Canción en multimedia: Magic Shop - BTS 🎵🎶
Jungkook no tenía apetito, pero de todas formas masticó lentamente su bocado de pasta mientras veía fijamente la canasta de panecillos frente a él como si las perfectas rodajas de pan de ajo fueran de las cosas más interesantes que había visto alguna vez en su vida.
La tranquilidad del lugar se le hizo tan inquietante y escalofriante que no podía hacer más que encogerse en su sitio. Las aguas mansas significaban cosas malas para él. En su casa, comer en silencio era indicativo de una guerra campal que estallaría en cualquier momento; sin embargo, no estaba seguro de que las cosas funcionaran igual en ese lugar.
Miró a Taehyung. El chico enterraba su tenedor en la pasta penne* que Han Woo había traído para el almuerzo, mientras la mujer, con una expresión impenetrable, se servía con mucho cuidado un poco de vino en la copa de cristal. Nadie decía nada. Ellos estaban ignorando deliberadamente lo que había ocurrido tan solo unos minutos antes.
—Entonces, Jungkook, ¿dices que tienes diecisiete años? —Han Woo carraspeó y le miró; Jungkook ni siquiera podía sostenerle la mirada, porque esa mujer lucía como si pudiera tragarlo en cualquier momento y vomitarlo después—. ¿También perteneces al equipo de baloncesto?
—No —respondió luchando por lucir un poco menos aterrorizado—. Prefiero la natación. Pero... el baloncesto está bien.
—¿Y qué planeas hacer cuando te gradúes? —inquirió la mujer—. ¿Estás interesado en entrar a la universidad?
No era una pregunta de cortesía. De hecho, aquello se sentía como un terrible interrogatorio, apenas iban en la segunda pregunta y él ya había olvidado su nombre.
—Mamá —Taehyung la interrumpió—. ¿Podrías pasarme los penes, por favor?
—¿Los...?
—¡Panes! ¡Quise decir panes! ¡Ugh! —Taehyung cubrió su cara y literalmente gritó hacia sus manos, vencido por la frustración—. ¡Al menos podrías decir algo, mamá!
—Bueno, ¿y qué se supone que deba hacer? —replicó Han Woo crispada hasta la última pestaña y, para ser honestos, Jungkook no pudo evitar sentirse mejor, incluso aliviado. Ah, gritos. Su pan de cada día en casa. Era algo con lo que podía lidiar. —Sabía que estabas escondiendo algo, pero no pensé que fuera descubrirlo tan rápido. Y... de esta manera.
—¿Y por eso tienes que someternos a esta tortura? —alargó Taehyung en un tono lastimero—. Escucha, mamá, ni siquiera puedo decir que no es lo que parece porque definitivamente es lo que parece pero... no es como, todo lo que parece, ¿me entiendes?
Su madre alzó una ceja y le miró de una manera inquisidora, haciendo que Taehyung mirara a su regazo con un poco de vergüenza. Sí, ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez que su madre le había visto la manguera, así que estaba bastante mortificado.
—¿Desde hace cuánto sales con mi hijo? —Han Woo giró hacia Jungkook.
—No estamos saliendo. —Se apresuraron a decir ambos, como si la sola idea los aterrara.
—¿Esto es consensuado?
—Uhm, defina eso. A veces solo quiero ver películas, como hoy, y de repente puf, Taehyung está...
—Oh, por favor, que no puedas controlarte no quiere decir que...
—Nuh-uh. Esto no hubiera pasado si tú no...
—¿Ahora es mi culpa? Hijo de... —Taehyung cerró la boca y miró a su mamá, quien le devolvía una mirada mortífera. Política de cero groserías en casa. Cierto. Pero él estaba tan frustrado; no sabía cómo más sentirse. ¿Asustado? Maldita sea, sí. Su mamá prefería las muertes lentas y dolorosas, algo así como que la venganza es un plato que se come frío. Él no podía evitar sentirse inquieto mientras Han Woo escaneaba una y otra vez a Jungkook, como si su cabeza estuviera poniendo en orden todas y cada una de las evidencias encontradas.
Primero: Jungkook es un chico. En caso de que no sea obvio. Pero conociéndola, no estaría sorprendido si amablemente le pidiera que se deshiciera de sus pantalones para corroborarlo.
Segundo: chico o no, ellos estaban profanando su sala. Ellos estaban teniendo un momento. Taehyung pensó que por fin habían llegado a algo. Y luego su madre había decidido que era un buen momento para llegar con el almuerzo.
Tercero: el factor confianza. Han Woo aún no podía decidir si esa era la palabra correcta. Quizá algo más congruente con la situación sería la palabra «atención». Ese pequeño pedazo de su corazón, ese pedacito un poco marchito que se llamaba «maternidad», dolió un poco. Tal vez si ella hubiera estado un poco más atenta a su hijo, las cosas habrían sido distintas.
Cuarto: ambos lucían aterrorizados. Ni siquiera podían mirarse entre ellos. Pero le causaba tanta curiosidad ese chico, Jungkook. Cualquiera, tal vez, habría salido corriendo y hubiese dejado a Taehyung encartado con ese lío. Conociendo a su hijo, estaba segura de que las maravillas que hablaba de ella eran más del género de terror y menos del género de fantasía. Y pese a todo, ese chico estaba allí. Decidió quedarse.
—Mamá, por favor no llames a sus padres —murmuró Taehyung y solo entonces el pelinegro le miró entre la sorpresa y el horror, como si la idea ni siquiera se le hubiera cruzado por la cabeza. Su padre se volvería loco, con toda certeza. El hombre ni siquiera podía concebir que a su hijo le gustase un deporte en donde todos los hombres llevaban un insignificante traje de baño de una sola pieza. Definitivamente no iba a estar feliz.
Han Woo juntó sus manos y miró sus nudillos entrelazados por unos segundos, mientras una batalla interna entre su lado materno y lado ético-laboral se libraba. Era un menor de edad —pese a todo, ella debería llamar a sus padres—, pero ellos no estaban haciendo... nada ilegal. Aunque la legislación pasaba como créditos finales de una película por su cabeza, ni siquiera halló una razón para retenerlos allí.
—Creo que deberías irte a tu casa, de todas maneras —sugirió levantándose de la menta tan tensa que Taehyung podía ver los músculos de su cuello sobresaliendo, justo como cuando regresaba de una audiencia después de perder el caso—. Taehyung y yo debemos hablar.
Han Woo tomó su copa de vino y se la empinó como si se tratara de una vulgar botella de cerveza, antes de dejar la sala a pasos rápidos. Jungkook miró al peligris una vez que ambos se quedaron solos.
—No me mires así —murmuró Jungkook después de un rato. Los platos de comida seguían en la mesa, casi intactos, pero ahora estaban fríos.
—¿Así cómo?
—Así como maldita-sea-no-se-te-ocurra-dejarme-con-esta-mujer-bajo-el-mismo-techo.
—Entonces vete —replicó Taehyung con voz aguda, un poco a la defensiva, todos y cada uno de sus muros alzados—. Supongo que es lo mejor, ya que ahora estamos jodidos, pero no solo jodidos, sino muy jodidos. O al menos yo lo estoy. Tú puedes simplemente irte y yo me quedaré aquí empacando maletas para un puto convento en el Himalaya.
El tenedor apuñaló —tal cual— el plato y la pasta tuvo una cruel muerte, al menos hasta que el suave toque de Jungkook sobre su mano lo hizo detenerse.
—También estoy asustado —susurró el pelinegro, inclinándose hacia él. Pero era el tipo de miedo que sientes antes de tomar una decisión, y esa decisión era: ¿qué harían ahora? —Si la única solución a esto es que dejemos de vernos, entonces...
—No —dijo Taehyung apresuradamente, un poco asustado—. Era en serio lo que dije... antes de que mamá llegara. Sacas lo mejor de mí, Jeon Jungkook, ¿por qué te querría lejos?
Aunque sabía que no era el momento adecuado, el pelinegro no pudo evitar sonreír hasta que sus mejillas dolieron. Él simplemente se inclinó y besó a Taehyung, como si ellos de verdad no estuvieran en un terrible lío.
—Me gustas, Kim Taehyung.
—Sí, eso ya lo escuché. Será mejor que me ayudes a empacar y me escribas cartas cuando esté en ese convento, así tal vez te crea.
—No se me da muy bien escribir, pero puedo invitarte a la fiesta de Taemin al finalizar el verano, antes de que te lleven al Himalaya.
—Si es que sobrevivo hoy —Taehyung movió su cabeza, señalando las habitaciones, donde seguro su madre le esperaba—. Yo... tengo que hablar con ella. Creo que ahora sí debes irte.
—¿Estarás bien? —Jungkook titubeó en levantarse, un poco angustiado—. Al menos envíame un mensaje cuando termines.
—Sí, idiota, no tienes que actuar como mi madr...
—Taehyung.
—Quiero decir, sí. Está bien, lo haré.
[♥]
El mensaje de Taehyung no tenía muchos detalles a decir verdad. Nada más allá de un «no quiero hablar de eso». Su poco descriptivo relato no hizo nada por amansar esa fiera sensación de paranoia en su estómago. Parecería absurdo, pero ni siquiera podía mirar a su mamá sin sentir que su subconsciente terminaría por contarle todo de un solo tirón. Tal vez era la mirada inquisidora de su madre, como si ella de antemano supiera que estaba escondiendo algo, o tal vez era que simplemente él estaba actuando más raro de lo normal, pero Jungkook ni siquiera podía notarlo.
Las últimas dos semanas del verano pasaron en un parpadeo, sin mucha acción fuera del cómodo sofá de la sala. La idea de regresar a la escuela cada vez pesaba más, y con esta venía una serie de pensamientos que creaban una tormenta en su cabeza: las fases finales de las competencias, el examen de admisión a la universidad, exámenes finales y, como cereza del pastel, la graduación. Cuatro meses que serían los últimos de su vida escolar. Oye, eso era una patada en los huevos. Una en cámara lenta.
—¿Habrá alcohol en la fiesta? —preguntó su padre cuando estaba por salir.
—Uhm, noup —respondió Jungkook con una sonrisa que no dejaba ver sus dientes. Eso no era algo de lo que pudiera estar seguro. Incluso si Taemin decidiera solo repartir un par de gaseosas, alguien se encargaría de llevar alcohol. Jungkook estaba al tanto de que no debía acercarse a esa creación diabólica.
A decir verdad, después de lo ocurrido en la última fiesta, no estaba muy interesado por ir. Solo habían dos cosas que lo motivaban: una era el estar con sus amigos; estando en una fase de depresión pre-graduación, quería pasar tanto tiempo con ellos como fuera posible. Dos: Taehyung. Él dijo que estaría allí.
No era la gran cosa —al menos no debería serlo—. Solo era una reunión del grupo de baile, con un poco de música, y algunos invitados —otros colados—. Hoseok estaba allí, así como Momo; su lesión estaba curada y ellos habían algo así como formalizado su relación en el verano —nada oficial, pero Jungkook asumía que eso había pasado al verles tan juntos. Se preguntó entonces qué tan producente era una relación el último año de escuela. Es decir, ellos se graduarían y tal vez no volverían a verse, tal vez cada uno iría a una punta del planeta; incluso si lo hicieran, ¿qué tan bueno era tener una relación a distancia? Eso no se escuchaba muy cool.
Esas interrogantes lo hicieron pensar en Taehyung, y él sabía que no debía pensar tanto en el chico, pero le era inevitable no hacerlo. Los minutos pasaban y el peligris no aparecía por ningún lado.
—Oye, Kook, ¡estás muy distraído! —se quejó Mingyu pasando pesadamente un brazo por sus hombros—. ¿Quieres un poco? —Le tendió una botella de cerveza a medio tomar y sonrió de forma tonta—. No le digas a Taemin que Minho le dijo a Jaehyun que le dijo a Yugyeom que me dijo a mí que había cerveza en la bodega. ¡Shh!
Tal vez no debió aceptar, pero había un pesado nudo en su garganta que quería salir y él necesitaba desahogarse. Mejor hacerlo ebrio y olvidarlo todo mañana.
[♥]
—Taehyuuuung⁓
Escaparse de su casa no fue tarea fácil.
—Taehyuuuuuuuuuuuung⁓
Pero más difícil parecía ser escapar del tipo risueño que venía en su dirección. Estaba borracho, seguramente, y mientras veía a todo ese montón de gente sudorosa y apretujada, Taehyung comenzó a preguntarse si el castigo por escapar iba a valer la pena.
—Yugyeom, hola —Pese a todo tenía que saludar—. ¿Sabes dónde está Jungkook?
—¡Sí! Él está aquí —El castaño señaló su propio pecho y sonrió—. En mi corazón⁓
La estridente carcajada del chico hizo que Taehyung retrocediera un poco, pero Yugyeom tomó su brazo y lo arrastró por toda la sala hasta un cerrado círculo de chicos ruidosos y lloriqueantes. Le costó un poco entender lo que estaba pasando, pero el pequeño grupo de amigos parecía estar inmerso en lo que lucía como una escena sacada de una despedida de soltero. Minghao estaba en la mitad de todos ellos, contando una triste anécdota o algo así cuando Yugyeom vanagloriosamente lo interrumpió para decir:
—Miren a quién traje, es Taehyungcito —canturreó—. Lo vi solito así que lo adopté. Vamos a tratarlo bien, amigos.
—Hey, no lo trates como a un perro —replicó alguien más y, para fortuna de Taehyung, se trataba de Jungkook, quien por supuesto se veía mucho más lúcido que todos allí—. Siéntate aquí y juega con nosotros.
El peligris aceptó, aunque un poco a regañadientes. No veía a Hoseok por ningún lado así que, entre estar solo como un hongo y estar con una manada de lamentables sujetos, pues esto no sonaba tan mal.
—Esto funciona así. Tú cuentas una historia triste, y bebes de la botella para pasar las penas —indicó Jungkook con una sonrisa enorme. Taehyung frunció el ceño y lo detalló unos segundos. Sus ojos brillantes, su risa sin sentido, su sonrisa inquebrantable... Demonios, estaba tan borracho como los demás.
—Luego, yo contaré una historia triste —dijo Mingyu—. Y todos vamos a beber para pasar la pena.
—Así que el chiste es beber —murmuró Taehyung con una ceja arriba.
—Shh, está bien, Taehyungcito —Jungkook pasó un brazo por encima de sus hombros y lo acercó a su cuerpo—. No tienes que hacerlo. De todas formas, estoy seguro de que no podrías, está bien, está bien.
El peligris se zarandeó para zafarse de su agarre y lo picó con su dedo índice.
—Te perdono porque estás borracho, pero tú no me vas a decir qué hacer. Pásenme la jodida botella —ordenó—. Mi vida está llena de una infinita lista de desgracias.
[♥]
Las carcajadas resonaron en el pasillo como el eco de una cueva y ambos sisearon con desesperación, solo para echarse a reír otra vez. Las llaves cayeron de las manos de Taehyung varias veces, pero entre la oscuridad, las risitas y el piso moviéndose un lado a otro, abrir la puerta fue un completo desafío. Era chistoso, porque él jodidamente no podía recordar cómo habían llegado, o qué había pasado antes.
—Me siento triste por el perro de Jaehyun —alargó Taehyung con un puchero, pero su cara duró apenas unos segundos, porque la risa volvió a él—. Pero demonios, quiero dejar de reírme, ¿por qué no puedo dejar de reírme?
—Porque estamos borrachos, muy borrachos —declaró Jungkook recostándose sobre él—. Gracias por dejarme quedar en tu casa. Mamá me mataría si me ve así.
—Shhhhh —siseó el peligris con un dedo sobre los labios ajenos—. Yo no estoy borracho. Solo bebí... un poco, pero puedo manejarlo. Shhhhhhhhhhh. Mamá no puede saberlo tampoco.
—Tu mamá es sexy.
—Y tú eres un idiota. Vamos a mi cuarto. —Un poco entre trompicones y golpes, ellos lograron cerrar la puerta de la habitación del mayor antes de reventar en carcajadas otra vez. Jungkook se dejó caer en la cama como si fuera el dueño del lugar y Taehyung le siguió, demasiado cansados como para deshacerse de su ropa o darse una —necesitada— ducha.
—¡Ow! —exclamó Jungkook al golpear su cabeza contra la cabecera.
—Shhhhh. ¿Puedes morirte en silencio? No puedes despertar a mamá. Ay, Son Goku, no debí haber tomado tanto. Ugh, ¿por qué te mueves tanto? —En la oscuridad, Taehyung no podía ver nada más allá de lo que los tenues rayos de la luna reflejaban.
—¿Duh? Me gusta dormir sin ropa.
—Ew, no hagas eso.
—Lo siento, pero ese es mi más grande y oscuro secreto. Ya lo sabes todo, Kim Taehyung. ¿Qué hay de ti? —Aunque no podía verlo con claridad, Jungkook giró la cabeza para mirarlo—. ¿Cuál es tu más grande secreto?
Taehyung lo pensó. De verdad, él utilizó las últimas dos neuronas que no estaban saturadas de alcohol y meditó por largos minutos la respuesta. Una respuesta que estaba allí, flotando en el aire, y solo por si acaso, él agitó la mano frente a él, con miedo a que de verdad estuviera allí. Pero no. Él solo estaba muy borracho, y era irónico el darse cuenta de que solo borracho podría decir "su más grande y oscuro secreto".
—Uhm, yo creo que estoy enamorado de ti —susurró.
Pero no hubo respuesta. Pasó una eternidad y cuando Taehyung decidió que Jungkook estaba dormido, escuchó:
—¿Es en serio?
—Sabes, pensándolo bien, no es bueno tomar este tipo de decisiones estando ebrio —balbuceó Taehyung rápidamente, torpe y nervioso—. Es decir, ¿por qué lo estaría? Eres un idiota y...
La mano de Jungkook se cerró bruscamente sobre su mandíbula e hizo que su cabeza girara para verle. Él se inclinó y se quedó así un largo rato, simplemente mirándole, antes de presionar sus labios en un muy ebrio beso.
—Yo también. Maldición. No lo arruines, Kim.
Disculpen, olvidé quitar la vieja nota al final del capítulo. No habrá en esta historia un especial del Sujin, si bien aún no decido si subirlo aparte como un spin-off. No olviden sonreír ❤️
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