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VEINTICUATRO

VEINTICUATRO: SANVI

La muchacha de cabellos dorados terminó de ponerse los pantalones que el capitán Jeon había separado para ella. Se sentía extraña utilizando ropa de hombre, pero era eso o andar desnuda en un barco repleto de hombres. Miró de reojo a la mujer de cabello oscuro que analizaba cada uno de sus movimientos y que la había salvado de las garras de Kim mientras intentaba desenredarse el cabello con los dedos temblorosos.

Hacía menos de una hora que todos habían regresado al barco del capitán Jeon y la capitana Jang le había pedido encarecidamente al hombre un momento a solas con la chica dentro de su camarote, el lugar que más intimidad tenía dentro del navío.

—¿Cuál es tu nombre? —Preguntó la mujer, que permanecía sentada en una de las sillas que Jeon tenía dentro del camarote.

Ella dudó un momento, pero terminó por convencerse de que Haru era una buena persona.

—Sanvi.

La de pelo oscuro se acomodó sobre la silla, apoyando uno de sus codos sobre la mesa que tenía al lado. Aquellos habían sido los mismos muebles que habían presenciado su primer encuentro con Jeon Jungkook, pero eso era algo que nadie más que ellos sabían. Frunció el ceño por un momento, debatiéndose si debía hacer la pregunta que quería salir de sus labios.

—¿Cómo llegaste al barco de Kim, Sanvi?

La chica bajó la vista hacia sus manos. Se había sentado sobre el colchón del capitán Jeon, sintiéndose segura únicamente por estar acompañada de su salvadora. De otra manera, se habría puesto en posición fetal en una esquina. Sin embargo, pese a esa sensación de bienestar no se sintió capaz de abrir la boca para hablar sobre la serie de eventos desafortunados que la habían llevado a estar atada a la cama del capitán Kim.

Tragó saliva, intentando que las lágrimas que rápidamente habían asaltado sus ojos se quedaran en su lugar. No quería recordar nada de lo que había tenido que vivir, pero inevitablemente las imágenes llegaron a su cabeza, provocando que su respiración se acelerara abruptamente.

—No te preocupes —Jang Haru se había acercado y se había plantado frente a ella para ponerle la mano sobre el hombro—. Imagino que debe haber sido duro para ti, Sanvi.

Aquello la había alejado de los dolorosos recuerdos en los que se había sumergido, la mano tibia de Haru había sido una especie de salvavidas que la devolvió al mundo real. Y aquella había sido la única muestra de afecto físico que había llegado a recibir de la capitana, a pesar de que le hubiese encantado recibir un reconfortante abrazo. Pero Haru poco sabía del afecto. Sin embargo, cuando levantó la vista para mirarla, pudo reconocer cierto tinte de compasión en sus ojos ámbar.

Probablemente, en alguna otra ocasión, se habría sentido molesta de que la miraran de aquella manera, pero el hecho de que su salvadora lo hiciera le hizo sentir que realmente no se encontraba tan sola como creía.

—Cuidaremos de ti —le aseguró.

Quiso llorar nuevamente, pero de felicidad. No sabía si aquella afirmación era totalmente cierta. No sabía si es que había salido de una mala situación para entrar en una peor. Pero aquella pequeña chispa de esperanza le hizo creer que quizás no todas las personas eran tan malas y que ella únicamente había tenido mala suerte.

—Gracias —susurró en respuesta, viéndola desde abajo con los ojos celestes totalmente cristalizados.

Algo se retorció dentro de Haru al ver a la muchacha de esa manera. No era más que una niña, un poco más joven que ella, y ya le había tocado ver la peor parte de las personas, o eso supuso. Realmente no quería imaginarse todas las cosas por las que había tenido que pasar.

—¿Estás lista? —Preguntó Haru, dándose media vuelta para salir de la habitación.

La rubia se puso de pie y la siguió después de haber murmurado una respuesta afirmativa. La puerta del camarote se abrió, mostrando nuevamente el cielo gris que tan vehementemente dejaba caer goterones de lluvia, y frente a sus ojos se alzaron los cuerpos de dos hombres altos. Uno de ellos había sido el que la había transportado al barco, quien le había pedido permiso para tomarla de la cintura para saltar de un navío a otro y que con tanto cuidado la había tratado, como si no fuera más que una muñeca de porcelana. Era primera vez que Sanvi notaba el rostro de su segundo salvador y no pudo evitar quedarse embelesada.

—Caballeros —saludó Haru a los hombres—, ella es Sanvi —y luego se giró hacia la chica—. Sanvi, ellos son el capitán Jeon y el teniente Kim.

La mujer siguió hablando, pero Sanvi no logró concentrarse en ello, simplemente se encontraba embobada mirando al hombre fornido y de aspecto duro que estaba frente a ella. ¿Cómo podía ser que alguien como él la hubiese tratado con tanta delicadeza? El corazón de la chica dio un salto al recordar cómo los brazos musculosos la habían rodeado y sintió que las mejillas se le estaban poniendo rosadas.

—Puedo hacerle un lugar para dormir en la oficina —intervino el capitán, llamando la atención de la chica por primera vez.

También era un hombre atractivo, aunque de rostro ligeramente aniñado. Los ojos redondos le brillaban en aquella expresión gentil que inmediatamente la hizo sentir acogida.

Haru asintió con la cabeza, dando por finalizada la conversación, y soltó un gran suspiro antes de hablar:

—Necesito recostarme un momento.

Las pocas horas de sueño le habían pasado la cuenta y no podía dejar de sentir el punzante dolor en su tobillo. Había tenido un mal aterrizaje, lo que fácilmente podía significar una fractura. Por otra parte, necesitaba pasar un momento a solas, pues la presencia de una segunda mujer abordo la hacía sentir extraña.

Pero ¿cómo podría haber dejado a Sanvi a su propia suerte junto al capitán Kim? Tampoco era una persona tan insensible.

Se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la bodega en la que dormían, sintiendo inmediatamente otro par de pasos a su espalda. No tenía que girarse para saber quién era y, aunque todavía no había pensado en cómo arreglar las cosas con él, se alegró de saber que seguía teniéndolo tan cerca como siempre.

Namjoon cerró la puerta de la bodega después de que ambos estuviesen dentro e inmediatamente se puso de rodillas frente a la chica, extendiendo sus manos en el aire.

—Déjame ver.

Haru se sentó sobre el suelo y estiró su pierna derecha para que él pudiese revisar el tobillo. Le impresionó el darse cuenta de que él había notado el leve cojeo con el que intentaba apaciguar el dolor. La conocía demasiado bien, probablemente mejor de lo que ella misma se conocía.

—No parece ser tan grave —murmuró él, observando el tobillo que lentamente comenzaba a ponerse violeta—. No debe ser más que una torcedura, pero debes cuidarlo.

Namjoon cortó un pedazo de tela proveniente de las mantas que el capitán Jeon les había proporcionado y envolvió el tobillo de Haru, imitando lo que sería una venda. La muchacha vio con los ojos cristalizados aquella acción, dándose cuenta de que era cierto que él siempre estaría para ella, en las buenas y en las malas. No pudo contenerse más y se abalanzó sobre sus brazos, envolviéndolo en un apretado abrazo.

—¡Por favor, Namu! Ya no volvamos a discutir —Pidió, enterrando su rostro en el pecho de su amigo.

Él se quedó pasmado por un segundo, sin saber cómo reaccionar ante aquel inesperado abrazo, pero terminó rodeándola con sus brazos músculos a la vez que su corazón parecía cosquillear. Apoyó su mentón sobre la cabeza de Haru y se quedó respirando el olor que su cuerpo emanaba, sintiendo que poco a poco su cuerpo se iba relajando, olvidando la tensión vivida momentos antes en el navío de Kim Seokjin.

Sanvi vio cómo el teniente Kim se marchaba y ahogó un suspiro. Le hubiese gustado haber intercambiado un par de palabras con él o agradecerle por haberla salvado, aunque realmente aquello no había sido por cuenta propia, sino por la orden que la capitana Jang había dado. También estaba eternamente agradecida con ella y quería hacérselo saber, pero no podía quitarse de la cabeza cómo el teniente la había tratado tan suavemente.

—¿Está todo bien?

Se sobresaltó al escuchar la voz del capitán Jeon e inmediatamente su corazón comenzó a latir desbocado, probablemente por la costumbre de sentirse constantemente amenazada. Asintió con la cabeza a modo de respuesta, pero no se atrevió a soltar palabra, así que él, con una pequeña mueca en los labios, continuó:

—¿Tienes hambre? Podemos buscar algo en la cocina.

Aquella noche, cuando ya se había ido a la pequeña habitación que el capitán Jeon Jungkook utilizaba como oficina, Sanvi temía cerrar los ojos, pues cada vez que lo hacía los recuerdos dolorosos de todos sus años vividos llegaban inmediatamente a su cabeza.

Quizás eso había sido lo único bueno de estar con Kim Seokjin: no tenía que pasar las noches en solitario.

Sanvi no había tenido una vida tan amena. A la corta edad de seis años había sido separada por su madre cuando una tripulación de bárbaros había asaltado el pequeño pueblo donde vivía, no conservaba muchos recuerdos antes de aquel fatídico día más que la mirada azulada de su madre mirándola con desesperación mientras eran alejadas una de la otra. Esa había sido su primera pesadilla recurrente.

Le había costado acostumbrarse a los climas más cálidos, pues tenía conocimiento de que el pueblo que habitaba, cuyo nombre desconocía, pasaba cubierto de nieve la gran cantidad de días del año. No había excesiva vegetación además de un par de árboles que se alzaban orgullosos por resistir temperaturas tan bajas, así que la principal ocupación de los habitantes era la ganadería. Sanvi no era la excepción, apenas había aprendido a caminar su madre le había enseñado a ordeñar las ovejas.

Pero la habían llevado a un lugar completamente diferente, lleno de personas con ojos rasgados que la examinaban con detenimiento, decidiendo si sería una buena inversión la compra de una esclava tan joven. Su primer amo, un hombre bastante mayor, no había sido la persona más bondadosa con la pequeña, la obligaba a trabajar en las plantaciones de arroz, aunque Sanvi poco sabía de eso, y cada vez que cometía un error la castigaba golpeándola con una varilla en la espalda. Los golpes eran algo normal para ella y había aprendido a soportarlos con el paso de los años, pero cuando aquel amo había pasado a mejor vida y le sucedió su hijo mayor Sanvi ya era toda una jovencita, su cuerpo había cambiado al de una mujer, y aquella innegable belleza que poseía había sido su peor maldición.

Cada noche era llamada a la habitación del amo y no podía negarse, lo sabía. No podía negarse a que él toqueteara y profanara su cuerpo de la forma en la que se le diese la gana si es que quería seguir con vida, pues Sanvi, a pesar de todas las cosas, seguía intentando ser una persona alegre. Alguien que tuviese ganas de vivir. Ya había dejado atrás la etapa en la que se sentía miserable por ni siquiera poder ser dueña de su propia vida, eso se había ido junto a su pubertad, había decidido que aquello era digno de alguien que no quería seguir viviendo y ella había luchado tan fervientemente durante toda su vida para sobrevivir que le parecía una burla rendirse en aquel momento.

Sin embargo, aquello no había sido lo peor, pues su segundo amo sí le cuidaba de manera apropiada. Hasta le había prometido que, si daba a luz un hijo suyo, ya no sería esclava y pasaría a ser una concubina, una posición mil veces por encima de en la que estaba. Pero aquel día no alcanzó a llegar. Una mañana como cualquier otra, las tierras de su amo se habían visto asechadas por bárbaros y no se trataba de nadie más que del capitán Kim Seokjin, un hombre que inmediatamente puso sus ojos maliciosos sobre Sanvi, que precisamente se encontraba a medio vestir en la habitación del amo, y sin importar si debía asesinar al terrateniente, la había tomado y se la había llevado a bordo.

La chica todavía se estremecía cuando recordaba aquella mirada oscura que le recordaba la profundidad de las cuencas oceánicas de las que tanto había oído hablar durante su pequeña estadía en el barco de Kim. Había algo extraño en él, como si le faltara una cosa muy importante que Sanvi supuso que era humanidad. Kim Seokjin no tenía humanidad y no era capaz de empatizar con cualquier otro ser vivo, pues simplemente velaba por su propio bienestar.

La rubia se sentó de pronto, con la respiración acelerada y el cuerpo sudado. Se había dormido en algún momento de la noche y había vuelto a sumergirse en lo que había vivido con Seokjin: el nuevo protagonista de sus pesadillas.

Bueno mi gente, este ya es el primer capítulo completamente nuevo que publico, después de haber editado todo lo que ya llevaba escrito desde hace más o menos un año atrás. Espero que puedan dejar su voto y algún comentario, si es que les nace. Espero que no me dejen a esta altura de la historia porque se vienen cosas más chidas y todo está a punto de ponerse más interesante.

Les quiero muchísimo y gracias por su constante apoyo

Pd: Siento lo zzz del capítulo, pero era importante introducir a Sanvi como personaje.

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