TRES
TRES: PROHIBIDO
La capitana miró a Park Jimin fijamente mientras le pasaban ropa seca y té caliente, algo que ella misma había ordenado, pues el chico estaba totalmente empapado y, para colmo, era invierno. Se cruzó de brazos, viendo cómo se comenzaba a quitar sus prendas mojadas, deteniéndose en la ropa interior. El chico la miró, esperando que ella se volteara o decidiera irse, pero Haru permaneció en su lugar.
—Si no te quitas eso, cogerás un resfriado.
El cuerpo tembloroso de Jimin se quedó quieto, ignorando su sugerencia. Antes de hacer cualquier cosa dio una vista rápida a su cuerpo. Tenía la piel pálida y erizada gracias al frío, y a pesar de ser bastante delgado, sus músculos estaban trabajados, por lo que podía distinguir fácilmente los músculos de su abdomen.
Nunca se había sentido atraída por hombres delicados, pero no podía negar que Park Jimin le llamaba la atención. Desechó aquel pensamiento inmediatamente porque el chico pasaría a ser parte de la tripulación. Finalmente puso lo ojos en blanco y se dio media vuelta, quedando frente a frente con Namjoon, quien le regaló una pequeña sonrisa, casi imperceptible.
—Asumo que sabes —comenzó ella aun estando de espaldas a Jimin, que rápidamente había comenzado a quitarse la ropa interior bajo la atenta mirada del resto de la tripulación— que en el momento en que subiste al galeón comenzaste a formar parte de la tripulación.
—Sí, capitana —respondió Jimin, aunque le dolía pronunciar esa palabra.
Nunca se había imaginado que se encontraría con una mujer en aquel navío, menos que fuera la capitana de la tripulación. Por un momento llegó a pensar que todos los hombres allí debían de estar locos para dejar que una chica los mandase, pero al ver la presencia que tenía Jang Haru supo inmediatamente por qué la seguían.
La capitana tenía algo que era muy difícil encontrar en las chicas normales, una característica particular que Jimin se atrevió a denominar empoderamiento, algo muy mal visto en las mujeres, que debían ser sumisas y complacer en todo a sus esposos. Se había dado cuenta de que era una líder natural, ella había nacido de esa manera, y su género no iba a impedirle ser de la manera en la que era.
Eso fue lo segundo que le impresionó de Haru, lo primero fue la gran belleza que poseía, por lo que no pudo evitar mirarla embobado por unos segundos la primera vez que la vio. Se sintió hipnotizado por sus ojos grandes, que, a pesar de ser rasgados como los suyos, tenían una forma almendrada y un color bastante peculiar. El ámbar de su mirada la hacía lucir como una fiera acechando a su presa. Aquella presa era Jimin, que sintió su corazón acelerarse cuando la chica se volteó a verlo nuevamente una vez que había terminado de vestirse.
—Bien —una bella sonrisa apreció en los labios rojos al pronunciar esa palabra. Se giró hacia la tripulación—. Ya saben qué hacer.
La mujer de la multitud, siendo inmediatamente seguida de su teniente. Era momento de hacer que Park Jimin firmara el código de conducta y Haru sabía que habría una celebración —por segunda vez en el día— luego de eso, y realmente no quería ser parte de ello. No era porque no le gustaran las fiestas, porque en verdad le encantaban, le gustaba beber ron y bailar hasta perder el conocimiento, sino porque temía que la tripulación la respetase menos al verla de esa forma. Y eso era algo que no se podía permitir, pues se había esforzado en ganarse el respeto de cada hombre a bordo.
Bajó hasta el comedor, donde había dos mesones de madera lo suficientemente largos como para contener a una mitad sus hombres, pues se acostumbraban a dividirse en dos grupos a la hora de comer. Mientras caminaba entre ellos pasó una de sus manos sobre la madera antigua de las mesas que había comprado a mitad de precio, rescatadas de un navío que había sido entregado al rey por un corsario, y se preguntó si ya era momento de buscar unas nuevas y más grandes.
—¿Crees que sea cierto? —La voz de Namjoon la sacó de sus pensamientos.
—¿Qué cosa?
—Lo que dijeron sobre V.
Haru dejó de caminar y apoyó una cadera en el borde de la mesa, mirando fijamente a Kim Namjoon, que permanecía erguido en su lugar, intentando no demostrar lo nervioso que se ponía cuando ella lo miraba de esa manera. Se cruzó de brazos antes de hablar.
—V no existe —afirmó por segunda vez en el día.
—Lo sé.
—¡Es imposible! —continuó—. No puede ser más que un mito. ¿Quién se creería la historia de un capitán, sin tripulación vale decir, que ha derrotado decenas de navíos? Todo eso él solo. Es imposible.
Haru se negaba a creerlo, pero había algo en aquel tema que le llamaba la atención. La sola idea de imaginar a un solo hombre derrotando a miles sólo le causaba gracia, pero el volver a escuchar su nombre al escuchar el rumor sobre el botín de Im Seong hizo que una chispa despertara en su interior. Sentía como si hubiera un imán que la atraía a las cosas extrañas.
Se moría de curiosidad.
—¿Y qué dices del capitán Jung? —volvió a preguntar Namjoon.
—Hemos visto al capitán Jung, sí existe.
El teniente Kim soltó una carcajada. A pesar de la seriedad con la que Haru había pronunciado aquellas palabras sabía que estaba bromeando. A veces lo hacía.
—¿Por qué crees que esté detrás del misterioso tesoro?
Haru frunció los labios y miró un momento hacia el techo, pensando en una respuesta.
—Jung Hoseok es un hombre avaro, no me sorprendería que quisiera el botín. Sin embargo, me llama la atención el hecho de que se haya atrevido a buscarlo, es un hombre serio y respetado, él no andaría detrás de algo inexistente.
Namjoon asintió con la cabeza, en eso le daba la razón a su capitana, pero todavía no acababa de entender cómo es que había tanta conmoción por algo que ni siquiera se sabía si era real.
Jimin no lograba conciliar el sueño en aquella hamaca que le habían asignado. Estaba entre dos hombres que no olían para nada bien y debajo de otro que dormía en posición contraria a la que se había recostado, por lo que su trasero quedaba cerca de su cara. Y eso le asustaba.
No había manera de que se relajara.
Las velas se habían apagado hace horas, pero por más que intentó no pudo pegar el ojo, así que decidió levantarse para deambular por el navío. Caminó con extremo cuidado entre los hombres que descansaban como si estuviesen durmiendo en una verdadera cama. Para ellos esa era la única cama que tendrían en muchísimo tiempo, o quizás para siempre, pues era bastante difícil salir ileso de aquel mundo. O te mataban los oficiales del rey o tu propio capitán por incumplir el código. Subió las escaleras y llegó al comedor, que le pareció un poco aterrador por el simple hecho de encontrarse a oscuras y totalmente vacío y, por un momento, Jimin sintió que había algo mirándole a través de la penumbra, por lo que se apresuró en seguir subiendo las escaleras para llegar a la cubierta.
Cerró los ojos y tomó aire profundo al sentir la brisa marina chocar con su rostro. Al inicio no podía negar que el mar le proporcionaba calma, algo que nunca había tenido al cien porciento estando en tierra firme, pero durante su última experiencia la inmensidad del océano le había parecido abrumadora, sobre todo cuando tuvo que navegar en alta mar en esa pequeña barca, donde sentía que en cualquier momento sería tragado por la tremenda masa de agua salada.
Dio un par de pasos y giró su cabeza para contemplar mejor la cubierta. Era bastante amplia, al igual que todo el galeón, y le había llamado la atención que estuviera tan reluciente, como si la tripulación se encargara de asearla todos los días. Sus ojos se encontraron con una figura blanca aferrada al timón y tuvo que entrecerrar los ojos para distinguir que aquella figura era el cuerpo de la capitana.
Tragó saliva y comenzó a caminar hacia ella, sin saber si eso era lo que debía hacer, pero sintiendo como si el cuerpo de la mujer le atrajera de manera inconsciente y una vez que estuvo a su lado pudo notar que en una de sus manos sujetaba una botella de aquel horrible licor oscuro que le hicieron tomar durante la tarde cuando todos celebraban su integración a la tripulación. Ron.
—¿Capitana? —Susurró, dándose cuenta de que ella no le miraba.
Haru giró lentamente la cabeza y le miró con los ojos entrecerrados por un segundo, lo que hizo pensar a Jimin que estaba borracha. O eso sería lo normal después de haber bebido tres cuartos de esa botella. Pero la mujer se incorporó frente a él con toda naturalidad, sin siquiera tambalearse.
—Park Jimin —respondió ella.
Y Jimin sintió que su piel comenzaba a erizarse cuando ella le recorrió con sus ojos ámbar de arriba hacia abajo. Estaba mirando su cuerpo con descaro y eso nunca le había pasado, pues era él quien acostumbraba a comerse a las chicas con la mirada.
—Quería agradecerle, antes no tuve la oportunidad —comenzó y bajó la vista al suelo—. Usted me salvó la vida, y me gustaría pagárselo de la manera que usted quiera.
La capitana pestañeó un par de veces.
—No voy a acostarme contigo, Park.
El chico abrió mucho los ojos, pues no se refería a ese tipo de cosas. Aunque después cuando estuvo nuevamente en su hamaca dispuesto a dormir no le pareció una idea tan mala, más bien, le gustó.
En ese momento supo que cuando Jang Haru estaba tomada hablaba de más, de cosas que jamás se atrevería a decir estando completamente sobria y acompañada de más gente. Y dedujo que quizás por eso fue que se alejó inmediatamente cuando comenzó la fiesta, donde no había vuelto a verla hasta ese momento.
—No, lo siento, no me refería a eso...
—Quizás me pareces atractivo —pestañeó y sus ojos estuvieron cerrados por un instante más del normal, y Jimin sintió un cosquilleo en el estómago—, pero no puedo acostarme con alguien de mi tripulación. Eso es incorrecto.
—Capitana, yo no...
Su frase se vio interrumpida al sentir los labios de Jang Haru moverse sobre los suyos. Se había acercado a besarle y él ni siquiera se había dado cuenta. La mano que tenía libre la chica se aferró a su nuca para poder hacer más profundo el beso y no dudó en meter su lengua dentro de la boca de él.
Jimin pudo sentir el sabor a alcohol en su lengua y labios, y por alguna razón le pareció excitante. Con un poco de miedo a lo que podría pasarle puso sus manos sobre la cintura de la mujer que le besaba tan apasionadamente y pegó su cuerpo al suyo. Soltó un suspiro cuando sintió sus pequeños pechos tocar sus pectorales y una corriente eléctrica recorrió su cuerpo, llegando justo a su entrepierna.
Haru se alejó antes de que pudiese hacer cualquier otra cosa y se relamió los labios antes de hablar, pero Jimin todavía podía sentir el cosquilleo de la piel de la chica sobre la suya y un pequeño sonrojo se apoderó de sus mejillas. Había besado a su capitana. No. Su capitana le había besado, algo que le pareció totalmente prohibido y la vez excitante.
—Hablas demasiado, Jimin —explicó—. Ahora vete a la cama.
Jimin no dijo nada, pero en ese momento supo qué era lo que más quería: estar en la cama de la capitana Jang. Y no pensaba rendirse hasta lograrlo.
Me había olvidado que Jimin era tan intensito, pero Haru no se queda atrás con su indecisión
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