DIECINUEVE
DIECINUEVE: LA OPORTUNIDAD
Jungkook la miró sin expresión. La chica seguía sentada sobre su regazo, sosteniendo la daga contra su piel. Intentó entonces mantener su respiración controlada, a pesar de que el filo del arma comenzaba a herirle.
—¿Qué te hace creer que soy un corsario? —Preguntó cautelosamente.
Jang Haru frunció el ceño. Sus ojos ámbar le recorrieron todo el rostro y finalmente apretó la mandíbula.
—Tú —respondió con simpleza.
Porque para ella no había otra explicación. El capitán Jeon no parecía un pirata en lo absoluto, sino un hombre común y corriente. En las pocas horas que Haru lo había estado observando se había dado cuenta de que sus costumbres eran muy diferentes a las de los piratas que había conocido con anterioridad. La única opción razonable era que Jeon fuese un corsario enviado por el rey con el fin de eliminar a los enemigos del reino: los reales piratas.
Y no tenía la intención de ser traicionada por una segunda vez.
—¡Di la verdad, Jeon! —insistió, presionando sobre el cuello del chico—. ¿Qué es lo que realmente buscas?
Jungkook tragó saliva y echó la cabeza levemente hacia atrás, alejándose un poco de la hoja de la navaja para observar a Haru directamente a los ojos.
—No tengo por qué responder eso.
—Estás en desventaja, Jeon. Si quisiera podría cortar tu cuello y apropiarme de tu tripulación.
Jeon aguantó la respiración por un segundo. Jang tenía razón, no le costaría nada mover la navaja contra su piel y matarlo. Entonces todos sus esfuerzos serían en vano. Apretó la mandíbula mientras conectaba sus ojos oscuros con los de la mujer que tenía encima. No podía dejar que ella lo matase, no después de todo lo que le había costado reunir una tripulación y hacerse respetar.
El capitán Jeon era profundamente respetado por sus hombres, pero no siempre había sido de esa manera. Había partido desde lo más bajo, siendo un tripulante cualquiera que se dedicaba a trapear la cubierta de otro capitán. Y se había tenido que armar de valor para llegar a ser quién era en aquel momento, pues su personalidad era un gran impedimento para lograr su meta.
Meta que no estaba dispuesto a dejar ir por una estupidez.
—No soy un corsario —aclaró con voz suave, pero llenándose de valentía por dentro—, pero sí estoy buscando algo.
Jang evaluó su expresiones faciales y aflojó ligeramente el agarre de la navaja.
—Continúa —Lo animó a continuar.
Jungkook tragó saliva.
—No me importa el tesoro de Im Seong, sino él.
—¿Por qué?
—Si está vivo, necesito matarlo. Si está muerto, necesito mear sobre su tumba y quedarme con lo que le costó una vida conseguir: su tesoro.
La expresión de Haru permaneció neutra, pero Jungkook notó que un montón de pensamientos atravesaron su cabeza. Bajó los ojos cautelosamente, notando que ella todavía parecía ensimismada, y se dio cuenta de cómo su mano aflojaba aún más el agarre sobre el mango de la navaja. Volvió a mirarla y una expresión sombría había aparecido en su rostro, mas no parecía presente, sino que en algún lugar dentro de sus recuerdos.
Era la oportunidad que necesitaba. Sólo tenía que ser rápido y conciso.
Levantó ambas manos, una para tomar la navaja, sin importarle agarrarla por la hoja; y la otra para empujar a la chica con fuerza por los hombros. El cuerpo delgado de Haru impactó contra el suelo y antes de que tuviese la oportunidad de reaccionar, la figura del capitán Jeon se alzaba sobre ella, sentándose a horcajadas sobre su cintura y aprisionando su manos con sus muslos.
Estaba completamente inmovilizada, a merced del hombre que tenía encima. Se maldijo entonces por haberse distraído y haber caído tan fácil. Había sido un error estúpido de su parte, simplemente porque Jeon le parecía un hombre inofensivo en comparación a todos los otros que había tenido que conocer durante toda su vida.
Jungkook ya había tomado bien la navaja y la puso contra el cuello de Jang Haru, sin importarle que el filo de esta le hubiese cortado antes, provocándole un dolor agudo y punzante.
—Creo que ahora serás tú la que morirá, al igual que tu novio que descansa allá abajo —murmuró con una sonrisa ladina—. ¿Sabe que me ofreciste cualquier cosa a modo de pago por llevarte a Joseon? ¿Sabe que viniste aquí con la intención de tener sexo?
Una risa escapó de los labios de Haru, a pesar de encontrarse en un momento donde su vida peligraba.
Estaba asustada, no por la muerte que le esperaría, sino por la vida de Namjoon. No era que no temiese por su vida, pues antes de ser arrojada por la borda de su propio navío creía que estaba preparada para el momento de morir, aunque realmente no fue así, pero no podía dejar que Namjoon muriese sin pena ni gloria.
Le preocupaba más la vida de ese hombre que la suya misma.
—No vine aquí con la intención de tener sexo, capitán. Vine aquí a matarte.
Jungkook amplió su sonrisa y sus dientes delanteros sobresalientes salieron a la vista, dándole un aire de inocencia. El mismo que había notado Haru hacía unas horas atrás.
—Creo que hemos invertido los papeles ahora, capitana.
Haru le sonrió después de morderse el labio inferior, gesto que fue observado atentamente bajo los ojos del capitán Jeon.
—Si me matas, jamás encontrarás a Im Seong —le susurró en medio de la sonrisa.
—Puedo buscar otros métodos —resolvió Jungkook, encogiéndose de hombros.
—¿Y te perderás el gusto de matarlo tú mismo? —Ella inclinó la cabeza hacia el lado, ignorando el hecho de que todavía tenía la hoja de la navaja pegada a la piel de su cuello—. El tiempo corre, Jeon, y si está retirado debe ser por algo muy específico, ¿no crees?
—Te dije qué es lo que haré si está muerto.
Haru volvió a soltar una carcajada que resonó en todo el camarote y Jeon se le quedó mirando, dándose cuenta de que probablemente no estaba cien por ciento cuerda.
—¿En serio crees que una escoria como él tendría una tumba? Sólo piénsalo —ronroneó—. Podrías cortarle el cuello con esta misma navaja —los ojos de la chica bajaron hacia la mano ensangrentada de Jungkook.
Aunque no quisiera aceptarlo, Jang Haru tenía razón. Ella era la manera más rápida que tenía para encontrarlo y sólo de esa forma podría matarlo. Había estado esperando años para hacerlo, y aunque en cierto momento le había perdido el rastro, por fin había logrado localizarlo con la famosa búsqueda del tesoro.
Haru amplió su sonrisa al ver que el capitán todavía no se decidía por matarla y se atrevió a levantar ligeramente la cabeza, para acercar sus rostros. El capitán Jeon retiró la navaja para evitar cortarle la piel a la chica y finalmente relajó su cuerpo, permitiendo que ella pudiese librar sus brazos aprisionados para apoyarse sobre los codos.
De pronto vio el rostro de Haru cerca del suyo y sus ojos observándolo con intensidad. Quiso echarse hacia atrás para volver a ganar su espacio personal, pero se quedó estático. El hecho de tenerla tan cerca le hacía arder la piel y, más que eso, el cuerpo. Como si una antorcha de fuego ardiente incinerara su interior, haciéndole perder los sentidos de a poco y nublándole hasta no poder sentir nada más que eso: fuego.
—Creo que tú y yo tenemos algo en común, capitán Jeon —el aliento de Haru le acarició el rostro.
Era cálido y olía a ron. A Jungkook se le erizó la piel y no entendió cómo había sido que la situación cambió tan rápido. Había pasado de sentirse amenazado a estar a punto de asesinar a Haru, y finalmente a sentirse abrumado por las sensaciones que ella provocaba en su cuerpo.
—¿De verdad? —Respondió, luego de tragar saliva.
Ella asintió con la cabeza, sin despegar su mirada ardiente de los ojos del chico, y se remojó los labios.
—Los dos queremos a Im Seong muerto, ¿puedes creerlo?
La chica se incorporó, obligando a Jungkook a echarse hacia atrás, librándola por completo del peso de su cuerpo, y terminó por estirar su brazo hacia él para acariciarle la mejilla con la yema de los dedos.
—¿No crees que seríamos un buen equipo? —Continuó ella.
Jungkook asintió inmediatamente con la cabeza.
—Podemos buscar a Jung, juntos, y luego matar a Im Seong, juntos —le susurró—. Si quieres ser tú el que le robe el último aliento, no tengo problema alguno. Sólo necesito ver cómo la vida abandona el brillo de sus ojos.
Jeon Jungkook se imaginó la escena que ella le planteaba y le pareció completamente satisfactoria. Después de todo, él seguiría siendo la persona que le arrebataría la vida a aquel desagraciado.
Volvió a asentir con la cabeza, pero se quedó a media acción cuando sintió que los dedos de la chica se movían hacia sus labios. La piel suave de los dedos de Haru le estaban apenas acariciando, rozándole, pero provocándole una sensación de adormecimiento que jamás en su vida había experimentado.
Quiso hacer los cientos de cosas que sus instintos le dictaron. Tomarla por el cuello y apegarla a él hasta llegar al punto de casi absorberla. Recostarla nuevamente en el suelo del camarote mientras le devoraba los labios con hambre. Y quitarle aquella camisa que realmente era suya y que le había provocado más de un pensamiento indebido. Pero se quedó inmóvil, esperando a que ella hiciera el primer movimiento.
—¿Puedo saber tu nombre? —Le preguntó la chica.
—Jungkook —respondió, con la voz entrecortada.
Haru revoloteó las pestañas y terminó por posar sus ojos sobre los labios del chico.
—Jeon Jungkook —repitió, en un susurro, y él sintió que se le erizaba la piel de todo el cuerpo—, ¿en qué estás pensando ahora?
Él abrió la boca ligeramente, sintiéndose de pronto culpable por todas las imágenes que habían atravesado su mente hacía unos segundos atrás. Sabía que había algo sugerente en aquella pregunta, y que todo en Jang Haru era sugerente, pues de otra manera jamás se hubiese atrevido a presentarse sola en su camarote durante la noche, pero había algo que le frenaba, algo que era más grande que él.
—¿Hay algo que quieras hacer en este momento? —Siguió ella.
Jungkook quiso negar con la cabeza y pedirle que se marchara, que no era necesario que hicieran nada más que conversar, pero su cuerpo no respondió. Quiso asentir con la cabeza y susurrarle que quería hacerla suya sobre el suelo de madera, y sobre su cama, y un montón de cosas más que llegaron a su mente, pero tampoco se movió. Se sentía hipnotizado por aquellos ojos que lo miraban con intensidad, como si lo estuviesen absorbiendo lentamente sin él darse cuenta.
Abrió la boca para hablar, pero las palabras no salieron de su garganta. Sólo pudo hacer lo que finalmente le dictó su cerebro y la tomó por la nuca para acercarla a él.
Sus labios impactaron y Jungkook la devoró con urgencia, como si hubiese estado necesitándolo. Sintió que el cuerpo comenzaba a hervirle, porque la temperatura incrementaba con cada movimiento sincronizado que hacían sus bocas. Los dedos de Haru se enredaron en su cabello y le tiraron sin tener suavidad, lo que le hizo soltar un suspiro.
La chica le succionó el labio inferior, invitándole a abrir la boca para recibirla, y Jungkook no se negó. Se regocijó cuando ella finalmente le acarició la lengua con la suya, robándole un pequeño e inesperado gemido.
Antes de que pudiese hacer cualquier otra cosa, ella se había alejado levemente y lo observaba con las pupilas prácticamente dilatadas en su totalidad. Parecía un felino junto a su presa, dándole los últimos manotazos a modo de juego antes de finalmente decidirse por comérselo.
—Dime qué es lo que quieres hacer y lo haré —susurró.
Para Jungkook, aquello fue una invitación a hacer las más grandes perversiones que minutos atrás había decidido enterrar en el fondo de su cerebro, e inmediatamente sintió un cosquilleo en su vientre. Aquella frase casi le elevó al punto máximo, sin siquiera haber hecho nada más que escucharla.
Pero no se atrevió a responder nada.
—¿Quieres follarme? —Insistió Haru, tomándolo por los hombros.
Él trago saliva y asintió cautelosamente con la cabeza, mientras que Jang no entendía por qué le había costado tanto darle una respuesta cuando prácticamente estaba ofreciéndose en bandeja.
La chica llevó sus manos a los botones que sujetaban la camisa blanca y comenzó a quitarlos uno por uno, dejando a la vista su piel pálida y brillante. Inmediatamente las mejillas de Jungkook se encendieron y la sostuvo por las muñecas para impedir que continuara.
—Lo siento —susurró con voz temblorosa ante la mirada interrogatoria de Haru—. Lo siento.
Negó con la cabeza y bajó la vista.
—Podemos dejarlo para otro momento, si quieres —sugirió ella, todavía sin entender la situación.
—No es eso —se apresuró a decir Jungkook, todavía sintiendo cómo el miembro le palpitaba. Tragó saliva y tomó valor para seguir hablando: —. Lo que pasa es que nunca he estado con nadie antes.
capítulo 90% manipulación, 10% tensión sexual.
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-Nini
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