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OCHO

OCHO: EL ENCUENTRO

Esa misma noche, Park Jimin se había escabullido de la habitación que compartía con sus compañeros de tripulación con la excusa de devolver las sábanas que había lavado a Haru, pero en realidad lo único que quería era verla.

Se había levantado con cuidado y había salido a la cubierta caminando entre las sombras para que el oficial, que se había encargado de pilotear el navío aquella noche, no le viera. Primero fue a buscar las sábanas que había dejado escondidas en el cuarto de la limpieza, que todavía estaban húmedas gracias al frío invernal, y devolvió sus pasos para entonces llegar al camarote. Cuando tocó la puerta sintió que algo se removía en su interior, algo más grande que mariposas.

La puerta se abrió a los pocos segundos, cuando casi sintió que comenzaba a desesperarse, dejando a ver a una Jang Haru que vestía un camisón blanco y llevaba el cabello negro suelto y ondulado producto de usar trenza durante todo el día. Jimin sintió el aire abandonar sus pulmones por un momento, pero no quería mostrarse tan obvio como lo había sido la noche anterior cuando su mente se atrevió imaginar cosas indebidas, así que sólo hizo una pequeña reverencia y levantó las manos para mostrar las sábanas lavadas.

Los ojos de Haru lo inspeccionaron de arriba hacia abajo y luego de pensárselo por un momento se corrió hacia el lado para dejarle entrarle a la habitación, en parte porque tampoco quería que otra persona de la tripulación los viera. No podía arriesgarse a perder todo el respeto que tanto le había costado conseguir si alguien llegaba a malpensar aquella escena.

—¿Cómo se encuentra hoy, capitana?

—No era necesario que me las entregaras hoy, Park —murmuró Haru cuando cerró la puerta, ignorando la pregunta del chico.

Él lo sabía, pero sólo necesitaba un pretexto para verla a solas una vez más. ¿Cómo podía explicarle tal cosa? ¿Cómo podía explicarle que lo traía tan loco que sentía la necesidad de estar junto a ella todo el tiempo que pudiese? Si Jang Haru hubiese una chica común y corriente, quizás si fuese hija de uno de los vecinos de sus padres en la pequeña ciudad donde había nacido, y fuese una joven tranquila y sumisa, le hubiese podido confesar sus sentimientos de aquella manera. Pero no era el caso, sabía que al decirle cómo se sentía estando cerca de ella no llegaría a nada, no podía comprobarlo, pero algo se lo decía, y, además, si Haru no tuviese esa personalidad tan peculiar no estaría tan enamorado como lo estaba en ese momento. Lo único que no sabía era qué hacer para llegar a ser correspondido.

Así que no tuvo de otra y mostró una pequeña sonrisa.

—Sólo estoy intentando ser eficiente, capitana.

La chica recibió las sábanas húmedas y se dispuso a caminar hacia el ventanal de su camarote, todo sin despegar la mirada de los ojos de Jimin, que sentía que el corazón iba a salírsele por la boca sólo de los nervios que estaba sintiendo. Después de dejar las telas estiradas en unas sillas de maderas que tenía junto a una mesa del mismo material se giró hacia él y levantó levemente una ceja.

—Park Jimin —suspiró—, ¿crees que no me he dado cuenta de que tratas de llamar mi atención?

El chico quiso salir corriendo, pero quedaría de cobarde, en cambio se quedó inmóvil en su lugar. Pensaba que la mujer no se daba cuenta de su existencia, de que apenas lo recordaba, cuando en verdad había estado ignorándolo.

—Has estado fregando la cubierta más veces de las que te corresponde y me miras fijamente cuando crees que no te presto atención —se cruzó de brazos—. Creía que estaba un poco paranoica al principio, pero luego el teniente Kim me lo confirmó.

Así que el perro fiel también se había dado cuenta...

Jimin no fue capaz de decirle nada. No sabía cómo sentirse al respecto. Podía sentirse humillado, porque se imaginaba que la capitana lo había ignorado a propósito y quizás se había hasta reído en privado con el teniente, aunque también podía sentirse complacido por el hecho de que aquella mujer, totalmente rodeada de hombres, se había fijado en él.

Se remojó los labios cuando ella comenzó a acercarse con sus ojos ámbar mirándole intensamente, pero se sintió decepcionado cuando de igual manera conservó la distancia de sus cuerpos.

—Aunque —prosiguió— hay algo curioso que debo aceptar —se quedó un momento en silencio, como si se hubiese arrepentido de comenzar a hablar nuevamente—. Me llamas la atención, Park Jimin.

Una corriente eléctrica recorrió el cuerpo del chico y recordó entonces aquella noche en la que ella había estado borracha y le había besado. Era algo que llevaba días y noches pensando, y que causaba reacciones involuntarias e incómodas en su cuerpo, sobre todo por el hecho de estar siempre rodeado por otros hombres, y se había preguntado todas aquellas veces el por qué la capitana le había besado.

Si su reciente confesión era cierta todo tenía un poco de sentido, o así intentó tomarlo la cabeza de Jimin entre toda la euforia que comenzaba a sentir.

—Capitana —tragó saliva después de pronunciar aquella palabra, porque se había sentido tentado a llamarla por su nombre de pila—, usted es una mujer hermosa que puede tener a cualquier hombre que desee a sus pies, ¿por qué se fijaría en alguien como yo?

Sintió un escalofrío cuando los ojos de la mujer lo volvieron a recorrer entero. Sentía que su corazón se iba a reventar de alegría, pues la mujer de la que se había enamorado en tan poco tiempo sentía algún tipo de atracción hacia él y eso le facilitaba su plan de hacerla completamente suya. Pero aquella pregunta resonó en su cabeza desde que ella hizo su confesión porque, literalmente, no habría hombre que cayera ante sus encantos y Haru, por algún motivo y estando siempre rodeada por hombres, había puesto su atención en él.

La chica le tendió la mano con una gran sonrisa en los labios y Jimin no dudo en aceptarla para acortar el espacio entre sus cuerpos.

—¿No te has visto en el espejo? —Pregunto en medio de una pequeña carcajada.

Jimin le sonrió de vuelta, haciendo que sus ojos se transformen en un par de líneas, aunque no supo qué responder realmente al cumplido de Haru y luego se encontró a sí mismo poniéndose serio y admirando cada detalle del rostro de la chica.

—Sin embargo —dijo ella de repente, obligándolo a volver su atención a sus preciosos ojos—, esto es algo que no puede pasar. No es correcto.

De pronto las esperanzas que habían crecido en el interior de Jimin se desplomaron al piso.

—No estoy dispuesta a perder lo que me ha costado construir —susurró, bajando la vista y separando sus manos.

Haru se dispuso a retroceder para alejarse y dar la conversación por terminada, pero la mano de Jimin la sujetó por la muñeca con cuidado y la tiró hacia él, haciendo que sus pechos impactaran suavemente. El chico sentía que su corazón latía con fuerza, lo que estaba haciendo era terriblemente atrevido e incluso podía llevarse una sanción por ello, pero lo único que pudo pensar era en que era la oportunidad que tenía. Aquel encuentro no se repetiría, teniendo en cuenta todo lo que ella acababa de decirle.

Haru lo miró con los ojos muy abiertos y se sorprendió cuando la mano de Jimin le acarició la mejilla.

—Jang Haru —se atrevió a decirle, sintiendo que el corazón le martilleaba contra el pecho—, por favor, no te engañes. No me hubieses confesado nada si no me desearas de la misma manera en la que yo te deseo a ti.

No quiso esperar respuesta por miedo a ser rechazado y sólo juntó sus labios con los de la chica en un beso que no tenía nada de delicado. Su cuerpo la necesitaba con urgencia y quería hacérselo saber de todas las maneras posibles. Puso una de sus manos sobre la nuca de la chica para intensificar el beso y la otra la posó sobre su espalda baja, justo en aquel punto en el que casi empezaba su trasero.

Sintió satisfacción cuando fue correspondido y sintió unas manos aferrándose a sus hombros. Su cuerpo estaba reaccionando de manera rápida, más de lo normal, y eso que ni siquiera estaba repasando todos los pensamientos que había tenido sobre ella en todo ese tiempo. Era impresionante todo lo que Jang Haru podía causar en Park Jimin.

La chica tiró de él y los guio hacia la cama, donde se sentó a horcajadas sobre su cuerpo y las manos masculinas comenzaron a recorrerla sin pudor alguno, tocando todas las partes que había imaginado tocar y apretando suavemente todo lo que se le antojaba. Sentía que iba a volverse loco, si es que no lo había hecho todavía y estaba imaginando todo lo que estaba sucediendo.

Metió sus manos debajo del camisón y sintió la piel desnuda de su trasero, lo que le hizo sacar un suspiro. Tuvo la necesidad de deshacerse de la molestosa prenda de ropa, por lo que tiró de ella hacia arriba y en pocos segundos pudo ver el cuerpo desnudo de Haru sentado sobre él, iluminado únicamente por la luz de la luna que se colaba por el ventanal. Soltó un suspiro antes de comenzar a devorarla, repartiendo besos húmedos por el cuello y hombros de la chica mientras ella se dedicaba a abrirle la camisa, desabotonándola con una lentitud que a Jimin le pareció desesperante.

De pronto la mano de Haru agarró la muñeca derecha de Jimin y, mirándolo intensamente, la guio hasta entremedio de sus piernas. Él pudo sentir la humedad en ella y se dejó guiar por lo movimientos que Haru provocaba en su mano, primero pasando los dedos de Jimin por sus labios para lubricarse a sí misma y luego llevando su índice hasta un punto específico que estaba un poco más arriba y que comenzó a masajear con movimientos circulares.

Park Jimin vio impresionado cómo el rostro de la mujer se transformó, demostrando placer puro, sobre todo cuando ella quitó su mano y el dedo de él siguió con el trabajo. Nunca había hecho algo así con una chica, nunca se había preocupado por tocar como correspondía a una mujer. Y se arrepentía, porque al ver a Haru disfrutando de esa manera sentía que el cuerpo le ardía aún más.

La boca de Haru buscó la de Jimin con urgencia en un intento de acallar los gemidos que querían escapar de su boca. Ya que se había dejado llevar por sus instintos carnales, era indispensable que nadie los escuchara.

Jimin comenzó a gemir en voz baja cuando las manos de Haru se colaron debajo de su pantalón y comenzaron a acariciarlo de una manera que le hizo quedar claro que la chica sabía lo que estaba haciendo. Ambos estaban tocándose el uno al otro y devorándose la boca.

Casi sincronizadamente, el chico retiró su dedo y Haru guio el miembro hinchado hacia su entrada.

Jimin cerró sus ojos cuando sintió el interior cálido y la abrazó a sí para sentirla aún más. Tuvo que reprimir soltar gemidos cuando ella comenzó a mover sus caderas y decidió que era mejor apoyar la espalda en el colchón, así que se echó hacia atrás, llevándose el cuerpo de Haru con él en su abrazo. Tuvo la urgencia de seguir besándola, como si se tratara de una droga, y no se contuvo. Sus lenguas se acariciaban de manera lasciva y sus alientos se entremezclaban gracias a sus respiraciones aceleradas.

El miembro de Jimin comenzó a temblar, sintiendo el orgasmo acercarse, cuando sintió los músculos de Haru contraerse violentamente a su alrededor. La chica había dejado de besarle y había escondido su cara en el hueco de su cuello, donde seguía ahogando sus gemidos que cada vez querían salir más fuerte. Al instante supo que él también terminaría, por lo que, al saber que la chica también había llegado, se dejó ir, tensando todo su cuerpo mientras una sensación de placer abrumadora se apoderaba de todo su cuerpo.

Ambos se quedaron recuperando el aliento y Jimin, todavía abrazado a la cintura de Haru, se atrevió a besarla nuevamente. Porque se le antojaba. Había esperado semanas para poder hacer eso y sentía que nunca se saciaría.

Más tarde, después de besarla nuevamente unas veces más, tuvo que dejar el camarote en silencio y volver a su hamaca, sintiendo su corazón a punto de reventar por poder estar avanzando lentamente en su plan. Estando ya recostado cerró los ojos y se durmió inmediatamente porque el esfuerzo físico, por mínimo que hubiese sido, le había dejado agotado.

Su último pensamiento antes de dejarse llevar por el sueño fue Jang Haru, algo un poco lejos de lo que debió importarle realmente en aquel momento, pues el teniente Kim, cuya habitación privada se encontraba justo por debajo de la de la capitana, se encontraba recostado con los ojos abiertos y pegados en el techo. Pese a los constantes crujidos del galeón por estar en mar abierto, había escuchado cómo crujía la cama de Jang Haru aquella noche y no tuvo que pensar mucho para saber de quién se trataba.

No sé ustedes, pero yo estaba esperando esta escena (pobrecito Nam que tuvo que escuchar todo)


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