DOS
DOS: EL RUMOR
La puerta del camarote de la capitana Jang se abrió de golpe y todo el ruido que dominaba la cubierta fue acallado. Los músicos dejaron de tocar sus instrumentos inmediatamente y el resto de los hombres que celebraba a gritos guardaron silencio. Wi Dongyul sintió que se quedaba sin respiración cuando la mujer dio un paso afuera y la vio vestida con pantalones negros holgados, que de todas maneras no dejaban mucho a la imaginación sobre la forma de sus piernas, y un corsé del mismo color que se ceñía a una pequeña cintura y sostenía una camisa blanca. Se había dejado el cabello trenzado, lo único que indicaba que la mujer que había visto en tierra y ella eran la misma. Sus ojos se veían aún más claros al haber sido maquillados con negro, pero lo que más le llamó la atención fue el hipnotizante color rojo de sus labios.
Un rojo carmesí que podría haber vuelto loco a cualquiera.
Pero Jang Haru era su capitana ahora y le debía todo el respeto del mundo. Porque, o cumplía código que acababa de firmar, o se sometería a algún castigo que todavía no conocía.
El teniente Kim Namjoon, que había estado de pie a un lado de la puerta del camarote de Haru, visualizó a Wi Dongyul mirar embobado a la capitana y quiso poner los ojos en blanco. Cada vez que llegaba un miembro nuevo a la tripulación pasaba lo mismo, pues Haru era una mujer encantadora con una belleza ligeramente exótica. Si bien era asiática, sus rasgos no pertenecían cien por ciento a los de los habitantes del reino de Joseon y era algo que se notaba totalmente en su rostro. Y eso provocaba que cada hombre que la mirara por primera vez se sintiera atraído hacia ella. Algo que Haru nunca dudó en utilizar a su favor para conseguir más miembros en su tripulación.
La chica miró severamente la cubierta del navío, como si estuviera inspeccionando cada metro cuadrado y frunció ligeramente el ceño, mostrando desagrado.
—Creí que les había ordenado que limpiaran la cubierta hasta dejarla brillante —dijo en voz alta para que todos pudiesen oírla.
Muchos de los hombres bajaron la vista hacia el suelo. Habían estado un buen rato trapeando y encerando el suelo, pero al parecer no era suficiente para su superior.
—¿Qué esperan? En diez minutos zarparemos y quiero ver todo brillante antes de hacerlo —indicó la mujer antes de caminar hacia la proa—. Nos esperan tiempos inciertos.
El teniente Kim la siguió de cerca, como solía acostumbrar. Pese a que Haru no necesitaba protección, a él le gustaba estar siempre cerca para brindársela en caso de emergencia. Su instinto de protección iba más allá del hecho de que fuera una mujer, lo hacía porque le era totalmente leal al considerarla su superior y, por supuesto, una vieja amiga. Después de todo, gracias a ella él se había adentrado en aquel mundo de lujos y adrenalina.
La capitana se apoyó sobre el borde de la proa y esperó el tiempo que había anunciado anteriormente sin emitir ninguna palabra. Namjoon se mantuvo en silencio junto a ella, extrañando las largas conversaciones que tenían cuando eran jóvenes y Haru todavía no lideraba una tripulación.
El hecho de ser una mujer en un mundo de hombres la había endurecido bastante, pero no dudaba de que el cariño que se tenían se mantenía intacto.
Namjoon pegó un salto cuando un grito se alzó entre las conversaciones en voz baja de los tripulantes. Un chico que conocía desde que se había integrado al navío venía subiendo desde una pequeña barca de madera. Venía con la respiración acelerada y el cabello pegado a la frente debido al sudor.
—¡Capitana! —llamó, alarmando a todos.
Haru se giró lentamente en dirección al hombre, sin mostrar mayor interés en lo que tenía que decirle.
—Estuve deambulando por los muelles y escuché un rumor —el chico apoyó las palmas de sus manos sobre sus rodillas, en un intento de recuperar el aliento—. Im Seong ha escondido su tesoro hace poco.
Namjoon vio a Haru sonreír irónicamente y apoyar una de sus caderas en el borde de la proa.
—¿Por qué Im Seong haría algo como eso? —Cuestionó, aún con esa sonrisa socarrona en los labios rojos—. No tiene sentido que haya escondido todas sus pertenencias sin haberlas aprovechado él antes.
—Capitana —el chico caminó hasta ella y se arrodilló cuando estuvo lo suficientemente cerca—, juro por el mismísimo Buda que no estoy mintiendo. Se dice que Im Seong está terriblemente enfermo. Además, el capitán Jung zarpó de Daegu hace un par de horas, decidido a encontrar aquel tesoro, y, según lo que escuché, V también anda detrás de él.
Haru ladeó la cabeza levemente al mismo tiempo que la sonrisa abandonaba lentamente su rostro. Namjoon sabía lo que estaba pensando. Haru conocía de cerca al capitán Jung, un hombre de gran prestigio en el mundo de la piratería que no saldría detrás de algo inexistente. Pero lo que realmente había llamado su atención era la mención de V.
— V no existe, es sólo un mito —aseguró, mirándolo desde arriba con aires de superioridad.
—Capitana, por favor —rogó el chico en un último intento—. Sólo imagine todo el botín del que podríamos apoderarnos, seríamos la mejor tripulación existente. La más grande y respetada, sin mencionar que seríamos asquerosamente ricos...
Jang Haru giró su cabeza hacia el lado y observó el mar, dejando de poner su atención en el chico que continuaba hablando. Por un momento se imaginó con aquella cantidad tremendamente exagerada de oro, joyas y dinero, y no pudo negarse a sí misma que la idea le pareció tentadora. Después de todo, lo que mueve a todo el mundo es el dinero y Haru no era la excepción, además debía reconocer que su corazón se aceleraba y su cuerpo se extasiaba cada vez que había robado los barcos del rey. Le encantaba sentir aquella adrenalina y después revolcarse sobre el oro y las joyas robadas.
—Bien, iremos —habló, interrumpiendo al chico que todavía hablaba. Se incorporó y se puso totalmente derecha—. ¿Por dónde deberíamos empezar?
—Escuché que el capitán Jung iría al puerto de Sanya, en la isla Hainan —agregó rápidamente el chico.
Namjoon, que había estado observando todo en silencio, sintió la mirada de Haru sobre él, por lo que le puso inmediatamente su atención. Se encontró con la mirada interrogante de su superior, que le preguntaba qué pensaba él sin emitir ningún tipo de palabra. Se conocían hace tanto tiempo que con sólo una mirada podían saber lo que pensaba el otro, incluso con sólo el lenguaje corporal podían saber cómo se sentían. El teniente aplanó los labios por un momento, reflexionando sobre todo lo que acababa de escuchar, sabiendo que Haru haría lo que él dijera sin cuestionar.
Había un cincuenta por ciento de probabilidad de que fuera cierto, pero al suponer que aquel botín existía, la probabilidad de encontrarlo disminuía. Y en el caso de que lo encontraran, aún había una posibilidad menor de que precisamente ellos se lo llevaran. Era algo arriesgado. Perderían tiempo y provisiones. Pero al encontrarse con los ojos brillantes de su capitana, algo que sólo él pudo notar, no pudo evitar asentir con la cabeza inmediatamente. Haru era una mujer curiosa y, aunque no lo aceptara, se moría de ganas de ir a buscar aquel tesoro.
Los labios carmesí de Jang Haru se curvaron hacia arriba en una sonrisa que provocó un suspiro de alivio en uno que otro hombre.
—Perfecto —murmuró para sí misma—. Contramaestre —alzó la voz—, mande a preparar las velas. Zarparemos inmediatamente con destino a Sanya.
Inmediatamente se escuchó la voz de contramaestre ordenando izar las velas y la tripulación se volvió loca. Haru comenzó a caminar hacia la popa, en dirección al timón, siendo seguida inmediatamente por su teniente, y esperó pacientemente a que todo estuviera listo.
—¿Realmente estás seguro de hacer esto? No me esperaba que aceptaras —murmuró sin voltear, pues sabía que Namjoon estaba detrás de ella justo a su lado derecho.
—No hay mucho que perder —aceptó el chico—. Si resulta falso podemos arribar en algún lugar cercano y saquear lo que más podamos, además de que nos encontraremos con más tripulaciones en busca de lo mismo.
Haru giró la cabeza en su dirección y le regaló una radiante sonrisa.
—Namu —le llamó de la manera en la que le había apodado hacía muchos años—, eres el hombre más brillante que conozco.
Namjoon bajó la vista al suelo y sus manos, que estaban entrelazadas en su espalda, se apretaron una con la otra sin darse cuenta. Sintió que un leve sonrojo se apoderaría de sus mejillas, como cada vez que la capitana adulaba su inteligencia, pero se obligó a sí mismo a pensar en otra cosa y sólo regalar una modesta sonrisa en respuesta.
Haru hacía rato se había aburrido de sostener el timón y le había dejado la tarea al oficial Choi, no sin antes indicarle con la brújula hacia dónde debía conducir el navío. Estaba caminando sobre la cubierta con el teniente a su espalda, admirando las preciosas tablas de roble que le encantaba mantener impecables.
Su navío era un galeón, uno de los más grandes que existía, por lo tanto, uno de los más costosos. Lo había mandado a fabricar cuando tuvo la edad y el dinero suficientes, y de no ser por la imponente presencia de Kim Namjoon nadie hubiese tomado en serio su pedido. Todo el mundo la consideraba una loca por querer entrar en el mundo de la piratería. Era un mundo de hombres, pero Haru toda su vida se vio rodeada de ellos y había aprendido a manejarlos. A manipularlos. No era algo de lo que estaba orgullosa, pero era lo que la vida le había dado y no dudaba en utilizarlo a su favor.
La capitana Jang se consideraba a sí misma una mujer impaciente. Si tuviera la oportunidad de adelantar el tiempo y saltarse lo tedioso del viaje, lo haría sin dudar. A pesar de que navegar era algo que apasionaba, no podía evitar aburrirse cuando apenas llevaba un tercio del total del recorrido. Y desde hacía por lo menos unos veinte minutos se había comenzado a pasear por la cubierta, admirando los detalles tallados en la madera del navío, porque sentía que aquella sensación en el pecho se iba a apoderar de ella y tendría un colapso.
Kim Namjoon estaba consciente de la situación de su superior, por lo que en cuanto tuvo la oportunidad no dudó en comenzar a hablarle sobre cualquier cosa.
—¿Todavía tienes la misma idea sobre lo que harás cuando te retires? —preguntó, acercándose a ella por detrás, pero manteniendo una distancia prudente.
Haru miró el horizonte gobernado por una espesa bruma que estaba comenzando a ponerle de mal humor y esbozó una sonrisa.
—¿Te refieres a retirarme a una isla desierta y disfrutar lo que me quede de vida? Sí, es lo que planeo.
—¿Y de qué manera gastarías tu fortuna? En una isla desierta no hay nada ni nadie...
Jang Haru frunció los labios, pensando en que su teniente tenía toda la razón y cuando estaba a punto de responder, divisó con dificultad algo en el horizonte. Algo pequeño que se acercaba lentamente al navío.
—¿Qué es eso? —preguntó con su mirada fija en aquel objeto flotante.
Namjoon siguió la dirección de sus ojos y pudo ver lo mismo que ella. Tuvo que entrecerrar los ojos para encontrarle una forma tangible, porque veía una simple mancha, y distinguió una pequeña barca de madera. Una barca de madera en la que venía remando una persona. El teniente frunció el ceño al preguntarse cómo una barca de aquel tamaño había llegado a esa altura del mar. De vez en cuando las olas eran gigantescas y se podría haber volteado con facilidad.
Después de unos segundos vio que la persona comenzó a agitar sus brazos en el aire, pidiendo ayuda, al mismo tiempo que gritaba algo que Namjoon no podía escuchar debido a la brisa marina.
—Es un hombre pidiendo ayuda —precisó.
La capitana inmediatamente dio la orden de acercarse lo más posible a la barca. No perdería la oportunidad de unir a una persona más a su tripulación. El navío se desvió levemente de su rumbo y terminó por acercarse, en ese momento los miembros de la tripulación se arrimaron en el borde del galeón y ayudaron a aquel hombre a subir a la cubierta.
Haru caminó hacia ellos junto con Namjoon, pero mantuvieron una distancia considerable ya que aquel hombre tenía el cuerpo tan fatigado que se desvaneció apenas estuvo a bordo. Por lo que la chica no dudó en contemplarle. El hombre le pareció atractivo a pesar de verse delicado, el cabello oscuro lo tenía todo mojado y pegado a la frente, y sus labios gruesos y rosados estaban entreabiertos a causa de que tenía la respiración agitada.
Después de unos segundos el chico pareció reaccionar y se incorporó para luego ponerse de rodillas en el suelo, en dirección a Haru y Namjoon.
—Gracias, capitán. Ha salvado mi vida —dijo lo más fuerte que pudo.
Haru quiso poner los ojos en blanco. No era la primera vez que la ignoraban y pensaban que Kim era el capitán de la tripulación. Se aclaró la garganta, llamando la atención del chico, que la miró con los ojos muy abiertos.
—Jang Haru, capitana del Mujeok —se presentó a sí misma—. ¿Cuál es tu nombre?
El chico se quedó un momento en silencio, evidentemente sorprendido de que una mujer estuviese a cargo de una tripulación, pero pestañeó un par de veces y se apresuró en responder:
—Mi nombre es Park Jimin.
Ya apreció Jimin wujuu
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