DIEZ
DIEZ: CELOS
Park Jimin no tenía palabras para explicar cómo se sentía. Desde que había visto a aquel tipo acercarse a la capitana la sangre la había comenzado a hervir.
Y eso que la distancia que los separaba era más de diez metros.
Su rostro había comenzado a ponerse rojo y había sentido el impulso de ir hacia ella y tomarla del brazo para acercarla a su cuerpo. Quería demostrarle al otro tipo, y a toda la tripulación, que esa mujer era suya, que le pertenecía tanto como él a ella. Pero la misma rabia fue la que le imposibilitó moverse, incluso cuando Haru pidió izar las velas nuevamente para seguir al otro navío, que también se dirigía a tierra firme.
—¿Estás bien? —Le preguntó Dongyul después de un par de segundos en los que el chico no se había movido en lo absoluto.
Jimin aplanó los labios y miró hacia el piso por un momento. Cientos de cosas pasaban por su mente, desde ir en ese mismo momento a hablarle a Haru hasta el qué haría con el otro chico cuando tocaran tierra. Pasarle la navaja por el cuello no sonaba tan mal, después de todo. Apoyó sus manos sobre sus caderas y de pronto levantó la mirada, fijándola en la chica que caminaba hasta su camarote seguida por el teniente.
—De maravilla —murmuró entre dientes.
Y por más que intentó contenerse, no pudo. Sus pies caminaron por sí mismos hacia aquel camarote en el que había pasado tantas noches. Pisaba con fuerza, sin poder ocultar la furia, y su ceño se había fruncido levemente.
Necesitaba encarar a Jang Haru, dejarle en claro que no podía estar con nadie más si estaba con él. Porque Jimin se había entregado a su capitana, se consideraba suyo y esperaba que ella pensara de la misma manera. Y, aunque había visto la manera coqueta en la que ella le había sonreído al otro chico, tenía la esperanza de hacerla entrar en razón.
Y quizás convencerla para dejarlo todo y marcharse con él.
Jimin negó ligeramente con la cabeza. Todo a su tiempo, pensó. Y una mano se apoyó en su pecho para detenerlo.
—¡¿Adónde crees que vas?!
Quiso poner los ojos en blanco, pero se contuvo, y tuvo que mirar hacia arriba para ver directamente a los ojos del teniente Kim, que vigilaba la entrada del camarote de la capitana. El hombre le miraba con una ceja ligeramente alzada y ese era el único gesto que demostraba en su imperturbable rostro.
—Necesito hablar con Haru.
Namjoon respiró profundo, aguantando las ganas de tirarlo por la borda, y se cruzó de brazos, poniéndose aún más derecho, adoptando una pose intimidante que hace años no había ocupado. Porque Park Jimin le sacaba de sus casillas.
Aunque no quería aceptarlo.
—La capitana —comenzó, enfatizando aquella palabra— no está disponible en este momento.
—Es urgente —rogó Jimin.
—Lo siento, Park, tendrás que volver más tarde.
El menor tuvo la necesidad de patearle las rodillas, aunque eso no resolvería nada y terminarían por expulsarlo de la tripulación. Se dio media vuelta, sin poder esconder la cara de desagrado y decepción, y caminó hasta su lugar en la cubierta. Ese pequeño metro cuadrado que le tocaba limpiar con sumo cuidado y que ese día no tenía interés en hacer, pues no pensaba hacer nada hasta que hablara con Haru.
Y es que el hecho de que estuviera evitándolo justo después de lo que había pasado con el otro capitán la hacía acusarse a sí misma, porque Jimin pensó que, si no ocurriese nada, la chica estaría de manera normal. Sólo podía pensar lo peor al saber que lo evitaba:
A Jang Haru no le importaría su relación y se acostaría con el otro chico sin remordimientos.
Ya habían arribado cuando la noche cayó. Jimin y Dongyul deambulaban entre la cuidad costera, que precisamente aquella noche invernal celebraba un festival, y sin importar si la gente les quedaba mirando raro, pues su estilo de vida se podía notar a kilómetros por el simple detalle como las ropas que vestían. Había muchos puestos donde comprar comida y accesorios, y el par se detenía en todos los posibles a preguntar cosas para distraer al vendedor mientras que el otro sacaba sin que este se diera cuenta.
Así fue como se llenaron el estómago sin pagar nada, al igual que el resto de la tripulación.
Park Jimin había perdido de vista a su chica y, a pesar de haber estado molesto con ella todo lo que quedaba de la tarde, se preguntó a sí mismo constantemente cómo se encontraba. Aunque un pensamiento que lo estaba matando en ese momento era dónde estaba.
¿Estaría acaso con el otro capitán?
¿Estaría metida en su cama?
El chico negó con la cabeza mientras caminaba junto a su nuevo amigo y este último notó que le sucedía algo porque de pronto había dejado de reír, aunque no quiso preguntar nada porque se había dado cuenta de que algo había estado molestándole desde que habían visto al segundo navío acercarse al Mujeok. Estaba claro que estaba molesto con algo. Y luego había intentado hablar con la capitana, pero sin éxito.
—Espera, Dongyul —dijo el de pelo oscuro de la nada—. Tengo que ir a un lado, te veo más tarde.
El de cabeza rapada dirigió sus ojos discretamente hacia donde miraban los de Park Jimin y se encontró con una chica vistiendo un hanbok rojo que se le hizo conocido. Por supuesto, aquel era por el que había entrado a esa tan despreciable tripulación en contra de su voluntad. La capitana caminaba junto a un hombre risueño que no paraba de hablar y de hacerla reír, gesticulando dramáticamente con sus manos en el aire.
Sin darse cuenta se encontró solo. Jimin había salido como un fantasma detrás de la chica y entonces Dongyul se preguntó qué era lo tan importante que tenía que decirle como para no poder esperar a estar de vuelta en el galeón. Se quedó un momento mirando cómo el chico la seguía entre la multitud, manteniendo siempre la distancia, hasta que perdió a los tres y sólo vio rostros de ojos rasgados desconocidos.
Por su parte, Jimin se deslizaba entre las personas como un felino, en silencio, sin quitar sus ojos oscuros de la chica que tenía delante, quien conversaba animada con el hombre que durante la tarde se enteró que se llamaba Jung Hoseok, un pirata de gran renombre en todo el sector oriental y del que Jimin también había escuchado hablar. Se quedó a unos metros de distancia cuando la pareja se alejó de toda la gente y siguió su camino hacia una pequeña casucha que de lejos parecía una casa destartalada, pero que, al acercarse Jimin a los pocos segundos, se dio cuenta de que era un pequeño y discreto bar.
Por un segundo se preguntó dónde estaba el perro fiel de la capitana. Era el único momento en el que Jimin lo había querido cerca y no lo estaba.
Tuvo que entrar para no llamar tanto la atención, y tomó asiento en una pequeña mesa a unos cuantos metros de distancia de donde se había sentado Haru. Ella y Jung estaban sentados en el suelo cubierto por una alfombra, frente a una pequeña mesa de madera. Uno al lado del otro, lo que hizo que a Jimin comenzara a hervirle la sangre nuevamente, porque de vez en cuando el hombre se acercaba un poco al rostro de la chica para hablarle por sobre la bulla que había en el lugar, a lo que ella alejaba el rostro, pareciendo avergonzada.
Park Jimin jamás había visto a Jang Haru avergonzada por algo. Entonces se dio cuenta de que seguramente él no le provocaba nada, no lograba hacer que su corazón se acelerase como el suyo lo hacía cada vez que la veía y que la besaba. Aplanó los labios, sintiéndose estúpido. Su corazón dolió como si lo estuviesen apuñalando y se le formó un nudo en la garganta, quiso abandonar aquella estancia, pero se quedó porque no podía despegar los ojos de la pareja que disfrutaba sin darse cuenta de su presencia. No podía dejar de ver cómo Haru bajaba la vista con una pequeña sonrisa tímida en los labios cada vez que el otro capitán comenzaba a insinuarse, intentando besarla sin tener éxito.
Se quedó todo el rato que estuvieron allí, bebiendo despreocupadamente, y los volvió a seguir cuando se levantaron y tomaron camino de vuelta a los navíos. Jung se balanceaba ligeramente mientras avanzaba mientras que Haru parecía estar de maravilla, como si el alcohol no le hubiese hecho nada. En un punto intermedio se separaron y Jimin agradeció internamente que, dentro de todo lo que le había tocado ver aquel día, no se fuesen a dormir juntos. A pesar de todo lo que estaba sucediendo, agradeció que Haru no fuese a meterse en la cama del chico. Sin embargo, no pudo pasar por alto el beso que se dieron antes de separarse.
En el Mujeok no había nadie todavía, así que esperó unos minutos después de que vio a Haru entrar en su camarote y también entró. Sin tocar.
Se encontró a la chica de espaldas, acababa de ponerse el camisón blanco que utilizaba todas las noches para dormir, y estaba desarmándose la trenza que todos los días recogía su cabello negro. Se giró alarmada y cuando se dio cuenta de quién era, sonrió, relajando su cuerpo de manera instantánea.
—No esperaba que vinieras a verme esta noche —susurró acercándose al chico—. Creí que estarías más entretenido con otras chicas.
Jimin se quedó quieto, incluso cuando ella le rodeó el cuello con los brazos y le dio un pequeño beso en los labios, el beso con el que siempre los recibía durante las noches. El chico aguantó la respiración, sintiendo de pronto que la rabia y las ganas de llorar se apoderaban de él.
No entendía cómo Jang Haru tenía el descaro de casi haber pasado la noche con otro hombre y después le besaba como si nada hubiese ocurrido.
Por supuesto que ella no sabía que Jimin había visto todo lo que había hecho.
La tomó por los brazos con fuerza y en un movimiento rápido los puso en su espalda y la giró. Un grito ahogado salió de los labios de la chica. Jimin movió su cuerpo hasta la pared y la apegó con un poco de brusquedad al momento que sus labios se posicionaban sobre la piel desnuda de su hombre y comenzaba a dejar besos sonoros.
—¡¿Qué haces?! —Preguntó ella.
—Haru, que no se te olvide que eres mía —susurró contra su piel mientras comenzaba a pasear una de sus manos por sus pechos, todavía manteniendo unidas las muñecas de chica—. Nadie más que yo puede tenerte, ¿entendido?
Hubo un segundo movimiento brusco y en menos de un segundo Haru había cambiado los papeles, empujando a Jimin lejos de ella con una patada, y había sacado una navaja que reposaba en una liga de cuero que llevaba en la pierna para ponerla sobre el cuello del chico en forma de amenaza.
—¡¿De qué mierda estás hablando?! —Volvió a interrogar, con la voz agitada.
Jimin la miró directamente a los ojos y, a pesar de tener miedo porque no dudaba que la chica tenía la audacia de matarlo —sobre todo después de haber visto cómo andaba con otro sin ningún remordimiento—, le regaló una sonrisa de medio lado.
—¿Te vas a hacer la tonta? Te vi hace un rato con Jung en el bar.
Los ojos de Haru le recorrieron el rostro y, a pesar de lo que había pensado Jimin, no mostró ningún tipo de reacción. Ni sorpresa, ni molestia, ni tristeza. Nada.
—¿Y eso qué?
El chico soltó una risa, pensando que le estaba tomando el pelo, pero al ver que su expresión no cambiaba, volvió a quedarse en silencio sin quitar sus ojos de los de ella.
—¿Es en serio? —Preguntó, un poco incrédulo— ¡¿Lo dices de verdad, Haru?!
—No entiendo —respondió entre dientes la chica, manteniendo todavía la navaja sobre el cuello de Jimin.
—¿Acaso no significo nada para ti? Espera —soltó una risa amarga—, no respondas, me ha quedado claro que no —se relamió los labios, sintiendo que la rabia en su interior crecía conmensurablemente—. Eres una cualquiera, Jang Haru, que no hace más que andar de cama en cama...
Se quedó en silencio cuando sintió la hoja de la navaja enterrándose ligeramente sobre su piel y aguantó la respiración porque rápidamente un dolor agudo se extendió por todo su cuerpo. Soltó un suspiro tembloroso y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas producto del dolor emocional y físico que estaba sintiendo.
—Creí que lo que teníamos era especial —escupió.
—¿Lo que teníamos? —Preguntó ella confundida.
Se miraron en silencio por un momento y el chico pudo reconocer que ella estaba verdaderamente confundida, como si no entendiese todo lo que estaba ocurriendo. Apretó la mandíbula con fuerza, tanto que una vena comenzó a marcarse en su frente.
—Si, lo que teníamos, Haru. Tener sexo, conversar, besarnos, eso.
La chica negó con la cabeza.
—Creí que sólo querías pasar el rato.
—Eres una maldita perra...
Soltó un gemido cuando la navaja de enterró un poco más en su piel, abriendo una herida de la que empezó a brotar sangre lentamente. Jimin observó cómo de pronto el rostro de Jang Haru se oscureció y le pareció realmente tenebroso. Nunca la había visto tan molesta como en ese momento.
—Tienes tres segundos para irte de aquí —susurró ella entre dientes— y volver al lugar de mierda ese donde duermes. Si te vas a tiempo quizás te perdone la vida. Uno —comenzó a contar y no tuvo que seguir porque el cuerpo de Jimin pareció volar para abandonar la habitación.
Cuando estuvo afuera soltó un suspiro y llevó su mano a la herida abierta de donde seguía brotando sangre. Soltó un gemido al sentir una nueva oleada de dolor, más fuerte que la anterior, pero tuvo que recobrar la compostura al escuchar voces acercarse lentamente.
Esto no se va a quedar así, Jang Haru. Si no eres mía no puedes ser de nadie más, pensó mientras veía a los miembros de la tripulación regresar la navío de a poco.
Qué opinamos de lo que pasó?
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