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18 - {I}






—¿Qué les parece si contamos otra vez?

—Muy buena idea —corroboró Yoongi, pero Seokjin colocó una mano sobre el fajo de billetes mientras sonreía.

—Lo siento, pero contar otra vez no hará que cambie el resultado, Namjoon-ah —dijo con un tono arrogante y victorioso. El moreno bajó los hombros, resignado. La decimosexta es la vendida, dicen por ahí.

—Si es así... Oficialmente, el lavado de autos recaudó más dinero —declaró el profesor de literatura acomodando sus gafas. Allí se iba su sueldo del mes.

—Esto no es válido —rezongó Yoongi cruzando sus brazos—. Tu capitán no participó en la actividad, es como si el equipo entero no hubiera participado. ¿Sabes lo que pasa cuando un capitán no llega al encuentro? Eso es una bochornosa situación. ¡Deshonor! ¡Deshonor sobre toda tu familia! ¡Deshonrado tú, deshonrada tu vaca!

—Si ya has terminado con Mulan... —murmuró Seokjin—. Jungkook estaba lesionado. ¿O acaso lo olvidaste? Se torció la muñeca.

—Se torció la muñeca —repitió el pelinegro con una voz más aguda mientras rodaba los ojos—. Dime qué retrasado se cae de la cama y se tuerce la muñeca. Es más, dime qué retrasado cree en eso. Claramente, tu capitán no quería ser partícipe del striptease que montaron ayer, así que esto no es justo.

Picando el hombro de Seokjin para enfatizar su punto, Yoongi dejó que su queja final pesara sobre sus dos compañeros antes de retirarse de la sala de profesores. Aquel viernes había sido pesado, pero por fin llegaba la hora de la práctica y desquitaría su molestia con el equipo de baloncesto. Tenía que prepararlos muy bien para la visita de la escuela de Incheon, tenían que concentrarse y centrarse; ellos no podían tener la cabeza en las nubes con las regionales a la vuelta de la esquina. Sobre todo su capitán.

Cuando llegó al coliseo, le tranquilizó un poco encontrar a la gran mayoría del equipo allí, esperándole, bonitos y gorditos, inocentes muchachos a los que hoy haría sudar hasta que sus células escupieran la última molécula de agua. Alguien tenía que lidiar con su mal genio. Ventajas de ser un profesor.



[♥]



—Entrenador, ¿tiene un minuto?

Yoongi nunca había visto a su capitán tan nervioso, ni siquiera antes de un partido importante. Su frente estaba perlada en sudor por la práctica que recién había llegado a su fin, pero por su mirada angustiada parecía que estaba por darle la peor noticia de su vida y, ciertamente, Yoongi tenía una larga lista de tragedias aguardando.

—Claro —Descruzó sus brazos y colocó su mano en el hombro del menor mientras los demás miembros del equipo se dispersaban, guiándolo hacia las gradas.

Ambos se sentaron en silencio, y Taehyung jugó ansiosamente con sus dedos mientras buscaba las palabras correctas para preguntar, porque, demonios, no había pensado en otra persona a quien consultar, pero no dejaba de ser vergonzoso.

—Mmm... Lamento tomarme tanta confianza, pero... ¿usted ha tenido sexo? —preguntó en voz baja. Yoongi adivinó por dónde iba la cosa.

—Sí —respondió tranquilamente.

—Uh, así como, ¿ese tipo de sexo? ¿Por detrás? —titubeó, solo para confirmar. Su entrenador le dio una sonrisa despiadada y de repente Taehyung decidió que hubiera sido mejor preguntarle a Jimin. Si tan solo no estuviera molesto con él.

—Soy de mente abierta, Tae.

—O-Okay —El peligris tragó y se removió en el asiento, incapaz de mirar a otro lugar que no fuera el suelo, donde sentía que había caído su dignidad—. Y..., uh, ¿duele?

Yoongi ladeó una sonrisa. 

—Como un infierno —contestó—. Mucho.

—¿C-Cuánto mucho?

—En la escala de uno a diez... sientes que vas a partirte en dos, como si te tomara Hulk por cada pierna y te estirara hasta desmembrarte, y vas a llorar como una pequeña nena mientras te cuestionas por qué la vida es así contigo y restaurarás tus posturas heterosexuales. Ah, y tal vez sangres —añadió—. Un poco.

Taehyung le miró con ojos grandes y aterrorizados.

—O eso dicen —terminó Yoongi con una sonrisa.

—¿Y entones.... por qué, uh, por qué lo hacen?

—Es cuestión de gustos —explicó alzándose de hombros—. Las mujeres dan a luz a bebés cabezones y nadie se está quejando.

El chico gimió indignado. Si tan solo fueran cinco miserables centímetros, pero no era así.

Yoongi entrecerró los ojos, pensando muy bien sus palabras. Quería que su capitán volviera al ruedo, al juego, recordarle sus responsabilidades en la cancha. Pero notó entonces los ojos apagados y confundidos de Taehyung. Él estaba completamente perdido, en el limbo; parecía que lo último que necesitaba era un regaño, cuando lo único que buscaba era un poco de orientación. Hasta hace unas semanas, Taehyung podía decir con total seguridad que era heterosexual y ahora estaba considerando esa descabellada idea experimental.

Porque eso era, básicamente, el trato. Su relación. Más o menos un experimento de ensayo y error. No era secreto para nadie que los ensayos siempre terminaban en errores garrafales.

—Sabes, no eres menos hombre por tener un pene en el culo —Sí, Min Yoongi no conocía la palabra rodeos, y sentía la necesidad de intervenir—. Y tampoco si te gusta. Quizá no te guste, y qué importa; confías en Jungkook para hacérselo saber, ¿verdad?

Taehyung obvió el hermoso mensaje de motivación y palideció un poco.

—¿Jung...kook? ¿Q-Quién habló de Jungkook?

¡Y quién habló de él! ¡Preguntaba por propósitos académicos nada más!

—No puedes engañarme ahora, así que no lo intentes —Yoongi le dio una palmadita en la cabeza mientras negaba—. Como sea. Solo te diré una cosa. Tendremos un encuentro amistoso con Incheon el lunes y el otro lunes será nuestro primer partido para los regionales. Procura usar mucho lubricante, porque si veo que cojeas por el síndrome del culo-partido, tendrás dos horas de entrenamiento físico y flexibilidad de los miembros inferiores. ¿Está bien?

—¡N-No está bien!

—Sí, cariño, la vida es así de injusta —Se levantó para dar por concluida su plática—. Recuerda que mañana sábado tendremos un último entrenamiento antes de Incheon, a las ocho. No faltes.



[♥]



Ese viernes por la tarde, el sonido de su manzana de Adán bajando una y otra vez era lo único que parecía escucharse en su habitación. Taehyung estaba petrificado frente a la computadora, tratando de absorber toda la información que el endemoniado Internet tenía para él sin sufrir un colapso nervioso. Si prestaba atención, podía escuchar a su trasero quejándose por las decisiones que había tomado.

Cuando la puerta de su habitación se abrió de improviso, Taehyung cerró su laptop tan rápido como su propio cuerpo se lo permitió, pero ni siquiera Flash podría haber despistado a su madre. Ella lo miró con recelo desde el umbral de la puerta, allí, todo sonrojado y sulfurado, y sus ojos enfocaron la computadora antes de que torciera el gesto con molestia.

—Kim Taehyung —pronunció Han Woo—. ¿Qué porquerías estás viendo? Sabes que en esta casa está terminantemente prohibido ese tipo de cosas —parloteó haciendo sonar sus tacones mientras se adentraba en la habitación; eran poco más de las siete de la noche y ella aún lucía impecable y prolija—. Déjame ver —ordenó señalando la computadora.

Taehyung negó mientras se abrazaba a su pequeña portátil, sintiendo absoluto terror. Los duros ojos de su madre le acribillaban y le reprochaban.

—No estoy viendo nada de porquerías —se quejó. ¿Pero cómo le iba a decir a su madre acerca de lo que veía? Su hijo estaba leyendo páginas muy gays e información que solo hacía que su culo se apretara, el sueño de toda abogada.

—Déjame ver —El castaño vio su futuro en la NBA yéndose a la basura cuando Han Woo le arrebató el objeto en cuestión. Solo pudo cubrirse la cara mientras la vergüenza se hacía paso y sus mejores dotes escénicos salían a la luz porque necesitaría una buena excusa para explicar qué era todo eso—. ¿Colon sigmoideo? ¿Enema? —leyó ella en voz alta—. ¿Qué es esto? ¿Acaso por fin deseas seguir los pasos de tu padre?

Taehyung cerró la boca, su excusa acerca de alienígenas abduciéndolo y lavando su cerebro de repente sin importancia. Miró a su madre. ¿Ella hablaba en serio? Al parecer sus dos maestrías y tres doctorados o lo que fueran no le aportaban nada a su instinto materno.

—S-Sí —balbuceó incrédulo—. Mi padre. Sí. Medicina, claro. Eso mismo. Sí.

Antes de soltar la sopa y delatarse como siempre hacía cuando entraba en pánico, tomó la computadora devuelta y cerró todo con rapidez mientras su madre hinchaba el pecho con orgullo. Al fin su hijo comenzaba a escucharle. Solo tenía que lograr que quitara esa horrible foto de la pequeña Sun Li y podrían convivir en paz.

—¿Qué pasa? —preguntó Taehyung llamando su atención. Su mirada de desprecio dejó el portarretrato en la mesa de noche y regresó al peligris.

—Jisoo y su madre nos invitaron a almorzar mañana en la tarde; tal vez nos quedemos hasta la noche.

—¡No! —Casi gritó Taehyung. Él tenía un acuerdo con Jungkook. Por más que quisiera postergar su encuentro, debía mantener su palabra. ¿Qué sería de un capitán sin palabra?

—¿No?

—No —repitió en voz baja, jugando con sus manos de forma nerviosa—. Y-Yo... pues, verás, estoy molesto con Jisoo. Sí. Ella es... mala, cruel, egoísta. No sabes cómo me tortura en la escuela y lo peor, mamá —La miró con la mano en el pecho, francamente decepcionado—, es que todo es psicológico. No hay pruebas o evidencias, es como un fantasma. La veo en mis pesadillas, en mis peores pesadillas. Ella es como... Doctor Strange. ¿Ese hace algo con la mente? Bueno, no importa. La cuestión aquí es que necesito una orden de alejamiento. No puedo verla. No puedo ir contigo. Ve sin mi mamá. Sálvate.

Han Woo miró a su hijo, que ahora fingía estar muerto sobre la cama, y se preguntó qué había hecho mal.

—Les diré entonces que vengan —declaró—. Si tantos problemas tienes con Jisoo, será mejor que los arreglemos cuanto antes. Las llamaré.

Taehyung abrió uno de sus ojos y se encontró solo en la habitación. ¿Por qué todo lo que hacía le salía mal?

—¡Mamá! —Se levantó apresurado de su cama, casi tropezándose con su propio desorden mientras seguía la menuda figura de su madre por el pasillo.

—Ahora no, Taehyung.

—No me siento muy bien, en serio —intentó—. No quiero salir, pero... ¡Quiero estar contigo! —exclamó en medio de la desesperación y la mirada incrédula de su madre le hizo saber que necesitaría una verdadera justificación para eso—. Sí. Eso. Podemos comer... tú y yo. Solos.

—Jisoo es una buena chica, tal vez solo quiere disculparse.

—Disculpada. Ahora, ¿por qué no comemos aquí?

—Sabes que no me gusta cocinar. —Pero ella estaba cediendo, al menos.

—Podemos pedir comida —sugirió Taehyung jugando con sus dedos. Más parecía un estudiante rogándole a su profesor.

Han Woo hizo una mueca mientras sopesaba la idea y después de unos cuantos segundos suspiró.

—Tendré que llamar a la señora Choi para que lave los platos —accedió. Taehyung sufrió un ataque al corazón cuando la vio sacar el celular.

—¡No! —Jungkook llegaría después del almuerzo. Él no quería que la viejita que alguna vez fue su niñera estuviera allí presente cuando... eso—. Yo los lavaré. —Madre Santa, sin duda estaba desesperado.

—Muy bien, Kim Taehyung, ¿qué estás pensando hacer en mi ausencia? —La mujer se cruzó de brazos, ciertamente sorprendida por la repentina actitud colaborativa de su hijo. ¿Taehyung lavando los platos? Ella sabía cuán vanidoso era su hijo cuando se trataba de sus manos. Hablaba siempre sobre ser modelo Gucci y que cuando sostuviera el balón para las fotos de las revistas sus manos tenían que estar impecables. Algo muy de él.

—¿Yo? Nada... Soy un niño bueno.

Con esos ojos de cachorro y ese puchero, Han Woo casi le creyó. Casi.

—No nací ayer, bebé —musitó dándole unas palmaditas; el cinismo del gesto hizo que Taehyung se estremeciera—. No importa que esté en el buffet. Me enteraré si traes a una chica y si eso pasa, te prometo que pasarás las vacaciones con tu abuelo en Daegu. Y más te vale que dejes los platos brillantes —añadió como amenaza final y Taehyung solo pudo respirar aliviado cuando quedó solo en el pasillo.

Aunque su alivio, por supuesto, no pareció durar mucho.

El sábado llegó rápido, demasiado rápido.

Taehyung abrió la puerta del apartamento con un suspiro de cansancio luego de aquella extenuante práctica. Se le hizo raro notar que estaba todo a oscuras, teniendo en cuenta que apenas eran las once de la mañana; las cortinas estaban cerradas y había un par de vasos en la mesa ratona entre el sofá en L y el televisor.

—Llegas temprano.

Respingó al escuchar la voz de su madre y logró divisar su cabellera castaña en el sillón individual, dándole la espalda. Avanzando unos cuantos pasos se dio cuenta de que en su mano sostenía una botella de cristal.

—Tú también, mamá —Saludó con un casto asentimiento. Han Woo no le miró; sus ojos muertos estaban fijos en el whisky que se meneaba dentro de la botella conforme al movimiento de su mano.

—Quiero saber por qué.

—Mmm, mamá, sabes que la práctica es hasta las diez.

Eso pareció llamar la atención de su madre, que se irguió para observarle.

—¿De verdad prefieres esas estúpidas prácticas antes que hacer tus deberes o leer algún libro? —murmuró con doloroso desdén. Colocó la barbilla en su mano, escaneando su desaliñado atuendo y haciendo un pequeño mohín ante lo que veía.

El menor apartó la mirada mientras frotaba su brazo izquierdo con la mano. Qué problema. ¿Cuándo había sido la última vez que tuvo que lidiar con una situación así? Odiaba cuando su mamá estaba rozando la embriaguez, porque eso significaba cuestionamientos hostiles y una permanente mirada en desacuerdo que sobria se vería obligada a esconder.

—No es estúpido —soltó su hijo con indignación. Se movió hacia las cortinas para abrirlas, descubriendo entonces la foto en el regazo de su madre—. Esto que haces sí. Emborracharte mientras lloras por el recuerdo de mi padre es lo más estúpido que puedes hacer.

Se la arrebató de las manos con brusquedad, ganándose una mirada asesina por parte de la mujer, quien no dudó en brincar para recuperarla. No obstante, Taehyung fue más rápido y la mantuvo lejos de su alcance.

—Deja la botella, mamá —le pidió en un murmuro. Ambos ojos caobas se miraban con determinación y molestia.

—Mira cómo te pones por ese equipito —dijo Han Woo con altanería—. ¿Cuándo el director se dará cuenta de que es una pérdida de dinero y tiempo? —La expresión de Taehyung fue lo único que ella necesitó para soltar una corta carcajada y dar un paso hacia atrás mientras bebía de boca a botella. Él era tan transparente que incluso sin poderes telepáticos podía leerlo.

—No es gracioso —farfulló él.

—Lo es para mí. Taehyung —Le miró ladeando la cabeza—, te lo he dicho. ¿A dónde piensas llegar sudando como un perro detrás de un balón naranja? ¿Realmente crees que puedes llegar a ser alguien reconocido, alguien famoso siquiera?

Taehyung sacudió la cabeza, entrando en modo defensa de inmediato. Cuando su madre se ponía en ese plan lo mejor era ignorarla. Colocó, sin responder, la foto de su padre en el mueble del televisor.

—Tonto —bufó ella—. La respuesta es no. Quizá termines como el marginado de tu adorado entrenador Min, gruñón y desagraciado. ¿Ya has pensado qué vas a estudiar cuando termines? Ahora que el equipo va a desaparecer deberías estar sopesando otra opción aparte de deportes.

—No voy a cambiar de opinión solo porque tú lo pidas —murmuró el peligris bajando la mirada—. Quiero jugar baloncesto, quiero brillar en las canchas, mamá...

Han Woo rodó los ojos con fastidio. Allí estaba otra vez esa faceta sentimentalista que tanto odiaba de su hijo; Taehyung era demasiado ingenuo como para entender que eso no era así de fácil. A veces pasión, compromiso y ganas no eran suficientes.

Bebió de la botella otra vez. Sus mejillas ya estaban rojas por tanto alcohol, pero su resistencia era tal que apenas y sentía los estragos.

—Estudia algo que te dé de comer —espetó—. El baloncesto es... Una estupidez. Mira, ni siquiera eres tan bueno.

Taehyung apretó los puños con furia y se giró para encararle.

—Si has asistido a dos de mis juegos ha sido demasiado —le recordó; sus palabras desbordaban rencor.

—Sí, y también suficiente y una pérdida de tiempo, si me preguntas —Ella se acercó a pasos lentos con un ademán de desdén. Sus tacones repiqueteaban en la madera de la sala y su tibia mano acunó el rostro de Taehyung, teniendo que alzar la cabeza para verle a los ojos—. Hijo, sabes que todo lo que digo y hago es por tu bien. Puedo costearte cualquier otra carrera. Medicina, derecho... Piénsalo bien, ¿sí, cariño?

Se empinó para darle un casto beso en la frente, dejando allí la marca de su labial. Tomó un poco de whisky cuando se separó y luego dejó caer la botella al suelo, la cual se redujo a pequeños pedazos con un estrépito. Los zapatos de Taehyung se humedecieron con el alcohol, pero ni siquiera tuvo oportunidad de quejarse.

Vio la fina espalda de su madre alejarse por el pasillo, apenas tambaleándose. Miró los cristales en el suelo y sonrió con tristeza al notar que su corazón también estaba hecho añicos. Él no necesitaba que su madre costeara caras carreras; solo necesitaba su apoyo.




Almorzar con su mamá no fue divertido. Han Woo siempre estaba chateando con su celular o se levantaba para responder una llamada tras otra. Tal vez, en algún momento ella fue una dedicada madre, pero seguro que con la muerte de su esposo terminó refugiándose en el trabajo y no tenía tiempo para prestarle la debida atención a un chiquillo mocoso que estaba obsesionado con un balón de basket que su papá le había regalado porque era lo único que tenía de él.

Al final, Taehyung terminó sentado solo en la mesa porque Han Woo tenía que regresar al trabajo para resolver algunos asuntos antes de la reunión. Nada nuevo.

La creciente molestia no hizo nada para apaciguar los nervios en su estómago. Lavar los platos —y partir un vaso— no fue de gran ayuda para ello, pero cuando terminó pudo darse un merecido baño.

Después de horas, por fin limpió el desastre de cristales y alcohol en la sala. Su madre lo había dejado allí a propósito; así de cínica era. Cuando terminó se dejó caer al suelo, viéndose superado por la situación. Perseguir sus sueños, de un tiempo para acá, se estaba convirtiendo en una tarea imposible. A puertas de la universidad, poco a poco la realidad absorbía todos los recuerdos que tenía de un pequeño Taehyung observando con ojos fascinados los partidos de baloncesto que pasaban por la televisión. Lo que hasta el momento habían sido aspiraciones, se convertían lentamente en una efímera ilusión.

Por eso debía impedir que el equipo de baloncesto desapareciera. Debía ganar los campeonatos próximos, esforzarse al máximo y demostrarle a su madre que sus palabras eran basura. Y si para lograrlo tenía que competir codo a codo con Jeon Jungkook, lo haría.

Entonces, sonó el timbre.



Últimamente me siento tan mal que leer sus comentarios es de las pocas cosas que me alegra. Es sorprendente cómo uno dice "okay no está pasando nada" "okay mi responsabilidad es estudiar" y lo haces y todo e igual... pues las notas se ven afectadas. Les envío fuerzas desde aquí, faitin 

Canción de multimedia: Even If I die, it's you - Taejin

No olviden sonreír~


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