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DOCE

DOCE: PARK JIMIN

El joven Park Jimin había nacido en una familia privilegiada, pues su padre era jefe de la guardia real y nunca les había faltado nada y, pese a no verlo mucho, sentía una profunda admiración por él.

Cuando el chiquillo cumplió diez años, su padre lo llevó a dar una vuelta por el palacio. Tenía una plan para Jimin: lo convertiría en miembro de la corte real y así le aseguraría un buen futuro, aún mejor que su actual vida y en donde tampoco le faltase nada. Lo mandó a estudiar a Ming, donde aprendió a leer y escribir, pero hubo una rama donde el chiquillo destacó por sobre los demás: el combate.

Y ciertamente era algo que le apasionaba. Desde muy pequeño había visto con ojos brillantes cómo su padre blandía su sable a los ladrones que se encontraban en el mercado durante sus días libres.

Quería ser como él, siempre lo había tenido claro.

Cuando volvió a Joseon siendo ya un hombre, lo primero que hizo fue ir a ver a su padre.

—Seré como tú, padre, seré guardia real —le había comentado con entusiasmo.

La sonrisa en el rostro de Jimin había desaparecido lentamente al ver la expresión de desagrado de su padre y un cosquilleo desagradable se había instalado en su pecho.

—Te envié a Ming para que fueras más sabio, no un cabeza dura que sólo sabe pelear.

Aquella tarde, el chico sintió que algo se había roto dentro de él. ¿Por qué no podía ser igual que su padre? Sin embargo, aquello, lejos de desmotivarlo, lo impulsó a ser todavía mejor. E, contra de los deseos de su padre, entró a la guardia real con el objetivo de reemplazar a su padre algún día, pero se topó con unos ojos felinos que cambiaron totalmente sus planes.

Como se había esparcido el rumor de su entrada al palacio, el príncipe heredero lo había pedido especialmente a él para que le resguardara la espalda, pues el rey estaba enfermo y había muchos hombres en la línea de sucesión, por lo que era muy probable que alguien intentara asesinarlo para quedarse con el trono. Así que el joven Park Jimin tuvo que tragarse su resentimiento y sed de venganza contra su padre, y acató a la petición del príncipe.

Durante todo el tiempo que estuvo con él, se dedicó a observarlo de cerca. Era un chico bastante frío, no se reía nunca y tampoco estaba interesado en relacionarse con sus familiares, pues Jimin había notado que, al igual que él mismo, odiaba a su padre: el rey. Tampoco se interesó en las mujeres, por lo menos hasta cierta edad, cuando su padre le regaló su primera concubina real y Jimin tenía que esperar afuera de los aposentos cuando él ordenaba que ella lo visitase. Aunque nunca escuchó nada que le diera indicios de que algo más que una conversación estuviese ocurriendo dentro.

Por su parte, el joven Park aprovechaba cada noche libre que tenía para irse a la casa kisaeng, un centro de entretenimiento para hombres, que estaba cerca del centro de la ciudad. Se había dado cuenta de que era bastante codiciado por las mujeres, sólo por ser el guardaespaldas del príncipe heredero. Y no dudó en aprovecharse de eso. Tuvo su primer encuentro sexual con una joven kisaeng que le había llamado la atención. Era la chica más hermosa que había visto en lo que llevaba de su corta vida, pero cuando volvió a su casa aquella noche se dio cuenta de que se sentía vacío. Intentó entonces recordar lo que había hecho con la jovencita momentos antes, pero su corazón no se aceleró y cuando el rostro de la chica apareció en su mente, lo único que sintió fue rechazo.

Entonces buscó otra chica hermosa, pero le ocurrió lo mismo. Y después de estar con varias se dio cuenta de que ninguna le hacía sentir de manera diferente, ninguna le aceleraba el corazón ni le hacía ponerse nervioso. Así que decidió que, por el momento, no se casaría porque, a pesar de todo, el joven Park soñaba con ser un buen esposo, uno que amara con todo su corazón a su esposa, y sabía que si se amarraba con una mujer en ese momento terminaría engañándola.

Quería ser amado, pero tenía miedo de no amar con la misma intensidad.

Se enfocó entonces en su trabajo. Cuidaba al príncipe durante todo el día, acompañándolo durante sus labores, y durante las noches se iba a los aposentos que le habían asignado dentro del palacio. Hizo lo mismo durante meses. Y un día notó que el príncipe comenzó a observarlo de la misma manera en la que él lo hacía: con atención. Hasta que una vez, durante el paseo matutino, el chico paró en seco su andar, provocando que Jimin casi chocase con él.

—Park Jimin —lo llamó y el joven hizo una reverencia como respuesta—, me he dado cuenta de que llevamos meses juntos, pero no sabemos nada el uno del otro.

Park frunció el ceño, sin entender por qué eso era necesario y entonces el príncipe se aclaró la garganta, mirando a su alrededor.

—Me refiero a que —casi titubeó por un momento— pasamos todo el día juntos, pero nunca hablamos.

Jimin pestañeó un par de veces. El príncipe lo había tomado totalmente por sorpresa.

¿El hecho de pasar todos los días juntos significaba que debían ser amigos?

—¿Qué es lo que quiere saber sobre mí, majestad?

Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del príncipe, una casi imperceptible que Jimin no hubiese notado si no se hubiera dedicado a observarlo con tanto detenimiento durante todo el tiempo que llevaba a su lado.

—No lo sé, todo.

Y desde aquel momento, Park Jimin se había dado cuenta de quién era realmente el príncipe heredero: un joven sensible y sincero.

Una mañana, mientras trabajaba, acompañó al príncipe heredero a saludar al rey, al igual que todos los días. Se quedó al lado de la puerta de la habitación, observando todo desde lejos, como siempre acostumbraba a hacer, pero aquella mañana hubo algo diferente.

—Tenemos un gran problema como reino —murmuró el rey, fijando sus ojos fieros sobre el príncipe— y creo que es momento de que comiences a asumir más responsabilidades.

El príncipe hizo una reverencia en manera de respuesta, pero guardó silencio.

—Los piratas nos han estado invadiendo últimamente en varias ciudades costeras —comenzó a explicar el hombre.

Jimin entonces dejó de escuchar la conversación. Había escuchado hablar alguna vez sobre piratas, en cuentos quizás, pero nunca los había visto y la sola idea le dio escalofríos. El sólo hecho de imaginar que había gente que sufría por sus saqueos, perdiendo lo poco que tenían, le hizo hervir la sangre y sintió que no podía quedarse de brazos cruzados.

—Majestad —dijo cuando se encontró a solas con el príncipe—, por favor, déjeme ayudarlo con el problema de los piratas.

El chico de ojos fieros lo había mirado sorprendido y luego le pidió que se sentara frente a él, así que quedaron únicamente separados por una mesa, y pudo ver un brillo distinto en la mirada de Park Jimin que identificó como determinación. El príncipe se acomodó en su lugar y se cruzó de brazos.

—¿Cómo harías eso? —Cuestionó, interesado en la propuesta que le daría su guardaespaldas.

—Iré a buscarlos y los mataré yo mismo.

—¿Aunque eso signifique dejarme?

Park Jimin aplanó los labios y no supo qué responder. Ambos se quedaron en silencio por un momento, el guardia mirando la mesa y el príncipe mirándolo a él.

—Creo que —murmuró de pronto el chico— simplemente no quiero quedarme solo aquí. Eres la única compañía que tengo.

Los ojos de Jimin se abrieron de pronto, sorprendidos, y brillaron. Sintió un extraño cosquilleo en el estómago que no supo cómo interpretar y se le escapó una pequeña sonrisa tímida que escondió con una reverencia.

—Majestad, prometo volver a su lado en el menor tiempo posible.

A los pocos días comenzó su misión. Viajó a una de las ciudades costeras más cercanas, de donde habían recibido reportes sobre la aparición de piratas, y fácilmente pudo integrarse en una tripulación, fingiendo ser un chico interesado en aquel mundo. Su estrategia fue la misma siempre, infalible, pues lograba crear tensión en la tripulación, lo que siempre desencadenaba en que se revelaran contra su capitán y lo tiraran por la borda. Después los mandaba de vuelta a Joseon, donde estaban esperándolos los guardias reales preparados para arrestarlos, mientras él se quedaba en algún puerto aleatorio para poder encontrar otro barco que desmantelar.

En algún momento perdió la cuenta de cuántas tripulaciones había destruido. Hasta que se encontró con el capitán Kim Seokjin, un hombre altanero que infundía miedo entre sus hombres, tanto así que ninguno se atrevió a siquiera pensar mal de él cuando Jimin comenzó a intentar desestabilizar las cosas. Tenían miedo de pensar diferente y desobedecer, y terminar siendo arrojados por la borda, como hacía ese hombre cada vez que algo no le gustaba.

Un día abrió los ojos por la mañana, encontrándose con los ojos penetrantes de Kim Seokjin fijos en él y el camarote totalmente vacío. Jimin sintió miedo, pues nada bueno podría sucederle.

—Así que eres un asqueroso traidor, ¿no? —Murmuró el más alto, mirándolo desde su lugar.

Jimin se incorporó de su hamaca y se levantó. Frunció las cejas y negó con la cabeza.

—No entiendo qué está diciendo, capitán.

Seokjin soltó una risotada.

—Y tienes el descaro de seguir mintiendo, asqueroso de mierda. ¡Ya verás lo que voy a hacer contigo! —lo agarró con fuerza por el brazo y lo sacó hacia la cubierta.

El cielo estaba cubierto por una densa bruma y hacía mucho frío. Allí estaban reunidos todos, mirando expectantes qué era lo que iba a hacer el capitán con él. Probablemente le tocaría el mismo destino que al resto, pero apenas Jimin tuvo la oportunidad golpeó a Seokjin para que le soltase. En menos de un segundo ambos hombres blandían sus espadas, mirándose fijamente a los ojos como si estuvieran en una guerra donde el primero que bajara la vista perdería.

—Al que se acerque, lo mato —amenazó el chiquillo delgado al resto de la tripulación, que acababa de ponerse en posición de ataque.

Y tampoco nadie se atrevió a probar suerte para ver si era verdad lo que decía Park Jimin, sólo Seokjin dio un par de pasos adelante y levantó su espada contra él. El capitán tenía confianza en sí mismo, tenía certeza de que era uno de los mejores espadachines que existían en el oriente, pues había recibido entrenamiento desde que era pequeño y siempre se le dio bien.

Jimin bloqueó el golpe con su propia espada y se dispuso a contraatacar. Así comenzó la pelea que fue atentamente observada por todos e intervenida por nadie. De pronto, el más bajo le pegó una patada en el pecho a Seokjin y corrió hacia donde estaban colgadas las barcas de madera que usaban para llegar a tierra firme. Con una fuerza sobrehumana, tomó una y la tiró hacia el mar, y antes de saltar hacia ella, miró una vez más al capitán, que iba corriendo hacia él con las cejas fruncidas y la respiración agitada.

—Adiós, Kim Seokjin, espero volver a verte para terminar esto que quedó pendiente —dijo con una sonrisa en los labios antes de saltar hacia el mar.

Cayó en el agua fría y tuvo que nadar con todas sus fuerzas para poder alcanzar la barca de madera que se alejaba lentamente de él. Apenas pudo subirse se giró para ver el navío de Seokjin, que se alejaba a gran rapidez por el poder del viento, y sólo en ese momento pudo relajarse. Aunque rápidamente se dio cuenta de que estaba en medio del mar, sobre una pequeña barca, empapado y sin comida ni agua. Su cuerpo comenzó a tiritar en una mezcla de extremo frío y miedo. 

Estaba destinado a una muerte segura.

En ese momento recordó al príncipe heredero y la promesa que le había hecho. Soltó un suspiro mientras su rostro era rociado con el agua salada del mar y cerró los ojos cuando sintió que las lágrimas querían salir.

¿Qué más daba que llorara? Estaba solo en medio del mar, frente a la muerte, era normal tener pánico. Pero lo que sentía él no era eso, sino que estaba decepcionado consigo mismo porque le había prometido al príncipe volver y no podría hacerlo por sus propios errores. Pero no se permitió derramar una sola lágrima.

Sacudió la cabeza, pensando que debería haber asesinado a Seokjin en vez de haber escapado. Pero ¿qué importaba pensar eso en aquel momento cuando ya estaba en esa barca?

De pronto el sonido de música alegre llamó su atención, haciéndole pensar primero que estaba alucinando por lo desesperado que se encontraba, pero al acabo de unos segundo pudo distinguir un nuevo navío a lo lejos. Las esperanzas entonces volvieron a su cuerpo y comenzó a remar en esa dirección. Se sintió afortunado cuando la tripulación pareció notar su existencia y se acercaron también, aunque de pronto todo fue negro para Park Jimin. Cuando volvió a abrir los ojos quiso reír de la alegría, estaba abordo, lo que significaba que todavía no moriría. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerse vivo y poder volver con el príncipe, pero no sabía que en aquel navío conocería a la primera mujer que le aceleraría el corazón, la que le haría sentir que necesitaba estar en todo momento a su lado. La que le haría pensar en formar una familia sin que siquiera se le ocurriera pensar en otra mujer que no fuera ella.

La mujer por la que estuvo dispuesto a dejar todo atrás, incluso al príncipe heredero.

A la que, en aquel momento, con un dolor indescriptible en su corazón, acababa de empujar por la borda porque el hecho de no haber sido correspondido le hizo perder la cabeza. No podía aceptar que ella quisiera a otro en vez de a él y prefería saber que estaba muerta a que estuviera con otros hombres.

Una lágrima recorrió su mejilla mientras miraba al horizonte, sintiéndose incapaz de bajar la vista para ver cómo Jang Haru se ahogaba.

—¿Qué haremos ahora, Jimin? —Le preguntó Dongyul, que se había acercado a él desde atrás.

Jimin limpió la única lágrima que había derramado y se giró con una sonrisa en los labios.

—Tengo un tío en Joseon que tiene una casa muy grande y puede esconderlos por un tiempo, hasta que el príncipe heredero deje de buscarlos. Luego todos pueden hacer lo que quieran, como comenzar una nueva vida o irse a casa—murmuró lo último mirando al chico de cabeza rapada, que le sonrío.

Jimin había cumplido lo que le había dicho y le había ayudado a volver a casa. En ese momento sólo quedaba lo más fácil, que era volver. Dongyul sentía que su corazón iba a estallar de la felicidad.

—Yo tengo unos asuntos que atender, así que me bajaré apenas avistemos tierra —anunció Park—, pero ustedes vuelvan a Joseon y los alcanzaré luego.

Así que el chico volvió a tierra firme en el siguiente puerto avistado y mandó a la tripulación del Mujeok directo al príncipe heredero.

Capítulo especialmente dedicado a la historia de Jimin para que supieran en lo que andaba metido xd 

Siento si estuvo un poco aburrido, pero de alguna manera había que darle un cierre a este arco, eso significa que Mimi no estará saliendo (spoiler: más adelante sale de nuevo) así que voy a extrañarlo. Pero salió Jin uwu

¿Qué creen que haya pasado con Haru y Nam? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Por qué en el capítulo 11 le dijo Eunkang en vez de Haru?

Si te gustó, por favor no olvides votar!

Les quiere <3 

-Nini 

PD: Yoonmin en este capítulo: shippeable.

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