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NUEVE

NUEVE: MADRE

—¡Oh, Jimin! —Susurró Haru en un suspiro y después agregó: — Deberías irte, ya casi va a amanecer.

Las manos de Jimin se aferraron a sus muslos para que la chica no pudiese cerrarlos y dejarle hacer bien el trabajo. Pasaba su lengua de arriba hacia abajo por sus labios y de vez en cuando ejercía presión sobre aquel punto de nervios que parecía volverla loca.

Disfrutaba escuchándola llamarlo mientras jadeaba, pero le hubiese gustado más que lo gritara. Porque sabía que ella quería hacerlo, pero se aguantaba por el simple hecho de que estaban a bordo.

Aunque, quizás, no por mucho tiempo, pensó en un intento darse ánimos a sí mismo. Quizás si lograba embarazarla podría llevársela a tierra firme.

Las piernas de Haru comenzaron a temblar y Jimin supo que estaba cerca del preciado orgasmo, por lo que intensificó los movimientos de su lengua, sin importarle si aquel músculo comenzaba a acalambrársele. Los dedos de la chica se enredaron en el cabello negro del que le daba placer y tiró de él para acercarlo más, buscando la máxima fricción. Sintió el cosquilleo en la entrepierna que tanto le agradaba sentir y se dejó ir, cerrando los ojos para disfrutar de las oleadas de placer mientras su cuerpo se retorcía por los espasmos.

Jimin se alejó, se pasó la lengua por los labios para limpiar los restos de fluidos que le habían quedado alrededor de la boca y se acercó al rostro de Haru con una sonrisa ladina. Le encantaba verla con el cabello alborotado y las mejillas rojas, porque así sentía que había hecho un buen trabajo. Atrapó el labio inferior de la chica entre sus dientes y cuando ella abrió la boca en un suspiro, metió su lengua para acariciar la suya con hambre, sabiendo que todavía tenía el sabor de sus fluidos y ella podía sentirlos.

Posicionó su cuerpo desnudo entre las piernas de la chica y su erección se encajó perfectamente en su entrada empapada como si ambos fueran parte de un rompecabezas. Un suspiro salió nuevamente de los labios de Haru y sus manos se aferraron a los hombros del chico que estaba sobre ella, todavía sin moverse y sólo disfrutando del hecho de estar dentro.

—Hoy pareces insaciable... —susurró ella, aunque al final de la frase terminó jadeando porque Jimin había comenzado a mover sus caderas.

Aquella era la tercera vez que Jimin estaba dentro de ella en la misma noche y ni siquiera parecía cansado. Sus caderas se movían con la misma vigorosidad que la primera vez, embistiéndola a un ritmo calmado, pero duro, muy preciso.

En poco tiempo el chico había aprendido a complacer a la capitana de la manera en la que a ella le gustaba, y disfrutaba haciéndolo, sobretodo por el hecho de que cada vez que ella se corría podía sentir su ego inflándose satisfactoriamente.

Probablemente, no había ningún hombre en la tierra que fuera capaz de darle tanto placer como él lo hacía, ni siquiera ese hombre que vio en Sanya, cuyo nombre todavía le era desconocido.

Apoyó su frente sudada sobre la de Haru, frunciendo su rostro por el intento de ahogar sus propios gemidos, aunque terminó besándola con urgencia. Siempre le era más excitante recorrer su boca con la lengua mientras la penetraba.

El cuerpo agotado de la chica comenzó a temblar nuevamente en señal de un nuevo orgasmo. Jimin había perdido la cuenta de la cantidad de veces que la había hecho llegar esa noche, pero estaba disfrutándolo como nunca y se dejó ir junto a ella cuando sintió sus músculos contraerse a su alrededor.

Con la respiración todavía acelerada se tiró hacia el lado y se recostó sobre el colchón, pues sintió que si intentaba recobrar el aliento sobre ella la dejaría sin aire por culpa del peso de su cuerpo. Estiró su brazo para acercarla a él y se quedó abrazándola en silencio. Sólo sentía su corazón saltar como loco, y no era solamente por el hecho de que su cuerpo estuviese acelerado por haber realizado una intensa labor física, sino que se ponía así cada vez que la tenía cerca, que la abrazaba y que la besaba.

Era como si estuviese cumpliendo su sueño.

—¿Jimin? —Preguntó la chica, girando su cuerpo hacia él, quedando recostada sobre su pecho.

Fijó sus ojos en ella. Parecía cansada, pero cansada de una manera diferente a la habitual. Su cabello estaba enmarañado y caía de manera sensual sobre su espalda desnuda y su piel y ojos parecían brillar más de lo normal. Verla de aquella manera bajo los primeros rayos del sol lo dejó sin aliento.

—¿Sí?

—Creo que deberías irte.

—¿Quieres que me vaya?

—Sí..., pero no.

El chico sonrío con arrogancia y pasó sus manos por la diminuta cintura. Los ojos de Jang Haru le miraban cansados, pues no habían dormido en toda la noche, pero él no se sentía agotado en lo absoluto y quizás ya tenía energía suficiente para una cuarta ronda.

—¿Por qué no sabemos nada del otro? —Preguntó él de repente.

Los ojos de Haru cambiaron a una expresión curiosa.

—¿Por qué deberíamos?

Jimin frunció ligeramente el ceño, confundido.

—¿No crees que lo que hacemos es lo suficientemente privado? —Suavizó su expresión y le puso un mechón de cabello negro detrás de la oreja—. Me gustaría conocerte más.

La chica pestañeó un par de veces, pareciendo todavía no comprender totalmente la situación.

—Bien, entonces ¿qué quieres saber? —Susurró.

A Jimin se le escapó una sonrisa y miró hacia el techo, pensando en alguna de las tantas preguntas que tenía sobre ella. Le era difícil elegir la que más le intrigaba. Haru le observó de manera curiosa en todo momento, pues no entendía qué podía ser lo suficientemente interesante sobre ella como para contar.

—Vives libremente en el mar, pero ¿qué pasó con tu familia?

Ella aplanó los labios y Jimin supuso que había metido la pata, pero era algo que se llevaba preguntando tiempo. Quizás lo que más se había preguntado. ¿Qué tiene que haber ocurrido como para que tu hija escape y se convierta en pirata? ¿Dónde había aprendido sobre los piratas?

—Mi madre murió dando a luz —murmuró, bajando la vista de manera sombría— y mi padre, no lo sé, espero que esté muerto porque me abandonó en un templo a los pocos días de nacer.

El chico tragó saliva. Quizás no debería haber preguntado eso. No había manera de que tuviese una familia normal al llevar aquel estilo de vida.

De pronto, la expresión de Jang Haru cambió, poniendo una pequeña sonrisa de medio lado.

—¿Qué hay de ti? —Preguntó.

—¿De mí? —Repitió.

El corazón de Jimin saltó de alegría al darse cuenta de que la chica que amaba se interesaba en él, en su historia. Llevó una de sus manos detrás de su nuca y le regaló una radiante sonrisa.

—La verdad no es muy interesante. Mi padre quería que fuese parte del concejo del rey, pero nunca sentí que eso fuera para mí, así que una mañana me marché sin decirle a nadie.

Una chispa alumbró los ojos de Haru. Nunca se habría imaginado que Park Jimin viniera de la capital y del círculo cercano del rey. Lo cierto es que, de cierta forma, también le había dado un poco de envidia. Ella era pirata porque no tenía nada más que perder, porque no tenía a nadie y ya la vida había sido lo suficientemente mala con ella. En cambio, Jimin tenía al menos un padre que, aunque pareciera fastidioso, se preocupaba por él.

Apoyó su mentón sobre el pecho del chico para olvidar aquellos pensamientos, porque si le seguía dando vueltas quizás terminaría dándole una patada en el trasero, y de pronto otra pregunta invadió su mente.

—¿Y cómo llegaste a aquella barca? Esa en la que te encontramos en el mar.

El cuerpo de Jimin se tensó, pero se mantuvo mirando el techo de madera del camarote de Jang. Por unos segundos no dijo nada y cuando estuvo a punto de abrir la boca, la puerta sonó discretamente.

—Queda una hora para que la tripulación se despierte —murmuró alguien afuera.

El perro fiel. Así que él también sabía que visitaba aquella habitación todas las noches. Jimin se vio obligado a levantarse y vestirse para marcharse. Aunque lo que menos le importaba era que alguien se enterara de lo que tenía con Haru, ella no estaba dispuesta a darlo a conocer.

No quería arriesgarse a perderlo todo.

La chica lo vio marcharse en silencio, quedándose con aquella duda sin resolver.

Aquel día, Jang Haru durmió hasta el mediodía. Su cuerpo estaba fatigado después de una noche de ejercicio intensivo con Park Jimin. Así que el teniente Kim Namjoon fue el que se hizo cargo de la tripulación en su ausencia, dejando Jimin con un pequeño vacío en su corazón.

Había pasado toda la noche con Haru, pero aún así quería seguir viéndola.

Cuando la chica abrió los ojos, todavía se sentía cansada. Le dolían algunos músculos de los que no tenía idea de su existencia y sentía los ojos hinchados. En parte por dormir y en parte por haber llorado.

Cuando Park Jimin había abandonado su camarote una inmensa sensación de soledad la invadió. No quería que se marchara, pero nadie más podía verlos juntos o perdería todo el respeto que con tanto esfuerzo se había ganado. Se había quedado un buen rato desnuda mirando el techo, sintiendo a ratos un vacío tremendo en el pecho, y a otros ratos, un dolor casi insoportable, como si le estuvieran enterrando una daga. Y se vio tentada por llamar a Namjoon, su único soporte, pero en algún momento las lágrimas habían comenzado a caer.

Y ella nunca lloraba frente a nadie.

Ni siquiera frente a Kim Namjoon, su mejor amigo desde la infancia.

Se sentó sobre el colchón después de desperezarse. Podía escuchar el movimiento en el navío y a Namjoon pidiendo que trapearan la cubierta para que cuando ella saliera del camarote estuviese brillante, tal cual como le gustaba, porque si había algo que le causaba escalofríos era la suciedad. Y antes de levantarse para ponerse la ropa de siempre, se inclinó y buscó un cofrecito de madera que escondía siempre debajo de su cama. Dentro había una única cosa: una hoja amarillenta, marcada por estar doblada durante tantos años y a punto de partirse sola.


«Para mi bebé,

Hoy me he despertado por la mañana y he visto el mar. Después de tantos meses, al fin puedo sentirme cómoda con él y en parte es porque estás tú, porque debo mantenerme serena para que crezcas bien. Me pregunto si también le temerás, como yo, o si serás como tu padre y el coraje correrá por tus venas.

Cuando abrí los ojos y vi el mar un pensamiento asaltó mi cabeza: eres una niña. Estoy segura, cada vez que poso mis manos sobre ti siento una conexión única, tanto que podría jurar por mi propia vida que serás una chica. Y nadie me lo ha podido quitar de la cabeza, ni siquiera tu padre, que asegura que serás un niño fuerte y saludable.

Mi pequeña Haru, me di el tiempo de buscar un nombre que me pareciese hermoso y llamarte así en secreto, desde que desperté he fantaseado con el futuro. No he dejado de imaginarte ya siendo una mujer y casándote con un buen hombre, rico y de prestigio, porque estoy segura de que serás la chica más hermosa del pueblo y todos querrán tenerte.

No puedo esperar para conocerte. Estoy convencida de que serás el orgullo y luz de tus padres.

Te ama con todo su corazón,

Tu madre.»


Jang Haru desvió los ojos antes de que una nueva lágrima cayera por su mejilla. Aquello era lo único que tenía de su madre y de su padre no había rastro. Guardó con cuidado el papel amarillento y lo puso nuevamente en su lugar debajo de la cama. Tomó aire profundo, se vistió y con un poco de dificultad recogió su cabello en una trenza, usando su pañuelo rojo de siempre para tirar los cabellos rebeldes hacia atrás.

—Madre —murmuró mientras se terminaba de poner la bota—, yo soy el hombre rico. Soy mi propio hombre rico y no necesito a nadie más.

Y se dispuso a abrir la puerta, encontrándose con toda la tripulación funcionando bajo el perfecto mando de Kim Namjoon. Sus labios rojos se curvaron al ver a su amigo parado cerca de la puerta de su camarote, siempre vigilando si todo estaba bien, aunque no fuese necesario. A lo lejos divisó a Park Jimin, quien parecía aliviado de verla, y le dedicó una sonrisa cómplice.

—Señores —anunció en voz alta, ganándose la atención de todos los presentes—, anuncio que haremos una parada, nos acercaremos a tierra y arribaremos en el primer puerto que encontremos.

Un pequeño vitoreo se hizo presente entre los tripulantes, quienes estaban hartos ya de comer porciones pequeñas. La chica se dispuso a buscar el mapa que tenía dentro de su camarote, pues Namjoon se había encargado de calcular milimétricamente su posición en tiempo real y sólo le bastaba mirarlo para tener una idea de dónde se detendrían, pero una voz la interrumpió.

—¡Capitana, avisto un segundo navío!

Haru se acercó a babor, de donde se veía aquel barco, y se cruzó de brazos al reconocerlo de inmediato. Después de un par de minutos estuvieron cerca y un chico de chaqueta negra estaba parado en estribor del contrario, así que quedaron frente a frente, ambos con una sonrisa en los labios que a Park Jimin le hizo hervir la sangre.

—Hasta que te pillo, florecita

A partir del siguiente capítulo esta madre se va a descontrolar, les aviso

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