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17




El lunes por la mañana, todo parecía normal para Jungkook. Excepto por las clásicas decoraciones con corazones porque se acercaba el día de San Valentín.

Sus compañeros del equipo lo molestaron un poco por haberse lastimado el pie en el grupo de baile, pero nada fuera de lo común. Podía caminar, al menos, y más importante aún, podía nadar. Él estaba en perfecto estado.

—Pueden irse a clases, antes de que suene el timbre de la primera hora —dijo el entrenador Kim dando un par de palmadas—. No olviden que esta semana tendremos nuestro lavado de autos. Traeré el mío y tendrán que dejarlo impecable, ¿de acuerdo?

¿A-Autos? Jungkook vio a todos asentir y se dio una palmada en la frente. ¡Lo había olvidado! Aunque al principio estuvo de acuerdo con la idea y todas aquellas propuestas del consejo estudiantil, ahora tal vez no estaba muy emocionado por utilizar su uniforme de natación para lavar autos frente a todos. De solo pensarlo quiso abrazarse a sí mismo.

—¡A-Ay, mi pie! —Dramáticamente, se lanzó de espaldas al suelo mientras tomaba su tobillo y giraba sobre sí de un lado a otro con una expresión de absoluto sufrimiento—. ¡Duele, duele! Lo siento, chicos, les he fallado. Yo administraré el dinero. —Abrió un ojo, esperando haber causado compasión entre sus amigos y entrenador. Solo encontró lindas caras de póquer observándole. Bueno, tal vez eso de ser dramático no le quedaba a él.

—El miércoles después de la última clase en el parqueadero, Jeon —sentenció Seokjin. Oh, él no perdería la apuesta contra Yoongi de ningún modo—. No me hagan perder contra el entrenador Min ese día.

—Tranquilo —Yugyeom colocó un pesado brazo sobre su hombro—. Te protegeremos de las fanáticas locas y como recompensa, tendré una buena tarde de Play en tu casa. Espero que compres comida.

—No te invité a mi casa —replicó Jungkook con un mohín. Todos se dispersaban ya hacia la primera hora de clase y ahora los dos caminaban lado a lado hacia su respectivo salón a tener una muy motivadora clase de literatura.

—Me estoy invitando, es lo que hacen los mejores amigos. Le avisaré a Mingyu para que lleve sus controles. Y comida —repitió el castaño—. Creo que tengo hambre. Uhm, ¿a quién puedo robarle comida? Oh, mira. ¡Youngjae!

Jungkook vio a su amigo alejándose por el pasillo al tiempo que veía a Hoseok caminando junto a Taehyung en la dirección contraria. Pero solo fue eso, verlo, porque sin duda el peligris ni siquiera miró en su dirección. Comenzaba a creer que a ese cabeza hueca no le habían enseñado modales en casa.

—Taehyung —Lo llamó antes de poder cerrar su bocaza. El par de amigos se giró hacia él, tal vez igual de sorprendidos. Se tomó un par de segundos en hablar y cuando lo hizo, estuvo muy decepcionado de sí mismo—. H-Hoy tenemos práctica de teatro.

—Sí, lo sé —dijo Taehyung con obviedad—. Mañana también.

Unos segundos después, él había retomado su camino, así sin más.

El pelinegro soltó una risa nasal. Ser "cuidadosos" no implica ser ignorado, no para Jungkook.

Con un bufido, se dio la vuelta y su cuerpo chocó con otro por la fuerza de su movimiento. De inmediato, sus manos volaron para sostener a la chica que ahora le miraba sorprendida y risueña.

—Lo siento, Eunha —se apresuró a decir el pelinegro, asegurándose de que ella no tuviera ni un rasguño—. No te vi.

—Tranquilo, Jungkookie, solo venía a preguntarte cómo estabas. Con tu pie —aclaró la pelinegra—. El entrenador Kim me dijo que te habías lastimado mientras bailabas.

—Estoy bien, uh, gracias por preguntar.

La chica asintió y miró a todos lados, no sabiendo qué más decir. Aún no habían arreglado las cosas y eso era muy incómodo, así que sin duda la escena era bastante torpe.

—Tu vestuario está listo para la obra —dijo Eunha al final—. Por favor no faltes a la práctica.

Jungkook asintió fervientemente y la observó irse. Lucía algo... decepcionada.



[♥]



—Esto... Esto no estaba en el libreto —exhaló Taehyung, trastrabillando hasta que su trasero cayó en una de las sillas del salón—. Dijiste que practicaríamos la obra. En realidad me la creí.

—Nop, le dije a Jisoo que practicaríamos, no dije qué íbamos a practicar —replicó el pelinegro acercándose a él, pero Taehyung hizo una magnífica cobra y negó varias veces.

¡Todos los clubes estaban en pleno jaleo! Que el profesor Namjoon finalizara la práctica antes de lo previsto no quería decir que Jisoo —ella en especial— ya no estuviera por allí.

—Dijiste que seríamos más cuidadosos —le recordó y Jungkook miró a su alrededor.

—Estamos siendo cuidadosos. Cerré la puerta, estamos solos —No encontrando mejores argumentos que esos, volvió a inclinarse hasta que su boca estaba otra vez en la de Taehyung, como si llevaran días sin verse porque, de hecho, así se sentía.

—¡Jungkook! —Taehyung llevaba huyendo de él dos días completos. Ni siquiera disimulaba; él de verdad corría en la otra dirección cada vez que lo veía—. ¿Qué eres, un perro de cruza? ¡Cálmate!

Sus labios dolieron cuando se separó, y es que el peligris no fue precisamente amable al morderlo. Como un niño regañado, Jungkook hizo pucheros y se recostó en el pupitre tras él, berrinchudo.

—Gracias —Taehyung pudo respirar aire que no oliera a la colonia del otro capitán por fin y se aseguró de que sus pulmones atesoraran ese tesoro antes de que ese chico estuviera sobre él otra vez.

—Entonces, ¿qué pasa? —preguntó el pelinegro cruzando sus brazos—. Pensé que estábamos bien después de, uh, lo que ocurrió en mi casa. Pero desde el lunes solo... huyes. Incluso en la práctica de ayer. Quiero decir, estamos bien, ¿no?

—No pasa nada. Es solo que... Hoseok no me habla. Es decir, sí me habla —se corrigió—, pero no me habla... O sea, Hoseok no es Hoseok... Bien, sí es Hoseok pero...

—¿Él está actuando raro?

El peligris hizo una mueca. Básicamente, ese era un buen resumen de lo que pasaba con su amigo. Aunque Hoseok había dicho que todo estaba en orden y que entre ellos no cambiaría nada, lo cierto era que todo estaba lejos de regresar a la normalidad.

—Tenemos que poner... límites —dijo Taehyung despacio—. No deberíamos buscarnos aquí en la escuela. Podemos vernos en mi casa —se apresuró a decir al ver cómo Jungkook jugaba con su lengua—. Es decir, mamá nunca está, así que...

—Límites —repitió el otro capitán con un bufido y luego se enderezó, sonriendo de una manera sardónica y aterradora—. Perfecto, límites. Tienes razón.

Él arregló su cabello y el dobladillo de sus mangas. Taehyung realmente no sabía si debía decir algo o si ya había metido la pata lo suficiente. ¿Siquiera la había metido? Fuera cual fuera la respuesta, pues ahora Jungkook no lucía muy feliz.

—Nos vemos otro día, capitán. Tal vez mañana. Feliz San Valentín adelantado.



[♥]



"Aún no tengo el valor para decirte lo que siento. Estar frente a ti hace que mis piernas tiemblen y hablar se me olvide. Tus ojos. Tus ojos son..."

Taehyung torció el gesto con desagrado y dejó aquella carta en la pila junto a las demás, deseando no volver a verla. Dioses. Tan cursi. No había manera de que algo tan vomitivo saliera de su boca nunca.

—¿Cómo es que la gente escribe este tipo de cosas sin morir de vergüenza propia?

—Taehyung —Jisoo palmeó su espalda, negando—. No seas tan poco empático. Imagina. Quieres darle un obsequio a tu amor platónico, pero cada vez que está cerca mueres de los nervios y haces el ridículo. ¡Imagina! Aquí es cuando aparecemos nosotros. Compras una rosa, o una caja de chocolate, o ambas, por un muy módico precio, por supuesto, y además, puedes enviar un mensaje anónimo. ¡Y nosotros se lo entregamos por ti! No hay identidades reveladas y la seguridad de nuestros clientes queda garantizada.

—Bazofia —Taehyung parpadeó—. Te enviaste una rosa en primer año. A ti misma. Pidiendo que te la entregaran de rodillas mientras besaban tu mano.

—Casi garantizada —se corrigió—. Qué cotilla eres.

—No haré esto —declaró Taehyung en un resoplido. Los demás, atareados con cajas de chocolates y ramos de rosas, se detuvieron una fracción de segundo para mirarlo—. ¡Quiero decir! Puedo manejar el dinero o qué sé yo.

Ugh. San Valentín. Apresuradas decoraciones de corazones que durarían una eternidad, hasta que se desprendieran por sí mismas o alguien tuviera la energía suficiente para quitarlas. Sin mencionar, por supuesto, que este año le tocaba a equipo de baloncesto entregar las rosas y chocolates que los enamorados enviaban anónimamente.... O autoenviaban. Poner a sus chicos a recitar esas ridículas cartas de amor estaba masacrando su orgullo y su ego. El último sobre todas las cosas.

—Taehyung —Jisoo puso las manos en sus caderas—. ¡Lo prometiste!

—Sí, mira, la gente promete muchas cosas. Toki prometió que se quedaría conmigo y mira, me traicionó. Desagradecido.

—¿Quién es Toki? —preguntó Jisoo arrugando la nariz.

—Mi conejo. Estaba en casa de los abuelos pero cuando volví en vacaciones me dijeron que había escapado. No confíes en la gente, Jisoo.

—Lo más tétrico de todo es que no sé si te refieres al conejo o a tus abuelos.

—Exacto.

—Taehyung —La pelinegra bajó los hombros—. Dijiste que repartirías esos chocolates. ¡Hay muchos esperando!

—¿Era hoy? —Taehyung rio nerviosamente—. Uy, mira la hora. Debo ir a la práctica; el entrenador debe...

—Apostó contra el entrenador Seokjin a que ganaría más dinero —señaló Jisoo alzando las cejas—. Por el bien del equipo, claro. Vamos, Taehyung —suplicó—. Cuanto más rápido empieces, más rápido terminarás.

El peligris gimoteó fastidiado. En la ventana, como pequeños ratones, se asomaban algunas cabezas tratando de vislumbrar lo que había en el salón. Mientras Jennie estaba en la puerta, sentada en el bonito puesto que el equipo de baloncesto —y Jisoo— habían construido, entregando los chocolates de los valientes que habían decidido confesar su amor cara a cara, había dos gorilas con esmoquin, gafas y un intercomunicador haciendo las veces de guardias. Bueno, solo eran Kai y Chanyeol con audífonos negros debido a la falta de presupuesto, pero funcionaba.

El timbre que finalizaba el receso dispersó a los estudiantes. También anunciaba el comienzo de su tortura/trabajo.

—Respira, Taehyung-ssi —Jisoo colocó las manos en sus hombros, como un entrenador lo haría con su boxeador—. Se acercan las regionales y tú vas a conseguir ese dinero, ¿no es así? —El peligris asintió fervientemente y ella le dio dos palmaditas en la mejilla—. Bien, eso es, ese es mi muchacho. Ve y hazme orgullosa.

El peligris se estiró por una de las tantas hojas de pedidos que había en el escritorio. Sin embargo, la chica se las arrebató con una sonrisa y en cambio le tendió otra.

—Esta es la tuya. ¡Yo llevaré los chocolates!




[♥]




—Jeon Jungkook —El profesor Namjoon llamó su nombre cuando ingresó al salón. Por su cara resignada y fastidiada, seguramente estaba harto de la apropiada celebración de San Valentín—. El Consejo te necesita para discutir la actividad de tu equipo.

Yugyeom se levantó de su silla con un brinco.

—¡Me ofrezco como voluntario!

—Tú te quedas.

No esperando una segunda orden, Jungkook dejó su sitio y abandonó el salón; afuera le esperaba Park Jimin, aunque en el momento recitaba un par de instrucciones a dos chicos del equipo de baloncesto, quienes sostenían una cantidad abominable de rosas y cajitas de chocolates. Aunque no se escuchaba como un castigo medieval, seguramente el capitán del equipo y su ego estarían siendo torturados. ¡Él! ¡Entregar unas insulsas rosas! Oh, Jungkook podía imaginarlo y la verdad la imagen lo hacía sonreír un poco.

—El entrenador Kim no espera —apremió Jimin, cabeceando—. Jisoo y Rosé no estarán con nosotros. ¡Prefieren a acompañar al equipo a repartir rosas! —se quejó el chico; Jungkook no estaba seguro de que estuviera hablando con él, pero aun así asintió—. Ni siquiera entiendo por qué. Jisoo solo se quejará de los hombres reales, mientras Rosé se quejará de que nadie le envió rosas. Por cierto, ¿le enviaste una rosa a Eunha?

El pelinegro respingó un poco.

Mierda, no.

Ni siquiera se le pasó por la mente.

—No lo hiciste —Jimin no esperó a su respuesta.

—Las cosas están tensas —resolvió decir rascándose la nuca. Y lo peor de todo es que aquello era su culpa.

Jimin no dijo nada más y ambos marcharon al salón, donde les esperaba el entrenador Kim. La entrada del salón estaba bloqueada por el stand con floridos corazones y angelitos, donde Jennie contaba diligentemente el dinero. El interior estaba atiborrado con rosas sobras las mesas, cajitas de chocolates apiladas, chicos con hojas en sus manos y otros chicos entrando en desesperación. Aun así, al menos con el equipo de natación, las directivas seguían siendo tan cabeciduras como al principio: apenas les habían otorgado cuatro horas para su actividad; todos tendrían que trabajar como hormigas si querían lograr algo en tan poco tiempo.

—¡Sí! —Una exclamación entusiasmada interrumpió la pequeña reunión. Al salón ingresaron Jisoo y Taehyung, seguidos por Rosé. El chico sonreía abiertamente hacia su lista, mientras maniobraba con el espejo sobre ella—. ¡Ya he entregado tres pedidos! Son más de los que pensé que lograría.

—Y aun así no he recibido nada —alargó Rosé en un quejido fastidiado.

—No te preocupes por eso —replicó Jisoo—. Ellos no pueden dar ni siquiera el mínimo; no esperes chocolates y rosas. Si tan solo los hombres reales no fueran... como los reales.

—Morirás sola —declaró Taehyung. Y lo peor es que nadie objetó a eso.

El peligris se congeló una fracción de segundo al ver a Jungkook allí. El pelinegro recostó su mejilla contra la palma de la mano y solo sonrió suavemente. La conversación del día anterior pesó sobre ellos y Taehyung decidió que su lista era mucho más interesante, sin duda mucho más interesante.

—¿Solo tres pedidos? —Jimin giró hacia ellos, sorprendido.

—Eso vendría siendo culpa de Taehyung —señaló Jisoo bajando sus hombros.

—No podía dejar que ese chico cometiera el error de confesarle su amor a esa chica —respondió el peligris a la defensiva—. Ella se veía sospechosamente tierna e inocente.

Chicas. Esos seres capaces de sangrar durante más de tres días sin morir eran algo con lo que no tenía que meterse. Seres desalmados, crueles y sin corazón. Allí podía ver a su máximo exponente: Kim Jisoo.

—Como sea, agarra más chocolates —ordenó Taehyung como el capitán de un barco. Su siguiente entrega era en el salón...

Un momento.

No era un salón.

La montaña había venido hacia Mahoma.

—Uhm... Jeon Jungkook —farfulló Taehyung deseando, bueno, dar media vuelta y evitar aquella vergüenza.

—¿Sí? —El chico volvió a sonreír. Allí estaba ese gesto demoniaco.

¡Un momento! Él solo estaba entregando un obsequio de algún admirador anónimo que decidió ponerlo en aprietos. Quizá Eunha o quizá alguna esperanzada chica. ¡No es como si él estuviera entregando eso por voluntad propia!

Ah, maldición, él iba a entrar en pánico.

—Toma —Básicamente estrelló una rosa en su pecho, manteniéndolo allí, a un brazo de distancia o él iba a sucumbir frente a los nervios—. Te envían eso. Uh, con un mensaje. Espera.

"Aún no tengo el valor para decirte lo que siento. Estar..."

Oh, maldición. No podía ser cierto eso.

—¿Qué? —Jungkook alzó una ceja, como retándolo a hacer esa locura.

—"Aún no tengo el valor para decirte lo que siento" —empezó después de un carraspeo, aunque las náuseas lo hicieron detenerse un momento—. "Estar frente a ti hace que mis piernas tiemblen y..."

—¿Y? —Él seguía sonriendo, burlándose. No parecía importarle que estuviera frente a todo su salón.

—Ya está, no puedo —Taehyung bajó sus hombros, resoplando—. ¿Pagaste por esto? Vil animal.

—Yo no he pagado por nada —respondió Jungkook—. Pero continua; hasta me estoy divirtiendo.

—Oh, claro. Un segundo. Voy por mi nariz de payaso —dijo, rebuscando en sus bolsillos con afán. Casualmente encontró su dedo del medio y se lo enseñó.

—Dios mío, me siento tan agredido...

—Como sea —Taehyung rodó los ojos, de regreso a su preciada hoja. Solo que la lista de sorpresas no acababa allí. El siguiente era Park Jimin. Vaya casualidad. Y lejos de tratarse de una simple entrega, esta tenía que ser una broma. Tal vez la parte de las peticiones debía replantearse el otro año, porque, demonios, ¿estaba leyendo lo que creía que estaba leyendo? —Jimin.

—¡Oh! —El chico sonrió como un ángel—. ¡Es mi turno ahora! Qué coincidencia.

—Sí, y maldición, cuando dices... y cito: una rosa, una caja de chocolates, y un beso —El peligris carraspeó—. ¿Exactamente a qué te refieres?

—A eso.

Taehyung boqueó varias veces, no sabiendo muy bien qué decir. Miró a Jisoo y esta se alzó de hombros, así que volvió su mirada hacia el susodicho, riendo nerviosamente.

—Jimin, no puedo besarte.

—¿Por qué no? —replicó Jimin con arrogancia—. Las reglas son pagar y nada de exhibicionismo. Cumplo con todos los requisitos.

—Porque... eres hombre —respondió Taehyung con lentitud. Pero sabía que esa no era la razón. Su mirada fue hasta Jungkook, quien ahora miraba con interés lo que pasaba. Jimin siguió su mirada y sonrió.

—Pagaré el doble —se corrigió—. Puedo seguir, Taehyung, le robé la mesada a Jisoo. ¿El triple? Muy bien, que sea el triple. ¿Aceptas? 


La esencia de Capitanes y su trama seguirán siendo las mismas. Las ediciones que hice en las escenas son para arreglar el hilo conductor y el cambio en los juegos de palabras es para, como escritora de la obra, no rayar en lo explícito. El stand desaparece porque cuando lo escribí no había escuchado la película hasta ese momento (mucho menos del libro si es que tiene).

Sin más que añadir, no olviden sonreír~ 🤗❤️

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