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CUATRO

CUATRO: MARAVILLADO

Dos días después del incidente frente al timón el Mujeok había arribado en Sanya. El ambiente invernal dominaba toda la isla, cubriendo todo con una espesa niebla que se extendía hacia cualquier lado que se mirase, pero ese no era un real impedimento para Jang Haru, quien estaba decidida a obtener lo que quería a cualquier costo.

Quien también estaba decidido era Park Jimin, que no lograba sacarse de la cabeza a la capitana juntando sus rojos y carnosos labios con los suyos, y cada vez que lo recordaba sentía un cosquilleo que le recorría el cuerpo, yendo directo a su entrepierna. Mirase por donde mirase, Haru era una mujer encantadora y tan difícil de encontrar como de domar, pues no era del tipo que cayera con una simple sonrisa, como las chicas a las que estaba acostumbrado. Pero eso no era algo que lo desalentase, es más, le motivaba para cuando al fin pudiese estar entre sus sábanas sintiera que había logrado algo grande. Sin embargo, no fue ni la mitad de fácil que había imaginado porque tenía suerte si la capitana le dedicaba una mirada fugaz cuando regañaba a los encargados de la cubierta por no mantenerla tan limpia como ella quería.

Sentía que ella apenas recordaba su existencia, y eso le complicaba demasiado los planes, mas no se dejó inundar por la decepción y se esforzó el doble, limpiando la cubierta incluso a horarios que no le correspondía. Y cuando la mujer que secretamente deseaba le miró con, lo que a él le pareció, un esbozo de sonrisa, su corazón latió desbocado.

Y tardó semanas en darse cuenta, pero su corazón caía lentamente por ella y no le quedó más que aceptarlo.

—Busquen lo que necesiten —anunció Haru esa mañana nublada—. Hagan lo que quieran el tiempo que estemos aquí, sólo no traigan problemas al Mujeok.

Nuevamente se había puesto aquel hanbok rojo y se había recogido el cabello con una trenza. Jimin aguantó la respiración cuando sus ojos se encontraron casualmente por un pequeño instante. ¿Acaso todos los hombres pertenecientes a la tripulación sentían lo mismo que él con respecto a la capitana? Se había dado el tiempo de poner atención a las conversación ajenas —algo que le hizo sentir mal un poco más tarde— y, si bien había escuchado todo tipo de comentarios sobre ella, había llegado a la conclusión de que la mayoría le respetaba inmensamente, considerándola casi un hombre más. Pero para él era imposible eso, ¿cómo es que podría llegar a considerar un hombre a aquella belleza? No podía pasar por alto aquellos ojos inusuales y esos labios color carmesí que evocaban recuerdos casi húmedos.

No había manera de Jimin la viera de forma diferente a lo que realmente era: una mujer.

Despertó de su trance cuando sintió otra mirada sobre su cuerpo. El teniente Kim le miraba con una mezcla de curiosidad y severidad. ¿Se habrá dado cuenta?, se preguntó Jimin, sintiéndose como un adolescente que es pillado intentando mirar debajo de la falda de las chicas. Tragó saliva y fijó la vista en el suelo hasta que todo el mundo comenzó a descender del barco, casi como una manada de elefantes que arrasa con todo a su paso. Se obligó a dejar de lado sus pensamientos por Jang Haru y buscar otro tipo de diversión en la isla.

—¿Y ahora qué? —preguntó Namjoon, relajando su cuerpo cuando vio que todos ya se habían ido a tierra firme.

Haru le daba la espalda, por lo que el teniente no vio cuando sus labios, que en esta ocasión no estaban rojos, con la intención de poder mezclarse exitosamente entre la multitud, se curvaron hacia arriba en una sonrisa.

—Buscaremos a Jung, ¿qué más?

Kim bajó la vista y miró sus botas negras mientras mantenía sus manos unidas en su espalda, sabiendo que eso sólo podía significar una cosa.

Una cosa que no le terminaba de parecer agradable.

Park Jimin miró maravillado el mercado costero de Sanya. Por más impresionante que les pareciera a sus compañeros, él jamás había estado allí y no podía dejar de deleitarse con el entorno que, aunque era bastante parecido al de su país natal, tenía ciertas diferencias que le hacían quedar con la boca abierta.

Había arribado en diferentes lugares desde que había comenzado ese estilo de vida, pero jamás se había dedicado a recorrer.

—No quiero imaginar cómo te pondrás cuando vayamos a Europa o al Caribe —murmuró uno entre risas a su lado.

Los ojos de Jimin desaparecieron cuando sus labios formaron una sonrisa al imaginarse aquellos paisajes. Tampoco había visitado Europa ni El Caribe, y su mente no podía crear un escenario tan diferente al de Sanya como para que sus nuevos compañeros le molestaran de aquella manera.

—¿Cómo es El Caribe? —Preguntó al que iba a su lado.

Todavía no tenía la suerte de aprenderse los nombres, pues, aunque la tripulación del Mujeok no fuese tan numerosa como otras, eran demasiados hombres como para recordarlos a todos en un periodo tan corto de tiempo.

—Bueno... —se quedó pensando el chico y antes de hablar se sorbió los mocos— Es bastante cálido y las playas son muy lindas, aunque hace un calor de puta madre. De todas maneras, creo que te gustaría.

Un pensamiento cruzó la mente de Jimin. ¿La capitana usaría una ropa más ligera para andar por esas hermosas playas? ¿Cómo es que esos hombres habrían podido sobrevivir a ella usando menos cantidad de ropa, mostrando un poco más de su piel pálida? Tuvo que acallar su mente cuando el conocido cosquilleo comenzaba a hacerse presente, sabiendo que si seguía no podría controlarse.

Se sentía como un pervertido, imaginando cosas que jamás había imaginado antes y con una mujer que prácticamente le ignoraba, porque cuando se trataba de Jang Haru su mente parecía no tener límites. Ni siquiera quería mencionar todas las veces que había imaginado cómo sería tener un encuentro más privado con ella. Imaginó casi de manera lúcida sus manos aferrándose a sus pequeñas caderas femeninas mientras hacían cosas comprometedoras en posiciones comprometedoras.

Se aclaró la garganta, poniéndole fin a su mente de alcantarilla.

Quizás no le haría mal buscarse a alguna chica por ahí que quisiera pasarla bien un rato.

—¿Cuándo crees que podamos ir allí? —preguntó.

Quería ir, pero no era algo que le apurase. Más que nada se estaba preocupando de mantener la conversación porque los pocos días que llevaba con ellos se había mantenido bastante callado.

—¡Oh, florecilla! Me preguntaba cuándo nos volveríamos a ver.

La gran sonrisa del capitán Jung Hoseok le pareció contagiosa a Haru, por lo que le sonrió de vuelta. Estaban justo frente al barco del chico, frente a frente, cada uno siendo respaldado por su teniente.

—Nos vimos hace un mes, Jung, no exageres —respondió.

Kim Namjoon tuvo que aguantarse las ganas de poner los ojos en blanco cuando vio al capitán Jung pasear sus ojos de arriba hacia abajo por el cuerpo de Haru, una mirada que no le gustaba en lo absoluto, pero que, para no avergonzar a su superior, decidió callar.

—Lindo atuendo —murmuró con una sonrisa en los labios.

Había algo más en aquel tono de voz. Namjoon estaba perdiendo la paciencia y sólo llevaba un par de minutos junto a ese hombre.

Jung Hoseok a simple vista podía ser encantador, con aquella sonrisa contagiosa y esos hoyuelos que podrían volver loca a cualquier chica, pero Kim no lo soportaba. Nunca le había agradado y se lo había dejado en claro a su capitana reiteradas veces, pecando en utilizar en exceso la confianza que se tenían. Pero es que no podía guardárselo, Jung Hoseok le provocaba un sentimiento de ira que no todo el mundo lograba, pues se consideraba un hombre bastante paciente y difícil de perturbar.

—Gracias, lo robé por allí.

Y no supo si sentirse ofendido o divertido, aunque al detectar la mirada fugaz que ella le dedicó, se sintió más calmado y lo entendió. La capitana prefería mantenerlo en secreto, un secreto de ambos. Él mismo le había comprado ese hanbok porque cuando lo vio lo único en lo que pudo pensar fue en Haru. Era una de las pocas cosas que había comprado en toda su vida y sintió que valía totalmente la pena, pues aquel vestido era una obra de arte, diseñado por uno de los costureros más exclusivos de todo Joseon. 

—Luces bien, florecilla, aunque a ti todo te luce bien —le regaló nuevamente una sonrisa—. Dime, ¿quieres que tomemos el té y nos pongamos al día?

Haru sonrió y asintió inmediatamente con la cabeza.

—Bien —siguió el capitán y después se acercó un poco a su teniente—. Teniente Oh, asegúrese de que nadie ingrese al navío hasta que yo dé la orden.

El teniente Oh afirmó con un asentimiento de cabeza y se paró firme. Mientras tanto, el capitán le ofreció su brazo a Haru, quien aceptó gustosa, no sin antes darle una señal al teniente Kim para que permaneciera ahí esperándola, y la guio hacia arriba, justo hacia su camarote.

El camarote de Jung Hoseok estaba como siempre, en un equilibrio entre desordenado y no tan desordenado. Jang Haru dio una mirada rápida por todas las cosas que tenía desparramadas, principalmente ropa, y se giró hacia él cuando cerró la puerta con llave, aguantándose las ganas de arrugar el rostro por el disgusto

—¿Ahora le llamas tomar el té y ponernos al día? Porque lo único que recuerdo yo de esto es "¡Oh, sí, Haru. Muévete más rápido!" —comentó, imitando su voz masculina.

Hoseok se había apoyado contra la puerta, intentando no ser tan ansioso y lanzarse a ella inmediatamente, pero cuando le escuchó decir eso todos los recuerdos de sus anteriores encuentros inundaron su mente.

No podía seguir negándolo, quería hacerlo en ese mismo momento.

Dio un par de pasos hasta quedar casi pegado al cuerpo de la mujer y con la mano le acarició suavemente la mejilla, pasando su pulgar por esos labios carnosos que le volvían loco. Y no dudó en acercarse para devorarla de esa manera en la que tenía tantas ganas: hambrienta. Estaba hambriento de ella. Ya no aguantaba sólo recordándola durante las noches, quería tenerla nuevamente y esa era la oportunidad.

La envolvió con sus brazos y la guio directamente hacia la cama, donde la empujó suavemente para recostarla y subirse sobre ella, justo entre sus piernas. Jang Haru tenía un efecto increíblemente erótico sobre él, tanto que con el hecho de imaginarla le provocaba una erección. Tanto que ya no quería estar con ninguna mujer que no fuese ella.

Sus manos la comenzaron a recorrer sin dudarlo, aunque ese odioso vestido, que no podía negar que se le veía malditamente bien, le molestaba y le provocaba unas ganas salvajes de arrancárselo a la fuerza. Pero jamás se permitiría hacer algo así con Haru, por lo que, cuidadosamente, comenzó a desatarlo y bajarlo, mostrando lentamente su piel pálida. Soltó un suspiro cuando la tuvo con el torso totalmente descubierto. Sus pechos pequeños le llamaban para que hiciera lo que quisiera con ellos, por lo que no tardó en acercarse y meter uno de sus pezones en su boca.

Casi tocó el cielo cuando la escuchó soltar un pequeño gemido, casi inaudible, pero que para él fue sumamente estimulante. Mientras su boca y lengua se mantenían entretenidas, sus manos siguieron bajando el vestido con dificultad. Hasta que la tuvo totalmente desnuda debajo de él, y se dio cuenta de que la chica no traía ropa interior.

Se alejó un poco de su cuerpo y la admiró entera, hasta que finalmente se topó con aquellos ojos color ámbar que le miraban divertidos. Lo había hecho a propósito, porque sabía que lo encontraría allí y que él se la llevaría a su camarote para tener sexo. Y aquello le hizo sonreír.

Haru era una mujer brillante, lo sabía.

Quizás estaba demasiado cegado, pero por eso quería premiarla y darle el placer que tanto anhelaba darle.

Comenzó a besar alrededor de sus pechos y lentamente fue descendiendo, por sus costillas, su estómago plano, su vientre, hasta llegar a su lugar favorito. Pasó la lengua por sus labios, sintiendo una humedad incipiente en ellos y eso le agradó, el saber que lograba ponerla de esa manera sólo con su boca. Levantó la vista para mirarla a la cara cuando posicionó sus labios sobre su clítoris y comenzó a succionar, primero muy suave, y después cada vez más fuerte.

Haru cerró lo ojos y abrió levemente su boca, dejando escapar nuevamente un pequeño gemido. Estaba haciéndolo bien y le gustaba. Le gustaba darle placer más que recibirlo él. Podía estar junto a ella únicamente haciéndola gemir y estaría más que satisfecho, aunque en ese preciso momento su erección ya no aguantaba más dentro del pantalón.

Decidió comenzar a utilizar sus dedos e introdujo uno mientras cambiaba intermitentemente el ritmo de sus lamidas. Las manos de Haru se posicionaron sobre su cabeza, acercándolo más hacia ella, y comenzó a mover sus caderas a su ritmo, siendo incapaz de controlar los ruidos que salían de su boca. Hoseok estaba maravillado viéndola prácticamente dándose placer a sí misma utilizando su boca, disfrutando de todo lo que él le proporcionaba. Y aquello le alentó a seguir. Quería hacerla terminar. Por lo que introdujo un dedo más y comenzó a mover su cabeza de arriba hacia abajo, de un lado hacia otro, lo que podría parecer un poco inexacto, pero que realmente eran movimientos precisos.

Haru sintió temblar su cuerpo, levantó más sus caderas, sintiéndose embriagada por tantas sensaciones juntas y hubiese apretado los muslos de no ser por la cabeza de Jung Hoseok cuando finalmente llegó al orgasmo.

No esperó más y, aunque sus piernas seguían temblorosas y su respiración agitada, tomó a Hoseok por los brazos y lo tiró hacia arriba, tumbándolo a su lado. No necesitaba mucho, pues el chico sintió que se correría también sólo de escucharla gemir. Le desabotonó el pantalón y lo bajó con brusquedad, revelando esa erección que pedía a gritos un poco de atención. Sin dejar de mirarlo a los ojos pasó una de sus piernas por encima del cuerpo del chico y se sentó justo sobre su pelvis, donde ni siquiera tuvo que tomar el miembro porque se encajó dentro de ella inmediatamente.

Ambos soltaron un gemido, Hoseok al sentirse ligeramente aliviado y Haru porque todavía acarreaba el placer del increíble sexo oral que acababa de recibir. Y comenzó a mover sus caderas, a un ritmo que ella sabía que era demasiado lento para el chico, pero que hacía intencionalmente para escucharle pidiéndole más.

—¡Oh! —soltó en medio de un jadeo—. Mierda. ¡Sí! Hazlo más rápido.

Ella obedeció inmediatamente, sintiéndose poderosa por llevar el control, como a ella le gustaba.

Jung Hoseok quería cerrar los ojos y disfrutar del inmenso placer que estaba sintiendo, pero los ojos de Haru lo tenían hipnotizado, y ni siquiera pudo dejar de mirarla cuando sintió que se correría.

—¡Oh, sí! Sigue.

Y en menos de un instante sintió su miembro palpitar y su cuerpo tensarse. Haru se mordió el labio inferior al ver la expresión de éxtasis de su compañero y se sintió plena.

Después de un momento en el que Hoseok intentaba recuperar el aliento, Jang Haru se recostó a su lado y él la rodeó con el abrazo, atrayéndola hacia él.

—¿Cuándo aceptarás mi propuesta, Haru? —Preguntó, sintiéndose adormilado de pronto.

Haru soltó una suave risa.

—No voy a casarme contigo, Hoseok.

—¿Por qué no? Somos buenos juntos. El sexo es increíble.

—Nos aburriríamos el uno del otro —aseguró ella.

Jung Hoseok resopló y metió su cabeza en el cuello de la chica.

—Jamás me aburriría de ti, florecilla. Sabes que me traes loco.

Hubo un momento de silencio, en el que Haru decidió ignorar el comentario del chico, hasta que finalmente se decidió a lo que venía.

—Oí que estás buscando el botín de Im Seong —dijo, mirando hacia el techo, ganándose una mirada ligeramente sorprendida por parte de Hoseok—. Y no sé por qué hay tanto revuelo por él, pero... siento que hay algo que me llama hacia él. 

Hoseok se acomodó para mirarla directamente a los ojos y Haru aprovechó para acariciarle el rostro con las yemas de los dedos, en apenas un roce.

—Sí —él asintió inmediatamente con la cabeza—. Busquémoslo juntos, Haru.

La chica apartó la mirada, aguantándose las ganas de sonreír. Había conseguido perfectamente lo que quería de la manera en la que lo había planeado y por un segundo quiso darse palmaditas en la espalda para felicitarse. Sin embargo, soltó un suspiro, volviendo a su papel.

—No no me gustaría quitarte parte del botín.

Los dedos callosos de Hoseok la tomaron por el mentón con cuidado para que lo mirara a los ojos. La observaba de una manera en la que pocos hombres la habían observado antes, casi logrando que se sintiera culpable.

—Yo compartiría todo contigo, Haru.

Qué pensamos de este smut? Creo que uno de los más largos y puercos que he escrito en mi vida

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