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07




—¿A Jeon Jungkook como Jeon Jungkook, o no tan Jeon Jungkook?

—¿Hay otro en la escuela?

—¡¿Cómo puedes confundir mi contacto con el suyo?! —exclamó Taehyung.

—Bueno, yo... Es decir, te agendé como Capitán... y como él aceptó actuar hace poco, intercambiamos números, así que lo agendé como Capitán porque..., bueno, supongo que los confundí, pero...

Taehyung la miró a los ojos con una expresión mortificada en el rostro. Aquello tenía que ser un chiste o una mala jugada de la vida, que justo algo tan vergonzoso como esa foto cayera en manos de Jungkook.

—¿La enviaste anoche? —Jisoo asintió—. ¿Y no respondió?

Ella sacudió la cabeza y Taehyung suspiró. Tal vez por primera vez los dioses estaban de su lado y Jungkook no notó que se trataba de él. Oh, quizá, en estos momentos se estaban imprimiendo mil copias de esa horrible foto.

—Piensa en cómo podemos borrar esa foto. Mientras yo me vea tan ridículo como el tipo de Toy Story, Jeon no puede tenerla.

—Eunha —dijo Jisoo, chasqueando los dedos—. Seguimos en clase. Jungkook no debería utilizar su celular. Podemos decirle a Eunha que consiga el teléfono de Jungkook y lo desbloquee antes, o...

—O podemos tirar su celular al agua.

Ambos Kim se miraron considerando seriamente la idea, pero luego la descartaron.

—Está bien. Ve a buscar a Eunha —prosiguió Taehyung—. Si eso no funciona, yo iré a los vestuarios y veré si el teléfono de Jungkook está allí.

Fue así como Taehyung terminó en la piscina. Una vez allí dentro se movió como una serpiente hasta el casillero de Jungkook, en donde comenzó toda esa locura. Hacía semanas había dejado el sostén de Jung Dawon en la maleta del chico y se le escapó una risita de solo recordarlo... Luego hizo una mueca al recordar también la cachetada que la hermana de Hoseok le había dado. Pero valió la pena.

Bueno, ahora tenía que hacer algo más sencillo y eso era buscar su celular. No podía ser tan difícil, ¿verdad?

Abrió la maleta negra con rapidez y empezó a esculcar dentro de ella. Encontró lápices, papeles, exámenes, libros, cuadernos, basura, un hobbit, una nueva entrada a Narnia y la cura contra un virus mortal, pero el celular no estaba.

Con un quejido de fastidio probó en los bolsillos más pequeños, donde halló una que otra carta de alguna admiradora que quedó olvidada en ese basurero. Bah, por favor, Jeon ni siquiera es tan atractivo...

¡Un momento! Todas las maletas tenían un bolsillo secreto o algo así. Con una sonrisa esperanzada en la cara, Taehyung palpó la parte inferior de la maleta y soltó una exclamación de alegría cuando dio con una cremallera. Cuando lo abrió, sin embargo, encontró otra cosa. Condones.

—Pillo. Luciendo tan inocente y eres todo un cerdo, Jeon.

Comenzó a desesperarse cuando sus resultados fueron infructuosos. Es que ya podía verlo, podía hacerse una idea de todo. Su foto impresa y fotocopiada pegada en cada pasillo de la escuela, siendo el hazmerreír de todos; su vida social estaría arruinada, perdería a todos sus amigos, se condenaría a la inanición en su habitación, su madre se hartaría de él y lo botaría de la casa, terminaría en una calle sucia y desolada, moriría y lo abrirían para sacarle sus órganos y luego lo dejarían tirado en un adén.

Mejor que se apurara a hacer su testamento.



—¡Taehyung! ¡Buenas noticias!

Jisoo se apresuró a llegar hasta los vestuarios y se dedicó a buscarlo entre las filas de casilleros cuando no recibió respuesta ante el llamado. Después de largos minutos buscando, lo encontró meciéndose en posición fetal en el suelo mientras repetía una y otra vez frases ininteligibles.

Ella se agachó para zarandearlo y llamar su atención. El chico solo miraba fijamente hacia la nada y no parecía en aquel mundo. Lucía perturbado, como si hubiera visto diecisiete llamadas perdidas de su madre.

—¡Taehyung, vamos!

—Déjame, Jisoo. Sálvate tú.

—¿De qué hablas?

—Jisoo —Taehyung lloriqueó—, ¿crees que en el cementerio me permitan poner una lápida que lleve por nombre vida social de Kim Taehyung?

—Escuché que el profesor Namjoon le decomisó el celular en clase a Jungkook —dijo Jisoo—. Eunha todavía puede ayudarnos a borrarla.

Como si el alma le hubiese regresado al cuerpo, Taehyung la miró con ojos grandes e ilusionados. ¡No habría ninguna muerte social!




La misión "recuperar el teléfono" seguía en pie cuando sonó el timbre de la última hora, cómo no.

Solo tenía que hablar con Eunha antes de que Jungkook pudiera reclamar su teléfono en la sala de profesores. La chica, ajena a todo lo que se venía, estaba sentada en su puesto habitual mientras escribía algo en una hoja de su cuaderno. La observaron unos segundos antes de decidir qué debían hacer, y fue entonces cuando Jisoo lo empujó en su dirección diciendo:

—¡Vamos, tigre! Convence a esa chica para que te ayude y así puedas borrar la foto —le animó en un susurro. Ella no estaría tan angustiada si no conociera a Taehyung o, más específicamente, a su madre. Si Taehyung la ponía en la lista negra de aquella mujer, podía dar por acabada su vida. Es que ya podía verlo. La expulsarían, la vetarían de las escuelas de Seúl, ninguna escuela querría aceptarla en toda Corea y entonces no podría ir a la universidad, ni ganar una beca, ni hacer intercambio en América...

Mejor que se apurara a hacer el testamento.

En el momento en el que Taehyung tropezó frente a su puesto, Eunha le miró con un respingo por la sorpresa. Ella le sonrió con incomodidad antes de volver la atención a lo que hacía, pensando que allí acabaría todo, pero sin duda, solo acababa de empezar.

—¡Hey, Eunha! ¿Cómo estás?

Ella se tensó de inmediato. ¿Por qué querría el chico que hacía nada le había tirado encima refresco saber cómo estaba?

—Bien, seré directo —Taehyung exhaló cuando su mirada incrédula se posó en él—. Por favor consigue el celular de Jeon para borrar una foto y entonces te dejaré en paz por el resto de tu estadía en la escuela. Lo prometo.

Eunha cruzó los brazos con un mohín adornando su cara.

—¿Por qué tendría que hacerlo? Tú no has sido particularmente amable conmigo...

—No entiendes —El pelirrojo dejó caer las manos sobre la mesa con fuerza, haciéndola saltar—. Por favor. Si no me ayudas, moriré en una fría calle, desolado y sin esperanza. Dime, ¿quieres eso? ¿Lo quieres?

Eunha soltó un pequeño chillido cuando su espacio personal fue invadido por un desesperado Taehyung y se levantó con afán de la silla, dispuesta a salir del salón por un poco de aire. Sin embargo, allí estaba el chico.

—¡Eunha, por favor! —suplicó el pelirrojo pasando la puerta—. ¡No lo entiendes!

—Taehyung-ssi, necesito ir al baño. No me sigas.

—No. Ven aquí.

El metal se sintió frío contra su espalda cuando Taehyung la arrinconó contra los casilleros en un arranque de molestia. Los grandes ojos de la chica le miraban algo asustados, pero sobre todo sorprendidos. Las palabras no salían de su garganta incluso si estaba tratando de hablar, porque su cerebro se había desconectado de su lengua gracias al pelirrojo que ahora estaba prácticamente sobre ella, arrinconándola contra los casilleros en una muy incómoda posición.

—Vamos, Eunha —Taehyung sonrió ladino, apoyando el antebrazo sobre su cabeza—. No puedes ser tan malvada, ¿verdad? —Su mano derecha le peinó la mejilla con cuidado hasta terminar bajo su barbilla para así hacerla mirarlo—. Sé que puedes hacerme ese favor, linda.

—P-Pero yo no...

—Te recompensaré de la mejor manera... Si sabes a lo que me refiero.

Su guiño podría haber funcionado si tan solo no hubiese sido arrastrado hacia atrás y empujado hacia los casilleros del otro lado del pasillo. Fue en un parpadeo y cuando quiso preguntarse qué estaba pasando, se dio cuenta de que ahora era él quien estaba bajo Jungkook.

—¿Qué demonios, Kim? —Y no se veía feliz en absoluto—. ¿Estabas coqueteándole a mi chica?

Taehyung soltó una risa nasal con el brazo del pelinegro presionando duramente su cuello, lo suficiente para ser doloroso pero no para asfixiarlo.

—Tu chica casi estaba babeando por mí.

—¡No es así, tonto! —reclamó la aludida con un tono indignado, ganándose una mirada de Jungkook.

—¿Qué tal si entras al salón? —le sugirió asintiendo en dirección a la puerta—. No quiero que escuches las sandeces de este idiota...

Taehyung miró a los alrededores en busca de Jisoo, solo para no hallarla por ningún lado. Qué bien, lo había vendido.

—Qué bonito gesto, Jeon. Todo un machito alfa. Ahora, por favor, ¿podrías soltarme, animal?

El pelinegro volvió a mirarle con esa oscura expresión, aunque casi al instante esta fue sustituida por una sonrisa. Taehyung sintió que cada gramo de sus vísceras se sacudía de miedo por aquel inquietante gesto.

—Dame una razón por la cual no debo romperte la cara, Casanova.

Taehyung se removió bajo su agarre e hizo una mueca. Eso de ser presa como que no le gustaba, mucho menos cuando el cazador era Jungkook.

—Bueno, tu virginal trasero sería incapaz de golpearme. ¿Estás probando tu suerte con Eunha? Sigue intentado.

—No estoy probando nada con ella —replicó Jungkook de inmediato, algo indignado—. Ella de verdad me gusta y no deberías interesarte en lo que pase entre los dos. Además... ¿Qué tan seguro estás de que soy virgen?

La pregunta quedó en el aire por unos segundos. Jeon Jungkook era demasiado ñoño y disciplinado, así que con suerte habría visto porno una vez en su vida. Taehyung podría apostar un tatuaje en el trasero a que estaba en lo cierto.

—Los condones en tu maleta están vencidos y tienen fecha de hace un año —se burló con media sonrisa—. Eres tan virgen como el aceite de oliva. ¡Es más! Me tatuaré tu nombre en el trasero si demuestras que no lo eres.

Le apartó con una sonrisa burlona y arregló su cabello hacia atrás en un gesto arrogante. Eso es, él era Kim Taehyung y no se iba a dejar humillar por un niñito que jugaba a ser un pez. Caminaría hasta el salón como todo un rey y Jungkook no podría hacerle nada.

Solo que estaba olvidando un pequeño detalle.

La foto en el celular de Jungkook.

—Remolachas —maldijo para sí mismo, girándose. Jungkook aún le observaba desde su lugar, ceñudo, y Taehyung tuvo que armarse de fuerzas cósmicas para tragarse su orgullo—. Oye, Jeon, sé que no te agrado, pero ¿crees que podrías hacerme un pequeño favor?

—¿Qué?

—La foto que Jisoo te envió anoche. ¿Podrías borrarla? Luego puedes seguir fastidiándome. Solo... bórrala.

—Oh. —Los ojos del pelinegro se iluminaron con entendimiento y una sonrisa malvada transformó su cara; Taehyung tembló, anticipando lo peor—. ¿Ese chiquillo eres tú? Ya me parecía un poco familiar.

—Uhm, no —mintió descaradamente—. Pero si, hipotéticamente... y no digo que lo sea, fuera yo... tú, uh, igual podrías hacerme ese pequeño favor.

—Seguro —respondió Jungkook sin muchos miramientos.

—¿En serio?

—Sí —Sin embargo, el capitán del equipo de natación le observaba con un brillo de determinación en sus ojos y una sonrisa en sus finos labios—. No pensé que fuera tan importante. Solo imaginé que Jisoo se había equivocado. Veamos.

Taehyung suspiró rendido cuando el capitán sacó su teléfono. Entonces ya era demasiado tarde para siquiera intentar algo, y la expresión de Jungkook le hizo saber que eso no sería fácil.

—No sales tan mal, ¿sabes? Qué terroncito de azúcar eras —se burló el pelinegro, retrocediendo; como un imán, Taehyung caminó hacia él—. Pero ya entiendo. Esto es lo que escondes.

—Una fotito no es un gran secreto, ya sabes... —Él rodó los ojos y vio a Jungkook caminando de espaldas hacia algún salón.

—No me refería a la foto. Te aterra tanto dañar tu preciada imagen de chico malo e inalcanzable que te preocupa esta trivialidad.

—Dámela —gruñó Taehyung, abalanzándose hacia Jungkook. Si era necesario, él mismo borraría la foto.

Sin embargo, antes de siquiera llegar hasta el teléfono, el pelinegro empujó una mesa en su dirección, obstaculizando su camino y poniendo una gran defensa frente a él. Su muralla no duró mucho, pues, con el mismo impulso, Taehyung la desvió y lo siguiente que Jungkook supo es que aquel chico estaba saltando hacia él en un grito de guerra.

Ambos cayeron pesadamente al suelo y aun así el pelinegro no soltó su celular. Sus dedos se tornaron blancos por la fuerza con la que empuñaba el aparato, aunque la rodilla de Taehyung estuviese justo sobre su bíceps mientras trataba desesperadamente de abrir su mano. Jungkook lo dejó ir, sintiendo su brazo entumecido, pero para el pelirrojo ya era tarde. Necesitaba la clave.

—Desbloquéalo —exigió enfurruñado. Su cabello rojizo era un desastre y sus mejillas estaban coloreadas. Combinaban. Desde el suelo, Jungkook le miró en medio de un suspiro y sonrió lentamente.

—Claro. Pero para eso necesito... respirar —dijo—. Y, a decir verdad, es un poco difícil contigo encima.

Taehyung se miró a sí mismo con un sonido consternado dejando su garganta. Estaba prácticamente a horcajadas sobre el pecho del pelinegro y, si es que eso no era ya lo suficientemente embarazoso, no tenía planeado levantarse. Al menos no hasta obtener la clave.

—La contraseña.

—En serio pesas como una vaca muerta, Dios —gimoteó Jungkook, sin aliento—. Esto es una exageración. La borraré, ya que insistes... pero... ¿crees que puedas hacerme un favor primero? 







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