrito en el que estuve trabajando desde hace tiempo, ah, lo quería subir en mi cumpleaños pero perdí el archivo y tuve que empezar de nuevo; disculpen ;;;;
Espero les haya gustado y me gustaría leer sus comentarios al respecto si fue así... Y ya, nos vemos en alguna otra historia fea, bye~]
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