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Advertencia⚠️: mención de violencia/abuso
El atardecer era cálido y efímero, un instante hermoso ante los ojos de quienes lo contemplen.
Y también, aquel cielo coloreado de colores cálidos, le demostraban a Sunoo de manera muda y práctica que era momento de correr hacia su cabaña. Ignorando completamente, el bullicio de la plaza que llegaba hasta la tienda, donde a la par del atardecer, la festividad y la tradición del pueblo aparecían, llamando a los futuros novios al festejo por su compromiso simbólico y llenándolos de bailes, cánticos y luces cálidas envolviendo el lugar gracias a la fogata ceremonial encendida. Y, por supuesto, hermosas flores rodeando el panorama de manera drástica, inundando la plaza, logrando que algunos pocos pétalos se inmiscuyan dentro de la tienda de costura.
Sunoo logró despedirse del señor John ante sus repetidos pedidos de que se quede, ya que era muy tarde y ante la mirada triste del pequeño Anton, que le hizo prometer volver al día siguiente sin falta. Sunoo aceptó esa pequeña promesa ante el pequeño y también la lámpara de aceite dada por el señor John. Saliendo junto a su canasta a enfrentar la última helada del invierno. Una helada muy cálida a su parecer. Porque fuera de la tienda, los aldeanos parecían dichosos por la idea de una festividad a fines de invierno y también, por la repentina noticia de la hermosa hija del alcalde próxima a casarse.
—Son una hermosa pareja, una pareja hecha en los cielos.
Decían los aldeanos que caminaban al lado de Sunoo, este permaneciendo silencioso al caminar, pareciendo más una sombra enjuta que deseosa por ver la luz deslizaba su mirada entre las flores caídas en el camino empedrado y la fogata que rodeaba a los aldeanos danzantes en la plaza. Sus ojos ansiosos deslizándose hasta encontrar, un porte esbelto y a su lado, una muchacha hermosa y elegante, ambos viendo el festejo mientras permanecían sentados en un estrado. Rodeados del vino en tarros, el arroz fértil, la fogata cálida y flores, que dulces, demostraban el amor naciente y tierno de la pareja. El frío aún amenazando a ambos prometidos pero el leñador caballeroso, ofreciendo su abrigo marrón a la joven. Demostrando una dulzura indescriptible que hizo a la sombra sentir la luz en su ser.
Sunoo presionó la canasta ante la vista y el dolor en su pecho mientras sentía que era un verdadero egoísta, un mal amigo, una escoria.
¿Por qué no podía ser feliz solo con la vista y el saber que Heeseung estaba bien? ¿Por qué no podía simplemente aceptar la derrota en su corazón?
Sunoo se sentía como una misera sanguijuela que ansiaba aquel puesto de la mujer elegante, un iluso que solo sabia llorar, sin poder sentir más que un sentimiento agrio golpear su alma, sintiéndose una sombra intrusa herida ante la luz de la verdad ante él. Consumiéndose lentamente. Porque los cobardes nunca ganan.
Sin dudar un segundo, caminando a pasos rápidos hasta el exterior del pueblo, esperando no ser reconocido por ninguno de sus amigos y llegar cuanto antes a la cabaña. Deslizándose entre los pisos empedrados, alejándose del ambiente cálido del fuego en la plaza y las flores risueñas que bailaban junto al viento al ritmo de la música. Caminando mientras los aldeanos disfrutaban de aquel festejo a pleno final del invierno, saliendo de sus hogares, cantando y hablando de la futura boda de la hija del alcalde, festejando con vasos de madera que poseían vino. Sunoo siguió su paso, viendo al atardecer despidiéndose en el horizonte. La mancha rojiza dispersandose, llegando a los límites del pueblo, unos pocos pasos más y pronto, estaría dentro del bosque.
—¡Sunoo!
Los pasos veloces del pelirrojo se detuvieron al instante al escuchar una voz lejana y suave, guiada por el viento en forma de murmullo y su corazón ansioso y escurridizo, saltó al reconocer el portador de la voz. Guiando sus pies a girarse mientras una expresión confusa aparecía en su rostro al escuchar de nuevo al leñador.
—¿Oye, no vas a ir a la fiesta? ¿Por qué te vas tan rápido? Ya ni siquiera me saludas, ¿Donde esta el respeto a tus mayores, eh? —decia agitado.
—¿Hee? ¿Cómo... Por qué estás aquí?
—Espera un momento.—pidió Heeseung mientras se apoyaba para recuperar el aliento por haber corrido. Sunoo iba a seguir preguntando sin embargo, su corazón no estaba listo para ver al leñador así.
Porque toda confusión de Sunoo de diluyó cuando una sonrisa cansada apareció en el rostro apuesto del leñador, que permanecía inclinado y recuperando el aliento. Su usual porte esbelto en conjunto con el chaleco oscuro ahora estaban embadurnados por el tono delicado de una cadena de flores rodeando su cuello, algunos pétalos más revoltosos, posándose sobre sus hombros y, solo uno de estos, llegando de forma traviesa a la parte alta de su cabello, aferrándose al leñador. Como un florero andante que hizo a Sunoo reír ante la vista.
—¿Te ríes? ¿Es divertido verme correr? —una sonrisa juguetona bañó el rostro de Heeseung, dándole dos partes de coquetería y una de masculinidad. El corazón de Sunoo martilleo, agitándose como un colibrí feliz. Pero Sunoo lo ignoró y le dedicó un golpe en el hombro. El otro fingió dolor en su rostro.
—Lo es, mírate, eres un leñador y no puedes correr más tiempo sin cansarte. ¿Donde quedo toda tu fuerza?
Heeseung fingió sentirse herido, los cálidos rayos del atardecer bañando su rostro.
—¿Solo unos meses encerrado en tu cabaña y te volviste un respondón con tus mayores? ¡Ven aquí!— Heeseung se acercó a Sunoo tomándolo del brazo, acercándose lo suficiente como para que Sunoo sienta sus manos cosquillear en su torso. Los latidos de su corazón martillando cada vez más, y la cadena de flores desgranándose, logrando que los pétalos vuelen sobre ambos. Siendo dóciles y preciosos al atardecer, huyendo de la gravedad. Ignorando la gelidez externa sintiendo la calidez de ambos cuerpos.
Sunoo vio el rostro risueño de Heeseung y quiso reír aún más por su porte espigado, derrumbado a solo risas y flores, sin embargo, tal como la gravedad venció a los pétalos, la realidad venció su sueño de nubes con un rayo atronador que trajo consigo los recuerdos vividos de su mente, la imagen de Sohyun y Heeseung bañados por pétalos, de aquella misma forma, sentados uno al lado del otro, aceptando el rito inicial del compromiso, cayendo al fin en cuenta del momento impropio de esto.
—Oye, Hee, ¿Qué haces aquí? ¿No deberías volver? De seguro te están buscando.
Pero la pregunta de Sunoo fue detenida por la risa de Heeseung.
—No te preocupes, están lo suficientemente ebrios para fijarse en mi. —respondió mientras jugaba con el collar de flores en su cuello—. Además, ¿Cómo iba a permitir que mi pequeño hermanito se fuera de mi fiesta de compromiso? Hay prioridades. —Sunoo se sintió feliz ante la mención pero recordó algo que lo hizo desconfiar sin notar como Heeseung posaba uno de los pétalos en su cabello.
—¿Ahora soy tu pequeño hermanito? Eres un mal amigo, mírame, ¡siendo el último en enterarme de tu futura boda!
El pétalo se deshizo entre el pasto y la tierra y Sunoo se alejó del toque de Heeseung. Este alzó las cejas extrañado y Sunoo solo fingió reír ante su repentino tono dolido.
—No es un reclamo. Tranquilo, o tal vez si, si es un reclamo, al menos me lo hubieras dicho para... poder regalarte algo.
El leñador detuvo sus manos que parecían querer volver a hacer cosquillas— ¿No se te olvida algo más?
—¿Algo más?
El tono inquisidor hizo a Sunoo un poco receptivo ante la pregunta, olvidando la cuestión de la boda y preguntándose a qué se refería el mayor. ¿Qué se le había olvidado? No podía recordar nada más en su mente que estaba cubierta por la mirada expectante de Heeseung.
—Un momento, ¿Estás evitando aceptar que eres un mal amigo, es una pregunta trampa?— Sunoo empezaba a pensar que se trataba de otra de las bromas del mayor, sin embargo este permaneció callado a su respuesta, cruzando sus brazos, logrando que los pétalos desistan de sus hombros y caigan. Logrando también que la mirada perdida y un poco avergonzada de Sunoo los siga, fijándose en una canasta dejada en el pasto. Con la capa y sus trazos plateados expuestos demostrándole a Sunoo lo olvidadizo que podía ser, sin embargo, no quería aceptar la vergüenza que parecía querer consumirlo, ante la mirada expectante del leñador, Sunoo se burló intentando ocultar sus mejillas carmesí. —Ahora que lo recuerdo, cada año envejeces más. Mírate, ¡Mas viejo que tu padre!
Fue lo único que se digno a soltar Sunoo, sintiéndose un estúpido por haber olvidado la razón de todas sus noches en vela cosiendo esa capa. Y causando que el leñador, con ira fingida, dirija mas cosquillas hacia él en venganza. Heeseung esta vez no tuvo piedad, haciéndolos caer a ambos al pasto. Mientras las risas de Sunoo empezaban a sonar y los ojos de Heeseung se divertían con las reacciones joviales del muchacho.
—Tú también eres un mal amigo, mírate, diciéndome viejo y ¡Ni siquiera me felicitas en mi cumpleaños! Me siento muy herido. —Las manos del leñador se deslizaron sobre el mentón de Sunoo, logrando toda la atención del menor sobre él— ¿Entonces estamos a mano, mal amigo?
Los ojos de Heeseung eran como florecillas sonrientes abriéndose con suavidad ante él, la cercanía se sentía como la dulzura del néctar que estas invitaban a probar. El pelirrojo cayo ante esta flor malvada, asintiendo ante su hechizo.
—¿Entonces?—el muchacho acarició el mentón del pelirrojo, un toque casi imperceptible.
—¿Entonces qué?
—¿Ese es mi regalo de cumpleaños?
Mencionó mirándolo para luego, dirigir su vista a la canasta, donde la tela oscura y caída sobresalía mostrando unos bonitos patrones plata. Los ojos curiosos y risueños de Heeseung demostraba que la pregunta era una broma, solo mirando la canasta para molestarlo. Una broma que podía hacerse una linda sorpresa al presentarle la capa preparada para él. Una que Sunoo había cosido sin dormir por días, solo deseando que la tela y los detalles sean lo suficiente buenos para Heeseung y poder sentirse orgulloso de verlo portando una capa suya, sentir que la tela que había tomado entre sus manos era posada sobre sus hombros y al menos sentir que el leñador llevaba una parte de él, de alguna forma. Una capa que podría usar desde las mañanas para trabajar en el futuro, en las noches de frías en invierno.
O cuando quiera cubrir a su esposa con esta, susurro la parte racional de su mente.
El bonito ambiente creado entre jugueteos y risas se vio manchado, cayendo nuevamente de aquella nube de colores rojizos y naranjas, porque la calidez del atardecer estaba destinada a ser efímera y la realidad nocturna era más fuerte a su pesar. Sunoo era solo un pétalo más cayendo de los hombros de Heeseung, sin poder aferrarse más a este. Yendo a la deriva, siendo atrapado por un corazón frenético y ansioso por afecto para al final, ser destrozado por una pisada egoísta del destino impredecible. Destruyendolo y dejándolo yacer ante el pasto y la tierra. La voz de Sunoo fue detenida por el dolor y la felicidad por entregar la capa fue bañada por un sentimiento agrio. De pronto, aquella capa que había planeado dársela a Heeseung, solo para él, también podía ser para otra persona y la sola imagen de Heeseung dándole la capa a Sohyun, como en los ritos matrimoniales, fue suficiente para que la parte egoísta de su corazón se niegue ante ello. Deseando evitar el dolor, deseando evitar la molestia. Sunoo posó una sonrisa falsa en su rostro y negó.
—Es para la tienda. —fue lo único que soltó. Heeseung seguía curioso pero no debatió más. Observando a Sunoo por unos segundos mientras el sonido lejano de la gente cantando arrullaba el lugar próximo a anochecer. El ambiente siendo cortado por el movimiento del pelirrojo al levantarse del pasto, limpiando su ropa mientras tomaba la canasta y la lámpara de la tierra—. Pronto oscurecerá, tengo que volver a mi cabaña. Deberías volver, apuesto a que te estarán buscando.
Sunoo hizo un movimiento de separación, sin esperar ser detenido por la mano de Heeseung aferrándose a su muñeca. El rostro de Sunoo se bañó de una sorpresa palpable, guiando sus ojos hacia los de Heeseung sintiendo un poco de esperanza pero, tal cual pétalo caido, el tacto desapareció, enterrando su ilusión soberbia.
—¿Vas a ir solo a esta hora? ¿No es mejor que te quedes? —Sunoo negó. Mientras mostraba la lámpara de aceite.
—Conozco bien el bosque, Hee. Además, siempre voy en la misma ruta.
—¿Por qué no te quedas a la fiesta? Quiero presentarte a Sohyun.
Sunoo sintió como el corazón volvía a doler luego de caer en aquel algodón de dulzura. Odiando con toda su alma haber olvidado que así era y a partir de ahora, debía acostumbrarse a ello.
—Parece que olvidas que soy uno de los encargados de hacer el vestido de bodas y veré a Sohyun hasta por la sopa. Además, puedo presentarme solo. —el disfraz amable de su tono empezaba a emborronarse—. Nos vemos, Hee.
—Te acompañaré. —Sunoo frunció su ceño confuso y perplejo.
—¿Acaso estas loco? Tienes una fiesta que manejar.
Y Heeseung estuvo seguro, mientras avanzaba hacia el inicio del bosque.
—Ya te lo dije pero lo repetiré, es una fiesta, estarán todos ebrios y no recordarán mi falta.
Sunoo se quedó estático ante la respuesta libre, sin querer que Heeseung lo acompañe pero a la vez deseando pasar más tiempo junto a él. Un sentimiento egoísta inundando su pecho y a la vez, la culpa apareciendo por hacer que Heeseung se pierda su fiesta de compromiso. Sunoo estuvo a punto de aceptar, cuando a lo lejos, un grito fuerte atronó el ambiente cálido.
—¡Lee Heeseung!
Uno fue llamado pero ambos se giraron ante la voz fuerte que profesaba respeto. Frente a ellos, a una buena distancia, un hombre alto, de barba y vestido de cuero marrón se aproximaba, su rostro tosco aún conservaba algún parecido con el joven a su lado.
—Tu prometida lleva buscándote por todo el pueblo y estas aquí perdiendo el tiempo. —regaño el mayor logrando que el joven se posicionará en disculpas.
—Discúlpame, padre. Estaba saludando a un amigo.
—Buenas tardes, señor Lee
Ambos jóvenes hablaron al mismo tiempo. El hombre alzó las cejas en espera.
—¿Y bien? ¿Qué esperas? Ya se saludaron, anda a ver a tu esposa. Debes empezar a ser responsable con ella. ¡Yo no críe a un hijo irresponsable!
Heeseung miró con disculpas a Sunoo y se sintió culpable, pero Sunoo deseaba que Heeseung se vaya. La mirada de Heeseung sobre él era demasiado dolorosa para Sunoo y la mirada relajada en el rostro de Sunoo no aguantaría más. Fingir era una molestia desgarradora y calcinante.
—¿Qué esperas, Hee? ¿Qué te cargue tu padre? Anda y ve con tu prometida. —lo animo Sunoo.
El viento cayó en algún lugar del cabello de Heeseung, trazando una expresión extraña en su rostro y llevándosela a la par. —Tienes razón, Sunoo. —una sonrisa apareció en el rostro de Heeseung—. Siempre tienes razón.
Y Sunoo no supo cómo sentirse al respecto. Simplemente asintiendo en respuesta. Repitiendo las mismas palabras desde que se conocieron.
—Nos vemos, Hee.
—Nos vemos, Sunoo.
El padre de Heeseung pareció satisfecho mientras su hijo se despedía del muchacho. Ambos girándose y oponiendo sus caminos. Lee Heemin le hablaba a su hijo con una voz orgullosa y haciendo mímicas con sus manos sobre el mundo del matrimonio y el muchacho solo asentía en respuesta, observando el cielo rojizo despedirse ante su vista, mientras los últimos pétalos eran llevados por la ráfaga del fin de invierno.
Y lo lejos, al inicio del camino hacia el bosque, un muchacho de capa roja y lámpara de aceite caminaba con el corazón en la mano. Él odiaba a Heeseung, lo odiaba por confundir su corazón irregular, por hacerlo olvidar de sus promesas, por hacerlo darse cuenta que era un cobarde. Un cobarde que no merecía el amor porque nunca luchaba por ello, dejándose caer a la deriva como los malditos pétalos y aceptando las sobras que le daba el mar, sin animarse a nadar más profundo. Los ojos del pelirrojo se dirigieron a la capa oscura y se río por lo tonto que había sido. Sunoo se redimió en su pensamiento y aceptó en su corazón aquello que se había negado por mucho tiempo.
Debes detener esto, Sunoo.
Y así lo hizo, presionando la canasta y ocultándola de su vista.
El bosque era un lugar extraño a vistas del pueblo.
Los aldeanos solían susurrar como las bestias caminaban en las noches más sombrías alrededor de los árboles y como las brujas aprovechaban la espesura oscura para sus rituales malignos. Como el bosque estaba lleno de demonios perversos listos para llevarse a los niños pequeños y de entes oscuros, que merodeaban ocultos en la oscuridad de las ramas, esperando. Los pueblerinos se espantaban al escuchar estos cuentos y simplemente evitaban el bosque, sin desear salir del pueblo sólo para evitarlo y admirando en silencio a los forasteros que llegaban de otras aldeas, adjetivando a estos como personas valientes y misteriosas.
Por supuesto, estos mitos y leyendas solo las creía una parte de estos. Los otros aldeanos, mayormente cazadores, leñadores y comerciantes, pasaban la mayor parte viajando por el bosque y sabían que lo único que había que temer, era de los ladrones, los bandoleros y los animales salvajes que merodeaban en la oscuridad esperando a sus presas. Sunoo había aprendido de esa misma manera al crecer en el bosque en su lejana niñez. Su abuela y él, tomados de la mano, solían caminar entre los árboles altos. La anciana con cuidado, señalaba el ambiente del bosque: Los pajarillos silbando, los animales arrastrándose entre los matorrales y los insectos farfullando una canción simple y dulce. Su abuela le recordó que mientras el bosque suene, el peligro no viene. Sunoo aceptaba sus enseñanzas mientras reía en una expresión infantil.
Su abuela también le decía, nunca confiar en las bestias de hocico largo que aúllan a la luz de la luna. —Esas son las más mezquinas y egoístas —Sunoo no lo entendió pero asintió a la voz amable de la señora de cabellos blancos.
En su infancia, recordaba recorrer el camino terroso, sentir el cantar de los pajarillos en lo alto de las copas y el murmullo de los animales a su alrededor, haciéndole saber que todo estaría bien y sintiéndose protegido. Al fallecer la anciana, Sunoo estuvo a la deriva por la pérdida, su mente olvidando parte de sus recuerdos de ese momento y cuando menos se dio cuenta, era parte de la casa del señor John, que lo tomó como un aprendiz de costura a tiempo completo y Sunoo agradecía su trato. Olvidando el bosque con el tiempo, abandonando su cabaña y yendo solo en verano a visitarla y a limpiarla, para mantener el recuerdo de su abuela vivido, al menos, sobre aquel sillón donde adoraba tejer.
Al menos fue así hasta ese invierno. Dónde decidido a resguardarse en el bosque, se volvió a instalar en la cabaña. Porque, al parecer el bosque era su mayor aliado.
Los pájaros cantaban y Sunoo solo podía observar los imponentes árboles alzarse y las copas espesas en lo alto que dificultaba que la luz se entrometa entre estas. El joven caminaba sintiendo el frío chocar en sus manos y el viento besar sus mejillas, pero él no hacía más que agradecer a la oscuridad y a las sombras permitirle desbordar sus sentimientos en gotas que caían sobre las flores, que curiosas, se alegraban por el repentino rocío falso. Su mano se aferraba a la canasta y su mente solo podía recriminar su cobardía. No era digno de llorar, no cuando nunca había intentado algo mas por hacerle saber a Heeseung cuanto lo quería, simulando una bonita amistad bajo una máscara de nieve que solo los buenos entendedores podían derretir.
Pero era imposible, el solo pensar en exponerse a si mismo ante Heeseung lograba rememorar recuerdos pasados. El amanecer de una primavera funesta, junto a la mirada perdida e inerte de un buen amigo, que colgado, miraba hacia los cielos en busca de clemencia. La mirada de asco de Heeseung y la placa de madera clavada con una estaca que poseía palabras talladas frente a los cuerpos humillados e inertes: "Los pecadores arderán en los infiernos. La santa palabra así lo manda y así será"
Sunoo no lo entendió al momento. Siendo solo un niño que lloraba al ver a un amigo morir. Pero el futuro ingrato le haría entender muy bien el significado de esa frase, tallando el miedo de forma intangible en su corazón. Un miedo que se avecinaba y le hacía negar todas sus emociones hirvientes en su pecho, un miedo que lo hacía querer esconderse en el bosque y negarse a la luz del pueblo, y a cuya fogata que le hacía derretir la máscara de nieve que ostentaba a llevar. Tal vez es por ello que Sunoo amaba el bosque, le gustaba la oscuridad que profesaba y lo protegido que se sentía dentro de sus caminos, sin mucha gente a su alrededor al oscurecer, solo él, caminando en dirección a esa cabaña maltrecha que prometía protegerlo de las llamas calcinantes.
El joven caminaba junto a la lámpara de aceite en su mano y su canasta en otra, con la mirada perdida y la mente ensimismada en pensamientos nubosos e hirientes. La capa roja ondeaba al ritmo del viento vacilante y los pies del muchacho, seguían el camino que acostumbraba. Sin embargo, los caminos terrosos eran ambiguos y engañosos y, una mente ida era la culpable de múltiples accidentes. Una sola pisada bastando para que el muchacho toque el mundo real al darse cuenta de la caída inminente. El peso ganando a su equilibrio y Sunoo alzando la lámpara de aceite para evitar que se rompa, aferrándose a esta, cayendo a la tierra mientra su tobillo se doblaba en una forma tosca y dolorosa.
—¡Aahh!
El grito de dolor se escuchó como un estallido en el bosque, asustando a los animales, haciéndolos escapar del joven en la tierra. Sunoo sentía su tobillo arder y el dolor empezar a extenderse por su pie. —¡Maldición! ¡Duele!
Intentó mover su pie, pero el dolor agudo volvió a aparecer deteniendo sus ganas de moverlo. Mordía sus labios para reprimir el llanto. ¿Justo hoy? ¿Justo ahora en donde quería estar encerrado en su cabaña? ¿Justo a punto de oscurecer? Sunoo profirió otro grito de dolor al intentar levantarse apoyándose en sus manos, sentía como su tobillo estaba próximo a hincharse y sabía que si no se apresuraba, la noche aparecería rápido y seria aun mas difícil para él en la oscuridad. Inhalo y exhalo antes, para luego, volver a intentar levantarse y llorar en el intento. Sintiendo como si de su tobillo, algo se desgarrara. Pero logrando deslizarse hacia un árbol para intentar apoyarse y tomar la lámpara de aceite, dándose cuenta de otro detalle.
Al pesar la lámpara, la notó ligera demostrando que no quedaba mucho aceite en esta. Sunoo quiso maldecir otra vez, pero se contuvo e intentó pensar de forma calmada intentando evitar mirar el tobillo hinchándose y la oscuridad aproximándose cada vez más.
Estoy cerca de la cabaña, a menos de una vela encendida de distancia, puedo arrastrarme y al menos, llegar sin necesitar la lámpara.
Sunoo pensó que era una buena idea, arrastrarse dolería menos que quedarse a la mitad del bosque en pleno invierno. Así que, tomando una inhalación profunda, se deslizó entre la tierra mordiendo sus dientes con fuerza para reprimir el dolor. Piedras, tierra, troncos, todo eso sentía en su piel y su tobillo parecía cada vez más hinchado. Mientras que la luz se hacía cada vez más efímera. Las altas copas de los arboles tiñendose de oscuridad mientras la calidez se volvia cada vez mas una espesura tenebrosa.
Un ruido a lo lejos fue lo que le llamó la atención.
Sunoo giró su cabeza en busca de aquel sonido entre los arbustos. Su primer pensamiento fue que tal vez, solo tal vez, Heeseung lo hubiese seguido y sin pensar más, clamó por ayuda.
—¿Heeseung? ¡Ayuda! Estoy herido. ¡Por favor!
Sin embargo, lejos de recibir respuesta. Sintió como el ruido de pisadas se detuvo, la penumbra haciéndose más espesa sin dejarle más luz y sin poder percibir lo que sucedía. Sunoo empezó a sentir como la tierra se convertía en miedo y este se esparcía por su piel. Porque pronto, el silencio había bañado el bosque.
Su mente le decía que no llame más y que intente levantarse pero el dolor no se lo permitió y el temor repentino lo había dejado pávido. El muchacho tendido en el piso, no se dio cuenta por esto, cuando una figura bañada de la oscuridad, salió de entre los matorrales detrás suyo, tomándolo del cuello y apuntando un objeto filudo en su cuello.
—¡Ahhh!— el muchacho gritó al sentir las manos en su cuello, un grito que fue tapado por la mano tosca y sudorosa de un hombre y el miedo al sentir la daga en su cuello lo hizo detener cualquier indicio de sonido.
—¡Cállate!— gritó con una voz ensordecedora, deslizando su rostro hacia la oreja de sunoo y el aliento a alcohol haciendo que Sunoo deduzca que tal vez era un aldeano de su pueblo.
—¿Señor? ¡Señor! Yo no soy un forastero, soy Sunoo, el aprendiz del señor John. No me reconoce por la oscuridad, por favor, en mi canasta no llevo nada de valor pero igual puede llevársela, no le contaré esto a nadie, por favor, déjeme ir.
Sin embargo, las palabras rápidas del chico fueron detenidas por un grito atronador.
—¡He dicho que te calles, maldita perra!— dijo el hombre, mientras presionaba las mejillas de Sunoo con su mano sudorosa, deformando sus labios. La daga se presionaba aún más fuerte sobre su cuello. —¿Crees que no te conozco? ¡¿Quién en el pueblo no conoce a la perra del señor John?! ¿Eh? Todos hablan en el pueblo de ti, maldita bruja. ¿Y crees que acaso yo me iba a quedar de brazos cruzados?
Sunoo temblaba sin entender nada, completamente confuso, mientras sentía el hedor a alcohol en el hombre e inmovilizado ante el miedo. El hombre se rió.—Tú, maldita bruja, crees que no se tu secreto.— río mientras deslizó su boca asquerosa por el cuello del pelirrojo. —Sé como te masturbas como una zorra en celo. Llamando el nombre de tu amigo, ¿O crees que nadie se daría cuenta de ti? ¿Qué piensas de que el alcalde de entere de esto, eh, zorra? ¿Qué el maldito costurero se masturbe pensando en su futuro yerno?
Sunoo quedó helado ante la confesión, como si el invierno se apoderará de su ser, sin poder reaccionar ante ello. Quedando pálido, mientras sentía como algo oscuro se avecinaba al sentir la malicia en la voz del hombre, que lejos de mostrarse asqueado ante él, parecía ansioso por algo.
—Hazme caso y se dócil. O todo el pueblo se enterara que el niño de rojo es una maldita puta calenturienta. Y te quemaran.
Sunoo no supo cuando, pero sintió como las lágrimas habían empezado a caer al tener a aquel hombre amenazandolo. Sintiéndose inútil y débil, como siempre, un cobarde que no sabia nada mas que llorar. Lloro mientras el hombre intentaba romper su capa y su ropa, lloraba mientras la daga se presionaba sobre su cuello.
La bestia perversa intentaba deshacerse de la ropa del muchacho, mientras a lo lejos, entre las sombras del bosque. Un movimiento se notó entre los matorrales. Sunoo esta vez, no sabía que tan bueno era aquello, pero decidiendo que tal vez moriría aquel dia. Clamo por ayuda.
—¡Ayuda, por favor! ¡Ayuda!
Un fuerte golpe aterrizó en su mejilla, mientras las lagrimas nublaban su vista.
—¡Callate o harás que me coja a tu cadáver!
Pero el hombre no pudo decir nada más, cuando otra vez, entre los matorrales un ruido captó la atención de ambos, de la misma forma que el hombre se había aparecido ante Sunoo. El pelirrojo tenía miedo, mientras sus oraciones se entremezclaban y las manos sucias del hombre se detenían. Y antes de que Sunoo pudiese hacer algo, el hombre habló.
—¿Quien anda ahí? —Pero no había respuesta, a lo lejos, el arbusto dejó de moverse y Sunoo solo pudo susurrar oraciones mientras el hombre presionaba aún más profunda la daga en su cuello—.Cállate porque te matare antes de que puedas escapar. —murmuró el hombre.
—Sea quien sea, ¡Salga! ¡No tengo miedo!
Sin embargo, Sunoo noto algo que el hombre no. A lo lejos, los ojos plata de un ser se veían, ojos de lobo mirando fijamente a sus presas. Y Sunoo sintió que al menos, moriría a manos de una bestia salvaje y que era mejor que ser mancillado por una bestia perversa. El lobo apareciendo frente a ellos al salir de los arbustos y el hombre, con miedo al ver el animal frente a él, razonó que tal vez el animal estaba hambriento y que buscaría a la presa más cercana.
Tomando la daga que brilló ante la luz de la luna.
Presionándola en un corte preciso que mancillo un cuello impoluto en la oscuridad.
Lo último que pudo escuchar Sunoo antes de que la daga se deslice por su cuello, fue el gruñido de una bestia que se aproximaba. Dejando de sentir los dedos perversos del hombre, cuando algo veloz y oscuro paso sobre sus ojos debilitados.
Dejándose caer a la oscuridad, clamando por piedad ante los cielos.
Mientras en el bosque, su capa rota se encendía. Y a lo lejos, el sonido de algo desgarrándose inundaba el silencio abrumante.
♡
♡
♡
Hola! ♡
Bueno, si llegaste hasta aquí, solo diré gracias por leer este libro y ¡Acaba de iniciar Caperucita!
Inicialmente, había pensado en iniciar por aquí Caperucita. (Y aún lo pienso)
Pero hay algunos temas que quedarían incluidos de manera forzosa en el futuro y no quería eso. (Porque hay muchas cosas, o al menos eso creo, de los primeros capítulos que ayudarán en el futuro)
(Igual, un día de estos reescribiré los primeros capítulos porque el 1 y el 2 no me terminan de cuadrar, no cambiará nada, solo la manera de escritura. También editare este capitulo porque usualmente no me gusta lo que escribo)
A veces siento que es muy denso lo que escribo, por ello, agradezco que leas hasta aquí.
Escribí el final escuchando me and the devil y creep en el heesun. (lo escuche en repetición :,) )
Pero ahora sí empieza una aventura, porque recuerden, ¡es fantasía bl!
Muchas gracias por los comentarios, el apoyo con los votos y hasta a los lectores fantasma. ¡Los amo a todos! (╥﹏╥)♡♡♡♡
Sin más que agregar, tenga un hermoso día!
li♡
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