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37 - {II}



Canción en multimedia: Life is strange - Marina 🎵 🎶



—Me alegra que hayas cambiado de opinión a tiempo —Seokjin suspiró y le dio un fraternal abrazo a su capitán, sintiendo que nunca había sido tan honesto como en esos momentos—. Ahora enviaré esto —señaló, refiriéndose a la pila de inscripciones en sus manos, la cual era encabezada por la de Jungkook.

—Sí. Gracias, entrenador.

—No tienes que agradecerme nada —El mayor negó—. Para eso estoy aquí. Dime, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte? ¿Sucede algo que te esté molestando?

Jungkook sonrió sin mostrar sus dientes. Sí. Dios. Estaban pasando un montón de cosas, y ninguna era mejor o peor que otra, porque todas se sentían como un asco.

—No, no pasa nada.

—Jungkook, tu desempeño ha disminuido mucho —Seokjin insistió, colocando una mano sobre su hombro y agachándose un poco, dado que estaban en medio del pasillo y algunos pocos estudiantes se movían hacia sus respectivos salones para la primera clase—. Tal vez no te sientas cómodo contándome tus problemas a mí como profesor, pero quiero que sepas que sí podemos apoyarte. ¿Te gustaría agendar una cita con la psicóloga institucional?

Ja. Bueno, a Jungkook en realidad le gustaría sentarse frente a su padre y decirle abiertamente lo que sentía y lo que era, que le gustaban los chicos. Y le gustaría que su padre lo abrazara y se burlara de él por creer que eso iba a molestarlo. Pero sabía que eso era pedir mucho. Porque tal vez esa era la razón por la que su madre, e incluso Daejin, se abstenía de contarle todo a Jeon Seojoon: todos le temían a cómo reaccionaría.

—No realmente. Pero lo tendré en cuenta —murmuró, desviando la mirada. Él pensaba que no necesitaba ninguna palabra de la psicóloga. ¿Qué podía hacer la mujer? ¿Hacerle ver que nada estaba mal con él? ¿Citar a sus padres y explicarles que su hijo era perfectamente normal aunque le gustaran los hombres? O peor, ¿citarlo a él y decirle que volviera al camino de la heterosexualidad? Prefería dejar las cosas así por el momento y pensar, esperanzadamente, que algún día tendría los huevos suficientes para confesarle a su padre ese pequeño detalle. Solo necesitaba... un poco de coraje y tiempo.

—Está bien. Por favor recuerda que estamos aquí para ti. Tienes entrada libre a la piscina para entrenar —le recordó su entrenador, antes de palmear su hombro y dejarlo allí a mitad del pasillo.

Pronto, Jungkook se reunió con sus amigos en el salón, que estaba particularmente vacío dado que el peso del año finalizando se sentía y nadie podía madrugar con el mismo entusiasmo. Solo estaban Dokyeom y Yugyeom, quienes no perdían la costumbre de llegar temprano a reuniones con el entrenador Kim en la piscina; Minghao estaba en cafetería y el resto, al parecer, aún no llegaban.

—Aigoo, mira ese puchero —se burló Yugyeom ni bien puso un pie en el salón—. ¿Jungkookie está triste porque el amor de su vida no vendrá a la escuela?

Él estaba al tanto de todo lo que había ocurrido con Taehyung, pero Jungkook no esperara que el castaño lo usara en su contra. Por eso no pudo responder nada coherente y en su balbuceo, Dokyeom chuzó su estómago mientras sonreía.

—Buu, Jungkookie está triste porque su novio no vendrá. Yuu⁓

—Qué dicen —farfulló el pelinegro, ofuscado—. No. Nada de eso. Estoy bien. Y Taehyung no es mi... novio.

—¿Qué? —Dokyeom se mostró sorprendido y luego muy confundido—. Pensé que lo eran. Es decir, siempre estás con él como un chicle y además estuviste con él todo el viernes en la clínica. Yo no haría eso por alguien a quien considero un amigo. Mucho menos un viernes. ¿Qué? —rebatió al ver la mirada traicionada de sus compañeros.

—Yah, qué mal amigo eres, Dokyeom —se quejó Yugyeom, codeándolo.

—No lo somos —farfulló Jungkook, sintiéndose menos incómodo que antes al hablarlo, pero todavía bastante incómodo—. No creo que...

—¿No crees qué? —Lo interrumpió Yugyeom, ansioso—. ¿No crees que tus sentimientos sean correspondidos? Porque si es así vamos ahora mismo a decirle un par de cosas a ese hijo de...

—¡No! No creo que sea el momento.

¿Era muy cursi querer tomar su mano, entrar a su casa, sin miedo de que sus padres dijeran algo negativo? Taehyung podía ser insolente, un idiota, terco, orgulloso... ¿en qué iba? Bien, pues él podía ser todo eso, pero aun así no merecía... ser escondido. Sobre todo no Taehyung.

Y seguro ahora Taehyung tenía más cosas en las que pensar. Cosas mucho más importantes que... bueno, él.

Pero lo cierto era que Jungkook estaba un poco descolocado allí en la escuela, sin Taehyung alrededor. Su ausencia se sentía muy real, sobre todo en las prácticas de teatro de esa semana. Podía olvidarlo mientras entrenaba en la piscina, rodeado de sus amigos y los otros miembros del equipo, pero ensayar solo sus líneas en la obra de teatro fue aburrido sin sus bromas, sus comentarios sarcásticos o sus pausas activas de cinco minutos que se convertían en media hora. En el ensayo general, fue frustrante tener a Jisoo leyendo las líneas de Taehyung mientras él recitaba las suyas. No era lo mismo.

—Maestro Kim, ¿cuándo volverá Taehyung a los ensayos? —preguntó Jennie inocentemente—. ¿Cree que podrá participar en la obra al menos?

—¿Qué le ocurrió? —murmuró algún desinformado en un cuchicheo con su amigo, y una ola de susurros se elevó en el auditorio como el molesto zumbido de un mosquito. Jungkook deseó gritarles que se metieran en sus propios asuntos, pero ni siquiera se sintió con ánimos para eso.

—Tendremos que preguntarle directamente —respondió el profesor Namjoon antes que él—. Caso contrario, debemos buscar a alguien que lo reemplace.

Jungkook se sintió peor después de eso. Claro que tenían que contemplar esa posibilidad también, pero... para él no tenía sentido participar sin Taehyung.



[♥]



Era domingo. Habían pasado ya más de ocho días desde el partido y era su primera sesión de terapia. No sabía por qué, pero no estaba tan emocionado. Jungkook se ofreció a acompañarlo, mas Taehyung declinó la oferta. Tampoco sabía por qué.

Su teléfono sonó con una notificación e hizo un estrepitoso eco en la amplia habitación de la clínica. Taehyung vio el mensaje desde la barra de notificaciones y bloqueó el teléfono con un suspiro, sin detenerse a contestar. Tal vez su cara fue épica, dado que su madre murmuró:

—No lo condenes. Solo está preocupado.

Pero el peligris no respondió de inmediato. El aire impregnado de desinfectante volvía a invadir sus pulmones ahora que estaba de vuelta en la clínica. Lo ponía de malas, no lo iba a negar, y sabía que Jungkook no era culpable de nada, pero en esos momentos de verdad no quería lidiar con él.

—Lo sé, solo... no tengo ganas de nada —musitó Taehyung mirando hacia su pierna izquierda. La puerta de la habitación se abrió y la mujer por la que estaban esperando por fin hizo su aparición. La encargada de llevar sus terapias, la doctora Bae. Ella lucía amable y tierna, con una sonrisa gentil. Al menos. Taehyung estaba aliviado, porque esa sería la cara que vería por... ni siquiera sabía cuánto tiempo.

—Todo en orden por aquí. Está un poco inflamada aún, pero se ve bien —dijo ella después de revisar las suturas en su rodilla—. Por favor no olviden mantener el vendaje seco. ¿Preparado para iniciar, Taehyung?

El peligris asintió y se recostó en la camilla según las órdenes de la mujer.

—¿Estás haciendo los ejercicios de circulación que te recomendamos? Por favor, muéstrame.

Con algunas almohadas bajo el talón de su pierna intervenida y la otra ya flexionada, el chico empezó a mover su pie, trayendo el empeine hacia él y luego estirándolo de nuevo. Aquello no tenía mayor ciencia, pero en algún momento se tornaba un tanto aburrido. La doctora Bae se mostró satisfecha y retiró las almohadas suavemente para empezar con el siguiente ejercicio, en la misma posición. El objetivo era flexionar su rodilla lastimada y estirarla, suavemente, hasta llegar progresivamente a la posición de su pierna derecha.

—No puedes forzarte —le recordó ella—. En el momento en el que duela flexionar la rodilla, debes extenderla, y luego intentarlo de nuevo. ¿Entiendes?

Bajo la estricta mirada de su fisioterapeuta, y los ojos preocupados de su madre, Taehyung asintió. Ni siquiera sabía que su madre tenía tanto tiempo libre; últimamente la tenía cerca todo momento, y aquello era desconcertante.

—Está bien. Quiero verte, por favor.

El peligris inspiró aire y tomó fuerza de algún lado para doblar la rodilla en contra del latente miedo que se había apoderado de él. De inmediato, un corrientazo de dolor lo hizo aferrarse a la camilla y apretar los dientes, sintiendo las lágrimas agolpándose rápidamente en sus ojos. Mierda. Mierda, eso había dolido. Aunque lo hizo con suavidad, su ángulo de flexión fue un chiste, quizá mucho menor del que él esperaba.

—Está bien, con calma. Es normal. No podrás flexionar la rodilla como si estuviera sana de inmediato —La doctora Bae lo tranquilizó, o al menos pretendía hacerlo. Taehyung resopló y volvió a intentarlo de nuevo, tragándose el dolor; el movimiento era mínimo y dolía como un infierno. Patético. Aquello era lamentable.

—Lo estás haciendo bien, hijo —musitó su madre a su lado, pero de alguna manera ella lucía muy mal, peor que Taehyung incluso, mientras este terminaba con las repeticiones indicadas.

—Muy bien —Bae le sonrió—. ¿Memorizaste el ejercicio? Debes hacerlo en casa, treinta veces, tres veces al día. Recuerda que debes arrastrar el talón cada vez que flexiones. ¿Está bien?

El siguiente ejercicio necesitaba una almohada, esta más pequeña, bajo su talón. Tenía que apretar los músculos de su muslo y tensionar hacia abajo, hacia la camilla. Taehyung miró con ojos de cachorro a la doctora, porque maldita sea, eso se escuchaba como un suicidio.

—Solo debes mantener la posición diez segundos.

Diez segundos. Taehyung repitió las palabras en su mente y cerró los ojos. Diez segundos no eran nada, y cuanto antes lo hiciera, más rápido terminaría. Tensionó su cuádriceps y el tirante dolor estalló. Diez segundos. Solo eran diez segundos.

Uno. Él apretó su mandíbula.

Dos. Taehyung pensó en el partido. Si ese día se hubiera quedado dormido como casi le ocurre, él ni siquiera habría llegado al partido, y eso no habría pasado.

Tres. Si el entrenador Min lo hubiera mandado a la banca, y en su lugar hubiera enviado a Jackson a jugar, tal vez eso no hubiera pasado.

Cuatro. Si Jackson le hubiera avisado que cambiaría la jugada, Taehyung no habría actuado con tanto apuro.

Cinco. Habría visto las intenciones del otro capitán, y tal vez eso no hubiera pasado.

Seis. Eso no hubiera pasado, y tal vez él ahora no estaría llorando.

Siete. No vería sus sueños hechos trizas, la oportunidad de jugar baloncesto profesionalmente de repente demasiado lejos, y no vería el techo de aquella habitación.

Ocho. No experimentaría ese dolor, que iba más allá de su rodilla. Era un dolor asfixiante dentro de su pecho, un dolor que le estaba arrebatando todas sus esperanzas de volver a jugar baloncesto alguna vez.

Nueve. Un dolor que hacía su camino fuera de él con sollozos desvergonzados que hicieron a su madre y a su terapeuta alarmarse.

Diez. Un dolor que no creía que nadie pudiera entender. Ni siquiera Jungkook.

—Vamos a detenernos aquí. ¿Te parece? —sugirió la doctora Bae, sintiendo su corazón sacudido por la imagen. Era algo usual en los deportistas reaccionar así, y sus años de experiencia le habían enseñado que no existía palabra alguna que les reconfortara. Todo se trataba de su voluntad.

—No —susurró Taehyung, con la voz cortada—. Sigamos. Terminemos con esto.

De todas formas, ¿qué más daba? Las cosas pasaron de esa manera. Los "hubiera" nunca son válidos.



[♥]



Han Woo se dijo a sí misma que no volvería a hacerlo, pero allí estaba nuevamente, con un vaso de whiskey en una su mano, y la foto de su esposo en la otra. No podía evitar preguntarse... ¿Qué hubiera hecho él en su caso? Porque ella no encontraba consuelo alguno para la sensación en su pecho, esa frustración paterna de no poder arreglar todo.

Después de las terapias, Taehyung había ido a su habitación. Jisoo, en compañía de Jackson, Jimin y algunos otros compañeros quisieron visitar al peligris. Él se negó a ver a alguien, sin embargo, y aunque Han Woo trató de negociar con él, no hubo poder humano que lo convenciera. Ella... honestamente no sabía qué más podía hacer. Incluso sugirió demandar a la escuela de Incheon y al estudiante culpable de su lesión, pero Taehyung dijo que eso no solucionaría nada, y que él solo deseaba olvidar todo, deseaba que todo pasara tan rápido como pudiera.

El timbre la sacó de sus pensamientos. Estaba lo suficientemente ebria como para olvidar que no era bien visto abrir la puerta con un vaso de licor en su mano, pero no trató de esconderlo cuando vio a Jungkook del otro lado de la puerta. El chico quería a su hijo, ¿no? Presumiblemente. Entonces era mejor que lo aceptara con todo y su desastrosa madre de por medio.

—No llegaste en un buen momento —murmuró Han Woo arrastrando sus pantuflas devuelta hacia la mesa del comedor—. Él no quiere ver a nadie.

Dejó la puerta abierta para él y no le tomó importancia a lo que hiciera o dejara de hacer. Solo volvió a beber de su trago, apoyando la frente en su mano mientras sentía los sollozos sacudiéndola. Siempre se dijo a sí misma que era una mujer capaz e independiente, pero a veces, mierda, deseaba, no sé, un compañero con quien pudiera compartir sus sentimientos. Agobiar a su hijo con estos nunca fue una opción.

Se estiró por la botella de whiskey una vez más, pero de repente le fue arrebatada y en su lugar apareció una botella de insípido té de durazno.

—Tal vez él no quiera ver a nadie, pero tampoco quiere verla a usted así —murmuró Jungkook, sosteniendo alto y lejos la botella. Eso a Taehyung no le traía buenos recuerdos, lo sabía. Han Woo se le quedó mirando en silencio por largos segundos, y Jungkook se apuró a dejar la botella en la cocina, caso tal a la mujer le diera un arrebato y considerara que era buena idea utilizarla como arma homicida. Luego se escurrió hacia las habitaciones, mirando sobre su hombro para asegurarse que su no-suegra en serio no llevara a cabo ningún acto de violencia contra él. Pero no, ella solo miraba la botella de té sin ninguna emoción en su cara.

—¿Taehyung? —llamó suavemente después de abrir la puerta de la habitación del peligris. El aludido tenía una almohada sobre su cara y no la quitó para hablar.

—Dije que no quería ver a nadie. —Luego descubrió su cara y al ver de quién se trataba cerró la boca. No estaba seguro de que nadie excluyera a Jungkook, pero ahora que estaba ahí, tampoco tenía el corazón para decirle que se fuera.

—Lo siento, solo quería... verte. Hablar.

—¿Tanto me extrañas? —bromeó Taehyung, sonriendo a su pesar—. No te avergüences por eso. Es lo que causa mi increíble persona.

—Uh, bueno, como sea, presumido —Jungkook se sentó junto a él, en el suelo y a los pies de la cama—. Las pruebas serán el miércoles, vendrá alguien del gobierno.

—Lo harás bien —Taehyung se incorporó un poco, torciendo el gesto ligeramente por la punzada en su rodilla—. Confío en ti.

—Sí, sobre eso... —Él rascó su nuca, deliberadamente ignorando su rodillera—. Quería también agradecerte por el regalo de cumpleaños.

—¿Leíste la primera página? Específicamente dice que...

—Lo sé y no me importa. Me gustó mucho; quería que lo supieras. Y quería ver también... cómo habían ido las terapias —dijo Jungkook, como tanteando el terreno. Taehyung cerró los ojos y abrazó la almohada, dándole una mirada honesta y triste.

—Un asco —susurró y aunque pensó que su voz sonó lo suficientemente estable, sintió sus ojos cristalizándose apenas pronunció las palabras. El menor acarició su cabello, apartándolo de su frente y arreglando la desordenada mata de rizos. Aquello, si es que era posible, hizo que Taehyung dejara de aguantar sus lágrimas y abrazara con más fuerza la almohada—. Kook. No entiendo cómo esta mierda de las terapias podrá ayudarme, la verdad.

El pelinegro se inclinó un poco y besó su mejilla.

—No pienses así, por favor.

—Las terapias podrían durar seis meses. Es demasiado tiempo. Carter tenía razón; ningún equipo va a esperarme.

—No —repitió Jungkook, un poco ansioso—. Kim Taehyung, ni siquiera pienses en rendirte antes de intentarlo. Tú mismo lo dijiste, así que si te esfuerzas, podrían ser menos de seis meses. ¿Está bien?

Taehyung negó y sollozó. No estaba bien en absoluto. Nada estaba bien. Y ahora él solo quería dejarlo salir, liberar toda aquella angustia y rabia contenida. La vida era una perra. La vida era una completa perra y él la estaba odiando mucho en esos momentos. Ni siquiera Jungkook podía hacer algo para cambiar eso, así que apreció su sola compañía, su silencio, y su inmerecido apoyo.



Sonrían ❣️

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