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Canción en multimedia: Dusk till Dawn - Zayn ft. Sia ❤️
Taehyung esperó pacientemente pero también muy inquieto por la reacción de su madre, quien leía con expresión severa los papeles en sus manos. La luz sobre sobre su rostro le daba un aspecto afilado a sus facciones y no parecía inmutada pero el incesante repiquetear del pie de su hijo. Finalmente, después de una eternidad, Han Woo levantó su mirada con un suspiro.
—¿Y bien? —murmuró el peligris con angustia—. ¿Qué opinas?
—Creo que es una muy buena oportunidad —Ella exhaló—. Casi demasiado buena para ser cierta y tan buena que seríamos unos tontos en rechazarla.
—¿Entonces? —Taehyung se sentó en la punta de la silla, casi brincando por la expectación—. ¿Me dejarás ir?
—No es algo que podamos hablar en una noche —Su madre carraspeó—. Y ciertamente, su renuncia de responsabilidad es un poco tirana e inespecífica. No puedo decidir si renuncian a la responsabilidad de que mueras en el viaje a Estados Unidos o no.
—Mamá...
—Bueno, perdón, es una situación grande, debemos poner todos los puntos sobre la mesa —Ella volvió a tomar los papeles—. Mira. Te ofrecen una residencia personal con un subsidio generoso, pero dudo que la cifra estipulada pague más que las cuentas de la residencia. ¿Con qué vas a comer?
—Bueno, pues podrías empezar a pagarme los nueve meses en los que te salvé de la menstruación y no tuviste que comprar toallas higiénicas o pastillas para el dolor, entre otras cosas.
—Tú deberías pagarme esos nueve meses de arriendo y sufrimiento —Ella replicó, airada—. A ver. Sí. Está bien. Lo ahorrado para tu universidad puedo enviarlo periódicamente. Aun así, me preocupa. ¿Sabes al menos cómo hervir agua?
—Duh. Sí.
—¿Hacer arroz?
—Claramente. No es muy difícil decidir la cantidad correcta de suavizante que lleva; el tarrito trae instrucciones —bromeó, pero su madre no compartió el chiste—. Mamá, nada que internet no pueda solucionar. Y me niego a pensar que Estados Unidos no tiene restaurantes. Además, el vuelo estaría planeado para después de la graduación. ¿Quieres que aprenda a cocinar? Tú solo dilo, que me convierto en la ratita de Ratatouille.
—No es... solo eso. Me preocupas... tú... solo, allá.
—Mira, puedes terminar tu doctorado en derecho internacional y nos veremos en los tribunales cuando haga algo ilegal que no sabía que era ilegal.
—¿Y aun así quieres que te deje ir solo?
—Solo bromeo —se apresuró a decir Taehyung, maldiciendo su incapacidad de mantenerse serio en una situación importante—. Dios. Solo... ¿Podrías confiar en mí... por una vez en tu vida?
Han Woo juntó sus manos y apoyó su barbilla en ella, inspirando profundamente. Taehyung podía ver cada engranaje de su cabeza moviéndose y para ser honestos no sabía qué esperar. Una parte de su alma estaba muy preparada para la negación, pero la otra no, y esa otra no podía dejar de hacerle ojitos de cachorro a su madre.
—Confío en ti. De verdad que sí —dijo—. Solo quiero que veas las cosas de la manera en la que las veo yo. Hijo, todo esto —Ella meneó los papeles— suena hermoso, utópico. Pero las cosas no serán tan fáciles cuando estés allí. Irás a la cantera del equipo, ligas menores. Tal vez no todos te reciban con los brazos abiertos o te acepten, porque más allá de la barrera del idioma y tu procedencia, estarás compitiendo un puesto en el equipo oficial. Un puesto que todos quieren y por el que han luchado igual que tú. ¿Crees que te la dejarán fácil? Peor aún, ¿crees que te tendrán piedad cuando se enteren de que estás allí porque el dueño del club así lo quiso? Hijo, tendrás que luchar. Tendrás que esforzarte más que nunca, para probarles que estás allí porque lo mereces y no porque le agradaste a un tipo millonario. No será entrenar dos o tres días a la semana dos horas; será entrenar todos los días, desde la mañana hasta tarde. Quiero confiar en ti, ¿pero cuál es tu nivel de compromiso con esto? ¿Estás realmente preparado para algo así?
El peligris abrió la boca y la cerró de inmediato, sin decir nada, porque nada coherente pasaba por su mente, que casi no pudo digerir tanta información. Han Woo le miró y esperó con paciencia; tenía muchas cosas que hacer, pero si podía estar horas y horas en un tribunal defendiendo a un desconocido, pensó que su obligación era hacer lo mismo y más por su hijo.
—Yo.... —Él susurró—. Quiero. De verdad quiero. He tratado de no pensar en eso que dices, pero... supongo que es inevitable. Solo puedo pensar... Vamos, he visto los partidos. Todos esos chicos son tres veces más altos que yo. Sé que estoy en mucha desventaja —farfulló—. Y realmente tengo miedo. Me da miedo ir y fracasar. Me da miedo regresar después de fracasar, también. ¿Qué será de mi vida, qué haré?
Tal vez era lo que más lo aterraba de todo ello. ¿Su altura? Podía compensarla. Era rápido, era ágil, tenía buena puntería. ¿El idioma? No le importaba; aprendería o se las arreglaría con eso. ¿La competencia? Era lo más difícil, y él no estaba dando por sentado que era el mejor. Pero... ¿fracasar? La sola palabra lo hacía angustiarse.
—Pero no quiero quedarme aquí solo porque tengo miedo —declaró—. No quiero en un futuro pensar "¿qué hubiera pasado si...?", "¿cómo serían las cosas si...?". No quiero arrepentirme de no haberlo hecho.
Taehyung la observaba, anhelante. Quizá pasó una eternidad hasta que Han Woo suspiró y se enderezó, diciendo al final:
—Trae el huellero.
[♥]
—¡Jungkook!
El pelinegro no alcanzó a girar lo suficientemente rápido cuando alguien saltó a su espalda como un koala y por poco lo tumba. De alguna manera logró mantener el equilibrio, pese a ser jueves en la mañana, seguir medio dormido y estar terriblemente cansado.
—Tae —exclamó sorprendido, agarrando los muslos del peligris que rodeaban su cintura para evitar que cayera—. Dios. Pesas como una vaca muerta.
—Son setenta kilos de felicidad y belleza —dijo sonriente, afincando su abrazo alrededor del cuello de Jungkook e ignorando deliberadamente las miradas confundidas de sus compañeros, quienes se detenían una micra de segundo en su afán por el pasillo solo para observar la extraña escena.
—Sí, luces muy feliz. ¿Rachel McAdams ya respondió tus tweets?
—No —El peligris hizo un puchero—. Es hora de aceptarlo, supongo... La mujer se desmayó después de verlos. ¡La he dejado sin palabras!
—O está pensando seriamente qué responderte.
—Dios. Sí. —Él bajó de la espalda de Jungkook con una sonrisa aún más grande. Antes, cualquier persona le habría dicho que su amor por la actriz era ridículo y extraño. En serio, Jungkook lo entendía como nadie.
—En serio. ¿Qué es?
—Mamá firmó los consentimientos. Pensé que no lo haría, pero, demonios, lo hizo. Gracias.
—¿Uh? —El pelinegro frunció el ceño—. ¿Por qué me agradeces?
—Porque ella ha cambiado mucho y... creo que lo que sea que le hayas dicho tuvo que ver. En serio —Ellos retomaron su caminar, codo a codo—, hace unos meses, ella jamás habría firmado. Nunca me había apoyado con el baloncesto.
—No lo sé, no lo creo así. Cuando hablé con ella, me di cuenta de que solo quiere un camino seguro para su hijo. Es así con todos los padres, supongo. —Al menos, con la gran mayoría—. Dale un poco de crédito. Tomarás un camino con muchos altibajos.
—Yo... lo sé —Taehyung asintió, pensativo—. Dijo que confiaba en mí. No quiero decepcionarla.
—Yo también confío en ti.
Cuando estaban por subir las escaleras hacia su piso, otro miembro del equipo le informó a Jungkook que el entrenador Kim solicitaba su presencia. Taehyung cabeceó como despedida, alejándose por los escalones después, mientras el pelinegro caminaba en dirección opuesta.
Cuando llegó a la sala de profesores, Jungkook tocó la puerta pero realmente no esperó a que le dieran permiso para entrar. Por eso le sorprendió ver a sus profesores muy interesados en la película para niños que corría en el televisor de la sala; todos saltaron en su sitio y volvieron a los papeles en su escritorio, y alguien incluso apagó el aparato.
—Oh, mierda —susurró—. Lo siento. ¿Regreso luego?
—No, Jungkook, espera —se apresuró a decir Seokjin, carraspeando.
—Sí, querido y discreto estudiante —dijo Yoongi—. Jeon, ¿quieres venir mañana con nosotros al partido?
—¿Uh?
—El partido de semifinal. Pensé que querrías, no sé, apoyar a Tae... a la escuela —se rectificó con una sonrisa.
—¿En serio? —Jungkook alzó sus cejas—. ¿El director Tsung no se enfadará?
—Por supuesto que no. Si no se entera.
—Yo... bueno, sí. Genial. Gracias. —Pensando que todo había sido dicho ya, el pelinegro hizo el amague de cerrar la puerta nuevamente, pero su entrenador se lo impidió con una señal de su mano.
—No —insistió Seokjin—. Te llamé por algo importante. Tu formulario de inscripción al programa de alto rendimiento está incompleto. Faltan algunos datos y será mejor que los llenes antes de entregue esto el lunes.
—Oh.
—Toma —Su entrenador le tendió un bolígrafo y Jungkook se estiró por él, pero su intento se quedó en eso, apenas un amague.
—En realidad no importa —murmuró, retractándose y dando un paso atrás—. No estoy interesado en participar en las pruebas.
—¿Qué dices? —Seokjin frunció el ceño y su voz salió a un volumen poco moderado. Incluso Yoongi volteó a mirar, curioso, por lo que acababa de escuchar—. ¿No vas a participar?
—Eso dije. —Jungkook se mantuvo firme y Yoongi no pudo hacer más que mirarlo de arriba abajo, extrañado. ¿Cómo podía ser posible? Seokjin hablaba de su capitán como si fuera un hijo propio, halagándolo, adulando todo lo que hacía en el agua. Si no lo conociera, diría que tenía una obsesión por el pelinegro, pero no, era más bien admiración, todas sus esperanzas puestas en el chico. ¿Y ahora él no estaba interesado en competir profesionalmente?
—¿Por qué? Es decir —Seokjin balbuceó, pero parecía que comenzaría a rapear en cualquier momento—. Estabas muy emocionado por esto la semana pasada. Jungkook, no puedes echarte para atrás solo por tu resultado en las competencias. Hemos hablado de eso. Lo hiciste bien y...
—No es el resultado. Soy yo —dijo Jungkook, mirando al suelo—. Descuidé mi forma porque sentí que estaba perdiendo. Quería ganar. Antepuse mis propios deseos antes que el bien de la escuela. Siempre me acostumbré a ganar. No sé cómo lidiar con la frustración de sentirme como un perdedor y no me gustaría que alguien como yo representara al país. Creo que no soy la persona adecuada.
Nadie dijo nada por largos segundos, que para Yoongi se sintieron como minutos enteros. No era su asunto, y no debería importarle, pero algo de eso no terminaba de agradarle.
—Está bien. Comprendo. Puedes retirarte —dijo Seokjin y Jungkook así lo hizo. Yoongi miró al castaño como si le hubiera salido una segunda cabeza.
—¿Qué? ¿Cómo es que lo estás dejando ir? —replicó en un tono de voz agudo. O más bien le reprochó, o le gritó, o le espetó en su cara.
—Lo escuchaste. ¿Qué debería hacer, obligarlo a firmar?
—Eres su entrenador —Yoongi se crispó hasta el último músculo. Si Taehyung apareciera por esa puerta y le dijera que preferiría rechazar la oferta de Yusuke y cederle el puesto a otro, se le encresparían los pelos de cu... ello por la frustración—. Debes orientarlo, no solo en el agua. Seokjin. Maldición. El chico está mal porque tuvo el segundo lugar, pero no considero que sea motivo para echarse a morir. Ha perdido la confianza en sí mismo y deberías animarlo o...
—No sé qué más a hacer —Seokjin también levantó la voz, exasperado—. Ya no sé cómo llegar a él. Hablarle suave no funciona; hablarle fuerte tampoco. Se ha cerrado, y ni siquiera sé si va a superar esto o no. Pero no puedo obligarlo a presentarse a las pruebas. ¿Qué quieres que haga?
—Algo. Lo que sea.
—Incluso Namjoon dijo que sus notas estaban bajando. Hasta sus amigos pueden ver que no ha estado bien.
Seokjin no sabía qué estaba pasando con su capitán. ¿Pero hasta qué punto como entrenador podía llegar?
[♥]
Taehyung escuchó la alarma sonar y la apagó con un perezoso manotazo. ¿Era realmente necesario vivir ese día? Él quería dormir. Solo cinco minutillos más, por favor.
Un momento.
¡Era viernes!
No podía dormirse y darse el lujo de no llegar al autobús que los llevaría a la semifinal, definitivamente no podía. Con un grito inhumano, pateó las calientitas sábanas antes de que aquellas hechizantes cosas lo atraparan en sus cálidos tentáculos y lo llevaran a un viaje al mundo de Morfeo otra vez.
Ese día era el gran día. Taehyung había tratado de convencerse de que no interesaba el resultado de hoy, finalmente solo quería que Yusuke y Carter vieran su potencial, pero lo cierto era que estaba un poquito ansioso. Solo un poco. Lo suficiente como para sentir esa extraña pesadez en su estómago, como la que sientes antes de un examen. ¿Es en serio, estómago? Tienes todo el día para hacer tus deposiciones, ¿y ese es el momento que decides escoger, justo cuando tenemos la prueba en frente?
Cuando salió del baño con el cabello húmedo y la toalla en su cintura recordó que tenía que ir a la secadora por un par de calcetines. En el camino, encontró a su madre observándose ansiosamente en el espejo y el peligris tuvo que voltear a mirar dos veces la escena porque, escúchese bien, su madre llevaba por primera vez en siglos zapatillas de deporte y visera.
—¿Me veo bien? —Ella preguntó, no conforme con el reflejo.
—¿Qué haces? —contraatacó Taehyung, un poco confundido por no verla en tacones y traje ejecutivo para el trabajo.
—Iré a ver tu partido —respondió su madre con obviedad—. Me estoy vistiendo para la ocasión.
Taehyung sintió una demoledora ola de emociones golpeando en su interior y una de esas sin duda era la confusión, seguida de la vergüenza.
—¿Por qué? —exclamó consternado. Una parte de sí estaba feliz, tan feliz que no podía expresarlo. En serio, no podía. Razón por la que él solo estaba petrificado, con las calcetas en una mano y una miserable toalla haciendo su trabajo en su cintura. La otra parte, la insegura, la que se escondía detrás del título de capitán, estaba empezando a enumerar todas las razones por las cuales su madre debería ir al trabajo y no al partido.
—Bueno, estoy apostando por ti en esto del baloncesto. Debo vigilar mi inversión —dijo Han Woo—. Iré y no me harás cambiar de opinión.
—Bien —Él sabía que era una pelea perdida, de todas formas—. Por favor no grites nada vergonzoso. Y no necesitas visera, el coliseo es techado. —Cuando estaba por irse, giró hacia ella y susurró un pequeño "gracias" antes de salir corriendo a su habitación.
Han Woo se miró en el espejo una vez más. Diablos, esas sudaderas dejaban en evidencia el hecho de que jamás había movido su trasero para hacer deporte, pero bueno, luego de tener un hijo obstinado que discutió con ella incluso en la labor de parto, no podía pedir mucho. Primera insolencia que nunca iba a perdonar: diez horas en trabajo de parto porque Taehyung se negaba a salir.
[♥]
Yoongi asintió con satisfacción mientras veía los dos autobuses estacionando. Partirían en cuanto sonara el campanazo para la primera hora de clase; por ende, esperaba que sus chicos no decidieran, justamente ese día, que era buena idea dormir cinco minutos más. No quería demoras y no esperaría a nadie.
—¿Dos buses? — La voz de Seokjin lo sacó de su ensoñación, en donde imaginaba perfectamente cómo haría sufrir a cualquiera que se atreviera a retrasarse—. ¿Para qué necesitas dos buses, Yoongi?
—Me llevaré a unos cuantos de último año. No puedo ir sin porristas, me hace sentir muy triste —explicó con una sonrisilla—. Y dado que mi capitán y mis chicos trabajaron por el dinero y no es el sucio presupuesto que nos dieron las directivas, traeré los buses que yo quiera.
—¿Cómo? ¿Vas a llevarte a...? Yoongi, tengo clase con ellos.
—Sí. Lo sé. Ahora, pregúntales si quieren trotar diez vueltas alrededor de la cancha o ir a gritar insultos al equipo contrario —dijo Yoongi, señalando a sus espaldas, donde sus estudiantes cuchicheaban—. Jisoo, Chaeyoung, Minseok, Hoseok y Eunha no estarían esperando para subir a los buses. Incluso Jimin. Si el presidente del concejo está conmigo, ¿quién contra mí?
Seokjin parpadeó hacia ellos. Incluso su capitán estaba allí, pero no lucía precisamente muy integrado con el resto, ni siquiera con los pocos miembros del equipo de baloncesto que ya estaban presentes. Jungkook miraba con impaciencia hacia la entrada del colegio con un disimulado pero inquieto repiqueteo de su pie.
—Dios. ¿Qué hace ella acá?
La voz alarmada de Yoongi llamó su atención. Por el amplio portón, casi como una burla a las chatarras de buses que estaban parqueando, entró un auto oscuro y brillante que le recordó a Seokjin que seguía en su trabajo por su vocación y no precisamente por el salario. Del auto, una vez fue estacionado minuciosamente, bajaron Taehyung y su madre. Sí. Cómo podía olvidar a esa adorable mujer.
—Demonios, Seokjin. Soy miope. Dime: ¿luce enojada como que va caminando detrás de alguien lento o luce enojada como que le metieron gol en último minuto en FIFA?
—Luce enojada como que alguien se comió lo que guardó en la nevera.
—Mierda. Sabía que no sería fácil hacer que firmara los papeles con tan poca anticipación y ahora viene a demandarme por intento de secuestro a un menor de edad. ¿Tendré dinero suficiente para ir a Alaska? —preguntó Yoongi.
—¡Buen día, entrenador! —Yoongi terminó su drama cuando escuchó el saludo de Taehyung. Uhm, sí, el chico no lucía exactamente como a punto de avisarle que sería demandado. De hecho, estaba muy feliz. ¿Ya le había lavado el cerebro al chico? Carajo, Alaska no sería lo suficientemente lejos—. ¡Aquí están los papeles!
—Uh. ¿Lo están? —En vista de que Yoongi miraba los papeles como si se tratara de una bomba, Seokjin los recibió con una sonrisa.
—Gracias, señora Kim. Los guardaré.
—¿Y bien? —instó la mujer, mirando a los buses—. ¿En cuál de estas chatarras planean meter a mi hijo?
Taehyung dejó de prestar atención a la conversación de los mayores y buscó entre los chicos allí presentes a Jungkook. Le dio un poco de gracia ver al pelinegro con cara de maldita-sea-qué-hace-ella-aquí, y a pesar de que lo animó a acercarse, supo que era una causa perdida cuando el chico negó desesperadamente desde su lugar.
—Pensé que ya te llevabas bien con ella —se burló Taehyung, llegando hasta él. Estaba tan agradecido. En serio, ahora su mamá no solo había firmado, sino que además iría a verlo jugar. Las ganas que tenía de tirarse sobre él y darle un enorme abrazo de oso lo sorprendieron y tuvo que contenerse a sí mismo.
—Uh, define eso. Ella me dejó salir vivo de tu casa, pero no estoy seguro de cuánto dure nuestra tregua. ¿Listo para el partido? —preguntó Jungkook en cambio, sonriendo para él.
—¡Listo, capitán!
[♥]
—No estoy listo.
Okay, era oficial. La sensación de su estómago era demasiado extraña para ignorarla o apaciguarla. Taehyung tragó fuerte y trató de convencerse de que no estaba nervioso mientras veía las amplias gradas repletas de estudiantes, no solo de su escuela, sino también de la escuela rival y muchos padres de familia que, a su vez, estaban en compañía de hijos y parejas.
—¿Taehyung? —Jackson lo miró con el ceño fruncido, preocupado por aquella extraña palidez en su piel. Los gritos y el vitoreo del público eran exagerados, aunque solo se tratase de un calentamiento. Taehyung no podía dejar de ver hacia Yusuke, Rinko y Carter, quienes parecían bastante entretenidos en alguna conversación con el entrenador Yoongi.
—Yo... necesito ir al baño —balbuceó el peligris, dejando a su equipo con dudas al verlo abandonando el coliseo tan apurado. No. No podía ir al baño. Necesitaba un lugar amplio donde pudiera tomar aire, porque de alguna manera sentía que sus pulmones no estaban funcionando como deberían. Incluso sentía un inminente dolor de cabeza aproximándose.
—¡Taehyung! —Un grito lo detuvo a medio camino—. Espera. ¿Adónde vas?
—Jungkook —El peligris suspiró, no pudiendo estar más agradecido con la vida por enviarlo a él y no a otro—. Yo solo... lo siento. Necesito tomar agua. Estoy bien.
—No luces bien —El capitán del equipo de natación se acercó a él lentamente, como si estuviera temeroso de asustarlo; asimismo lo tocó, primero su brazo y luego sus mejillas, con cuidado—. Debes tranquilizarte.
—Lo sé. Es que no quiero que ocurra lo mismo del año pasado. Perdimos en semifinales. No sabes —Taehyung negó, un poco desesperado—, sentí que era mi culpa. Yo... es decir, no pude llevarlos a final. No quiero que vuelva a ocurrir.
—Tae. Tae —lo llamó Jungkook, tratando de traerlo devuelta de dramalandia a la realidad —. Escúchame bien. Eres el capitán, y eso no quiere decir que debas echarte el equipo al hombro. No puedes hacer magia. Tú debes confiar en tu equipo y trabajar con ellos, no para ellos. ¿Está bien? —Pero no lucía bien en absoluto, porque Taehyung no dijo nada, solo mordió su labio con extrema angustia. Jungkook cerró los ojos y rozó la nariz del peligris, juntando sus frentes—. Lo harás bien. Diviértete y haz lo que mejor sabes hacer.
Taehyung soltó un pequeño suspiro, su aliento mezclándose con el de Jungkook; buscó su boca y probó los dulces labios del pelinegro. No debería sentirse así, tan protegido, curado, liberado. Pero así era, y él no podía recordar la última vez que se sintió como en el lugar correcto.
—Ahora ve —le instó Jungkook, separándose—. El tiempo apremia. Y tu mamá también.
—Dios. Sí.
Jugarían contra la escuela de Incheon. Taehyung conocía muy bien a su capitán: no podía olvidar el episodio de la piscina, ni el de la heladería, y la verdad, no entendía cómo demonios habían llegado hasta la semifinal esos patanes tramposos.
Les dieron unos cuántos minutos de calentamiento; nada fuera de lo normal, cada equipo en un lado de la cancha, siguiendo las indicaciones de su respectivo entrenador. Sentir la temperatura de su cuerpo aumentando lo hizo sentir más tranquilo. Sí, eso era algo que él conocía; podía lidiar con eso.
Yoongi hizo sonar su silbato y todos se acercaron a las gradas en un círculo, como equipo. La emoción de la anticipación se sentía en cada chico, y las caras se iban apagando a medida que Yoongi indicaba quién jugaba y quién iba a la banca. Todos esperaban que el entrenador jugara sus mejores cartas, pero no fue así, y la sorpresa de todos fue evidente cuando el hombre envió a Jackson a calentar un puesto en la banca.
—Pero entrenador —replicó Taehyung, sorprendido. Jackson y él eran como un dúo al momento te atacar. Ir sin él sonaba como un suicidio.
—Sin quejas —sentenció Min—. Intentaremos jugar primero en forma de serpiente y si no funciona, Jackson entrará y jugaremos en Caballo de Troya.
Eso fue lo que vio en su último partido con Incheon —antes de la pelea—, dado que había notado muchos huecos en la defensa de la otra escuela. Era su decisión y así se lo hizo saber a sus estudiantes.
Taehyung asintió y llenó sus pulmones de aire. Su entrenador era fanático de ponerle nombres claves a las jugadas, porque además de dramático, era un poco paranoico y cualquiera en las gradas, según él, podía ser un espía del equipo rival.
Jugar en serpiente era una maniobra de zigzag, pasar el balón uno a uno entre los jugadores, avanzar en la cancha del equipo contrario escurriéndose —como una serpiente— y encestar. Si mirabas con atención, tal vez fuera del juego, era una maniobra fácil de deducir, pero mientras estás jugando, muchas veces cometes el error de seguir el balón como si fuera un punto rojo en la pared, y realmente no puedes notar cómo se mueven los jugadores a tu espalda.
Incluso, en el momento en el que te das cuenta de lo que está pasando, puede ser difícil de detener el balón. La idea era que nadie tuviera el balón por mucho tiempo, para así fastidiar a la defensa y desorganizar al rival; toques cortos, rápidos, hasta llegar a la cesta.
Funcionó. Al menos en el primer tiempo, y en la primera mitad de segundo.
Yoongi observó con atención a sus chicos y se dio cuenta de no solo Incheon había descifrado la jugada, sino que esto —la pérdida del factor sorpresa y la reestructuración de la defensa del equipo rival— ponía a sus pequeños en una situación donde tenían que ser más rápidos, más veloces y más ágiles, lo cual —al menos desde su punto de vista— los estaba cansando muy rápido. Tanto así que, en últimas, la defensa de Incheon estaba bloqueando completamente el camino hacia la cesta, y la rudeza con la que jugaban provocó que arremetieran contra Jihoon de manera sucia, a lo que el árbitro hizo sonar su silbato e indicó tiro libre a favor de ellos.
—¿Quién lo cobrará? —preguntó el tipo de camisa rayada, ahora que Jihoon estaba siendo examinado por el entrenador y el personal de blanco.
Taehyung levantó su mano de inmediato, sin perder el tiempo. Lo que menos quería era irse a prórroga.
Recibió el balón y se posicionó en el lugar indicado, tomando aire para tranquilizarse. Por una fracción de segundo, se dijo a sí mismo que no debería hacerlo. Los gritos de la multitud lo aturdieron unos segundos; unos gritaban apoyándolo y otros, esos que se escurrían entre los demás, lo abucheaban y tentaban. Dios. De verdad odiaba eso.
Él sacudió la cabeza. No importaba, tenía que ignorarlos. Lo importante era el arco y cómo los jugadores del equipo rival se posicionaban a su alrededor como hienas, esperando con ansías que fallara el tiro y tomar el balón para hacer una jugada. De repente se sintió nervioso y, de nuevo, su subconsciente lo tentó a cederle el turno a otro.
Taehyung aferró el balón en sus dedos y miró a sus compañeros, decidiendo quién sería el indicado para lanzar. Sí. Tal vez eso era lo mejor.
Y de repente, vio entre la cabeza de Mark y Jinyoung, a lo lejos, una figura moviéndose como un gusano epiléptico de un lado un lado a otro mientras agitaba un pompón sacado de quién-sabe-dónde. Jungkook gritaba su nombre con unos pulmones envidiables, así como Jimin y Jisoo, Hoseok, Eunha y su madre incluso. Sí, mierda. Quién mejor que él. Sus chicos le habían confiado la tarea y no debería defraudarlos. Taehyung miró al pelinegro, sonriendo suavemente y le indicó con un guiño descarado que observara el balón, porque maldita sea que iba a entrar en la jodida canasta. Por él.
—¡Rápido, Taehyung!
La cesta fue limpia, sin darle al otro equipo el chance de pelear por la pelota. Taehyung ni siquiera tuvo tiempo de celebrar; al momento siguiente, el partido se reanudó y volvieron a estar apretados y presionados por Incheon. Yoongi iba a comerse la cutícula a ese paso.
Cuando faltaban pocos segundos para que terminara el segundo tiempo, Taehyung abandonó el plan y se detuvo muy lejos del aro, interrumpiendo el zigzag y optando por lanzar la pelota sin un aviso aparente a sus compañeros, que estaban esperando el pase. Yoongi gimió con angustia mientras veía la pelota naranja rodando por los aires, y las aterradoras manos de los defensas que se alzaban casi que en cámara lenta en un salto inhumano para alcanzarla. De alguna manera, nuevamente encestó y el sonido que indicaba el fin del segundo tiempo resonó con fuerza en el coliseo, con un silencioso publicó que estalló en gritos después de ver el balón atravesando la malla.
—Maldición, muchacho, cuántas veces te he dicho que no hagas eso —siseó Yoongi, abrazando a su capitán sin cuidado y sin importarle el sudor de su frente—. Pero bien hecho, hijo de puta, bien hecho. Reúnanse —rugió—. Cambio de planes. Jackson entra, Jihoon sale. Jugaremos en Caballo de Troya ahora. Jackson —lo miró, intensamente—. Confío en ti. Hidraten, muchachos, hidraten.
Mientras bebía de la botella de agua, Taehyung notó a Yusuke hablando con una expresión seria a Carter, tal vez traduciendo lo que el entrenador Min acababa de decir. Luego miró a las gradas y vio a su madre: ella estaba haciendo señas felices, sonriendo de manera genuina mientras levantaba sus pulgares, algo que Taehyung nunca pensó que vería. Ese momento se le antojó... increíble. Jungkook meneando su pompón, y ahora que veía, el otro lo tenía Eunha, y su madre no lucía para nada fastidiada por la algarabía; de hecho, ella y Jisoo parecía que no cabían en su sitio por la emoción. Estaban muy lejos para llegar hasta ellos, pero el peligris quería correr y darles un abrazo a todos.
—Taehyung —Yoongi lo llamó—. Volvemos.
El capitán asintió y regresó, para escuchar las últimas indicaciones del entrenador. Faltaban dos tiempos y seguro todos esperaban que esta vez su jugada los llevara a la victoria. Sí, iban liderando el encuentro, pero eso no los eximía de perder, no si Incheon se ponía los pantalones.
El Caballo de Troya, como su paranoico entrenador lo llamaba, era un movimiento muy distinto al primero. La metáfora había nacido justamente del cuento. La idea era infiltrar a un jugador en la cancha entrando todos al tiempo —sin descuidar su propio campo, claramente— y despistando a todo el equipo rival para que, en últimas, el jugador que pasó desapercibido todo ese tiempo, recibiera el balón después de ubicarse junto a la cesta y lanzara. Nunca podía ser el mismo más de dos veces, o la jugada se vendría abajo muy rápido.
El tercer tiempo comenzó y todo parecía normal en los primeros instantes. Taehyung avanzó con Jinyoung, otro chico de primer año y Jackson, siendo este el encargado de encestar, y así lo hizo. Pero la siguiente ocasión en la que tuvieron el balón en su poder, Jackson no siguió con la jugada. Más bien, hizo una extraña pared* con su amigo Jinyoung, y como resultado, el balón les fue arrebatado antes de siquiera tener oportunidad de lanzar.
Taehyung gruñó con rabia. ¿Por qué no podían seguir las órdenes del entrenador Min? No estaban precisamente en condiciones de ponerse a jugar. En ese momento, Taehyung cambió su algoritmo mental y reorganizó al equipo de la defensa con señas puntuales y algunas exclamaciones. En un intento por recuperar el balón antes de que avanzara a una distancia amenazante, Taehyung se encontró de bruces con Kibum, el temido Capitán Oso, que no parecía estar dispuesto a dejarlo pasar. El peligris trató de escabullirse de sus garras en un rápido movimiento, pero cuando trató de pasar por su lado, Taehyung recibió un fuerte pisotón en su pie y el impulso que llevaba en su carrera terminó tumbándolo al suelo sobre sus rodillas.
El público quedó en silencio y Han Woo se levantó de su puesto, ahogando una exclamación contra sus manos. Jungkook también se levantó. Después del silbato, nadie escuchó nada, ni una queja, ni un grito o exclamación de parte de Taehyung; sin embargo, el pelinegro supo que algo no estaba bien cuando su chico levantó la mirada del suelo, llena de lágrimas, y lo buscó a él en las gradas. Una mirada triste y llena de dolor que provocó que Jungkook empujara a todo aquel que estorbara en su camino hacia la cancha. Los guardias de coliseo, con su chaqueta de un color brillante y una cinta distintiva en su brazo, le impidieron la entrada al campo y él no pudo hacer nada cuando Taehyung estalló en un grito desgarrador y desconsolado.
Algo no estaba bien. Aquello estaba muy mal.
—¡Equipo médico! —exclamó el árbitro con una seña y pronto la camilla, sostenida por dos hombres de blanco, estuvo en marcha. El dolor en su rodilla era tal que Taehyung ni siquiera objetó o alegó para quedarse en el juego. Sus compañeros de equipo lo miraban angustiados y en silencio mientras lo subían a la camilla, en especial Jackson, cuya expresión enmarcaba una ola de emociones: culpa, tristeza, desesperación, y quien ciertamente no estaba preparado para cuando Taehyung le dijo:
—No importa lo que pase. Ganen el maldito partido.
Pared*: no tengo una definición para esto pero es como cuando lanzas el balón a tu compañero y él te lo devuelve de inmediato, como si él fuera una pared (?
Sonrían ❤️
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