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CINCO

CINCO: JUNG HOSEOK

Jung Hoseok tragó saliva y se alejó un poco del cuerpo desnudo de Haru para mirarla directamente a los ojos. La chica lo miraba con los ojos brillantes, vidriosos. Se había emocionado al escucharlo decir que compartirían el botín.

Una disputa se había desatado en su mente. Nunca había compartido ese tipo de información con nadie. Nunca. Porque era un hombre sumamente competitivo y avaro. Pero se trataba de Jang Haru, la chica que lo traía completamente loco desde que la había conocido en aquella playa caribeña de aguas turquesas y arenas blancas.

Inicialmente se había sorprendido de encontrarse con una mujer de rasgos asiáticos en ese lugar, por lo que no dudó en acercarse. La chica estaba con unos pantalones color marfil arremangados hasta media pierna, mojándose los pies en el mar y disfrutando de la brisa marina que chocaba con su rostro y le desordenaba los cabellos oscuros. Su piel pálida parecía reflejar los rayos del sol y Hoseok se sintió casi encandilado al contemplarla durante tanto rato.

Cuando ella notó su presencia se sobresaltó, pero sintió que no era momento de ponerse tímido. ¿Cuántas veces en la vida encontraría una chica como aquella? Vistiendo pantalones y una camisa holgada, disfrutando del mar como si fuera lo más natural del mundo.

Le llamó totalmente la atención, pues jamás le gustaba lo convencional.

Sonrió, mostrando aquella hilera de dientes perfectos que encantaban a las decenas de mujeres con las que había estado, y ella le devolvió una sonrisa de labios rojos casi imperceptible para finalmente girarse nuevamente en dirección al mar, haciendo como si no lo hubiese visto. Así que Jung Hoseok se dedicó a seguir contemplándola en silencio, observando con atención cómo la camisa se le apegaba al cuerpo gracias al viento y moldeaba una delgada y delicada silueta que, de no ser por eso, hubiese permanecido oculta.

Más tarde se había enterado de que era capitana de una pequeña tripulación, de no más de diez hombres, pero que le eran completamente fieles, y su curiosidad siguió aumentando. Tanto que cada vez que comenzaba a divagar sus pensamientos le llevaban a ella.

Así fue como se prometió a sí mismo que se acercaría.

La segunda vez que se encontraron fue en Europa. Jang Haru se encargaba de reclutar más miembros para su tripulación, utilizando un método que le pareció bastante sucio, pero efectivo. Hoseok la había seguido un día que la vio de casualidad y se llevó la gran sorpresa de que utilizaba sus grandes habilidades de pelea para llevar más y más hombres a su navío. Utilizaba una mezcla extraña entre sus encantos de mujer y la fuerza bruta. Al siguiente día la había vuelto a seguir, pero se había encargado de que nadie más se acercase a ella para así poder hablarle. Por supuesto, esperó que lo evitara e intentara darle una paliza por haberla estado siguiendo, pero el panorama fue totalmente diferente. La chica le había sonreído, demostrando que lo recordaba, y le había invitado a dar un paseo por el puerto.

La gente los miraba con horror. Dos piratas conversando tranquilamente y dándose vueltas libremente como si sus vidas no fueran lo suficientemente desenfrenadas como para mostrarse avergonzados de sí mismos, sobre todo teniendo en cuenta que uno de ellos era una mujer. Porque en ese tiempo Jang Haru vestía pantalones, igual que cualquier hombre, lo que era sumamente escandaloso.

Hoseok se había dado cuenta de que era una mujer inteligente, porque tenía claro todas las cosas que quería lograr, pero también había notado que eran muy parecidos. Esa sed de riquezas se le hizo muy familiar, pues se vio a sí mismo reflejado en ella.

Y es que era diferente porque claramente cualquier persona anhelaba dinero y bienes materiales, pero Haru lo hacía de una manera bastante especial que le demostraba a Hoseok que ambos habían tenido el mismo tipo de vida antes de convertirse en piratas. Jang Haru sabía lo que significaba no tener absolutamente nada y ver cómo el resto sí lo hacía. Ambos habían sido tan pobres que ni siquiera tenían amor en sus vidas, pues no existía nadie que les regalara una caricia o les arropara durante las noches siendo unos pequeños niños. No toda la pobreza estaba relacionada a lo económico.

Ambos querían llenar aquel vacío con oro y piedras preciosas.

Así que ese mismo día, cuando atardeció, la invitó a tomarse unos tragos con la intención de ofrecerle unir fuerzas y convertirla en su nueva teniente. Sabía que juntos serían imparables, unas leyendas. Pero las cosas le habían salido al revés porque ella había intuido sus intenciones y desvió la conversación en todo momento, porque si había algo que Jang Haru no quería soportar una vez más era ser gobernada por un hombre. 

Sin embargo, no todo había sido tan malo, pues al cabo de un par de vasos de ron, cuando el alcohol comenzó a subírsele a la cabeza, Hoseok se había atrevido a acercar su mano al rostro de la chica para quitarle un mechón de cabello que se le había ido hacia adelante y ella, sin estar totalmente borracha, le había mirado por entre las pestañas con los ojos color ámbar que le parecieron los más sensuales del mundo.

Esa noche había aprendido algo nuevo: le parecía especialmente excitante ver a esa chica disfrutar del placer que él le proporcionaba. Ella le había enseñado cómo tocarla porque, según había dicho, era mucho más divertido si ambos disfrutaban. Y no se había equivocado. Jung Hoseok sintió que estaba viviendo casi una experiencia religiosa al ver cómo Haru se retorcía y ponía los ojos en blanco bajo su toque.

En ese momento supo que había caído por ella y que estaría dispuesto a dejar cualquier tipo de vida con tal de tenerla siempre a su lado, pero cuando se lo propuso ella simplemente se vistió nuevamente y antes de marcharse le dio un casto beso en los labios, asegurando que lo volvería a ver.

Y por eso su corazón había latido con tanta fuerza cuando Haru había mencionado lo especial que era su relación, porque para él también era así. Sabía que estaba enamorado de aquella mujer a la que, si tenía suerte, veía una vez cada tres meses.

—Mis hombres investigaron —respondió, mirándola fijamente a los ojos— porque se dice que Im Seong se escondió aquí durante varios meses antes de desaparecer completamente.

El rostro de la chica se iluminó y se sentó sobre la cama, como si aquello le ayudase a poner más atención.

—Pensé que quizás el botín podría estar aquí, pero no encontramos nada más que una casa cercana a la costa en la que vivía una mujer sin esposo y cuatro niños sin padre. Él había formado una familia aquí, pero escapó al saber que las fuerzas del rey estaban buscándolo.

Haru corrió la mirada y la fijó en la pared, levantó ligeramente una ceja, aunque él no la vio. Así que ese tipo de hombre era Im Seong, pero no sabía por qué se sorprendía, no sabía qué más podía esperar de un pirata.

El vandalismo era algo que corría por sus venas.

—Teniendo en cuenta lo ocurrido, sólo puedo deducir que...

—Se fue al Caribe —lo interrumpió ella.

Una sonrisa comenzó a formarse en los labios de Jung Hoseok, mostrando sus preciosos hoyuelos.

—Estás en lo correcto, florecilla, eres muy inteligente —aun estando recostado, estiró su mano para acariciar el brazo desnudo de Haru.

Ella le devolvió la sonrisa e inclinó su cuerpo hacia él hasta llegar a rozar sus labios.

—Y tú eres un genio, Jung Hoseok. Por eso es que me encantas.

El chico puso sus manos sobre su cintura y la apegó más hacia él cuando ella unió sus labios en un profundo beso, dejándola casi sobre él. Sus piernas se enredaron al mismo tiempo que sus lenguas se fundían una con la otra, dando pie a una nueva serie de toqueteos traviesos.

Park Jimin había intentado concentrar su gran estado de excitación sexual con otra chica. Habían acudido a un bar a la hora de almuerzo y varios de sus compañeros se habían marchado con prostitutas, por lo que decidió hacer lo mismo. No porque quisiera, sino porque su cuerpo estaba pidiéndole a gritos una liberación desde hacía días y no le había sido posible llevarla a cabo teniendo decenas de hombres a su alrededor. Sin embargo, cuando miró a aquella chica arrodillada frente a él mientras le quitaba el botón del pantalón se había imaginado claramente el rostro de su capitana, lo que casi le hizo salir corriendo despavorido, pero se quedó allí, pensando en que era Jang Haru la que tenía enfrente y no una desconocida.

Le había servido, pero no había logrado quitar las escenas eróticas que creaba su mente cuando se trataba de la capitana.

Así que simplemente se marchó una vez acabó, dispuesto a esperar a todos en el galeón. Pero en el camino de regreso divisó a lo lejos al teniente Kim, por lo que decidió acercarse con la esperanza de poder encontrarse con Haru. Estaba parado de forma rígida, como siempre, manteniendo la espalda totalmente derecha para así hacer notar aún más su estatura. Pero estaba solo, aunque no se trataba de la dueña de sus fantasías. A su lado había otro hombre, de cabello largo recogido en una coleta baja con un pañuelo negro, que le miraba con una sonrisa burlona. Ambos estaban frente a otro navío que Jimin no pudo reconocer, y parecía que estuviesen haciendo guardia.

—¿Qué se siente que una mujer te mande? —Preguntó aquel hombre.

El teniente Kim se mantuvo mirando hacia adelante, sin responder absolutamente nada.

—No, espera —rio hombre—, tengo una mejor: ¿qué se siente que tu capitana sea una puta que le gusta acostarse con cualquiera?

Jimin, que observaba desde lejos sin que nadie notara su presencia, se sorprendió al ver lo rápido que el cuerpo del teniente Kim había reaccionado, poniendo su sable en el cuello de su acompañante, amenazando con cortarle.

—A la próxima que hables mal de la capitana Jang, te mataré —pronunció lentamente.

El hombre tragó saliva, mirando el acero reluciente contra su cuello y no fue capaz de decir nada más.

—¿Todo bien, teniente Kim? —Una voz femenina se hizo presente.

Jang Haru venía acercándose agarrada del brazo de otro hombre y pese a que su cabello estaba perfectamente recogido en una trenza, tenía sus mejillas sonrojadas, por lo que Jimin pudo suponer lo que había estado haciendo con el chico.

Sintió una puntada extraña justo sobre su corazón. Algo que nunca había sentido.

Celos.

¿Por qué ese hombre podía poseerla y él no?

El teniente Kim guardó inmediatamente su espada e hizo una pequeña reverencia a la capitana.

—Todo en orden, capitana.

Haru pareció despedirse del hombre que la acompañaba y quien parecía no querer dejarla ir porque la tomaba constantemente de las manos, hasta que finalmente emprendió camino con Kim Namjoon pisándole los talones.

—Mañana a primera hora zarparemos hacia el oeste —le anunció a su teniente y Jimin alcanzó a escucharlo.

¿Cómo consiguió aquella información? Pensó el chico mientras comenzaba a vagar hacia el lado contrario a la escena que había presenciado.

Y en ese momento tuvo sentido lo que había dicho el hombre de cabello recogido y que había molestado tanto al teniente. Jang Haru se había acostado con ese chico para sacarle información. Jimin frunció el ceño. No estaba seguro si le parecía totalmente incorrecto, pero no podía quitarse aquella horrible sensación del pecho.

Él no tenía las respuestas para encontrar el botín de Im Seong, pero estaba seguro de que podía complacerla en la cama más que cualquier otro hombre. Aunque no tenía la chance para demostrarlo.

Detuvo su andar.

Y como si fuera el propósito de su vida, se propuso que antes de arribar en su siguiente destino ya habría estado entre las piernas de la capitana, y no sólo eso, sino que ella estaría completamente loca por él. Tanto que no volvería a desear a ningún otro hombre.

Ese Jimin...

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