Erase una vez...
Erase una vez un chico muy humilde e ingenuo que vivía en un pequeño pueblo rodeado por un hermoso y frondoso bosque. Las montañas en un segundo plano dejaban ver al rústico pueblo con un increíble paisaje que inspiraba a los pintores y fotógrafos más artísticos del país. Sus habitantes eran amables y cálidos, todos se conocían entre ellos; desde la primera casa que residía junto a las mejores tiendas hasta la última que quedaba a un par de kilómetros del final del pueblo. KyungSoo era uno de sus habitantes y era conocido por todos como: CaperuSoo Rojo. Nunca podía faltar su caperuza roja que le regaló su abuelo en su quinceavo cumpleaños, de eso habían pasado dos años y aún le era imposible despegarse de ella, pero por qué hacerlo cuando puede sentir su amor y su protección allí donde fuera.
BaekHyun, el abuelo de KyungSoo, era un hombre bondadosa, reconocido en todo el pueblo por ser gentil con todo el que entrara en su casa, por ayudar a los más necesitados y ser uno de los mejores artesanos con hilo y aguja. Era todo un mito.
Una mañana, como otra cualquiera, KyungSoo paseaba por el pueblo mientras hacía los recados que su madre le apuntó en la lista que llevaba entre sus manos. Había comprado leche fresca, los huevos de la señora Min y el pan recién horneado de la familia Jung. Todo estaba listo en su cesta de mimbre, revisado y bien colocado para que nada se cayera o se rompiera, pero mientras iba caminando de vuelta a casa y con los ojos aún puestos en la cesta, alguien chocó con su hombro y una de las barras de pan cayó al suelo.
— Oh, lo siento —levantó su mirada y descubrió de quien se trataba. "oh, no", pensó y lamentó KyungSoo en su mente. Se trataba de Chen, un habitante que un poco más mayor que él y que llevaba viviendo en el pueblo no más de cuatro años. Chen era algo raro, impulsivo y a veces soltaba cosas sin sentido como que los alienígenas una vez lo abducieron, por eso, todo el pueblo lo apodó como: el tonto del pueblo—. ¡KyungSoo, eres tú! ¿Cómo va todo? —KyungSoo suspiró y recordó las palabras de su padre: nunca seas maleducado con nadie.
— Genial, bueno... —miró apenado la barra de pan que había recogido Chen y se sintió apenado porque tendría que tirarlo; el pan de los Jung era lo mejor del pueblo, así como sus pasteles.
— Fue mi culpa, lo siento. ¡Espera aquí, iré a comprarte uno nuevo!
— ¿Qué?, no, no es necesario, gracias —tras una gentil sonrisa se despidió de él con la mano y marchó rumbo a su casa. Una vez KyungSoo se alejó, Chen ya había chocado con otra persona y había tirado los huevos que llevaba la señora en su bolsa.
El chico de baja estatura y caperuza roja, entró en su casa y saludó a su madre dándole el recado y disculpándose a la vez que le contaba que ocurrió con el pan. SuHo, su madre, o más bien padre, ya que le gustaba que le dijera mamá, lo besó en la frente para hacerle saber que todo estaba bien y le regaló la barra para que alimentara a los pájaros y palomas. El chico, feliz de poder ofrecer ese pan a las aves más hambrientas, fue hasta la sala y saludó a su padre. El padre de KyungSoo se llamaba Lay, y para él no había un padre más perfecto sobre la faz de la tierra. Nunca se enfadaba con él, y cuando su madre lo regañaba, su padre siempre lo defendía.
— Hoy me encontré con Chen y no lo vas a creer, hizo que tirara nuestra barra de pan, pero cuando me fui volvió a chocar con otra persona y le tiró los huevos —padre e hijo comenzaron a reír a carcajadas imaginando el desastre—. ¡Y lo peor es que era la señora Choi! ¡No dejaba de gritarle, pobrecito! —Lay secó una lágrima efecto de las carcajadas y agarró a su hijo para sentarlo en sus piernas.
— Hijo, hoy hablé con el señor Kim y su hijo se ofreció a enseñarte a cazar.
— ¿JongIn? —asintió— Papá, ya sabes lo que pienso de la caza. No me gusta —frunció su ceño bajando la vista.
— Sería bueno que aprendieras.
— Papá...
— Está bien, está bien, no te obligaré, sólo era una sugerencia. De todas formas ya sabía que te negarías —quitó la capucha de su hijo y despeinó sus cabellos, haciendo que KyungSoo se quejara entre una sonrisa y volviera acomodar cada mechón de su pelo.
Él era feliz con simplemente estar en la parte trasera de su casa y dar de comer a las aves o ayudar a algún animal desvalido. Le encantaba la naturaleza; su fauna y su flora, admirar el paisaje del bosque desde su ventana o simplemente sumergirse en él sin cruzar la línea que desde pequeño sus padres siempre le han advertido. El bosque era peligro, muchos peligros se escondían en él e incluso hubo casos de habitantes que se adentraron más allá y se perdieron por varios días. Pero KyungSoo jamás tuvo la necesidad o el impulso de hacerlo, le bastaba con cruzar el bosque por el camino principal y admirar sus costados donde los árboles lo rodeaban.
— ¡KyungSoo! —escuchó llamarlo su madre y tirando las últimas migajas de pan, corrió hacia el interior—. Cariño, necesito que vayas a casa del abuelo y les lleves esto —KyungSoo miró la cesta y levantó la tela que lo cubría, bajo ésta había comida y lo que parecía ser un remedio.
— ¿Qué le pasa al abuelo?
— Está enfermo desde ayer. Necesito que le lleves esto, yo ahora mismo no puedo, debo ir a casa de los Jeon para llevarle sus telas listas. ¿Podrías hacerlo por mí?
— Claro que sí, no hay problema.
— Gracias, cielo —SuHo besó la mejilla de su hijo y KyungSoo sintió que lo pinchó con esa barba de tres días. El chico, a pesar de que llamaba a su padre, madre, a veces pensaba que su familia era incluso más rara que el tonto del pueblo. SuHo era su padre biológico, y su madre murió cuando él era muy pequeño, luego se enamoró de Lay y para que el chico no confundiera, SuHo se proclamó mamá. En el pueblo costó de asimilar la extraña relación que había en esta casa, pero con los años todos se acostumbraron—. Recuerda siempre seguir el camino...
— No desviarse —terminó KyungSoo la frase que tantas veces le había repetido—. Ya lo sé, no te preocupes —KyungSoo agarró firme la cesta y antes de salir dejó de vuelta un beso en la mejilla de su madre—. ¡Volveré pronto!
La casa de su abuelo estaba más allá del bosque, rodeado por un hermoso campo de flores y pinos en los cuales KyungSoo podría pasar horas y nunca aburrirse. El camino era algo largo y cansado, pero para un fanático de la naturaleza era como una divertida y emocionante excursión en busca de alguna aventura.
Por el camino encontró una adorable familia de ardillas en una de las ramas de un árbol a su derecha, se detuvo para observarlos con una sonrisa en el rostro y cuando estos se fueron, reanudó su marcha. También le encantaba mirar las distintas flores con las que se cruzaba y decir su nombre en voz alta antes de que las dejara atrás, como una especie de juego que él mismo inventó. Encontró una de sus flores favoritas a unos metros de él y no pudo evitar correr hasta ella y mirarla de cerca, rozar su yema por los pétalos y acercar su nariz para olerla.
De repente una mano delgada y grande entró en su campo de visión y arrancó la flor de tallo. Sus ojos siguieron a la pobre flor que pronto se marchitaría, y al elevarlos hasta el rostro del culpable, frunció el ceño y se levantó con una de sus manos en su cintura.
— ¿Por qué has hecho eso?
— Porque es hermosa.
— ¡Pero pronto dejará de serlo, la has matado! —el chico alto alzó una ceja bajo la mirada punzante del bajo y sonrió maliciosamente. Dejó caer la flor y acercó su rostro al más bajo— N-no te acerques.
— ¿Por qué? ¿También te molesta? —recibió una afirmación y no pudo evitar reír justo en su cara. Con la misma mano que había dejado caer la flor, agarró el mentón del chico y se deleitó con la belleza que tenía ante sus ojos. Jamás había visto a un chico tan hermoso, más incluso que la flor que acababa de arrancar. Tenía unos enormes y profundos ojos, unos labios gruesos y con forma de corazón, su piel era suave y blanca como la nieve, y con esos simples atributos llamó la atención del lobo que había decidido su presa del día.
— ¿Cuál es tu nombre?
— ¿Crees que te lo voy a decir? —KyungSoo apartó la mano de su rostro y retrocedió un paso.
— ¿Me tienes miedo? —dio ese paso que los separó, ahora obligando a KyungSoo a caminar de espaldas con el chico alto acercándose más y más. Su espalda chocó con el tronco de un árbol y soltó un gemido— ¿Qué llevas ahí?
— C-comida y un remedio para mi abuelo.
— Oh —pasó su mano y sus largos dedos por su cabello rubio y se enderezó—. Mi nombre es SeHun —KyungSoo lo miró extrañado—. Vivo en el bosque.
— ¿Vives en el bosque?
— Ajá.
— Nadie vive en el bosque.
— ¿Qué hay de malo en vivir en el bosque?
— Todos saben que es muy peligroso.
— ¿Peligroso? Já —rió—. Yo vivo en él desde hace años y nunca me ha pasado nada. Los cazadores van a cazar al bosque y no les pasan nada, los leñadores van a cortar árboles al bosque y... tampoco les pasan nada —el bajo apartó la mirada y meditó las palabras del desconocido llamado SeHun, tenía razón, mucha gente se adentraba en el bosque a diario y volvían a sus casas como si nada—. Me conozco este bosque como la palma de mi mano y si te soy sincero... este camino es mucho más largo.
— ¿Más largo? Es el único que hay.
— Es el único que ves —KyungSoo miró a un lado y a otro, volviendo su mirada al chico alto—. Puedo ayudarte a que llegues antes. Tu abuelo debe de estar hambriento, por no hablar de ese remedio que tan importante debe de ser para su salud.
— Pretendes que...
— Que llegues antes —el de caperuza roja seguía sin fiarse de las palabras del desconocido, podría estar engañándole, aunque pensándolo claro no tenía por qué hacerlo, no ganaba nada engañándolo y en el camino hasta aquí había notado algunas nubes negras aproximándose, por lo que llovería y quizás le pillaría de vuelta a casa.
— ¿Dónde está ese camino? —la enorme sonrisa de SeHun iluminó sus oscuros ojos, luego alzo una mano para que KyungSoo la agarrara y una vez cogidos de la mano, se adentraron en el bosque, dejando el camino detrás de ellos. KyungSoo sintió un palpito en su pecho, su garganta se secó en segundos y tuvo que tragar grueso. Sabía que estaba saltándose la regla número uno de sus padres, pero su abuelo lo necesitaba, por lo que apartó de su cabeza cualquier pensamiento negativo.
— ¿Ves este sendero? —el bajo asintió— Sólo debes seguirlo y llegarás rápido hasta la casa de tu abuelo.
— ¿No me acompañas?
— ¿Acompañarte?
— Por si me pierdo...
— No tiene pérdida. Además, debo volver a casa.
— Oh, está bien —KyungSoo mordió su labio inferior y se quedó mirando fijamente el sendero por el que tenía que cruzar—. Puedo hacerlo —musitó para sí mismo y se giró para encarar al chico alto que no dejaba ni un segundo de mirarlo—. Gracias, SeHun.
— De eso nada. Un gracias no me basta. ¿Qué tal si... me dices tu nombre como acto de gratitud? —no lo convencía en absoluto, pero las palabras de su padre volvieron a resonar, "ser amable", se dijo y no tuvo más remedio que satisfacer al desconocido.
— KyungSoo, mi nombre es KyungSoo.
— KyungSoo... —susurró relamiendo sus labios y el bajo pensó que fue un gesto demasiado perturbador, tanto que se sintió incómodo y se despidió rápido para adentrarse en el sendero.
El camino era mucho más dificultoso para andar ya que debía tener cuidado con las raíces de los árboles, las piedras y la maleza que en dos ocasiones le hizo resbalar. Se preguntó cómo podía ser este camino más rápido si sus pasos eran todo lo contrario, debió suponer que el camino era más corto y directo porque ninguna otra respuesta le aclaraba su pequeña duda.
En medio de su caminata escuchó un disparo y se encogió en el lugar abrazando su cesta. Un segundo lo hizo temblar, pero el tercero lo consumió el miedo y corrió despavorido tropezando con una de las malditas raíces y caer soltando un sonoro grito. Vio como su cesta caía y lo que había dentro se salió, gateó sin importar el daño en sus rodillas y manos y comprobó que nada se hubiese echado a perder. Por suerte, la comida seguía en su recipiente y el remedio en el frasco de cristal que por milagro no se hubo partido. Suspiró aliviado y lo metió todo nuevamente.
— ¡¿Hola?! —oyó y alzó su cabeza para mirar en dirección a la voz— ¡¡¿Hola?!! —la voz se elevó aún más pero KyungSoo seguía en su silencio, no quería problemas y mantenerse callado y apartado era lo mejor, pero el dueño de esa voz apareció entre los árboles y avistó a KyungSoo aún en el suelo. Corrió en su dirección y se agachó cuando lo tuvo cerca— ¿Estás bien? ¿Te has hecho... daño? ¿KyungSoo? —KyungSoo lo reconoció al instante, era el hijo de los Kim, los mejores cazadores de todo el pueblo. El chico, un año menor que él, tenía la piel bronceada y un rostro hermoso, había escuchado por cada rincón del pueblo cuantas chicas iban detrás de él, pero era tan despistado que nunca se daba cuenta de todas las miradas que se robaba allí donde iba.
— JongIn, ¿qué haces aquí?
— Yo, de caza, pero..., ¿y tú? —KyungSoo ladeó su cabeza pensándose si contarle algo o dejarlo estar, tampoco es que fueran mejores amigos. Y hablando de amigos, ¿tenía acaso alguno? ¿Los animales y las flores contaban?
— Voy a casa de mi abuelo.
— ¿Por qué cruzas el bosque?
— Es un atajo.
— ¿Estás seguro de tu atajo?
— ¡Claro! —medio mintió.
— Bueno —el chico moreno sonrió y ayudó a levantar a KyungSoo. Se dio cuenta de sus pantalones manchados y sin aviso alguno los levantó y comprobó las rodillas algo rojizas del bajo. KyungSoo quiso decir algo, quejarse al menos, pero antes de poder hacerlo, JongIn ya estaba inspeccionando sus manos igual de doloridas—. Ven —sin respuesta, tiró de su muñeca y arrastró a KyungSoo hasta donde JongIn tenía sus cosas. Sacó de su saco un pequeño bote con una mezcla blanca y le pidió que le volviera a enseñar las heridas. El de capucha roja rodó sus ojos y sin llevarle la contraria, hizo lo que le pidió.
— Gracias.
— No hay de qué. Seguro fue mi culpa, te asustaste con los disparos y caíste, ¿cierto? —KyungSoo abrió su boca para dar su versión de los hecho, pero se dio cuenta que no tenía nada que añadir, JongIn había dado en el clavo, así que simplemente asintió— Entonces lo siento.
— Sólo hacías tu trabajo.
— Eso es cierto —el chico sonrió y miró orgulloso las liebres que había matado. KyungSoo sintió arcadas al ver a esos pobres animales sin vida y que pronto estarían asándose en algún fogón. JongIn se dio cuenta del rostro pálido del bajo y tapó sus presas—. Olvidé que eres vegetariano.
— Está bien —KyungSoo se recuperó de un pequeño mareo y trato de la forma más educada posible de despedirse de JongIn para seguir su camino—. Ya nos veremos por ahí, adiós.
— Adiós, y ten mucho cuidado, KyungSoo —las mejillas de KyungSoo se encendieron de un color vivo y giró su cabeza de forma brusca para que éste no lo notara. No es que KyungSoo le gustara el cazador, no, pero no podía negar que fuera bello, y la forma que tenía en dirigirse a él, lo ponía demasiado nervioso.
Continuando con su camino aceleró sus pasos para recuperar el tiempo perdido, a cada minuto que pasaba más se iba lamentando de haber cogido este atajo. En el camino no se solía encontrar a nadie, pero en el bosque al parecer hasta el tonto del pueblo sería una opción, pero no era ese chico el que se encontró esta vez, sino otro que conocía mejor y desde hace más años.
Caminó con sutiliza por la maleza y los árboles hasta quedarse oculto tras el más ancho. Allí, en la lejanía, avistó al leñador que su padre solía comprar en los meses más fríos del año. KyungSoo pensó que un leñador no tenía más trabajo que el invierno, pero debía estar muy equivocado porque en plena primavera, ese chico altísimo seguía trabajando con fervor.
Lo vio levantar su pesada hacha elevándola hasta el cielo y dejarla caer con rapidez para cortar en dos el tronco frente a él. Sus ojos se desviaron del chico hasta el tronco partido en dos, acarició la corteza del árbol que usaba como escondrijo y sintió lástima por todos ellos que terminaban talados. A KyungSoo no le gustaba la caza, pero tampoco que talaran los árboles.
— ¡Eh! —brincó saliendo de su ensoñación y se escondió de espaldas al tronco. ¿Lo había visto? Imposible..., ¿verdad?— KyungSoo. —musitó el chico alto que ahora se encontraba en su costado, lo miraba asombrado por encontrarlo ahí—. ¿Qué haces aquí?
— Hola, ChanYeol —le tembló la voz y salió para quedar frente al otro. ChanYeol no es que le cayera mal, pero de su altura no podía decir lo mismo. Se sentía diminuto cuando estaba cerca suyo, por eso, siempre intentaba estar lo más lejos posible, odiaba los comentarios de las personas hablar de ellos a sus espaldas; reírse de su baja estatura.
— Me sorprendes, nunca te he visto por el bosque.
— Iba a casa de mi abuelo.
— ¿Y el camino?
— Esto sólo es un atajo. No le dirás a mis padres, ¿verdad?
— Claro que no —sonrió y KyungSoo sintió derretirse ahí mismo, porque si había algo hermoso en ChanYeol, eso era su sonrisa, una que hacía sonreír hasta al más deprimido—. ¿Quieres que te acompañe?
— No, estoy bien —KyungSoo sonrió de vuelta y tras algunos gestos nerviosos decidió despedirse—. Será mejor que me vaya.
— Yo debo seguir cortando —golpeó su hombro que lo más seguro es que estuviera adolorido y bajó la capucha de KyungSoo como solía hacer a veces para molestar.
— ¡ChanYeol! —gruñó mientras se la colocaba de nuevo. El nombrado rió y comenzó a caminar directo a sus troncos y hacha— ChanYeol.
— ¿Sí?
— No cortes si no es necesario —el alto notó la voz afligida del menor y asintió mostrando una sonrisa llena de juramento. KyungSoo dio los primeros pasos antes de ser detenido.
— KyungSoo —el bajo simplemente lo miró como respuesta—. Creo que nunca te lo he dicho, pero el color rojo te sienta fenomenal —los ojos de KyungSoo se abrieron en demasía y sus mejillas se tornaron del mismo color que su caperuza, sus manos se volvieron gelatina y la cesta acabó en el suelo por segunda vez.
— G-gracias —tartamudeó y con torpeza agarró rápidamente la cesta y caminó apresurado con la cabeza gacha.
Después de una larga caminata que KyungSoo pensó que nunca se acabaría, llegó hasta el final y pudo ver la casa de su abuelo a unos metros de él. Corrió emocionado por haberlo encontrado, había cruzado el bosque y no precisamente por el camino, había cruzado el peligroso bosque del que todos siempre hablan y advierten.
Llegó hasta la puerta y la tocó unas tres veces, esperó impaciente pero nadie abrió, por lo que intentó girar la manilla, notando como esta cedió y se abrió fácilmente.
— ¿Abuelo? —entró dejando la cesta a un lado y buscó por la concurrida casa a su abuelo enfermo. No estaba en el salón, ni en el baño, mucho menos en la cocina, por lo que sólo debía estar en un lugar; su dormitorio.
Llamó de nuevo, pero por segunda vez no recibió respuesta. Aquello comenzaba a ponerlo nervioso, más que nada porque su abuelo siempre lo recibía cálidamente y por primera vez aún no había rastro de él.
— ¿Abuelo? —repitió adentrándose en la oscura habitación. Notó un bulto en la cama y sus hombros descansaron de toda tensión, se acercó hasta quedar a su vera y extrañado observó aquel bulto. Tenía sus brazos encima del estómago y la cara oculta con un gorro que le era imposible de apreciar su rostro— Abuelito, pero que alto te has vuelto.
— Es para protegerte mejor —susurró con una voz que notó diferente pero que bien podría ser por su estado.
— Abuelito, que manos tan grandes tienes.
— Son para tocarte mejor.
— Abuelito, que hombros tan anchos tienes.
— Son para que te sujetes mejor.
— Abuelito... —KyungSoo se sentó a su lado y estiró una mano hacia el rostro de su abuelo, éste sonrió y entre la oscuridad pudo notar algo inusual en él—, pero que dientes tan largos tienes.
— ¡Son para devorarte mejor! —gritó haciendo asustar a KyungSoo que quiso correr pero fue sujetado por esos largos brazos que indudablemente no eran los de su abuelo. Gritó auxilio desesperadamente mientras que el intruso tiraba de él y lo dejaba tumbado en la cama, se subió encima y ató sus manos entre las grandes manos del otro— ¿Qué tal te fue el sendero, eh?
KyungSoo reaccionó reconociendo al mismo chico que le había mostrado el sendero en el camino— ¡SeHun!
— Que fácil fue engañarte —rió cínico pegando su rostro a KyungSoo, olió su aroma directo de su cuello y luego lo lamió entre más risas que sólo conseguían asustar más al pobre KyungSoo.
— ¡Déjame o gritaré! ¡Le diré a todos lo que has hecho!
— Grita, grita cuanto gustes, nadie te va a oír. Sólo tu estúpido abuelo vive aquí.
— Mi abuelo..., ¡¿qué hiciste con él?!
— Shh —siseó cerca de los labios carnosos del bajo—. Tu abuelo no me importa en absoluto, tan sólo sus objetos de valor, pero de ti..., de ti quiero mucho más.
Bajo los gritos y quejidos de KyungSoo, SeHun comenzó a aprovecharse de su pequeño cuerpo. No era más que una estrategia que había ideado en el momento que se lo encontró en el camino. Sus ojos y su deseo por tomarlo habían hechizado al rubio que había conseguido engañarlo para tener lo que quería, no sólo se llevaría objetos que podría vender y sacarse un buen dinero, sino que ese día se iría satisfecho con su cuerpo por la liberación que el chico de caperuza roja le proporcionaría a la fuerza.
Al mismo tiempo, el chico leñador había acabado de cortar toda la leña del día, se había cruzado con JongIn que también hubo acabado su jornada, y como algunas veces, juntos se iban caminando hasta casa. Pero ese día, cuando se disponían a volver, ChanYeol tropezó con algo y al cogerlo, JongIn lo reconoció. Era un frasco que KyungSoo llevaba en su cesta. Fácilmente; por su textura, color y olor, reconoció que era un remedio, lo más probable para el abuelo del bajito, así que, con mutuo acuerdo, decidieron subir el sendero hasta la casa del señor BaekHyun.
Al llegar notaron que la puerta estaba abierta, y compartiendo miradas preocupantes, corrieron hasta el interior de la casa. Dentro notaron lo oscura que estaba, ChanYeol vio la cesta que KyungSoo cargaba dejada a un lado de un mueble y antes de que gritara su nombre, la voz del bajo se escuchó como un grito ahogado seguido de incontables sollozos. Ambos con el corazón en un puño, corrieron hasta el dormitorio y abrieron la puerta de golpe.
Ninguno de los dos podía creer lo que estaban viendo. Un tipo de cabellera rubia estaba prácticamente devorando al pequeño KyungSoo bajo su cuerpo. Había arrancado casi toda su ropa y marcado todo su cuerpo, su rostro estaba empapado en lágrimas y sus delgadas manos intentaban ser liberadas inútilmente de las garras de ese chico con ojos de lobo.
ChanYeol no se lo pensó dos veces cuando agarró el mango de su hacha y la levantó en peso para asestarle un hachazo al tipo rubio. El lobo, tan hábil como uno, se apartó en la milésima de segundo exacto antes de que el filo tocara su carne. Cayó al suelo y se levantó ágil, mirando a los ojos del leñador y éste sosteniéndole la desafiante mirada.
JongIn aprovechó el momento para recoger a KyungSoo y apartarlo de ahí, lo sostuvo entre sus brazos y lo llevó fuera de la habitación. El bajo temblaba bajo las manos bronceadas que intentaban calmarlo, pero sabía que ahora mismo sería algo inútil.
— KyungSoo, quédate aquí, ¿vale? No te muevas —fue hasta sus cosas y agarró la escopeta de caza que le regaló su padre. Se adentró nuevamente en la habitación y apuntó a la cabeza del lobo con ésta—. Intenta algo y te vuelo los sesos.
SeHun apartó la vista de ChanYeol y miró a su nueva amenaza, viendo que era un arma de fuego, no dudó en levantar sus manos y dar a entender que no haría nada. JongIn hizo un gesto con su escopeta para que saliera de la habitación y así lo hizo. Con sus manos aún levantadas y la escopeta apuntando detrás suyo, caminó fuera de la habitación viendo a KyungSoo tirado en el suelo y apoyado en la pared con sus rodillas flexionadas y abrazadas a éstas. Escondió su cabeza cuando SeHun le dedicó una maliciosa sonrisa y continuó caminando.
Los cuatro se encontraban en la misma sala, con JongIn dándole ordenes, KyungSoo aterrado en el mismo lugar, ChanYeol pendiente de cada uno de sus gestos y SeHun que con un movimiento rápido, y que JongIn no se esperó, giró agarrando el cañón de la escopeta y haciendo que ésta se disparara antes de caer al suelo lejos de ellos. JongIn recibió un golpe directo a su rostro y se tambaleó cayendo al suelo.
SeHun se veía victorioso, pero no contó con el chico que seguía cada uno de sus movimientos, y que por no tenerlo en cuenta, el hachazo que antes esquivó ahora le había dado de lleno en uno de sus costados, desgarrando su carne por donde el filo se abrió paso. SeHun cayó al suelo entre gritos desgarradores y un charco de sangre ahora formándose en mitad de la sala. JongIn observó la escena aterrado, al igual que KyungSoo.
¿Qué deberían hacer?, se preguntaron todos en un mismo tiempo, y como respuesta recibieron un estruendoso portazo de la puerta principal que se abrió tirando algunos de los marcos colgados en las paredes.
ChanYeol soltó el hacha como si se sintiera culpable y retrocedió algunos pasos. El jefe de policía XiuMin había llegado con su patrulla después de recibir una llamada de los padres de KyungSoo por su tardío regreso, pues nunca había tardado tanto, además, el abuelo BaekHyun nunca había contestado a ninguna de las llamadas que hicieron a la casa.
— Oh SeHun, al fin te pillé, maldito bastardo —SeHun seguía quejándose por el dolor, sin apenas echar cuenta a su alrededor—. Llevas años engañando a adultos y jóvenes para tu propio interés. Robo, asalto a casas, violaciones... —XiuMin rio victorioso mientras le colocaba las esposas—. Menudo historial tienes, hijo de puta. ¡Park, llama a una ambulancia!
— Sí, señor.
— ¿Estáis bien? —todos, menos KyungSoo, asintieron.
Otro policía que había estado inspeccionando la casa, entró en la sala con el abuelo de KyungSoo a su lado y en cuanto vio a su nieto, se abrazó a él con fuerzas.
BaekHyun había estado amordazado y ocultado dentro de un viejo reloj de pie que el mismo SeHun se había encargado de obstruir para que no pudiera salir— Abuelo Baek. —sollozó KyungSoo entre los brazos de su abuelo.
— Tranquilo, Soosie, estoy aquí.
Los padres del encapuchado rojo llegaron poco después e imitando el gesto del abuelo, corrieron y abrazaron a su hijo entre sollozos y palabras de aliento para su pequeño; que no dejaba de llorar entre los tantos pares de brazos que lo reconfortaban y protegían.
[...]
Había pasado unos meses desde el acontecimiento y el caso de el lobo; así lo llamaron, que acabó entre rejas por demasiados años. KyungSoo volvió a sonreír y aprendió a olvidar el daño que sintió, pero también aprendió a no dejarse llevar por cualquier extraño, a pensar con la mente más fría antes de actuar y que las flores y los animales no eran los únicos amigos que tendría para siempre.
— ¡Claro que no, idiota! ¡Eso me lo dijo a mí!
— ChanYeol, deja de soñar, KyungSoo me miraba a mí cuando lo dijo.
— Te estás quedando ciego, amigo. ¡Me miraba a mí! —JongIn sujetó con fuerza el cuello del chaleco de ChanYeol y el otro lo imitó para no sentirme menos.
— ¡A mí!
KyungSoo, que llevaba un buen rato viendo al par discutir como cada día o por cualquier estupidez, se cruzó de brazos y ambos notaron su presencia.
— ¡KyungSoo! —gritaron al unísono.
— Calla, estoy hablando yo.
— Más respeto, soy mayor que tú, así que tengo prioridad en hablar primero.
— ¿Vais a estar así todo el día? —preguntó KyungSoo que por dentro no dejaba de reír. Aquellas escenas le parecían algo graciosas.
— KyungSoo, cuando dijiste eres especial para mí, ¿a quién se lo dijiste? —preguntó JongIn anticipándose a ChanYeol, éste gruñó pero calló para escuchar la respuesta del más bajo.
KyungSoo se quedó mudo observando a ambos, primero dio ligero vistazo a JongIn y luego los desvió a ChanYeol, sonriendo antes de apartar la mirada y suspirar. Ambos chicos se quedaron igual que como estaban, eso no había sido una respuesta, por lo que la guerra seguía en pie.
— Un leñador y un cazador —chistó KyungSoo—. ¿Creéis que me agrada que hagáis daño a la naturaleza y a los animales? Lo lleváis claro —susurró para sí, ninguno lo pudo escuchar ya que habían comenzado una nueva disputa entre gritos.
KyungSoo sonrió una última vez más, subió su caperuza roja y se giró para encaminarse hasta el bosque donde iría a dar de comer a sus más fieles amigos. No podía negar que a pesar de que esos dos chicos que dañan algo que él ama fueran menos especiales, porque para él, ambos lo eran, quizás uno más que el otro, pero eso de momento a ninguno se lo haría saber.
FIN.
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Ay que ver, eh. Lo que una saca de una simple imagen xDDDD Estoy muy mal, pero ha sido súper divertido escribirlo jajaja. Espero lo hayáis disfrutado como yo al escribirlo :3, creo que no es necesario decirlo, pero por si acaso, esto está inspirado en un cuento infantil, La caperucita roja. Por supuesto no iba a hacerlo infantil, quería que fuera como el cuento pero más real, así que salió esto.
Ah, y gracias Almita (dramatrash) por ayudarme con el nombre del fic :'), te quiero, mi amol <3
Y al resto igual, yo, y el tonto del pueblo, os queremos xD Os mandamos besos.
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