38 - {I}
Canción en multimedia: Wonderwall - Oasis 🎵 🎶
—Eunha, quiero... felicitarlos. Han hecho un trabajo excepcional.
La chica juntó sus palmas en un aplauso silencioso, pero emocionado. Ese miércoles era un muy buen día. El profesor Namjoon veía con asentimientos su trabajo, repitiendo el movimiento después de ver cada una foto una y otra vez. Era un alivio para ella, dadas las circunstancias. De alguna manera, había logrado trabajar junto a Kim Taehyung, de alguna otra manera más misteriosa, no había sido tan malo.
—Debo admitir —El profesor Kim arregló sus lentes mientras plegaba cada foto en su lugar—, dudé mucho de los resultados cuando miré con detenimiento las parejas formadas, pero los trabajos hasta el momento me devuelven la esperanza. Esto es maravilloso —Le devolvió la pequeña cajita a Eunha, quien había sido la encargada de la parte de las manualidades—. Les daré la mejor nota hasta el momento. Por favor dale a conocer a Taehyung esta información.
—Yo no... —Bueno, no mantenía especial contacto con él—, yo... está bien. Gracias, maestro.
—No me agradezcas —El hombre estaba fascinado y Eunha nuevamente le tendió su cajita de fotos, la cual, una vez que le quitabas la tapa, desplegaba cuatro fotografías de lo que Taehyung y ella habían nombrado "la-primera-etapa-de-una-relación". Si levantabas cada fotografía hacia la derecha encontrarías la siguiente, y luego otra vez, la siguiente, hasta que la figura completa formada por las imágenes (que parecía una mesa Capstan) terminaba exhibiendo a una chica desecha y con el corazón roto. Le gustaba la arquitectura del proyecto y le gustaban mucho las fotografías—. Estas imágenes, Dios —Él iba a tener un orgasmo visual frente a todos los profesores de la sala—. Dices que Taehyung fue el encargado de tomarlas, ¿no? —Eunha asintió—. Él debe estar muy mal ahora. Por favor, dile de mi parte que considero que sería admitido en la carrera de fotografía en cuanto muestre estas imágenes. Creo que está hecho para grandes cosas. Tal vez... tal vez el baloncesto no es una de ellas.
—Sí, se lo diré —prometió Eunha, no muy convencida. Había escuchado de Jisoo y Jimin que Taehyung no quería recibir visitas en su domicilio. ¿Por qué querría aceptarla a ella? Además, desde que tenía memoria, Taehyung era el capitán del equipo de baloncesto. Seguro que no la estaba pasando bien.
—¿Puedo quedarme con esto? —Namjoon preguntó, y casi le hizo pucheros a su estudiante, quien tuvo que negarse firmemente.
—Quiero que Taehyung lo vea primero, profesor Kim.
—Oh. Está bien. Gracias, Eunha.
La chica dejó la sala y suspiró una vez que estuvo afuera. Todo había salido bien y eso la ponía muy feliz. Esperaba que la noticia fuese de igual peso para Taehyung, porque con lo que había pasado... Bueno, ella no tenía palabras para describir lo que sentía.
Pensó en enviarle un mensaje, pero estaba segura de que así no funcionaría. Tampoco quería decirle las buenas nuevas por chat. Estaba considerando seriamente lo que haría cuando en el pasillo vio a Jungkook, en un acelerado trote que mágicamente terminó en el momento en el que Eunha llamó su nombre.
—¿Sí? —El chico no se detuvo a saludar; podía ver que estaba un poco afanado, y así se lo hizo saber a Eunha—. ¿Es muy urgente? Necesito llegar a la piscina. Tengo pruebas y quiero llegar...
—Es sobre Taehyung. Quiero visitarlo y mostrarle el trabajo. ¿Podrías enviar su dirección luego?
—Oh. Eh... sí, claro —murmuró el pelinegro, como con... celos. Pero él ahora no tenía cabeza para eso. Simplemente se despidió con un asentimiento y trotó lo que le quedaba de camino hacia la piscina, donde sus compañeros le reprocharon la tardanza con miradas de regaño y siseos. Dios, perdón. No era su culpa que a su estómago se le diera por hacer ruidos raros por los nervios.
—Jeon, cámbiate rápido —lo instó su entrenador, señalando los vestuarios—. Antes de que los representantes del ministerio regresen de la cafetería. Bonito día para llegar tarde. —Le dio un ligero golpe en la nuca, apurándolo.
No tenía que decirlo dos veces. Jungkook ni siquiera se detuvo a guardar su ropa en el casillero; se despojó de su uniforme a lo maldita sea y lo dejó tirado en la banca, quedando solo en su traje de baño, gorro y gafas en la otra.
Esta mañana por poco deja las gafas. Ese día había sido una completa locura: la alarma no sonó, por poco llega tarde a clases, para salir de la clase de Biología tenía que terminar un examen que se le antojó infinito —además de pasar por la desesperación de ver a sus compañeros entregando y terminando antes que él—, y, solo para rematar, de camino a la piscina a sus tripas se les ocurrió alborotarse. Como si el destino no quisiera que presentara las pruebas, pero maldita sea, fuese el destino o no, Jungkook estaba nadando corriente arriba contra esa fuerza mística.
Cuando estuvo junto a los demás, listo y preparado, tuvo que tomar hondas respiraciones para calmarse. Mejor que no lo echara a perder. No esta vez.
[♥]
Solo cuando Taehyung recibió el mensaje de Jungkook, sintió que el aire regresaba a sus pulmones. Las pruebas habían terminado, pero ellos no obtendrían los resultados hasta dentro de días o semanas, y eso era tortuoso, incluso para él, que no tenía que esperarlos.
Dejó el celular a un lado con un suspiró y miró hacia su rodillera. Esperaba, de todo corazón, que Jungkook pasara el filtro y entrara al programa de alto rendimiento del gobierno. Esperaba de todo corazón verlo competir profesionalmente y esperaba, desde lo más profundo de su alma, que se convirtiera en un nadador olímpico. Algo le decía que Jungkook emprendería vuelo, pero incluso si no era junto a él, quería verlo triunfar.
Tenía ganas de mear, pero se contuvo. Levantarse de la cama ya era una mierda; ir hasta el baño era el doble de fastidioso. Ni hablar de qué era hacer del dos. Cosas que parecían fáciles, rutinarias y cotidianas, de repente tenían un nuevo nivel de dificultad.
Su madre había vuelto al trabajo. No tenerla cerca lo hizo sentir extraño, aunque tampoco quería acostumbrarse a su presencia. Tal vez Han Woo se había vuelto más suave, pero cuando se diera cuenta de que ahora su hijo ni siquiera tenía un plan de vida... ella estaría decepcionada. Otra vez.
Y en la soledad de su departamento, escuchar el timbre del comunicador en la cocina fue un gran inconveniente. Trató de ignorarlo, pero no fue posible. Él estaba allí, insistiendo, con su fastidioso ruido.
La cocina podía no estar muy lejos, pero se sentía como un mar de distancia en esos bastones ortopédicos.
—¿Diga?
El guardia de seguridad anunció la visita de Eunha. Taehyung consideró seriamente impedir su entrada, pero... había estado solo por tres días, sin contar las mañanas y cuando su madre regresaba del trabajo. Él estaba aburrido y, bueno, pensó que la chica al menos tendría algo interesante que decir, así que la dejó pasar.
—No pensé que fueras un chico de paredes naranjas y azules —Ella lucía muy sorprendida al ver el departamento; sus grandes ojos recorrían cada centímetro con cierto dejo de curiosidad.
—No lo soy. —Ni su mamá lo era. Solo... Jungkook pasó.
—Es lindo. Yo solo pasaba para dejarte esto. —Ella le extendió una cajita de paredes lilas con una tapa negra que tenía un minúsculo corazón rojo encima. Taehyung la miró con recelo por un largo rato y luego hizo una mueca.
—No te ofendas, pequeña ardilla, pero no puedo aceptar tu declaración de amor —dijo de forma dogmática—. Primero porque eras el ligue de Jungkook y eso estaría muy mal, y segundo porque, bueno, me gusta Jungkook. No tú. Lo siento si nuestro trabajo en equipo te hizo malinterpretar las cosas. Te aseguro que no estás enamorada de mí, sino de mi increíble carisma y, seguramente, de mi cara.
—¿Qué? ¡No! Este es nuestro proyecto —Ella aclaró rápidamente, sulfurada—. Con las fotos que escogimos.
—Oh. Está bien. —Taehyung iba a tomarlas, pero, uh, sí, primero tenía que soltar los bastones. Y si no quería caer de culo, también tendría que tomar asiento en la mesa del comedor. Hacer una mueca de dolor fue inevitable cuando se sentó en la silla, secundado por Eunha.
—Y... ¿cómo te encuentras? —preguntó ella en una tos incómoda, refiriéndose justamente a su rodilla.
—Para ser honestos, he tenido mejores días —respondió el peligris con una sonrisa amena, levantando las cejas mientras retiraba la tapa de la caja—. Nada más siento que me han robado un pedazo de mí, pero estoy bien.
Incluso entre la broma, se asomó un poco de tristeza y Eunha se sintió mal, además de sentirse en la necesidad de decir algo para animarlo.
—Bueno, no estés triste. En menos de nada estarás sin esas muletas. Eres joven; tienes mucho camino que recorrer.
Taehyung asintió, apretando sus labios.
—Seguro que sí. Tal vez no lo sepas, pero... en realidad perdí la oportunidad de jugar profesionalmente con un equipo de la liga estadounidense —comentó con la mirada fija en las fotos que estaban pegadas estratégicamente en cada pliegue de cartulina—. Además tardará un poco de tiempo hasta que esté al cien por ciento de mis capacidades, pero... sí. Estoy joven. Tengo mucho camino por recorrer —repitió con un tono de ironía.
—Taehyung. Lo siento mucho —Ella susurró, un poco sobrecogida, ya que en realidad no lo sabía.
El peligris sonrió para sus adentros. Como si sentirlo cambiase algo.
—Pero —Eunha intentó nuevamente, un poco desesperada—, mira. Mira las fotografías que tomaste. El profesor Namjoon nos dio la nota más alta; dijo que eran increíbles y que estás hecho para grandes cosas, solo que tal vez el baloncesto no sea una de ellas. ¿Eh? ¿Qué tal? ¿Qué te parecen?
Taehyung miró sin muchas ganas su creación. Cuando llegó al último despliegue posible, las fotografías se sentían como su estado de ánimo. Tristeza, soledad, desesperanza. No vio nada particularmente bueno en eso.
—Bueno, como sea.
Primero tenía que pensar en las terapias. El domingo sería la segunda sesión y él no estaba seguro de poder sobrevivir. Jungkook lo acompañaría. Tampoco sabía si eso era bueno o malo, pero tal vez el pelinegro era algo bueno dentro de todo eso. Taehyung se sentía sobrecogido por tanta atención, y sin embargo, no podía negar que lo hacía sentir... bien. Solo le gustaría no sentirse como si estuviera recibiendo su lástima.
—Jungkook, ¿por qué estás haciendo todo esto? —le preguntó al chico cuando se vieron el domingo en la mañana. Su madre estaba en recepción tramitando los papeles y ellos estaban en la sala de espera, rodeados de niños que lloraban, niños en sillas de ruedas, personas en muletas o con prótesis, con aparatos aterradores rodeando su torso, y aparatos que se insertaban crudamente sobre sus tibias. Ellos estaban así y Taehyung sentía que el mundo se le acababa solo por un ligamento.
—¿Qué cosa? —preguntó el pelinegro. Sostenía los bastones entre sus piernas, como si Taehyung no pudiera hacerlo por su cuenta.
—Todo... esto. Estar tan pendiente de mí —farfulló el otro capitán. Si es que aún podía llamarse así.
—Bueno, porque tú lo harías por mí... Salvo que fueras como Dokyeom y decidieras que no, malditamente no harías esto, pero ¿y qué? Quiero hacerlo. Sé que te sientes mal, y sé que esto es importante para ti —respondió Jungkook—. Solo quiero demostrarte mi apoyo con algo más que palabras.
Y porque sentía que, de todas formas, no podía hacer más para hacerlo sentir mejor. No podía traer a Carter y darle un par de puñetazos, ni citar al capitán oso a una pelea clandestina, ni culpar a Jackson. Y no podía comprar a los Boston Celtics como Yusuke.
Taehyung suspiró y recostó su cabeza en el hombro del pelinegro. De verdad odiaba cuando las personas podían verlo todo debilucho y vulnerable, pero sentía que Jungkook ya lo había visto todo de él, y aun así, seguía allí. De alguna manera. No pudo evitar preguntarse por cuánto tiempo sería de esa forma.
—Hola otra vez, Taehyungie —La doctora Bae lo saludó con jovialidad y a sus acompañantes. Esta vez tenía una silla, que en cualquier otra ocasión Taehyung ignoraría, pero que —como lo veía— no era solo un asiento de cuatro patas, sino una máquina de tortura muy sutil—. Calma, Tae. Es solo una silla que nos ayudará con los ejercicios de hoy.
—¿Ejercicios-ejercicios? ¿O no tan ejercicios?
—Ejercicios-ejercicios. Y dependiendo de cómo vaya tu progreso en estas sesión y la siguiente decidiremos si puedes volver a clases con o sin muletas. ¿No te emociona?
—Mmm, volver a clases no. No precisamen... —respondió Taehyung, pero fue interrumpido por el celular de Jungkook. El chico casi se desarma buscándolo dentro de sus pantalones y pidiendo disculpas a Han Woo con reverencias para que perdonara su imprudencia. Jungkook tomó el aparato, dispuesto a silenciarlo, pero se congeló en el proceso y su expresión hizo que Han Woo se inquietara.
—¿Qué es? ¿Pasó algo grave? —preguntó con preocupación.
—¿Daejin? ¿Ella está bien? —Taehyung también se alarmó y Jungkook negó rápidamente.
—Son los... s-son los resultados. ¿Pero cómo...? Yo...
—¿Qué? —Taehyung iba a caminar en sus pestañas.
—Pasé. Oh, por Dios. ¿Pasé?
—¿Pasaste? ¿Entraste al programa? —El peligris quería asegurarse de que estaba entendiendo bien sus palabras y que no era solo producto de su emoción.
—¡Sí! ¿Sí? Dice que he sido aceptado. Eso es un sí, ¿verdad? Señora Kim, usted que sabe de leyes, eso es un sí, ¿verdad?
—Bueno, si puedes dejarme leer eso... —Ella empezó, pero los dos jóvenes poca atención le prestaron y empezaron a hacer sonidos como de mono, de festejo.
Taehyung sintió que la sonrisa no le cabía en la cara y no le importó soltar los bastones para tomar las mejillas de Jungkook, estampando un descuidado beso en sus labios.
—¿Ves, idiota? Te dije que debías intentarlo. Te dije que lo lograrías.
Sonrían ❤️
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