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VEINTIDÓS

VEINTIDÓS: EL CAPITÁN KIM

Una gran nube gris se divisaba en el horizonte y ambos navíos se acercaban rápidamente a ella. Inevitablemente entrarían en la tormenta.

—¿Quién es el capitán Kim? —Preguntó inmediatamente Namjoon, desde su posición lejana a la pareja.

Jeon se giró sorprendido hacia él, casi como si le impresionara el atrevimiento que había tenido para interrumpir la conversación de su superior, la capitana. No tenía idea cuál era la real relación entre ellos, no tenía idea todo lo que habían pasado juntos. Estuvo a punto de llamarle la atención, pero cuando desvió los ojos para ver a Haru se encontró con su rostro interrogante.

—Es bastante conocido por no ser muy amigable, ni siquiera con su propia tripulación.

Haru aplanó los labios mientras se cruzaba de brazos y Jungkook se dio un pequeño segundo para admirar lo adorable que se veía cuando pensaba, una pequeña fracción de tiempo en la que olvidó todo lo malo que estaba ocurriendo y en la que sintió el impulso de envolverla en sus brazos.

—Intentaré persuadirlo —concluyó la chica después de un par de segundos.

Namjoon aplanó los labios, sabiendo lo que potencialmente podría significar aquello, y volvió a su trabajo, pero Jungkook frunció el ceño y negó frenéticamente con la cabeza. La tomó suavemente por los brazos, obligándola a mirarlo a los ojos.

—¡No te dejaré en manos de ese loco, Haru! ¡Me niego a hacerlo!

Ella tragó saliva, apretando la mandíbula.

—Escucha, Jungkook, sé lo que hago —respondió con la voz endurecida y el chico se encogió en su lugar al ver los ojos color ámbar que brillaban con determinación—. Prepara a la tripulación para luchar, pero déjame a mí a Kim.

El corazón del chico se encogió. Quería negarse, no podía siquiera imaginar a Haru enfrentándose a aquel monstruo. Ella era una muchacha pequeña y delicada, ¿cómo sería capaz de luchar? Por más que intentara imaginarlo, no lo lograba.

—No quiero que te pase nada, Haru. Por favor, busquemos otra solución —le suplicó—. Déjame enfrentarlo yo.

—¡Jungkook! —Exclamó ella, tomándolo por las mejillas para que la observara atentamente a los ojos—. No serías capaz ni de matar una mosca, ambos lo sabemos. Confía en mí.

Una punzada le apuñaló el corazón. Era su ego que acababa de ser herido, pues el hecho de que la chica no confiara en sus capacidades de lucha le había hecho sentir mal. Frunció el ceño y el impulso de alejarla de su cuerpo se apoderó de él, pero al observar más allá de la cabeza de la chica se encontró con el teniente Kim, vigilando todo con una ceja alzada.

Cerró los ojos por un segundo. Quizás Haru no había tenido la intención de sonar tan dura.

—Está bien.

Ella rápidamente se alejó y tomó la espalda que el teniente había apartado para ella, y que le tendía en aquel preciso momento.

El capitán Kim ya los estaba alcanzando, lo que significaba que les quedaba poco tiempo, así que Haru se acercó a la popa y se paró sobre el borde de madera que delimitaba el navío del abismo que conducía al mar, afirmándose en una de las cuerdas que sujetaban las velas. Aquella mañana llevaba el cabello suelto y este ondeaba hacia atrás al ser golpeado por la brisa marina, dándole un aspecto más fiero y rebelde del usual.

Y es que la capitana Jang no solía involucrarse en enfrentamientos con otros capitanes, pues su gran capacidad de seducción le daba la facilidad de llevar las relaciones en paz y además le permitía adquirir información que le daba ventaja por sobre otros capitanes. No había capitán que hubiese conocido que no la hubiese deseado, aunque eso en gran parte se debía a los largos tiempos de viaje en alta mar, cosa que los hacía volverse estúpidos cuando veían a una mujer.

Ciertamente, en aquel momento, mientras observaba cómo el navío del capitán Kim se acercaba a gran rapidez, no sabía con exactitud qué era lo que iba a hacer. Sabía que siempre estaba la posibilidad de seducirlo y manipularlo, hacer algo parecido a lo que estaba haciendo con el capitán Jeon, pero de manera mucho más rápida. Nunca había tenido problemas en acostarse con alguien para lograr algo que quisiera porque siempre lograba disfrutar del sexo, pues tenía completamente claro lo que le gustaba.

Sólo había existido una vez que no había disfrutado: la primera.

Sin embargo, no podía descartar el hecho de que Kim quisiera asesinarla apenas la viera, por lo que tenía que estar preparada para luchar. Y aquel día en específico, después de lograr que Jeon la recibiera en su camarote y de haber discutido con Namjoon, lo último que pretendía era aprovechar su sensualidad al máximo.

—¡Haru! —Giró el rostro al escuchar la voz de Jungkook a su espalda—. Déjame cubrirte la espalda, al menos.

Ella lo observó desde arriba, notando cómo el chico parecía verse realmente preocupado por ella, y le regaló una sonrisa de medio lado.

—El teniente Kim me cubrirá. Eres más útil dirigiendo a tus hombres, Jungkook. Los quiero ahí apenas yo aterrice.

—¿Aterrices? —Preguntó, sin entender.

Y entonces se bajó del borde y corrió por la borda hacia la proa, donde se agarró de una de las cuerdas de iban hacia el mástil para cortarla con la espalda, provocando que su cuerpo saliese disparado hacia arriba por culpa de la tensión de la cuerda. Tuvo que agarrarse aún más fuerte para no caer a medio camino mientras su cuerpo flotaba por los aires, como si fuese tan libre como un ave.

A pesar de llevar aquel estilo de vida, jamás se había considerado libre, pues había un hecho que la aprisionaba y que a la vez la motivaba para seguir adelante. Un hecho que no le había confesado a nadie, ni siquiera a Namjoon.

Pronto notó que su plan había funcionado y que, a pesar de que la caída le había provocado un agudo dolor en el tobillo derecho, se encontraba sobre la cubierta del navío del capitán Kim, siendo observada por un montón de hombres boquiabiertos. Sostuvo con fuerza el mango de la espada y se tomó una fracción de segundo para buscar al capitán con la mirada.

No estaba por ninguna parte, por lo que dedujo que se encontraría dentro de su camarote o de su oficina.

Era un cobarde.

Por un segundo nadie se movió. Los hombres de Kim se encontraban impresionados de que su rival fuese una mujer y Haru sólo esperaba a que hubiese un pequeño movimiento en su contra para contraatacar. De pronto, el cielo oscureció y pequeñas gotas de agua comenzaron a cubrirles, dificultando un poco la visibilidad de la capitana, que apretó su agarre en el mango de su espada. Entonces un hombre dio el primer grito, abalanzándose hacia la chica, y lo siguió un segundo y un tercero. Haru contraatacó a los dos primeros, pero el tercero le golpeó el tobillo derecho, desestabilizándola y haciéndola caer al suelo mojado mientras gemía de dolor. Se encontraba en desventaja, después de todo era ella contra tres hombres que doblegaban su peso. Apretó la mandíbula mientras volvía a empuñar la espada que se le había soltado al caer.

Su cerebro tuvo que idear rápidamente la manera de sacar ventaja de la situación, pues lo más probable era que no la mataran, sino que la dejaran para la diversión colectiva de la tripulación. Y ese castigo se le hacía aún más terrible que la propia muerte. Así que tomó impulso con su mano libre y, sin aflojar el agarre en su espalda, dio un salto hacia arriba que le permitió deslizar su arma horizontalmente por el aire.

Su rostro se mojó con algo más que la lluvia, tiñéndose de color escarlata gracias a la sangre que comenzaba a brotar con ferocidad de los cuellos de los hombres que tenía al frente suyo.

No era la primera vez que asesinaba un hombre y esperaba sobrevivir al asalto al navío de Kim para que no se convirtiera en la última vez que lo hiciera. Necesitaba ajustar cuentas con urgencia.

El resto de los tripulantes del barco se quedaron un segundo observando cómo los cuerpos de sus compañeros caían al suelo, poniéndose las manos sobre el lugar donde la espada de Haru había hecho un corte limpio, como si eso fuese a impedir su muerte. Estaban asombrados, lo que molestó a la chica porque sabía que aquella conmoción era por el simple hecho de que era una mujer.

El primero en salir del trance fue un hombre que se encontraba observando en primera fila, que en medio de un grito levantó su espada y corrió en dirección a Haru. No había bajado la guardia, por lo que se encontraba lista para contraatacar al primer golpe que le dieran, pero el hombre jamás llegó a alcanzarla porque una daga se había insertado en la mitad de su pecho.

No tuvo que girarse para saber que la tripulación de Jeon ya había comenzado a invadir el barco de Kim y que aquella daga no había sido nada menos que obra de Namjoon.

—De nada —murmuró el chico a su espalda, sosteniendo ahora su sable.

Haru aplanó los labios. No tenía tiempo para bromear y menos con Namjoon, que la noche anterior había hecho algo parecido a una pataleta. Giró levemente la cabeza, sin perder la vista de la tripulación enemiga que ya se encontraba luchando contra la de Jeon, y dijo:

—No necesito que me salves.

La orden de Jungkook a su tripulación había sido clara: abrirle el paso a Jang para que pudiera enfrentarse al capitán Kim. Había recalcado que era de vital importancia que fuera ella quien luchara contra él porque algo le decía que debía obedecerle, que era lo que más le convenía. Aunque Jeon hubiese hecho cualquier cosa para complacerla, a pesar de que no se encontraba del todo de acuerdo con su petición.

—Más te vale protegerla —le había advertido a Namjoon, tomándolo por la camisa antes de que este saltara al barco de Kim.

Pero con una sonrisa él le había respondido:

—Haru no necesita que la protejan, ¿no lo entiendes? Es lo primero que debes tener en cuenta si es que quieres algo con ella.

Y se había desecho de su agarre para saltar, pues lo más importante en aquel momento era cubrir a su amiga. No necesitaba que la protegieran, pero él siempre estaría allí detrás, apoyándola.

—Vamos —le ordenó ella—. Cúbreme.

—Siempre.

Se abrieron paso entre la multitud de hombres que se habían puesto a luchar entre sí, caminando exactamente en dirección hacia el camarote del capitán. La lluvia había terminado por mojarlos a todos y las nubes cubrían el océano con una densa capa negra, por lo que rápidamente el día se había convertido en noche.

El capitán Jeon, que había sido el último en saltar, se encontraba en la proa luchando junto a sus hombres, pero no podía evitar que sus ojos de vez en cuando se desviaran hacia la chica que rápidamente se acercaba al camarote de Kim. Por un segundo sintió una punzada en el pecho que pudo identificar como envidia. Envidiaba la facilidad con la que Haru y su teniente luchaban, a la par, como si sus mentes estuvieran conectadas. Pero luego, cuando la vio hacerle una seña al hombre y finalmente ingresar dentro del camarote, sintió una profunda desesperación.

No la conocía hacía más que un par de días, pero tenía el instinto de protegerla. Quizás había sido la manera en la que lo había tratado la noche anterior. Necesitaba protegerla de todo lo malo que pudiera pasarle. Por lo que dejó su lucha a la mitad para salir corriendo hacia donde ella había desaparecido, pero la mano del teniente Kim lo frenó, sujetándolo desde el pecho.

Haru, ya dentro del camarote, se había llevado una gran sorpresa.

Estaba el capitán Kim, un hombre extremadamente guapo, de hombros anchos y labios carnosos. El cabello, no lo suficientemente largo como lo utilizaban los hombres en Joseon, sujetado por un pañuelo negro. Estaba parado en la mitad del camarote, pues Haru pudo notar que se había quedado a medio camino para llegar a la cama.

Y lo que había en la cama era lo que realmente la había sorprendido. Y más que eso, enfurecido.

Una chica de cabellos claros como el oro y ojos del color de océano se encontraba a medio vestir, y con las muñecas atadas al catre de madera. Miraba a Haru con los ojos bien abiertos, en una mezcla de terror y alivio, como si no pudiera estar completamente segura de que la chica que acababa de entrar fuera a ayudarla realmente.

—¿Y tú quién eres? —Preguntó él.

Haru volvió a levantar su espada, luego de dedicarle una última mirada a la chica que estaba petrificada sobre la cama.

—Capitán Kim —respondió, levantando el mentón—, tu barco ha sido invadido por la capitana Jang Haru.

Capitán Kim un cochino, se ponía a hacer el delicioso en medio de una pelea

PD: cada vez que escribo/leo que Nam levanta una ceja me acuerdo de esta foto JAJAJAJAJA

lo quiero mucho

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