35 - {I}
Canción en multimedia: Roller Coaster - Chung Ha ❤️
—Taeeee —alargó Jungkook un poco risueño, mientras forcejeaba para librarse de la cámara que estaba a dos centímetros de su cara. Cayó contra las almohadas del peligris, riendo, y cuando se vio superado por Taehyung, se rindió e hizo ojos viscos para la foto, tronando un beso sonoro contra el cristal del lente al final.
—Ew, idiota, acabas de babear mi cámara. ¡Es Leica! —exclamó Taehyung alejándose con un bufido, pero el pelinegro se lo impidió: tiró de su camisa y lo tumbó de nuevo a la cama, tomando sus mejillas con una sola mano hasta que su boca formó un gracioso puchero. Jungkook miró sus labios, deteniéndose un momento, casi como si estuviera cuestionándose a sí mismo si tenía permiso de besarlos, y luego Taehyung simplemente se inclinó hacia él, capturando su labio inferior con una timidez impropia; incluso su traicionero corazón retumbaba como un tambor. Jungkook siguió su juego, solo dando suaves y cortos besos sobre sus labios, más de los que pudieron contar y muchos menos de los que sus bocas aclamaban.
—Extrañaba esto —murmuró el peligris sintiéndose adormecido, y luego lamentándose mucho por haber dejado escapar ese comprometedor pensamiento.
Taehyung abrió los ojos cuando el último beso fue sobre su nariz, y se encontró con la expresión apagada del pelinegro.
—Lo siento —dijo—. Sé que he estado muy disperso esta semana y yo...
—Estás entrenando —lo interrumpió el otro capitán con una casta sonrisa—. Está bien, es lo que debes hacer. No me molesta en absoluto.
Se levantó de la cama para dejar la cámara en un lugar seguro —antes de que ocurriera una tragedia—. Un domingo cualquiera, su madre estaría en la sala escuchando música clásica mientras se encargaba de su papeleo, pero ese día literalmente había huido del apartamento ni bien Jungkook puso un pie en la puerta, declarando que "necesitaban privacidad" y que ella solo sería un estorbo.
¿Privacidad para qué? Taehyung no estaba seguro —sí lo estaba—, pero lo cierto era que él ni siquiera sabía que Jungkook tocaría a su puerta esa mañana. Fue una sorpresa, teniendo en cuenta de que él estaba por seleccionar las fotos que quedarían en el álbum de fotos.
—La competencia es el martes, ¿no? —prosiguió devuelta hacia la cama. Taehyung frunció el ceño un poco. ¿La competencia era el mismo día que su cumpleaños?
—Sí. El entrenador Kim me sugirió que descansara hoy y mañana.
—¿Entonces por qué no estás en tu casa, descansando?
—Quería verte —respondió Jungkook con el tono de un niño. Taehyung sintió a su traicionero corazón dando un brinco anormal dentro de su pecho.
—Nos vimos el viernes.
—Nu-uh. Te acompañé a tu casa y estuve unos minutos aquí. No es lo mismo.
—Se escucha como lo mismo para mí. Hasta te brindé una manzana —El peligris se llevó la mano al pecho—. ¿Cómo te atreves a menospreciar mi obsequio?
—Me diste una manzana cuando pregunté por qué estabas quedándote hasta tan tarde en la escuela. Y por "dar", me refiero a empujarla en mi boca para que dejara de preguntar —aclaró con un dedo acusador, ciertamente exagerando el asunto porque Taehyung no recordaba eso, pero no iba a decir "sí, bueno, he estado tomándote fotos como un enfermo acosador"—. Hoseok dijo que estabas entrenando hasta tarde y no creo que sea bueno sobreesforzarse tanto, teniendo en cuenta de que todavía tienes una semana para entrenar antes de la semifinal.
Sí, la semifinal. Taehyung ni siquiera estaba seguro de que estuviera haciéndolo para la semifinal. Él estaba apostándolo todo para sorprender a Yusuke y el entrenador Carter, pero eso Jungkook no lo sabía aún.
—En realidad, ahora mismo no es la semifinal lo que me preocupa —murmuró con una sonrisilla tonta—. Hay un entrenador de los Boston Celtics observándonos y realmente quiero que vea mi esfuerzo.
Jungkook amplió los ojos con sorpresa y luego miró hacia la pared, que antes estaba llena de posters y ahora estaba completamente vacía. Aún así, ¿no había antes un afiche de los Chicago Bulls?
—No creo que esté en condiciones de ponerme exigente —se burló Taehyung—. Tomaré esta oportunidad si puedo. Podrían ser los Obama Pitbulls y todavía diría que sí.
—Sí, mierda. Tienes razón —Jungkook se levantó con entusiasmo—. Tienes que descrestar a ese señor y hacerlo arrepentirse de no haberte encontrado desde mucho antes. Maldita sea, esto es muy bueno —De alguna manera, el pelinegro lucía más feliz que él mismo—. ¿Por qué no me habías dicho? ¡Taehyung!
—Supongo que no había tenido oportunidad —se excusó, pero luego estaba siendo levantado por los aires en un apretado abrazo de oso mientras la sobrecarga de emoción buscaba su escape fuera del cuerpo de Jungkook a toda costa.
—¡Esto es genial! —El pelinegro lo soltó y luego apretó sus mejillas hasta hacerlo gimotear—. Hemos hablado de esto un millar de veces y se está haciendo realidad. No puedo creerlo. ¿Es un sueño? A ver, golpéame.
—Uh, no creo que sea bueno hacerlo...
Jungkook mordió su labio para reprimir una honda sonrisa. El agarre sobre las mejillas del peligris se tornó más delicado, hasta desvanecerse; sus brazos rodearon al chico en un abrazo, y Taehyung realmente se sobresaltó por el gesto.
—En serio. Lo siento por meter mi cabeza en el agua y no darme cuenta de nada. Solo estaba pensando en mí.
—Está bien —repitió Taehyung separándose—. De verdad, no importa. Estás trabajando duro para la competencia y las pruebas. No voy a interferir en eso.
Nadie dijo nada por largos segundos. Jungkook no estaba seguro de poder expresar lo que sentía, de todas maneras, porque estaba tan agradecido de que Taehyung entendiera que nunca se sintió tan afortunado de tener a alguien a su lado como en esos momentos. Alguien que sí lo comprendiera y lo acompañara en el camino hacia sus sueños.
—¿Qué pasa? —murmuró el peligris con recelo, sentándose en la cama para poner un poco de distancia entre ellos—. ¿Por qué me miras así?
—¿Así cómo?
—Así como... —Con los ojos brillantes, como si escondieran un millar de estrellas, como si no le alcanzara el cuerpo para contener todas sus emociones, como si observaran algo adorado y precioso; una mirada que lo hacía estremecerse y derretirse por dentro, con una extraña calidez en su estómago—. Raro.
Jungkook sonrió aún más si era posible y se acercó lentamente a él. Esa estúpida sonrisa hizo que Taehyung entrara en pánico unos segundos; los suaves labios de Jungkook sobre los suyos lo hicieron sentirse conmocionado. Su espalda tocó el colchón cuando Jungkook se inclinó hacia él, demandando tomar más de ese beso. Todas las emociones de repente se sentían amplificadas, y Taehyung no podía recordar cuándo se había sentido tan nervioso.
—Esto es tan... no-tú —murmuró Jungkook al separarse; sus labios hinchados y brillantes.
—¿Cómo no-yo? —preguntó él, o al menos eso creía. No estaba seguro de estar razonando debidamente.
—Actúas tan tímido y rezagado. Antes perfectamente patearías mis bolas después de besarme y aun así decir "me gustó".
—B-Bueno... Para ser honestos, siento que ya lo he dicho todo —susurró—. Todo lo que sentía y pienso. Me siento abierto como un libro y terriblemente vulnerable cuando estoy frente a ti. Yo solo... ya no tengo nada que esconder, como que... solo estoy esperando que me hagas mierda.
—¿Hacerte...? ¿Por qué crees eso?
—Nada personal; es un efecto colateral de tener mis sentimientos bajo llave por mucho tiempo. Solo espero el momento en el que tenga que guardar todo de nuevo, pero te aseguro que no es tu culpa.
Jungkook se quedó observándolo por un largo rato antes de estirar su mano para buscar la de Taehyung y llevarlas ambas hasta donde pudieran verlas. El capitán del equipo de baloncesto vio el contraste de su piel contra la del pelinegro y tomó una honda respiración, tal vez pensando que así podría controlarse, porque no había un motivo para estar tan agitado como se sentía; como si no fuera eso suficiente ya, Jungkook se inclinó y besó sus nudillos. Taehyung sintió un dinosaurio jugando twister en su estómago.
—No guardes nada, no tienes por qué hacerlo; no quiero darte razones para ello —musitó Jungkook en voz baja, riéndose al final—. Eres tan raro. Me gusta. Me gusta porque eres tú.
Taehyung pensó en las palabras de Eunha. Simplemente pídele que sea...
No. No era el momento.
—¿Crees que puedas ir a la competencia del martes? —El pelinegro cambió de tema, dado que Taehyung estaba muy ocupado observando sus manos juntas como para responder.
—No lo creo. Le estuve preguntando al entrenador Kim, pero dijo que le preguntara al director, y el director no fue muy comprensivo —farfulló—. Dijo que no podía saltarme las clases solo porque quería.
—Es la última competencia. Ni siquiera irá todo el equipo. Oficialmente qué mierda.
—Nada de eso. Esté o no esté allí, vas a dar lo mejor de ti, ¿está bien?
Jungkook lo miró y asintió unos segundos más tarde. Solo esperaba que lo mejor de él fuera suficiente.
[♥]
—¿No irás a la escuela?
Su madre se detuvo a medio caminar cuando lo vio en su cama esa mañana a pesar de que en menos de media hora comenzarían las clases. Taehyung respingó por la sorpresa y no dijo nada por unos segundos, pero luego simplemente negó.
—No.
—¿Y se puede saber por qué no irás a la escuela? —Han Woo dejó de luchar con su arete y giró para verlo. Ahora, ellos eran medianamente un poco más cercanos, o al menos la comunicación entre los dos había mejorado un montón, pero su madre seguía siendo su madre, y así como era ella, no le hacía gracia saber que quería faltar a clase.
—Yo... Hoy es la competencia de Jungkook. Yo le pedí permiso al director de ir con el equipo de natación, pero él dijo que no, y dijo que si intentaba escapar estaría en problemas. Entonces no iré a clase —murmuró a modo de explicación—. Iré al complejo acuático de Seúl, lo veré competir, y regresaré a casa.
Han Woo suspiró. No era una mala idea, de hecho era muy inteligente, pero era inaceptable. Ella no podía recordar ni una sola vez que hubiera faltado a clases para encontrarse con su esposo; mucho menos él.
—¿Te saltarás las clases solo para verlo competir? —preguntó con las manos en las caderas. Sonaba absurdo. Ridículo. Desesperado.
Taehyung viró la mirada al regalo de Jungkook, el cual había dejado sobre su escritorio, envuelto en papel de regalo y listo para ser entregado. La respuesta a la pregunta de su madre lo sorprendía incluso a él, pero sí, lo haría. Y pensar que eso sería algo que el Kim Taehyung del pasado definitivamente no haría, lo hacía sentirse extraño; su yo del pasado no haría tal sacrificio por nadie y sí, su yo del pasado consideraba eso como un enorme sacrificio.
—Hoy es su cumpleaños y él... ha entrenado muy duro —farfulló el peligris mirando hacia su regazo, sonriendo un poco—. Quiero estar ahí cuando tenga la medalla de oro en sus manos, y quiero ver su cara cuando eso pase. Estoy seguro de que su sonrisa no va a caber allí.
Han Woo inspiró suavemente y parpadeó. No. Definitivamente ella no entendía. Pero no iba a discutir en esos momentos.
—Vamos, te llevo. El complejo acuático está de camino al buffet.
El Complejo Acuático de Seúl era un enorme edificio de color beige que tenía una distintiva y hermosa estatua en su entrada; se trataba de un monumento en el que seis mujeres nadadoras hacían una figura hexagonal, con un inscrito que Taehyung no se tomó la molestia de leer.
Vio el auto de su madre alejándose y aferró la maleta a sus espaldas, en donde solo llevaba el álbum de fotos, el mismo que había cuidado como si su vida dependiera de ello. Sabía que había llegado exageradamente temprano, pero no estaba seguro de que lo dejaran entrar al edificio así como si nada, así que, él esperaría al equipo de natación y entraría con ellos. Incluso si tenía que arrodillarse frente a Seokjin.
Solo... esperaba no tener que hacer eso.
La pequeña Ban que la escuela había dispuesto para el transporte de los chicos llegó al menos cuarenta minutos después. Decir "los chicos" era francamente una exageración, también; solo bajó el entrenador Seokjin, Mingyu, seis chicas —y que a simple vista lucían como de primer año—, y Jungkook.
Al verlo allí, la expresión del pelinegro fue todo un poema. Confusión —porque ciertamente era muy miope como para ver a la distancia—, realización —cuando Taehyung se acercó—, la sorpresa, y luego la felicidad, o al menos así lo evidenciaba su sonrisa. Pero todo el dramático momento fue interrumpido por Seokjin, que ni bien al verlo dijo:
—¿Qué estás haciendo aquí, Kim?
Taehyung sonrió con inocencia. —Vine a hacer porras.
Pero el hombre no lucía muy feliz por la broma.
—Solo vas a distraerlo —declaró Seokjin, impávido—. Ódiame, pero me preocupa más mi capitán.
—Prometo que no haré nada de ruido. ¡Ni siquiera gritaré su nombre!
—No sé qué estás pensando, pero no vengo precisamente como porrista. Regresa a la escuela.
Cuando el hombre estaba por partir hacia la puerta del gran complejo, y Taehyung estaba a punto de a) ponerse a llorar y b) saltarle la espalda a su profesor y ejecutar un comportamiento agresivo, la voz de Jungkook se alzó.
—Entrenador Kim, por favor —dijo—. Él ya vino hasta aquí. ¿Por qué no deja que se quede?
Y luego Seokjin estaba viendo ojos de cachorro en todos lados, porque incluso Mingyu les siguió la trilla a los dos capitanes. Vencido, Seokjin dejó salir un suspiro cargado de fastidio; de todas formas, su conciencia como profesor no lo dejaría tranquilo si dejaba que uno de sus estudiantes regresara a clase (o a su casa, como fuera) solo, sin supervisión alguna, desde tan lejos.
—Muy bien, vamos.
Taehyung celebró silenciosamente y caminó junto a Jungkook por los pasillos del complejo, siguiendo las indicaciones del personal. Ellos se miraron, sonriendo con complicidad; el peligris estaba nervioso, de alguna manera: encontrarse en los vestidores antes de una competencia no era ni de cerca tan emocionante como vivir en carne propia la presión del momento. Taehyung estiró un poco su mano para tomar la de Jungkook y darle un poco de apoyo, pero ni bien rozados sus meñiques, el entrenador Seokjin apretó sus hombros desde atrás con doloroso cariño.
—Ustedes dos. Separaditos.
El complejo tenía una amplia zona de casilleros general, para todas las escuelas inscritas. La tensión en el lugar era un poco obvia, incluso para Taehyung; ¿cómo era posible que los dejaran a todos en un mismo cuarto? Si se tratara de un partido de baloncesto, Taehyung estaba seguro que a esas alturas estaría agarrando por los hombros a Jackson para que no le partiera la cara a alguien del equipo contrario.
Pero allí las cosas eran distintas, aunque Jungkook tratase a toda costa de meter las narices en su casillero y sus asuntos, se le escapaban algunas miraditas de reojo hacia la escuela de Ye Ran, esa que tenía un ridículo uniforme blanco demasiado ostentoso como su nombre.
—¿Son rivales frecuentes? —preguntó Taehyung en un susurro, recostándose contra los casilleros. Mingyu rodó los ojos.
—Tengo pesadillas con ellos.
—¿Y ese tipo que está junto al capitán? Detestable —murmuró Jungkook bajo su aliento—. Es tan tramposo. Sé que fue culpa suya que descalificaran a Jaehyun el año pasado.
—¿Uh?
—Sí. Jaehyun se lanzó a la piscina antes del sonido del silbato, así que fue descalificado. Pero todos escuchamos un maldito silbato en las gradas, solo que no era el oficial —señaló Mingyu—. Y había tanta gente que nunca supimos quién fue.
—Fue un enorme problema —corroboró Jungkook—. Incluso el entrenador Seokjin se indignó; jamás lo había escuchado hablar tan rápido, mierda, parecía rapear —Mingyu estuvo de acuerdo con un asentimiento—. Así que este año todas las competencias se realizaron a puerta cerrada, sin público.
Taehyung entrecerró los ojos en dirección al aludido; tenía su cabello en un corte de hongo bastante inocente para su carita malvada. No lo odiaba antes, pero de repente sí. Sus extrañas miradas lo hicieron inquietarse, la clase de sospecha que te genera un malandro acercándose a ti en una calle vacía a medianoche. Verlo solo le traía malos presentimientos.
—Qué mierda.
—Sí. ¿Guardarás eso aquí? —preguntó Jungkook, refiriéndose a la maleta que tenía a sus espaldas. Taehyung abrió los ojos con sorpresa, habiendo olvidado ese pequeño detalle. Y ese muy enorme pequeño detalle.
—¡Diablos! Feliz cumpleaños —se apresuró a decir, riéndose de sí mismo—. Perdón. Había planeado todo y en mi cabeza todo era perfecto, pero practicando mi monólogo para convencer al entrenador Seokjin olvidé todo. Ya ves, esto de las excusas no es algo innato; todo es trabajado.
—¿Oh? —Jungkook alzó las cejas, mientras veía al peligris forcejeando con su maleta para sacar algo—. No necesitas disculparte. —En realidad no estaba ofendido o algo así. Esa mañana, ni siquiera podía recordar que era su cumpleaños, estaba demasiado ocupado pensando en la competencia; solo hasta que Daejin entró al cuarto en la mañana con una algarabía y un cupcake que tenía enterrada una minúscula vela, se enteró de que cumplía dieciocho años.
—Este es mi regalo. No es nada particularmente genial, pero... —Taehyung le tendió lo que a simple vista parecía una caja y Jungkook la miró con sospecha, agitándola para ver si sonaba y lanzándose a abrirla en cuanto confirmó que no sonaba—. ¡Pero no lo abras aún! En tu casa. Cuando tengas tiempo.
—¿Qué? —Mingyu metió la cucharada, casi interponiéndose entre ambos—-. ¿Cómo puedes ser tan cruel? ¿Lo harás esperar tanto tiempo? Harás que se muera de la intriga. Yo no podría dejar de pensar en eso. Déjame verlo a mí.
—No. Diablos —Taehyung se llevó una mano a la frente—. No era mi intención. Debes concentrarte. Devuélvemelo. Ugh. No, eso sería grosero. Bueno, puedes mirarlo. Ay. Pero matarías la sorpresa. Yo...
—Está bien, Taehyung —Jungkook sonrió y le dio un apretón en el hombro—. Soy muy paciente. Puedo esperar.
Lo guardó dentro de su maletín, asegurándose de no maltratarlo o dañarlo, y luego hizo lo mismo con la maleta vacía de Taehyung.
—¿Entonces no me dejarás verlo? —Mingyu parpadeó, viendo la puerta del casillero siendo literalmente cerrada en sus narices.
—Chicos —El entrenador de Seokjin los llamó—. Calentamiento. Ahora.
Sonrían <3
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