DIECISIETE
DIECISIETE: PARLAY
Haru se separó inmediatamente de Namjoon y corrió en dirección hacia el mar, dejando caer nuevamente su hanfu y quedando en ropa interior blanca. Se detuvo cuando el agua llegaba a la altura de sus tobillos y miró con atención a todo lo que la rodeaba.
—¿Qué haces? —Preguntó Namjoon desde atrás.
La chica corrió en dirección al muelle, que estaba un poco más lejos de donde estaban y Namjoon se vio obligado a seguirla, recogiendo su ropa en el camino.
Haru no se detuvo hasta que encontró una pequeña embarcación: el barco de Jian, que descansaba amarrado al muelle meciéndose suavemente por el movimiento de las olas. Saltó dentro y comenzó a desatar la cuerda que mantenía al pequeño barco unido a tierra firme.
—¡Haru! —La llamó él.
Y ella se detuvo a mirarlo. Namjoon estaba parado en el muelle, observándola desde arriba, con el ceño ligeramente fruncido.
—¡¿Qué haces?! —Volvió a preguntar.
—Tenemos que llegar a él lo más rápido posible —señaló a la bola de luz que todavía estaba en el horizonte—. ¿O acaso quieres quedarte aquí para siempre?
El chico tragó saliva, recordando los pensamientos que había tenido en la mañana, donde imaginaba que la convertía en su esposa y ella lo esperaría todos los días mientras salía a pescar. Estuvo a punto de convertirlo en realidad, a punto de mandar todo a la mierda y quedarse allí.
—No, Haru, pero ese es el barco de Jian. Nosotros —se detuvo un momento, viendo que ella no parecía entender— no podemos hacerles esto, han sido buenos con nosotros —miró alrededor y señaló un bote—. Vamos en ese.
Ella asintió con la cabeza y volvió a subir al muelle. Namjoon desató lo más rápido que pudo el nudo de la embarcación y tomó los remos mientras Haru se acomodaba frente a él. Ya estaba completamente oscuro y la brisa se había convertido en un ventarrón que lograba levantar gotas de agua salada, así que pronto el cabello del chico estuvo mojado, al igual que el cabello de Haru y su ropa interior blanca que, de no ser porque estaba oscuro, Namjoon hubiese visto cómo se traslucía.
Remó lo más rápido que pudo, en dirección a la embarcación que comenzaba a perderse en el horizonte. Remó hasta que los músculos de los brazos comenzaron a arderle y a dormírsele. Remó hasta que Haru le pidió cambiar de lugar para que descansara.
—No vamos a alcanzarlos —susurró Namjoon, desplomándose hacia atrás.
Siempre podían volver al pueblo, pues todavía no estaban lo suficientemente alejados de la orilla, todavía podía verse ligeramente en el horizonte.
—¡Lo haremos!
Jang Haru podía verse como una mujer débil, pues su cuerpo se veía pequeño al pararse al lado de los hombres, pero no había que subestimar su fuerza. Siempre había sido excelente en el combate cuerpo a cuerpo, su estatura la ayudaba a volverse escurridiza, y podía golpear tan fuerte como Namjoon. Así que, al cabo de varios minutos, comenzaron a ver la luz del horizonte más y más cerca.
—Ya queda poco —susurró Haru para sí misma, en un intento de convencerse.
Continuó remando, aunque a ratos parecía que el barco se alejaba más rápido de lo que ellos se acercaban, y cuando los brazos no le dieron más, se puso de pie y comenzó a gritar con todas sus fuerzas:
—¡Ayuda!
Namjoon la observó desde abajo, con los ojos entrecerrados, sintiendo que la fatiga inundaba su cuerpo. No sentía los brazos y el cansancio se había apoderado de él. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos por un momento mientras su amiga seguía gritando, intentando llamar la atención de por lo menos alguna persona del barco.
—¡Ya vienen, Namu! —Él abrió los ojos al escucharla—. Están virando hacia nosotros.
Dibujó una pequeña sonrisa al ver el rostro de Haru, aunque en realidad sintió ganas de llorar. Su pequeña fantasía se había desmoronado por completo. Con la poca fuerza que le quedaba, recogió el hanfu de Haru y se lo puso.
Quizás qué cosas querrían hacerle dentro de ese barco y, aunque ella era lo suficientemente fuerte como para defenderse, quería estar allí para ayudarla, y en aquel momento no se encontraba en las condiciones óptimas para hacerlo.
Habían pasado varios minutos, que a Namjoon se le hicieron horas. El barco había terminado de virar y se había acercado lo suficiente como para que ellos lograran subir.
No se sorprendió de ver variedad de rostros entre la tripulación, distintas razas, aunque la mayoría poseía ojos rasgados. Los hombres los miraron con recelo mientras apuntaban sus sables hacia ellos. Era lógico que pasaría eso, pues nadie recogía a una persona por caridad si no era para ponerlos a trabajar en contra de su voluntad. Haru se paró derecha, mirando las puntas afiladas metálicas que le apuntaban y luego le dio un vistazo a Namjoon, que intentaba con todas sus fuerzas verse normal.
—Parlay —pronunció ella, lentamente.
La tripulación se miró entre sí, algunos divertidos de que la mujer se haya atrevido a hablar y otros confundidos.
Haru no podía desperdiciar la oportunidad, necesitaba hablar con el capitán. Podía hacer que las cosas salieran a su favor, lo sabía, pues ningún hombre que llevase un buen tiempo abordo podía resistirse a una mujer.
—A la mierda el parlay —dijo uno de pronto, acercándose, y luego preguntó al resto: —. ¿No creen que podríamos hacer algo bueno con ella?
—Tengo derecho a ver al capitán —insistió ella, sin perder el semblante—. Parlay.
El hombre que recientemente había hablado soltó una risa que fue acompañada inmediatamente por el resto de la tripulación. Haru lo miró con desprecio mientras pensaba en todas las maneras en las que podía arruinarlo en un futuro cercano.
—Es cierto, tiene el derecho —se escuchó otra voz por sobre las risas.
Inmediatamente todos se quedaron en silencio y abrieron paso a un hombre. Una sonrisa se formó en el rostro de la chica al notar que era bastante guapo. Se acercó a los recién llegados con paso lento y firme, observándolos con atención, y cuando estuvo frente a ellos se cruzó de brazos.
—Aquí estoy, nenita, el capitán que exigías ver.
Ella aplanó los labios por un momento ante el apodo que él le había puesto y luego sonrió de medio lado. Miró directo a los ojos del capitán que tenía adelante, oscuros, pero que de alguna manera tenían un toque de algo que hace tiempo no había visto abordo: inocencia.
—Hablemos en privado —sugirió él, después de un momento de silencio en el que sólo se miraron los ojos.
Jang Haru caminó detrás de él, siendo seguida inmediatamente por Namjoon, quien todavía fingía no estar terriblemente cansado, y entraron a una pequeña sala que consistía en una pequeña mesa rectangular en la que descansaba un mapa. El capitán se sentó en la única silla que había allí, subiendo los pies sobre la mesa, y los miró atentamente.
Antes de comenzar a hablar, la chica se dio el tiempo de observar el rostro del capitán. Tenía un aire juvenil que resaltaba al tener el cabello negro peinado hacia atrás, así que supuso que seguramente sería un par de años menor que ella. Sus ojos redondos seguían desprendiendo esa inocencia que le había llamado la atención, que se vio potenciada al notar sus dientes delanteros sobresalientes cuando sonrió de medio lado con socarronería.
Para Haru, todavía parecía un chiquillo.
—Seré lo más directa posible, capitán... —Dejó la frase a medio terminar, al no saber su nombre.
—Jeon.
—Capitán Jeon —pronunció lentamente—, necesito que nos acerque lo más posible a Joseon.
Jeon se cruzó de brazos en su lugar, intentando reprimir de manera fallida una risotada.
Haru se quedó en silencio, observándolo, esperando a que terminase de reír. Sabía que Namjoon estaba a su espalda y eso le complicaba un poco los planes para dar el siguiente paso.
No era nada que no hubiese dicho antes en presencia de su teniente, pero, por alguna razón, le incomodaba el pensar en repetirlo.
—¿Por qué haría algo como eso? —Preguntó Jeon cuando dejó de reír.
La chica dibujó una sonrisa en su rostro y lo miró con intensidad, inclinándose sobre la mesa, apoyando sus manos sobre esta.
—Porque puedo darle cualquier cosa que desee, siempre y cuando esté a mi alcance.
El amago de sonrisa que todavía permanecía en la cara del capitán Jeon comenzó a disiparse, hasta quedar completamente serio. Pero Haru pudo notar sus ojos curiosos. No quiso mirar hacia atrás para no encontrarse con el rostro de Namjoon.
—¿Hacia dónde va, capitán? —Interrogó la chica, todavía mirándolo intensamente.
—Hacia el este.
Haru soltó una risita.
—¿Hay algo que esté buscando en específico yendo en esa dirección?
Jeon levantó ligeramente las cejas, pero no dijo nada. Bajó los pies de la mesa y apoyó los codos sobre esta, para luego apoyar su mentón sobre sus manos, dejando así su rostro a escasos centímetros del de Haru.
—¿Qué me ofreces? —Preguntó, refiriéndose a lo que ella había dicho antes.
—Lo que usted quiera.
El capitán estudió el rostro de la mujer que tenía enfrente, como si estuviese buscando que todo se tratase de una broma, pero notó que ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. Una sonrisa se dibujó en sus labios y terminó por asentir con la cabeza:
—Te llevaré abordo, pero no prometo.
—Necesito que me dé una habitación privada —exigió ella inmediatamente—, puede ser una bodega o lo que sea —y, por primera vez, miró hacia atrás, hacia donde la esperaba Namjoon, con rostro cansado—. El teniente Kim dormirá conmigo.
—¿Teniente? —Preguntó el capitán, con curiosidad— ¿Y quién es el capitán?
Haru volvió a su lugar, poniendo su espalda lo más recta posible. Estaba harta de que los hombres la menospreciaran por ser mujer, de que creyeran que no tenía la capacidad de liderar una tripulación, y el simple hecho de lo ocurrido con Park Jimin parecía demostrarlo, pero él había entrado con malas intenciones a la tripulación y era algo que en algún momento lograría de todos modos.
—Capitana Jang, un gusto.
Jeon la observó de arriba hacia abajo, analizando su figura pequeña, razón principal por la cual anteriormente la había llamado "nenita". Tenía un rostro pueril, sin embargo, poseía unos ojos intensos de color ámbar que le hacían paralizar.
¿Cómo era posible que esa mujer fuese capitana?
—¿Jang? —Preguntó— Había escuchado hablar de ti, pero jamás creí que fueras una mujer.
Ella negó con la cabeza, divertida.
—¿Va a darme lo que le estoy pidiendo?
El capitán Jeon meditó un momento. Pese a que el ofrecimiento de la chica le hacía creer que dormiría junto a él en su camarote, no podía dejarla a la suerte de los hombres de la tripulación. Y como todavía se consideraba un caballero, estaba dispuesto a darle lo que ella le pedía.
Se levantó y les hizo una seña para que le siguieran.
Todavía tenía algo de humanidad. Todavía no se convertía en un completo rufián, aunque eso estaba a poco tiempo de ocurrirle. Su alma se corrompería como la de todos, no podía evitarlo. Pero no podía negarse al ver a esa chica que parecía desamparada, que estaba dispuesta a dar todo a cambio de recibir ayuda.
Los condujo hacia una de las bodegas donde solían guardar la comida y que actualmente estaba vacía ya que se estaban quedando sin reservas.
—Mañana discutiremos cómo me pagarás —le dijo a la chica, que observaba con una sonrisa la pequeña bodega que le había proporcionado—. Ahora deberían descansar, es tarde.
No les dio tiempo a decir nada más y se marchó en dirección a su camarote, donde se dejó caer sobre el colchón, soltando un gran suspiro.
Mientras tanto, Haru se quitó el hanfu y lo dejó sobre el suelo. Había borrado aquella sonrisa de su rostro apenas el capitán Jeon se había ido y la había cambiado por una expresión de disgusto.
Namjoon no tuvo que preguntarle nada porque ya sabía lo que ella pensaba.
—Está sucio —apuntó la chica, poniéndose de rodillas sobre la tela de la ropa.
Él se dejó caer, rendido por el cansancio, y no le importó el poco aseo del lugar, así que decidió por fin recostarse, intentando no observar a Haru, que nuevamente estaba en ropa interior.
—Extraño mi ropa —dijo ella de pronto.
Namjoon recordó aquella camisa blanca que siempre utilizaba, que en realidad era de él, y el corsé que delineaba su pequeño cuerpo. A él también le gustaba más ese estilo que el tradicional porque podía admirar su figura en secreto.
—Ya volveremos a eso —murmuró, cerrando los ojos.
Haru suspiró y terminó por acomodarse a su lado, pegando sus cuerpos para conseguir algo de calor corporal.
—Todavía no es momento, Namu.
Él abrió ligeramente los ojos y levantó un poco la cabeza para mirarla. Se había desatado la trenza y tenía el cabello largo y ondulado repartido por todas partes, su mirada parecía perdida en algún lugar de sus recuerdos.
—Cuando estemos en Joseon cumpliré mi sueño —terminó, soltando una pequeña risa.
Namjoon se quedó pensativo un momento al recordar aquello, sus propias palabras de niña:
Cuando sea mayor quiero casarme con el príncipe heredero.
Ya apareció Jungkookie lo amoooo
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