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DIECIOCHO

DIECIOCHO: CORSARIO

Las cosas a bordo del navío del capitán Jeon no eran muy diferentes al Mujeok. Sin embargo, Haru se había dado el tiempo de observar atentamente al chico y había notado que no era un pirata como los que conocía, en realidad, no se parecía a ningún hombre a los que se había relacionado antes. Si bien sabía liderar a la tripulación con sabiduría, había algo en él que le gritaba que Jeon era un hombre de bien, y quizás algo más.

Probablemente se veía muy poco perturbado como para ser un capitán común y corriente.

Jeon se había encargado de proveer de prendas nuevas a los recién llegados, enviando a su propio teniente a dejar un par de camisas blancas y dos pares de pantalones holgados negros a la puerta de la bodega que se les había asignado como habitación privada. Porque no se atrevió a ir él mismo. No se atrevió a ver nuevamente el rostro de Jang Haru luego del ofrecimiento que le había hecho. Y no era por el atrevimiento que había tenido ella al insinuarse de aquella manera, sino que por la manera en la que ella le había mirado.

Jungkook no había podido quitarse aquella mirada color ámbar de la cabeza, tan intensos como el fuego. Tan intensos que sintió que se quemaba por dentro cada vez que cerraba los ojos para disponerse a dormir. Sentía un calor viajando directo a su entrepierna y no sabía cómo sentirse respecto a eso. Probablemente el hecho de no haber visto a una mujer en meses ya le estaba afectando.

El capitán Jeon estaba dentro de su oficina, observando minuciosamente el mapa que tenía sobre su pequeña mesa. Por su cabeza pasaban un montón de posibilidades, como el hecho de que el tesoro que buscaba ni siquiera existiera en realidad. ¿Por qué había gente que estaba tan segura de la veracidad de esa historia? Jungkook sabía del capitán Jung, quien había sido el primero en emprender viaje en busca de las grandes riquezas de Im Seong, y gracias a él otros capitanes habían decidido hacer lo mismo.

Unos golpes en su puerta le distrajeron.

—Adelante —ordenó.

La puerto chirreó y dio a conocer a una figura pequeña y delgada, la persona a quien había estado evitando desde la mañana: Jang Haru. La chica llevaba el cabello suelto, a diferencia de la noche anterior, donde había aparecido vestida con ropa tradicional de Ming y una larga trenza. Y aquel detalle hacía que sus ojos resaltaran aún más su color.

Jungkook la observó por un segundo y sus ojos se desviaron a su cuerpo, escondido debajo de la camisa que él mismo le había otorgado y que realmente le quedaba enorme. Había sido ingeniosa y había hecho un arreglo a los pantalones para no se le cayeran ni tampoco arrastrarlos por el suelo producto de la diferencia del largo de piernas entre ambos.

—Capitán Jeon —saludó ella, con una voz cantarina.

—Capitana Jang —respondió.

La chica dio un paso hacia adentro y cerró la puerta detrás suyo. Por un momento se quedó inmóvil, sólo mirándolo con una pequeña sonrisa en los labios, como si estuviese tramando una travesura y estuviese disfrutando del momento de calma antes de llevarla a cabo. Luego, sus ojos se desviaron del rostro del capitán hacia la mesa y ladeó la cabeza, mostrando interés en lo que veía.

—Buscas lo mismo que yo —señaló el mapa, volviendo a conectar sus ojos.

Jungkook no respondió nada y sólo vio cómo ella se acercaba a paso lento hasta quedar únicamente separados por la mesa. Sabía de otras fuentes que Jang también buscaba el famoso tesoro, aunque realmente lo había olvidado porque cuando escuchaba ese apellido se imaginaba a un hombre imponente, musculoso e intimidante, pero se había encontrado con una chiquilla que parecía ser un par de años mayor que él, delgada y pequeña, aunque con un carácter que jamás había encontrado en una mujer.

—¿Qué es lo que se te ofrece? —Interrogó, al ver que ella volvía a mirar con ojos brillantes el mapa.

Haru volvió a sonreír y apoyó las manos sobre la mesa, inclinándose hacia él de la misma manera en la que lo había hecho la noche anterior.

—Creo que tú y yo tenemos una conversación pendiente —le susurró, viéndolo directo a los ojos.

Jungkook se echó hacia atrás en la silla, poniendo distancia entre ellos.

—Nunca me había encontrado con una mujer tan desesperada por tener sexo.

Ella amplió su sonrisa.

—Estoy desesperada, pero porque cumplas lo que te he pedido ayer. Necesito llegar a Joseon con urgencia y eres la única persona que puede hacerlo... —Hizo una pausa para remojarse los labios—. Así que mantengo en pie mi oferta, ¿qué es lo que más quieres?

Jeon se quedó en silencio por un momento, analizando lo que ella acababa de decirle, y simplemente se encogió de hombros.

—Lo que más quiero ahora es saber dónde está esto —dijo, señalando el mapa.

—Conozco alguien que parece estar muy seguro de dónde está —Haru se remojó los labios nuevamente—, pero no es muy fácil de encontrar.

—Conoces al capitán Jung.

Ella asintió con la cabeza y se incorporó en su lugar, cruzándose de brazos.

—Somos muy buenos amigos, en realidad. Cada vez que nos encontramos nos tomamos una taza de té y conversamos.

Jeon levantó una ceja ante aquel comentario. No conocía en persona al capitán Jung, pero nunca había sabido de un capitán que se sentara a tomar el té con otro.

Cosas de mujeres, supuso.

—En fin —continuó ella—, debemos encontrarlo y podré ayudarte —se dio media vuelta para caminar en dirección a la puerta—. Es una pena, capitán, podríamos haberlo pasado bien juntos.

Abrió la puerta y antes de que diera un paso afuera escuchó la voz de Jeon. Sonrió de medio lado y se giró hacia él.

—Esta noche podrías pasarte por mi camarote —le dijo y luego se aclaró la garganta—. Para discutir sobre cómo encontraremos a Jung, por supuesto.

—Por supuesto, capitán —respondió antes de irse.

Una vez afuera, volvió a recoger la escoba que había dejado reposando contra babor y siguió barriendo, tal cual le había pedido el teniente de Jeon. Eso era algo que no podía parecerle más humillante, pues luego de haber ordenado durante todos los días que su tripulación limpiara la cubierta, le estaba tocando a ella.

Ignoró las miradas de los hombres de la tripulación de Jeon y se acercó a Kim Namjoon, quien estaba realizando la misma tarea que ella.

—Pronto ya no haremos esto, lo prometo —le susurró.

Namjoon le dedicó una mirada fugaz y aplanó los labios.

—No es necesario que hagas nada —respondió—. Incluso, podríamos haber olvidado todo y buscar otro navío.

Ella detuvo su tarea y lo miró con los ojos ligeramente abiertos.

—Dices eso como si no me conocieras.

Kim Namjoon conocía muy de cerca a Haru, pues había pasado gran parte de su infancia con ella, por lo que sabía qué era lo que estaba motivando a la chica en aquel momento: la venganza. Estaba tan decidida a vengarse de Park Jimin que iba a hacer lo que fuese necesario, eso incluía acostarse con un hombre al que acababa de conocer.

Namjoon lo sabía y, en parte, le molestaba. Pero no podía revelarle sus sentimientos y menos cambiar su forma de ser.

Algo había ocurrido con ella durante el tiempo que estuvieron separados que se había convertido en lo que era.

—Lo siento —murmuró, volviendo a barrer.

—Olvídalo —suspiró la chica—. Ahora, me gustaría contarte lo que he estado planeando.

Ya había anochecido y todos se habían ido a dormir. Namjoon y Haru estaban recostados uno al lado del otro en el suelo de aquella bodega, en completo silencio.

—¿Ocurre algo? —preguntó la chica, con un tono casi aburrido.

Namjoon negó inmediatamente con la cabeza, a pesar de que no podía sacar de su mente el hecho de que aquella noche ella se iría al camarote del capitán Jeon.

No podía sacar de su mente el hecho de que muchos hombres habían tenido a su amiga, a excepción de él, siendo que probablemente era la persona que más la amaba. Y el hecho de que ella estuviese con quien se le diera la gana no era algo que le molestase, sino que era que él sabía que nunca la tendría de la manera en la que realmente quería. Porque sabía que podía insinuársele y probablemente ella no lo rechazaría, pues ya le había ofrecido tener sexo una vez, pero no llegaría a nada más que eso: sexo.

En cierto punto, Kim Namjoon se había dado cuenta de que era un hombre sumamente romántico, pues cada vez que veía a su amiga un par de palabras prohibidas llegaban a su cabeza. Palabras que, con solo ser pronunciadas, podría arruinar todo, pero que, aún así, no podía evitar sentir.

De pronto, Haru se levantó de su lugar.

—¿Adónde vas? —Preguntó, haciéndose el tonto, pero sintiendo una pequeña punzada en el pecho.

Ella le dedicó una pequeña sonrisa.

—A sellar el trato.

Caminó silenciosamente por el comedor del navío y luego subió las escaleras, para encontrarse prácticamente de frente con la puerta del camarote del capitán Jeon. Dio un par de toques suaves, esperando a que él no se hubiese dormido y estuviera esperándola.

La puerta se abrió a los pocos segundos y se mostró un chico vestido únicamente con unos pantalones negros. Su pecho estaba descubierto, dejando a la vista las decenas de tatuajes que se había hecho desde la mano hasta el hombro, y Haru pudo notar que Jeon solía ejercitarse a menudo. Él se hizo a un lado para que ella pudiese entrar.

—Siéntate allí —le señaló una silla que descansaba junto a una mesa de madera.

Ella obedeció y se sentó en silencio. Observó detenidamente a Jeon y se dio cuenta de que, por algún motivo, estaba nervioso, pues sus manos temblaban ligeramente en un movimiento casi imperceptible. Se sentó frente a ella y la observó directo a los ojos.

—¿Ron? —Le ofreció, señalando la botella y el par de vasos que estaban sobre la mesa.

Haru sonrió al notar aquel detalle y sintió que de a poco podía comenzar a leer a Jeon, igual que un libro. No conocía a ningún pirata que utilizara vasos en vez de beber directamente de la botella.

—Por supuesto —accedió.

Observó cómo él servía de aquel líquido oscuro en ambos vasos de cristal y luego se dedicó a mirar a su alrededor: la habitación era tan ordenada como lo había sido la suya en el Mujeok, impecable, sin cosas fuera de su lugar. Aceptó entonces el vaso que Jeon le estaba teniendo y dio un largo trago.

El ron era algo a lo que estaba totalmente acostumbrada y no se emborrachaba a no ser que se tomara más de una botella sola.

—Hablemos de cómo encontraremos a Jung —sugirió él, luego de dar un trago a su vaso.

—Pareces realmente interesado en encontrar aquel botín —apuntó Haru.

Jeon mostró una pequeña sonrisa, aunque su respuesta no convenció del todo a la chica:

—Todos queremos dinero, ¿no?

Ella asintió con la cabeza y dio un nuevo trago, acabando todo el contenido. Dejó el vaso sobre la mesa y Jeon inmediatamente lo volvió a llenacon ron.

—Es cierto —respondió ella—, pero hay algo en ti que me hace creer que no es tu caso.

Jeon se acomodó en su silla. También había terminado su vaso, pero no lo había rellenado. Simplemente se encogió de hombros.

—Creo que me lo estoy tomando un poco más personal.

Haru volvió a asentir con la cabeza y bebió todo el ron que le quedaba en el vaso. Apoyó los codos sobre la mesa y se echó ligeramente hacia adelante. Miró fijamente los ojos del capitán mientras sonreía y se mordía el labio inferior.

—Apenas llegue a Joseon te diré dónde está el capitán Jung —dijo en voz baja, pero a un volumen suficientemente alto como para que ambos escuchasen—. ¿Se te ofrece algo más, capitán?

El la miró en silencio por un segundo y se apoyó en el respaldo. Se sentía hipnotizado por aquellos ojos y, pese a que no estaba derechamente en sus planes para esa noche, ya no le molestaba pensar en caer en los encantos de la capitana Jang. Tiró la silla hacia atrás y se palmeó los muslos.

—¿Hay algo más que quieras hacer?

Ella se levantó sin decir nada y caminó hacia él, manteniendo aquel contacto de miradas tan intenso. Se dejó caer suavemente sobre los muslos del capitán Jeon y lo miró desde su posición. Los ojos de la chica se veían brillantes bajo la luz de las velas del camarote del capitán y él se deleitó cuando comenzaron a recorrerle el rostro, deteniéndose exclusivamente sobre sus labios.

Quizás las cosas estaban ocurriendo demasiado rápido, pero a él no le importó. Relajó su cuerpo y comenzó a cerrar los ojos a medida que la chica comenzaba a acercarse a su rostro con la intención de besarlo. Abrió ligeramente los labios, a la espera de recibir a Jang, anhelando un contacto que jamás llegó. Y, a cambio, sintió algo frío sobre el cuello.

Sus ojos se abrieron rápidamente y se quedó totalmente inmóvil observando a la chica que acababa de poner su navaja contra su piel.

—Dime lo que realmente buscas, corsario —siseó ella. 

Aclaración: un corsario era una persona que era financiada por el estado (en este caso el rey o el príncipe heredero) para hacerse cargo por sí mismo de los piratas. 

Será Jk un corsario?

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