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ONCE

ONCE: EL DÍA

Wi Dongyul comía sin ganas la cena que le habían servido aquella noche. Sabía que las provisiones se estaban acabando y que por esa razón habían hecho una parada en medio del viaje. En ese momento estaban completos nuevamente. ¿Acaso la capitana era ilusa o creía que la poca cantidad que podían almacenar dentro del navío les alcanzaría para vivir todo el tiempo que durase le viaje hasta aquella tierra que a Dongyul se le hacía tan lejana?

Estaba sentado junto a Park Jimin, quien también comía en silencio, con los ojos fijos en la mesa, aunque, en realidad, no estaba mirando nada en específico y más bien parecía perdido en sus propios pensamientos. Dongyul había notado que hacía días estaba así y sabía la causa, pero había decidido callar. Y es que Jimin todas las noches, desde hace varias semanas, se había levantado mientras todos dormían y desaparecía durante horas, para luego volver como si nada y recostarse a dormir, y de repente había dejado de hacerlo.

Primero pensó que tenía problemas de insomnio y que simplemente se levantaba a tomar aire fresco, pero cuando sus paseos cesaron se dio cuenta. Había coincidido exactamente con aquella vez que había visto a la capitana con Jung paseando y no había que ser muy inteligente para terminar de atar cabos.

Hizo una mueca con los labios mientras miraba a su nuevo amigo. De todas maneras, no le importaba, él podía hacer lo que quisiese, y si había logrado meterse en la cama de aquella mujer excéntrica era problema suyo. Así que simplemente se había dedicado a conversarle sobre los recuerdos que tenía de su familia cada vez que Jimin se quedaba callado de la nada, sin poder fingir más que se encontraba bien.

—Creo poder ayudarte a volver con tu familia —le había respondido el chico de cabello negro justo el día anterior, cuando Dongyul nuevamente le expresó su odio hacia la capitana en un momento a solas que tuvieron dentro del cuarto de limpieza cuando lavaban su ropa—. Sólo debemos esperar un poco, confía en mí.

Eso era algo que le había dejado un poco más tranquilo, le daba esperanzas para seguir adelante y fuerzas para seguir levantándose durante las mañanas, pero no podía evitar que el resentimiento se apoderara de él de vez en cuando, así que no se abstenía de soltar comentarios venenosos en contra de Jang Haru cuando se encontraba a solas con Jimin, quien sólo le miraba con una pequeña sonrisa en los labios.

No sabía precisamente lo que planeaba el chico para devolverlo a casa, pero quería confiar en él, aunque quizás ni siquiera fuese cierto. Por su parte, quería hacerle entender lo mala que era la capitana, que no era la mujer que todos pensaban que era. Porque no llegaba a entender cómo se había ganado la confianza y el respeto de todos los hombres a bordo.

Quizás todos tienen la esperanza de acostarse con ella algún día.

Y eso era algo que, según veía Dongyul, jamás llegaría a ocurrir porque el teniente Kim —o el perro fiel como le llamaba Jimin en secreto— no se despegaba de ella, por lo que no permitiría nunca que nadie se le acercara con esas intenciones.

Entonces, Dongyul no entendía cómo era que Park Jimin había logrado meterse en la cama de la mujer. ¿Cómo el teniente Kim había permitido algo como eso? En su cabeza no tenía mucho sentido, había algo que no encajaba, pero tampoco le interesaba llegar más allá en el asunto.

Park Jimin se había estado acostando con la capitana Jang Haru todas las noches y eso era todo.

De pronto dejó de masticar. Quizás de esa forma le ayudaría a volver a casa, a pesar de haber dejado de visitarla durante las noches, suponía que seguían siendo mínimamente cercanos, por lo que no le costaría convencerla de que lo dejara ir.

De pronto, Park Jimin se aclaró la garganta, llamando la atención de todos los tripulantes que cenaban.

—Caballeros —dijo, levantándose con una sonrisa socarrona en los labios y mirando a cada uno de los hombres presentes—, ya les había comentado anteriormente sobre esto y creo que hoy es el día.

Kim Namjoon había ingresado a la habitación de la chica y la había pillado sentada en la cama, con el rostro pálido, así que se acercó rápidamente y se puso de rodillas frente a ella.

—¿Estás bien? —Preguntó preocupado.

Haru levantó los ojos y le miró con algo que el teniente pudo identificar como cansancio, pues sus ojos color ámbar estaban adornados con unas ojeras azuladas. El cuerpo le temblaba ligeramente y Namjoon supo que estaba sintiendo un dolor extremo. Le pasó la mano por la frente sudada y se dio cuenta que tenía fiebre.

De inmediato la ayudó a recostarse sobre el colchón y corrió a buscar una tela de algodón para remojarla con agua y así pasarla por su rostro. Se sentó a su lado en la cama y la miró atento. No tenía que preguntarle mucho qué le estaba ocurriendo, pues era algo a lo que estaba acostumbrado.

Cada vez que Jang Haru estaba en la cama con algún hombre pasaba eso, su maldición se manifestaba. Era parecido a la menstruación que Namjoon conocía y que de primera mano sabía que era común en todas las mujeres, pues llevaba años junto a la capitana, pero no era lo mismo. Eso era mucho peor y cada vez que a Haru le sucedía, el chico temía que esa fuera su última vez, pues la cantidad de sangre que perdía era excesiva.

Namu —murmuró la chica, con una pequeña sonrisa en el rostro.

Aunque no quiso admitirlo, el mayor sintió una pequeña sensación de calor en el corazón. No quería sentir ese tipo de cosas mientras su amiga sufría de aquella manera, pero no podía evitar que su corazón reaccionase ante la ternura que le producía.

—Estoy aquí para ti —susurró él—. Como siempre lo he estado, ¿sí?

Le regaló una pequeña sonrisa tranquilizadora adornada por unos hermosos hoyuelos y se quedó mirándola mientras se quedaba dormida casi de manera automática, como si hubiese estado esperándolo para poder descansar. Tuvo la necesidad de recostarse a su lado y abrazarla, pero no era algo que pudiera permitirse. Ella era su capitana y él, el teniente. Tenía una postura que mantener.

Incluso, quiso estirar su mano y acariciarle la piel del rostro con el dedo, de aquella manera suave en la que siempre tenía ganas, pero se contuvo pensando en que podría despertarla y que, además, no sería una sorpresa grata para ella.

Sólo tuvo el consuelo de tomarla de la mano, en parte para darle ánimos y en parte para sentirla cerca suyo. Así que, con un poco de duda, estiró el brazo hasta ella y la tomó con delicadeza. Estaba cálida, no se comparaba a las veces en las que tomaba su mano cuando eran pequeños y ella siempre estaba congelada, por lo que tenía que abrazarla para hacerla entrar en calor.

Los ojos de Haru se abrieron levemente para mirarlo.

—No te voy a dejar, Eunkang —le susurró, provocando que ella frunciera el ceño por un momento.

Un ruido extraño se escuchó afuera, que hizo que Haru se incorporara en su lugar y que Namjoon se levantara cautelosamente. Si el chico se ponía a pensar, todo había estado en calmo silencio, algo muy extraño, pues los hombres de la tripulación gozaban de cantar mientras trabajaban. Aplanó los labios, sintiéndose idiota por haberse distraído con la capitana, y dio pasos silenciosos hasta la puerta con la mano puesta sobre el mango de su sable que descansaba dentro de la vaina sujeta a su cinturón.

Haru lo miraba desde su lugar, atenta a cada movimiento, y también había llevado su mano hacia el mango de su sable. No entendía qué podía estar sucediendo allá afuera, pues al haberse comenzado a sentir mal había estado completamente desconectada con la tripulación. Se puso de pie cuando Namjoon llegó hasta la puerta.

El dolor había desaparecido de su cuerpo y lo único que podía sentir en ese momento era adrenalina pura.

Por su parte, Wi Dongyul no entendía qué estaba pasando. Estaban todos en silencio sobre la cubierta, mirando a Jimin, quien caminaba con seguridad hasta la puerta del camarote de la capitana. Abrió la puerta de golpe, dejando ver al teniente ya en posición de ataque y más atrás a la chica, que miraba todo en silencio y con los ojos muy abiertos.

No supo cuándo Jimin habló con todos los hombres de la tripulación, porque había conversado con todos, menos con él.

El de cabeza rapada se quedó estático en su lugar cuando todos desenvainaron sus espadas y se lanzaron contra la pareja que, sin dudarlo, salió de la habitación y comenzó a pelear con perfecta sincronización. El chico quiso taparse los ojos, pues por más buenos que la capitana y el teniente fuesen en el combate cuerpo a cuerpo, no podrían jamás ganarle a la toda la tripulación que se les iba encima.

Todos se abalanzaban hacia ellos, a excepción de él y de Park Jimin, que se había alejado un poco y veía el panorama desde atrás con una pequeña sonrisa en los labios.

¿Eso era lo que planeaba Jimin cuando le dijo que le ayudaría a volver con su familia?

Literalmente, estaba haciendo una rebelión dentro de Mujeok y tenían todas las de vencer.

Dongyul sonrió, sintiendo su interior llenándose de esperanzas. Por fin se librarían de aquella mujer loca. Así que también desenvainó su espada y se acercó a la multitud.

Park Jimin observó cómo la tripulación rápidamente dejó sin armas a la pareja que, para su suerte, estaba junta dentro del camarote, y su sonrisa se acentuó cuando el oficial Choi y Dongyul los inmovilizaron, poniendo sus muñecas juntas en su espalda atadas por una cuerda gruesa.

Hizo una seña con la cabeza y de inmediatamente ambos fueron llevados a babor, justo hacia donde caminaba él.

Se dio el tiempo de seguir observando. El teniente Kim tenía el rostro enrojecido de la rabia y tenía la mandíbula apretada mientras le dirigía una mirada asesina. En otro contexto, Jimin hubiese tenido miedo, pero en ese momento ya no había nada que el perro fiel pudiese hacer para salvarse. Pasó sus ojos a la chica, que lo miraba también, pero sin ningún tipo de expresión. Lo único destacable en su rostro eran sus ojeras oscuras, así que Jimin supo que su maldición nuevamente estaba manifestándose.

Sintió un nudo en el estómago. Le hubiese encantado cuidarla, al igual que la vez anterior, pues todavía su corazón se aceleraba cuando la veía, y aquel día no había sido la excepción. Quería estar con ella, recostado sobre su cama mientras la abrazaba por la cintura, como si nada hubiese pasado. Y realmente se lo había pensado. Había pensado volver arrepentido, como un perro que vuelve con la cola entre las patas, pero finalmente su ego masculino no lo había dejado.

En poco tiempo había desarrollado profundos sentimientos por esa mujer y por eso mismo era que no podía permitirse compartirla con nadie. Y si no era suya, tampoco sería de nadie.

—¿Sorprendida? —Preguntó, todavía con la sonrisa en los labios.

La chica no cambió su expresión.

—La verdad, no —respondió—. Aunque fuiste más rápido de lo que creí.

La sonrisa de Jimin se extendió aún más y volvió a hacer una señal con la cabeza. Los cuerpos inmovilizados de Kim y Jang fueron acercados hacia la borda y el chico se acercó más hacia ellos. Primero se paró frente al teniente y lo miró hacia arriba. Su mano se acercó a su hombro y le dio un pequeño empujón. Hizo una mueca divertida al notar que el cuerpo del hombre ni siquiera se había movido, así que lo tomó por la ropa y se acercó a su rostro, con los ojos muy abiertos.

—No tienes idea cuántas ganas he tenido durante todo este tiempo —susurró— de hacerte lo que haré ahora.

El rostro de Kim no movió ni siquiera un músculo, sólo se quedó mirándolo de manera desafiante, lo que le confirmó a Jimin su valentía, incluso en momentos extremos como aquel.

Soltó una carcajada y con toda la fuerza que pudo aplicar, empujó al teniente por la borda. A los pocos segundos se escuchó cómo su cuerpo cayó al mar.

Rápidamente se puso frente a Haru, que miraba todo en silencio, todavía con su rostro impasible, y levantó su mano para acariciar su mejilla.

Por un momento se arrepintió. Tuvo ganas de cambiar de planes y dejarla vivir, después de todo, todavía seguía soñando con ella durante las noches. Soñando el hogar que había imaginado, uno donde estuviese ella y un par de niños pequeños que llevaran sus exóticos ojos. Uno lejos de Joseon, donde él tuviese que salir a trabajar durante el día para que su esfuerzo fuese recompensado durante las noches cuando estuviera en la cama junto a su esposa.

Ese era el tipo de futuro que quería Park Jimin, y lo quería junto a Haru, pues nunca había sentido la necesidad de permanecer más de una noche con una mujer.

Jang Haru era su mujer elegida.

Un nudo se le formó en la garganta al ver cómo ella le miró con desprecio. Quería arrepentirse, pero se había encargado de dejarla tan mal frente a la tripulación que nadie le perdonaría a él la vida si es que decidía salvarla, porque quedaría de mentiroso frente a todos.

Era ella o él.

Tragó saliva, obligándose a tragar aquel nudo, y se acercó a ella. Sus ojos ámbar lo miraron intensamente y a Jimin le tembló el labio inferior.

—Haru —susurró lo más despacio que pudo para que nadie más escuchara—, eres el amor de mi vida. Te amo con la intensidad de mil soles, y es por eso que no puedo compartirte con nadie más —hizo una pequeña pausa y los ojos se le llenaron de lágrimas—. Si yo no te tengo, nadie puede hacerlo.

Un suspiro tembloroso escapó de los labios del chico. No podía creer lo que estaba a punto de decir.

—En nombre del príncipe heredero, el hombre que me envió a ti, voy a asesinarte.

Y antes de que pudiera arrepentirse, la empujó por fuerza por la borda.

Debo admitir que estaba esperando a que llegara esta parte, es una de mis favoritas

Soy mala por disfrutar verles encariñarse de Jimin sabiendo lo que pasaría después? Quizás, soy cruel...

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